Desde el nacimiento de los vehículos blindados, la coraza fabricada de acero o hierro fundido ha sido el principal medio de protección, aunque con el tiempo se hayan añadido nuevos materiales y se haya complicado su fabricación con la adopción de diseños espaciados, tipo sándwich, etc. El objetivo, siempre, ha sido el de lograr una protección igual o superior, a ser posible con un peso menor que ayude con otra de las características básicas del carro -y también muy relacionada con la protección-, como es la movilidad.
Un solo metro cúbico (1x1x1) de hierro fundido equivale a una masa aproximada de 8 toneladas, cifra que no se reduce demasiado con otros materiales o aleaciones, lo que lleva a un punto en el que la adición de más acero homogeneizado o de alta resistencia deja de ser viables.
De esa necesidad de alcanzar una mejor relación peso/protección han surgido varias ideas en su día innovadoras, como el empleo de blindajes a base de aluminio, menos eficaces pero más ligeros y que aún perduran en vehículos tan variados como el M-113 o la gama de VCI BMD rusos.
A partir de los años 70, la disponibilidad y la capacidad industrial para manipular el titanio a gran escala dieron lugar a su inclusión en los blindajes ya que se trataba de un material con buenas propiedades contra municiones de cualquier tipo y además es más ligero que el acero, permitiendo reducir el peso total del vehículo. Eso sí, el titanio es más caro y difícil de transformar, lo que limitaba la cantidad de este que podía ser utilizado en cada carro. Además, en casos concretos como la Unión Soviética, los programas espacial y submarino demandaban cantidades ingentes y tenían preferencia, lo que complicaba las cosas.
Ya en plena IIGM los alemanes se dieron cuenta de la utilidad del blindaje espaciado, en especial en los flancos, lo que dio lugar a la aparición de los faldones laterales. El blindaje espaciado simplemente busca aprovechar la desviación de la trayectoria que se produce en un proyectil tras impactar contra una primera capa de material duro.
Así, los Panzer IV pronto incorporaron dicho blindaje, produciéndose una curiosa coincidencia cuando la munición de carga hueca dotada entonces de delicadas espoletas se demostró ineficaz contra el enrrejado lateral que utilizaban algunos Panzer IV Ausf. J, lo que abrió una nueva línea de investigación.
Fue a partir de los años 70 cuando comenzó a aparecer un nuevo tipo de blindaje desarrollado, según cuenta la leyenda, cuando unos ingenieros estaban inspeccionando el campo de batalla del Sinaí tras la guerra. Allí se dieron cuenta de que cuando disparaban contra un tanque que almacenaba la munición en el exterior, en ocasiones no se producía una penetración, ya que la explosión de la propia munición contrarrestaba al penetrador, un hecho insólito y contraintuitivo que llevó al desarrollo del blindaje reactivo.
Los primeros vehículos que implementaron el blindaje reactivo o Explosive Reactive Armor (Blindaje Reactivo Explosivo) fueron los carros de combate Magach israelíes, basados en los Patton. Posteriormente, durante los enfrentamientos con los sirios en el Valle de la Becá, en Líbano, estos capturaron un Magach que fue inmediatamente enviado a la Unión Soviética para ser sometido a un proceso de ingeniería inversa.
Gracias a aquel Magach, la URSS desarrolló uno de los ERA más populares del mundo, el famoso “ladrillo” Kontakt-1, que hoy ha sido sucedido por modelos más modernos como el Kontakt-5 y que dota a los T-72AV, T-72B, T-80BV o T-64BV, entre otros. La idea era simple: un ladrillo relleno de un material explosivo que “reacciona” al penetrador explotando y arrebatándole una gran parte de su capacidad para perforar lo que hay detrás.
Se hubo de trabajar mucho para lograr un compuesto adecuado: lo suficientemente bueno como para ser eficaz y destruir un proyectil de carga hueca, pero a la vez sin que una simple bala pudiera hacerlo detonar. El desarrollo de un ERA eficaz pero que no se degradara en poco tiempo por la temperatura, la humedad o el simple paso del tiempo fue todo un reto. Además, todo ello tenía que lograrse en un continente suficientemente ligero y con un compuesto químico suficientemente barato y simple como para poder fabricarlo en masa. Es así como apareció el Kontakt-1, con una chapa de unos pocos milímetros que protege al compuesto de los elementos e incluso de la metralla.
Hoy día, los ERA han evolucionado mucho: en primer lugar, se emplean paneles más grandes para destruir proyectiles mayores mientras se buscan diseños capaces de actuar contra proyectiles cinéticos, algo que todavía no se ha logrado a plena satisfacción. Finalmente persiste el problema de que la explosión de las placas ERA puede producir bajas amigas entre las tropas cercanas.
Ahora bien, lo último en compuestos ERA es que sean activos y reactivos a la vez. Reactivos porque conservan la capacidad de reaccionar ante un penetrador por su mera composición química y activos porque pueden ser explosionados a voluntad del Sistema de Protección Activa (APS) para proteger al vehículo. Este último concepto se ha visto en el T-14 Armata, donde el ordenador central que controla el APS Afghani puede hacer detonar al ERA Kaktus cuando lo considera necesario.
En China y Rusia el uso del ERA es casi universal: se aplica en todo el carro, en la zona frontal y en los laterales y se integra por defecto desde los primeros prototipos. Por el contrario, en Occidente es más una adición posterior para compensar lo que el blindaje convencional no es capaz de hacer y especialmente se emplea en los flancos, que suelen ser mas débiles, aunque por supuesto, hay modelos y formas de empleo para todos los gustos, como sucede con nuestros ASCOD Pizarro.
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