El rearme de Europa

La Unión Europea ante los próximos conflictos

El rearme de Europa
Infografía del futuro FCAS, que debería ser parte fundamental del rearme de Europa, eso sí, a décadas vista. Fuente: Airbus.

En un mundo que transita hacia un orden multilateral, donde potencias emergentes imponen sus intereses y el proteccionismo comercial resurge, Europa enfrenta un desafío existencial. Este artículo analiza cómo, ante la creciente cooperación entre Rusia y China y el repliegue estratégico de Estados Unidos, se ha lanzado un ambicioso plan de rearme de Europa para fortalecer la capacidad de defensa y disuasión de los Veintisiete. El texto desglosa los obstáculos que Europa debe superar: la fragmentación de sus sistemas de defensa, la dependencia de tecnología estadounidense y la falta de estandarización logística. Además, aborda la necesidad de integrar innovaciones disruptivas, como drones y sistemas no tripulados, y de reformular la industria militar para incluir pequeñas empresas con agilidad suficiente como para innovar al ritmo adecuado. Desde la defensa antimisiles hasta la guerra espacial, se destaca la urgencia de una estrategia unificada que contrarreste las amenazas de un escenario geopolítico volátil.¿Podrá la UE transformarse en un actor creíble en el tablero global?

Índice

  • Introducción: algo de historia del ayer (….y de hoy).
  • Europa hoy.
  • Los cambios estratégicos de la nueva era.

    • Alarma.
    • Retroceso a nivel mundial.
    • Las promesas.
    • La postura estratégica.
    • La oferta y la demanda.
    • Rumbo de colisión.

  • Las herramientas de la disuasión.

    • Logística de combate.
    • La defensa antimisil.
    • La capacidad naval.
    • La guerra en el espacio.

  • Un escenario rápidamente cambiante.
  • Y esto sólo puede hacerse a nivel europeo
  • «Comprar europeo»

Introducción: algo de historia del ayer (….y de hoy)

El abrupto inicio del desarrollo de un nuevo orden mundial, que reemplazará al orden liberal que ha imperado desde finales de la Segunda Guerra Mundial muy probablemente por otro multilateral, donde las potencias que se hagan dominantes impondrán sus intereses en sus zonas de influencia, ha llevado a la Unión Europea a lanzar uno de los mayores mensajes estratégicos desde que se creó.

Recordando algo de la historia, en la primavera del año 323 A.C., Alejandro Magno, el entonces “Rey del Mundo”, atravesó por última vez las puertas de la antigua Babilonia. Había conquistado la ciudad casi una década antes. Sus hombres estaban agotados de luchar en la India y Persia y Babilonia era un lugar seguro para dar a su ejército un descanso muy necesario. Acantonados allí desde hacías unos meses, cuando de repente, Alejandro enfermó gravemente, alrededor del 10 u 11 de junio y murió.

Aunque realmente se desconoce la causa de su muerte, hay versiones que afirman que fue envenenado, otros lo atribuyen a la malaria, la fiebre tifoidea o las complicaciones derivadas de sus heridas de guerra, lo que es seguro es que no dejó ningún heredero varón legítimo, ya que su esposa aún estaba embarazada en el momento de su muerte.

Casi de inmediato, estalló una lucha por el poder por la sucesión. La tradición macedonia de la época dictaba que quien enterrara el cuerpo de Alejandro sería el legítimo reclamante de su imperio, aunque e último deseo de Alejandro fue ser enterrado en un oasis en el norte de África, a algo más de 1.500 Km de distancia.

Ya nos podemos imaginar el juego de poderes e influencias, que duró casi un año, en el que todos sus generales y nobles competían por el trono y trataban continuamente de robarse unos a otros el cadáver de Alejandro, dando lugar a asesinatos, sabotajes, misiones secretas y mucho más, por no hablar de la guerra total entre las distintas facciones. Esta situación duró décadas, irónicamente mucho más que el imperio alejandrino.

Como es fácil de prever, el imperio que el Magno había construido, se rompió y uno de los vencedores, un antiguo general y guardaespaldas llamado Ptolomeo, acabó apoderándose de Egipto y estableciendo una dinastía gobernante que duró siglos. El sistema económico del antiguo Reino Ptolemaico fue, esencialmente, la versión original de lo que hoy llamaríamos “capitalismo nacional”, que tantas vueltas ha dado a lo largo de los siglos, cada vez que se quieren proteger intereses “nacionales“.

Cómo hoy, entonces, la burocracia era enorme, masiva y generaba multitud de onerosas regulaciones para controlar el comercio y los intercambios. Nada se producía que no fuera en “interés” del gobierno y las rutas de caravanas y las vías fluviales, objeto de elevados peajes y tarifas, eran propiedad del Estado.

Había impuestos sobre casi todo, la sal, los derechos de timbre en los documentos legales, las herencias y las ventas. Este último era del 10% y además el impuesto sobre la renta llegaba al 50%. Y como no podía ser de otra manera, además estaban los aranceles. La verdad que es una música que parece que vuelve a sonar hoy en día.

El reino ptolemaico poseía, sin duda las mejores tecnologías de aquella época; sus campos eran los más productivos y sus productos manufacturados se encontraban entre los de mayor calidad del planeta. Por tanto, sus exportaciones eran enormes y lucrativas, y comerciaban con mercados tan lejanos como China.

Sin embargo, a pesar de que la tecnología y productividad del Egipto ptolemaico les proporcionaba muchas ventajas sobre otros reinos, el Estado decidió en un momento que necesitaba “proteger” sus industrias nacionales, así que impusieron fuertes aranceles.

Los resultados, ayer como hoy, fueron los previsibles. Sin el beneficio de las importaciones a bajo coste, los precios subieron considerablemente, el aceite de oliva griego, que costaba sólo 21 dracmas en Atenas, por su valor en plata de hoy unos 72€, se vendía a 52 dracmas en Egipto (179€ de hoy, suponiendo que el Euro fuera una moneda no fiduciaria y mantuviera su valor con respecto a la plata).

Obviamente, con esas diferencias de precio el comercio cayó, perjudicando tanto a la economía nacional como a las extranjeras y las disputas comerciales pronto se convirtieron en guerras comerciales, que pronto se convirtieron en guerras reales (lamentablemente siempre volvemos a Clausewitz). Las pérdidas de vidas y haciendas aumentaron, mientras que los rivales, como también ocurrió con Cartago y Roma, se hacían más fuertes.

Cuando los políticos dominantes vuelven a las recetas económicas ptolemaicas, bajo un mensaje del “nosotros nos enriqueceremos a costa de los demás por el agravio que sea”, o lo que es lo mismo, para que yo gane tú tienes que perder, volvemos a aquellos principios básicos del “mercantilismo” que ha dominado el mundo durante miles de años, el principio de la suma cero.

Es lo mismo que decir que se vuelve a abrazar el simplismo dejando en el camino más de 250 años de historia económica, desde que el economista y filósofo escocés Adam Smith publicara en 1776, “An Inquiry into the Nature and Causes of the Wealth of Nations” y se convirtiera en el padre del capitalismo moderno. Smith dejó claro que la riqueza y la abundancia podían ser infinitas, que el comercio no era un juego de suma cero y que ambas partes podían salir ganando.

A la luz de la historia, pocas dudas caben que hoy en día todas las medidas que irrumpen en escena cada día, apuntan a un gigantesco paso atrás del capitalismo y una vuelta a la mentalidad de suma cero del mercantilismo.

Sin dejar de reconocer que las quejas de los Estados Unidos tienen un grado muy alto de legitimidad con respecto a algunos de sus socios comerciales extranjeros, olvidándose un poco que fue Nixon quien introdujo el cambio en 1971 al abandonar el patrón oro por el petrodólar, parece ingenuo pensar que esos desfases puedan resolverse con aranceles generalizados a todo el planeta.

Si algún/os gigante/s tecnológico/s americano/s no quiere vender sus productos en China, puede simplemente decidirlo por su cuenta, pero no parece lógico que millones de estadounidenses, que ni son accionistas ni trabajan en esos conglomerados, paguen precios más altos por productos importados para redimir las pérdidas de rentabilidad de estos por los aranceles de la contraparte.

Este tipo de políticas tiene tantas cosas malas, que son difíciles de enumerar. Además, a medio largo plazo tienen muy pocas probabilidades de salir bien. Para que los aranceles proporcionen una solución satisfactoria, el resto del mundo tendría que suicidarse y no imponer aranceles de represalia. Ello levaría a que los vendedores extranjeros redujeran sus precios y sus bancos centrales devaluaran sus monedas. O sea, todos perdiéramos, menos los EE.UU. Un pensamiento un poco naíf. Al fin y al cabo, hay que ser muy despistado o tonto de solemnidad para tragarse el cuento que la inflación de precios que originarán los aranceles será “transitoria” y que las respectivas producciones nacionales harán bajar los precios pronto.

Además de Europa y otras regiones, el mundo ha cambiado mucho en el último siglo. Si analizamos la historia de la evolución humana a lo largo de los últimos 5.000 años, podemos decir sin duda, que, si partiéramos en dos la línea evolutiva en el tiempo, podemos encontrar sin duda que la mitad de la misma caería dentro del lapso de la ultima generación, es decir de nuestras propias vidas.

La hoy estrecha cooperación entre Rusia y China, muy reforzada por la conexión personal entre Putin y Xi, no tiene por objetivo hacer del mundo un espacio de mayor libertad, sino un sitio más seguro para las autocracias, cambiando las reglas, normas e instituciones internacionales para que la autocracia y el desarrollo estatal sean tan legítimos como lo es la democracia y el sistema capitalista, base de la libertad en nuestra sociedad. Ambos líderes actúan, ya sin tapujo, a través de diversas organizaciones multilaterales que excluyen a occidente, como el grupo de diez países llamado BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), del que Rusia y China son miembros fundadores. Y nadie debe hacerse ilusiones, que mientras ambos líderes permanezcan en sus puestos, no habrá divisiones en ese polo de poder, uno liderando el proceso de debilitar a Europa, y el otro a los EE.UU.

En resumen, en las guerras comerciales nadie gana, pero en la guerra comercial entre Estados Unidos y China y su nuevo aliado ruso, ahora que la PAX americana en el conflicto ucraniano no está tan al alcance de la mano como algunos creían, la gran perdedora será sin duda Europa. Se convertirá en el destino previsible de gran parte de los bienes chinos antes destinados a Estados Unidos obligando al dilema de los aranceles, como ya ocurre con los coches eléctricos, para proteger a su industria y, previsiblemente, ello resultará en un alejamiento americano de Europa y de China, que se reflejará especialmente en los productos tecnológicos que darán lugar a la nueva revolución industrial, la de la AI.

La historia y el escenario solo dejan claro el camino hacia la guerra, como ocurriera en el siglo pasado con la Tariff Act of 1930, conocida como Smoot– Hawley Tariff Act, que inició las medidas proteccionistas por parte de los EE.UU (…otra vez) durante el mandado de presidente Herbert Hoover.

https://www.revistaejercitos.com/opinion/las-malas-cartas-de-europa-i/

Europa hoy

Ante este escenario, cierto que, percibido con demasiado retraso, la Unión Europea ha reaccionado lanzando una distribución masiva de fondos para incrementar sus capacidades de defensa y disuasión, curiosamente una iniciativa, además de muy necesaria, muy en línea con las demandas de la actual administración americana. El mayor inconveniente es que solo se podrá ejecutar “federalmente”, es decir a través de las naciones que la componen.

Nuevamente, revisando la historia de los últimos 40 años en este campo, vemos que la selección y especificaciones de los sistemas, especialmente los que dan lugar a los grandes programas de armamento, han estado mayoritariamente condicionados por los intereses particulares nacionales, lógicamente asociados a las grandes empresas próximas al poder político (ese/esos “campeón/campeones nacionales). El resultado ha sido una diversidad de sistemas producidos a pequeña escala y que generan una dispersión logística muy difícilmente soportable en condiciones operacionales reales.

En los contados casos en que la visión de una cohesionada fuerza europea ha llevado a armonizar los requisitos y lanzar programas conjuntos por reducidos grupos de países, ha sido más por motivos financieros que operacionales, y, esa armonización de requisitos y la organización del diseño y producción, han estado sujetas a largas y complejas negociaciones, no exentas de un filibusterismo político más propio del Congreso americano que de un “establishment” de defensa común. Las consecuencias han sido grandes demoras y sobrecostes, además de llegar a la vida activa desfasados con las necesidades operativas del momento.

Esos grandes programas de armamento, excepto honrosas excepciones, más que estar regidos por las necesidades estratégicas y operativas del conflicto previsible, se han acoplado demasiado a esa forma de hacer “política de defensa”, no sin la contribución de un estamento militar que se ha ido acostumbrado a aceptar con relativa facilidad los resultados. Una situación muy típica de tiempos de paz y penurias presupuestarias; que a su vez es presentada como una forma de pragmatismo para minimizar las pérdidas de capacidades, medios y efectivos.

Si esta praxis no se corrige en esta oportunidad, lamentablemente, generará la misma diversidad en los sistemas de armas, que no estarán en función primordial de las necesidades de unas fuerzas armadas europeas con capacidades modernas, ágiles, consolidadas y complementarias, sino muy contaminadas por esos “intereses” nacionales, que como resultado, generarán, una vez más, una gran dispersión y un serio quebradero de cabeza logístico. Sin duda ello redundará en la pérdida de credibilidad de las capacidades de disuasión europeas para evitar el previsible conflicto. Debemos volver a entender que la competencia es sana y, debidamente gestionada, produce buenos resultados.

No es entonces de extrañar, como bien definió el presidente de Rheinmetal en su entrevista al Financial Times durante la última Conferencia de Seguridad de Múnich ante la pregunta sobre los motivos de la ausencia de Europa en la mesa de negociaciones de paz en el conflicto Rusia-Ucrania: “Cuando los padres se sientan a cenar los niños deben ir a otra mesa”. Europa “no cuenta”. Mas claro imposible.

Hasta hoy, la única guía común que dispone en Europa es la Brújula Europea de Defensa, elaborada bajo la dirección del Comisario Europeo Don Josep Borrell, que proporciona orientaciones y una visión común para reforzar la política de seguridad y defensa de la UE hasta el 2030.

La Brújula Estratégica, aprobada el 22 de marzo de 2022, pocas semanas después del inicio de la invasión a gran escala de Ucrania por Rusia, es un plan de acción que establece una visión estratégica común y unos objetivos concretos para reforzar la política de seguridad y defensa, que aborda en un enfoque polifacético las amenazas cada vez mayores, como la competencia geopolítica, las rivalidades económicas, el desarrollo tecnológico, la desinformación y la crisis climática. Abarca un vasto conjunto de aspectos de la política de seguridad y defensa, estructurados en torno a cuatro pilares: actuar, garantizar nuestra seguridad, invertir y trabajar de manera asociativa.

Pero ese actuar y trabar asociativo quedan muy lejos del nivel de las capacidades y efectividades requeridas y menos aún de armonizar y estandarizar los medios, ni da guías o normas para ello.

Como se puede ver día a día, el lanzamiento por las naciones de “sus” planes nacionales de creación de capacidades de fuerza, en general de corte bastante tradicional, siguen con más de lo mismo, muy mediatizado por las capacidades industriales y los intereses asociados de cada uno de los estados. Y aunque se multiplican las declaraciones de intenciones de colaboración, siguen sin verse las posibles sinergias y quedan muy lejos de plasmarse en las capacidades necesarias en Europa para mantener una relevante posición geoestratégica en ese mundo multipolar que se avecina y por ello no es extraño, que a esa mesa, se le haya invitado.

No debe olvidarse que las áreas de influencia, la gestión de los recursos, la tecnología y el comercio, son elementos esenciales en los que se basa la sociedad de bienestar en que vivimos, al menos hasta ahora, y así debiera hacerse conocer a los ciudadanos de los estados europeos, donde parece haber aún muchos despistados.

El noble “rumbo” establecido en la Brújula, además se ve lastrado por el intento de una política “inclusiva”, que dada la cantidad (27) y diversidad de situaciones políticas en los estados integrantes de la EU, hacen inviable la implementación de las capacidades que se necesitan y menos aún que los resultados del esfuerzo lleven a Europa a integrarse entre los principales actores del tablero internacional, o que los que van camino de serlo lo perciban.

Para los amantes de la historia, el parecido con los años previos a la Primera y Segunda Guerras Mundiales, donde en un entorno de proteccionismo comercial desbocado, los estados invirtieron en la defensa ante el incremento de las tensiones, pero priorizando el interés nacional de dar empleo y potenciar sus industrias y no con la vista puesta en las necesidades del conflicto que se avecinaba, son más que evidentes.

En aquel entonces se invirtieron ingentes recursos en la producción de sistemas de defensa estáticos y artillería de baja movilidad, que era lo que se sabía hacer y generaba empleo, con sus réditos políticos y económicos para las organizaciones que rodean al poder político y que se mostraron totalmente desfasados nada más comenzar las hostilidades, con las consecuencias claramente reflejadas en las dolorosas y costosas capitulaciones, que todos conocemos.

En España, la historia nos recuerda que tampoco nos hemos sustraído a esa terrible parte de la historia. No hay más que recordar la situación de penuria que sobrevino luego de las crisis de Cuba y Filipinas de 1898 y que hoy parecen estar muy próximas a repetirse, aunque posiblemente, a un nivel más amplio.

Las sucesivas crisis que siguieron a aquella infame muestra de incompetencia de los que no supieron o por intereses cortoplacistas no quisieron, adaptarse a la evolución geoestratégica, como es bien conocido, conllevó decenios de crisis y pobreza que desembocaron en una sangrienta guerra civil.

Además, hay que tener en cuenta, que las políticas cortoplacistas de “los dividendos de la paz” seguirán generando una dependencia muy importante de los EE.UU, algo que no se puede esperar que varie a corto plazo, con lo que la “Batalla del Atlántico” para mantener vivo ese canal de comunicación, volverá a ser crucial para Europa.

Entre 2019 y 2023 el 55% del material militar importado procedió de los EE.UU., con un incremento del 35% con respecto al quinquenio anterior. Por citar un ejemplo todos los aviones de combate de 5ta generación en servicio en Europa, es decir los más capaces, son de procedencia de ese país (totalizan 415 aviones en 9 países que si se agregan los aledaños – UK, Suiza, etc. totalizan casi 650 unidades).

A esto debe sumarse el mismo o mayor grado de dependencia en materia de comunicaciones, reconocimiento electrónico y medios espaciales, por citar los más críticos.

Esta claro que Europa debe invertir en su defensa, pero debe hacerlo de forma realista, acertada e integrada para adquirir las capacidades de disuasión necesarias para resistir a los nuevos polos de poder y/o sus proxys, ahora, o aceptar que se pagará un precio mucho más alto más adelante.

Los resultados del cambio en la política de inversión en defensa, para unas adquisiciones europeas que permitan la constitución de las capacidades de disuasión necesarias, como es bien sabido demandan tiempos muy largos, de

los que no se dispone en el escenario actual. Por ello, es muy conveniente pensar más allá y comenzar a generar capacidades para disuadir de aventuras similares a las de Ucrania y de mantener una cohesión que lo haga creíble para que Europa siga siendo un gran espacio de libertad y bienestar.

Los EE.UU, bajo la actual administración, no están dando tiempo a que la seguridad europea tome el rumbo correcto y tenga la efectividad requerida antes de enfocarse en la amenaza China. Washington, sin duda tiene acuciantes prioridades que le alejan de la consideración de las amenazas a Europa, siendo el Océano Pacífico el más importante de ellos.

Este cambio brusco para poder hacer frente a China no parece contemplar por parte de Washington el dejar a la seguridad europea encauzada en la dirección adecuada, quedando esta al albur de una Europa que está muy lejos de poder gestionar las amenazas. La reducción del compromiso de seguridad con Europa de forma prematura inducirá a los nuevos poderes a asumirlo como un signo de creciente desinterés y exacerbará los “instintos” para seguir adelante con las políticas de los últimos decenios. Lamentablemente, y aunque es muy comprensible la necesidad de reorientación de las prioridades de los EE.UU, la secuencia del cambio no lo es tanto.

https://www.revistaejercitos.com/focus/defensa-europea/la-brujula-estrategica-de-la-union-europea/

Los cambios estratégicos de la “nueva era”

Como se ha tratado en los párrafos precedentes, el abrupto cambio de la política exterior de los EE.UU. con la llegada del gobierno que asumió sus funciones el pasado 20 de enero, la sorpresa y confusión, que no por esperada y muy publicada, ha dejado descolocados a los líderes políticos y militares europeos, además de a una buena parte de Washington.

Alarma

No hay que ser un gran estratega para avizorar que, en las actuales circunstancias, puede que los disruptores del mundo liberal en que vivimos se plieguen temporalmente a los requerimientos de EE.UU, como el concluir las acciones de guerra en Ucrania, lo que esta por ver y es mucho decir. Pero si así fuera, lo presentarán en su mercado interno como una victoria y cuando hayan podido reconstituir sus capacidades militares, comenzarán con las nuevas reivindicaciones conducentes a reorientar el orden global y la seguridad en Europa, como lo viene tratando de hacer Putin desde 2007.

Por otro lado, el previsto cambio de eje por parte de Washington desde principios de este año y su “intento”, por ahora, de entendimiento con Rusia para la paz en Ucrania, que difícilmente dará los resultados esperados, no auspician un panorama nada favorable para la seguridad Europea a corto y medio plazo.

Las exigencias de Rusia, en cualquier caso, no harán ni fácil ni más barato defender Europa. Solo basta con mirar a los acontecimientos de las últimas dos décadas. A cada evento, desde la guerra en Georgia (2008), la primera invasión rusa de Ucrania (2014), los despliegues de tropas en Siria (2015) y finalmente la de Ucrania (2022), la Rusia liderada por V. Putin solo ha aumentado su capacidad de asumir mayores riesgos, dado que, con debida razón, considera que ello tiene un apreciable retorno. El Kremlin, hará caja de cualquier concesión de occidente para terminar la guerra actual, ya sea en forma de relajación o levantamiento de sanciones, para reforzar su posición para el próximo paso.

Por otro lado, la rápida expansión militar de China, la mayor en tiempos de paz desde la Segunda Guerra Mundial y su alianza con Rusia, acucian la necesidad de los EE.UU. de focalizarse en contrarrestar esa gran amenaza y ello no puede considerarse una “sorpresa”, especialmente desde la declaración pública y explícita del primer ministro Chino Xi-Jinping que su ejército debe desarrollar la capacidad y voluntad de combatir y estar preparado para invadir Taiwán en 2027.

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