Los popularmente conocidos como drones -y más formalmente denominados UAV o RPAS-, han revolucionado el uso del espacio tridimensional dentro de los diferentes dominios físicos, entendidos estos como componentes diferenciados de las operaciones militares. En clara alusión a la diferencia existente entre un dominio así definido y un ámbito de actuación, usamos el concepto de espacio aéreo de responsabilidad como aquel que explotarán las fuerzas terrestres y navales con sus medios aéreos orgánicos, sistemas que ya hemos tratado en números anteriores. En este trabajo nos centraremos pues en los aerodinos no tripulados que actúan como parte del poder aeroespacial, que no es solo un ámbito de actuación, el aire, sino un componente específico y diferenciado (rama) de la acción conjunta.
Este dominio es complejo a la hora de asignarle una cadena de mando, pues no solo responde explotarlo a las fuerzas aéreas de las principales naciones de referencia sino que también es utilizado por las marinas de guerra que tienen un fuerte componente aéreo, ya sea embarcado o con base en tierra. Sin duda el nuevo concepto de operaciones multidominio vendrá a unificar y/o dar un marco doctrinal más sólido a todas las operaciones que se lleven a cabo en el ‘espacio aéreo’, al menos en lo que respecta a los efectos conjuntos o de ámbito estratégico. Un claro ejemplo de esto son las operaciones contra buques, que si bien son objetivos tácticos, su neutralización tiene consecuencias a escalas muy superiores, caso de portaaviones, grandes anfibios o submarinos balísticos.
Curiosamente, a pesar de ser un dominio de carácter físico, el aire como espacio vacío que es, no constituye un objetivo en sí mismo. Donde el poder aeroespacial hace sentir su presencia no son otros que los dominios terrestre y naval, espacios físicos donde se centran los intereses de las naciones; siendo en su caso el dominio aéreo y espacial un medio que se usa con un propósito concreto, que no es otro que sortear los obstáculos del entorno físico para atacar de forma directa y rápida los citados intereses, como fuerzas de combate/defensa, recursos económicos e industriales, población o centros de decisión; es decir, los recursos que mantienen a una nación en guerra.
En lo que respecta al espacio, su importancia se debe a que es el medio para establecer comunicaciones a larga distancia mediante emisiones electromagnéticas, el uso de emisores y receptores en el espacio (satélites) capaces de hacer llegar esas señales a cualquier parte del globo o utilizarlas para obtener inteligencia; los satélites son eficaces instrumentos para la navegación, la observación y en definitiva, un instrumento C4ISR (Command, Control, Communications, Computers, intelligence, surveillance, Reconnaissance) básico para la ejecución de operaciones militares.
Igualmente en los límites de la atmósfera, donde los principios del vuelo de aeronaves convencionales dejan de tener efecto, es por donde transitan las cabezas de re-entrada de los misiles balísticos camino de sus objetivos, siendo estos artefactos y su cabeza de guerra nuclear el máximo exponente del uso del dominio aeroespacial con fines ofensivos.
Como respuesta, se establecen defensas contra estas armas balísticas basadas en radares y misiles interceptores, estableciendo redes de defensa aérea tan eficaces que han puesto en jaque el uso de la aviación convencional; razón por la que se están impulsando las armas de largo alcance (balísticas o de crucero), los sistemas no tripulados y los medios de mando y control automatizados.
La evolución del Poder Aeroespacial
El uso bélico del aire empieza antes del primer vuelo a motor protagonizado por los hermanos Wright (1903), ya que data de tiempos de Napoleón el uso militar de los globos aerostáticos, principalmente como medio de observación y para corrección del fuego de artillería, curiosamente el uso primigenio que tendrán 200 años después los primeros drones.
Pronto el avión a motor se sumará a los arsenales militares, teniendo ya especial relevancia durante la primera guerra mundial, apenas diez años después de su primer vuelo; y donde empiezan a establecerse las misiones básicas del que será el poder aéreo. Podemos decir que ya entonces se establecía una dualidad notable entre el uso táctico en apoyo de los ejércitos en tierra y las operaciones independientes de ámbito estratégico, especialmente con el uso del dirigible, el primer sistema de bombardeo de largo alcance de la historia.
Será durante la Segunda Guerra Mundial cuando la evolución de la aviación provocará grandes cambios en la forma de hacer la guerra, tanto por su impacto en las operaciones terrestres y navales [1], como por su creciente poder estratégico, opción ésta impulsada por las ideas del general italiano Giulio Douhet sobre el bombardeo profundo; si bien aún se basaban en el apoyo indirecto a la campaña terrestre, atacando la logística de teatro que habría de inmovilizar a los ejércitos en el frente (lo que hoy se denominarían objetivos de ámbito operacional), sembraron las bases para el desempeño del poder aéreo como un arma separada. Así sería utilizada tanto por la RAF británica como por la USAAF de EEUU, y de su éxito para acabar con la capacidad de resistencia bélica de las potencias del eje (Alemania y Japón) nacerá la USAF como fuerza independiente [2].
La Segunda Guerra Mundial también fue la precursora, gracias a los avances alemanes con las bombas V1 y V2, de dos conceptos que tendrán gran trascendencia años después, el misil balístico y el misil de crucero, siendo el primero un arma terrorífica al ser rápidamente armada con cabezas nucleares, que también tienen su puesta de largo en este conflicto [3].
No serán los únicos misiles que cambien la historia de la guerra, pues la aparición de las primeras armas superficie-aire propulsadas o SAM (Surface-Air Missile), pronto desafiaron el libre uso del aire por parte de la aviación de combate, llegando a transformar los métodos de ataque tanto de los cazabombarderos tácticos como de los grandes bombarderos estratégicos.
Así la era de los aviones a reacción destaca por sus grandes prestaciones, incluida altitud y velocidad, pero pronto se mostrarán insuficientes para garantizar su seguridad, lo que obliga a los aviones de reconocimiento y ataque a penetrar en vuelo rasante el espacio aéreo enemigo; incluso cerca del frente, donde los aviones tácticos, privados de visibilidad, tienen dificultades para localizar sus objetivos y alcanzarlos con precisión.
La necesidad táctica de batir objetivos en movimiento, tanto terrestres como navales, dará un impulso notable a las armas guiadas (por láser, radar o TV) volviendo a cambiar una vez más las reglas del juego del poder aéreo. Un arma precisa permite al avión portador atacar su objetivo a distancia de seguridad (o stand-off) y al mismo tiempo invita a incrementar su alcance, siendo el primer método para lograrlo aumentar la cota de lanzamiento (para un posterior planeo de la munición), o lo que es lo mismo, volver a disputar el control de los cielos a los misiles mediante técnicas SEAD o de supresión de las defensas antiaéreas y guerra electrónica o EW (Electronic Warfare). Es decir, debía obtenerse el dominio del aire, un concepto ligado a la máxima de la guerra de utilización en beneficio propio y denegación al enemigo de todo entorno físico, y para el que ya no bastaba vencer a los cazas enemigos en combate aéreo (concepto primigenio de superioridad aérea).
Estos medios de guiado de precisión alumbran pronto algo más que un arma de ataque a distancia de seguridad, pues junto a la introducción de propulsores químicos darán lugar al misil como arma autónoma de vuelo libre (no solo planeo), pre programable e incluso capaz de realizar la búsqueda del blanco y la corrección de su trayectoria de forma totalmente automática. Surgen así diferentes misiles que, lanzados desde tierra, buques o aviones, tienen capacidad de atacar por sí solos objetivos de alto valor a mayores distancias con gran precisión; la amenaza causa tal impacto en las operaciones navales que cambia la fisonomía de los buques para siempre, ya alejados del cañón y el blindaje como factor diferencial y especializados en portar misiles. Una de las naves más especializada de todas será el submarino balístico, cuya razón de ser es lanzar misiles con cabezas nucleares y que junto al misil en silo terrestre y el bombardero tripulado (armado con bombas o con misiles), formarán la tríada nuclear de las principales potencias.
La amenaza representada por estas armas ha obligado como decimos a desarrollar sistemas antimisil, en este caso con función ABM (Anti Ballistic Missile), convirtiendo el dominio aeroespacial en una lucha entre sistemas autónomos donde el control humano se limita a la toma de decisión, un elemento del que hablaremos más adelante.
Estos misiles se nutren de un proceso de inteligencia, targeting (planeamiento y asignación de blancos) y navegación basado en el poder espacial otorgado por los satélites. No obstante, las limitaciones asociadas a los tiempos de paso por las zonas de interés (según su órbita) y la sensibilidad a la meteorología, aún mantienen la necesidad de aviones de reconocimiento de ámbito táctico, operacional y estratégico con los que alimentar el ahora llamado dominio cognitivo (o del conocimiento). Igualmente para proteger a las aeronaves y realizar las funciones SEAD es necesaria la inteligencia electromagnética, lo que propicia el uso de aeronaves plagadas de sensores y operadores en sus consolas destinados a establecer un mapa electromagnético de los sistemas enemigos, interceptar y analizar sus emisiones y programar los sistemas de contramedidas defensivas.
Los drones y la inteligencia aérea
Es en este momento cuando surge el UAV (Unmanned Aerial Vehicle) como una alternativa al avión tripulado, y lo hace en virtud de una ventaja significativa: su uso en espacio aéreo disputado evita el riesgo de pérdidas humanas.
En efecto, la única virtud conocida de los UAV empleados en las dos últimas décadas ha sido su capacidad para ahorrar personal, no solo por preservar la vida de sus tripulantes, también en virtud de su especialización y la dificultad de su reposición, convirtiéndolos en un recurso militar especialmente valioso.
Si a todo ello sumamos que los modernos aviones siempre tienen limitaciones de peso admisible (carga bélica) y el ahorro que supone suprimir piloto, soporte vital y sistema de evacuación (asiento lanzable) del aparato, dan al UAV una ventaja significativa en cuanto a rendimiento puro. Igualmente, si lo comparamos con los misiles guiados, el principal valor del UAV radica en mantener el contacto directo y bidireccional con su operador y/o controlador de forma permanente, un concepto asociado a la capacidad de obtener información en tiempo real; esto es especialmente necesario en las misiones de reconocimiento y vigilancia, ofreciendo la ventaja respecto al satélite que pueden sobrevolar el espacio aéreo interés de nuestro reconocimiento repetidamente y durante el tiempo que sea necesario para auxiliar a la toma de decisión.
De estos requisitos surge el diseño básico de los UAV de primera generación, medios de vuelo relativamente lento con propulsores de bajo consumo y alas de geometría muy específica, con una gran envergadura y por tanto mayor sustentación (a costa de una agilidad y resistencia estructural realmente bajas) para realizar patrullas de larga duración, llegando a superar las 24 horas en vuelo.
El problema es obviamente su vulnerabilidad, aquella que en su momento dejó inútil al avión U2 [4] y ha logrado amenazar a plataformas de mando y control tripuladas como los E3, EC135 o P8, incapaces de operar dentro de redes de denegación de área cada vez más sofisticadas. Se añade a ello la necesidad que tienen estos aviones de gran persistencia en vuelo y tripulaciones de refresco para combatir la fatiga, lo que supone un riesgo mucho mayor de pérdida de vidas en caso de derribo que con un bombardero o un caza de combate. El UAV por contra, no solo carece de tripulantes a bordo; tampoco necesita suspender la misión y retornar a la base para relevar a los operadores (que son los que ejecutan la misión) lo que maximiza el rendimiento de los vuelos de larga duración.
No obstante, que su desarrollo coincidiera con las dos décadas de lucha contra el terrorismo en las que EEUU se vio implicada a raíz de los ataques del 11 de septiembre de 2001, hizo que su vulnerabilidad se obviara, ya que los grupos islamistas, como cualquier otra guerrilla desestructurada y mal equipada, carecían de la capacidad para disputar el espacio aéreo.
No es la situación que se vive actualmente, tanto por el resurgir de Rusia como potencia regional en el este de Europa, como por la disputa por la supremacía en el Pacífico entre la nueva potencia emergente, China, y los EEUU. Esto ha impulsado una nueva generación de UAV más ágiles y sobre todo, menos vulnerables gracias a las tecnologías furtivas, un avance tecnológico liderado obviamente por EEUU que le ha permitido obtener clara ventaja sobre las defensas antiaéreas basadas en misiles y las fuerzas aéreas ‘legacy’ en el combate aéreo.
Por esta razón los UAV de inteligencia o ISR más punteros han mutado en plataformas furtivas de alta discreción, entre otras cosas porque actuarán en solitario, sin escolta o elementos de apoyo que los proteja. De lo delicado de sus misiones da cuenta lo poco que se sabe de ellos, incluso de las organizaciones que los operan, que exentas de combatir, se dedican exclusivamente al dominio cognitivo, como la NSA o la CIA norteamericanas.
Así existen referencias a un aparato de Northrop Grumman, denominado RQ-180, con las funciones que en el pasado realizaba el extraordinario SR-71 Blackbird, que no es otra que penetrar en un espacio aéreo protegido para obtener información mediante sensores. De hecho Lockheed martin llegó a proponer un modelo de alta velocidad (se pretendía alcanzar régimen hipersónico) conocido como SR-72, en clara alusión a la estirpe de su antigua aeronave.
Sin embargo fue otra plataforma de ala delta, similar aunque menor al de Northrop y denominado RQ-170 Sentinel, el que entró en producción, sirviendo con la USAF desde 2005; de hecho estuvo implicado en la operación sobre Pakistán que acabó con la vida de Osama Bin laden en 2011. No ha sido su única acción controvertida, pues ese mismo año las autoridades de Irán afirmaron haber derribado y capturado uno de estos aparatos. Si esto es así (información sin contrastar) no son de extrañar las pérdidas confirmadas por otros aparatos menos sofisticados, como el RQ-4A Global hawk derribado frente a la costa de Irán, los RQ-9 Reaper perdidos a manos de milicias hutíes en Yemen, mucho peor equipadas, por no hablar de las sufridas sobre Libia.
No obstante, los UAV tradicionales, relevados por los modelos furtivos en las funciones más arriesgadas, viven una segunda juventud como plataformas de patrulla marítima y ataque ASW, ya que en los grandes espacios marítimos la amenaza a su seguridad se reduce drásticamente, especialmente por parte de los submarinos, a los que por otra parte puede llevar horas localizar y triangular mediante sensores remotos (sonoboyas). Igualmente mantienen la virtud de operar por mucho tiempo en funciones de captación de señales en tiempo de paz y desde espacio aéreo internacional, pero su momento para emplearse como medios de ataque ha pasado; una cuestión que las fuerzas aéreas europeas implicadas en el EuroMALE (muy similar al Global Hawk) tendrán que tener en cuenta para aprovechar un modelo sobre el que ha habido no poca controversia respecto a los requisitos y retrasos para ser armado, lo que le convierte en un UCAV o Unmanned Combat Aerial Vehicle de concepción realmente desfasada.
Estudios previos y evolución de los UCAV
El primer proyecto serio para desarrollar un UCAV de altas prestaciones data del inicio del siglo XXI y fue impulsado por la DARPA, en colaboración con Fuerza aérea y Marina norteamericanas; denominado Joint Unmanned Combat Air Systems o J-UCAS, dió lugar a demostradores por parte de dos fabricantes: Boeing (X-45A) y Northrop Grumman (X47A Pegasus). El programa no cristalizó en un desarrollo de producción u operativo, y fue reemplazado por el Low Cost Attritable Strike Demonstrator (LCASD), que pretendía reducir los costes asociados a unos UCAV que se postulaban ya como auténticos aviones de combate no tripulados. De este nuevo programa surgió un demostrador de la empresa Kratos denominado XQ-58 Valkyrie y otro de Boeing, el Phantom Ray, ya con la típica planta triangular o ‘delta’ de la que carecía su predecesor X45.
Más recientemente General atomics ha realizado otro demostrador, denominado XQ-67A, que ha recibido el apoyo del AFRL (Air Force Research Laboratory) de la USAF, y que por primera vez incluirá pruebas de armamento, ofreciendolo la empresa como posible candidato al revisado programa de adquisición de UCAV del departamento, denominado ahora CCA.
En lo que respecta a la US NAVY, también desarrolló su propio UCAV embarcado furtivo dentro de un nuevo programa separado y que denominó UCAS-D (Unmanned Combat Air System Demonstration), dando lugar al X-47B, fruto de una alianza entre Lockheed Martin y Northrop-grumman a partir del demostrador previo de esta última, el menor X-47A.
Con una disposición muy similar, la británica Bae Systems desarrolló el Taranis, mientras que la francesa Dassault en colaboración de otras empresas europeas hizo lo propio con el Neuron, un proyecto de UCAV muy interesante que realizó numerosos vuelos pero nunca pasó a producción; al igual que el Barracuda, liderado por Fokker en alemania y dotado con una planta más convencional (similar al Valkyrie).
Todos estos desarrollos llevan más de una década aportando información sobre el uso de los drones, sus capacidades aerodinámicas y sus posibilidades en cuanto a alcance, carga de pago y supervivencia. Resulta llamativo que ninguno llegara a madurar lo suficiente o se haya tenido en consideración para entrar en servicio activo. Podemos decir que en parte se ha debido al entorno geoestratégico vivido en las dos últimas décadas, la necesidad de amortizar los UAV de primera generación, válidos en aquel entorno para las misiones que se les demandaba, y a los problemas derivados de financiar nuevas armas avanzadas en tales circunstancias.
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