Fuerzas terrestres en el Magreb. Una evolución acelerada

En los últimos años la carrera armamentística entre Marruecos y Argelia ha marcado la evolución de las fuerzas terrestres -y armadas en su conjunto- en el Magreb. Esta rivalidad, unida a la situación cada vez más precaria de su entorno, desde la guerra civil en Libia a los problemas de seguridad en el Sahel, ha hecho que la inversión en armamento de todo tipo se multiplique, con especial énfasis en los medios terrestres, desde carros de combate hasta artillería cohete o sistemas antiaéreos.

En el presente artículo analizaremos el estado de las fuerzas terrestres de las tres naciones norteñas del Magreb: Argelia, Marruecos y Túnez. A Libia deberemos dejarla a un lado debido a sus guerras intestinas, además, en este mismo especial hay un artículo específico en el que se trata la situación del país.

La pertinencia de este análisis no sólo tiene que ver con el conocimiento de aquello que nos interesa o apasiona, -lo militar-, sino que además está ligado a los intereses de defensa españoles, ya que todo lo sucedido en el Magreb repercute en nuestro país. En este contexto, los respectivos ejércitos de tierra de las naciones que nos ocupan representarán el primer muro de contención, o la primera amenaza, en futuros conflictos, y además la historia y la geografía dictan que serán los militares “de tierra” y no los del mar o el aire, los que llevarán el peso de futuros conflictos.

Para efectuar este análisis hemos optado por centrarnos en tres grandes pilares: Liderazgo político y militar, capacidad táctica y contexto. Dichas líneas de estudio agrupan toda una serie de subapartados estimados y puntuados de manera racional, informada y ordenada. Asimismo, los anteriores pilares se verán complementados por otras tres cuestiones: flujos de información, doctrina y experiencias.

El apartado de transporte y abastecimiento ha sido un rasgo en el que as FFAA árabes han hecho un papel aceptable históricamente.

Contexto

Argelia

Al igual que Marruecos, Argelia es un país con mucha montaña, en particular debido a los Montes Atlas y a los Montes Hoggar, que vigilan el árido sur del país por el que pasan las caravanas de camiones cargados de mercancías hasta los topes.

Históricamente ha existido una clara división entre el norte desarrollado y bañado por las aguas del Mediterráneo, y el sur de interior, seminómada e incivilizado. Como guinda del pastel, las cadenas montañosas separan naturalmente ambas franjas.

La división geográfica es también política: el norte era mucho más próspero y recibió la influencia del Imperio Otomano, si bien las distancias con Estambul limitaban el control del territorio que el Sultán podía ejercer. Sin embargo, a partir del siglo XIX el Imperio Francés conquistó el país, e incluso terminó por instalar centenares de miles de colonos que en su mayoría regresaron a su patria tras la independencia de Argelia en 1962. Pero la geografía pesa mucho, y más en un país cuya distancia entre la costa y la frontera con Mali es la misma que la que separa a Madrid de la costa albanesa.

Por mucho que las distancias se “encojan” con las tecnologías, lo cierto es que dificultan enormemente el control del territorio, ya que este impone una pesada carga de tiempo, personal y combustible. Para ilustrar este punto cabe decir que si la costa argelina fue conquistada por Francia en 1830, la mayor parte del inmenso territorio no pudo ser formalmente ocupado hasta 1936 ¡Cien años de conquista!

A la tiranía de los kilómetros se añade el descontrol de las fronteras y la necesidad de agilidad para dar respuesta a los desafíos militares y de seguridad. Es por ello que la Legión Extranjera se dedicó a construir numerosos fuertes en el desierto durante un siglo, y es la misma razón por la que Argelia cuenta con una de las mayores flotas de helicópteros de transporte de todo el orbe.

Por si todo esto fuera poco, la mayor parte de las reservas de hidrocarburos, que hacen las veces de corazón económico del Estado, se encuentran en el centro del país rodeadas por kilómetros y kilómetros de desierto.

Todo lo anterior unido a las experiencias de la Guerra de la Independencia y a la Guerra Civil Argelina (1991-2002), así como a los conflictos en Mali, Libia, y a la emergencia del Estado Islámico arrojan un escenario muy plausible: el de una guerra asimétrica que obligue a efectuar operaciones contrainsurgencia (COIN en adelante). En este caso, las luchas contra los enemigos de Argelia podrían degenerar en enfrentamientos comparables a los vividos recientemente en Oriente Medio o entre Marruecos y el Polisario en los años 80.

Este tipo de COIN tendría que enfrentarse tanto a células nacionales como de combatientes extranjeros, y tanto al terrorismo como a las guerrillas rurales o a las del asfalto.

Aunque no esté inserto en la tradición política argelina, tampoco hay que descartar la necesidad de efectuar operaciones en el norte de Mali, Níger, o el oeste de Libia y Túnez. Tales operaciones podrían ir desde COIN, hasta constituir zonas colchón pasando por operaciones antiterroristas, responsabilidad más de las FCSE que de las propias fuerzas armadas.

Respecto a la posibilidad de un conflicto convencional, Marruecos y Argelia se enfrentaron en la Guerra de las Arenas (1963-1964) en la que Rabat consiguió la victoria táctica pero Argel consiguió la estratégica. Desde entonces ha sido principalmente la recelosa, casi rayana en la paranoia, actitud marroquí la que ha provocado las tensiones.

En realidad, Argel rara vez se ha entrometido en la política marroquí, e incluso durante el conflicto del Sáhara Occidental mantuvo una actitud pasiva con los saharauis y sus aliados, sin molestarles pero sin apoyarles. En este mismo sentido también se expresan los cables diplomáticos de Estados Unidos que fueron filtrados a la prensa.

Pese a todo, las malas relaciones con el país vecino están ahí, y de hecho no se puede descartar un escenario en el que el Ejército de Argelia ataque o se defienda en la franja norte (Orán), o incluso en la zona saharaui de Tinduf.

La insurgencia en la forma de yihadismo, bereberes o saharauis en inmensas extensiones de desierto y montados a lomos de sus Toyota será
la principal amenaza que enfrentarán los Estados de la zona, sin embargo no hay que descartar a actores que como el Polisario, los mujaiden o el Dáesh
puedan llegar a movilizar medios más pesados.

Marruecos

Marruecos es el menos árabe de los países árabes, y de hecho su historia, su idiosincrasia y su organización dista de las de otros estados-nación árabes, aunque siempre está inscrito en la misma tradición que ha creado patrones que se repiten en todas las Fuerzas Armadas árabes.

Históricamente, la impronta del Imperio Otomano fue más leve en Marruecos, que mantenía un importante grado de aislamiento de las dinámicas de la costa norafricana que sí afectaban, por ejemplo, a Argelia o a Túnez. Esto es porque las poblaciones marroquíes a menudo estaban en el interior, custodiadas por las montañas (Fez o Marrakech), o directamente miraban al Atlántico (Rabat y Casablanca).

De hecho, la complicada orografía marroquí hace que se convierta, junto a Yemen, en el único país árabe puramente “de montaña”, lo que ha favorecido históricamente la atomización del poder y la eficacia de los movimientos guerrilleros y de los líderes levantiscos.

Esto último lo aprendió con sangre la menos poderosa de las potencias coloniales europeas cuando sufrió varias derrotas (Barranco de Lobos o Annual, por ejemplo) contra algunas de las rebeliones mejor orquestadas de África. Pero no solo lo vivieron los españoles, sino también los franceses e incluso los propios majdis tratando de mantener el control de su voluble territorio.

Marruecos también ha recibido cierta influencia cultural de España. No en vano algunos oficiales marroquíes que servían en España en los años 50 se unieron a las Fuerzas Armadas de Marruecos cuando el país ganó la independencia de Francia. Sin embargo, todo apunta a que la influencia francesa ha sido y es predominante en el plano militar. Como referencia, no hay más que observar el importante papel que aún juega el francés como idioma selecto del Ejército Real, así como las hondas relaciones comerciales y de cooperación militar que mantienen con los galos.

Respecto a las amenazas, son tres los tipos de conflictos que condicionan a Marruecos:

  1. Guerra convencional.
  2. Lucha contrainsurgencia.
  3. Posibilidad de sufrir golpes de estado y la necesidad de neutralizarlos llegado el caso.

En cuanto a la guerra convencional, Marruecos maneja tres grandes escenarios plausibles: una guerra ofensiva contra España en las ciudades de Ceuta y Melilla, una guerra defensiva contra Argelia en el norte y una guerra limitada ofensiva o defensiva con Argelia entre el Sáhara Occidental y el sudoeste argelino.

Precisamente es el conflicto con Argelia la principal preocupación de Marruecos y es esta posibilidad la que ha moldeado las adquisiciones de material y la reorganización de sus FFAA en los últimos años.

En cuanto a la lucha COIN, hay dos grandes escenarios. En primer lugar, que el conflicto en el Sáhara Occidental se reavive provocando la aparición de guerrillas urbanas dentro del Sáhara y ataques de partidas guerrilleras (o no tan guerrilleras) desde los territorios saharauis libres. En realidad, estos últimos podrían movilizar tanques, artillería y defensa aérea. Sin embargo, los propios marroquíes enfocan todo esto como una suerte de COIN.

El segundo escenario pasa por el surgimiento del yihadismo en el país en la forma de un grupo terrorista o de una serie de guerrillas urbanas o rurales. En este sentido, los yihadistas con conocimientos militares que han regresado de Siria, Libia, Irak u otros escenarios son una grave amenaza, igual que lo son las redes sociales como vectores de propagación de las ideas yihadistas.

Los escenarios anteriores han atraído los esfuerzos de las autoridades marroquíes. Para el caso de los saharauis dedican el grueso de sus efectivos de peor calidad, casi 100.000 hombres cada año, para mantener el control del Sáhara Occidental y disuadir a los saharauis libres de atacar. Este despliegue consume enormes medios humanos y materiales todos los años.

En cuanto al yihadismo, es un problema “menor”, contra el que el Estado emplea muchos menos medios como se explica en el artículo de Javier Yagüe en este mismo número. Con todo, se han concretado varios acuerdos para compartir información con países extranjeros, y se han tomado diversas medidas para hacer que las FFAA sean impermeables al yihadismo.

Por ejemplo, hace más de una década se eliminaron las mezquitas de los cuarteles, se persiguió y espió a los soldados que participaban en las mezquitas ilegales, y se constituyó el 5º Bureau encargado de hacer contrainteligencia, vigilar y atrapar a aquellos “contaminados” por el yihadismo dentro de la Real Fuerza Armada de Marruecos (RFAM en adelante). Es un andamiaje en el que el Ejército se yergue a la manera de Egipto, Turquía o antiguamente Siria e Irak, esto es como un núcleo de secularismo, al menos en principio.

El último tipo de conflicto que moldea a la RFAM es el historial de intentos de golpe de estado en tiempos de Mohamed V y Hassan II, en particular los tres sucedidos en 1971 y 1972 que modificaron para siempre la estructura de las FFAA.

Cientos de oficiales fueron purgados y sólo se mantuvieron tres unidades de tamaño brigada: la 1ª Brigada Paracaidista, la Brigada Ligera de Seguridad y la Brigada de Guardia Real. Todas las demás unidades pasaron a constituirse en fuerzas de tamaño batallón como mucho y apenas se reunirían en formaciones ad hoc mayores durante algunas ofensivas contra el Polisario y ciertos ejercicios militares.

Asimismo, en aquel año se eliminó el Ministerio de Defensa y en su lugar se creó una secretaría carente de músculo y de peso, de tal forma que las decisiones relevantes están únicamente en manos del rey.

Aunque el actual regente Mohamed VI nunca haya sufrido un golpe de estado, los recelos que su padre Hassan II le inculcó han hecho que los sucesos de 1972 sigan marcando a la RFAM, si bien la confianza del monarca da muestras de estar creciendo con el paso de los años.

Finalmente, cabe decir que aunque la política exterior marroquí no ha moldeado a la RFAM, sí que la ha instrumentalizado para tratar de ganar influencia en instituciones internacionales como la ONU o la Unión Africana enviando Cascos Azules.

La cordillera de los Atlas recorre a Túnez, Marruecos y Argelia y marca la geografía al separar la costa del interior y al crear un entorno único para la guerrilla.

Túnez

Túnez puede ser considerada una especie de “pequeña Argelia” desde el punto de vista de los paralelismos históricos con los Imperios Otomano y Francés, la relación entre las ciudades costeras y el interior, y el papel del colonialismo galo.

No obstante, ya no podemos hablar de un país montañoso, si bien la “cola” de los Montes Atlas llega hasta el oeste tunecino para hundirse en sus áridas llanuras.

Sin embargo, al contrario que Argelia, se trata de un país pequeño, aunque muy alargado y con una proporción de habitantes por Km2 mucho más elevado.

Si Marruecos es una monarquía histórica, y en Argelia el país ha estado bajo el mando de las FFAA, en Túnez podemos decir que sucedió algo parecido con el dictador Ben Alí. De todas formas, es justo reconocer que hoy día y tras la Primavera (y el Invierno) Árabe, es el único país de este tipo que ha conseguido desarrollar una democracia mínimamente sólida.

Igualmente hemos de recordar que si la independencia argelina fue casi traumática y supuso el reemplazo de las fuerzas militares de origen colonial francés por el Frente de Liberación Nacional, en el caso tunecino no se llegó a estos extremos. Es decir, que más que una disolución de las fuerzas coloniales en Túnez lo que hubo fue una fagocitación o una subrogación de las mismas por parte de los poderes post-coloniales.

Lo anterior es importante, porque implica que mientras en Argelia no quedó rastro de las prácticas y la cultura militar gala, en Túnez es posible que algo de esto sobreviviera.

Históricamente Túnez ha sido un país poco dado al enfrentamiento con sus vecinos y a las aventuras expansionistas. Por ejemplo, su última batalla con un país extranjero se produjo en 1961 con el fin de expulsar a los franceses de su base naval en el puerto de Bizerta.

Desde entonces y hasta ahora Túnez se ha centrado en la lucha contra el terrorismo y muy especialmente en la impermeabilidad de sus fronteras, para lo que ha alcanzado importantes acuerdos de cooperación en materia de seguridad con Argelia.

La acción militar más importante en los últimos años ha sido la batalla de Ben Guerdane de 2016. Ben Guerdane es una localidad tunecina cercana a la frontera libia que fue duramente atacada por el Estado Islámico en un intento por abrir las puertas a un nuevo vilayato en Túnez. Durante la batalla que duró dos días murieron y fueron heridos al menos medio millar de yihadistas, policías y soldados, pero a cambio el Dáesh fue derrotado.

En realidad, desde el comienzo de la Guerra Civil Libia en 2011 y hasta ahora, el deterioro de la seguridad en Libia, unida al crecimiento del fenómeno yihadista han hecho de las FFAA una fuerza de lucha COIN y antiterrorista. Cuesta imaginar que sean capaces de desplegar una fuerza del tamaño superior a un regimiento. Tampoco es que lo necesiten.

Los problemas de Túnez no están solo en las fronteras del sur, los Montes Atlas en la zona del Paso de Kasserine son un nido de la insurgencia.

Liderazgo

El liderazgo de una nación en armas depende de dos escalones distintos: De un lado, el mando político, ostentado por el Jefe del Estado o el Primer Ministro, en función del régimen político, así como por los Ministros de Defensa, y en menor medida Interior, Finanzas y Exteriores. De otro lado, el mando militar, que agrupa a la jefatura del Estado Mayor Conjunto y de los Estados Mayores de las distintas ramas de las FFAA, tradicionalmente tierra, mar y aire, con variaciones en función de la organización elegida por cada país, claro está.

Marruecos

En el caso de Marruecos nos topamos con una anomalía histórica: No poseen un Ministerio de Defensa, sino a un “ministro-delegado” bajo cuyo servicio tan solo hay un minúsculo aparato administrativo incapaz de tomar decisiones de peso.

En realidad, aunque en Marruecos exista una suerte de semi-democracia, el monarca Mohamed VI tiene el control del aparato de seguridad del Estado, y en especial de las FFAA, y dicho control lo ejerce directamente, por mucho que formalmente haya un “ministro delegado”, al que en realidad no se le ha delegado nada. Todas las decisiones de entidad deben recibir la aprobación de Mohamed VI, en especial los movimientos de tropas.

Ningún ejercicio de adiestramiento de tamaño batallón o superior podría realizarse libremente, e incluso los de tamaño sección o compañía tienen unos límites establecidos.

Acudiendo al nivel militar se ha favorecido a los generales leales, dejándoles hacer y corromperse a cambio de ser fieles a la corona. Que hayan sido elegidos a dedo no implica en absoluto que sean malos militares. Es probable que de una base de oficiales tan amplia Mohamed VI pueda haber escogido a hombres leales y a la vez capaces.

Los informes y rumores de corrupción de la alta oficialidad, en especial de aquella con mando en el Sáhara Occidental son numerosos: desde mansiones compradas con el dinero obtenido mediante prácticas censurables, hasta el uso de los reclutas para servicios personales (llevar a los niños al colegio, hacer la compra…) pasando por la entrega de concesiones de explotación arbitrarias. Pero mientras se mantenga la lealtad a Mohamed VI estos desfalcos se consienten.

El monarca alauita es consciente de la corrupción y hace un uso político de ella.

Argelia

El caso argelino es algo más complejo que el marroquí debido a su inestabilidad. Hasta hace poco el país estaba gobernado bajo el puño de hierro de un régimen militar y casi gerontocrático, con una envejecida cúpula. De hecho, el principal rasgo de Argelia era que no existía una clara división entre la vida política y la militar.

Desde los años 90 gobernaba el país Bouteflika, pero dentro de la cúpula argelina había importantes contrapesos que amenazaron la posición del dictador, muy especialmente desde la CSS o Coordinación de Servicios de Seguridad (el antiguo DIS) que tanta importancia tuvo para vencer a los islamistas durante la Guerra Civil.

La descripción del CSS ya la hicimos en el artículo de Argelia, pero aquí conviene resaltar que el CSS se encuadraba en el Ministerio de Defensa, pero tenía competencias de seguridad interior y defensa exterior, a la vez que su origen fue la inteligencia militar. Es decir, que representa la fusión entre los servicios secretos convencionales, los militares, las fuerzas de seguridad y las fuerzas militares estatales.

Sin embargo, este DIS (y la organización que lo incluía, el DRS) que tan bien funcionó durante la Guerra Civil también se convirtió en un actor de peso político que desafiaba al Presidente, quien se esforzó por desconectar al DIS de la cúpula de las FFAA, a la vez que promovía la importancia de la policía, que en la última década ha visto aumentar mucho su plantilla y ha cumplido un rol de contrapoder. Todo este proceso desembocó en las reformas de 2013 que cambiaron al DIS por el CSS y lo pusieron bajo el mando del Ministerio de Interior.

La labor de zapa de Bouteflika, bien que justificada, ha privado a su país de una de las herramientas institucionales más interesantes de que disponía, ya que el DIS era capaz de ejercer como una suerte de supra-EMAD capaz de centralizar el control de la policía, el ejército, las milicias afines y los flujos de información.

Por si todo esto fuera poco, Bouteflika se dedicó a colocar en altos cargos a personas procedentes de su región natal, Tlemecen, muy cerca de la frontera con Marruecos, lo que puede haber minado el liderazgo militar y policial del país.

Sea como fuere, el régimen de Bouteflika ha recibido un lijado importante en 2019. El año pasado apareció el Movimiento Hirak que precipitó los cambios en la cúpula argelina por medio de la protesta.

En diciembre de 2019 murió el principal guardián del régimen de Bouteflika, el General Ahmed Gaid Salah, y con él, la última oportunidad del primero para recuperar el poder. En su lugar, los militares auparon a un peculiar tecnócrata llamado Abdelmadjid Tebboune que como veremos ha imprimido un carácter muy peculiar al liderazgo argelino.

Tebboune representa una solución de compromiso. Un funcionario adscrito al partido que siempre ha estado en la segunda línea de la política y que se ha caracterizado por su excentricidad dentro del propio partido. Demasiado ligado al aparato del poder para unos y demasiado excéntrico dentro de su partido para otros.

Tebboune no es un militar, sino un civil. Se formó en la Escuela Nacional de Administración en 1969 y desde entonces ha gobernado provincias y dirigido ministerios de segunda línea, ganándose la fama de administrador eficaz y en cierto sentido, honrado.

Lo primero que ha provocado Tebboune es una división más nítida que nunca entre lo político y lo militar, si bien han sido estos últimos quienes le han aupado y quienes le pueden dejar caer. Además, desde diciembre de 2019 ostenta el cargo de Ministro de Defensa y de Jefe de Estado Mayor de la Defensa, y su impronta se ha notado.

Como curiosidad, el sitio web del MINDEF argelino ha dado un giro radical, en especial se aprecia un gran esfuerzo por dar publicidad a los contratos de las FFAA, una medida que otorga transparencia al permitir generar competencia y transparencia durante las licitaciones, pero ante todo es un buen síntoma por parte del nuevo liderazgo político.

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