España y la guerra electrónica

Un elemento diferenciador

Medios guerra electrónica del REW-31 durante el ejercicio "Atlas 24"
Medios guerra electrónica del REW-31 durante el ejercicio "Atlas 24". Fuente: Ejército de Tierra.

La guerra electrónica lleva años saltando periódicamente a las primeras planas de los diarios. Sin embargo, el dominio en el que se libra continúa siendo, como sus posibilidades, uno de los más incomprendidos de cuantos son utilizados para las operaciones militares. Si bien se viene utilizando desde hace más de un siglo, el dominio electromagnético solo ha cobrado verdadera relevancia pública desde que la Federación de Rusia comenzase a emplear sus medios electromagnéticos en el Donbás o el Báltico y, más recientemente, con la invasión a gran escala de Ucrania. No obstante, es objeto de preocupación para nuestros militares e industria de defensa desde mucho tiempo atrás. De ahí que en España, a punto de agotar el primer cuarto del siglo XXI, contemos con algunas empresas muy bien situadas a nivel global, todo lo cual, además de permitir importantes ingresos gracias a la exportación, revierte también en unas Fuerzas Armadas que han apostado con decisión por los medios de guerra electrónica.

Índice

  1. Los inicios de la guerra electrónica
  2. ¿Qué es el dominio electromagnético?
    • 2.1. Un dominio transversal
    • 2.2. Las visiones de Rusia y China
  3. La guerra electrónica en España
    • 3.1. El caso de Grupo Oesía
  4. Retos futuros
  5. Conclusiones

1. Los inicios de la guerra electrónica

Los seres humanos llevan luchando por el control del espectro electromagnético en cierto modo desde siempre, pues este se extiende como sabemos desde la radiación de menor longitud de onda, como los rayos gamma y los rayos X, pasando por la radiación ultravioleta, la luz visible, la radiación infrarroja y las microondas hasta las ondas electromagnéticas de mayor longitud de onda, como son las ondas de radio. Es decir, que cuando se utilizan tácticas de decepción en muchos casos se está “luchando” en el dominio electromagnético, como cuando se intenta confundir al enemigo haciéndole creer que ve lo que no es.

No obstante, y en puridad, no se puede hablar de guerra electromagnética hasta el momento en el que los sistemas de comunicaciones no se desarrollaron lo suficiente, proceso que comenzó con el desarrollo de la telegrafía visual primero, a través de hilos después e inalámbrica más tarde. Un fenómeno que se impulsó posteriormente en distintos momentos, especialmente, con la aparición de la radio que permitía comunicarse a distancias mayores, pero también a niveles inferiores, haciendo posible gracias a la miniaturización de equipos su empleo táctico, tan útil a las unidades motorizadas y mecanizadas nazis durante la Segunda Guerra Mundial. De hecho, fue la generalización de la radio lo que permitió que los sistemas de escucha se desarrollasen prácticamente a la par, iniciándose una carrera que todavía hoy sigue en marcha, en tiempos de las radios digitales y los saltos de frecuencias.

Prácticamente al mismo tiempo, la necesidad de detectar con cierto preaviso los aviones enemigos, o sus buques de superficie y submarinos, provocaron la aparición y evolución de los sistemas de radar y sonar. Además, desde la Primer Guerra Mundial se habían ido acumulando avances en el radiocontrol, lo que permitió el desarrollo de las antecesoras de las actuales bombas planeadoras, sin ir más lejos. Es decir, que en un breve periodo de tiempo se asistió a la multiplicación en el número de ingenios que de una u otra forma empleaban las franjas del espectro electromagnético ocupadas por las longitudes de onda distintas de la luz visible.

Como quiera que la carrera entre la lanza y el escudo es constante, la aparición de todas estas nuevas tecnologías llevó aparejada, como hemos adelantado, el desarrollo de otras tantas contramedidas destinadas, desde el primer momento, a interferir señales, a secuestrarlas o incluso a localizar las fuentes de emisión por triangulación con el objetivo de neutralizarlas físicamente.

2. ¿Qué es el dominio electromagnético?

De un tiempo a esta parte, el número de dominios o ámbitos en los que se desarrollan las operaciones militares ha venido viviendo un incremento en cuanto a número; tema que ya hemos tratado suficientemente en estas páginas al hablar tanto del futuro del nivel operacional de la guerra, como de la batalla multidominio. Concepto, este último, que hace referencia a la nueva doctrina estadounidense (y por extensión, aunque con variaciones locales, de muchos de sus aliados) mediante la cual se pretende superar otras anteriores como la de la Air-Land Battle o Batalla Aeroterrestre, en lo que además es un proceso gradual y lógico.

De esta forma, si esta última buscaba entre otras cosas facilitar la acción conjunta entre los distintos servicios de las Fuerzas Armadas estadounidenses (y aliadas, en el marco de operaciones combinadas) especialmente en los dominios aéreo y terrestre, como su nombre indica, con la batalla multidominio se pretende ir un paso más allá, integrando dominios que han ido surgiendo y ganando en importancia a la par que se producían los avances técnicos que permitían conquistarlos. Este es el caso de dominios físicos como el espacial, cada vez más susceptibles de ser empleados no solo en apoyo de las operaciones en el resto de los dominios, sino como escenario operativo, pero también y particularmente, de los dos dominios no físicos: el cibernético y electromagnético, ambos transversales y además íntimamente ligados entre sí, lo que da lugar a importantes discusiones doctrinales y a diferentes aproximaciones según el país del que hablemos.

En el caso del dominio electromagnético, hay que tener en cuenta en primer lugar que se trata de un caso muy particular, cuyos límites vienen marcados por la extensión del espectro electromagnético sí, pero en el cual se puede luchar no solo a través de operaciones electromagnéticas (EMO por sus siglas en inglés), es decir, mediante la guerra electrónica propiamente dicha, sino también a través de ataques cinéticos destinados a dañar físicamente los medios de guerra electrónica enemigos. En cualquier caso, para lo que aquí tratamos, nos ceñiremos en exclusiva a la guerra electrónica (EW por sus siglas en inglés), que la OTAN define como “una acción militar que explota la energía electromagnética (EM) para proporcionar conocimiento de la situación y lograr efectos ofensivos y defensivos”.

La guerra electrónica podría definirse también como el arte y ciencia de preservar el uso del espectro electromagnético para las fuerzas propias mientras se niega su empleo a las del enemigo. Para ello, históricamente se ha dividido en diferentes segmentos, según hablemos de:

  • Medidas de apoyo electromagnético (ESM): comprenden la parte receptora de la guerra electrónica, aquella que nos da información sobre el enemigo. Las ESM tienen una aplicación táctica; inmediata o casi. La información obtenida se usa por la fuerza que la recaba para obtener una ventaja sobre el enemigo, ya sea averiguando su posición o identificándolo, por ejemplo.
  • Contramedidas electromagnéticas (ECM), también denominadas Ataque Electrónico (EA): incluyen la perturbación, el uso de chaffs o bengalas y las técnicas de engaño. Tienen como objetivo el impedir o dificultar el uso de aparatos electrónicos al adversario, incluyendo radares, comunicaciones o armas.
  • Contracontramedidas electromagnéticas (ECCM) o medidas de protección electromagnéticas (EPM): son aquellas medidas tomadas en el diseño u operación de los sistemas electrónicos para contrarrestar los efectos de las contramedidas enemigas.

Como es lógico, sólo mediante una adecuada inversión y desarrollo de las capacidades (en sentido amplio, según el concepto MIRADO-I) en cada uno de estos segmentos se puede aspirar a estar en una situación de ventaja en el dominio electromagnético.

2.1. Un dominio transversal

El dominio electromagnético cuenta con un espacio propio, en el que se desarrollan las operaciones electromagnéticas y en el que, por tanto, se libra la guerra electrónica. Dicho espacio viene determinado por las diferentes longitudes de onda, que se reparten desde el extremo superior, constituido por los rayos gamma al inferior, ocupado por las frecuencias muy bajas (VLF). Algo que, dicho sea de paso, no debe confundirse con las radiofrecuencias utilizadas en las comunicaciones, ya que estas “sólo” van desde los menos de 3 Hz de las frecuencias tremendamente bajas (SWLF) a los más de 300 GHz de las frecuencias tremendamente altas (SEHF) y que, en conjunto, son solo una fracción del total del espectro electromagnético.

Ahora bien, a pesar de contar con un espacio propio, la característica fundamental del dominio electromagnético, a diferencia de lo que ocurre con el terrestre o el aéreo, por poner dos ejemplos, es que es transversal al resto de los dominios. Esto quiere decir que, aunque tenga un espacio propio (el espectro), no está limitado geográficamente, ya que las ondas electromagnéticas se desplazan a través de todos los demás dominios. Es más, el dominio electromagnético tiene un papel crucial a la hora de apoyar, integrar y habilitar las operaciones en el resto de los dominios, constituyéndose en esencial para las comunicaciones, la navegación, la vigilancia y la detección. Así, nos encontramos con que las ondas electromagnéticas juegan una función en cada uno de los demás dominios, como puede verse a continuación, de forma muy esquemática:

  • Terrestre: Radios y sistemas de radar para operaciones terrestres.
  • Marítimo: Sonar, radar y comunicaciones de flota.
  • Aéreo: Sistemas de navegación y detección aérea.
  • Espacial: Comunicación satelital y control de satélites.
  • Cibernético: Transmisión de datos a través de ondas electromagnéticas.

Esto quiere decir que, aunque el dominio electromagnético sea por decirlo de alguna forma, un campo de batalla propio, en el que puede lucharse por ejemplo para: 1) interrumpir las comunicaciones enemigas; 2) proteger los sistemas propios mediante contramedidas o; 3) negar el acceso al espectro al adversario, estas y otras acciones propias de la guerra electrónica tienen casi siempre un impacto en el resto de los dominios. De hecho, es muy rara la ocasión en la que no se persigue un impacto en el resto de los dominios a través de la guerra electrónica.

Aplicado a la práctica, vemos cómo 1) las fuerzas terrestres utilizan a diario drones que requieren control por radiofrecuencia; 2) los buques de superficie dependen del uso del radar para evitar amenazas; 3) los aviones de combate se coordinan mediante complejos sistemas de comunicaciones basados en protocolos estándar; 4) los satélites emiten señales GPS que guían tanto misiles como tropas en el terreno; 5) los ordenadores se conectan entre sí en densas redes a través de satélite o cables de telecomunicaciones. Todo lo cual son oportunidades para que mediante técnicas como la perturbación (jamming), la suplantación (spoofing) o el cegamiento (dazzling) su funcionamiento se vea comprometido.

2.2. Las visiones de Rusia y China

Aunque usualmente en estas páginas trabajamos con las definiciones occidentales, por sernos las más cercanas y las que están en uso por parte de las Fuerzas Armadas españolas, no está de más señalar que hay otras aproximaciones a temas como la Guerra Electrónica o la Guerra Cibernética que son muy diferentes. Esto es, sin ir más lejos, lo que ocurre con la Federación de Rusia y por herencia y extensión, también con la República Popular de China.

En ambos casos, sus militares y teóricos tienden a agrupar la guerra electrónica y el ciberespacio en un solo gran dominio, al interpretar que son dos caras de una misma moneda cuyo pilar fundamental es el control de la información, entendida en bruto, prácticamente como una materia prima. Así, por ejemplo, en la actualidad la Guerra Electrónica se define dentro de las Fuerzas Armadas de Rusia como: «un conjunto de actividades y acciones coordinadas que abarcan el ataque radioelectrónico contra objetos radioelectrónicos y equipos técnicos de información adversarios, la protección radioelectrónica de objetos radioelectrónicos y técnicos de información, contramedidas contra el reconocimiento técnico y medidas de apoyo de información radioelectrónico”.

Es decir, que para los rusos, las tácticas de desinformación destinadas a alterar la percepción del enemigo o su conciencia situacional están al mismo nivel que el empleo de medios técnicos de guerra electrónica para negar una señal o para tomar el control de otra, por citar solo dos. Así, no es extraño que elaboren operaciones complejas destinadas a asegurarse la superioridad en la información en las que combinan desde operaciones psicológicas y operaciones de información a la maskirovka (doctrina rusa de engaño) o la ciberguerra, etc.

En el caso de China, por su parte y como se explicara también en su día en estas mismas páginas, conciben el ciberespacio como la unión y a la vez la interacción entre dos ámbitos distintos: por un lado, de todo lo que engloba el espacio electromagnético, y por otro, desde la perspectiva de la informatización. De esta forma, desde el país comunista entienden el ciberespacio bajo el término «dominio de la información» (zhi xinxi quan); el cual incluye el “dominio de la red de computadoras” –electromagnético– (zhi wangluo quan) y el dominio de la informatización (informationizationxinxihua). Es más, China entiende la interacción de las actividades cinéticas, políticas y en el dominio de la información como un todo unificado de cara a la proyección de su músculo militar, en lo que sería aunque con sus propios matices, una teoría china del entorno multidominio.

En ambos casos, además, consideran en buena lógica que hay una estrecha relación entre la guerra informativa en sentido amplio (y, por tanto, incluyendo la guerra electrónica) y la Zona Gris, siendo una de las herramientas predilectas de cara a su empleo en esta franja del espectro de los conflictos. Es así tanto porque los ataques mediante sistemas de guerra electrónica pueden graduarse y difícilmente serán lo suficientemente destructivos como para suponer un casus belli (generalmente solo tratan de causar molestias, como ocurre con la denegación o la distorsión de la señal GPS) como por la dificultad de atribución. Algo que se maximiza cuando recurren a ataques desde largas distancias o al empleo de medios camuflados por ejemplo en buques civiles, una práctica también usual.

3.      La guerra electrónica en España

En el caso de las Fuerzas Armadas españolas, nuestro Ministerio de Defensa y nuestros militares han venido realizando un considerable esfuerzo inversor desde hace décadas, buscando así mantenerse en el grupo de cabeza tecnológico en cuanto a lo que al dominio electromagnético se refiere y, en particular, en lo que concierne a la guerra electrónica. Un esfuerzo que se ha seguido dos caminos complementarios pero diferenciados en función del nivel del que hablemos. Así, a nivel estratégico, la mayor parte de las iniciativas se engloban dentro del conocido programa conjunto de guerra electrónica Santiago. Un programa que vio la luz allá por 1986, una vez se entendió la necesidad de centralizar, poniendo bajo un mando único, todos los esfuerzos que hasta entonces estaban llevado a cabo de forma más o menos independiente cada uno de los ejércitos.

No obstante, lejos de pretender aunar todas las iniciativas existentes, se optó por seleccionar aquellas que estaban relacionadas con un área concreta, la Inteligencia de Señales (SIGINT, por sus siglas en inglés), con el objetivo declarado de lograr la: ‘’Captación de emisiones electromagnéticas y de imágenes en las zonas definidas como de interés estratégico para la seguridad nacional”.

Como el lector sin duda sabrá, el programa Santiago comenzó a implementarse durante la década de los 90, destinando el Gobierno de entonces hasta 10.000 millones de las antiguas pesetas para su puesta en marcha, lo que incluía destinar 900 millones a adquirir a la israelí IAI un B-707 modificado (la famosa “reina del espectro”) con el que detectar y llegado el caso, perturbar las comunicaciones y sistemas de radar enemigos. Para ello, además, se contaría con la empresa española pública Inisel y la privada Ceselsa, de cuya fusión naciera la actual Indra.

El programa Santiago alcanzaría su plena operatividad casi dos décadas más tarde, en 2008, prevaleciendo durante la mayor parte de este tiempo el secreto sobre su desempeño. En cualquier caso, este programa de guerra electrónica se materializó con la adopción de diferentes plataformas de recogida de señales coordinadas todas ellas por el CIFAS (Centro de Inteligencia de las Fuerzas Armadas). Así, más allá del citado B-707 o del buque de guerra electrónica A-111 “Alerta” ( conocido en este caso por su numeral como ”el rey de los hunos”) que relevó a su vez como buque ELINT al patrullero “Alsedo” en 1993), dentro del subsistema terrestre o SCATER se organizó el Regimiento de Guerra Electrónica 32, con diferentes batallones desplegados en Algeciras, Almería y Las Palmas, para la captación de señales desde tierra firme, con la vista puesta obviamente en el norte de África. Constaba dicho esto, de los siguientes subprogramas en función de las plataformas y los servicios que fueran a operarlas:

  • Subsistema de Captación de Señales Terrestres (SCATER): tiene como objetivo interceptar, localizar y analizar señales electromagnéticas generadas desde plataformas terrestres. Su propósito principal es obtener inteligencia de señales (SIGINT) para apoyar las operaciones de las Fuerzas Armadas, proporcionando información clave para la toma de decisiones estratégicas.

  • Subsistema de Captación sobre Plataforma Aérea (SCAPA): con idéntico objetivo, persigue la intercepción, análisis y localización de señales electromagnéticas en el espectro radioeléctrico, para lo que opera también en en un rango de frecuencias amplio (1-40 GHz).

  • Subsistema de Captación sobre Plataforma Naval (SCAN): equivalente naval de los anteriores, tenía como vértice el citado buque A-111 “Alerta”, que tendrá un relevo en algún momento en forma de una nueva unidad basada en los Buques de Acción Marítima (BAM).

  • Subsistema Electro-Óptico (OPTINT u Optical Intelligence): en este caso, se trataría de un subsistema diseñado para complementar las capacidades de inteligencia y vigilancia en el espectro visual e infrarrojo, enfocándose en la recolección de información visual y de imágenes, integrándose con los demás subsistemas para proporcionar un panorama completo del entorno operativo.

  • Subsistema de Captación HF (SCAHF): en este caso, está diseñado para operar en el espectro de frecuencias de alta frecuencia (HF), que abarcan generalmente de 3 a 30 MHz. No hay que olvidar que si bien existen otras frecuencias, estas siguen siendo críticas en entornos de comunicación de largo alcance, especialmente en áreas donde no hay cobertura satelital o de comunicaciones más modernas. Dicho lo cual, hay que añadir que el SCAHF no solo captura señales, sino que también proporciona capacidad de análisis y localización de las fuentes de emisión.

  • Subsistema de Integración / Evaluación Global (SIGLO): su función es la de servir de centro de integración de todos los datos recopilados por los demás subsistemas del programa Santiago. Esta capacidad de integrar múltiples fuentes de información (señales de comunicaciones, imágenes, radares, y cualquier otro tipo de señal interceptada o procesada por los subsistemas anteriores) de diferentes plataformas (aéreas, terrestres, navales y en HF) permite obtener una perspectiva global del entorno operativo.

Desde su puesta en marcha, el programa Santiago ha estado sometido a numerosas actualizaciones que han afectado a muchos de los equipos y plataformas integrantes (también ha sufrido algunas bajas). Además, en fecha tan reciente como 2023 fue relanzado, comprometiéndose el Ministerio de Defensa a una inversión de 300 millones de euros con la intención de extender la vida del conjunto actualizando todos los subsistemas de captación de señales en servicio, fase que se extenderá hasta 2028.

A partir de ahí, el programa Santiago debería entrar en una nueva fase, en la cual se pondrán en marcha diversas actualizaciones entre las que se incluirán nuevas capacidades de proyección estratégica, esenciales para abordar las nuevas necesidades (además, en constante evolución) a la vez que se mantiene la soberanía tecnológica en un área considerada crítica.

Lo anterior concierne todo al nivel estratégico y a una parte del nivel operacional. Sin embargo, tanto en la parte inferior de este último nivel, como en el nivel táctico nos encontramos además con que cada uno de los tres ejércitos mantiene abiertos programas propios, que cubren sus necesidades más inmediatas.

Así, por ejemplo, muchos de los buques de la Armada están dotados con sistemas de guerra electrónica como Aldebarán o Rigel, que detectan y analizan señales de radar en el entorno de misión del buque e identifica el tipo de radar al que corresponde, siendo por tanto del tipo RESM/RECM (Radar Electronic Support Meassures / Radar Electronic Countermeasure). No profundizaremos en ello, no obstante, pues en su momento ya dedicamos a la guerra electrónica naval una serie de tres artículos en los que se habla en profundidad sobre estas y otras cuestiones.

En cuanto al Ejército del Aire y del Espacio, hace casi medio siglo que se puso en marcha el Programa Aéreo de Guerra Electrónica (PROAGE) y más de cuarenta años desde que se creó la 408 Escuadrilla de Fuerzas Aéreas, unidad pionera en la materia, dotada en origen con dos “C-212-200 Aviocar especialmente equipados para misiones de inteligencia electrónica (ELINT) y perturbación electromagnética (ECM), como explica en un interesante artículo el coronel del Ejército del Aire y del Espacio Julio Serrano Carranza. Mucho ha llovido desde entonces, por supuesto, pese a lo cual esta rama de las Fuerzas Armadas nunca ha perdido su interés por la guerra electrónica. La baja en el inventario de los sistemas de armas B-707, Falcon 20 y C-212-200, unida a las nuevas capacidades de obtención, proporcionadas a través del Centro de Sistemas Aeroespaciales de Observación (CESAEROB) y del sistema NR.05 PREDATOR B, demandaban adoptar cambios organizativos dirigidos a optimizar el ciclo de inteligencia y del apoyo al targeting conjunto en el nivel táctico, por lo que en 2020 se creó el Centro de Inteligencia y Targeting Aeroespacial (CINTAER) para dar continuidad a las anteriores unidades de guerra electrónica e inteligencia que le precedieron.

En cuanto al Ejército de Tierra y más allá de los medios utilizados por ejemplo para prevenir la detonación de explosivos al paso de los convoyes -los famosos inhibidores de frecuencias-, la guerra electrónica tiene un papel cada vez más señalado, existiendo como sabemos una unidad especializada: el Regimiento de Guerra Electrónica 31, encargado entre otros de la ciberdefensa táctica, para lo cual cuenta con una compañía ad hoc. Unidad que, entre otros, tiene en servicio diversos equipos tácticos GESTA, que comprenden entre otras Estaciones Sensoras ESM y Estaciones Perturbadoras ECM sobre VLTT. Además, en los últimos años esta institución ha dado diversos pasos, de la mano de la industria, para intentar mantenerse al día, organizando encuentros con las principales empresas, por ejemplo.

Antes de cambiar de tercio, y en un orden totalmente diferente, es obligado señalar que además de todo lo anterior, en España se han llevado a cabo iniciativas interesantes relacionadas con la Guerra Electrónica, como la creación de un título de Experto Universitario en Guerra Electrónica promovido por el Clúster de la Industria de Defensa que ha contado con el apoyo de cinco empresas del sector: Indra, Sener Aeroespacial y Defensa, Erzia Technologies, TTI y Acorde Technologies.

3.1. El caso de Grupo Oesía

No se puede hablar de guerra electrónica en España sin tratar también los avances en cuanto a fotónica y el caso específico de Grupo Oesía, con toda seguridad la empresa nacional que más logros ha conseguido en este campo en el último lustro.

Grupo Oesía, como sabemos, lleva años apostando muy fuerte por una estrategia basada en cuatro líneas de actuación: 1) la hiperespecialización¸ para ser referentes en el mercado; 2) la internacionalización, buscando en las exportaciones unos ingresos que únicamente el escueto mercado español nunca podría asegurar; 3)) el establecimiento de alianzas con empresas cuyas tecnologías puedan complementar las propias y viceversa, y ; 4) la apuesta por las tecnologías disruptivas y diferenciales con la implicación de sus ingenieros en el desarrollo de nuevas tecnologías desde niveles de madurez tecnológica (TRLs) cada vez más bajos, para generar nuevos espacios de valor.

La mayoría de las empresas en España trabaja en TRLs 7, 8 y 9 (sistemas/prototipos demostrados en entornos reales, completos y certificados y listos para su industrialización).  Desde hace algunos años, Grupo Oesía, para ser relevantes en el mercado, viene trabajando en TRLs 4, 5 y 6 (componentes validados en laboratorio, componentes validados en entornos relevantes y sistemas/subsistemas validados en entornos industriales relevantes).

Esto quiere decir que, en lugar de intentar abarcar todo tipo de campos, como hacen otras empresas, Grupo Oesía se está concentrando en muy pocos nichos tecnológicos, todos ellos caracterizados por la necesidad de grandes inversiones en I+D, dado su altísimo componente tecnológico; es lo que desde la empresa denominan “hiperespecialización”.

Como consecuencia de dicha hiperespecialización, la empresa mantiene abiertas cinco líneas de negocio, con algunas capacidades transversales. Las líneas de negocio son, por tanto, las siguientes: 1) comunicaciones tácticas seguras (Comunicaciones tácticas, Criptografía, Terminales SATCOM, incluyendo desarrollos basados en la cuántica…); 2) Inteligencia de Imágenes (IMINT) y Conciencia Situacional (optrónica, procesamiento de imágenes, presentación al operador…); 3) Simulación, tanto para artillería, como en lo relativo a entrenadores de cabina o, también, de controladores avanzados (JTAC o Joint Terminal Attack Controller); 4) Sistemas de misión embarcados en plataformas aéreas, incluyendo guiado, navegación y control de UAV, ordenadores de vuelo y de misión,  guerra electrónica y baja observabilidad; 5) Espacio (criptografía cuántica o QKD, fotónica, transpondedores…) y  Capacidades transversales (Integración de sistemas y soluciones, Ciberseguridad y Apoyo en Servicio).

Otra seña de identidad de Grupo Oesía es que cubre el ciclo de vida completo de producto ofreciendo productos propios de alta tecnología diseñados, desarrollados, certificados, producidos y sostenidos en España, sin comercializar sistemas de otros fabricantes.

En lo que aquí aplica, que es lo relacionado con la guerra electrónica, desde la empresa madrileña consideran que estamos inmersos en un momento de cambio comparable al que en los 90 se vivió con el desarrollo de la electrónica, pero en esta ocasión a propósito de la fotónica. De esta forma, si bien es cierto que está casi todo por hacer, se trata de una tecnología muy prometedora que podría llegar a permitir superar algunos de los problemas intrínsecos al empleo de electrones, como ocurre con los aumentos en la capacidad de cálculo, cada vez más difíciles de lograr ya que se han alcanzado tamaños en los microprocesadores minúsculos y, prácticamente, los límites físicos de la miniaturización.

Es así porque la fotónica trabaja con fotones, esto es, con las partículas portadoras de todas las formas de radiación electromagnética, incluidos los rayos gamma, los rayos X, la luz ultravioleta, la luz visible, la luz infrarroja, las microondas y las ondas de radio. Los fotones, a diferencia de los electrones, poseen una característica fundamental: carecen de masa (al menos en reposo). Diferencia que implica a su vez una serie de ventajas respecto al manejo de los electrones, a saber: 1) su manipulación es más sencilla; 2) permite desarrollar sistemas no interferibles por radiofrecuencias, es decir, que no responden al ruido electromagnético precisamente por la ausencia de masa; 3) prometen capacidades de proceso enormes debido a la velocidad a la que se mueven; 4) comparativamente el consumo necesario será mínimo (y por tanto la necesidad de disponer de fuentes de energía voluminosas y pesadas); 5 el tamaño de los sistemas  fotónicos es muy reducido, lo que facilita su incorporación en satélites, en pods aeronáuticos, etc.

Dicho lo anterior, la fotónica (a la que dedicaremos un artículo específico en los próximos meses) permite a quienes recurren a ella competir con los sistemas tradicionales (electrónicos) gracias a su enorme ancho de banda instantáneo, que puede llegar a los 40GHz e incluso hasta los 100 GHz, proporcionando una alta conciencia situacional no en una banda, sino en todas las bandas de frecuencia y al mismo tiempo. Es decir, que, en lugar de ir analizando el espectro por bandas estrechas de frecuencia, ofrecen una suerte de “visión panorámica” del conjunto del espectro en un momento dado. Por utilizar un símil, es como si en lugar de estar en el interior del camarote de un barco, viendo un pedazo del paisaje a través de un pequeño ojo de buey y de ahí pasáramos a otro para ver otra porción, subiésemos a cubierta pudiendo otear el horizonte sin limitación alguna y de un solo vistazo.

Es decir, que en lugar de analizar una a una las frecuencias, ahora es posible convertir a fotones la señal de radiofrecuencia recibida, entre 0,5 y 40 GHz simultáneamente (mediante moduladores electroópticos), comprimir la información (mediante técnicas de submuestreo), extraer y analizar los fotones que la componen (mediante procesadores de señal) para caracterizar la señal (frecuencia, fase, dirección y otros elementos) y, a partir de ahí, volver a convertir la señal en electrones para su proceso de presentación al operador.

Es aquí, por el momento en el nivel táctico (sistemas de guerra electrónica para plataformas terrestres, navales y aéreas), en donde se concentra el trabajo de Grupo Oesía, aunque tienen entre sus planes elevar el nivel de ambición en el futuro, desarrollando por ejemplo equipos integrables en el sistema Santiago. En este sentido, en los últimos tiempos han logrado avances en cuanto a procesado fotónico, consiguiendo un contrato de I+D de 4,8 millones de euros con la DGAM para el programa GEFOT (Sistema de Guerra Electrónica basado en Tecnología Fotónica), que debería servir para desarrollar sistemas de guerra electrónica táctica  tanto para el Ejército de Tierra como para la Infantería de Marina, capaces de dar cobertura a las tropas en su movimiento.

Por el momento, tras más de un año de desarrollo, han desarrollado prototipos de escuchas en bandas radar (RESM) y comunicaciones (CESM), actualmente en pruebas de validación, con componentes fotónicos probados en entornos relevantes, que deberán evolucionar para disponer en los próximos años de prototipos operativos que sean industrializables, para lo cual deberá integrar los requisitos que pida el cliente final.

Además de esto, la ingeniería de Grupo Oesía también ha estado trabajando en el desarrollo de una suite de escucha electrónica embarcada (ELINT) que se integrará en el futuro sistema SIRTAP (acrónimo de Sistema RPAS Táctico  de Altas Prestaciones); aparato cuyo diseño ha sido completado recientemente y que está listo para la fase de producción.

Grupo Oesía está trabajando para disponer en los próximos cinco o seis años de  componentes (circuitos integrados fotónicos), módulos fotónicos, y productos y equipos con aplicaciones diversas en defensa, aviónica y espacio.

4. Retos futuros

Como hemos podido ver, ni la Industria Española de Defensa ni las Fuerzas Armadas han estado en ningún momento quietos en relación con la Guerra Electrónica. Por el contrario, ha sido un tema de interés primordial desde sus inicios, pues se entiende que es una de las vías por las cuales se puede lograr una notable ventaja frente a los posibles rivales.

Dicho esto, no conviene tampoco echar las campanas al vuelo, pues son muchos los retos futuros por superar. Algunos de ellos tienen que ver con la dotación presupuestaria en un marco en el que cada vez son más los Estados de nuestro entorno que acometen importantes incrementos mientras España continúa anclada en cifras muy por debajo del famoso dos por ciento del PIB. En un dominio que se caracteriza por ser intensivo en capital (tanto dinero como recursos humanos), salvo que se consiga dar un vuelco a esta situación, todo indica que con el paso del tiempo naciones del Este y el Norte de Europa terminarán por acumular (y hablamos exclusivamente del marco UE) una notable ventaja a base de talonario.

El asunto pecuniario es crucial, además, no sólo para mantener las capacidades industriales (base de todo, por cierto), sino también las militares. En este sentido, deberán proveerse los fondos necesarios no solo para culminar procesos como el de la implementación de las próximas fases del programa Santiago o aquellos que se están lanzando a niveles más bajos, sino también para el correcto sostenimiento de los nuevos equipos, garantizando así que el ciclo de vida no se ve afectado por problemas presupuestarios. Es más, será necesario aumentar la inversión destinada a adoptar medios de guerra electrónica destinados a los niveles táctico y operacional, pues esa es una de las lecciones que nos deja la guerra de Ucrania, entre muchas otras. Medios que serán fundamentales por ejemplo para la lucha C-UAS, máxime sabiendo que hay empresas españolas que trabajan en ello, con lo que se trata de una capacidad que queda en casa y permitiría además exportaciones futuras.

Por supuesto, hay retos tecnológicos, como todo lo que tiene que ver con el paso de la electrónica a la fotónica, que también serán demandantes en cuanto a recursos humanos y monetarios. Es más, aprovechar el potencial de nuestra industria, al igual que ocurre con otros sectores, necesitará de una estrategia sin fisuras que permita las mayores sinergias entre el necesario “campeón nacional” y aquellas empresas de menor tamaño, pero con un enorme grado de especialización, como hemos visto a propósito de Grupo Oesía, pero no sólo.

5. Conclusiones

El dominio electromagnético, por su carácter transversal, está cobrando una importancia superlativa en la guerra presente; tendencia que solo puede incrementarse en el futuro. Es por ello por lo que la mayor parte de los ejércitos, especialmente los más capaces, están dedicando importantes sumas de dinero a invertir en I+D y en la adquisición de equipos de guerra electrónica para todos y cada uno de los niveles de la guerra; un esfuerzo que completan desarrollando a la par nuevos conceptos operativos y doctrinas que permitan extraer todo el partido que dichos medios prometen.

En el caso de España, contamos como en otros dominios como el espacial o el cibernético con un núcleo de empresas especializadas y muy capaces que nos sitúan dentro de la élite mundial en lo que a desarrollo de medios de guerra electrónica se refiere. Además, tenemos también en la figura de Indra un posible campeón nacional, si bien para triunfar frente a competidores que multiplican su tamaño necesitará de apoyo estatal y de una estrategia que permita conjugar sus intereses con los de otras empresas de menor tamaño y especializadas en áreas concretas, actuando de empresa tractora en lugar de crecer a costa de estas últimas.

Ahora bien, es igualmente necesario ser conscientes de que pese a la existencia de una gran empresa de electrónica y de varias más de menor tamaño pero fuertemente especializadas y a diferencia de las principales potencias, como Estados Unidos, China, Rusia o alguno de nuestros socios dentro de la Unión Europea y la OTAN, España no dispone de la capacidad de desarrollar por medios propios todo el espectro de medios necesarios para mantenernos en una competición cada vez más intensiva en cuanto a capital.

Pese a ello, y aunque la economía española no tenga el volumen de la francesa o mucho menos de la alemana, está en nuestra mano disponer los medios necesarios para garantizar un núcleo de capacidades industriales, tecnológicas y militares puramente nacional. Un objetivo irrenunciable para cuya consecución deberá asegurarse la estabilidad presupuestaria y, también, que los previsibles aumentos en cuanto a inversión en defensa de los próximos años se destinen a los capítulos adecuados, incluyendo el I+D y las adquisiciones, pero también el sostenimiento de todos aquellos sistemas que entren en servicio.

Autor

  • Christian D. Villanueva López

    Christian D. Villanueva López es fundador y director de Ejércitos – Revista Digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas. Tras servir como MPTM en las Tropas de Montaña y regresar de Afganistán, fundó la revista Ejércitos del Mundo (2009-2011) y posteriormente, ya en 2016, Ejércitos. En los últimos veinte años ha publicado más de un centenar de artículos, tanto académicos como de difusión sobre temas relacionados con la Defensa y con particular énfasis en la vertiente industrial y en la guerra futura. Además de prestar servicios de asesoría, aparecer en numerosos medios de comunicación y de ofrecer conferencias ante empresas e instituciones, ha escrito capítulos para media docena de obras colectivas relacionadas con los Estudios Estratégicos, así como un libro dedicado al Programa S-80.

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