En el actual conflicto entre Ucrania y Rusia hay una ausencia notable de operaciones de ruptura exitosas. Parece que ninguno de los bandos es capaz de realizar penetraciones profundas durante sus ofensivas. El resultado es una guerra estancada, que nos recuerda a la Primera Guerra Mundial. Surge entonces la pregunta sobre si en la actualidad es posible, o no, la ruptura de un frente defensivo con las armas en servicio. El presente articulo trata sobre este asunto y pretende responder a dicha cuestión. Para ello vamos a fijar unos criterios doctrinales con esquemas de batallas históricas, pasaremos a estudiar lo que están ocurriendo en la actual guerra en Ucrania y, en última instancia, llegaremos a una serie de conclusiones que compartiremos con el lector.
Las operaciones de ruptura en el pasado
Desde la antigüedad, la ruptura del frente enemigo ha sido una maniobra resolutiva en la batalla. Un ejemplo puede ser la batalla de Gaugamela, ejemplo de batalla decisiva, entre dos ejércitos enormemente numerosos para la época, donde podemos ver con claridad lo que es una ruptura del frente adversario para llegar a un objetivo decisivo.
No es el único ejemplo que nos deja la Historia, de ahí que hayamos seleccionado batallas de distintas épocas y latitudes con las que ayudar al lector a entender en qué consisten las rupturas, de forma que tenga claro el concepto antes de pasar a explicar los porqués de estas y las condiciones necesarias para que se produzcan.
Gaugamela (331 a.C.)
En Gaugamela se enfrentaron las civilizaciones helénica y persa, materializadas en los ejércitos de Alejandro Magno y Darío III. La batalla duró un día. Las fuerzas persas eran cuantitativamente muy superiores a las griegas. La superioridad numérica de Darío le permitió dominar los flancos helenos. Sin ánimo de ser detallistas, un esquema de la maniobra de Darío III pudo el que encontraréis al final del epígrafe.
A grandes trazos, podemos decir que el movimiento persa hacia el flanco derecho de Alejandro motivó algunas fisuras en el frente de Darío, sensiblemente a vanguardia de su puesto de mando. Este quedó relativamente desprotegido. Alejandro aprovechó esa fisura atacando el centro persa en tanto que sus flancos resistían heroicamente. Antes que estos se derrumbaran por la presión persa, Alejandro, que había localizado el puesto de mando de Darío, se lanzó contra él con la caballería que formaba su reserva, rompiendo el frente en el punto debilitado. Darío se vio amenazado por la caballería de Alejandro, huyó, y como consecuencia los persas, sin mando, se desmoronaron.
Básicamente la ruptura del frente tiene como objetivo alcanzar objetivos importantes, en este caso el puesto de mando adversario. Alejandro aprovechó la oportunidad, dentro de una situación desesperada, y movió su caballería, al parecer oculta tras su infantería y las nubes de polvo que esta levantaba. Darío, sorprendido y, quizás aturdido por lo inesperado de la situación, tomo la fatídica decisión de retirarse.
De esta batalla podemos extraer dos consideraciones claves. La primera es la existencia de un objetivo importante; y, la segunda, la necesidad de alcanzar la sorpresa.
La sorpresa siempre turba al mando en la dirección de la batalla.
Resumiendo, esta operación de ruptura requirió:
- Inteligencia para detectar el punto débil y el objetivo clave.
- Sorpresa que se consiguió con rapidez y ocultación del movimiento de las fuerzas de ruptura hacia el punto débil detectado.
- Resolución del mando que realiza la ruptura.
Esta batalla nos indica que la ruptura es posible con un ejército atacante cuantitativamente inferior al de su adversario; también que, la maniobra táctica oportuna (la de Alejandro con su caballería), puede convertir al atacante inicial (Darío, y su numeroso ejército) en defensor desorganizado.
Otumba (7 julio 1520)
La ruptura también es posible en condiciones todavía más adversas, como cuando un ejército desesperado y pequeño hace frente a otro enormemente más numeroso y con moral de victoria. Un ejemplo de lo anterior fue la batalla de Otumba donde Hernán Cortes, al mando de las fuerzas hispano-tlaxcaltecas, en desesperada retirada, vencieron a las imperiales mexicas al mando del cihuacóatl Matlatzincatzin, el jefe del ejército de Cuitláhuac, el sucesor de Moctezuma.
La batalla, que decidió la continuidad de la expansión de la cultura hispana en América, duró solamente una mañana. Las fuerzas aliadas hispano-tlaxcaltecas estaban compuestas por unos 1.600 efectivos (con muchos heridos), de los que unos 1.000 eran tlaxcaltecas. Las de Matlatzincatzin fueron muy superiores, quizás sumando hasta 10.000 efectivos.
Los hispanos y tlaxcaltecas estaban en condiciones penosas y en plena retirada tras su salida en fuerza de Tenochtitlan (noche del 30 y madrugada del 1 junio) con enormes pérdidas. Tras días de penosa retirada, el 7 de julio, muy de mañana, la caballería hispana de vanguardia detectó una enorme masa adversaria en una posición ventajosa que le cerraban el paso. Los hispanos-tlaxcaltecas, abrumados, formaron en defensa perimétrica, en cuadro o, más probablemente, en un círculo, con cuatro escuadrones[1], uno por lado o cuarto de círculo, cada uno con un frente que posiblemente no llegaba a 100 metros por escuadrón. La escasa caballería (entre 13 y 17 jinetes) se ubicó en el centro. Al poco, la masa enemiga debió envolver el cuadro.
Los hispanos-tlaxcaltecas resistieron la embestida mexica en formación cerrada, hombro con hombro, protegidos con las rodelas y dando estocadas con espadas, lanzas y dagas. Los tlaxcaltecas estaban instruidos en las tácticas españolas. Todos combaten, incluso los heridos que pueden mantenerse en pie, y hasta las mujeres, la sevillana María de Estrada, «la vieja», «a caballo y con una lanza»[2].
El frente de combate pudo ser un círculo de tan solo 450 metros. El ataque mexica, al cerrar sobre el sistema defensivo de Cortés, impulsado por el número, debió transformarse en una melé confusa que impedía la esgrima de los mexicas con sus contundentes macanas de dos manos. Con la macana no se podían dar estocadas. Quizás por el desordenado choque, el comandante mexica se aproximó a la línea de contacto sobre una litera para intentar poner orden.
Cortés, a caballo, debió localizar a Matlatzincatzin, el jefe mexica. El extremeño conocía los procedimientos adversarios, la existencia del rígido mando entre ellos, la dificultad de la sucesión del mismo y de la transmisión de órdenes y, en general, sus tácticas.
El desplazamiento del comandante mexica en litera no era por comodidad, ni ostentación, sino para tener una mejor visión de conjunto del campo de batalla. El caso es que este sistema de desplazamiento, unido a su bandera de plumas que hacían de distintivo de mando, permitió su localización. Cortés juzgó que estaba a su alcance y se lanzó resueltamente con su escasa caballería contra el jefe enemigo. Este fue abatido sin que hubiese una sucesión automática del mando. Usualmente para los mexicas, ante este terrible caso, era necesario hacer una pausa operacional para determinar la sucesión. Algo insólito para el mando aliado. Cortés debió aprovechar la ausencia de mando redoblando el esfuerzo. La fuerza mexica quizás realizó una retirada doctrinal (usual ante la muerte del jefe) o se desmoralizó, desbandándose. Contra todo pronóstico, las exhaustas fuerzas de Cortés pudieron continuar su retirada hasta refugiarse en el país de los tlaxcaltecas.
Podemos ver que las circunstancias son las mismas que en Gaugamela: información o inteligencia (de oportunidad) sobre el objetivo decisivo, acción imprevista con rapidez para alcanzar la sorpresa y resolución en la acción; también, inversión rápida de papeles gracias a la sorpresa, donde el defensor inicial pasa a atacante.
En Otumba, la desproporción entre fuerzas fue enorme, pero los tlaxcaltecas estaban instruidos en las tácticas españolas de choque. Al mantenerse los escuadrones en formación, hombro con hombro, protegidos por las rodelas, podía herir con las espadas, misericordias y lanzas a los guerreros mexicas en confusa melé. Traemos este detalle a colación para dar importancia al procedimiento táctico y al empleo de nuevas armas. Las tácticas adecuadas, novedosas, conjuntadas, con armas novedosas, pueden incrementar la enormemente la potencia de combate de una fuerza claramente inferior desde el punto de vista cuantitativo.
Dos rupturas y dos batallas decisivas de singular alcance, gracias a la existencia de un objetivo importante y accesible y a la preparación de las fuerzas. Pero quizás sea necesario recurrir a ejemplos más recientes, con campos de batalla inmensos y saturados de máquinas.
Segunda batalla del Sedán (12- 15 de mayo de 1940)
Un ejemplo de ruptura moderna, en un espacio de batalla repleto de máquinas, lo podemos encontrar en la Segunda Batalla de Sedán entre franceses y alemanes. El campo de batalla se extendió desde Longwy (cerca de las fronteras de Luxemburgo Francia y Bélgica) a Namur. Hoy, por carretera, serían 152 kilómetros. El espacio de batalla incluía los bosques de las Ardenas y estaba atravesado por los ríos Semois, Mosa y el canal de las Ardenas, obstáculos que aprovecharon los franceses.
En todo el frente occidental, los alemanes atacaron con tres grupos de ejército (A, B, C) y rompieron en profundidad por la zona menos esperada y peor defendida, las Ardenas, consiguiendo la sorpresa.
Dentro del grupo de Ejércitos A de von Rundstedt los alemanes, con sorprendente rapidez, utilizando de forma conjunta nuevas armas como los carros de combate y el avión en apoyo a las fuerzas terrestres, lanzaron tres estocadas mortales en la zona de las Ardenas. Esos esfuerzos estuvieron materializados, de norte a sur, por la 7ª División Acorazada al mando del general de división Rommel. Al sur de esta desplegaba el «Grupo Panzer» al mando del general von Kleist. Este grupo, que era la fuerza decisiva, tenía dos cuerpos de ejército: el XLI Cuerpo de Ejército Acorazado, con las divisiones acorazadas 6ª y 8ª al mando del general Reinhardt, y el XIX Cuerpo de Ejército Acorzado, al mando de Guderian, con las divisiones acorazadas 1ª, 2ª y 10ª.
Rommel tenía como objetivo Houz sobre el Mosa; el objetivo de Reinhardt era Monthermé y el de Guderian, Sedán. Estas fuerzas establecerían cabezas de puente al otro lado del Mosa.
Todo se logró en tres días. Lo que nos puede dar una idea de la duración de una operación de ruptura con medios acorazados y mecanizados con apoyo aéreo.
La coordinación entre las fuerzas acorazadas y la aviación fue tan eficaz y sorpresiva que el avance fue rapidísimo, pese a la fuerte resistencia, las voladuras de puentes, etc.
Los generales alemanes no tenían instrucciones para el caso de que el «Grupo Panzer» de von Kleist alcanzara la sorpresa total y consiguiera rápidamente el establecer las cabezas de puente en el Mosa. Pero sus oficiales generales hicieron gala de iniciativa y, tras llegar al Mosa, las divisiones acorazadas siguieron más allá; ciertamente, después de un violento debate entre von Kleist y Guderian. Von Kleist, sorprendido de su propio éxito, dio orden de detener el avance. Guderian, perfecto conocedor de las capacidades del arma acorazada en conjunción con la aviación, pretendió seguir avanzando. Por fortuna para los alemanes, von Kleist rescindió su orden y, de la explotación táctica se pasó a la estratégica; la victoria fue aplastante.
En solo once días los alemanes avanzaron 350 kilómetros; la 2ª División Acorazada había recorrido 80 kilómetros al finalizar el segundo día de la batalla. Indicamos estos detalles para que el lector conozca lo que es un avance verdaderamente exitoso en una operación de ruptura acorazada. Es obligada su comparación con los raquíticos avances que publicitan los dos bandos enfrentados en la actual Guerra de Ucrania.
Esta ruptura, y ese avance, fueron posibles por elegir un punto débil del frente: la zona de las Ardenas. Las nuevas armas y tácticas (básicamente arma acorazada y aviación táctica en apoyo a las fuerzas en contacto) y novedosos procedimientos como fue, entre otros, abastecer regularmente de combustible a los carros de combate por vía aérea, también contribuyeron al éxito.
Cuando el 23 de mayo el «Grupo Panzer» de von Kleist se detuvo, lo hizo por agotamiento, no por la reacción del adversario. En ese momento solo le funcionaban el 50% de sus carros de combate, algo nada extraño a lo largo de la historia tras apenas unos días de acción. Este dato añade una nueva circunstancia para las ofensivas de las fuerzas acorazadas, a saber: estas se pueden parar solas, fundamentalmente por problemas logísticos relativos al combustible, las municiones y, sobre todo, a las averías de las máquinas (vehículos, carros de combate, etc.).
Resaltamos lo anterior porque el mantenimiento de campaña de las unidades panzer alemanas fue extraordinariamente bueno, recuperándose los vehículos con sorprendente rapidez, cosa que no parece ocurrir en el actual conflicto en Ucrania en ninguno de los bandos enfrentados, aunque Ucrania ha demostrado mayor capacidad en este aspecto.
Hoy, además, el problema del mantenimiento en combate es mayor que en la Segunda Guerra Mundial porque los carros, vehículos de combate, la artillería autopropulsada, etc. son más complejos.
Las divisiones acorazadas y mecanizadas rusas actuales (y en cierta medida las ucranias) tienen el problema orgánico (y de mentalización[3]) de falta de logística y, en concreto, de mantenimiento de campaña resolutivo. Problema que arrastran ambos bandos desde su pasado soviético.
Con relación a las dos operaciones de ruptura anteriores (Gaugamela y Otumba), la del Sedán tiene una complejidad mucho mayor. Desde el punto de vista táctico tenemos:
- Inteligencia para determinar el punto débil del despliegue. En las Ardenas, los alemanes detectaron que los franceses desplegaban divisiones de movilización, sin apenas oficiales profesionales; además, las Ardenas es zona montañosa y boscosa, consideraba como poco probable para un ataque acorazado.
- La sorpresa alemana en el lugar (las Ardenas) en el procedimiento táctico (carros, aviación y logística ágil) fue rotunda. Los alemanes emplearon una gran masa acorazada perfectamente conjuntada con la aviación. El arma aérea proporcionó a las fuerzas acorazadas fuegos de apoyo y logística con oportunidad; también, contribuyó a la sorpresa la inaudita rapidez de concentración y, aún más, la velocidad del avance alemán hacia el Mosa, así como la iniciativa de los oficiales y oficiales generales.
- Vuelve a destacar la resolución, en este caso de los jefes de división y de cuerpo de ejército que se sobreponen a las dificultades como la voladura de puentes, núcleos de resistencia y las órdenes superiores que parecían no comprender las nuevas tácticas. Hemos de advertir que algo parecido pasa en las fuerzas ucranianas con relación a los nuevos procedimientos OTAN.
- La novedad de esta ruptura está en la magnífica logística en apoyo a las fuerzas acorazadas germanas. Los talleres de campaña (secciones o compañías de mantenimiento de los batallones acorzados) deben ser técnicamente muy buenos y abnegados. Los «servicios» en estas formaciones deben ser de primera categoría en personal y medios.
Hemos visto que el secreto de la ruptura está en la inteligencia, la sorpresa, la rapidez, la resolución y la logística adecuada a las unidades acorazadas que, de momento, son las que pueden realizar operaciones de ruptura.
La batalla de ruptura es resolutiva si los objetivos que se alcancen son claves. En Gaugamela y Otumba fueron el mando enemigo, aquí, en el Sedán, unas cabezas de puentes sobre el Mosa que abrieron la puerta de la retaguardia enemiga, una retaguardia vacía, cosa que, al parecer, no ocurre en 2023 en el llamado corredor entre Rusia y Crimea, donde las defensas rusas, en profundidad, nos recuerdan a la batalla de Kursk, que veremos seguidamente.
La batalla de Kursk (5 de julio – 23 de agosto de 1943) («Operación Ciudadela»)
En Kursk había dos bandos con un elevado grado de mecanización y una necesidad de ruptura por parte de uno de ellos (la Wehrmacht) y de defensa a toda costa (el «Ejército Rojo» de la Unión de Repúblicas Socialista Soviéticas – URSS- ); además, fue una batalla donde los atacantes (los alemanes) intentaron los dos procedimientos de ataque más usuales en las operaciones de ruptura: o se rompe con infantería (reforzada con carros o cañones de asalto[4]) y explotan las unidades acorazadas; o, estas aprovechan su coraza (protección) y potencia de fuego para romper y explotar, en tanto la infantería ocupa el terreno conquistado y lo limpia de núcleos de resistencia, protege flancos de la penetración y consolida los objetivos alcanzados.
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