El elaborado y sangriento ataque liderado por Hamás el pasado 7 de octubre contra territorio israelí marca un antes y un después no sólo en Israel, y en la relación entre israelíes y palestinos, sino más allá, en la región. Y lo hace por diversos motivos, entre ellos, la ruptura de paradigmas de seguridad y defensa en Israel, la puesta al descubierto de un fallo de inteligencia y de liderazgo políticos y la sacudida que ha supuesto en la configuración de las posibles nuevas relaciones entre los países de la zona, y con Estados Unidos. Por todo ello, y varias razones más, no hay miedo a calificar la ofensiva de Hamás como una acción sin precedentes.
- La guerra de Hamás contra Israel (I): la razzia de Hamás
- La guerra de Hamás contra Israel (II): drones y lecciones para España
- La guerra de Hamás contra Israel (III): la guerra naval
- La guerra de Hamás contra Israel (IV): ruptura de paradigmas y fallo de inteligencia
- La guerra de Hamás contra Israel (V): operación «Espadas de Hierro»
- La guerra de Hamás contra Israel (VI): las derivadas cibernéticas del conflicto palestino-israelí
- La guerra de Hamás contra Israel (VII): la crisis del mar Rojo
- La guerra de Hamás contra Israel (VIII): la guerra de guerrillas urbana de Hamás en la Franja de Gaza
Desde las 06:00 horas de la mañana del sábado del 7 de octubre y hasta el domingo la ofensiva “Diluvio de Al Aqsa” del brazo armado de la organización terrorista palestina Hamás convierte esas 24 horas en las más mortíferas de la historia de Israel. Nunca antes habían fallecido atacados tantos israelíes en tan poco espacio de tiempo.
La fecha, simbólica, en pleno Sabbat, al final de la festividad religiosa de Sucot y apenas unas horas después de cumplirse el 50 aniversario de la traumática Guerra del Yom Kippur, y el momento, elegido, en plena ebullición de los problemas con los palestinos en Cisjordania, el Ejército israelí mirando hacia otro lado, la situación cada vez peor en los lugares santos palestinos, la fractura social en Israel por la oposición a su Gobierno y en un momento de negociación para normalizar las relaciones entre Israel y Arabia Saudí.
A fecha de 26 de octubre, se cuentan más de 1.300 israelíes muertos, 3.300 heridos y, al menos, 220 civiles, extranjeros también, y militares, entre ellos, varios de alta graduación, retenidos como rehenes en lo más profundo de la Franja de Gaza[1].
Del lado palestino, más de 6.000 palestinos han muerto y más de 15.000 han resultado heridos, según el Ministerio de Salud de Gaza (controlado por Hamás) en los bombardeos sobre Gaza, y eso que la auténtica operación terrestre en la franja aún no ha comenzado este 26 de octubre. Más de 80 han fallecido ya también en Cisjordania.
Un complejo y brutal ataque liderado por Hamás junto a la Yihad Islámica Palestina y otros grupos gazatíes que, más allá de unas cifras apabullantes, deja claro que se trata de bastante más que un simple atentado terrorista, un ataque o una mera operación, ya que tiene todos los tintes de lo que podría calificarse como una ofensiva, entre otras cosas, porque implica una variedad de acciones coordinadas y una serie de objetivos claros a atacar.
Pero, también, eso no sólo por su envergadura y alcance, sino, además, por supuesto, por sus consecuencias, algunas a día de hoy prácticamente imposibles de prever. Por el momento, ambos bandos y sus aliados regionales e internacionales parece que se preparan para una guerra más intensa y larga que cualquiera de los conflictos que han tenido lugar en el siglo XXI en la zona. Por ejemplo, para el martes 10 de octubre (apenas cuatro días después del inicio del ataque), Israel ya había desplegado a 300.000 reservistas, que se suman a los 180.000 efectivos de su Ejército, lo que da una idea del tamaño de los planes que se plantean desarrollar[2].
La ofensiva ha sido llevada a cabo principalmente por Hamás con la ayuda y apoyo logístico de sus aliados históricos como Irán y la milicia chií libanesa Hezbolá:
Ayuda y apoyo, sí, coincidencia de intereses, también, pero, instigar parece que sólo hasta cierto punto, porque cualquier ataque contra Israel, más si es extremadamente perturbador, será bienvenido en Teherán, que puede beneficiarse de forma directa o indirecta. Sin embargo, hasta ahora, y en línea con las palabras de Jamenei, ni Irán ni Hezbolá se han involucrado más allá de declaraciones y algunas acciones de poco calado en la frontera norte. No parece haber intención, al menos hasta hoy, 27 de octubre, en escalar a una guerra regional (algo que, por otro lado, tampoco es descartable que termine por suceder). De tal modo que el ataque, el momento y la motivación siguen principalmente una agenda palestina, la de Hamás[3], que ha buscado reventar una situación interna (entre palestinos) y externa (regional) que le perjudicaba.
En este contexto, Hamás da un brutal golpe en la mesa, hace saltar por los aires las piezas de ajedrez en el tablero, y coloca la situación en otra dimensión, tanto nacional como regional. Sale de la irrelevancia, recupera la iniciativa y recuerda a los demás, árabes y no árabes, que sin tener en cuenta la causa palestina no va a haber paz ni normalización de relaciones de una de las grandes potencias musulmanas en la región con el Estado hebreo. Por el momento, Arabia Saudí congela sus negociaciones con Tel Aviv, entre otras consideraciones, también dado el apoyo a los palestinos entre su ciudadanía. En una situación similar se encuentran otros países musulmanes que se han acercado a Israel y cuyas calles bullen de furia hacia Tel Aviv por su respuesta al 7 de octubre, como Marruecos, por ejemplo. Esto coloca los Acuerdos de Abraham en una tesitura difícil, mientras se está a la espera del desarrollo del actual conflicto:
Además, ante la atenta mirada de miles de palestinos frustrados por su cada vez más precaria situación en Cisjordania y la falta de soluciones de sus líderes, Hamás se posiciona como el “paladín” de su causa y “protector” de los santos lugares. Y, detrás de Hamás, expectante, en la sombra, Irán, poderoso opositor a cualquier acercamiento de los países árabes a Israel, ya que podría suponer redibujar el statu quo de la influencia en la región y no a su favor, precisamente. El acuerdo en materia de defensa que se estaba forjando entre Arabia Saudí y Estados Unidos en el marco de su acercamiento a Israel[4], tampoco beneficiaría la posición regional de Irán y sus aliados. Como tampoco lo haría, desde el punto de vista económico, la vía comercial alternativa a la que atraviesa territorio iraní, propuesta por Estados Unidos, y que busca unir en un mismo corredor los países de la Península Arábiga e Israel hasta Europa. A este respecto, una de las cuestiones que el reciente ataque de Hamás deja claro es la creciente fortaleza de las alianzas forjadas por Irán, no sólo Hamás o Hezbolá, quizá las mayores a día de hoy, sino teniendo también en cuenta sus grupos y milicias afines en otros países con presencia chií como Iraq o Siria e, incluso, los huzíes de Yemen.
Sin embargo, a día de hoy, quedan dudas sobre si Hamás ha podido haber cometido un error de cálculo y que, tras una victoria táctica, a nivel estratégico ésta le pueda perjudicar, ante el plausible convencimiento de Israel de la necesidad de acabar con la organización terrorista antes o después.
La ruptura de varios paradigmas
Son múltiples los hitos que se han derribado y sobrepasado en esta llamada ya Guerra de Sucot, en este nuevo conflicto en Oriente Próximo, entre Hamás e Israel. Conceptos básicos que han derivado a lo largo de los años en formas y líneas de actuación que, a partir de ahora y a tenor de los acontecimientos, han mostrado sus limitaciones y fallos de seguridad, por lo que es muy probable que haya que recalibrar o repensar cuando la niebla de la guerra se disipe.
Una acción coordinada de saturación del sistema defensivo y de confusión que supuso que, junto a la lejanía de los refuerzos, se tardara horas en responder y que, apenas unos días después, hace difícil pensar que se pueda regresar a la situación previa a este ataque. Hay un antes y un después del 7 de octubre, entre otras cuestiones, porque la sorpresa y el desconcierto inicial de Israel, que han dejado al descubierto sus grietas y que han mostrado patentemente que sus todopoderosas capacidades tecnológicas, entre otras, también tienen un límite y pueden ser burladas o sobrepasadas implica la pérdida de la capacidad de disuasión israelí. Algo clave, un concepto básico sobre el que han pivotado muchas acciones y reacciones entre israelíes y palestinos, pero, más allá, también en la región.
Sin duda, éste es uno de los grandes motivos de la retórica del Gobierno israelí, apoyada por sus acciones y preparativos sobre el terreno, en torno a la respuesta al ataque: actuarán con crueldad, como un tsunami, una operación de castigo histórica, etc…
A este respecto, aunque más allá y dejando aparte otros motivos, la rápida demostración de fuerza militar estadounidense, derivando al área todo un grupo de batalla naval, con su mayor portaaviones, el Gerald Ford, y los cazas de combate más modernos incluidos, viene a suponer un refuerzo para la disuasión israelí, dañada por el ataque de Hamás. En palabras del portavoz del Pentágono, Patrick Ryder: “El objetivo del envío del portaaviones Gerald Ford es, en primer lugar, mostrar apoyo a Israel y también enviar un mensaje disuasorio a Irán y Hezbolá de que no escalen la situación”[5]. Conviene destacar que, con el paso de los días y ante la incertidumbre sobre una escalada regional o la situación de los rehenes, tropas y ciudadanos estadounidenses en la zona, Washington ha redoblado su presencia militar y lo ha hecho ya en dos ocasiones y también ha llevado a cabo algún ataque militar contra intereses iraníes en territorio sirio. En el primer refuerzo al Gerald Ford, el Pentágono ha enviado, además, al portaaviones USS Eisenhower hacia el Golfo Pérsico y ha ordenado el estado de prealerta de despliegue de 2.000 infantes de marina[6]:
Así mismo, el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes estadounidense está redactando una legislación que autoriza la fuerza militar, según informa la cadena CNN[7]. A este respecto, no hay que dejar de apuntar que Irán también ha empezado a hacer movimientos disuasorios destinados a EE. UU. Por ejemplo, los ataques con drones de milicias chiíes afines en Iraq contra las bases aéreas al-Asad (Anbar) y Harir (Erbil) con presencia de tropas estadounidenses y de otros países, como España[8].
Ese daño a la disuasión basada en la enorme superioridad tecnológica, armamentística y de profesionalidad del Ejército israelí con respecto a otros ejércitos, grupos terroristas o milicias como las palestinas es uno de los grandes paradigmas rotos por el ataque del 7 de octubre. “Hamás ha puesto en entredicho el concepto fundamental de la disuasión israelí”, afirma Kenneth F. McKenzie Jr., general retirado del Cuerpo de Marines y ex alto mando estadounidense en Oriente Próximo[9].
El aspecto de la superioridad tecnológica en sí mismo también es un paradigma que suscita dudas tras lo ocurrido. La tecnología es una gran ayuda, no hay duda, pero no es la solución definitiva. Por poner sólo un ejemplo concreto, y sin entrar en detalles sobre el sistema Cúpula de Hierro (Iron Dome) del que ya se ha hablado en otras ocasiones, el hecho de proteger una frontera como la de Gaza con poco más que una “Smart Barrier” (valla inteligente con sensores subterráneos y cámaras de vigilancia) ha demostrado ser un claro signo de sobrestimación del recurso tecnológico:
Reflexión del profesor Michael Tamchum en torno a la capacidad de las llamadas “barreras o vallas inteligentes” en las fronteras. Fuente X: @michaeltanchum
En este sentido, destaca el desvío de una a dos docenas de batallones enteros del Ejército desde el frente sur a Cisjordania para proteger a los colonos en el marco del aumento de la tensión con la población palestina[10] y de la concesión de permisos a la tropa, con motivo de la festividad de Sucot.
Otro de los hitos sobrepasados por el ataque de Hamás ha sido su capacidad de penetración en territorio israelí. En un país con tan escasa profundidad estratégica, que decenas de milicianos palestinos consiguieran avanzar sin enfrentar apenas resistencia hasta Ofakim, localidad situada a 30 kilómetros de la Franja de Gaza, es algo que no había ocurrido en décadas, desde los primeros enfrentamientos tras la creación del Estado de Israel. De ahí que, a partir de aquella época, la estrategia israelí que ha primado haya sido la de luchar en frentes más allá de sus fronteras, fuera de su territorio. Eso y, además, el hecho de que controlaran por unas horas varias localidades, algo que ningún ejército árabe había hecho[11].
También ha destacado otro cambio radical: tras años de competición entre ellas, Hamás y la Yihad Islámica Palestina (las dos principales milicias terroristas de Gaza) han colaborado entre sí para llevar a cabo el ataque del 7 de octubre pasado. Y, a esto, hay que sumar el extraordinario incremento de las capacidades operativas y armamentísticas de Hamás. Algo que apunta también al fortalecimiento del eje armado en torno a Teherán en la región. Se conocía la fuerza de Hezbolá, pero la recientemente adquirida por Hamás ha sorprendido.
La captura de más de 220 rehenes: israelíes, extranjeros, civiles, militares, ancianos, mujeres y niños, en manos de los grupos palestinos en algún lugar de la Franja de Gaza convierte una situación ya de por sí complicada en endiablada. Otra acción sin precedentes por el elevado número de capturados y que parece dirigida a que el alto mando militar y el Gobierno israelí los tengan en cuenta a la hora de plantearse una posibilidad de negociar, por remota que sea, y de aplicar la Doctrina Dahiya. El sistema ideado tras la última guerra contra Hezbolá en el Líbano y por el cual se bombardea y se ataca con artillería de forma masiva el lugar desde el que se lanzan los ataques y en el que se refugia el enemigo, de forma indiscriminada, para facilitar la entrada de las tropas terrestres y evitar posibles trampas, ataques y emboscadas[12].
La ruptura de los paradigmas mencionados, entre otros y junto a otras consideraciones, deja pocas dudas en torno a la previsible necesidad de reformación y adecuación de la doctrina de seguridad israelí a la nueva realidad nacida tras una acción sin precedentes de Hamás contra Israel.
Un fallo de inteligencia
Un ataque sin precedentes, un fallo de seguridad y, también, un fallo de inteligencia. Sí, definitivamente. Pero esta afirmación requiere de numerosas matizaciones. Una sucesión de acontecimientos como la actual implica a diferentes factores y actores más que a uno sólo, y todos a la vez o en diversos momentos.
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