Los mercenarios han estado presentes en todas aquellas culturas y momentos en los que confluyen determinados catalizadores sociales que favorecen su aparición; conflictos continuos, exceso de capital humano con formación militar en determinado entorno y carencia en otro, proliferación y normalización de la guerra como instrumento de la dialéctica política, ausencia de ejércitos nacionales o desmovilizaciones masivas por el fin de un conflicto. De la mano del capitalismo y la globalización, este fenómeno ha dado lugar desde la segunda mitad del siglo XX a lo que conocemos Corporaciones Militares Privadas o Private Military Companies (PMCs), fenómeno que ha vivido un auge sin precedentes en los últimos veinte años.
De mercenarios a megacorporaciones
En primer lugar, convendría acotar qué entendemos por Corporaciones Militares Privadas o Private Military Companies (PMCs) y trazar a grandes rasgos cómo han llegado a ser un actor relevante en el paisaje de la defensa contemporánea.
Es un lugar común identificar a los mercenarios como precedente histórico de las PMCs. El problema que plantea esta, por otro lado inevitable, generalización, reside en la propia ambigüedad del concepto de mercenario. Predomina en el imaginario colectivo una idea romántica del mercenario como soldado de fortuna, un aventurero y, por lo tanto, en principio, un individuo que se gana la vida ofreciendo al mejor postor sus servicios en el ámbito militar. Pero ya desde antiguo el mercenariazgo individual coexistía con entidades colectivas que practicaban el arte de la guerra a cambio de remuneración sobre la base de estructuras más o menos estables. Estas compañías se organizaban en ocasiones en torno a un capitán prestigioso (condotieros), a una unidad caracterizada por el empleo de armas o tácticas especificas (Lansquenetes o Compañía Catalana), o a tribus, clanes o pueblos que se ofrecían en bloque como tropa auxiliar a otros poderes (el caso paradigmático de los pueblos bárbaros adjuntos a las legiones romanas).
Los mercenarios constituyen un tipo histórico presente en todas aquellas culturas y momentos en los que confluyen determinados catalizadores sociales que favorecen su aparición; conflictos continuos, exceso de capital humano con formación militar en determinado entorno y carencia en otro, proliferación y normalización de la guerra como instrumento de la dialéctica política, ausencia de ejércitos nacionales o desmovilizaciones masivas por el fin de un conflicto[1], etc. Del mismo modo, las PMCs surgen en el siglo XX y se estabilizan y multiplican en el siglo XXI de la mano de los leitmotivs de ambos siglos; capitalismo y globalización, precondiciones sin los cuales no pueden surgir ni prosperar.
En el marco de economías capitalistas globales, las PMCs se alejan de la figura del mercenario individual, que encuentra su ocaso en las guerras africanas del siglo XX con personajes muy conocidos como «Mad Mike» Hoare o Bob Denard, y asumen una profesionalización, sofisticación y estabilidad, plenamente mercantiles.
Generalizando, pude observarse que las PMCs alcanzan esa mercantilidad por dos vías: empresas de seguridad que se expanden hacia el ámbito de la defensa[2] y empresas constituidas por ex-operadores de fuerzas armadas[3].
En el primer caso, ciertas mercantiles ofrecen una amplia gama de servicios que van desde la seguridad física, seguridad de infraestructuras, la ciberseguridad, el análisis y gestión de riesgos empresariales, la inteligencia económica, hasta otros más sui generis como el manejo de crisis laborales (prácticamente la rotura de huelgas) o el entrenamiento de unidades K9. Por lo tanto, observamos un desbordamiento de una clásica empresa de seguridad hacia el ámbito de la ciberseguridad, de la inteligencia y también de lo militar. En estos casos, la evolución hacia una PMCs obedece a la existencia de un sustrato previo, el de la seguridad privada, muy estructurado, desarrollado y capaz de asumir con relativa facilidad necesidades específicas de la seguridad en su vertiente militar.
Otras tantas PMCs nacen como salida profesional de operadores militares, es decir ex-militares de diversos ejércitos y unidades, habitualmente oficiales o tropa de élite. Se trataría de PMCs “puras” construidas sobre la base de un capital humano cualificado que se presenta en el mercado objetivo con unas credenciales probadas de eficiencia y suficiencia. Este tipo de PMCs evidenciaría la persistencia psicológica o subjetiva del mercenario, ahora transformado en operador (empleado) de una PMC, sin embargo, a mi entender obedece más a factores de oportunidad, profesionalismo, cualificación, y problemas de retención de talento de los servicios públicos que a una mera pulsión aventurera.
Hasta ahora hemos hablado del punto de partida de estas empresas, pero tanto o más importante es entender las características que las diferencian de otros actores no estatales en los escenarios de conflicto.
Las Corporaciones Militares Privadas son en primer lugar entidades privadas. Pero no son cualquier tipo de entidad privada, sino concretamente empresas mercantiles, bajo las distintas fórmulas jurídicas que permitan las correspondientes legislaciones en las que establecen su sede social: Incs, LLTds, GmbHs SARS, etc. Esta primera característica las diferencia de otras entidades privadas, regulares o irregulares, que también actúan como operadores bélicos en determinados conflictos, como por ejemplo las autodefensas ciudadanas surgidas en países latinoamericanos (asociación de tipo privado civil), las milicias estadounidenses (que gozan de dispar cobertura legal en función del estado en que operan) o los grupos criminales (asociaciones privadas irregulares e ilegales). Son, por tanto, sociedades privadas mercantiles constituidas de acuerdo con la ley de un país, sin perjuicio de su proyección transnacional como es natural en la era globalizadora.
El hecho de que la forma jurídica sea la de una mercantil, nos indica otro elemento fundamental que sería no tanto el ánimo de lucro, elemento definitorio del mercenario clásico, sino la existencia de personalidad jurídica autónoma y separada que nace con la vocación de prestación de servicios y satisfacción de necesidades de operadores en un mercado.
Esta vocación de satisfacción de servicios entronca con una característica de las modernas entidades mercantiles capitalistas como es la plasmación de la visión y misión estratégica de las propias empresas[4]. Conforme a esta práctica, las empresas no nacen, o no nacen únicamente para la obtención de un lucro, sino que este se obtiene como consecuencia de ejecutar de forma prolongada en el tiempo la estrategia empresarial dada, la realización de su razón de ser como organización plasmada en su misión.
Para entender a las Corporaciones Militares Privadas es fundamental entender cuál es el mercado objetivo al que se dirigen para cumplir con su estrategia empresarial. El mercado objetivo estaría integrado por actores, normalmente estados, pero también otros entes privados, desde particulares, a empresas legales, ongs y entidades irregulares o subversivas (bandos rebeldes en un conflicto civil), y su necesidad es una necesidad propia del ámbito de la seguridad y con mayor concreción de la seguridad-militar.
Este apéndice, militar, es la línea roja fundamental para diferenciar a las PMCs de las empresas de seguridad privada ordinarias, que al igual que las PMCs son entes privados, de carácter mercantil, constituidos legalmente, que ofrecen servicios. Las PMCs habitualmente prestan servicios de seguridad, pero las empresas de seguridad privada convencionales no prestan servicios de carácter militar.
Como apuntamos al principio al hablar del origen de las PMC se trata de mercados que se solapan y se confuden en determinadas áreas, complementarios si se quiere, pero el mercado en el que operan las PMCs es un mercado autónomo con características propias, con necesidades y actores singularizados, diferenciados del perteneciente stricto sensu al de la seguridad.
A mi entender, cuando se aborda el fenómeno de las Corporaciones Militares Privadas suele caerse en sesgos que tratan de encontrar su raison d’etre en base a motivos psicológicos humanos (como el sadismo, avaricia, beligerancia de contratista o contratante) o ideológicos (liberalización, privatización de los ejércitos, desestatalización, militarización de la esfera civil), y no se presta suficiente atención a la perspectiva que nos ofrece estudiar las PMCs como meras empresas que presentan una propuesta de valor a un mercado objetivo. Y desde este particular prisma observamos que las PMCs existen ya que, para los actores del mercado de la seguridad militar, son necesarias. Existiendo una oportunidad de penetrar en el mercado, las PMCS ofrecen un servicio que los actores demandan y que resulta tremendamente lucrativo.
Es cierto, y no somo ajenos al hecho, de que determinadas necesidades pueden haber sido artificialmente creadas para favorecer la aparición de PMCs por lobbys interesados (un gobierno que procede a recortar el presupuesto de defensa, que no proceda al reclutamiento y formación de tropa, y no genere cultura de defensa, estará creando un campo abonado para tener que recurrir en el futuro a un actor privado en caso de conflicto), pero puede argumentarse en sentido contrario que en ocasiones son las propias administraciones las que han cooptado en nombre de distintos pretextos, normalmente solventar un supuesto fallo del mercado, esferas que pertenecían al normal ámbito de actuación de la sociedad civil, incluido aspectos de la seguridad y la defensa (pensemos en la estatalización de la industria de defensa en determinados países, impidiendo la aparición de competencia civil a las empresas públicas).
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