Derivado del hecho de que en nuestro ejército los carros de combate están repartidos entre las Armas de Infantería y Caballería, mucho, quizás demasiado, se ha debatido acerca de la necesidad de dotarnos de un Arma Acorazada. En algunas ocasiones la discusión en realidad no giraba tanto en torno a la creación de un Arma, sino de la creación una rama del ejército que compendiara todo lo referido a las unidades acorazadas, algo que más adelante intentaremos explicar, a la que en alguna ocasión se ha denominado “Fuerzas Acorazadas”.
Nota del editor: como es habitual en nuestra revista, tratamos de ofrecer puntos de vista encontrados sobre cada cuestión, buscando tanto fomentar el debate como que cada lector pueda formarse su propia opinión y llegar a sus propias conclusiones contando para ello con distintos elementos de juicio. Este artículo se enmarca dentro de una serie en la que se han compartido argumentos muy diferentes sobre el Arma Acorazada y su necesidad o el Arma de Caballería y su futuro e incluso sobre el encaje del carro de combate dentro del Ejército español.
El encaje de los carros de combate en los países de nuestro entorno
A diferencia de otros tipos de unidades, es cierto que en nuestro ejército no disponemos de una organización o una entidad (en definitiva, un Arma) que unifique las necesidades derivadas del combate acorazado/mecanizado, términos empleados con alguna confusión en ocasiones y que merecen una pequeña reflexión, ni de un curso único y específico como pasa con las unidades de montaña o paracaidistas que, al combatir con modalidades específicas, disponen de sus cursos de aptitud para mando de esas unidades.
Se generaliza mucho cuando en numerosas ocasiones se afirma que no disponemos de un Arma Acorazada que resolviera esas necesidades “como en los ejércitos de nuestro entorno”. Consideramos que esta afirmación no es cierta, porque no existen tales Armas Acorazadas, aunque sí, por lo general, una uniformidad en cuanto a que lo relacionado con el combate acorazado descansa en una sola rama del ejército. Echemos un breve vistazo:
- Francia. Los carros de combate se encuentran en el ABC (Arme Blindée Cavalerie).
- Italia. Los carros de combate se encuentran en Caballería.
- Alemania. No hay Caballería. Disponen de las Tropas Acorazadas (Panzertruppen), que incluyen a la Infantería Mecanizada y las Unidades de Carros. Estas últimas realizan gran parte de las misiones que antiguamente realizaba la Caballería, quedando el resto para el Arma de Reconocimiento en Profundidad (Auflärungstruppe).
- EE. UU. Allí sí existe el Arma Acorazada (la famosa Armor), pero se trata más de un concepto que de un Arma en sí. Está compuesta por unidades acorazadas, de caballería, helicópteros de ataque, artillería, infantería mecanizada, ingenieros, transmisiones y unidades de apoyo.
- Reino Unido. Dispone del Royal Tank Corps, compuesto por los Regimientos de Caballería (10, más 4 en Reserva) y el Real Regimiento de Carros.
- Canadá. Dispone del RCAC, Royal Canadian Armored Corps, que está formado por tres Regimientos de Caballería en activo y 18 en reserva.
- Polonia. Los carros de combate se encuentran en Caballería.
- Otros. En países con ejércitos pequeños, como Países Bajos, Dinamarca, Portugal, Noruega o Suecia, las pocas pequeñas unidades acorazadas que despliegan son, generalmente, de Caballería.
En cualquier caso, no es éste un argumento con fuerza, a no ser que se explique en detalle qué beneficio aportaría introducir ese significante cambio en nuestro ejército, más allá de comentar la necesaria unificación de criterios y procedimientos, lo que es rigurosamente cierto. No se trata de copiar lo que otros hacen, sino de aprender de su experiencia y aplicarlo según nuestras necesidades y forma de entender el combate, cosa que en algunas ocasiones no se ha hecho, realizando calcos de procedimientos que no se adaptaban a nuestra forma de actuar, a nuestra organización o a nuestra mentalidad.
En esencia, parece que los partidarios del Arma Acorazada proponen una de estas tres posibilidades, nunca bien detalladas:
- Crear un Arma Acorazada. Se suprime la de Caballería y tanto sus unidades como los Batallones de Carros de Infantería pasan a formar parte de esa nueva arma.
- Crear un Arma Acorazada, suprimiendo la de Caballería, pero respetando las de origen de las unidades que se le incorporen. Algo parecido a un Arma de dos Armas.
- Crear una organización denominada “Fuerza Acorazada”, o alguna otra designación similar, que unificase criterios al estilo del Arma Acorazada, sin llegar a convertirse, no obstante, en Arma.
En el primer caso, aparte de la asunción del control de las unidades correspondientes, se produciría una sustitución de un Arma por otra, para realizar las mismas misiones, aunque creemos que quedarían flecos en el caso de las unidades de Caballería dedicadas al reconocimiento en profundidad.
En el segundo, parece que la nueva rama del Ejército se encargaría del combate acorazado, dejando el de a pie a la Infantería y, al parecer, lo montado no acorazado a la Caballería (poco queda, tan solo el ya mencionado reconocimiento en profundidad), lo que produciría una disfunción, ya que no existiría este Arma. Esto crearía disfunciones en el terreno institucional y en el de la enseñanza.
Finalmente, en el tercero no se crea un Arma, pero sí una organización que, no teniendo una entidad como tal, actuaría prácticamente así. Se crearían también disfunciones como, por ejemplo, la formación de los cuadros de mando de Infantería destinados a nutrir a las unidades acorazadas, que no está basada en el combate montado.
Bien se ve que estas tres propuestas no ofrecen una solución sencilla. Intentaremos demostrar las primeras conclusiones expuestas más adelante.
Antes, y como venimos insistiendo en que sí es cierta la falta de una organización que coordine todo lo relacionado con el combate acorazado, o la asunción por parte de una organización de esa tarea, vamos a detenernos primero a analizar en qué consiste esa evidente carencia.
Qué es un Arma y qué requiere para el cumplimiento de sus cometidos
De forma resumida, lo que se ha venido exponiendo en las sucesivas Doctrinas o los Manuales de Empleo de las Fuerzas Terrestres es que, tradicionalmente, las Armas nacen de la necesidad de afrontar actividades específicas de combate en las operaciones. Para ello, el Ejército organiza una serie de unidades, centros y organismos que se ocupan del desarrollo de la parcela del combate que les corresponde, aportando ese esfuerzo al desarrollo del conjunto.
Además, son depositarias de los valores tradicionales y proporcionan identidad y espíritu a sus componentes, diferenciándose por sus características particulares de actuación y por las funciones que desarrollan en la batalla.
Creemos de suma importancia la consideración de que las Armas, junto con los conocimientos técnicos y tácticos, o precisamente por ellos, convierten a su “colectivo humano” en un grupo dotado de un espíritu configurado a lo largo de siglos, lo que da cohesión al poder operar cualquiera de sus miembros en cualquiera de sus unidades. Por esa razón no mandan de la misma forma un Capitán de Infantería en una Compañía de Carros, que uno de Caballería en un Escuadrón de Carros. No lo hacen ni mejor ni peor, sólo distinto porque cuentan con la misma organización y material, aunque no con la misma mentalidad.
Las Academias de las Armas son necesarias para proporcionar a sus miembros de esos conocimientos, identidad y espíritu de forma que cada componente actúe basado en lo que se ha denominado el enlace, y que consiste en un acuerdo moral (comunidad de sentimientos y aspiraciones), intelectual (comunidad de doctrina), y el conocimiento mutuo de las respectivas situaciones, necesidades y propósitos, que es el contacto. El binomio arma-misión no se debe romper y, si se rompe, rompe la unidad de actuación, de instrucción y adiestramiento, el espíritu de lucha que anima siempre a actuar como se ha asimilado, el espíritu de pertenencia a una comunidad que se identifica con una forma de entender la profesión militar.
En consecuencia, se puede decir que la razón principal de las Armas es formar a su personal en una función de combate, pero con un carácter específico, porque sus unidades actúan en unas determinadas situaciones de muy distinta naturaleza.
Antes de continuar, hagamos la breve reflexión que hemos comentado en la introducción acerca del combate acorazado/mecanizado, para enlazar a continuación con la enseñanza en las Academias.
En ocasiones se habla de combate acorazado o combate mecanizado, cuando en realidad es lo mismo. La mecanización, paso siguiente a la motorización, consistió en llevar los vehículos de motor al contacto directo con el enemigo, por lo que debían tener unas características concretas de movilidad, protección y potencia de fuego. Como consecuencia, en esta modalidad se mezclan los carros de combate, los vehículos mecanizados (es decir, los que transportan a la tropa protegida, o los vehículos de combate de Infantería o Caballería, VCI/C), los vehículos de reconocimiento blindados y los vehículos acorazados de los apoyos, como son Artillería e Ingenieros. Resumiendo, con mencionar el término combate o guerra mecanizada debería ser suficiente. En todo caso, para orientar mejor ciertas argumentaciones (utilizaremos este recurso), se puede establecer una distinción cuando predomina el empleo de medios mecanizados o de medios acorazados (hay que recordar que estos últimos no son sólo los carros de combate, pues comprenderían todos los medios desde los que se lucha, si bien sus características les proporcionen menos capacidades).
Por otro lado, la guerra mecanizada utiliza para combatir unos métodos específicos y comunes para distintas unidades que pertenecen a diferentes Armas y que, en consecuencia, emplean diferentes medios, como ya hemos comentado. Esos medios llevan a cabo una serie de acciones coordinadas que han sido previamente analizadas y estudiadas en un cuerpo doctrinal que define unos criterios de actuación. Este combate inter armas es llevado a cabo por unidades no orgánicas denominadas “Agrupamientos Tácticos” o “Brigadas de Combate” (no esa traducción tan mala del inglés americano que las llama “de armas combinadas”).
Como en las academias los oficiales salen con el empleo de Teniente, con la aptitud de mando de Capitán (y por eso ascienden a ese empleo cuando les corresponde sin tener que realizar un curso de capacitación, como ocurre para el siguiente ascenso), se enseña solo hasta cierto nivel el combate inter armas, ya que se puede afirmar, en términos generales, que se empieza a dar a nivel mando de Capitán (compañía o escuadrón). En ese caso se forma un agrupamiento táctico tipo subgrupo táctico o partida (este último término es el tradicional en Caballería), compuesto habitualmente por la compañía/escuadrón del Capitán, al que se agrega un observador avanzado de Artillería y una pequeña unidad de Ingenieros (sección, normalmente). Es cierto que a final de carrera del oficial en la Academia General Militar se estudia más en profundidad el combate inter armas, dado que ese es el entorno táctico en el que actuará nuestro Capitán, pero cuando realmente se empieza a profundizar es en otros centros de enseñanza, como la Escuela de Guerra o la Escuela Superior del Ejército, a partir del curso para ascenso a Comandante y los posteriores de perfeccionamiento.
Como es lógico, primero se aprende y se ejecuta el combate en una forma específica a pequeños niveles y después a combinar esa modalidad con otros apoyos que completan las capacidades necesarias de una unidad en la batalla general.
Cuando subimos los niveles de agrupamientos, comenzando por el nivel Grupo Táctico (GT, en base a un Batallón/Grupo), y por tanto subimos el nivel de combate inter-armas, la mentalidad ya aprendida y experimentada de los jefes sigue jugando un papel fundamental, de modo que un GT Acorazado o Ligero Acorazado o un GT Mecanizado deben ser mandados por alguien que mantenga interiorizados los conocimientos tácticos y técnicos junto con las características de su Arma y haya ido adquiriendo las enseñanzas del combate en los cursos de perfeccionamiento correspondientes a los que hemos aludido.
El hecho de que en nuestro Ejército no haya una rama que lleve la batuta en el desarrollo de los distintos aspectos de la batalla acorazada origina problemas en el campo de la enseñanza o del cuerpo doctrinal, dándose casos como que, para unidades similares como la Compañía de Carros y el Escuadrón de Carros, hayan existido Manuales de Empleo diferentes.
Con la finalidad de hacernos una idea de los aspectos que abarca un Arma a los que nos hemos referido, un escueto catálogo de cometidos que debe desempeñar en el campo de los medios acorazados podría ser:
- Diseñar y ejecutar la instrucción táctica, unificando los criterios de instrucción.
- Diseñar y ejecutar la instrucción técnica.
- Formación de Tropa y Cuadros de Mando.
- Diseñar o contribuir en el diseño de los Cursos de Perfeccionamiento. Importante señalar que, en el caso del liderazgo único, no sería necesario un curso de mando de unidades acorazadas, puesto que ya se saldría con la aptitud de mando de la Academia, no como en el caso de unidades de Operaciones Especiales, Montaña o Paracaidistas.
- Elaboración del Cuerpo Doctrinal, en lo que le afecta.
- Análisis de Procedimientos de Empleo y Organización de las Unidades.
- Evaluación de Unidades.
- Experimentación con nuevos materiales.
- Actividades institucionales.
Para poder realizar estos cometidos, además de la evidente organización de las unidades, es necesario disponer de un centro de enseñanza o una academia de Arma con su unidad de instrucción. Por otro lado, el MADOC dispone de unas Jefaturas de Adiestramiento y Doctrina (JAD) con la misión de “desarrollar los estudios y trabajos en los aspectos de Investigación y Análisis para el combate, Doctrina, Orgánica y Materiales, Instrucción, Adiestramiento y Evaluación operativa en el ámbito de su correspondiente Arma …”. Estas jefaturas se localizan, normalmente, en la misma sede de las academias.
También es necesaria una secretaría que coordine las actividades en el campo institucional, que incluyen aspectos que no son de menor importancia, pues influyen en la cohesión del personal y las unidades, como son “el mantenimiento de los valores morales y tradiciones militares del Arma, el ceremonial militar, la simbología y uniformidad y la representación institucional”, lo que abarca la advocación a un Patrón, el himno, marchas y toques de música tradicionales, cuidado y estudio del patrimonio e historia, la simbología correspondiente o la edición de la revista que trata aspectos específicos (el Memorial correspondiente). Esa secretaría apoya en la labor institucional al Director de la Academia que es, a la vez, el Inspector del Arma.
En resumen, se trata del conjunto de unas unidades, una Academia con su secretaría y su unidad de instrucción, y la JAD correspondiente, por lo que el proceso, si se decidiera la creación de una nueva Arma Acorazada o de las “Fuerzas Acorazadas”, sería asignar las unidades correspondientes y crear el resto, algo fácil de enunciar y difícil de ejecutar, como vemos.
Carros en Caballería
Aunque es obvio, no siempre se tiene en cuenta en el debate un concepto en el que nos basamos, que todos aceptamos, y que marca la diferencia en la forma de combatir: el carro de combate es en sí mismo un arma (o sistema de armas) desde el que se combate. Esta es la diferencia fundamental con otros vehículos que toman parte en la guerra mecanizada, que son empleados para el transporte protegido no sólo de los infantes, puesto que los artilleros transportan su cañón protegido, o los ingenieros emplean vehículos blindados con elementos para realizar sus trabajos. Todas esas unidades disponen de una movilidad y nivel de protección parecido, si bien inferior a las unidades acorazadas que, además, tienen mucha más potencia de fuego. Mención aparte merece otro tipo de vehículo mecanizado, no acorazado, el VCI/C, normalmente armado con un cañón automático y que, además de transportar, sirve para apoyar las operaciones de los elementos a pie, pero no para combatir desde él.
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