Deutsche Marine 2024 (I)

Saliendo del letargo

U-Boot U36 (S186) de la Deutsche Marine durante un ejercicio en aguas del Ártico
U-Boot U36 (S186) de la Deutsche Marine durante un ejercicio en aguas del Ártico. Fuente: Bundeswehr.

Alemania es un caso particular en todo lo que concierne a sus Fuerzas Armadas, al menos desde el final de la Guerra Fría. También, por extensión, a su Marina de guerra, la Deutsche Marine. Si bien es indiscutible que los teutones conforman una potencia de primer orden en los campos económico y tecnológico, con compañías que se cuentan entre las más avanzadas y poderosas del planeta, incluidas las del sector de la defensa y la construcción naval, no han sabido capitalizar estos activos en forma de una fuerza naval igualmente potente. No obstante, en los últimos años han implementado una serie de planes destinados a poner remedio a esta situación, aunque dependerá de distintos factores que lleguen a buen puerto, como veremos a lo largo de este artículo.

Índice

  • La marina alemana tras la Segunda Guerra Mundial
  • La reconstrucción naval y la integración en la OTAN
  • El final de la Guerra Fría y la reunificación alemana
  • La Deutsche Marine en la actualidad

    • Fuerzas submarinas

La actual marina de guerra de Alemania (Deutsche Marine), es la heredera de aquellas que durante parte de los siglos XIX y XX trataron de poner en jaque a la Royal Navy británica, cuando esta aún era la principal potencia naval a nivel mundial. Los planes navales, la concepción estratégica y su enfoque tecnológicos se orientaron durante décadas a dicha competición, hecho que se resume, como es de dominio público, en las actuaciones de sus fuerzas navales en dos contiendas mundiales. Tras ambas derrotas, la Marina Alemana sería lentamente reconstruida y orientada hacia una misión litoral, de protección y de guerra de minas, hasta que la política internacional volviera a requerir que el país se centrase en una misión más cercana a la guerra naval tradicional.

En relación con esto, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial se permitió a los germanos poseer una pequeña fuerza naval orientada básicamente a la retirada de minas navales del Báltico, así de los numerosos pecios distribuidos en las aguas de este mar, al objeto de volver a poner operativos los puertos del país y las líneas de suministros de Alemania y de parte del continente europeo. La evolución política durante los siguientes años, sin embargo, obligaría a cambiar este enfoque. Así, la necesidad de disuadir a la Unión Soviética y el papel de Alemania Federal en el seno de la OTAN obligaron a trazar nuevos planes y a desarrollar capacidades militares reales, susceptibles de hacer frente a la Armada Roja en este escenario.

Como parte de los nuevos requerimientos estaría la necesidad de una fuerza naval operativa y con capacidades tradicionales en relación con la guerra naval. De esta forma, se volvió a recurrir al personal disponible, que en términos generales no eran otros que los técnicos, oficiales y burócratas que habían servido en la Kriegsmarine bajo el III Reich nazi. Como es lógico, estos individuos bebían de la concepción bélica que se había desarrollado durante la contienda, aunque ahora enfocado hacia un viejo enemigo con capacidades mejoradas. Con todo, tanto el escenario como las tácticas a aplicar eran viejas conocidas de estos mandos; un factor muy apreciado por los Aliados a la hora de permitir la creación de una renovada Bundesmarine, nombre que adoptaría hasta 1991 cuando, tras la reunificación alemana, pasaría a ser la actual Deutsche Marine.

Submarinos Tipo XXI de la Kriegsmarine. En su momento, los más avanzados del mundo y, a partir de ahí, base para muchos otros diseños tanto occidentales como soviéticos
Submarinos Tipo XXI de la Kriegsmarine. En su momento, los más avanzados del mundo y, a partir de ahí, base para muchos otros diseños tanto occidentales como soviéticos. Fuente – @SgmNaval.

Es importante y significativo tener en cuenta que, aunque la Bundesmarine pudo evolucionar hasta la actual Deutsche Marine, en las décadas posteriores a 1945 el esfuerzo principal de rearme alemán se centraría en sus capacidades terrestres y aéreas, ya que se esperaba que, ante un conflicto, el territorio de este país sería el principal escenario del choque directo entre las fuerzas de la OTAN y del Pacto de Varsovia. Sus principales ciudades y centros industriales estaban en la línea de avance directo de las abrumadoramente superiores -en términos numéricos- fuerzas comunistas. Dicho lo cual, la necesidad por parte de la OTAN de mantener abierto el Atlántico frente a la previsible entrada de la Marina soviética en él -para lo que, entre otras cosas, había que bloquear el Báltico reteniendo el control de los estrechos-, sería el principal aliciente para permitir que Alemania desviase parte de sus esfuerzos, orientándose al dominio marítimo, si bien las prioridades militares se encontraban en tierra para proteger a sus ciudadanos y ciudades de la amenaza soviética.

No nos debe pues sorprender, por tanto, que las principales vertientes de rearme naval alemán se basaran en aquellos aspectos en los que los astilleros y técnicos alemanes habían destacado durante la guerra: el diseño y construcción de lanchas rápidas y submarinos convencionales. Buques de mayor porte, o buques de superficie capitales, eran cuestiones políticas que en esos años de postguerra ninguna de las naciones Aliadas quería ver aún en manos de Bonn. Amén de que Moscú, como miembro de la entente que gestionaba los territorios divididos de Alemania tras la guerra, aún poseía entonces una notable capacidad de presión sobre Occidente en ese sentido.

Hay que aclarar, llegados a este punto, que no se pretende en ningún momento menospreciar las capacidades industriales alemanas. El alto grado de calidad de los productos industriales germanos, así como la capacidad de trabajo de sus operarios y técnicos es de todos conocido. La industria naval alemana era -y es- capaz de crear productos de alta tecnología y gran calidad, sin lugar a dudas. Pero en este caso estaban sujetos a limitaciones políticas y no tecnológicas. Además, la necesidad de reconstruir, en una complicada situación económica, sus fuerzas terrestres y aéreas limitaba los recursos que podían destinar a su marina de guerra, con lo que la elección más racional fue finalmente la escogida. Una opción que pasaba por centrarse en el tipo de unidades que sus astilleros dominaban y que sus tripulaciones podían operar de forma efectiva, basándose para ello en la doctrina y tácticas que mejor controlaban.

En este sentido, los submarinos convencionales serían su primera elección. La herencia del Gran Almirante Döenitz, así como de toda la experiencia de sus empresas navales, se volcaría ahora en un programa estatal de construcción de submarinos convencionales, pensados punto por punto para equipar a su Armada de cara a una confrontación los submarinistas soviéticos, quienes también bebían de la experiencia germana, no en vano habían accedido a su personal, instalaciones y diseños. Algo harían bien los alemanes, en cualquier caso, pues medio siglo después el país seguía siendo el mayor exportador de submarinos convencionales del mundo, siendo sus diseños el estándar a batir por cualquier otra nación con ganas de aventurarse en este campo. Es más, aunque en los últimos años potencias como Francia o China han comenzado a hacerle cierta sombra, al igual que Rusia, lo cierto es que la de los Tipo 209/212/214 sigue siendo la estela a seguir.

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