El dominio de la información: el ciberespacio visto desde China

Estudio sobre las implicaciones geopolíticas del dominio de la información

Ciberchina. Fuente - Shutterstock.
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El nacimiento de un nuevo dominio cibernético, conocido en Occidente como ciberespacio y en China como dominio de la información, capaz de interconectar lo físico con el plano intangible de la informática y de permitir la actuación asimétrica por parte de las distintas potencias geopolíticas, ha supuesto nuevos e importantes desafíos para la seguridad mundial. Sin embargo, no todos los estados han entendido de igual modo el impacto que puede llegar a alcanzar el uso de la tecnología en red en los planes estratégicos militares. China, como potencia revisionista, ha entendido a la perfección que alcanzar el predominio de la información resulta crucial para sus intereses internacionales.

El transcurso de la Historia nos permite comprobar que la progresiva aparición de nuevas tecnologías incide en la forma con la que los individuos percibimos el mundo, afectando las innovaciones a prácticamente todos los campos de la esfera individual y estatal, al evolucionar la sociedad en consecuencia. 

La Historia de la Guerra y el estudio de las doctrinas militares no son independientes a los factores alteradores de la realidad, ya que los estados se caracterizan por la búsqueda constante de la superioridad militar respecto a sus enemigos, y esta pasa forzosamente por conseguir la maestría en las nuevas armas a utilizar.

Sin embargo, la relación entre innovaciones tecnológicas y los enfrentamientos entre estados en el sistema internacional no es unidireccional, sino que se extiende en ambas direcciones. El desarrollo de la ingeniería naviera dio lugar a la conquista de los mares y permitió a las potencias de la época enfrentarse en un nuevo elemento; la crudeza de la guerra de trincheras experimentada en la Primera Guerra Mundial ocasionó que se buscase la innovación tecnológica en el ámbito aeronáutico, y la Segunda Guerra Mundial se luchó en el aire; y la competencia entre Estados Unidos y Rusia en la Guerra Fría supuso al mismo tiempo una carrera de innovación tecnológica armamentística y que se contemplase la utilización del espacio como un escenario más de enfrentamiento para las grandes potencias geopolíticas.  

Tierra, mar, aire y espacio eran los dominios clásicos para el desempeño de la guerra entre potencias hasta que el desarrollo de la informática propició el surgimiento de un nuevo escenario de competición: el ciberespacio. 

El nacimiento de un nuevo dominio cibernético, más conocido como ciberespacio, capaz de interconectar lo físico con el plano intangible de la informática y de permitir la actuación asimétrica por parte de las potencias, ha supuesto nuevos e importantes desafíos para la seguridad mundial.

La doctrina estadounidense, y de los países vinculados a Estados Unidos a través de la Alianza Atlántica (OTAN), considera el ciberespacio como un escenario fundamental en la planificación de la seguridad; e igualmente sucede con sus competidores (China y Rusia) quienes ven en el ciberespacio el terreno ideal para atacar a un enemigo superior en términos clásicos de poder militar como es Estados Unidos, y lo que es más importante, hacerlo en tiempos de paz sin elevar el conflicto a la categoría de guerra.

El ciberespacio se constituye como un escenario ideal para la aplicación del conflicto en la zona gris, ya que permite a los estados lograr sus objetivos en materia de política exterior sin involucrarse directamente en un conflicto, actuando a través de actores no estatales (grupos de hackers a sueldo) o aprovechando la dificultad que supone la atribución de la autoría de un ciberataque. 

Si bien los teóricos y políticos estadounidenses hablan desde hace casi un lustro de la posibilidad de que ocurra un «ciber Pearl Harbor» o un «ciber Armagedón»[1], lo cierto es que lo que se ha experimentado hasta el momento no ha sido un apocalipsis cibernético, sino una serie de ciberataques ataques cruzados entre las grandes potencias –lo cual tiene un carácter menos aterrador y mediático, pero supone una importante sensación de vulnerabilidad para prácticamente la totalidad de los estados (Schneider, 2021).

Es más, la guerra de Ucrania, que en un principio apuntaba a convertirse en el conflicto paradigmático de utilización de ciberarmas, ha demostrado por el contrario que el despliegue de poder en el ciberdominio encaja a la perfección con el concepto de la zona gris, pero no con el de un conflicto convencional como el ruso-ucraniano. 

Sin embargo, hasta junio del presente año, cuando el presidente Joe Biden señaló al Ministerio de Estado de Seguridad chino como responsable del hackeo de los servidores de la empresa Microsoft, nunca se había acusado directamente a China de ataques cibernéticos hacia países de la órbita occidental, limitándose las sospechas a Rusia. (Hudson & Nakashima, 2021).

Lo cierto es que China, como competidor natural de Estados Unidos, viene desarrollando desde hace algunos años una agresiva campaña de ataques con múltiples objetivos estratégicos que van desde el robo de propiedad intelectual e industrial hasta el espionaje con fines políticos, mediante distintas Amenazas Persistentes Avanzadas (APT)[2].

Dada la importancia que tiene la tecnología en el devenir de la estrategia militar, y que a su vez esta tiene sobre las relaciones internacionales, consideramos que un estudio sobre el desempeño de China como actor en el ciberespacio ha de ser abordado obligatoriamente desde el ámbito de conocimiento de los Estudios estratégicos, puesto que estos se orientan indiscutiblemente hacia cómo el surgimiento de nuevas tecnologías modifican y condicionan la forma en que los estados entienden y hacen la guerra.

https://www.revistaejercitos.com/2021/11/11/titulo-rusia-en-el-ciberespacio

Estudios estratégicos: Guerra y política

Partiendo del convencimiento de que la estrategia militar requería de su propia “tradición intelectual” (Lonsdale, 2016: 21), finalizada la Segunda Guerra Mundial y como consecuencia del proceso de proliferación de las acciones de nuclearización de las potencias geopolíticas del momento, surge un nuevo tipo de estudios en el ámbito de las relaciones internacionales, los denominados “Estudios Estratégicos” (Buzan, 1991).

Esta nueva disciplina de estudio y reflexión intelectual sobre el fenómeno político de la guerra se vincula al ámbito de las relaciones internacionales, el estudio de la paz y la polemología (Buzan, 1991:11), y lejos de lo que se pueda llegar a pensar no es competencia exclusiva del ámbito militar, sino que se extiende a los campos de la política, la economía, la sociología y la tecnología.

Podríamos entenderlos como “aquellos estudios que tratan de orientar sobre el mejor empleo de la fuerza para prevenir o solucionar los conflictos en el ámbito internacional”, o dicho de modo, como la forma de concebir los medios militares como herramienta adecuada para la consecución de objetivos políticos, en función de las posibilidades sociales, económicas y tecnológicas de las que el estado dispone (Parente Rodríguez, 2008). 

En el período de la Ilustración, Henri Jomini y Carl von Clausewitz consiguieron elevar la reflexión en torno a la estrategia hasta el punto de estructurar el pensamiento estratégico moderno y vincular la política con la guerra. En palabras de Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.

No obstante, no fue hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial y la irrupción del debate atómico en los asuntos militares, cuando se produjo una auténtica revolución intelectual en la forma de entender el vínculo existente entre la guerra y la política. 

El armamento atómico y la teoría estratégico-política surgida a su alrededor como consecuencia sobre el debate de la disuasión nuclear obligaron a los teóricos a estudiar la forma en que el poder militar influía sobre la agenda política (Lonsdale, 2011).

Dado que el desarrollo tecnológico del ciberespacio y el debate teórico sobre la disuasión que este genera pueden ser asimilados a la irrupción del armamento nuclear, consideramos que el estudio de la actuación de China en el ciberespacio puede ser abordado adecuadamente atendiendo a los elementos y a las dinámicas del conflicto en el sistema internacional, y en relación a los efectos políticos que éste puede llegar a producir en pos de la consecución de unos fines políticos determinados (Heuser, 2010; Mahnken, 2003; Freedman, 2007; Jordán, 2013).

Es decir, dado que hablar de estudios estratégicos es hablar de fuerza y potencial militar, pero también de las relaciones internacionales y del poder con el que los estados son capaces de ejercer su predominio sobre en el tablero internacional, utilizaremos los estudios estratégicos para abordar el pensamiento chino respecto al ciberespacio (Buzan, 1987).

https://www.revistaejercitos.com/2022/01/19/china-en-el-ciberespacio

Competición entre potencias del plano físico al ciberespacio

Actualmente, estamos experimentando un auge de los estados como actores fundamentales en las relaciones internacionales que, lejos de apoyar las opiniones de algunos sectores de la academia que consideran los Estudios Estratégicos como poco prácticos, obsoletos o irrelevantes (Baylis & Wirtz, 2002; Duyvestyen & Worrall, 2017), avala la necesidad de observar el mundo desde el punto de vista que estos nos ofrecen. 

Atrás quedaron los años donde el mundo se constituía como el terreno de juego de una única superpotencia capaz de imponer su visión geopolítica. Estados Unidos, el gran hegemón mundial, observa impotente cómo el panorama internacional tiende cada vez más a un mundo multipolar, donde, tal y como establecía la teoría del Gran Tablero de Brzezinski, los grandes estados se ven obligados a tener complejas relaciones entre sí para garantizar el predominio de su influencia geopolítica. 

Pese a que el mundo ha experimentado el resurgimiento de los estados como actores natos de la geopolítica internacional, los cambios tecnológicos y políticos que se han experimentado hasta el momento parecen haber aportado una fluidez capaz de alterar los puntos de referencia tradicionales. O, dicho de otro modo, Fukuyama erró en su tesis del fin de la Historia, y lejos de encontrarnos en el epílogo de esta, asistimos al proceso de su aceleración.

Fruto de esta aceleración estamos asistiendo a un retorno de las lógicas del poder y de los enfrentamientos que una realidad multipolar impone –como la que se experimentó durante la Guerra Fría–, al alcanzarse unas mayores cotas de inestabilidad e imprevisibilidad en el tablero internacional.

Mientras que Estados Unidos lucha por mantener su posición como hegemón mundial, distintas fuerzas emergentes (China, Rusia, India, Irán, etc.) contemplan en el declive de la gran superpotencia la oportunidad perfecta para reforzar la multipolaridad de las relaciones internacionales y obtener sus propios beneficios. 

El enfrentamiento entre Estados Unidos y China, como consecuencia del advenimiento de esta última como potencia económica y militar, presenta similitudes evidentes con el contexto que propició el enfrentamiento entre Estados Unidos y Rusia durante la Guerra Fría. 

Concretamente, el papel de China juega una importancia fundamental, pues no solamente se ha convertido en la primera potencia económica mundial en términos de Paridad del Poder Adquisitivo, sino porque también ansía expandir su influencia geopolítica de forma acorde a su peso económico

Si recordamos las tesis de Wallerstein, entenderemos que China está destinada a convertirse en una potencia geopolítica, puesto que ya ha desarrollado su músculo agroindustrial, se ha transformado en un líder comercial y ya ejerce su predominio sobre las relaciones comerciales internacionales (Wallerstein, 2006). 

Además, desde la concepción del mundo mearsheimeriana China no se conformará como potencia con conservar el balance de poder existente en el mundo, sino que, en última instancia, ansiará un aumento de su poder individual. Es decir, en última instancia China se ve forzada a interpretar un nuevo papel en el escenario internacional, marcado por una búsqueda constante de un incremento de su poder militar ofensivo (Mearsheimer, 2014).

Dicho de otra forma, con el objetivo de alcanzar una posición relativa superior frente a sus competidores sistémicos, China ha de apostar por el expansionismo económico –tal y como demuestra la política de las rutas de las nuevas rutas de la seda– y por una política militar acorde a sus ambiciones, capaz de garantizar su nuevo status[3]

Idea reforzada desde la concepción clásica de Eurasia como epicentro del poder mundial dado el peso demográfico que el gigante asiático representa en el mundo (Mackinder, 2018)[4].

La estrategia no debe aplicarse únicamente en tiempos de guerra, sino que ha de desarrollarse también durante la paz, con el objetivo de preparar y prevenir las condiciones necesarias para lograr unos fines políticos en el panorama geopolítico futuro, que permitan asegurar unas condiciones propicias para los intereses individuales, y China lo comprende a la perfección (Earle, 1943, en Heuser, 2010; Walt, 1991: 212).

El enfrentamiento entre potencias en esta suerte de paz tensa de carácter ambiguo a medio camino entre el blanco y el negro; es decir, entre la paz y la guerra es lo que se conoce como la zona gris: un escenario intermedio entre las situaciones pacíficas (bona fides) y la guerra propiamente dicha (open warfare) (Baqués, 2017).

Las actuaciones en la zona gris de los conflictos se basan en la búsqueda de logros relativos y de carácter limitado, pues han de alcanzarse sin cruzar la línea imaginaria que le separa del conflicto armado convencional, y precisamente es en este escenario donde el ciberdominio resalta como campo de enfrentamiento entre potencias. 

El ciberespacio se ha constituido, debido al desarrollo tecnológico experimentado en los últimos años, como el quinto de los dominios –sumándose a los ya existentes (tierra, mar, aire y espacio) e interaccionando con ellos, pues no se trata de un entorno aislado sino profundamente vinculado y apoyado en medios cinéticos (redes de telefonía o eléctricas)[5].

La definición del ciberespacio como dominio ha obligado a replantear las estrategias nacionales de las principales potencias (Curtis Lemay, 2011), pues la historia nos permite observar fácilmente que la irrupción de nuevas tecnologías conlleva siempre un cambio en las doctrinas militares.

Se configura como un entorno global, dinámico y en constante evolución; un espacio que permite incidir físicamente pese a la inmaterialidad de las acciones que en él se llevan a cabo; y capaz de desplegar una serie de características propias que le hacen configurarse como un nuevo ámbito para las operaciones militares[6].

No obstante, la diferencia crucial de este nuevo espacio cibernético respecto a los otros cuatro dominios preexistentes proviene de su naturaleza artificial, pues tanto el propio espacio, como sus elementos característicos (incluidas sus imperfecciones) nacen fruto del ingenio humano para dar respuesta a unas problemáticas concretas. 

Dicho de otro modo, mientas que el resto de dominios son inmutables, puesto que dependen de la naturaleza, el ciberespacio puede ser alterado a voluntad del ser humano, y, en consecuencia, resulta poderosamente dependiente del componente humano.

Las características propias del ciberespacio (principalmente la dificultad que entraña el individualizar a los autores de un ciberataque, la diversidad de adversarios existentes y la falta de una regulación internacional (Arteaga, 2019)) propician que las amenazas provenientes del ciberespacio se ajusten a la perfección a la definición del término “acción no convencional”. 

El hecho de que su desempeño suponga una reducción palpable en el riesgo de escalada y que ambos conceptos (zona gris y ciberespacio) se caractericen por la dificultad de identificación y la ambigüedad se constituye en un fuerte nexo de unión entre ellos (Torres, 2017).

Habitualmente, las potencias que emplean el recurso de la zona gris suelen ser potencias moderadamente revisionistas del statu quo vigente, dotadas de una paciencia estratégica y capaces de jugar siempre en el límite de la legalidad internacional –definición que encaja a la perfección con el papel de China (Baqués, 2018)[7]

https://www.revistaejercitos.com/2018/11/08/batalla-multidominio

El pensamiento chino respecto al ciberespacio

Como seres humanos, las percepciones y concepciones que tenemos del mundo no son universales, sino que se encuentran sesgadas por una infinidad de factores (sociales, culturales, históricos, políticos, etc.). 

El caso que nos ocupa no resulta distinto, pues, la forma en que el pensamiento político-militar chino entiende el ciberespacio es distinta a la concepción occidental del mismo, al estar esta fuertemente influenciada por el intervencionismo de las potencias occidentales, Rusia y Japón en el S.XIX (conocido como el “Siglo de la Humillación” (Century of humiliation) (1839-1949)), durante el cual se abortó la política nacional de la la Tianxia (el todo bajo el cielo).

Con el objetivo de salir de este siglo de decadencia geopolítica, las élites del Partido Comunista Chino entendieron que debían encontrar un elemento determinante capaz de forzar una mejora de sus capacidades frente a sus competidores: la revolución tecnológica. 

El ciberespacio y las tecnologías de la información han sido objeto de interés para las élites del Partido desde que Deng Xiaoping dejase claro que China debía emprender un proceso de modernización, acabar con el aislamiento y abrir sus puertas al comercio. Sin embargo, no fue hasta el gobierno de Jiang Zemin (1989-2002) cuando China entendió que debía conectarse a la red mundial a través de Internet (Expósito, 2022).

Dicho de otro modo, el Ejército Popular de Liberación de China (EPL o PLA por sus siglas en inglés), comprendió que la guerra informatizada debía ser el sello distintivo en la Era de la Información (tal y como la guerra mecanizada lo fue en la Era Industrial), pues las nuevas tecnologías constituían una amenaza a la seguridad nacional china por su potencial desestabilizador y colocaban al país asiático en una relación de dependencia tecnológica respecto a EEUU.

El constituir las por entonces nuevas tecnologías de la información en uno de los pilares del renovado concepto de soberanía nacional, China emulaba la política estadounidense de la Revolución en los Asuntos Militares (RMA) de principios de los años noventa.

Asumiendo que el poder nacional podría llegar a medirse en términos informativos, los líderes del PPCh concluyeron que el auge y la caída de las potencias podría estar condicionada por la capacidad que estas poseen para generar, obtener, transmitir, analizar y explotar la información (Colom, 2020b).  

En consecuencia, los líderes del PPCh consideraron necesario restringir el acceso a Internet y tratar de crear un ecosistema cibernético propio y aislado del resto del mundo que le permitiese al Partido tener el control de la propia sociedad china en el dominio y la regulación de la seguridad nacional china. Es decir, asumieron de forma implícita que la guerra informativa sería uno de los pilares de su transformación militar.

Dicho de otro modo, los estrategas militares chinos entendieron que la información podía ser el pilar que permitiese transformar la guerra, a diferencia de Occidente que, en plena euforia de la RMA, apostó por las armas de precisión o los sensores. China consideró que debía centrarse en el dominio de la información como clara diferenciación de las doctrinas occidentales (Liang y Xiangsui, 2004).

Tal y como hemos podido comprobar hasta ahora, en ningún momento los dirigentes ni militares chinos emplean el término “ciberespacio”, desprendiéndose del discurso teórico chino que, mientras que, Occidente considera que existen cinco dominios (tierra, mar, aire, espacio y el ciberespacio), en China, por su parte, se distingue el ciberespacio como la unión e interacción de dos ámbitos distintos: por un lado, en cuanto se refiere al espacio electromagnético (electromagnetic space), y por otro, desde la perspectiva de la informatización (informationizationxinxihua). 

A este respecto, el espacio electromagnético comprendería todos aquellos aspectos vinculados con los sistemas electrónicos (vinculado con la guerra electrónica (electronic (or electromagnetic) dominance; zhi dianzi quan)); y la informatización comprendería la integración de los sistemas de tecnología de la información desde una perspectiva amplia (Cheng, 2017).

En síntesis, podríamos afirmar que China entiende el ciberespacio bajo el término «dominio de la información» (zhi xinxi quan); el cual incluye el “dominio de la red de computadoras” –electromagnético– (zhi wangluo quan) y el dominio de la informatización (informationizationxinxihua) (Zhang, 2002).

Centrándose en la prevalencia en el dominio de la información, China habría cristalizado su RMA al entender que el EPL debía adaptarse a la Era de la Información, debiendo descansar el desarrollo nacional sobre las capacidades informativas que la creación de su propio ecosistema de innovación tecnológica permite. 

La transformación de la fuerza militar, mecanizando sus unidades e informatizando los procesos que intervienen en la guerra, permitiría a China combatir de forma eficaz en las denominadas “guerras locales en ambientes de alta tecnología[8]” y, posteriormente, en las “guerras locales en ambientes informatizados” (xinxihua tiaojian xia jubu zhanzheng) (Ferguson, 2011; Mcreynolds, 2017; Colom, 2020b).

En síntesis, podemos afirmar que, China entiende la interacción de las actividades cinéticas, políticas y en el dominio de la información como un todo unificado en la proyección de su músculo militar, al entender el gigante asiático que los conflictos del futuro se producirán en un entorno multidominio. 

En consecuencia, podemos decir que el concepto de «guerras locales en condiciones informatizadas” seguiría la línea del pensamiento doctrinal chino y bajo el marco de la RMA china (vinculándose con la guerra informatizada, la guerra política, la guerra revolucionaria o las enseñanzas de Mao Tse-Tung o Sun Tzu), e iría destinado a alcanzar la supremacía informativa.

Principalmente, son tres los conceptos chinos a tener en cuenta en la doctrina del gigante asiático respecto a su domino de la información (zhi xinxi quan) —traducido en Occidente como el ciberespacio: “guerra informatizada” (informationized warfare; xinxihua zhanzheng), “guerra de información” (information warfare) y “operaciones de información” (information operations).

Podríamos llegar a pensar que el concepto “guerra informatizada” es similar al concepto de guerra cibernética occidental, sin embargo, si hiciéramos esta simplificación cometeríamos un profundo error, pues para China la guerra informatizada es más que una guerra cibernética, o más bien, la guerra cibernética es solo parte del concepto guerra informatizada. 

Desde el punto de vista chino, la guerra informatizada se extiende más allá de las actividades cibernéticas, e implica ser capaz de recopilar, transmitir, analizar, evaluar y explotar la información con mayor rapidez y precisión que el adversario, siendo su fin último el establecer un «dominio de la información».

China ha entendido que en la era de la información, la paz y la guerra, lo militar y lo civil resultan ser conceptos cada vez más indistinguibles, y por ello su concepto de guerra informatizada difumina precisamente las fronteras entre estos conceptos, bajo la idea de que no se ha de esperar al estallido de una guerra para reunir información, influir en las percepciones psicológicas del enemigo, desarrollar sistemas de satélites o diseñar armas cibernéticas, ya que ganar las guerras del futuro dependerá del dominio que se tenga de la información y de la capacidad de negar este poder al enemigo (Cheng, 2017: 26-36).

La enciclopedia militar china de frases del año 2003 definía el concepto de “guerra informatizada” como la que surge cuando una o ambas partes en un conflicto se basan en armas y métodos de combate cibernéticos para emprender actividades de combate; y entendía que dicha modalidad de guerra generalmente incluiría la utilización de fuerzas de diferentes ámbitos, ataques de potencia de fuego conjuntos a la acción cibernética, guerra en las redes informáticas, actuaciones en el ámbito espacial, actividades de operaciones espaciales, etc. Es decir, contemplaba que la guerra informatizada pasaba por el despliegue de acciones y efectivos en diversos dominios (Feigenbaum, 2003: 141–143). 

Por su parte, el volumen de terminología del EPL del año 2011 describe la “guerra informatizada” como una guerra en la que existen sistemas de información en red y un uso generalizado de armas y equipos informatizados que son empleados junto con las actuaciones oportunas en tierra, mar, aire, el espacio exterior, el dominio electromagnético, y en el área cognitiva. Es decir, la guerra informatizada explotaría esencialmente la incorporación de tecnología de la información a las capacidades de mando y control, para asegurar un flujo de información fluido (Cheng, 2017: 123).

Mientras que el concepto “guerra informatizada” se aplica de forma general a la información en todos los aspectos de la guerra moderna, extendiéndose el mismo hasta el ámbito de la legalidad (political warfare) y el de la desinformación de la opinión pública, el concepto “guerra de información” (information warfarexinxi zhan) se constituye como la principal forma operativa de la guerra informatizada, es decir, se vincula directamente con todas las demás actividades y objetivos del combate (Zhen-wei Qiang, 2007:93; Liang, 2006: 4-6; Wang, 2009: 108).

El concepto “guerra de información” (xinxi zhan) se entendería como todas aquellas actividades llevadas a cabo por las partes de un conflicto en el ámbito de la información; centrándose, por un lado, en asegurar los recursos de información, tomar la iniciativa en la producción, transmisión y gestión de la información; y por otro, en interrumpir la capacidad del enemigo para transmitir información, a fin de crear las condiciones para restringir al enemigo y ganar los conflictos (PRC, 1997: 17). 

A su vez, dentro del concepto “guerra de información”, la teoría militar china incluye dos conceptos más. Por un lado, el de “guerra electrónica” (dianzi zhan), entendida como una de las principales formas de la guerra de información, que consiste en la degradación y la interrupción de los sistemas electrónicos del adversario, preservando al mismo tiempo los propios, y que tiene lugar en el “espacio –espectro– electromagnético” (dianci kongjian). En este sentido, la guerra electrónica consistiría en la lucha por dominar el espectro electromagnético como parte del establecimiento del dominio de la información (Wang, 2009: 180).

En consecuencia, el EPL adopta una definición amplia de guerra electrónica, según la cual, la guerra electrónica comprende toda aquella gama de actividades que permiten maximizar la capacidad del Estado chino para explotar el espectro electromagnético, al mismo tiempo que es capaz de erosionar la capacidades del adversario (AMS, 2005: 93-94).

Así pues, la guerra electrónica, desde la perspectiva china, incluiría no solo las armas de base electrónica, sino también la realización de reconocimiento y contrarreconocimiento electrónicos; medidas de interferencia y preservación de la información electrónica; y todos los esfuerzos para interrumpir y contrarrestar la interrupción de los sistemas electrónicos del enemigo.

La guerra electrónica incluiría por tanto ataques a infraestructuras terrestres de comunicaciones, redes de radio, de transmisión de microondas, de sistemas de posición y de navegación entre otras; e incorporaría no solo técnicas de destrucción suave como el empleo de interferencias electrónicas, sino también de enfoques de destrucción dura, como el uso de artillería, bombardeos aéreos y otros ataques de potencia de fuego contra sistemas electrónicos (Yuan, 2008: 71).

Por otro lado, encontraríamos el concepto de “guerra en red” (Network Warfare ; wangluo zhan; también denominado “conflicto de red” (wangluo duikang), entendida como todas aquellas actuaciones que tienen lugar dentro del espacio de la información en red, incluyendo –al igual que la guerra electrónica— un componente ofensivo, uno defensivo y la búsqueda y reconocimiento de las redes del enemigo (PRC, 2011), siendo su propósito el establecer el «dominio de la red» (zhi wangluo quan).

Quizás, el término “guerra en red» sea lo más parecido al término occidental de “guerra cibernética”, pues esta tendría lugar en el ámbito del “espacio de la red”   (wangluo kongjian), término semejable al de «ciberespacio». 

Llegados a este punto debemos ser conscientes de la diferencia abismal que existe entre Occidente y el pensamiento militar chino respecto a su actuación en el ciberespacio, dado que, mientras el EPL cree que las fuerzas espaciales, las fuerzas de guerra en red (cibernéticas) y las fuerzas de guerra electrónica son fundamentales para librar la guerra de información, el pensamiento militar occidental se centra únicamente en el desempeño cibernético, obviando la multidimensional espacial y electrónica (Cheng, 2017: 27).

En este sentido, según el punto de vista chino, el enfoque estadounidense descuida la utilización de varios medios en la lucha por neutralizar los sistemas tecnológicos del adversario, como por ejemplo el empleo de agentes humanos y armas convencionales para atacar físicamente los sistemas que sustentan el ciberespacio (servidores, red eléctrica, redes de internet, etc.), el despliegue de técnicas de propaganda y guerra psicológica para degradar la eficacia percibida de los sistemas tecnológicos del enemigo, o la utilización de sistemas no electromagnéticos para contrarrestar equipos electrónicos (Ye, 2013: 21-22). 

Según el pensamiento militar chino, la guerra en red se interconecta intrínsecamente con los sistemas de guerra electrónica y por ende es preciso contemplar el concepto de “guerra electrónica de red integrada (“integrated network–electronic warfare”; INEW)”, que consiste en la utilización de “ataques de información” contra los sistemas de información en red del enemigo, a través de la fusión de la guerra electrónica y la guerra en red” (PRC, 2011: 262-263).

INEW es el esfuerzo por incorporar los aspectos físicos de los objetivos al mundo virtual de la guerra de información, expandiendo el concepto de la guerra de la información más allá del mundo predominantemente virtual de datos al mundo físico y tangible de sensores, enrutadores y radios (AMS, 2005:101).

En resumidas cuentas, el concepto de guerra de información (el cual, tal y como hemos visto, incluye según las concepciones chinas al de guerra electrónica y al de guerra en red) está orientado a su despliegue a nivel de campaña, considerando la red como parte del campo de batalla y, por ende, por la aplicación a las infraestructuras de mando y control, logística y apoyo (Ye, 2013: 28).

De esta idea surge el concepto de “guerra electrónica y de redes integradas” (Integrated Network and Electronic Warfare; wangdian yiti zhan), un aspecto central del modo en que los militares chinos entienden las operaciones conjuntas en guerras locales bajo condiciones informatizadas. 

China no solamente ha entendido a la perfección que para ganar guerras futuras necesita asegurar su control sobre el dominio de la información, sino también la necesidad de implementar la tecnología en la consecución de sus objetivos político-militares.

 Además, entiende que, debido a la naturaleza rápida y decisiva de las “guerras locales en condiciones informatizadas”, no resulta conveniente esperar hasta el comienzo formal de las hostilidades para asegurar la identificación de las capacidades y debilidades del enemigo.

En síntesis, para China asegurar su prevalencia sobre el dominio de la información pasa por ganar la “guerra de información” y para ello resulta obligado restringir al enemigo, al mismo tiempo que se apuesta por la defensa de la infraestructura propia, la disuasión juega un papel fundamental en este escenario.

Vinculado con la utilización del ciberespacio como escenario proclive de la zona gris, debemos definir el concepto de disuasión aplicado al quinto dominio, pues el poder militar no ha de ser entendido únicamente como un instrumento de fuerza para conseguir unos objetivos políticos determinados, sino también como elemento amenazante (Garnett, 1975; Buzan, 1987; Gray, 1982, 1999; Heuser, 2010; Baylis, 2001; Freedman, 2008; Vennesson, 2017).

En este sentido, es de destacar que una de las cuestiones más debatidas en torno a las implicaciones estratégicas del ciberespacio como dominio es la posibilidad de utilización de las cibercapacidades en la línea de las teorías clásicas de la disuasión militar (deterrence).

Weishe: la teoría china sobre la disuasión

La disuasión se demostró un pilar fundamental de los estudios estratégicos durante la Guerra Fría, cuando se aceptó la tesis de que el armamento nuclear desarrollado no debía usarse salvo como medio para demostrar las consecuencias que se podrían llegar a alcanzar en caso de que una potencia nuclear fuese atacada –tesis de la destrucción mutua asegurada (MAD).

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