El uso de vehículos blindados y carros de combate en España se remonta a principios del siglo XX. Es una historia rica y curiosa, en la que se mezclan los diseños nacionales con los recibidos del extranjero, desde la Unión Soviética a los Estados Unidos, pasando por Alemania e Italia, entre otros. A lo largo de esta serie de artículos haremos un extenso repaso a un tema que es historia viva, tratando desde los primeros prototipos, hasta los programas todavía en curso.
Desde principios del siglo XIX, en España, como en otros muchos países (Alemania, EEUU, Francia, Italia, Reino Unido, Rusia, etc), se estudiaron numerosos ingenios con cierto blindaje que, según sus autores, podían servir para combatir a cubierto de los fuegos enemigos. Obviamente, todos ellos tenían el mismo problema que los diseñados por Leonardo da Vinci en el siglo XV, es decir, el sistema de propulsión, basado forzosamente en la fuerza humana, en animales como caballos o mulas y, finalmente, en los voluminosos y poco eficientes motores de vapor (en EEUU se probaron blindados muy interesantes) pero que, a la postre, no fueron aceptados por ningún Ejército.
En 1909, en vista de los acontecimientos de la guerra del Rif, la Comisión de Experiencias de Artillería, presentó un informe titulado “Modelos de Automóviles blindados propios para la Campaña de Melilla”, que aconsejaba la adquisición de un blindado ligero de reconocimiento armado con una ametralladora y otro pesado para el transporte de un pelotón de Infantería. Finalmente el Rey Alfonso XIII firmó la compra de un camión blindado Schneider o Scheneider-Brillié modelo 1909[1], que llegó a Irún el 20 de junio de 1910, pasando a integrarse en la Escuela de Automovilismo de Artillería que era la única unidad del Ejército, junto a la Escuela de Mecánicos Automovilistas de Ingenieros[2], que tenía cierta experiencia con vehículos automóviles.
Tras efectuar los necesarios cursos de conductores y realizar con éxito varias marchas hasta Segovia, el 17 de enero de 1911 llegó a Melilla y, tan solo tres días después, realizó su primer transporte hasta Nador, ampliado posteriormente hasta Zeluan, sin llegar a entrar en combate. Posteriormente, llevó a cabo diversas operaciones de escolta de convoyes y aprovisionamiento de posiciones avanzadas, principalmente. Según algunas fuentes, fue denominado ARTILLERÍA Nº 17, mientras que otras mantienen que recibió el Nº 15[3].
En líneas generales, el camión blindado Schneider fue construido a partir del chasis que usaban los autobuses de Paris, sobre el que fue instalada una estructura de planchas blindadas de 5 ó 6 mm con diferentes ventanas con tapas abatibles, que permitían hacer fuego con fusiles desde el interior. Estaba dividido en tres compartimentos (el de conducción delante y el de combate a dos alturas) y, una vez en España, le fueron instaladas dos ametralladoras Vickers o Maxim (según las fuentes) de 7 mm, situadas en la parte superior para que cubrieran los 360º. Su tripulación estaba formada por 6 operadores (Jefe, conductor, dos tiradores de ametralladora y sus respectivos sirvientes) y podía transportar hasta un pelotón de 10 infantes, aunque probablemente nunca llevarían tanto personal dadas las necesidades de incluir suministros.
Los buenos resultados del Schneider aconsejaron la compra de un segundo ejemplar, que llegó a España el 20 de septiembre de 1912. Recibió la denominación de ARTILLERÍA Nº 19 y, básicamente, era como el primero, excepto en que el compartimento del motor sobresalía por la parte delantera. También fue enviado a Melilla, donde llevó a cabo los mismos cometidos que el anterior. Finalmente, tras ser usado en Tetuán como fortín improvisado, en 1915 fue trasladado a la Escuela Central de Tiro de Carabanchel. Por su parte, el nº 17 terminó sus días en Ceuta con una nueva carrocería de camión para usos generales.
Camiones Protegidos
En 1911, fue creado en Melilla el Servicio de Automóviles dependiente del Centro Electrotécnico y Comunicaciones de Ingenieros que, diez años más tarde, contaba con 21 camiones y unos 110 el año siguiente, encargados de numerosas tareas (transporte de todo tipo de suministros y municiones, traslado de enfermos y heridos, etc), para las que se organizaban en columnas que, obviamente, necesitaban protección. Por ello, a partir de 1921, los centros de Ingenieros diseñaron diversos camiones blindados, utilizando chasis de camiones existentes sobre los que montaban estructuras de blindaje de 7 mm, que fueron denominados con el nombre genérico de Camiones Protegidos, seguido de un número de serie. Aunque disponemos de poca información, sabemos que llegaron a construirse un total de 31: 5 sobre chasis Nash-Quad (motor de 40 cv), 2 Benz ET3 (40/50 cv), un Federal B3 (40 cv), y 23 Latil en dos series (35 cv)[4]. Generalmente, montaban una torre con ametralladora y, al menos en uno de ellos, intentaron montarle un lanzallamas.
Por su parte, sobre los vehículos construidos en los centros de Artillería tenemos muy pocas noticias, aunque sabemos que la Comandancia de Artillería de Melilla recibió 3 blindados sobre chasis de vehículos ligeros Landa con planchas de 5 mm, aumentados posteriormente a 4, que demostraron ser poco fiables, por lo que acabaron transformándose en furgonetas en 1922.
A pesar de que los Camiones Protegidos fueron unos medios de circunstancias, lo cierto es que, entre 1921 y 1924, llevaron a cabo numerosos hechos de armas, algunos de gran heroicidad, lo que le valió al Grupo de Automóviles y Radiotelegrafistas de Melilla la Medalla Militar Colectiva, al tiempo que los Sargentos de Ingenieros D. Francisco Rancaño y D. José García Marcos, fueron condecorados con la Medalla Militar Individual y la Cruz Laureada de San Fernando, respectivamente. Además, el primero de ellos, también fue ascendido a Suboficial (actual Subteniente) por méritos de guerra.
Los primeros carros
Terminada la Primera Guerra Mundial, comprendiendo la necesidad de adquirir los novedosos carros sobre orugas, se ordenó estudiar la posible compra de vehículos en EEUU, Francia y el Reino Unido. Sin embargo, solamente Francia aceptó la venta de sus carros Renault FT-17[5], tanto en su versión cañón, como ametralladora. Inmediatamente se adquirió un ejemplar con torre poligonal[6] y ametralladora, que se recibió en junio de 1919, siendo entregado para realizar pruebas a la Escuela Central de Tiro de Carabanchel. Poco después, participó en una exhibición ante S.M. Alfonso XIII, a la que también asistieron diversas autoridades y personal de la prensa.
A mediados de agosto, se solicitaron a Francia otros 8 carros con ametralladora y dos con cañón, aunque el gobierno francés impidió la venta. Sin embargo, dos años más tarde, tras el desastre de Annual, en junio de 1921, se volvió a solicitar a Francia la compra de 10 vehículos con ametralladoras y uno de mando o transmisiones TSH (Telefonía Sin Hilo), que en esta ocasión recibió el beneplácito del gobierno galo. Como consecuencia, a finales de diciembre de ese mismo año, fue creada la Compañía de Carros de Asalto de Infantería, que se envió a Melilla en marzo de 1922, tras un breve período de instrucción en la Escuela Central de Tiro. La unidad recibió su bautismo de fuego el 13 de marzo en la zona de Drius. El día siguiente tomó parte en el ataque a las posiciones de Ambar y Tuguntz, en las que, por diversas razones (falta de instrucción de los tripulantes, utilización en un terreno inadecuado, limitaciones técnicas de los vehículos, etc), los carros quedaron a merced de las tropas moras que incendiaron dos de ellos y mataron a varias tripulaciones[7]. A consecuencia de esos hechos, fueron relegados a misiones secundarias, aunque finalmente se ganaron la confianza de los mandos, siendo utilizados a lo largo de la guerra en numerosas acciones, como:
- Protecciones de la retirada, en Chemorra (6 y14 de abril de 1923), Azib el Midar y Tafersit (29 de abril del 23), Buhafora (31 de abril del 23), otra vez en Azib el Midar junto a 3 carros Schneider (7 de agosto del 23), etc.
- Protecciones de puntos críticos y puestos de observación, en Dar Qebdani (8 de abril del 22), Mink-Libre, protegido por un solo carro, etc.
- Ataques nocturnos, en Cheif (12 y 14 de agosto del 22), Drius (23 y 26 de abril del 22), etc.
- Protección de flancos de columnas, en Tamassin (29 de abril del 22), Tauder y Msila (18 y 19 de agosto del 25), Tizzi-Azza (12 de enero del 25), etc.
- Operaciones de castigo y patrulla, en Peñasco Grueso (17 de agosto del 22), la aldea de Kakra (29 de agosto del 22),
- Acciones en cooperación con Caballería, en Azib el Midar e Issen-Lassen (2 de septiembre del 22), Azib el Midar y Tafersit (29 de noviembre del 23), Rincón de Medik con algunos camiones protegidos (1 de enero del 25), etc.
- Acciones en colaboración con Infantería como la ocupación del Yebel-Semer (25 de agosto del 25).
- Numerosas operciones de recuperación de carros averiados, bajo fuego enemigo, como la realizada en Azjene (10 de agosto del 25).
- Otras operaciones especiales como la realización de labores de estafeta e, incluso, el remolque de un avión en Río Martín.
Para participar en el desembarco de Alhucemas[8], en 1925 se adquirieron otros seis carros, con lo que la compañía de carros de Infantería totalizó para la operación un total de 11 ejemplares. Fueron transportados en barcazas reforzadas, que se quedaron encalladas a unos 50 metros de la playa, de manera que los vehículos no pudieron desembarcar hasta el día siguiente.
En líneas generales, a pesar de sus indudables limitaciones[9], los Renault FT-17 fueron utilizados ampliamente en la campaña de Marruecos, protagonizando actuaciones muy valerosas, entre las que destacaremos la realizada por el Sargento D. Mariano García Esteban, que le sirvió para la concesión de la Cruz Laureada de San Fernando. En 1926, la compañía fue disuelta para crear un Grupo de Carros de Asalto en la Escuela Central de Tiro de Carabanchel. Los carros supervivientes al inicio de la Guerra Civil[10] (los Regimientos de Carros nº 1 y nº 2, de Madrid y Zaragoza, respectivamente, tenían cinco carros cada uno), con toda seguridad fueron destruidos durante las operaciones, ya que los ejemplares que todavía existen hoy en día, son de los recibidos como ayuda al Ejército Republicano por parte de Francia (unos 36) y de Polonia, muchos armados con cañón Puteax de 37 mm.
Tras el desastre de Annual, también se tomó la decisión de adquirir una batería de seis Carros de Asalto de Artillería Schneider CA-1 Modelo 1916[11], con sus correspondientes tractores Latil. El Schneider CA-1 fue el primer carro realmente operativo del mundo, si bien no fue el primero en entrar en combate. Realmente, se trataba de una especie de pieza de artillería ATP, diseñada para realizar funciones de apoyos de fuego. De ahí que montara, aparte de dos ametralladoras Hotchkiss de 8 mm (una en cada lateral), un obús corto de 75 mm en la parte delantera del costado derecho.
La batería Schneider se integró en la Comandancia de Melilla una semana antes que la compañía Renault, el 6 de marzo de 1922 y, tan solo 8 días más tarde, protagonizó la primera operación de guerra de los carros españoles, en la que se averiaron tres vehículos, continuando los restantes en apoyo de la infantería, hasta tomar las posiciones enemigas de Sbuch Sba. A partir de ese momento desempeñaron similares funciones que la compañía de carros de Infantería, con la ventaja de su mayor potencia de fuego. Realizó acciones muy brillantes, haciéndose acreedora a la Medalla Militar Colectiva que le fue concedida por R.O. de 30 de abril de 1925 (D.O: n.º 96) “por su distinguida actuación en en Melilla y muy especialmente en la zona de Tafersit desde el 28 de mayo al 7 de junio de 1923 (R← de 21 de septiembre de 1923, D.O. n.º 211). La plantilla en pie de guerra de la batería incluía el siguiente material automóvil: 6 Carros de Asalto Schneider (1 de mando y 1 de respeto); 6 tractores Latil; 4 autos taller; un auto aljibe; un tractor Pavesi de recuperación; y dos motocicletas. De todas formas, a lo largo de la guerra sufrió numerosas modificaciones, tanto debido a las bajas como a las nuevas incorporaciones. Prueba de ello es que un estadillo de material firmado por su capitán el 20 de junio de 1925, disponía de: 4 Carros de Asalto CA Schneider (2 perdidos en combate); 6 remolques porta-carros; un tractor Holt de 120 cv, que había sustituido al Pavesi[12]; 3 camiones Krupp de 5 toneladas; un automóvil rápido Hopmovile de cinco plazas; 2 motocicletas Harley Davike biplazas; y un auto taller.
En 1929, la batería fue enviada a la península y disuelta, de manera que dos carros, seriamente averiados, se enviaron al Parque de Artillería y los otros cuatro, a la Escuela de Automovilismo Pesado de Artillería. Por último, al comienzo de la Guerra Civil un carro tomó parte en el asalto al Cuartel de la Montaña y otros dos en el Asedio del Alcázar, siendo destruido uno de ellos. Después de la guerra ya no se tienen más noticias por lo que debemos suponer que todos los supervivientes fueron destruidos, si bien se conserva el obús de uno de ellos en el museo de medios acorazados de El Goloso.
Para finalizar, citaremos solamente de pasada que en 1925 se adquirió un único ejemplar de carro italiano Fiat 3.000 (versión del Renault FT-17), que nunca llegó a entrar en servicio. Así mismo, en 1923 se adquirieron 6 Chenillette Saint Chamond Modelo 1921[13], que montaban un sistema de tracción mixto (ruedas / orugas). Tras ser enviados a Melilla, constituyeron la tercera sección de la compañía de carros de Infantería, pero demostraron ser muy poco fiables mecánicamente, por lo que fueron dados de baja con tan solo tres meses de servicio. Este fue un claro ejemplo de adquisición de un vehículo de forma precipitada, sin haber sido probado con anterioridad, sobre todo teniendo en cuenta su complejo tren de rodaje. Pero, suponemos que la urgencia del momento[14], aconsejaron su compra.
La consolidación: Desde 1925 hasta el Programa Bär
A continuación, vamos a tratar sobre los carros y blindados que, desde mi punto de vista, fueron diseñados y fabricados siguiendo unas pautas perfectamente estructuradas y con cierta viabilidad industrial, dejando de lado los vehículos realizados de forma totalmente artesanal y que, durante la guerra civil, dieron lugar a un sinfín de modelos, de aspecto realmente tosco y de eficacia más que dudosa[15], que fueron conocidos con el nombre genérico de Tiznaos. Posteriormente, repasaremos los carros y blindados entregados a los dos bandos, especialmente los soviéticos al republicano y los alemanes e italianos a las tropas franquistas. Para acabar con este apartado, citaremos los vehículos cedidos por Alemania, de acuerdo con el denominado Programa Bär, de los años 40.
Carros Trubia y Landesa
Terminada la guerra del Rif, el capitán Carlos Ruiz de Toledo, que había mandado la batería Schneider en Marruecos, fue destinado a la fábrica de Artillería de Trubia y, en unión de un maestro de la citada fábrica, Rogelio Areces, tuvieron la feliz idea de construir un carro nacional. Tras ser autorizados por su director, a partir del tren de rodaje y otros elementos de un carro Renault FT-17, realizaron un prototipo de mayor tamaño que el Renault y dotado de una torre cilíndrica con dos secciones de giro independiente, armadas con sendas ametralladoras de 7 mm. Utilizaron un motor de camión Hispano-Suiza 40/50 de 50 cv de potencia y planchas de cromo-níquel de 18 mm. El vehículo fue terminado en 1925, siendo presentado en la feria de muestras de Gijón durante ese año. Poco después, fue enviado al Polígono de Experiencias de Carabanchel, donde causó una buena impresión durante las pruebas y, si bien, finalmente terminó desguazado en Trubia, demostró la viabilidad de proyectos futuros[16]. De hecho, se solicitó la construcción de cuatro prototipos modificados[17], uno de los cuales, fue trasladado a Carabanchel en 1928. Aunque los test realizados fueron aceptables, los cuatro prototipos acabaron semi-desguazados en Trubia, hasta que la revuelta de 1934, aconsejó su puesta en servicio. Finalmente, tres de ellos (nº 1, 2 y 3) fueron enviados al Regimiento Milan nº 32 de guarnición en Oviedo y el cuarto permaneció en la fábrica[18]. Todos estos vehículos acabaron desguazados en Oviedo, al final de la guerra.
El denominado Carro Ligero de Combate para Infantería, Modelo Trubia 75 HP, Tiro Rápido, Serie A, tenía las siguientes características: Peso, 8,9 ton; dimensiones, 5,38×2,11×2,39 m; motor, Daimler de 75 cv; Velocidad máxima, 19 km/h; autonomía, 96 km; armamento, hasta 4 ametralladoras Hotchkiss de 7 mm (2 en las secciones de la torre, una en proa, y otra en el lateral); dirección y frenos, de aire comprimido; equipo de visión, un estroboscopio sobre la torre[19] y diversas ventanas y ranuras en todas direcciones. También se estudió usar el aire comprimido de la dirección como equipo NBQ, creando una sobrepresión interna.
El Teniente Coronel Victor Landesa, estando destinado en la fábrica de Trubia, diseñó un tractor de artillería, basado en gran medida en el carro Trubia, pero viendo que la recién instaurada República Española no tenía interés en su proyecto, creó una empresa, junto al ya citado maestro Areces, para la realización de tractores oruga para usos civiles y militares. Tras diversas vicisitudes que no vienen al caso, dos de sus tractores, que habían sido probados en unas maniobras en Valladolid y tenían el motor averiado, se encontraban en Trubia, cuando se produjo la revolución de 1934, siendo utilizados con blindaje y ametralladoras[20], colocados como fortines en plataformas ferroviarias que se utilizaron contra los defensores de Oviedo. Posteriormente, al iniciarse la guerra, un tractor que se encontraba en Trubia fue convertido en carro y usado contra las defensas de Oviedo, cayendo finalmente en manos de los nacionales.
Al comienzo de la guerra civil, el Capitán Ignacio Cuartero, a partir del diseño y planos del Carro de Combate Ligero para Infantería Modelo 1936, de Victor Landesa, basado precisamente en sus tractores[21], dirigió la fabricación, en la Sociedad Española de Construcción Naval de Sestao, del denominado (tras varias propuestas) carro Trubia/Naval. No conocemos a ciencia cierta la cantidad construida, pero la cifra podría situarse entre 30 y 45 vehículos.
Otros carros y blindados españoles
En 1932, para cubrir inicialmente las necesidades de la Guardia de Asalto, fue construido el denominado blindado o carro Bilbao de configuración 4×2, a partir del chasis Ford V8 M30. Debieron terminarse unos 40 vehículos tanto para la Guardia de Asalto como para el Grupo de Autoametralladoras-Cañón de Caballería, como ya veremos.
Poco después de la fabricación del Bilbao, en 1934, la Guardia Civil también quiso dotarse de un blindado y ordenó la fabricación de cuatro ejemplares de un modelo denominado Oteyza[22], aunque finalmente solo se terminó el prototipo, del que no disponemos de datos significativos, a pesar de que tenía una configuración muy aceptable. Como armamento, disponía de una ametralladora montada en torre.
En 1937, cuando las tropas nacionales conquistaron la Naval de Sestao, en la que había sido construido el Trubia/Naval, se tomó la decisión de construir un nuevo carro, partiendo de las características de los 3 modelos más representativos durante la guerra, el Panzer I alemán, el T-26 soviético y el CV-33/35 italiano. Bajo la denominación de Carro de Combate de Infantería Modelo 1937, se construyó un prototipo que montaba un cañón Breda de 20 mm, con suficiente potencia para enfrentarse a los carros rusos T-26 y propulsado por un motor MAN de 100 cv. A pesar de que pensaron fabricar inmediatamente unos 30 ejemplares, finalmente fue abandonado el proyecto al no disponer del blindaje adecuado (ni por calidad de las planchas ni por su espesor)[23]. En consecuencia, fue transformado en tractor de artillería con un nuevo motor de 80 cv y, aunque obtuvo buenos resultados en las pruebas, solo se terminó el prototipo que se conserva en la Academia de Infantería.
En 1938, el capitán Félix Verdeja Bardales, a la sazón jefe de la compañía de Talleres del Batallón de Carros del Ejército Nacional, presentó el proyecto de un carro que sería superior al T-26 en casi todos los aspectos. Recibida la aprobación de sus superiores, comenzó el desarrollo, si bien no recibió los fondos necesarios. En consecuencia, utilizó repuestos y chatarra de los carros en servicio (motor de un automóvil, cañón de 45 mm y equipo óptico de T-26, caja de cambios Aphon de Panzer I, etc), aunque también fabricaron algunos elementos de nuevo cuño como la torre, la barcaza, las orugas, el radiador y el ventilador, por ejemplo. Las cadenas eran uno de sus elementos más característicos, ya que disponían de un canal central por el que circulaban las ruedas de rodaje. Durante las pruebas realizadas[24], demostró unas buenas cualidades, si bien también se pusieron de manifiesto algunos defectos que había que subsanar. En consecuencia, el capitán Verdeja recibió los fondos necesarios para fabricar un prototipo mejorado o Verdeja-1, que fue terminado en el verano de 1940, comenzándose inmediatamente un completo plan de pruebas en Carabanchel. En los test realizados, demostró ser superior al T-26, aunque todavía se vieron necesarias algunas mejoras. Tras realizar las modificaciones pertinentes (blindaje, alargamiento de la barcaza…) en noviembre de ese mismo año se llevó a cabo un nuevo plan de pruebas, poniéndose de manifiesto que había alcanzado un aceptable estado de eficacia. En consecuencia, llegaron a ordenarse 1.000 ejemplares en series de 100, pero la falta de presupuestos impidió su realización.
Posteriormente, Verdeja diseñó un nuevo modelo o Verdeja-2 en el que se cambió la configuración general, colocándole un nuevo motor Ford Lincoln-Zephyr en posición trasera. Por su parte, a partir del prototipo 1 fue realizada una pieza ATP de 75 mm que se conserva en el museo de El Goloso, mientras que el Verdeja-2 se encuentra en la Academia de Infantería. Desgraciadamente, la falta de recursos impidió la fabricación en serie de todos estos vehículos, de manera que el Ejército español tuvo que conformarse hasta la firma de los acuerdos con los EEUU para llegar a disponer de una cierta cantidad de carros y blindados.
Aunque de poca importancia dada la cantidad construida, creo oportuno destacar que, a petición de las Industrias de Guerra de Cataluña, los talleres Benach, rebautizados como Construcción Colectiva Sadurní de Noya, que llevaban bastantes años construyendo tractores oruga para obras públicas principalmente, aunque también había ofrecido sus servicios al Ejército en los años 20, llegó a fabricar varias series de tractores oruga (también algunos semiorugas), parte de ellos blindados e, incluso, un corto número (probablemente tres) con una casamata y una rótula para ametralladora (a menudo denominados Carros Sadurní)[25].
Sin lugar a dudas uno de los mejores blindados construidos en España durante la guerra civil, aunque con asesores soviéticos, fue el blindado 4×2 UNL-35 fabricado por la Unión Naval de Levante, basado en el BA-20 soviético, al que superó con creces. En diferentes instalaciones de la denominada Fábrica nº 22, usaron principalmente chasis Zis-5 y Ford mod. 79 y 817T[26], si bien las carencias propias de la guerra obligaron a utilizar chasis GAZ AA, Chevrolet e, incluso, algunos británicos con la cámara de conducción a la derecha. Entre 1937 y 1939 llegaron a construirse entre 140 y 200 ejemplares en diversas series con algunas diferencias menores, aparte del grupo motriz. Dio tan buen resultado que el Ejército español los siguió utilizando en las unidades de Caballería hasta finales de los años 50. Además, los franceses también los usaron durante la SGM, ya que algunos ejemplares fueron llevados por las tropas republicanas en su huida.
Para finalizar, no podemos olvidarnos del blindado modelo B.C. (Blindado Chevrolet o Blindado Cañón ¿?) que, con una configuración 6×4, fue construido básicamente en Cataluña, sobre todo en la Hispano-Suiza de Barcelona. Al igual que el anterior, fue construido con planos y asesores soviéticos y recuerda mucho al BA-3/BA-6, también usados en la guerra. Con diferentes chasis, aunque la mayor parte fueron Chevrolet, fueron fabricados unos 150 en tres modelos, armados con: Un cañón SA-18 de 37 mm y dos ametralladoras DT de 7,62 mm, una coaxial y otra en proa, a la derecha del conductor (fue el construido en mayor cantidad); como el anterior, pero sin el cañón, probablemente por la falta de repuestos; y un tercero con la torre del BA-6/T-26 (seguramente con torres de vehículos destruidos), que utilizaba un chasis diferente y algo más grande[27]. Bastantes vehículos, especialmente con cañón de 37 m fueron llevados a Francia por las tropas republicanas y usados durante la SGM por los franceses y, más tarde, por los alemanes que los utilizaron en funciones de contraguerrillas, existiendo diversas fotos de vehículos capturados por el Ejército Rojo.
Guerra Civil: Los vehículos de ayuda extranjera.
Tras el advenimiento de la Segunda República, en 1931, el Ejército fue reorganizado según la Reforma de Azaña, que contemplaba la creación de dos Regimientos de Carros, el nº 1 en Madrid y el nº 2 en Zaragoza, además de la primera unidad acorazada de Caballería: El Grupo de Autoametralladoras-Cañón, de guarnición en Aranjuez. Las plantillas de cada Regimientos contemplaban un total de 60 carros armados con cañón o ametralladora y 5 carros de mando pero, a la hora de la verdad, sólo recibieron 5 carros Renault, cada uno de ellos. Por su parte, para dotar al Grupo de Autoametralladoras-Cañón, probaron dos blindados ligeros, un semioruga francés Citroen-Kegresse P-16 Modelo 29, y una tanqueta británica Vickers Carden-Loyd Mark VI, que no fueron aceptados[28], siendo elegido, finalmente, el denominado Carro Blindado Bilbao Modelo 1932, construido a partir de un chasis Dodge 4×4. Aunque lo previsto era que la unidad recibiera 32 ejemplares, lo cierto es que nunca llegó a contar con más de doce. Como dato curioso, al principio de la guerra, parte de los vehículos del Grupo de Caballería intentaron pasarse al bando nacional aprovechando la poca visibilidad nocturna y recibieron fuego de las tropas de los dos bandos, que les causaron cierta cantidad de bajas, aunque finalmente consiguieron su objetivo.
Cuando comenzó la guerra, el material acorazado existente quedó distribuido de la siguiente manera:
- Ejército Republicano: 6 Renault FT-17 ( 5 del Regimiento de Carros nº 1 y 1 de la Escuela Central de Tiro); otros 3 Renault en reparación; 1 Fiat 3.000 (Escuela Central de Tiro); 4 Schneider CA1 (Parque de Artillería de Madrid); 1 Trubia y 2 Landesa (fábrica de Trubia); unos 40 carros Bilbao (la mayoría de la Guardia de Asalto y 12 del Grupo de Autoametralladoras-Cañón de Caballería); y unos pocos Camiones Protegidos.
- Ejército Nacional: 6 Renault FT-17 (5 del Regimiento de Carros nº 2 y 1 en reparación en la fábrica de Armas de Sevilla); restos de otro Renault (Parque de Artillería de Melilla); 2 Schneider CA1 (Escuela de Automovilismo Pesado de Segovia); 3 Trubia (Regimiento Milán de Oviedo); y unos 5 Carros Bilbao (Guardia de Asalto).
Iniciada la campaña, los dos bandos comenzaron a recibir carros y blindados de diferentes países, entre los que destacaremos los siguientes:
- Ejército Republicano: Unos 300 carros T-26B[29], 50 Carros Rápidos BT-5, además de unos 300 autoametralladoras-cañón de los modelos BA-3 y BA-6 (6×4) y 50 ligeros BA-FA-1 (4×4), todos ellos llegados de la URSS. Además, como veremos seguidamente, Francia y Polonia les entregaron algunos Renault FT-17, al principio de la guerra, algunos de ellos dotados de cañones [30].
- Ejército Nacional: 150 carros alemanes Panzer IA/IB (alguno de ellos de mando o Panzerbefehlswagen I) y 149 italianos Fiat Ansaldo CV-33/35 (incluidos 13 lanzallamas), además de 8 autoametralladoras Ansaldo-Lancia IZ e IZM.
Material para las Fuerzas Republicanas (de origen soviético y de otros países)
El 15 de octubre de 1936, llegaron al puerto de Cartagena un total de 50 carros T-26B y otros materiales, a bordo del buque Komsomol, con sus respectivas tripulaciones. Inmediatamente fueron enviados a Archena, donde habían constituido la Escuela de las Fuerzas Blindadas de la República. En un tiempo récord de diez días, mandaron al frente de Madrid la primera compañía que, el día 29 de octubre, fue lanzada a un contraataque contra el flanco derecho de las tropas nacionales, que avanzaban hacia Madrid. Los T-26B llegaron hasta Illescas sin ningún contratiempo y dieron la vuelta, encontrándose entre las localidades de Seseña y Borox, con Fuerzas Nacionales que incluían una unidad de CV-33/35, produciéndose el primer enfrentamiento de carros de la guerra. En el primer momento, fueron destruidos dos carros Fiat, el del jefe de la Sección que les había salido al paso y el de un vehículo lanzallamas que intentó rematar a un T-26B que había sido dañado en el tren de rodaje y se había protegido tras una tapia. Aunque los republicanos perdieron tres T-26B, debemos aclarar que, en ningún caso, fue debido a la acción de los Fiat, ni mucho menos, sino al desacertado empleo de los carros soviéticos que actuaron aislados y sin apoyo de infantería. De hecho, los tres T-26 destruidos lo fueron por una garrafa con gasolina, lanzada por un infante de marina desde un tejado, por un cañón italiano de 65 mm que acompañaba a los Fiat y por una pieza de artillería española de 75 mm, cerca de Esquivias.
Poco después, a finales de noviembre, se produjo otro duro enfrentamiento con las Fuerzas Nacionales, especialmente dos compañías de Panzer I, que fueron literalmente barridas por los cañones de los carros T-26 y autoametralladoras BA-6, así como por los cañones Maklen de 37 mm y gran velocidad de tiro, que demostraron una gran eficacia, así como la clara superioridad de los carros y blindados soviéticos, frente a los negrillos[31] dotados únicamente de ametralladoras.
La batalla de Guadalajara (del 8 al 23 de marzo de 1937) fue un verdadero desastre para el CTV italiano, que tuvo una gran cantidad de bajas (unas 4.000, entre muertos, heridos y prisioneros), y perdió importantes cantidades de material, tanto destruido, como inutilizado o abandonado, por culpa del barro y las averías, así como por la acción de la artillería y la aviación republicana y, sin lugar a dudas, por la falta de pericia de las tropas italianas[32].
En la primavera de 1937, el bando republicano organizó la IIª Brigada de Blindados, con 4 batallones de camiones Blindados y uno de Carros, mientras que la Iª Brigada Blindada, cuando comenzó la batalla de Brunete (julio de 1937), disponía de tres batallones de carros y un batallón de reserva. Según los expertos Francisco Marín y Josep M.ª Mata, las Fuerzas Republicanas contabilizaban entre 129 y 132 carros y 43 blindados de ruedas, perdiendo durante la batalla un total de 47 carros (21 destruidos y 26 inutilizados)[33].
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