Durante estos últimos años, los profundos cambios que está experimentando el orden internacional han vuelto a centrar el foco de manera especial en el poder marítimo, como uno de los principales elementos de la competición entre grandes potencias. La seguridad marítima, por más que en determinados periodos haya sido descuidada, siempre ha resultado fundamental para los países europeos dada la configuración geográfica de nuestro continente, poco más que un apéndice de la gran masa euroasiática envuelto por mares y océanos. Europa está rodeada (en sentido de las agujas del reloj) por el Ártico, el Báltico, el Mar Negro, el Mediterráneo, el Atlántico y el Mar del Norte. Todos ellos resultan fundamentales para la seguridad del continente, dado que en cada uno de ellos se dan unas condiciones geopolíticas distintas y un panorama de seguridad también diferente. Por tanto, a la hora de considerar la dimensión marítima-naval de la seguridad europea, conviene hacer un estudio previo de aquellos factores estratégicos que vienen determinados por los distintos mares de Europa, así como las capacidades con las que los distintos miembros de la Unión Europea cuentan, y el estado en el que se encuentran.
La región en la que centraremos la atención en este caso es el Mar Báltico. Como es sabido, a raíz del conflicto armado en Ucrania, iniciado en 2014 y que ha resurgido en 2022 con la invasión por parte de Rusia, este mar se ha ido convirtiendo en un foco importante de amenazas para la seguridad europea; que abarcan desde las hostilidades de la Armada rusa hasta los ataques a infraestructuras submarinas críticas, pasando por la pugna por acceder a los recursos que brindan los océanos, las consecuencias del cambio climático, la creciente fragilidad e inseguridad de las vías comerciales, o el uso de las mismas vías marítimas para llevar a cabo actividades ilegales.
Tanto para la Alianza atlántica como para la UE, garantizar la estabilidad y seguridad en esta región es tarea fundamental en vista de los numerosos intereses que este mar despierta para Rusia, que han cobrado una relevancia aún mayor desde que comenzara el conflicto en Ucrania. Por ello, a continuación se analizan, por un lado, los aspectos estratégicos que resultan fundamentales para entender esta región, así como la situación geopolítica actual de los países entorno al Mar Báltico y las amenazas y desafíos a los que se enfrentan. En concreto, la amenaza que supone Kaliningrado para las repúblicas bálticas, el valor estratégico de los estrechos de Dinamarca, y la posición clave de las islas de Gotland, Bornholm y Åland. Por otro lado, se describe también la evolución que ha experimentado la geopolítica de la región durante las últimas décadas, así como sus rasgos más característicos a día de hoy; incluido el papel que juegan algunos países a título individual o la importancia de las infraestructuras críticas submarinas.
El interés de Rusia en el Báltico
Rusia es uno de los países con costa en este mar, pese a no ser excesivamente extensa a día de hoy. Sin embargo, eso no resta para que históricamente haya sido uno de los principales jugadores en esta región, al menos desde tiempos de Pedro el Grande. El traslado en su día de la capital imperial a San Petersburgo, por más que después revertido con la llegada del comunismo o el papel de la Flota del Báltico y el empeño por conservar Kaliningrado son totalmente significativos en este aspecto. Sus intereses centrales en esta región se pueden dividir a día de hoy en tres.
- El aspecto central y fundamental es el económico y comercia, debido a las líneas de comunicación marítima que transitan por la región. Rusia depende en gran medida del comercio que atraviesa el Báltico para abastecerse, así como para exportar -al menos hasta la guerra de Ucrania y la imposición de unas sanciones que en algún momento se levantarán- de petróleo a Europa, a través de los estrechos de Dinamarca y otras islas que discutiremos a continuación. Por lo tanto, Moscú siempre ha mostrado interés en tratar de ejercer cierto control sobre el Báltico para garantizar su estabilidad económica y comercial, así como para prevenir un excesivo control por parte de los países de la OTAN que pueda llegar a limitar seriamente su margen de maniobra.
- En segundo lugar, Rusia se ha perfilado durante los últimos años como un poder revisionista, muy consciente, además, de su pérdida de profundidad estratégica en la región con respecto a los tiempos de la Guerra Fría. Su Flota del Mar Báltico es una de las más debilitadas de su Armada, y con un ritmo de renovación de sus unidades principales inferior al de otras. Por ello, uno de sus intereses en la región ha pasado siempre por intentar hacerse con el control de los puntos estratégicos claves como son las islas para recuperar capacidad de influencia, llegando incluso a simular la toma de éstas mediante maniobras y ejercicios navales y estableciendo una nutrida red A2/AD [1].
- Por último, el Oblast de Kaliningrado sigue siendo un punto clave desde el que Rusia puede amenazar a buena parte del litoral báltico, por lo que tiene un interés muy grande en evitar que la OTAN y sus aliados lo aíslen por completo. Su posición entre Polonia y Lituania se ha visto afectada, como decimos, por esa pérdida de profundidad estratégica de Rusia a lo largo de la última década de los 90 y principios de siglo. Así, la determinación de Moscú por recuperar esa influencia perdida es uno de los principales factores a ser tenidos en cuenta por la OTAN a la hora de brindar por la seguridad en la región. Desde él, Rusia tiene también acceso a gran parte de la infraestructura crítica de la región, que es también otro elemento de vital importancia para la seguridad europea, como el incidente del Nord Stream ha demostrado, por más que no se haya establecido todavía la autoría.
Claves Estratégicas de la región
El Báltico cuenta con numerosos enclaves y lugares de gran importancia estratégica, derivados de su particular geografía. Ya sean costas, islas o estrechos, todos ellos han sido fundamentales en la evolución histórica de la zona en términos de seguridad. Así pues, son lo primero que se ha de conocer para poder entender mejor la realidad actual entorno a la seguridad marítima de este mar casi cerrado por completo.
En esta primera sección se repasan: (1) la posición estratégica de Kaliningrado para las repúblicas bálticas, (2) la importancia estratégica de los estrechos de Skagerrak y Kattegat entre Suecia y Dinamarca como único punto de acceso al Báltico, y (3) el potencial estratégico que guardan las islas de Gotland (Suecia), Bornholm (Dinamarca) y Åland (Finlandia) como posibles enclaves para controlar la actividad marítima y bases avanzadas para fortalecer la vigilancia en la región frente a hostilidades rusas.
Kaliningrado
El primer aspecto que condiciona la situación de seguridad en la región -y quizá el más influyente- es la posición estratégica de Kaliningrado y la amenaza rusa a la seguridad de sus vecinos en el Báltico a través de este enclave. La invasión de Ucrania y la anexión de Crimea en 2014 han jugado un papel muy destacado para hacer que la Alianza atlántica y la UE despertaran ante la importancia de esta región y los países que la rodean con respecto a la seguridad del continente. Lituania y Letonia, al igual que Ucrania, se encuentran compartiendo frontera con Rusia, y albergan población de etnia rusa que no ha sabido integrarse del todo en ellos desde que se independizaran en los años 90. No obstante, estos países sí que son miembros de la OTAN, por lo que el Artículo 5 de su Convención es aplicable con ellos. De igual manera, Lituania comparte frontera con el Oblast de Kaliningrado, quedando por tanto expuesta a un hipotético ataque desde este punto. En 2016, con motivo de la anexión de Crimea por parte de Rusia y la preocupación que esto generó en la OTAN ante la posibilidad de que Rusia pudiera intentar algo similar con las repúblicas bálticas más al norte, la RAND llevó a cabo un juego de guerra centrado en la situación de estos países. Los resultados, publicados poco tiempo después, fueron significativos: en todos los escenarios, Rusia tendría la capacidad de alcanzar Riga y Tallin sin que las fuerzas de la OTAN pudieran hacer mucho al respecto. Por supuesto, tras la guerra la situación ha cambiado, dada la erosión sufrida por el poder militar ruso, lo que no obsta para que la preocupación siga siendo real, máxime cuando las naciones europeas han cedido buena parte de sus arsenales a Ucrania [2].
Volviendo sobre el ejercicio del que hablábamos, las lecciones fueron muy concisas: la Alianza atlántica debe invertir ingentes cantidades en aumentar sus capacidades de disuasión, así como en fortalecer sus defensas frente a las capacidades rusas en la región[3]. Este es uno de los numerosos ejemplos que apuntan a la relevancia de Moscú como antagonista y principal foco de amenazas para la seguridad europea en el Báltico. Como se señalaba en una publicación del ICDS en 2016, el objetivo estratégico de Rusia, que sirve de apoyo a su legitimidad interna, se centra en restaurar el estado del país como una gran potencia con su esfera de dominio e intereses privilegiados, llegado el caso a través del instrumento militar[4].
Por otra parte, Kaliningrado no puede ser considerado como una franja de tierra en el continente, sino que ha de ser observado como si fuera otra isla más en la región (al estar aislada en cierto sentido de la parte continental de Rusia), siendo los sistemas de anti acceso y de negación del área (A2/AD) la principal amenaza. Los países bálticos, junto con partes de Polonia y Finlandia, y buena parte de la superficie de este mar se encuentran bajo la amenaza de este sistema, que se apoya en las fuerzas situadas en este Oblast; así como en el de Leningrado. Como detalla Christian D. Villanueva López en un artículo dedicado a los A2/AD, Kaliningrado, al estar rodeado de países OTAN y contar con salida al mar, permite el emplazamiento de buques de guerra, aviones de combate, infantes, y sistemas de alerta temprana. Junto a estos activos, los misiles antibuque Bastion, y los sistemas antiaéreos S-300 y S-400 Triumf desplegados en estos enclaves,[5] otorgan a Moscú una seria capacidad de “poner en riesgo a muchas, si no a todas, las aeronaves que sobrevuelen en ese espacio aéreo. Su movilidad implica una gran dificultad para localizar y destruir las plataformas sin el empleo de tropas dentro de la frontera rusa”[6].
Además de lo anterior, está la cuestión de la brecha de Suwalki (o Suwalki Gap); un corredor que cruzaría desde Bielorrusia hasta Kaliningrado y por el que las tropas rusas podrían penetrar la región para rodear a las tres repúblicas bálticas de Lituania, Letonia y Estonia. Para hacerlo, tendrían que atravesar por territorio polaco y lituano, cosa que ya supondría un conflicto importante dado que ambos son territorio OTAN amparado por el Artículo 5 de ésta, sin embargo, esto no obsta para que la preocupación entre los miembros de la Alianza sea alta.
Los Estrechos de Dinamarca
En segundo término, encontramos los denominados Estrechos de Dinamarca, que sconstituyen puntos estratégicos críticos para Europa, en la medida en que permiten controlar el acceso del Báltico al Atlántico y viceversa. Dicho enclave se subdivide en tres estrechos distintos, que en conjunto conectan el estrecho de Skagerrak con las aguas del Mar Báltico:
- El primero, Öresund, que separa la península de Selandia y la costa occidental de Suecia, apenas llega a superar los cinco kilómetros de anchura en algunos puntos.
- El segundo, el estrecho del Gran Belt, que está atravesado por el puente colgante que conecta las islas de Sealandia y Fionia, de unos 18 kilómetros de anchura.
- Y, por último, el Pequeño Belt, que separa la costa de Jutlandia de las islas de Fionia y Langeland [7].
Allá por los años 50, el por entonces Jefe de Operaciones Navales de la Armada alemana, el vicealmirante Friedrich Ruge apuntaba cómo los estrechos de Dinamarca son el principal punto estratégico en Europa noroccidental (los Estrechos Turcos en el sureste del continente son su contraparte). […] Mientras estos estrechos [de Dinamarca] permanezcan en poder Occidental, ningún submarino ruso desde el Báltico puede amenazar las líneas comerciales atlánticas, y 600 millas de costas dominadas por el Comunismo permanecerán bajo presión de los poderes navales occidentales [8].
Dinamarca y Suecia tendrían, con el control de este punto, la capacidad de cortar los suministros rusos y atacar sus convoyes en caso de conflicto en la región. La poca profundidad de estas aguas, que en algunos casos no sobrepasa los 100 metros, hace de esta región un punto ideal para colocar minas; además de hacer imposible transitar a través de ellos sin ser detectado. A lo largo del siglo pasado, las numerosas guerras que han tenido lugar en Europa han visto a alguna de las armadas más notables luchar por el control de los estrechos (el ejemplo más claro es el de la Kriegsmarine durante la Segunda Guerra Mundial). Por otro lado, lograr un dominio absoluto de este mar (incluyendo los estrechos) ha sido históricamente uno de los objetivos nunca conseguidos por parte de Rusia, pese a lo cerca que estuvo la URSS de lograrlo durante los años sesenta.
Por tanto, dada la importancia de este enclave, conviene tener presente la necesidad de coordinar esfuerzos entre los actores regionales con sus aliados externos, que pueden apoyarse en esta región en particular para tener un mejor control del tráfico marítimo ruso. Dado que una gran parte de ellos se encuentra bajo control danés pese a estar considerados como una vía internacional para el tránsito, Dinamarca tiene con ellos un control muy significativo del comercio marítimo báltico. Su importancia radica también en el hecho de que bien Alemania, Noruega, Suecia o la misma Dinamarca pueden controlar fácilmente el tránsito por ellos, monitorizando el tráfico de superficie y bajo el agua mediante la instalación de sensores y denegando el acceso con sistemas de defensa basados en tierra.
Valor Estratégico de Gotland, Bornholm y Åland
Otros puntos de alto valor estratégico distribuidos a lo largo de este mar son los que ocupan las islas de Gotland (centro), Bornholm (Oeste) y Åland (Noreste).
La Isla de Gotland, situada en la costa suroriental de Suecia, se configura como una extensión del territorio sueco más hacia el interior del mar Báltico. Desde hace décadas, esta isla ha sido muy valorada por las autoridades militares suecas y de otros países por la enorme ventaja que confiere a quien la posee. Como apuntan Swistek y Paul, Gotland [Suecia] facilitará a la OTAN el control potencial de la región del Báltico, mientras que Kaliningrado se convertirá en una obstrucción para Rusia, em tanto un país cuya flota no cuenta con libre acceso a sus propias bases y líneas marítimas no puede ser una potencia naval[9].
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