35º aniversario de SAES: cuando lo mejor está por venir

Tres décadas y media aportando valor a la Armada

Personal de SAES realizando pruebas de equipos en desarrollo. Fuente: SAES.
Personal de SAES realizando pruebas de equipos en desarrollo. Fuente: SAES.

En 2025 se celebra el 35º aniversario de SAES (Sociedad Anónima de Electrónica Submarina), compañía que lleva desde 1989 aportando a España una serie de capacidades relativas al diseño y fabricación de sistemas de sónar, sonoboyas o minas navales que muy pocos países, incluso entre los más avanzados, poseen. Tres décadas y media en las que esta compañía con sede en Cartagena (Murcia) y presencia también en San Fernando (Cádiz), ha crecido y asaltado nuevos sectores, afianzando en todo momento su papel de empresa estratégica para la seguridad y la defensa del país. Tres décadas que no son sino el principio de una andadura en la que lo mejor está por venir, como demuestra su papel en programas como el de las fragatas F-110, los submarinos S-80 o el de los futuros aviones de Patrulla Marítima.

Índice

  • Introducción
  • Una España en busca de la soberanía industrial
  • Los primeros pasos de SAES
  • La diversificación: minas navales, sonoboyas y más
  • Los grandes programas: S-80, F-110 y MPA
  • En busca del talento
  • El futuro de SAES

Introducción

SAES (Sociedad Anónima de Electrónica Submarina) celebra este año su 35 aniversario. Una empresa tecnológica, de vanguardia internacional, especialista en desarrollar proyectos de tecnologías submarinas de uso dual y que se caracteriza por aplicar los más altos estándares de calidad e innovación, aportando soluciones que han sido exportadas a más de 20 países.

Un ejemplo de colaboración público-privada y bilateral que ha sabido hacer de la especialización y de la formación de nuevos talentos su seña de identidad en estas más de tres décadas, logrando continuar su andadura a pesar de los recortes presupuestarios y de los altibajos que han caracterizado desde el final de la Guerra Fría a la construcción naval militar española.

Una empresa que está detrás de buena parte de los sistemas que equiparán a las fragatas F-110, a los futuros aviones de Patrulla Marítima o de los que se están probando a bordo del submarino S-81 «Isaac Peral» y que, de cara al futuro, afronta con confianza un escenario de incrementos presupuestarios y de creciente importancia del ámbito submarino. También los retos -que no son pocos- a los que se enfrentará en los próximos años, desde la gestión y fidelización del talento hasta la necesidad de continuar profundizando en un proceso de internalización que ha caracterizado a SAES prácticamente desde sus comienzos.

Una España en busca de la soberanía industrial

No es ningún secreto que España, dada su posición geográfica, la amplitud de sus zonas de responsabilidad marítima y sus extensas líneas de costas, ha considerado siempre como un activo estratégico la capacidad de construcción naval militar. Durante siglos, ésta ha dependido en buena medida de una empresa pública -la actual Navantia-, cuyos orígenes históricos podrían trazarse hasta las Reales Atarazanas fundadas en el siglo XIII, aunque es más correcto hacerlo hasta el S. XVIII. Entonces, el intendente general de Marina José Patiño ordenó la construcción del primer astillero moderno de nuestro país, el Real Arsenal de la Carraca, en Cádiz, al que seguirían en 1731 el de Cartagena y en 1750 el de Ferrol. Desde entonces, la empresa ahora propiedad de SEPI ha pasado por muchas vicisitudes, integrándose sus activos en el pasado en la Sociedad Española de Construcción Naval, posteriormente en la Empresa Nacional Bazán y más tarde en la extinta IZAR, antes de conformar la compañía que ahora conocemos.

Sin embargo, y a pesar de las innegables capacidades de la empresa pública, lo que en toda su andadura apenas ha cambiado ha sido la necesidad del concurso de terceros para llevar a cabo algunos de sus proyectos. Una necesidad que, a medida que los sistemas navales se hacían cada vez más complejos, se iba haciendo tanto más evidente. De ahí el recurso en su momento a las británicas Vickers, Armstrong Whitworth y John Brown & Company para construir los acorazados de la clase España. También, en las últimas décadas, a empresas como Lockheed Martin o Naval Group; colaboraciones que en algunos casos se mantienen, como sucede a propósito de la norteamericana.

En última instancia, lo que reflejaba el modelo de aliarse con otras empresas y estados era la necesidad de encontrar un equilibrio entre aquellas capacidades que de verdad era necesario mantener a toda costa en el país, los limitados recursos económicos, industriales y técnicos y el anhelo de dotar a la Armada de las mejores plataformas y sistemas posibles para cumplir con su misión. Fue fruto de este difícil equilibrio, en el que España siempre ha tratado de mantener el máximo grado de soberanía industrial, como nació SAES en 1989, una empresa catalogada como estratégica y participada por el Estado a través de SAES Capital.

Hay que tener en cuenta, además, el particular contexto internacional y tecnológico de la época de la que hablamos. Respecto al primero, el brusco final de la Guerra Fría adelantaba recortes en la inversión militar, lo que a su vez implicaría menos carga de trabajo para las empresas y la necesidad de volcarse en mercados externos para suplir unos presupuestos decrecientes. En cuanto al segundo, dados los avances en el albur de lo que se dio en llamar RMA de la Información quedaba claro que la electrónica ocuparía un lugar fundamental en cualquier sistema de armas o plataforma futura. Al fin y al cabo, las ventajas que los avances en cuanto a computación suponían en términos militares no se le escapaban a nadie, ni siquiera a los soviéticos, preocupados desde mediados de los 80 por la superioridad occidental en este ámbito y, finalmente, víctimas entre otras cosas de su gasto desmesurado en armamento.

La lección para el sector naval era clara: independientemente de las capacidades constructivas de los astilleros, el plus en cuanto a capacidad de combate, entendida en sentido amplio, no lo aportarían ya el calibre de los cañones, el grosor del blindaje (de haberlo) o la velocidad de la plataforma. Por el contrario, sería la electrónica, aplicada a los sensores, a las direcciones de tiro, las comunicaciones o los sistemas de guerra electrónica, el elemento clave. Por derivación, aquellos países que no entrasen plenamente en el segmento, quedarían a merced de sus suministradores, que detentarían el control sobre la parte del león del valor de los futuros buques (y no sólo). De ahí que España comenzase a dar pasos claros fusionando empresas como Ceselsa e Inisel, o transformando poco a poco a la antigua FABA (Fábrica de Artillería de Bazán) en la actual Navantia Sistemas.

Dado que la guerra bajo la superficie, dentro de la guerra naval, es clave para un país como España, que encuentra en la capacidad de disuasión y negación de los submarinos una herramienta clave, y a pesar de que por entonces nadie estuviese pensando en construir submarinos en solitario, resultaba totalmente coherente lograr que una parte sustancial de la electrónica a embarcar en futuros buques se diseñase y produjese en España.

Es así como se crea SAES Capital (participada al 51% por lo que ahora es Navantia y al 49% por Indra, resultante en 1992 de las fusiones de Ceselsa e Inisel). Empresa que es a su vez propietaria del 51% de las acciones de SAES, siendo el 49% restante propiedad del gigante francés de la defensa Thales (la heredera de la antigua Thomson Marconi). La participación industrial se decidió así para permitir la transferencia de conocimiento de Francia a España, pero también para estrechar lazos con la industria francesa, que de esta forma mantendría su ascendencia sobre los futuros proyectos españoles. La constitución de la nueva empresa era, en muchos aspectos, un paso lógico, después de décadas de producir bajo licencia submarinos de diseño francés, con las clases S-60 y S-70 ya en servicio y con la posibilidad de colaborar no solo en la modernización de estas clases, sino en su reemplazo e incluso en futuros programas para la exportación, por entonces ya en el horizonte.

Los primeros pasos de SAES

Tras su creación en 1989, la nueva empresa comenzó su andadura encargándose del desarrollo del Simulador de Adiestramiento Táctico de los Submarinos S-70 (SATS), entregando un prototipo a la Armada apenas dos años después, en 1991, con el objetivo de adiestrar a las dotaciones de la Armada en el manejo de la cámara de Mando y Control. Hablamos de un sistema que ya entonces integraba todos los elementos y sistemas de la cámara de mando, así como el puesto de instructor, permitiendo reproducir fielmente los escenarios operativos, equipos, aspectos de los sistemas, operación y sensaciones que tendría la dotación del submarino en una situación real. Un sistema clave cuyo mantenimiento y actualización ha continuado siendo responsabilidad de la empresa cartagenera, la cual ha ido añadiendo diversas mejoras desde entonces.

En 1992, la empresa recibió una inyección de capital extranjero por valor de 245 millones de pesetas, se entiende que por parte de lo que ahora es el grupo Thales, tal y como figura en el Acta de la Reunión del Consejo de Ministros correspondiente al veintinueve de mayo de dicho año.

Es más, en fecha tan reciente como 2022 se llevaron a cabo con éxito las últimas pruebas de aceptación de los trabajos de modernización del Puesto de Instructor, Puesto de Gobierno, DLT y sistema DSUV-22 del SATS en el edificio de simuladores de la Base de Submarinos. Una decisión lógica, toda vez que el último submarino de la clase todavía en servicio deberá mantenerse operativo al menos hasta 2027-2028, momento en el que la Armada espera tener operativos los dos primeros submarinos S-80.

El siguiente gran proyecto de la empresa sería el diseño del SOLARSUB, el cual está en la tercera generación tecnológica: es el primer sónar remolcado de diseño español. Una necesidad que la Armada había identificado años antes y que se había determinado como clave tras probarse entre 1990 y 1991 un sónar remolcado DSUV 62C de la francesa Thomson (recordemos que es la antecesora de Thales), instalado a bordo del S-73 «Mistral». Los pasos no se dieron de inmediato, pues el periodo coincidió con la crisis económica de principios de los años 90 y con recortes presupuestarios.

La idea sería retomada con fuerza algo más tarde, en 1996, cuando SAES había culminado ya el desarrollo de la última fase del citado SATS, así como desarrollado su primer SICLA (Sistema de Clasificación Acústica), demostrado, con ello, su capacidad en cuanto a simulación de equipos de acústica submarina e integración de sistemas externos con el sistema de combate de un submarino. Así las cosas, la empresa cartagenera se propuso no solo diseñar un sónar remolcado patrio, sino hacerlo sobre criterios de «rentabilidad basada en un precio de mercado competitivo para ser exportable». Un sistema que, según Ponciano Roldán Crespi, debería contar con las siguientes características:

  • Detección simultánea en banda ancha (BA), banda estrecha (BE) vernier y audio;
  • Ser adaptable a buques de superficie y submarinos;
  • Disponer de tecnologías COTS;
  • Desarrollo SW en lenguaje de alto nivel.
  • Capaz de hacer hasta cuatro seguimientos automáticos tanto en BA como en BE;
  • Registro gráfico del histórico en BA;
  • Debía estar preparado para ser integrado con los sistemas de clasificación acústica entonces disponibles;
  • Coste de adquisición y mantenimiento bajo.
  • Mientras que, entre sus elementos, incluiría:
  • Una consola de operación, que alojaría el receptor con su unidad de proceso de señal y de presentación de datos;
  • Una unidad de adaptación de las señales de la antena y;
  • Una antena acústica remolcada.

Todo ello como parte de un proyecto financiado por el Ministerio de Defensa (10%), el Ministerio de Industria (24%) y la propia SAES (66%) y que implicó una inversión de 200 millones de pesetas, permitiendo en febrero de 1998 la instalación a bordo del primer prototipo.

Posteriormente, durante ese mismo año de 1998, SAES adquirió un sonar remolcado (Towed Array Sonar o TAS) Narama, fabricado por Thomson Marconi Sonar y similar a los adquiridos poco antes por la Royal Australian Navy para dotar a sus submarinos de la clase Oberon , probados a bordo del «Onslow» y el «Otama».

La empresa cartagenera, además de lo anterior, logró a principios de siglo llevar más allá del marco nacional otros equipos, como los sistemas de procesamiento acústicos para aeronaves. Así, entre los años 2002 y 2007 se implementó un contrato firmado con Agusta para equipar los helicópteros A-109 LUHS con el Subsistema Acústico SPAS (ya entonces en servicio en los SH-60B españoles). En este caso hablamos de un sistema que, no requiere ningún operador a bordo del helicóptero, dado que todos los sensores son totalmente operados y explotados por personal del CIC del buque. Equipo que fue exportado como parte del que algunos consideran uno de los contratos -si no el que más- más innovadores de la empresa española hasta la fecha.

Simulador de Adiestramiento Táctico de los Submarinos S-70 (SATS)
Simulador de Adiestramiento Táctico de los Submarinos S-70 (SATS). Fuente: SAES.

Minas navales, sonoboyas y más

Otro de los mercados en los que SAES está muy presente es el de las minas navales, contando en su catálogo con modelos como las minas navales MO–0, diseñadas para ser desplegadas desde buques de superficie o las más modernas MINEA, aptas para ser desplegadas en los submarinos S-70. En la actualidad, el Ministerio de Defensa ha adquirido las unidades de combate para ser desplegadas desde los tubos lanzatorpedos de los submarinos de la clase «Isaac Peral».

Las minas de la familia MINEA disponen de diferentes tipos de sensores para su activación -lo que justifica el adjetivo de «multinfluencia». Sus dimensiones están adaptadas a los tubos lanzatorpedos y su peso está cercano a 1 tonelada. Entre sus ventajas claras, respecto a modelos más antiguos, está el hecho de que las minas navales MINEA pueden programarse para detonar en función de la firma del buque objetivo y, mejor aún, ser empleadas para la obtención de inteligencia debido a los sensores que integran y a su capacidad de almacenamiento y recuperación de datos en las versiones de ejercicio.

A estas se suman otros modelos como la Mina Lapa (MILA), una unidad de detonación diseñada para ser utilizada por unidades de Operaciones Especiales y que nuestros «guerrilleros» han utilizado a bordo, por ejemplo, de sus vehículos de transporte de buceadores híbridos adquiridos a JFD (James Fisher Defence). Dispone de una forma cónica para minimizar la resistencia hidrodinámica, puede ser fijado en el caso del buque o estructura submarina, siendo capaz de causar daños significativos y generar la neutralización operativa en el objetivo.

Minas navales MINEA
Minas navales MINEA. Fuente: SAES.

Por otra parte, SAES es fabricante no solo de los equipos de procesamiento de los datos emitidos por las sonoboyas, como el sistema SPAS introducido anteriormente y capaz de procesar en sus versiones extendidas hasta 64 sonoboyas activas y pasivas en configuración analógica y/o digital, de forma concurrente. Además, en su portfolio se incluyen otros sistemas complementarios como el sistema FTAS (Fast Time Analizer System), que permite analizar los datos acústicos y tácticos generados y grabados durante la misión ASW y el simulador TAT (Tactical Acoustic Trainer), diseñado para el  adiestramiento y entrenamiento de Operadores Acústicos en tiempo real.

Por último, la empresa murciana lleva años también introduciéndose en el sector de la protección de infraestructuras críticas a través del desarrollo de una serie de soluciones tecnológicas destinadas a la detección de intrusos. Entre estas, cabe citar el sonar de detección de intrusos DDS-3, un sistema activo de alta frecuencia que puede o bien ser instalado a bordo de buques (que no tienen que ser necesariamente militares), plataformas petrolíferas o incluso en el lecho marino, ofreciendo una cobertura de hasta 360º. Además, el sistema es escalable, de forma que para cubrir áreas mayores se pueden añadir tantas unidades SONAR como sea necesario, integrándolas todas en de un sistema de vigilancia multisensor y con diferentes elementos formando parte del mismo, como pudieran ser distintos tipos de sistemas no tripulados tanto de superficie como submarinos, entre otros.

Sistema de detección de intrusos. Fuente: SAES:
Sonar de detección de intrusos. Fuente: SAES:

Los grandes programas: S-80, F-110 y MPA

En los últimos años, además de mantener las actividades relacionadas con la exportación, SAES ha participado en los principales programas navales de la Armada. Un ejemplo significativo es el del Programa S-80, en el que la empresa murciana ha sido elemento clave desde sus inicios, al cargar con el peso del desarrollo de buena parte de los sistemas implicados en la conciencia situacional de estos buques, proporcionada por el conjunto formado por los distintos sensores y el Sistema de Combate que los integra.

Así las cosas, SAES participa en el Programa S-80 suministrando equipos como el HMI – Human Machine Interface, es decir, la interfaz gráfica del conjunto de sónares de los submarinos clase S-80 Plus y otros sistemas relacionados (Simulador Estimulador, Clasificación, Detección de Ruidos propios y radiados…) cuyos datos son representados en las consolas multi-función del submarino, lo que permite la integración de toda la información acústica y no acústica y su presentación al operador de forma coherente y estructurada.

La empresa cartagenera también aporta el SICLA (Sistema de Clasificación Acústica), sistema que permite al operador obtener rápidamente y con precisión la clasificación del contacto, basándose para ello en el análisis múltiple y simultáneo de contactos, en herramientas gráficas y en una base de datos de inteligencia acústica (ACINT). El SICLA, proporciona una herramienta informatizada, interactiva y de clasificación de contactos con el mayor nivel de confianza en tiempo mínimo capaz de obtener el máximo rendimiento, en lo que se refiere al alcance de detección y capacidad de seguimiento del sonar, especialmente en condiciones particulares de operación como: empleo de armas, snorkel y trabajo combinado de unidades. Además, el SICLA ecualiza el rendimiento del sonar, aumentando la experiencia y el adiestramiento de los operadores.

Un tercer equipo aportado por SAES es el SEAPROF (Sistema de Modelización del Entorno acústico Submarino), concretamente la segunda generación de un sistema de predicción de prestaciones acústicas desarrollado por SAES sobre la base de los modelos de propagación del sonido RAM y BELLHOP, validados y probados por la propia empresa con la colaboración del NURC (NATO Undersea Research Center). En el caso de los S-80 Plus, el SEAPROF se encuentra totalmente integrado en el ICSC y su función es la de permitir el cálculo del trazado de rayos, las pérdidas de propagación del sonido en 2D y 3D, la figura de mérito del sónar (FOM), las distancias de detección y contra-detección y las probabilidades de detección. El principal objetivo del sistema consiste en predecir tanto la propagación del sonido en escenarios con un alto nivel de detalle como evaluar el comportamiento de los distintos sonares de un Sistema de Combate frente a cualquier tipo de amenaza submarina o de superficie.

Por supuesto, SAES es también responsable del SOLARSUB S-80 DTAS (Digital Towed Array Sonar) y de su sistema de largado, el TAHS. En este caso, como el lector habrá deducido, el DTAS SOLARSUB de los submarinos de la clase S-80 es la tercera generación del sonar pasivo digital de esta empresa, desarrollado a partir de los modelos en los que comenzó a trabajar en los años 90. Eso sí, en este caso, y a diferencia de lo que ocurría en los S-70, el DTAS ha sido instalado e integrado en el ICSC utilizando un sistema de despliegue y recogida que también es responsabilidad de la empresa murciana.

Por último, SAES se encarga también del diseño y fabricación del Sistema de Monitorización de Ruidos Propios (ONMS), que es el equipo responsable de proporcionar al Sistema de Combate alarmas y niveles para el control de ruidos y vibraciones del buque, el mantenimiento de su firma acústica y la cancelación de sus ruidos propios en los sónares. En este caso, el ONMS instalado en los submarinos S-80 Plus es un sistema de tercera generación y, por lo tanto, más moderno y capaz que por ejemplo los instalados en los cazaminas clase Segura de la Armada, que emplean un sistema equivalente, pero de segunda generación.

Pasando ya a su participación en el Programa F-110, el papel de SAES se antoja fundamental, pues entre otros será la encargada de la fabricación, gracias a un acuerdo de transferencia tecnológica, del sónar cilíndrico de proa BlueMaster (UMS 4110) y el sonar remolcado UMS 4200 CAPTAS. También será la responsable del Sistema de Procesamiento Acústico de Sonoboyas (SPAS) y participará en el desarrollo de algunas funciones del software de procesamiento sonar y los servicios de puesta a punto, pruebas y entrenamiento, para lo cual ha debido realizar una importante inversión económica. Además, gracias al contrato suscrito, tecnología clave de acústica submarina será transferida por parte de Thales a la empresa española, siendo especialmente importante la relacionada con el sistema de comunicación digital submarino TUUM-6 y con los sensores acústicos.

Al hilo de esta colaboración, SAES se está dotando de herramientas e instalaciones que permitirán a su vez el desarrollo de nuevas competencias industriales, la creación de empleos altamente cualificados, generar a su vez puestos de trabajo en empresas proveedoras locales dada la capacidad de arrastre, la adquisición de tecnologías acústicas de última generación en sónares, y la obtención de conocimientos aplicables en futuros contratos a nivel internacional. Entre ellas, se incluye una planta construida en las instalaciones de SAES en La Palma (Cartagena) de más de 400 m2 que incluye talleres de fabricación especializada, laboratorios de medida, equipos de fabricación industrial y equipos electrónicos de medida. Las obras fueron completadas en octubre de 2022, constituyéndose las nuevas instalaciones desde su entrada en servicio como un recurso vital para los procesos de fabricación de los sensores acústicos y, también, como una pieza clave para el crecimiento futuro de la empresa.

Finalizamos el epígrafe, como no podía ser de otra forma, con los futuros aviones de Patrulla Marítima, estos contarán finalmente con el el SPAS-32 (Sistema Procesador Acústico de Sonoboyas) de SAES, lo que permitirá controlar hasta 32 sonoboyas a un tiempo, salvo que se decida montar sistemas adicionales. Para ello, la empresa obtuvo en noviembre de 2023 un contrato por valor de cinco millones de euros para la «mejora de las capacidades de obtención de inteligencia acústica». Un sistema que está compuesto, entre otros elementos, por una antena transmisora, encargada de enviar a las sonoboyas las instrucciones (las sonoboyas estando desplegadas pueden modificar alguno de sus parámetros); una antena receptora, responsable de recibir las señales acústicas recopiladas por los sensores submarinas; el receptor de la información; el propio procesador acústico y la presentación de la información al operador a través del sistema de combate.

Según la propia SAES, estos equipos cuentan con una herramienta de predicción de prestaciones sónar denominada SEAPROF para calcular el patrón de lanzamiento de sonoboyas. Asimismo, soportan el análisis multiestático facilitando la tarea del operador en el análisis de movimiento del blanco (TMA por sus siglas en inglés) y su clasificación mediante el sistema SICLA, desarrollado por la propia empresa.

La herramienta de clasificación SICLA de SAES podría adaptarse a su uso aéreo. En la imagen, el esquema del mismo dispositivo en el caso de los submarinos S-80. Fuente – SAES.
La herramienta de clasificación SICLA de SAES puede adaptarse a su uso aéreo. En la imagen, el esquema del mismo dispositivo en el caso de los submarinos S-80. Fuente – SAES.

En busca del talento

Al inicio del artículo hablábamos sobre la apuesta de SAES por el talento nacional, algo que es un objetivo estratégico para la empresa, no solo por su actividad, sino también desde su faceta de empresa mercantil estatal, por la que trabaja para favorecer el desarrollo de dicho talento, algo de lo que han hecho bandera.

SAES, que da trabajo a más de un centenar de personas, ha venido buscando cada vez más la contratación de jóvenes ingenieros tanto de la Región de Murcia como de la Comunidad Autónoma de Andalucía para su centro de San Fernando, contribuyendo a su formación y perspectivas futuras e intentando, en la medida de lo posible, ofrecer retribuciones que sean competitivas, al ser la mejor garantía a la hora de retener el talento.

Dicho esto, y como quiera que las retribuciones dinerarias no son la única herramienta en manos de la directiva de SAES a la hora de retener ese talento del que hablamos, la estrategia de la empresa pasa también por intentar ofrecer a sus trabajadores un plan de carrera que les permita el crecimiento futuro, al tiempo que se intenta que los empleados valoren las ventajas de vivir en zonas como San Fernando o Cartagena, ambas de indudable atractivo. Además, han optado por acompañar cada vez más las retribuciones con beneficios adicionales, desde la posibilidad del teletrabajo hasta un seguro médico, planes de desarrollo profesional y formación, medidas para facilitar la conciliación, etc.

Otra característica interesante de SAES y que está íntimamente relacionada con el talento tiene que ver con el papel de la mujer. En un ambiente en el que los hombres suelen ser mayoría como es el de la defensa, han entendido que no pueden renunciar a la mitad del talento potencial, de ahí que el porcentaje de mujeres que forman parte de la plantilla se esté incrementando desde hace años. Desde 2019 SAES fomenta de manera activa la contratación de ingenieras y su visibilización en puestos intermedios y en la directiva, y también participa en actividades de mentorización y de fomento de vocaciones científicas en niñas.

El futuro de SAES

La empresa murciana ha logrado en los últimos años ampliar su cartera de clientes, compuesta por empresas tanto nacionales como internacionales, caso de Navantia, EADS, Indra, Expal, Lockheed Martin, Raytheon, Thales o Agusta. Además, su cartera de pedidos, que llega a los 60 millones de euros experimentando un importante crecimiento desde los 41 millones de apenas tres años antes. Del mismo modo, ha hecho crecer en el mismo periodo de tiempo de forma notable su cifra de negocio, que sobrepasa ya los 14 millones de euros. Sus cuentas son por tanto sólidas y sus perspectivas muy halagüeñas.

El futuro de la empresa murciana, no obstante, está ligado indudablemente a las decisiones de la Armada y, también, a al de sus empresas propietarias, especialmente Navantia. En este sentido, SAES ya está inmersa en su participación en programas clave como el del Proyecto de Corbeta Modular y Multirol (MMPC), más conocido como European Patrol Corvette (EPC) por sus siglas en inglés. En este caso, la participación de SAES se centra en el ámbito de la gestión activa de las firmas multi-influencia del buque, incluyendo lo relacionado con la medida y análisis de la firma submarina del buque, la predicción y control de las firmas acústica, eléctrica y magnética, el sistema de monitorización del ruido acústico, los trabajos relativos a un gemelo digital para la gestión y control de la firma acústica y el diseño de una herramienta que permita evaluar la detectabilidad de las futuras corbetas ante las minas navales.

Por la misma razón, de una u otra forma la empresa formará parte del proyecto Essential Elements of European Escort (4E), o más exactamente del diseño y construcción de los buques que de él puedan derivarse. Hablamos de un proyecto lanzado en el marco de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) que tiene como objetivo identificar, definir y desarrollar, dentro de un enfoque colaborativo, los elementos esenciales de cualquier buque de superficie que pueda construirse en Europa entre 2030 y 2045. Para ello, cuenta por el momento con participación de España, Grecia, Italia, Países Bajos, Portugal y Suecia, actuando nuestro país como coordinador.

Además de esto, el programa MPA, especialmente si consigue ventas en el exterior, podría suponer una importante fuente de ingresos para al empresa, que continúa trabajando en mejorar sus herramientas susceptibles de ser embarcadas en aparatos tanto de ala fija, como rotatoria. Algo que no incluye sólo los sistemas de procesado de datos, sino también los de recogida, como ocurre con las sonoboyas.

Hablando de recogida de datos, uno de los grandes retos futuros para SAES reside en el desarrollo de sistemas capaces de aprovechar las ventajas del multiestatismo y, relacionado con ello, de la Inteligencia Artificial y el aprendizaje automático. La gran ventaja que tiene la empresa española en este aspecto, es que aglutina los dos elementos fundamentales para desarrollar nuevos sistemas de este tipo. En primer lugar, está su innegable expertise en cuanto a sensores acústicos multi-influencia para la guerra de minas, procesado de sonoboyas o la medición de firmas de los barcos. En segundo lugar, el hecho de que han venido desarrollando sónares remolcados para nuestros submarinos con el procesado en baja frecuencia incluido. Así pues, SAES ha desarrollado una solución conocida como MIRS (del inglés Multi-influence Range System). Un sistema que consiste básicamente en una estación de medida multi-influencia, tecnológicamente muy avanzada, capaz de medir simultáneamente las firmas acústica, eléctrica, magnética, de presión y sísmica y que puede emplearse en múltiples escenarios gracias a su portabilidad y facilidad de despliegue.

Salir airosa frente a estos retos, a pesar de las capacidades de la empresa no dependerá en exclusiva de la inventiva de los ingenieros de SAES, ni tampoco de la habilidad de sus comerciales. Por el contrario, mantener una capacidad crítica como es la que representa esta compañía necesitará de un firme apoyo estatal, en forma de presupuestos de Defensa estables a largo plazo y de un plan naval que permita no solo sustituir las unidades que poco a poco van alcanzando el final de su vida útil, sino también ampliar el tamaño de la Flota, permitiendo en lo posible las economías de escala.

Algo que, ciertamente y en los tiempos que corren, no deberá llevarse a cabo únicamente mediante el diseño y construcción de buques tripulados, sino que se logrará en su mayor parte gracias a la entrada en servicio de nuevas unidades tanto de superficie como submarinas no tripuladas (o con una tripulación mínima en forma de trozo de averías encargado de asegurar su funcionamiento in situ), todas las cuales deberán montar sensores de distintos tipos, susceptibles de colaborar en la detección multiestática.

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