Irán frente a Israel y Estados Unidos

Estrategias de disuasión

Prueba de un misil iraní Fateh-110. Fuente - IRNA
Prueba de un misil iraní Fateh-110. Fuente - IRNA.

La doctrina militar de Irán se sustenta en principios de guerra asimétrica y se apoya en la profundidad estratégica que le brinda su extenso y montañoso territorio. Su enfoque busca evitar la confrontación directa con sus adversarios, optando por estrategias disuasorias que le permiten mantenerse por debajo del umbral de guerra. Asimismo, su tradicional doctrina defensiva parece estar evolucionado hacia una postura más ofensiva. Consciente de sus debilidades militares convencionales, ha priorizado el desarrollo de misiles balísticos y drones. Además, busca la hegemonía regional apoyándose en su extensa red de proxies.

Irán: Desafíos y estrategias

Irán lleva soportando años de sanciones internacionales y desconfianza por parte de sus vecinos. La República Islámica, al igual que sucede con China o Rusia, se ha convertido en un régimen revisionista insatisfecho en su caso con el statu quo existente en el golfo Pérsico desde el fin de la Guerra Fría (Gil, 2023, p. 302). Las prioridades estratégicas de Irán han estado enfocadas hacia la consolidación del régimen surgido tras la caída de la monarquía del sah Mohammed Reza Pahlavi en 1979, y aspira a “ser el líder regional interactuando en escenarios concretos” (Echeverría, 2020, pp. 925-926). El objetivo principal de Irán radica en que la República Islámica no desaparezca y en difundir su modelo de revolución islámica. Como señala Zamir, las ambiciones regionales estaban muy presentes en la visión revolucionaria del fundador de la República Islámica, el ayatolá Ruhollah Khomeini, e “implícitas en la idea de que la revolución ha de ser exportada”. En este sentido, Zamir se apoya en la obra de Nader Uskowi, Temperature rising. Iran’s Revolutionary Guards and Wars in the Middle East, en el que su autor describe una reunión convocada por Khomeini en un suburbio de París en 1978, durante la cual afirmó que “la revolución no se trata de Irán; se trata de toda la región” (Zamir, 2022, p. 5).

Conforme se detalla en The Military Balance, Irán se muestra como una destacada potencia regional, con una doctrina militar que combina la defensa de su territorio con la posesión del arsenal de misiles balísticos de corto y medio alcance más grande de la región. Asimismo, se ha abocado al desarrollo de una defensa asimétrica destinada a enfrentar y disuadir de un posible ataque por parte de sus principales adversarios, Estados Unidos (EE. UU.) e Israel. Para alcanzar este último objetivo, utiliza una variedad de aliados y proxies. Además, la guerra de Ucrania ha hecho que el país se convierta en un proveedor de armas para Rusia, sobre todo de vehículos aéreos no tripulados (UAVs) y municiones de ataque directo. El inventario de UAVs es muy importante y ha desarrollado también misiles de crucero de ataque a tierra. Sin embargo, el resto de sus Fuerzas Armadas cuentan con un material en su mayor parte obsoleto, a pesar de contar con una industria nacional de armamentos relativamente desarrollada capaz de producir una importante cantidad y variedad de UAVs armados, así como de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (2023, p. 324). En efecto, el notable desarrollo de UAVs y de misiles es una consecuencia directa de las carencias de sus fuerzas convencionales. Estas fuerzas han sufrido años de sanciones internacionales que han restringido considerablemente el acceso a tecnologías y armamento extranjero (Gil, 2023, p. 307). Basta con ver el anticuado inventario de aviones o el de sus carros de combate. Según The Military Balance, en 2023 Irán cuenta con un total de 1513 carros: 480 T-72S, 150 M60A1, 75 T-62, 100 Chieftain MK3/MK5, 540 T-54-T-55/Type-59/Saifir-74 y 168 M47/M48 (2023, p. 324).

Ante esta situación, resulta comprensible que haya apostado por su programa nuclear y por el desarrollo de misiles y UAVs. Si bien en sus inicios estos últimos eran de fabricación china, en la actualidad, Irán produce un número creciente de drones de diseño propio, aunque también copian modelos estadounidenses, derribados la mayoría en Irak, como el ScanEagle, MQ-1 Predator o el RQ-170 (Gil, 2023, p. 310). Conforme se desprende de un documento desclasificado del U.S. Army Asymmetric Warfare Group (en adelante, AWG), titulado Iran Quick Reference Guide, su programa de drones es uno de los más desarrollados de la región y comenzó en 1986 con el desarrollo del modelo Ababil. Estos sistemas proporcionan una significativa ventaja en la guerra asimétrica y se pueden producir en grandes cantidades de manera económica. Entre los modelos más avanzados destaca el Shahed-129, capaz de transportar hasta ocho misiles aire-tierra y con un radio de acción de 200 km. Irán ha utilizado UAVs en diversas zonas, como Irak, Siria, el golfo Pérsico, el estrecho de Ormuz, el golfo de Adén y Afganistán. También operan en Yemen, en el norte de Israel y en aguas territoriales israelíes. Hizbulah es probable que controle los UAVs que operan en Líbano e Israel “para mantener una presencia iraní más baja”. Además, han sido utilizados para acosar a la marina de EE. UU. Irán ha proporcionado tecnología menos avanzada de estos sistemas no solo a Hizbulah, sino también Hamás y los rebeldes hutíes de Yemen (AWG, 2017, pp. 60-61).

Según un documento desclasificado del Departamento de Defensa de EE. UU. de 2010 que aborda el poder militar iraní, la estrategia iraní para asegurar la supervivencia de su régimen se basa en la disuasión. Durante años, Teherán ha proclamado la existencia de un “Ejército de veinte millones de hombres” y ha defendido una doctrina de guerra asimétrica. Asimismo, ha venido ampliando sus redes de apoyo con diplomacia, influencia económica, soft power y patrocinio de grupos terroristas y paramilitares. En el citado documento también se destaca que una parte importante de esta estrategia de disuasión involucra el programa nuclear iraní y su disposición a “mantener abierta la posibilidad de desarrollar armas nucleares”. Asimismo, la República Islámica utiliza la Fuerza Quds para ejercer de manera clandestina su poder militar, político y económico en el extranjero. Teherán proporciona armas y entrenamiento a Hizbulah en el Líbano y a grupos palestinos como Hamás, la Yihad Islámica Palestina y el Frente Popular para la Liberación Palestina. Además, brinda apoyo a milicias chiitas en Irak[1].

Uskowi sostiene que Irán es un país en guerra desde hace años: en Siria, Irak, Yemen y a través de operaciones encubiertas en Afganistán. Este autor identifica cuatro frentes de acción. En el occidental, los proxies iraníes mantienen un corredor terrestre que conecta Irán, a través de Irak, con Siria, Líbano y el frente norte de Israel en los Altos del Golán. En el frente sur, los hutíes operan en las fronteras de Arabia Saudí y poseen la capacidad de interferir en el comercio a través del estratégico estrecho de Bab el-Mandeb. Además, en el frente oriental, Irán ha estado involucrado durante más de cuatro décadas en operaciones en Afganistán (Uskowi, 2019, p. 1). Como se detalla en un informe del Institute for the Study of War, Irán y sus aliados han sabido aprovechar el actual conflicto entre Israel y Hamás para ejercer el control sobre una ruta marítima clave. Desde el 9 de diciembre, los hutíes han atacado casi diariamente con drones y misiles buques comerciales en tránsito por el estrecho de Bab el-Mandeb. El portavoz militar hutí afirmó que estos ataques forman parte de su “campaña continua contra todo el tráfico marítimo comercial con destino a Israel”, y ha prometido que los ataques persistirán. Según funcionarios estadounidenses, el IRGC está directamente involucrado en la “planificación” de estos ataques, que están interrumpiendo el tráfico por el mar Rojo (2023, p. 3).

Las aspiraciones iraníes de alcanzar la hegemonía regional experimentaron un notable aumento tras la Primavera Árabe. Irán amplió sus objetivos, incluyendo a Arabia Saudí, y esta expansión se hizo posible gracias al apoyo de Irán y Hizbulah a los hutíes. De igual manera, se respaldó a elementos de los talibanes en el oeste de Afganistán, una región en la que tiene importantes intereses económicos. Paralelamente, se ofreció ayuda económica, política y militar a sus aliados en Irak y Siria contra la amenaza que representaba el Estado Islámico de Irak y Siria. La relevancia de todo esto es que permitió a Irán probar tácticas y tecnologías en “un entorno de combate en el que sus fuerzas a veces operaban en contra de acciones y socios estadounidenses”. Es por ello que el mencionado documento del AWG alertase de que las operaciones regionales a través de proxy, la proliferación de misiles balísticos, además de las actividades cibernéticas, elevaron el nivel de amenaza por parte de Irán y “han amenazado con cambiar las dinámicas regionales de manera incompatible con los intereses estadounidenses”. Además, se destaca que Teherán ha desarrollado una estructura que “cree disuadirá a posibles adversarios y establecerá las bases de su dominio regional” (AWG, año 2017, pp. 1-2).

El programa de misiles balísticos mencionado anteriormente tiene sus raíces en la guerra contra Irak, durante la cual el régimen de Saddam Hussein desplegó estos misiles contra objetivos estratégicos de Irán, evidenciando lo vulnerable de sus defensas. A partir de entonces, las fuerzas de misiles estratégicos de Irán se han convertido en uno de los elementos claves de su estrategia disuasoria. En la actualidad, Irán cuenta con el mayor arsenal de misiles de la región, que se encuentra en continuo desarrollo y mejora. Estos misiles tienen la capacidad de alcanzar Israel y otros países del Golfo. Sin embargo, persisten las dudas sobre la precisión de muchos de ellos, por lo que sugiere que podrían ser utilizados contra infraestructuras críticas y ciudades[2]. No obstante, los misiles de crucero parece que están acortando cada vez más esta brecha y podrían aumentar aún más sus capacidades de disuasión (Mclnnis, 2017, p. 19). El inventario iraní, bajo el control la Fuerza Aeroespacial del IRGC, está equipado con cabezas de guerra convencionales. Existe la posibilidad de que en el futuro puedan ser modificados para llevar cargas químicas, biológicas, radioactivas y nucleares. Por otro lado, se ha proporcionado cierto número de sistemas y tecnología a sus proxies en Líbano, Siria y Yemen (AWG, 2017, pp. 53-54). Además, existe un programa desarrollado por el IRGC para la fabricación de vehículos avanzados de lanzamiento espacial (SLVs), que ha permitido lanzar su tercer satélite durante 2023. Sin embargo, este hecho ha suscitado el temor de que este programa funcione como una cobertura para el desarrollo de tecnología de misiles balísticos de largo alcance “mientras se adhiere nominalmente a su autoimpuesto límite de 2000 km”[3]. La proliferación de misiles balísticos de corto y medio alcance se debe a la ausencia de una fuerza aérea moderna, como tienen Israel, EE. UU. o Arabia Saudí. Los sistemas más precisos de Irán son aquellos de corto alcance, como el SRBM Fateh-110, mientras que los de mayor alcance, como el MRBM Shahab 3, son menos precisos. Aunque por el momento carece de misiles balísticos de alcance intermedio e intercontinentales, no se descarta la posibilidad de que en el futuro Teherán se lance a desarrollarlos “para tener una respuesta estratégica frente a EE. UU.” (Defense Intelligence Agency -DIA-, 2019, pp. 30-31).

El paradigma de seguridad iraní se articula en torno a tres aspectos: la proyección de su poder militar, la conducción de la guerra lejos de sus fronteras cuando sea necesario, y la disuasión de sus enemigos. El recuerdo de las numerosas bajas en su guerra contra Irak entre 1980-1988 sigue estando muy presente en el imaginario colectivo. De ahí que una parte considerable de su enfoque de seguridad involucre la posibilidad de trasladar un posible conflicto armado al territorio de su adversario y establecer “un cordón de seguridad” en torno a sus propias fronteras (Zamir, 2022, p. 6). Los principales enemigos para Irán son Israel y EE. UU., y para hacer frente a la amenaza que ambos representan ha optado por una disuasión asimétrica. Según Arasli, Irán ha adoptado las estrategias de guerra asimétrica como una “panacea universal” para defenderse de sus adversarios. Es un sistema que no está definido oficialmente, al menos que se conozca, y amalgama elementos de guerra convencional con operaciones mediante unidades especiales, tácticas insurgentes y prácticas de terrorismo[4].

Israel y EE.UU. representan una significativa amenaza para el régimen de los ayatolás, al igual que este lo es para el Estado de Israel debido a su proximidad geográfica. Dada su inferioridad militar, en particular frente a un rival como EE.UU., Irán ha concebido una serie de estrategias asimétricas con un marcado carácter disuasorio para evitar una eventual acción militar de Israel o EE. UU. Sin embargo, antes de profundizar en estas estrategias, resulta pertinente abordar, aunque sea someramente, el concepto de disuasión, término vinculado con el de defensa y susceptible de generar confusiones. Para algunos analistas, como Waltz (1981) o Snyder (1971), la disuasión y la defensa son enfoques distintos, mientras que otros, como Gray (1982) o Lodal (1980), sostienen que ambas expresiones se “solapan” (Buzan, 1991, p. 188). Javier Jordán explica el concepto de forma clara al afirmar que es “un proceso que consiste en influir en un actor mediante una amenaza, tácita o explícita, con el fin de que no lleve a cabo una determinada acción”. Este proceso se puede ejercer antes de que estalle un conflicto con el objetivo de evitarlo, pero también una vez iniciado este para limitar su intensidad y alcance[5]. Como señala Posen, las doctrinas disuasorias pueden también buscar castigar al agresor, “aumentar sus costos sin hacer referencia a los suyos propios” (Posen, 1984, p. 4).

Según Buzan, la problemática asociada a la definición de disuasión es más fácil de abordar si se enfoca mediante la distinción entre la estrategia militar de “represalia y negación”. La represalia se basa en castigar al adversario “en respuesta a un ataque”. Su propósito primordial es imponer “un coste recíproco”. Este tipo de disuasión es el usual en el contexto de la disuasión nuclear. En cuanto a la negación, implica esencialmente “bloquear un ataque mediante la oposición física a las fuerzas que lo llevan a cabo”. Buzan ilustra este ejemplo con el de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que desplegó un elevado número de fuerzas en Europa con el objetivo de retrasar o detener un eventual ataque convencional por parte de la Unión Soviética (Buzan, 1991, pp. 187-188). Como bien apunta Jordán, ambos enfoques se complementan, ya que un país puede disuadir a otro de una agresión mediante la amenaza de una defensa contundente de su territorio y con represalias sobre objetivos económicos del agresor[6].

Indudablemente, la superioridad militar no es sinónimo de disuasión. En el caso de Irán, esta dista de ser comparable con la de Israel, y mucho menos con respecto a EE.UU. Esa inferioridad militar percibida por Irán le empuja a desarrollar estrategias de carácter disuasorio. Ahora bien, ¿con los medios que posee sería capaz de desarrollar una disuasión efectiva? En cierta medida, esto se evidenció en el ejercicio MILLENIUM CHALLENGE 2002, organizado por el Mando Conjunto de Fuerzas de EE.UU. (USJFCOM) en el verano de 2002, representando uno de los ejercicios militares más caros y ambiciosos de la historia de EE.UU. Este simuló un conflicto entre las Fuerzas Armadas estadounidenses (equipo azul) y las de un país del golfo Pérsico (equipo rojo), que podría equipararse a Irán. El bando rojo se puso al mando del teniente general retirado Paul K. Van Riper, del Cuerpo de Infantería de Marina. El Congreso ordenó este ejercicio con el objetivo de “explorar desafíos críticos en la lucha armada a nivel operativo que enfrentarán las Fuerzas Armadas de EE.UU. después de 2010”. Concebido desde el Pentágono como una demostración de “tecnologías de vanguardia”, el ejercicio buscaba proporcionar a los comandantes “un conocimiento dominante del campo de batalla para llevar a cabo operaciones decisivas rápidas”[7].  

En el marco de la simulación, el equipo azul emitió un ultimátum de ocho puntos en el que el octavo solicitiba la rendición del bando rojo. Sin embargo, Van Riper era consciente de que el Gobierno de su “país” no lo aceptaría, por lo que decidió anticiparse y golpear primero tan pronto como un grupo de batalla de portaaviones del bando azul se internase en el Golfo. Una vez que estuvieron dentro de su alcance, el perspicaz Van Riper ordenó el lanzamiento de una lluvia de misiles desde lanzaderas terrestres, barcos comerciales y aviones volando a baja altitud para reducir su firma en el radar. Simultáneamente, enjambres de lanchas rápidas cargadas de explosivos llevaron a cabo ataques suicidas. El sistema de radar Aegis resultó rápidamente saturado, resultando en el hundimiento de 19 barcos del bando azul, entre ellos un portaaviones, varios cruceros y cinco buques de asalto anfibio. Según el relato de Van Riper, “todo terminó en cinco, tal vez diez minutos”[8].

El ejercicio fallido en cuestión proporcionó una visión sobre las estrategias de combate de las dos fuerzas navales que operan en Irán: la rama naval del Artesh (IRIN, por sus siglas en inglés) y la marina de la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGCN, por sus siglas en inglés)[9]. El IRIN emplea una doctrina mucho más convencional, mientras que es sobre todo el IRGCN quien emplea doctrinas asimétricas para garantizar la seguridad de Irán en el Golfo. Ambas marinas tienen la capacidad suficiente para influir en el estratégico estrecho de Ormuz, un punto vital para el flujo de recursos y el comercio internacional (Office of Naval Intelligence -ONI-, 2017, p. 5; Guerrero, 2021, p. 3). La estrategia del IRGCN se configura como “una extensión de la estrategia de defensa de Irán, que busca disuadir ante un ataque marítimo, la escalada rápida si falla la disuasión y librar una guerra prolongada si es necesario”. Cabe destacar que Irán cuenta con la ventaja geográfica que representan las poco profundas aguas del Golfo y las angostas aguas del estrecho de Ormuz. Esta configuración geográfica otorga a los mandos del IRGCN la percepción de estar en condiciones de asestar un duro golpe a sus enemigos mediante el uso de pequeñas plataformas móviles (ONI, 2017, p. 21; Guerrero, 2021, p. 5).

Esta estrategia tuvo sus orígenes durante la guerra contra Irak, cuando enjambres de lanchas tripuladas por miembros del IRGC llevaron a cabo ataques contra petroleros de Arabia Saudí y Kuwait, a la sazón aliados de Irak. En ese contexto, el 14 de abril de 1988, la fragata estadounidense FFG 58 USS Samuel Roberts resultó impactada por una mina, provocando una respuesta contundente de EE.UU. mediante la denominada operación Praying Mantis. Esta operación costó a Irán la pérdida de una fragata, daños en otra y el hundimiento de una patrullera lanzamisiles (Pérez Triana, 2011, pp. 90-91; Guerrero, 2021, p. 6).  En virtud de esta experiencia, Irán, en clara inferioridad militar frente a EE.UU., ha adoptado como premisa la estrategia de disuasión, “proyectando una imagen de fuerza militar”. A este aspecto se añaden las consecuencias económicas derivadas de un eventual cierre del estrecho de Ormuz (ONI, 2017, p. 22; Guerrero, 2021, p. 6).

Mclnnis señala que Irán centra su estrategia de disuasión en responder a eventuales ataques con contundentes acciones de represalia. Como es lógico, se busca disuadir de iniciar un conflicto o propiciar su rápida desescalada. Esta doctrina se conoce comúnmente como Threat in Response to Threat. Dentro de esta categoría, la amenaza más significativa proviene de la Fuerza Quds del IRGC y sus proxies, el denominado Eje de la Resistencia, con capacidad de llevar a cabo acciones terroristas y de guerra asimétrica. Dentro de este enfoque disuasorio también se encuentran los misiles balísticos y el notable desarrollo de la ciberseguridad. Según este autor, esto guarda similitudes con la doctrina estadounidense de las operaciones de respuesta flexible (Mclnnis, 2017a, p. 19). El término Eje de la Resistencia es usado por Irán para referirse a sus socios, proxies y aliados, como el régimen de Bashar al-Asad en Siria, Hizbulah en Líbano, las milicias chiitas en Irak y los hutíes en Yemen. Mayormente conformado por actores chiitas, aunque también los hay suníes, como Hamás. Este eje se erige como un elemento clave para ampliar la influencia de Irán y lograr profundidad estratégica (DIA, 2019, p. 15). Estos cuatro principales proxies de Irán configuran lo que se ha conoce como “la estrategia de las cuatro ciudades”, con la que Teherán busca consolidar su influencia en su camino hacia la hegemonía regional. Excepto Siria, el resto son actores no estatales y también existen grupos proxies entre las milicias chiitas de Afganistán, Pakistán, Beréin y Nigeria. Hamás y la Yihad Islámica Palestina sumarían 18 000 hombres; Hizbulah 50 000; los hutíes sumarían 100 000 y las milicias sirias 12 000. Además, hay que añadir los 122 000 miembros de la Fuerza de Movilización Popular; 20 000 de la Brigada Fatemiyoun y 5000 de la Brigada Zainaboyoun. En total, 327 000 milicianos y paramilitares controlados o estrechamente vinculados a la Fuerza Quds (Zamir, 2022, pp. 14-17).  

https://www.revistaejercitos.com/2020/05/01/la-estrategia-de-iran-en-el-contexto-historico-y-politico-de-oriente-medio

Doctrina militar

Al igual que EE. UU. tiene un sistema de desarrollo estratégico y formación de doctrina que se refleja en la Estrategia de Seguridad Nacional, Irán desarrolla su estrategia y doctrina a partir de un documento establecido por el líder supremo conocido como “Visión a 20 años”. A partir de este documento, se crean planes de desarrollo quinquenales que no solo guían la política económica del país, sino que también proporcionan directrices para los requisitos de seguridad y áreas de inversión en defensa. Para llevar a cabo este proceso, el líder supremo y sus asesores reciben información y asesoramiento del Estado Mayor y otros responsables de la política exterior y de defensa del régimen (Mclnnis, 2017a, p. 4).

Dentro del marco doctrinal iraní, Disvallar distingue dos fases y una tercera en desarrollo aún hoy. La primera, denominada Effective Deterrence,se desarrolló entre 2003-2010 y se apoyaba en la extensión del país, que proporcionaba la suficiente profundidad estratégica para desgastar al enemigo, lo que implicaría la disuasión de una eventual invasión. La doctrina mosaico formaba parte de ella y será explicada más adelante. A su vez, se incorporaban capacidades de denegación de acceso/área A2/AD. No obstante, es una doctrina que solo era válida para enfrentarse a una invasión como la sufrida por Irak. La segunda fase de la doctrina militar iraní se formuló entre 2011 y 2014 como respuesta a la amenaza que representan Israel, ISIS y los países integrantes del Consejo de Cooperación del Golfo (GCC). La naturaleza defensiva seguía estando presente, pero se hacía hincapié en la red de proxies y en el extenso arsenal de misiles balísticos como medio de disuasión. En cuanto a la tercera fase, aún no completada, se basa en la premisa de que “la limitada doctrina de segundo ataque” no podrá la disuadir la agresión de una alianza formada por EE. UU., Israel y el GCC, por lo que se requiere expandir aún más la zona de batalla. Se optaría entonces por una doctrina de “represalia masiva”[10].

En síntesis, Irán ha experimentado una transformación hacia una doctrina de “defensa avanzada” motivada por sus limitaciones en la guerra convencional. Se pretende lograr una “interacción entre la disuasión convencional y la negación plausible”. Las lecciones aprendidas en Irak y Afganistán fueron decisivas para evidenciar el potencial que representan sus proxies, los vehículos aéreos no tripulados y la fuerza de misiles. Esta doctrina se basa en “capitalizar las debilidades de sus rivales empleando soluciones rentables para proteger a Irán de los ataques enemigos”. En esencia, representa una perspicaz interacción de doctrinas “tanto ofensivas como defensivas al mismo tiempo que se basa en el concepto de disuasión convencional” (Ahmed, 2020, pp. 4-5)

Arasli destaca que el desarrollo de la doctrina asimétrica iraní experimentó un notable impulso en la primera mitad de 2003, en el contexto de la operación Iraqui Freedom. En este escenario, resultaba evidente para el régimen iraní su inferioridad militar frente a EE.UU. en un conflicto convencional, por lo que se pusieron todos los esfuerzos para desarrollar una “disuasión efectiva por todos los medios”. Es una doctrina que los estrategas del régimen entienden como una forma de “disuadir, negar, mitigar o anular el uso de una abrumadora fuerza militar”, como puede ser la de EE.UU., pero que también se puede extrapolar a Israel, con un ejército mucho más moderno que el iraní[11]. Los principios y parámetros de esta doctrina eran los siguientes, según Arasli, y se podían dividir entre aquellos utilizados en tiempos de paz y los utilizados en caso de guerra. Respecto a los primeros, se busca disuadir de un ataque militar mediante el empleo de todos los medios disponibles (hard y soft power y el engaño). Se enfatizaba, además, la alta preparación de sus Fuerzas Armadas y el desarrollo de una industria de defensa autóctona y autosuficiente. En el contexto de la guerra, en primer lugar, se aboga por la descentralización de la fuerza militar “para mitigar el poder aéreo, el poder del fuego, las capacidades de inteligencia, el dominio informativo en el campo de batalla y el control del espectro electromagnético del enemigo”. La incorporación de tácticas no convencionales, como el terrorismo, es considerada como un elemento muy importante. También se promueve la innovación y el elemento sorpresa, además de concentrar el esfuerzo principal en los puntos débiles del enemigo (centro de gravedad). Además, se fomenta el uso de fuerzas aliadas y proxy, así como estrategias de guerra política, de información y psicológica en conjunción con el esfuerzo militar. Por último, se destaca la importancia del factor humano, sobre todo en lo que respecta al fervor religioso y la disposición hacia “el esfuerzo por el martirio”[12].

Este último aspecto, relacionado con la práctica del martirio, fue identificado por Arasli como el elemento distintivo que diferencia el enfoque iraní del resto de “visiones doctrinales y conceptuales similares”. La filosofía del martirio y del sufrimiento está fuertemente arraigada en la escatología chiita y se fortaleció tras la revolución islámica de 1979 mediante una serie de interpretaciones “radicales y extremas del islam”. Estas interpretaciones quedaron patentes en la guerra contra Irak, donde auténticas “oleadas humanas” fueron empujadas a través de los campos de minas iraquíes. No obstante, estas prácticas se dejaron de lado una vez finalizado el conflicto y no fue hasta 2004 cuando se llevó a cabo una revisión de estas experiencias relacionadas con el martirio. En este proceso, se añadieron nuevos elementos inspirados en la insurgencia iraquí y la palestina, así como en los ataques suicidas de Al-Qaeda. A su vez, hubo una campaña pública para reclutar voluntarios para estas prácticas suicidas destinados a servir en la Guardia Revolucionaria Islámica (IRGC, por sus siglas en inglés) y en la fuerza Basij. Según estadísticas oficiales, antes del 21 de marzo de 2006, fecha del Año Nuevo iraní, se habían presentado 53 000 voluntarios tanto nacionales como extranjeros. Por sorprendente que parezca, esta práctica del martirio es vista por los dirigentes iraníes como un “arma absoluta” capaz de disuadir o derrotar un posible ataque de EE.UU. o Israel. Irán es el único país del mundo que oficialmente cuenta con unidades destinadas al suicidio, convirtiéndose así esta práctica “en un multiplicador de fuerza crucial contra cualquier agresor en cualquier conflicto futuro con Irán”[13]. Hasta qué punto esta práctica puede ser efectiva es todo un desafío, sobre todo si se tiene en cuenta la escasa efectividad de los ataques kamikazes japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, sería también un grave error subestimar los posibles daños causados por miles de voluntarios dispuestos al sacrifico. Es posible que esta estrategia haya quedado en un segundo plano como consecuencia del continuo desarrollo y mejora de los drones por parte de Irán, en busca de tácticas más avanzadas y eficientes.

Otra de las particularidades del sistema de defensa iraní es que este se basa en un sistema híbrido que guarda similitudes con estructuras pasadas, como el caso de Irak bajo Saddam Hussein, que contaba con el Ejército y la Guardia Republicana. De manera análoga, en un contexto histórico, la Alemania nazi con la Wehrmacht y las Waffen SS[14]. Así, las Fuerzas Armadas se dividen en dos ramas. Por un lado, las fuerzas regulares o Artesh y, por otro, el IRGC. El primero está enfocado a la defensa contra amenazas externas, mientras que el IRGC tiene por cometidos tanto la defensa de amenazas tanto externas como internas, en colaboración con el Artesh (DIA, 2019, p. 10). Tanto el Artesh como el IRGC tienen sus orígenes en la revolución de 1979, y en la actualidad, este último desempeña un papel fundamental en el régimen iraní, ostentando un importante poder político, militar y económico. Es el responsable de la proliferación de misiles balísticos y del supuesto desarrollo de armamento nuclear (Ottolenghi, 2011, p. III). Según los datos proporcionados por The Military Balance para el año 2023, la fuerza total activa de Irán consta de 610 000 hombres, distribuidos de la siguiente manera: 350 000 en el Ejército, 190 000 en el IRGC, 18 000 en la Marina, 37 000 en la Fuerza Aérea y 15 000 en la Defensa Aérea. Además, se estima que hay entre 40 0000 y 60 000 miembros en la gendarmería y fuerzas paramilitares. Asimismo, existen cerca de 350 000 reservistas y se puede contar con aproximadamente 600 000 hombres armados de la milicia paramilitar Basij (2023, pp. 324-328).

El sha había dejado un ejército moderno y altamente capacitado, pero los nuevos líderes dudaron de su lealtad, lo que llevó a una purga en las Fuerzas Armadas, afectando especialmente a una oficialidad que había recibido formación en el extranjero (Ahmad, 2020, p. 3). Las históricas rivalidades entre el IRGC y el Artesh son cosa del pasado. Ambas fuerzas están firmemente controladas y adoctrinadas por los clérigos del régimen, ya que la Constitución iraní, en su artículo 144, establece la “islamización” de los militares[15]. En el previamente mencionado documento desclasificado del AWG, se destaca acertadamente la necesidad de que los analistas occidentales eviten subestimar la importancia que la revolución islámica tiene en la doctrina militar iraní. Esta importancia está consagrada en la propia Constitución de 1979 (con enmiendas hasta 1989), ya que los oficiales no son solo seleccionados en función de sus actitudes tácticas, sino también de sus “credenciales” religiosas (AWG, 2017, p. 14). En el preámbulo de la misma, en la sección titulada un “Un ejército ideológico”, se afirma que “en la formación y equipamiento de las fuerzas de defensa del país, se debe prestar la debida atención a la fe y la ideología como los criterios básicos”[16]. El entorno hostil en el que se encuentra el país le ha obligado a desarrollar una doctrina de guerra asimétrica enfocada en “explotar las debilidades enemigas” y establecer una disuasión creíble, a pesar de las importantes limitaciones de su aparato militar. Para lograr este propósito, Irán hace uso de su considerable fuerza de misiles, sus capacidades navales, la Fuerza Quds, así como de grupos proxy y la práctica del terrorismo (AWG, 2017, p. 14).

Resulta relevante resaltar la importancia que Irán atribuye a la guerra psicológica, mostrando sus capacidades militares a través de diversos medios, como publicaciones, Internet y declaraciones oficiales. Arasli destaca que este enfoque persigue lograr fines políticos y propagandísticos concretos. Por un lado, un desafío explícito hacia Occidente, que se traduce en ocasiones en ataques selectivos (Gil, 2023). Por otro lado, la recurrente práctica de desinformación sobre sus verdaderas capacidades militares, con la finalidad de confundir a sus enemigos. Asimismo, la estrategia de disuasión previamente abordada en este trabajo. Por último, cabe subrayar la manifestación regular de su poder militar, dirigida tanto al pueblo iraní como al conjunto del mundo musulmán[17].

Según Mclnnis, la doctrina militar iraní se basa en lecciones militares aprendidas, sobre todo tras la guerra contra Irak. Su objetivo es hallar soluciones pragmáticas a los continuos desafíos de seguridad a los que se enfrenta “dentro del marco de los conceptos ideológicos y estratégicos del Estado”. La ideología es un componente importante en el IRGC, sobre todo en la Fuerza Quds. El IRGC tiene un enfoque haca la guerra de guerrillas y el terrorismo a través de grupos proxy, así como hacia estrategias como la doctrina mosaico. Con el tiempo, la doctrina iraní ha ido ganando complejidad, muchas veces a través del ensayo y error, incorporando en muchos de sus aspectos enseñanzas extranjeras, principalmente de EE.UU. Algo similar sucede con la tecnología extranjera, para la que existen pocas restricciones. Sigue, en definitiva, la “tradición de la dinastía Qajar y Pahlavi de sancionar la adopción y posterior iranización de cualquier cosa efectiva en la guerra” (Mclnnis, 2017b, p.3). En gran medida, esta doctrina parece limitarse a la “defensa, disuasión y guerra asimétrica”. Sin embargo, Mclnnis reconoce que el despliegue de vehículos aéreos no tripulados en Siria parece indicar una participación creciente de Irán en operaciones ofensivas convencionales (Mclnnis, 2017b, p. 3). En cualquier caso, la doctrina ofensiva de Irán busca básicamente exportar la revolución islámica y aumentar la influencia fuera de sus fronteras, como se ha repetido con anterioridad. A la vez, estas medidas permiten crear y mantener un importante número de proxies que pueden ser empleados para la disuasión. Pero en lo que se refiere a la doctrina ofensiva clásica, aún tiene un largo camino que recorrer. No obstante, sí es cierto que el IRGC ha integrado cada vez con más frecuencia capacidades convencionales en sus campañas no convencionales llevadas a cabo en Siria e Irak (Mclnnis, 2017a, p. 2).

https://www.revistaejercitos.com/2020/05/01/la-evolucion-de-la-estrategia-y-la-fuerza-de-misiles-de-iran

Guerra híbrida

El documento del AWG desglosa la doctrina iraní en varios puntos: guerra híbrida, la doctrina de defensa mosaico, la doctrina naval, aérea y la cibernética. En cuanto a la guerra híbrida, se destaca que la guerra asimétrica practicada por Irán “es una estrategia integral diseñada para superar la incapacidad de Irán para igualar el poder de EE. UU. mediante tácticas que explotan las presuntas vulnerabilidades occidentales”. El término de guerra híbrida se emplea para describir las herramientas utilizadas por Teherán en el desarrollo de esta estrategia. Asimismo, el documento refleja cómo la doctrina iraní es, en general, defensiva, basada en la negación de área y acceso A2/AD. La guerra terrestre convencional constituiría el núcleo de esta doctrina defensiva, “pero toma un segundo plano ante la postura cada vez más agresiva y adelantada que busca crear una disuasión en capas mediante el mantenimiento de estados amigos y grupos proxy”. Debido a su inferioridad militar frente a sus enemigos regionales, Irán ha destinado importantes recursos a sus sistemas de misiles y al desarrollo de sistemas de aeronaves no tripuladas (UAS). Asimismo, se advierte que Irán ha analizado las operaciones estadounidenses en Afganistán e Irak, concluyendo que es capaz de responder a la superioridad abrumadora de EE. UU. y su aversión a las bajas mediante el empleo de drones y enjambres de lanchas (AWG, 2017, pp. 15-16).

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