El manejo, desde su misma creación, de medios de “tecnología punta” en cada momento histórico, ha marcado la impronta de lo que ahora conocemos como Ejército del Aire y del Espacio. Una necesidad perenne que ha exigido de sus miembros, no solo estar intelectualmente capacitados y moverse en una dimensión peligrosa por antinatural, sino estar siempre actualizados y tener permanentemente una visión hacia el futuro; consecuencia clara de tener que desenvolverse en un entorno altamente cambiante, donde la obsolescencia y los avances científicos impiden la relajación y obligan a mantenerse especialmente atentos a los cambios y, en la medida de lo posible, a anticiparse a los mismos.
Los conflictos bélicos, desde los albores de la Humanidad, se habían desarrollado siempre en superficie, fuera esta la terrestre o la del mar. Fue así hasta la inclusión del dominio aéreo, a finales del siglo XVIII, de lo que existen los primeros antecedentes en el empleo de globos aerostáticos con fines de observación del terreno. Sin embargo, no sería hasta los primeros años del siglo XX cuando se pudo hablar de un verdadero empleo militar de los medios aéreos, en concreto de la aviación. Un hito mundial que corresponde a España, cuando el 5 de noviembre (el 20 según algunas fuentes) de 1913 aviones militares españoles fueron empleados por primera vez como una unidad militar organizada en un conflicto armado, concretamente mediante un bombardeo desde un Lohner B-1 «Pfeilfieger» durante la guerra del Rif.
La aviación militar española había nacido unos años antes, cuando por Real Orden de 2 de abril de 1910 se asigna al Cuerpo de Ingenieros militares, dependiente del entonces denominado «Ejército», de cuanto se relacionase con los servicios de Aerostación, Aeronáutica y Aviación.
Aunque existe constancia de un primer vuelo un globo aerostático ante el rey Carlos IV en 1792, con la finalidad de obtener información de las defensas del enemigo o del dispositivo de ataque a una plaza sitiada, la aviación militar, propiamente dicha, nació en 1910, como ya se ha mencionado y, en 1911 llegarían los primeros aviones militares a España, unos Henry Farman franceses, con los que se comenzaron a formar los primeros pilotos militares.
Administrativamente hablando es en 1913 cuando se crea el Servicio de Aeronáutica Militar, cuya primera intervención en un conflicto ya se ha mencionado. En 1917 nacería la Aviación Naval, que en 1920 pasó a denominarse Aeronáutica Naval.
Tras finalizar la guerra civil española, por ley de 8 de agosto de 1939 se establecen los ministerios del Ejército, Marina y del Aire (los tres ministerios militares) en el conjunto de la reorganización de la Administración Central del Estado (BOE 221, de 9 de agosto) y, un par de meses más tarde, por ley de 7 de octubre de 1939 (día de Nuestra Señora del Rosario, dicho sea de paso)se crea el Ejército del Aire que, muy recientemente, veía ampliada su denominación a la de «Ejército del Aire y del Espacio» mediante Real Decreto 524/2022, de 17 de junio.
El medio operacional
Como ya se ha mencionado, el empleo del medio aéreo en la guerra es relativamente reciente, pero su importancia ha ido creciendo a velocidad exponencial, hasta el punto de que hoy no puede concebirse conflicto alguno que afecte a la seguridad humana que no se desarrolle en la superficie y en el aire, incluido el denominado espacio ultraterrestre.
Y es aquí donde se revela esencial el empleo de los medios que sean adecuados a esta realidad, ampliable, como se analiza a continuación, al ciberespacio y al ámbito cognitivo, en los que hoy también se desarrollan los conflictos.
Si a lo largo de la historia la naturaleza de los medios militares ha estado condicionada por las fronteras físicas entre la superficie terrestre y la marítima, el empleo de la tercera dimensión, la aérea, ha conectado esos dos espacios, tradicionalmente diferenciados y con relativamente escasas interacciones. Esto, junto con las enormes posibilidades tecnológicas disponibles hoy en día y las previsibles en un futuro, hacen que la dimensión aérea no tenga una frontera definida, que si en los inicios de la aparición del arma aérea no iba más allá de lo que podríamos denominar «espacio atmosférico», en la actualidad tenemos que hablar de la existencia de un todo continuo, sin una verdadera frontera con en el espacio ultraterrestre.
No cabe duda de que el espacio tiene sus propias leyes físicas y, consecuentemente, demanda medios y procedimientos diferentes que permitan disponer de las capacidades adecuadas para operar en dicho entorno y garantizar el libre uso del espacio, puesto que en él se ubican muchos de los servicios esenciales a disposición de la ciudadanía: observación de la tierra, posicionamiento geográfico, el sincronismo de tiempos, la predicción meteorológica, la obtención de información para el apoyo en catástrofes naturales y las comunicaciones vía satélite. Pero, además, y muy significativamente, desde el punto de vista militar, el espacio proporciona capacidades y servicios únicos, críticos para conducción de las operaciones o de alerta temprana, entre otros; lo que ha implicado el desarrollo de tecnologías para denegar su uso al adversario y asegurar la libertad de acción propia en dicho entorno.
Además, a las amenazas que provenían de los ámbitos de operación tradicionales de las Fuerzas Armadas: terrestre, marítimo y aéreo (hoy ampliado al espacio ultraterrestre) hay que añadir las provenientes de los ámbitos ciberespacial y cognitivo, que afectan de forma transversal a todos los anteriores.
Llegados a este punto cabría preguntarse por el papel de cada uno de los ejércitos.
Sin entrar en muchos detalles jurídicos, la estructura actual de las Fuerzas Armadas (FAS), compuesta según el artículo 8.1 de la Constitución Española por el Ejército de Tierra, la Armada y el Ejército del Aire, establece como responsabilidad del Presidente del Gobierno la dirección de la política de defensa y la determinación de sus objetivos, entre otras, correspondiendo a la persona titular del Ministerio de Defensa la determinación y la ejecución de la política militar y concibe, en su artículo 10, a las FAS como el conjunto integrador de las formas de actuación específica de cada uno de sus ya citados componentes.
Para dar cumplimiento a lo anterior, las FAS se organizan en dos estructuras: una orgánica, para la preparación de la Fuerza, responsabilidad de la figura del Jefe de Estado Mayor de cada ejército y otra operativa, para su empleo en las misiones asignadas, bajo la autoridad del Jefe de Estado Mayor de la Defensa (JEMAD)[1].
En su conjunto, no puede hablarse hoy en día de que cada Ejército constituya una entidad operativa, con misiones específicas diferenciadas, sino de un conjunto organizativo y de medios que tienen un elemento diferenciador y éste no es otro que su medio de acción más específico, dentro del entorno conjunto que el de la FAS.
En este sentido, el elemento más característico de cada ejército, que da sentido a su misma existencia y que caracteriza su forma de acción es, sin duda la “Fuerza”[2], “establecida como el conjunto de medios humanos y materiales que se agrupan y organizan con el cometido principal de prepararse para la realización de operaciones militares. En su ámbito, se llevará a cabo el adiestramiento, la preparación y la evaluación de sus unidades y se realizarán, en tiempo de paz, las misiones específicas permanentes que se le asignen”[3].
La doctrina aeroespacial
¿Qué quiere decir lo anterior? Centrándonos únicamente en términos de doctrina de empleo operativo de los medios militares, si bien su definición le corresponde al JEMAD, a los jefes de Estado Mayor de cada ejército[4] les corresponde, entre otras funciones, el asesoramiento operativo al mismo[5]; para lo que es evidente que uno de los elementos que a lo largo de la historia se ha revelado esencial es, la experiencia.
Para comprender esto hay que intentar definir qué podemos entender por “doctrina”.
Para ello, podemos utilizar alguna de las existentes en la literatura militar reciente, como la que la define como «el conjunto de principios e ideas aceptadas comúnmente sobre el ejercicio de una actividad” (Santé, 2017 p. 109), que añade que para que sea oficial debe estar sancionada por la autoridad competente, sin que ello implique que sea de obligado cumplimiento (Santé, 2017 p. 110); es decir, la doctrina militar constituye un “marco de referencia para la adecuada decisión de los comandantes de las fuerza, conteniendo la sabiduría sobre la forma en la que enfrentarse a los problemas” (Santé, 2017, p. 119).
Esta “sabiduría” es, sin duda, la experiencia acumulada en el empleo de los medios de acción respectivos, que, a su vez, radica en cada ejército.
De alguna forma cabría decir que existe una “cadena” de asesoramiento operativo al Presidente del Gobierno, de cuya decisión depende el empleo de los medios militares, que se inicia en su escalón inferior en el JEMA como mando del Ejército del Aire y del Espacio en su misión de orientación y asesoramiento operativo al JEMAD, al que le está legalmente encomendado tanto el asesoramiento al Presidente del Gobierno como al Ministro de Defensa, y a los que auxiliará en la dirección estratégica de las operaciones militares[6], correspondiendo a los JEMEs el asesoramiento en la preparación del personal, infraestructuras y recursos que puedan ser asignados a la cadena operativa para su uso.
Esta necesidad de combinar “sabiduría” y asesoramiento es lo que ha llevó al entonces Ejército del Aire a publicar un documento, del que luego hablaremos, que recogiera formalmente esa experiencia y la convirtiera de “principios e ideas aceptadas comúnmente” en doctrina, con el citado carácter orientativo y marco de referencia para la toma de decisiones, a que se refiere Santé, como se acaba de citar, mediante la aprobación por el JEMA de la Instrucción General (IG) IG-00-, denominada “Doctrina Aeroespacial Básica”.
El Ejército del Aire y del Espacio
Con el objetivo de hacer más visibles los esfuerzos de adaptar la defensa de España a la nueva realidad de los conflictos, en el año 2022 se aprobó el cambio de denominación de la rama aérea de las FAS, por primera vez en 83 años, pasando a denominarse “Ejército del Aire y del Espacio«.
Pero el cambio no lo ha sido solo en el nombre. Para hacer frente a este nuevo entorno “estratégico”, el Ejército del Aire y del Espacio, consciente de que es necesario dar los primeros pasos, como “depositario” de esa “sabiduría” de la que se hablaba en párrafos anteriores y entendiendo que en el ámbito de la seguridad y la defensa la dependencia del espacio es capital, ya que las operaciones militares se apoyan en gran medida en sistemas espaciales, y debido a esa continuidad del espacio aéreo y el ultraterrestre del que el Ejército del Aire y del Espacio es responsable, ha abordado un proceso de transformación, en el conjunto de la necesaria coordinación y cohesión de las FAS que le permita, partiendo de sus actuales capacidades, dotarse de la estructura y medios que aseguren la libertad de acción y la defensa de nuestros intereses, asumiendo en el uso militar del espacio, un papel de liderazgo en el conjunto de las FAS, aunque como ocurre con los demás ámbitos, afecte a la totalidad de las Fuerzas Armadas[7].
En la actualidad, las capacidades del Ejército del Aire se centran no solo en aeronaves tripuladas (caza y ataque, transporte, helicópteros), no tripuladas (vigilancia, ataque…), armamento aéreo (bombas, cohetes, misiles), medios de vigilancia y control tridimensional, operaciones aéreas, con el personal adecuado para operarlas. Además, se encuentra inmerso en diversos programas, como el Futuro Sistema Aéreo de Combate o FCAS (siglas del inglés Future Combat Air System), el sistema europeo de aeronaves pilotadas a distancia de altitud media y gran autonomía (MALE RPAS), también conocido como EuroMALE, el dron de vigilancia, conocido como SIRTAP (acrónimo de Sistema Remotamente Tripulado de Altas Prestaciones) o el Futuro Entrenador de Reacción, que se espera brinden una serie de capacidades que permitan afrontar los retos de futuro.
Futuro que se encuentra especialmente en el espacio, como dimensión transversal. En este sentido, para abordar el reto del empleo militar del espacio es necesario tener en cuenta que las operaciones militares son cada vez más dependientes de los sistemas espaciales, considerándose al sector espacial como un capacitador o multiplicador de la fuerza.
Aunque parezca algo superfluo, una de las medidas más visibles que se han adoptado ha sido la ampliación (que no cambio, en lo que la legalidad vigente en España tiene un papel esencial) de la denominación por la de “Ejército del Aire y del Espacio”, dando visibilidad a evolución que está llevando a cabo, desde hace años, para desempeñar cada vez más responsabilidades y misiones en ese ámbito espacial y adquirir un papel de protagonismo como representante del Ministerio de Defensa en la Agencia Espacial Española, recientemente establecida en marzo de 2023, dirigida a garantizar el desarrollo y ejecución de una política espacial nacional. Para ello, desde el verano de 2023 se ha creado el Mando del Espacio (MESPA), como un Mando más de su estructura.
Todo ello en consonancia con lo que sucede en las estructuras militares espaciales creadas por nuestros aliados están generalmente vinculadas a sus fuerzas aéreas: Francia, que ha modificado el nombre de l’Armée de l’air por l’Armée de l’air et de l’espace (AAE), integrado en su estructura orgánica un Mando Espacial o Commandement de l’espace (CDE); Alemania, que ha creado recientemente el Mando Espacial de las Fuerzas Armadas, encuadrado orgánicamente en la Luftwaffe; el Reino Unido que bajo la dependencia inmediata del Chief of the Air Staff , como mando supremo de la Royal Air Force (RAF) ha situado el Mando Aéreo y del Espacio [Air & Space Commander (ASC)] o EE.UU. en el que la Fuerza Espacial se ha constituido como rama independiente de las Fuerzas Armadas, aunque dependiendo del departamento de la Fuerza Aérea para asegurar sinergias organizativas y operativas.
Para operar en el espacio aéreo y ultraterrestre, de manera unificada considerándolo como un ámbito físico continuo es preciso dotarse de capacidades que permitan:
(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.
Be the first to comment