Aproximación a las guerras del Siglo XXI

Tendencias actuales y previsibles

Combatientes pro-rusos en el Donbáss
Combatientes pro-rusos en el Donbáss. Foto - Defence Talk

Entre los autores que ponen el origen de los hábitos de conducta violentos en la naturaleza del hombre se encuentra Heráclito, con su declaración de que la guerra es la madre de todas las cosas; a unos les convierte en dioses, a otros les hace esclavos o bien hombres libres. Casi todos los autores griegos, incluidos Platón y su discípulo Aristóteles aceptaban que la esclavitud es la natural consecuencia de la derrota militar de un pueblo.

Hay que resaltar que en dicha época helénica es la propia naturaleza la que dictamina a los hombres el lugar que deben ocupar. Se consideraba que los pueblos bárbaros eran esclavos por naturaleza y la guerra era un instrumento idóneo para conseguir esclavos. Platón era contrario a esclavizar a los griegos y en este sentido distinguía entre discordia como lucha de los griegos entre sí y guerra cuando los griegos luchaban contra los bárbaros.

Después del siglo de las luces, Darwin, un hombre moderno, entendía que lo constitutivo de todos los seres vivos es la lucha por la existencia y posteriormente, Freud, más cercano a nosotros, aportará una explicación historicista de los orígenes reales de este fenómeno al manifestar que la guerra no puede abolirse; mientras sean distintas las condiciones de existencia de diferentes naciones y sea tan violenta su repulsión mutua estamos condenados a que existan guerras.

En cuanto a las definiciones de la guerra, también existen distintas interpretaciones. Así, para Sun Tzu, en el siglo V a.de Jesucristo, la guerra es un asunto vital para el estado, una cuestión de vida y muerte, una vía para la supervivencia o la extinción, y por tanto es imperativo estudiarla en profundidad.

A comienzos del siglo XIX, Clausewitz definía a la guerra como un acto de fuerza que se lleva a cabo para obligar al enemigo a acatar nuestra voluntad. Es decir, el objetivo es imponer nuestra voluntad al enemigo. Para estar seguros de alcanzar este objetivo es preciso desarmar al enemigo y este desarme constituía, para el pensador prusiano, el propósito específico de la acción militar. También la definió como la continuación de la política con otros medios

El general Ludendorff desarrolla entre las dos guerras mundiales, el concepto de guerra total, basado en su experiencia durante la I GM, donde diluye las diferencias entre el teatro de operaciones y la zona de retaguardia; borra la distinción entre combatiente y no combatiente. Exige el uso extremo, hasta las últimas reservas, de las fuerzas de una nación. Mientras el trabajador cubre la retaguardia económica, el soldado el frente de batalla.

Por otro lado, y ya consolidado su pensamiento en la segunda mitad del siglo XX, Gaston Bouthoul, define a la guerra como la lucha armada y sangrienta entre agrupaciones organizadas. Para Bouthoul, la guerra está limitada en el tiempo y en el espacio y sometida a reglas jurídicas particulares, extremadamente variables según las épocas.

Por último, y en relación con el derecho, desde la guerra justa proclamada por Santo Tomás de Aquino, hasta la actual y previsible guerra hibrida, con muchas actividades encubiertas, que se está llevando a cabo actualmente en muchos puntos del globo, existe un abanico de explicaciones jurídicas que dan lugar a diferentes concepciones acerca de cómo debe entenderse la guerra en el derecho internacional.

Los famosos vídeos que regularmente publica Daesh son parte de su estrategia de Guerra Híbrida
Los famosos vídeos que regularmente publica Daesh son parte de su estrategia de Guerra Híbrida.

Tendencias actuales y previsibles

Con independencia de que en las causas originales de las guerras se ha evolucionado muy poco o, mejor dicho, todavía nos encontramos en posiciones existentes en la antigüedad, y se continúa con los mismos argumentos desde que su raíz se halla en la naturaleza del hombre y de que la guerra seguirá en el mundo mientras existan distintas condiciones en la vida de los pueblos, no sucede lo mismo ni con su definición ni con su tratamiento por parte del derecho internacional.

Así, en las últimas guerras ocurridas a caballo entre el siglo XX y el siglo XXI, ya no se han respetado o dado varios de los rasgos que acabamos de mencionar como puede ser que ya no se impone la propia voluntad al enemigo, tampoco hay desarme, no se someten a ninguna norma jurídica, las fronteras son difusas, en algunos casos no hay lucha armada y en otros, en particular en algunos periodos, sangrienta.

Todo ello nos conduce a asumir que estamos en una nueva era en que el término guerra está adquiriendo una dimensión muy distinta de la existente hace apenas medio siglo. La aparición de guerra irregular, guerra asimétrica, guerra sin restricciones, guerra compuesta, guerra no lineal o guerra cibernética son algunos de los tipos de guerra que se han sucedido desde la IIGM con objeto de identificar con la mayor nitidez posible el contenido de sus más importantes características.

El siglo XXI amaneció con una nueva dinámica del empleo de la violencia cuando el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado, como principio básico de política internacional, ha perdido vigencia a consecuencia de los profundos cambios ocurridos en el sistema mundial de seguridad junto con la aparición de un importante número de actores no estatales con un gran protagonismo en las relaciones de poder regional e internacional.

Por otra parte, desde que ingresamos en el presente siglo el planeta ha sufrido un cambio sustancial. Estamos atravesando un ciclo histórico sustentado en una transformación significativa de las guerras y caracterizado por la incertidumbre estratégica, la complejidad, la inestabilidad permanente, la rivalidad hegemónica, el declive de Estados Unidos como líder de la unipolaridad o la emergencia de nuevas potencias regionales y mundiales.

Existen muy pocas dudas de que en el momento actual y en el previsible futuro, las tres zonas estratégicas mundiales con mayor nivel de conflictividad potencial y con mayor impacto desestabilizador en el sistema de seguridad internacional son el Este de Europa, con la rivalidad Rusia-Occidente, el Sudeste de Asia con la confrontación China-países asiáticos y Oriente Medio como laberinto de enfrentamientos étnicos, religiosos y nacionalistas.

Es verdad que desde el final de la IIGM, las guerras y conflictos que se han producido han sido, fundamentalmente, entre Estados y actores no estatales, entre actores no estatales entre sí o en guerras civiles, las llamadas guerras intraestatales, y apenas han existido guerras entre Estados. Abundan ejemplos como Israel contra Hezbollah chií, Israel contra Hamás suní, Turquía contra el PKK turco, Somalia contra Shabaab, Nigeria contra Boko Haram, Afganistán contra los Talibán, Sri Lanka contra los Tigres Elam o Colombia contra las FARC.

Pero también es cierto que a partir del año 2008, cuando se produjo la guerra de Georgia, se ha despertado un movimiento agresivo de algunas potencias de primer y de segundo orden, especialmente de Rusia, China, Estados Unidos, Irán y Arabia Saudí, que corre el peligro de situarnos, de nuevo, en el viejo escenario de guerra entre Estados o interestatales.

Entre las muestras de este movimiento se encuentra la actuación rusa en la invasión de Georgia, el apoyo a los rebeldes ucranianos o la anexión de Crimea, la actitud agresiva de China en el Mar de China Meridional frente a reivindicaciones territoriales de Taiwan, Vietnam, Filipinas, Brunei y Malasia; las tensas posiciones de EEUU con Corea del Norte, las operaciones llevadas a cabo por Irán en Siria e Irak o la campaña militar liderada por Arabia Saudi contra los huties en Yemen.

En el caso de Rusia, sus actuaciones se están realizando en el horizonte estatal ya sea con Georgia o con Ucrania al mismo tiempo que presenta un desafío estratégico tanto a la Unión Europea como a la OTAN en el entorno del sistema de seguridad europea. De la misma manera, China ejerce una presión militar con efectos estratégicos sobre los cinco Estados asiáticos que se han señalado poniendo en cuestión la estabilidad del Mar de China Meridional.

La tensión entre EEUU y Corea del Norte ha estado muy cerca del umbral bélico. Cuando Irán interviene militarmente en Siria e Irak está consumando una aspiración política de liderazgo regional que rompe el equilibrio de poder existente en Oriente Medio mientras que Arabia Saudí al mando de una coalición está combatiendo a los rebeldes hutíes en el marco de la guerra civil yemení al mismo tiempo que se enfrenta a Irán, su mayor rival en su objetivo de conseguir la hegemonía en Oriente Medio.

De todo lo expuesto, lo más peligroso es que China y Rusia pretenden cambiar el actual orden internacional establecido por Estados Unidos porque no les sirve para sus intereses. Ambas grandes potencias están preparadas para imponer su voluntad en los países vecinos por la fuerza – guerra interestatal -. Y ya lo están ejerciendo, en algunos casos. Hasta ahora, sin querer enfrentarse directamente con EEUU.

Las grandes maniobras militares rusas Vostok-18, con un despliegue cercano a 300.000 efectivos, con participación de unidades militares chinas, realizadas entre el 11 y 15 de septiembre pasado, con sus efectos estratégicos regionales e internacionales, constituye un indicador palpable de la posición de las dos grandes potencias terrestres asiáticas en el nuevo mapa geopolítico mundial que se avecina.

Sistema de guerra electrónica Krasuja-4. Estos equipos han sido desplegados en Siria como parte del esfuerzo ruso por crear zonas A2/AD en la región.

A modo de conclusiones

Aunque es cierto que las guerras intraestatales continuarán siendo las más numerosas en el próximo futuro también es verdad que, con mucha probabilidad, las guerras interestatales volverán a tener protagonismo en esta primera mitad del siglo XXI lo que va a incrementar gravemente la inestabilidad mundial, principalmente, por dos razones. Por un lado, debido a que aumentará el nivel y la intensidad de la conflictividad y, por otro, debido a que se acrecentarán las dificultades de la comunidad internacional para controlar y poner fin a los fenómenos bélicos.

En este siglo, las fronteras, el territorio o las ideologías ya no se identificarán como causas de las guerras en tanto que cada vez será más común encontrar el control y la lucha por los recursos naturales, cuya escasez va en aumento, crecimiento de la población, la desigualdad económica, la pobreza o el cambio climático, junto con principios identitarios ya sean étnicos, religiosos, nacionales o tribales como motivos principales de los próximos conflictos.

Las guerras del siglo XXI serán confrontaciones de muy diverso tipo, sin fecha de inicio o final, sin previa declaración formal del estado de guerra, con frecuencia realizadas en una amplia y difusa zona gris sin contornos definidos, en un creciente entorno urbano, de un carácter multiforme que está fuera de los criterios tradicionales del combate o de la batalla, cuyo formato o características se cambian a lo largo del conflicto y cuyas motivaciones – entre las que se hallan las expuestas más arriba – modificarán profundamente la geopolítica internacional.

En este contexto aparece un nuevo tipo de guerra que, con gran probabilidad, tendrá un especial desarrollo en esta primera mitad de siglo, con la denominación de guerra híbrida cuya definición aproximada, teniendo en cuenta las ya apuntadas por la OTAN, la UE o JEMAD, podría entenderse así: aquella en la que se utiliza, de forma simultánea, una amplia, compleja y adaptable combinación de medios convencionales y no convencionales, con operaciones militares, paramilitares y civiles, abiertas y encubiertas, subterfugios y otros tipos de acción posibles de imaginar, dentro de un diseño de enfoque integral. Incluso se pueda hablar de que ya estamos en la era de la guerra híbrida, como ya he dicho en estas páginas en otra ocasión.

Retornando a las manifestaciones de los autores y tratadistas mencionados al principio se puede afirmar que la guerra continuará y aún no puede abolirse, que es un asunto vital para el Estado, que es la continuación de la política por otros medios, que demanda todas las fuerzas de la nación y que es sometida a reglas jurídicas particulares muy variables según las épocas.

Como reflexión final, parece lógico considerar la “trampa de Tucídides”, a saber, fue el ascenso de Atenas y el temor que eso inculcó en Esparta lo que hizo que la guerra fuera inevitable, estrechamente aplicable a la actual y prevista pugna geopolítica internacional, en especial, entre Estados Unidos, por un lado, y China y Rusia, por otro, a lo que se añade la competición existente entre potencias de segundo orden. ■

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