España y el dominio aeronaval (II)

La lucha antisubmarina desde el aire

En este segundo capítulo dedicado al dominio aeronaval vamos a hablar de los aviones de lucha antisubmarina con base en tierra. Y es que si hay un segmento en la doctrina de combate naval donde la aviación terrestre tiene mayor protagonismo doctrinal, hasta el punto de ser una competencia ajena a la Armada, ese es la lucha antisubmarina o ASW, vital para un país como España, pero quizá mal enfocada por las razones que expondremos a continuación.

Esto se debe a que al contrario que las misiones ASW desarrolladas por los buques de guerra, mediante sonares y helicópteros, no busca mantener limpia de amenazas la derrota de una agrupación o ejercer de escolta mediante la exploración de cuadrículas relativamente modestas; la aviación ASW con base en tierra opera plataformas de gran alcance y persistencia, conocidas por MPA (Maritime Patrol Aircraft), cuya misión es netamente ofensiva: negar al enemigo el empleo de su arma submarina.

Históricamente esta capacidad, así como el rescate en el mar con medios aéreos (incluso hidroaviones), ha pertenecido al Ejército del Aire (EdA), si bien en las misiones de patrulla marítima y entendiendo que su función es apoyar a la marina de guerra a dominar el entorno que le es propio [1], incorporan a personal táctico (TACCO o Tactical Coordinator) de esta última, en uno de los muy escasos ejemplos de colaboración entre servicios completamente integrada y efectiva de nuestras FAS.

Actualmente al EdA solo le quedan 3 aviones P3 Orión, de los siete que ha llegado a operar, y su baja definitiva, tras el tremendo desgaste sufrido en operaciones como Atalanta o Sophia, se estima para 2022, no habiendo aún concretado un programa de sustitución. De hecho, España en este asunto ha ido acumulando errores que la han llevado a la penosa situación actual. La nefasta modernización del P3M (P3B comprados a Noruega para relevar los P3A originales) realizada por Airbus y que cercenó la flota, así como la indecisión a la hora de prolongar la vida del aparato (con un cambio de planta alar, entre otros)  y la confianza ciega en una solución industrial que nunca se ha materializado, han llevado a la capacidad a un callejón sin salida.

En efecto, Airbus lleva 15 años ofreciendo un avión sustituto que nunca ha pasado del tablero de dibujo (basado sucesivamente en los A319, A320 y A220) hasta el punto de no poder competir en un mercado internacional copado por el nuevo avión norteamericano, el superlativo (quizá sus capacidades sean su talón de Aquiles) P8 Poseidón, y de dar al traste con las opciones de equipamiento de países como Francia, Alemania o España, que eran socios en el último intento europeo de sacar adelante un avión MPA, denominado MAWS (Maritime Aircraft Weapon System).

Las tensiones entre los socios y los diferentes plazos con los que trabajaban [2] han obligado finalmente a Alemania a adquirir el P8. Si bien mantiene la postura oficial de que es una medida interina, Francia ha declarado no estar dispuesta a seguir con el proyecto después de semejante decisión, derivando sus esfuerzos en un concepto distinto basado en Falcon X de Dassault, que inexplicablemente había presionado para liderar (o hacer fracasar) el programa MAWS.

Respecto a España, mantiene la postura de apoyo a la solución europea, pero consciente hace tiempo de que no estaría a tiempo, trabaja con otra a corto plazo basada en el C 295 Persuader, que como la francesa mira más por los intereses industriales propios que por la capacidad operativa demandada desde las FAS (el Persuader está lejos de cumplir los requisitos establecidos); alejándose de la postura, mucho más honesta, de Alemania.

Obviamente decimos esto porque el P8 es, con diferencia, el mejor aparato ASW del mundo, de hecho supera con creces la función ASW para convertirse en un avión polivalente con capacidades incrementadas de guerra electrónica (EW) o ataque de superficie (ASuW). 

Esta capacidad antisuperficie ya no se limita a las armas antibuque propias del entorno marítimo sino que se han incorporado misiles de crucero, convirtiendo así a estos aviones en un vector estratégico del poder aéreo.

El problema se presenta cuando la misión se realiza en aguas litorales y con una fuerte amenaza aérea y/o antiaérea, lo que representa un serio riesgo de interceptación para aviones de gran tamaño. La cota de vuelo, maniobrabilidad y  firma radar de estos grandes aparatos atestados de emisores electromagnéticos hacen de ellos el blanco ideal para los SAM zonales de gran alcance, como el temido S-400 Triumph de la federación rusa, o para misiles presentes en los aviones de la familia ‘Flanker’, como los interceptores R37 Vympel y KS-172 Novator.

Es especialmente significativo que un derivado de este avión, el Su-30 (caza interceptor de largo alcance) tenga configuración biplaza y que su operador de armas pueda ejercer de controlador de la batalla aérea, obviando la necesidad de plataformas más vulnerables.

Es pues lógico que las capacidades ofensivas pasen en estos escenarios litorales a manos de cazabombarderos con armas especializadas, como los citados misiles ASuW, o con otras de propósito general igualmente letales, como las bombas planeadoras guiadas GBU-48. Esta fue la táctica elaborada por la Unión Soviética para retar la superioridad aeronaval de la OTAN, la desarrollada por la Marineflieger alemana en las restrictivas aguas del mar Báltico y la del Ejército del Aire, que nunca armó sus aviones MPA con misiles antibuque, pero son de dotación en los EF-18M Hornet (a la sazón un avión de origen naval).

No obstante, esta teoría no se ha aplicado a la función primaria de ataque ASW, hasta el punto de derivar recursos propios de los grandes espacios oceánicos (donde no se presenta la citada amenaza) a escenarios para los que no están preparados. De hecho, las plataformas, lejos de reducirse son aun mayores y más vulnerables, optando por perfiles de vuelo a alta cota mucho menos discretos para sortear defensas antiaéreas. Ni los los P3 Orion y Atlantique previos, ni mucho menos los P8, tendrían ninguna posibilidad de sobrevivir en espacios litorales fuertemente discutidos, sea en aguas del Mediterráneo oriental, mar Rojo, como frente a las costas de China o en el mar Negro, plagados de baterias SAM o de patrullas aéreas de combate.

La principal preocupación de España es, lógicamente, mantener el control de los espacios marítimos cercanos y las vías de navegación, que discurren por aguas del Atlántico y Mediterráneo, que casi siempre quedan al alcance de las armas de cualquier enemigo fronterizo. Tampoco debemos obviar que nuestros despliegues internacionales siempre han sido en el ámbito de la cooperación internacional y en misiones no bélicas (vigilancia marítima no ofensiva o MSA) alternando al Orión con los menos exigentes VIGMA D4, sin que estas misiones reportaran beneficios capaces de compensar este esfuerzo y llevando a la flota al límite del retiro forzoso. Por ello sería mejor atender a las necesidades MSA, ya que tanto en el marco de la UE (Frontex) como de la Alianza, nuestra responsabilidad debe ser la misma que nos imponemos como país soberano, delegando en otros medios como los de AIM2S  las misiones más demandantes contra amenazas de otra índole (Rusia).

De los vecinos potencialmente hostiles, el único que tiene sumergibles es Argelia, careciendo de ellos Marruecos, Mauritania, Túnez o Libia [3], por citar los más cercanos y donde nos corresponde tomar la iniciativa, sea una amenaza compartida o no. No obstante, los seis submarinos argelinos clase ‘Kilo’ de diseño ruso, son por sí solos un notable quebradero de cabeza para la seguridad en el Mediterráneo occidental y más lejos aún, si es que salen al Atlántico. El carácter realmente restringido de las principales aguas donde van a operar (apenas hay 375 km entre Cartagena y Argel) y el escaso tiempo de reacción ante un ataque sobre objetivos hacia el interior de la península es el que define esta amenaza como una competencia eminentemente aeronaval.

No obstante el riesgo que asumen las plataformas MPA tan cerca de la costa enemiga (en la que sus submarinos buscarán resguardo) así como la ausencia de grandes tránsitos desde sus bases, hacen que modelos como el P8 Poseidon, pese a sus extraordinarias características, no sean los más adecuados o que sus cualidades no se exploten correctamente, resultando antieconómicos.

El debate nace viciado desde el mismo momento que la política de adquisiciones de los diferentes gobiernos españoles impiden compras externas sin una importante participación y retornos para la industria nacional, cosa que el producto de Boeing no ofrece; pero no es menos cierto que es un sistema diseñado por y para otras amenazas, que no tienen que coincidir con las nuestras.

El Ejército del Aire entiende que el Persuader no puede realizar las misiones del P3 Orion, debido a su menor alcance, carga de pago y tiempo de patrulla, pese a lo cual parece ser que será el elegido para sustituirlo. Como decíamos en nuestro anterior capítulo, el Gobierno ya se habría comprometido por cuatro aparatos, pendientes de aprobar la configuración final y la fecha de ejecución.

Esta elección puede ser objeto de controversia, pero no sería excesivamente grave si nos ceñimos al entorno operativo citado, donde el alcance no es una característica limitante. Sí lo es en cambio la amenaza para la seguridad de la plataforma mantenerse en estación escaneando la superficie del agua, como con cualquier otra plataforma de su tipo operando cerca de defensas costeras hostiles. En cualquier caso las misiones, pese a realizarse en entornos cercanos (Mediterráneo occidental o plataforma continental de Canarias) requieren de muchas horas en estación, lo que para un medio tripulado exige desdoblar muchos puestos tácticos, transportando más gente en condiciones no excesivamente cómodas, agravando sus ya notorios problemas con la carga de pago; cuestión que sólo puede solventarse estableciendo nuevos procedimientos basados en equipos cooperativos, como veremos a continuación.

Demostrador de C 295 Persuader efectuando el lanzamiento de torpedo. Este modelo es el único en discusión, pese a no cumplir los requerimientos técnicos exigidos. Fuente – Airbus.

La lucha antisubmarina desde el aire

Los aviones MPA cuentan con diferentes sensores para localizar submarinos: uno es el MAD o detector de anomalías magnéticas, que está en desuso por su limitado alcance; otro es el radar, siempre que una parte del submarino emerja de la superficie, generalmente el conjunto de periscopio-snorkel y que permite a un sumergible diésel alimentar de oxígeno a los motores (y cargar las baterías); tampoco es un medio demasiado fiable, al evitar los submarinos más avanzados (nucleares o de propulsión independiente del aire) navegar a cota periscópica.

Otra tecnología que está dando sus primeros pasos es la relativa al láser como método de explorar más allá de la barrera electromagnética que supone la superficie del mar.

Northrop Grumman ha desarrollado un sistema detector de minas, denominado AN/AES-1 ALMDS (Airborne laser Mine Detection System), capaz de ver estos artefactos bajo aguas superficiales y que ya está instalado en los helicópteros MH60S. Es obvio que puede evolucionar hacia un detector de sumergibles que naveguen muy cerca de superficie, como en los momentos previos al lanzamiento de misiles o cuando establecen conexión radio (en especial los drones submarinos).

No obstante el sistema principal para localizar submarinos desde el aire son  las sonoboyas, que como su propio nombre indica se componen de un sistema localizador de emisiones sonoras (hidrófono), y una boya que mantiene el artefacto en posición sobre la superficie y con contacto (radio) con el avión lanzador. Las hay batitermográficas, capaces de medir la temperatura y salinidad del agua (datos necesarios para ajustar las lecturas de las señales sonoras) de captación pasiva VLAD, direccionales DIFAR (establecen posición por triangulación) y omnidireccionales, así como las activas o duales (pasivas-activas) tipo DICASS, que emiten una señal y captan su rebote en el blanco, pudiendo dar distancia y rumbo del objetivo; algunas incluso utilizan cargas explosivas para formar ondas de presión, que luego captarán rebotadas del blanco.

El avión puede mantener contacto con sus sonoboyas activándolas por UHF y usando canales de retorno de datos vía VHF, no obstante el limitado alcance de detección de estas (entre 7 y 14 km) obliga al avión a lanzar una gran cantidad de ellas para cubrir un área apreciablemente grande. Generalmente usará las de tipo pasivo, para no alertar al submarino de su presencia, y tras detectar un blanco, algunas activas para guiarle en el proceso terminal de ataque.

Esto último obliga al avión a volver sobre la zona donde se produce el contacto, tras lo que nuevamente tendrá que cambiar el rumbo y la cota de vuelo para el ataque final con torpedos. La pretensión de mantener una cota y senda de vuelo óptima o de seguir la tarea de exploración mientras se comprueba el contacto (descartando un falso eco) es por lo que aparatos como el P8 han sido diseñados para operar con UAV y municiones especiales, ejerciendo la función ASW a gran altitud o HAASW (High Altitude Anti-Submarine Warfare).

La pregunta que surge inmediatamente (la táctica aún no se ha desarrollado) es cómo estos UAV van a permitir al avión tripulado desatenderse del ataque terminal si no están preposicionados en la misma zona y siendo aeronaves de vuelo relativamente lento e igualmente optimizado para cotas altas. La respuesta más intuitiva es la de invertir los roles, realizando patrullas y el sembrado de sonoboyas (pasivas) con los UAV para, una vez obtenido un contacto positivo, mandar al avión tripulado (y armado) a verificar el contacto y pasar al ataque, todo dentro de una zona muy limitada (entorno a la posición y rumbo estimados del blanco) en la que deberá posicionarse con rapidez para que dicho contacto no se pierda.

Para complicarlo aún más, el entorno litoral proporciona un gran apantallamiento a los sistemas pasivos, lo que unido a que el objetivo es cada vez más silencioso (ya de por sí el SSK es mucho más discreto que los grandes SSN) hace que la búsqueda ASW desde el aire se vea mucho más condicionada que en mar abierto.

Helicóptero MH-60 con el sistema detector de minas AN/AES-1 ALMDS en el pilón izquierdo.

Nuevas armas y sistemas

Una tecnología en desarrollo que puede solucionar estas limitaciones es el UUV (Under-Water Unmanned Vehicle) o dron submarino, que puede usar sensores más precisos y permanecer en zona mucho tiempo, al disponer de baterías más duraderas con las que alimentar los hidrófonos (la gran limitación de las sonoboyas y por la que los helicópteros ASW han recuperado el sonar calable) e incluso portar la carga que ha de atacar el sumergible.

Un pequeño UUV de 90 kg es capaz de llevar un SAS (Synthetic Aperture Sonar) o una serie de hidrófonos (cola); desplazarse (3-5 nudos) o variar su profundidad, por lo que el barrido por unidad de tiempo tiene una curva ascendente y el número de ingenios a desplegar es menor, así como la posibilidad (si las circunstancias tácticas lo permiten) de recuperarlo, incluso por desplazamiento del propio ingenio a aguas más seguras. La autonomía proporcionada por su batería se mide en rangos de decenas de horas (depende del modelo y el perfil de uso) y la cota de inmersión puede superar los 200 m. Cada UUV tiene su propia antena para poder recibir órdenes y transmitir las señales al avión de patrulla.

A diferencia de los sonares de flanco tradicionales, los de apertura sintética permiten una mayor resolución y precisión.

Las plataformas capaces de desplazar a la zona de búsqueda estos artefactos, colgando de sus pilones o por extracción desde una rampa de carga/descarga, son múltiples y la duración de la misión (exposición de plataforma)  limitada a lo que se emplee en el sembrado de los artefactos, por lo que no es necesario que permanezcan en zona, ya que la red de sensores debe poder actuar durante horas.

Esto permite separar la función de diseminado de la posterior de búsqueda, cuando el aparato designado para ello y equipado con cargas ofensivas ASW podrá mantenerse a la espera, procesando la información recibida con sus equipos a bordo y barriendo la superficie del agua con su radar [4] para completar el patrón de búsqueda.

UUV Iver 4 de L3 Harris equipado con el µSAS de Northrop Grumman, el conjunto mide 2,20 mts y pesa 90 kg.

Los primeros UUV operativos están siendo empleados desde buques, que así extienden el alcance de su propio sonar; pero existen estudios para desplegarlos por medios aéreos.

Conocidos como High Altitude Air-Launched Automatic Underwater Vehicles (AL-AUV), deben permitir a los aviones portadores lanzarlos sin tener que sobrevolar la zona de contacto, ya que estos ‘planearán’ por sí solos para, alcanzada aquella, soltar el sub-elemento sumergible para que continúe su misión en este medio.

La variante más sencilla es lanzar una munición de ataque sobre un blanco ya detectado pero que, gracias a este alcance incrementado (respecto al habitual, el lanzado con paracaídas de frenado), evite al avión maniobras de aproximación sobre el mismo.  Denominados por Lockheed Martin HAAWC (High Altitude Anti-Submarine Warfare Weapons Concept) en el programa que lleva a cabo para dotar de futuras armas al P8 Poseidon, es un concepto similar al de la bomba JDAM-ER, que gracias a un kit de planeo y un sistema GPS puede autoguiarse hasta la zona del contacto.

Ya se está empleando con municiones que no efectúan un ataque inmediato como un torpedo, sino diferido; es decir que se posicionan en el mar como trampas explosivas hasta el momento en que deban entrar en acción. Hablamos de las minas marinas, en concreto del modelo Quickstrike 64-ER dotado de alas embrionarias; es relevante que para dispersarlas se empleen medios de ataque como el F/A-18E o el B52 y no solo MPAs.

Mina naval planeadora de 2000 libras Quickstrike 64-ER (QS-ER) a bordo de un bombardero B52.

Igualmente interesante es la mina Mk67, un artefacto que se lanza desde el aire para, una vez en el agua, desplazarse por sus propios medios hasta la zona designada (penetrando así en aguas vigiladas con total discreción) donde esperará el paso del blanco. Ya que porta un torpedo Mk37 para el ataque terminal podemos afirmar que su configuración, si bien es autónoma y programable solo desde origen, es similar al procedimiento que seguiría el AL-AUV descrito.

Por terminar con este asunto, no debemos olvidar el uso que pueden tener estos artefactos en la lucha contra esas mismas minas, sobre todo en lo que respecta al factor tiempo. Son muchos ejemplos en la historia (algunos muy recientes) de la influencia negativa que las minas han tenido en las operaciones navales, sobre todo a la hora de ejecutar desembarcos, ya que las tareas de limpieza y dragado de estos artefactos son lentas, alterando notablemente el ritmo de las operaciones (lo que en un desembarco anfibio puede ser catastrófico). El desminado rápido desde plataformas dispersadoras de AL-AUV se antoja la solución más eficiente.

Respecto a los medios que deben portar estas armas, no debemos ceñirnos a los propios aparatos ASW; del mismo modo que se usan los cazabombarderos F-18 para ataque antibuque o dispersar minas, pueden integrarse en ellos sistemas antisubmarinos del tipo descrito. Esta solución no obvia la necesidad de un sistema MPA, pero sí le puede descargar de la función de portar pesado armamento ASW, de hacer las maniobras de ataque (incluido volar a cotas muy bajas) y de operar sin cobertura de caza, que en este caso está garantizada por los aviones acompañantes. Cualquier actuación de un enemigo potencial en contra de este equipo de combate puede acabar con un enfrentamiento aire-aire ventajoso o una acción de supresión de defensas (SEAD) por parte de los medios EW y armas aire-superficie a bordo, convirtiendo a estos paquetes en unidades aéreas multipropósito.

La opción de emplear UAV como sistema de búsqueda alivia a los aviones tripulados de largas patrullas que fatigan en extremo a sus tripulaciones. Ciertamente la totalidad de las capacidades de un avión de combate aún no son asumibles por parte de los UAV, pero si por algo se caracterizan es, a nivel de plataforma, por largos y poco costosos perfiles de vuelo; mientras que por el lado de la misión, a procedimientos dilatados en el tiempo y operaciones que no ponen en riesgo la aeronave.

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