La República de Corea ha pasado de contar con una armada eminentemente costera y centrada en Corea del Norte a dotarse de otra con capacidades oceánicas crecientes y equipada con algunos de los buques más modernos y mejor armados del mundo. Es más, lejos de adquirirlos a terceros países, con el paso de los años ha aprovechado tanto las lecciones aprendidas como las innegables capacidades de su industria naval civil (la mayor del mundo) y armamentística para diseñar y construir no sólo buques de guerra de primera clase, sino también misiles y sistemas de todo tipo con los que equiparlos. En pocos años, además, es posible que cuenten con nuevos portaaviones gracias a la ayuda británica, con lo que, junto a la República Popular de China y Japón, sería la única armada de la región capaz de desplegar un poder aeronaval considerable, con permiso de la US Navy, que sigue jugando en otra liga.
Como todas las naciones que fueron ocupadas durante la II Guerra Mundial, Corea emergió del conflicto gravemente dañada y muy dependiente del Aliado vencedor, en este caso, los EE. UU. Como extra a lo anterior, la península coreana sería el primer campo de batalla de la Guerra Fría, enfrentándose a la parte apoyada por el bloque comunista en el Norte, hasta que la intervención de los Estados Unidos y sus aliados hicieron girar la balanza del combate.
Posteriormente, China decidiría intervenir al igual que la Unión Soviética, resultando del conflicto la separación de la península coreana en dos partes, ideológica y militarmente enfrentadas. Desde entonces, el conflicto en la península nunca ha cesado, con continuas escaramuzas, infiltraciones de operativos e incluso, combates navales en sus aguas. Sometiendo así a Corea del Sur a una intensa presión bélica, que la ha llevado a ser una de las naciones que más invierte en armamento, así como a disponer de unas numerosas y bien equipadas fuerzas armadas.
Si por sí sola Corea del Norte no fuera suficiente amenaza para su vecino del Sur, este país inició hace décadas un programa de desarrollo y construcción de armamento nuclear, además de vectores para su lanzamiento que han llegado a buen término técnico, poseyendo en la actualidad, capacidad para llevar a cabo un ataque nuclear sobre Seúl. Esta amenaza real y creíble no es una cuestión que se tome a la ligera entre los diferentes gobiernos surcoreanos. Además, sirve de acicate para no rebajar el nivel de tensión en sus Fuerzas Armadas.
En esta línea, en las últimas dos décadas a Corea del Sur le ha surgido otro potencial país hostil en sus proximidades, la República Popular de China. El crecimiento de la superpotencia asiática, en todos los campos, la convierte en amenaza plausible para muchos de sus vecinos, y en el caso de Corea del Sur, sería una de las naciones más amenazadas. Esto hace reconsiderar a Seúl su política de defensa.
Igualmente, Corea mantiene algunos litigios de mayor o menor entidad con su vecino marítimo oriental, Japón. Ineludiblmente, esto crea algunas fricciones y falta de unidad entre ambas naciones. Aunque integradas dentro de una comunidad internacional con claras tendencias occidentales, dichas fricciones llevan a que, en determinados programas armamentísticos, Tokio y Seúl no colaboren como tal vez debería esperarse de ellas.
Como consecuencia, Corea del Sur es una nación que requiere de unas fuertes y numerosas Fuerzas Armadas, a la par de una potente Flota, al menos con capacidades regionales, para ser capaz de contrarrestar las amenazas circundantes. Hemos de incluir en esta ecuación otro hecho crucial: Corea del Sur posee desde hace años la mayor industria naval del planeta. Una capacidad de diseño y construcción que gira en torno a algunos gigantes tecnológicos como Daewoo o Hyundai, con lo cual el desarrollo y construcción de una flota poderosa, era solo cuestión de tiempo y de fondos.
Aun así, Seúl enfrenta un grave problema en cuanto a su defensa naval, derivada de unas amenaza complejas. Por un lado, debe mantener una potente escuadra para hacer frente a la numerosa flota de submarinos costeros y patrulleros ligeros de Corea del Norte, lo que le requiere de plataformas adaptadas a ese tipo de lucha. Dicha función había sido cumplida en las décadas posteriores a la Guerra de Corea, con unidades ligeras y medias, provenientes de la ayuda norteamericana, sin necesidad de desarrollar mayores capacidades navales.
Ahora bien, la posición de Corea del Sur en el mundo, como potencia emergente que es y con una economía dependiente del comercio naval, imponente la necesidad de contar con una armada oceánica, lo que ha hecho evolucionar el concepto de las fuerzas navales surcoreanas en una dirección muy diferente de la inicial. Por lo tanto, sufre una grave dicotomía y ha de elegir constantemente entre invertir recursos en una función costera o en una función oceánica, algo que es difícil de compatibilizar, amén de que los presupuestos de defensa, aunque crecientes, siempre son limitados. Una decisión, por cierto, que no es muy diferente de la que la vecina China tuvo que tomar en su día…
La decisión de Seúl ha sido la de invertir en una Flota Oceánica, pero que mantenga unas capacidades de actuación en su litoral más inmediato, y con unas fuertes capacidades en la lucha antisubmarina, al poseer Corea del Norte una numerosa flota de submarinos convencionales costeros, capaces de crear una completa disrupción del tráfico marítimo surcoreano, llegado el caso.
El salto hacia una flota oceánica
El principal cambio que haría pasar de una flota costera a una flota oceánica, tendría lugar gracias a las gestiones llevadas a cabo por el Almirante An Byoung-Tae, en 1995, mientras ocupaba el cargo de Jefe de Operaciones Navales. Su capacidad para negociar cambios con el entonces Presidente de la República, Kim Young-sam, dieron por fruto un nuevo programa de construcciones navales orientado hacia la obtención de los primeros programas de carácter oceánico.
Dicha política sería reafirmada en 2001 por el Presidente Kim Dae-jung cuando afirmaría que el Gobierno haría todo lo posible en ayudar a la Armada en alcanzar su objetivo de convertirse en una autentica Flota Oceánica. Desde entonces, los subsiguientes Gobiernos del país han respaldado esta política, que como veremos, ha dado lugar a la actual eclosión de buques y programas de armamento naval. Algo más tarde, ya en 2005, el Ministerio de Defensa surcoreano presentaría su programa Reforma de la Defensa 2020, en el que solicitaba contar con una Armada con 70.000 miembros e incrementar y afianzar las capacidades obtenidas hasta el momento.
Para hacer realidad dicho programa se pedía además un incremento de los presupuestos de Defensa sostenido de entre el 8 al 10% anual en un plazo de 15 años. Aunque se cumplió en los primeros años, posteriormente debido a la crisis internacional fue imposible mantenerlo. Además, el incidente del 2010 de la corbeta Cheonan, que fue hundida por un torpedo lanzado por un submarino de Corea del Norte, llevaría a una nueva postulación de las directrices de Defensa, orientadas hacia un reforzamiento de las capacidades costeras y de la guerra antisubmarina. Relegando un poco en el tiempo las capacidades oceánicas, que ahora tratan una vez más de impulsar.
Submarinos
Corea del Sur es una de las principales naciones diseñadora y constructora de buques a nivel mundial, concretamente lucha año tras año con China por esa posición. Por lo tanto, un programa de submarinos nacional no es una sorpresa, como tampoco lo es que se haya convertido en un éxito en un plazo relativamente breve.
Hasta la década de 1980, Corea del Sur operaba submarinos costeros y de la categoría midget, pero nunca con unas capacidades oceánicas o de interdicción marítima más allá de su inmediata área de influencia, y muy centrada en su vecina del Norte. Es por estas fechas cuando se pone en marcha el programa KSS, que busca dotar a la Armada Coreana con auténticos submarinos oceánicos con la posibilidad de su empleo más allá de su inmediata área de influencia.
El KSS es un programa a desarrollar en tres fases, con un objetivo de 27 unidades operativas con la Flota en el periodo 1994 a 2029. Inicialmente Corea del Sur necesitó de un socio tecnológico que le aportase los conocimientos de gestión y diseño, así como de construcción, de unidades submarinas de dicho porte. Algo lógico que hemos visto a propósito de Taiwán, de Italia, de Turquía e incluso de España a propósito del S-80. En el mercado internacional de aquel entonces, dichas opciones se limitaban a Alemania, Francia y la extinta URSS.
El KSS-I constituyó la primera fase del programa, y entrañaba la construcción de los primeros submarinos coreanos. Se escogió para ello al exitoso diseño alemán Type 209 como la plataforma base, ya que era y es el submarino convencional de diseño occidental con mayor éxito en la exportación, y se encontraba disponible para cualquier cliente que lo desease.
Corea lo adquiere en la modalidad de construcción bajo licencia en sus astilleros, con la primera unidad construida en los astilleros alemanes de HDW. 9 unidades conformarían esta clase, formando la espina dorsal de la fuerza de submarinos de la Armada de la República de Corea. Las unidades, entregadas entre 1993 y 2001, serán ampliamente modernizadas y mantenidas en el país, gracias a la transferencia de tecnología y a los propios programas coreanos para submarinos.
Cuentan con una eslora de 56 metros, 1.400 toneladas de desplazamiento en inmersión, 33 tripulantes y capacidad de patrulla de hasta 50 días. También con un alcance de 400 millas náuticas a 4 nudos en inmersión. La panoplia de armamentos que pueden usar desde sus 8 tubos lanzatorpedos de 533 mm, incluye torpedos alemanes SUT Mod.2, estibando hasta 14 unidades o 28 minas navales. Posteriormente algunas, o todas las unidades según la fuente que consultemos, han recibido modernizaciones que le permiten operar desde sus tubos los misiles SSM UGM-84 SubHarpoon, e incluso el producto local SSM-700K Haesung III.
En la actualidad son unidades un tanto superadas tecnológicamente, aunque se mantienen en condiciones operativas, y su número lo hace una fuerza de consideración en el Teatro de Operaciones en cuestión. Asimismo, la Armada de la República de Corea ha estado trabajando en una posible actualización de la plataforma con una planta AIP, aunque la edad de los buques y el coste de esta modernización hacen un tanto difícil creer que los presupuestos coreanos puedan soportar este programa.
El KSS-II sería la siguiente evolución del programa. Siguiendo con el mismo socio tecnológico, y en la misma modalidad de transferencia tecnológica, seria en esta ocasión el Type 214 alemán de HDW el siguiente submarino en ser adquirido por Seúl. El 214 sería un diseño alemán exclusivamente para exportación, que aunaba las bondades del 209 más algunas de las características avanzadas del producto de la Armada Alemana Type 212A. El acuerdo de adquisición de esta clase consistiría en sendas series de 3 y 6 unidades cada una, a ser construidas por los dos principales astilleros surcoreanos: Daewoo e Hyunday. Todas las unidades se entregarían entre 2007 y 2010.
Los buques contarían con propulsión diésel-eléctrica, así como una planta AIP de Siemens basada en tecnología PEM y células de hidrogeno. La eslora de estos submarinos es de 65 metros, con un desplazamiento en inmersión de 1.860 toneladas, alcanzando los 20 nudos en inmersión. 27 tripulantes podían patrullar hasta un máximo estimado en 84 días en estos submarinos.
La autonomía, gracias a la inclusión del AIP, se estima en unas 1.250 millas náuticas a 4 nudos en inmersión. El arsenal de armamento embarcado pueden ser torpedos pesados de 533 mm y misiles de lanzamiento en inmersión a través de los tubos como el UGM-84 SubHarpoon o el modelo de construcción nacional SSM-700K Haesung III.
Estos buques proporcionaron a Seúl el reforzamiento de la capacidad de patrullaje oceánico en toda su área de influencia, así como proyectar su poder naval en zonas distantes, al contar con una notable fuerza de submarinos oceánicos. 18 unidades modernas y alistadas proporcionan una más que creíble fuerza de submarinos a cualquier nación, con la disuasión que ello implica.
La culminación del programa KSS llegaría con la tercera fase, actualmente en curso. En este caso Corea del Sur, sustentándose en sus potentes astilleros, ha desarrollado y construido una plataforma submarina autóctona, conocida como KSS-III. Como vemos, alcanzar este hito tecnológico ha conllevado la colaboración con un socio extranjero de primer nivel durante 30 años, a pesar de la imponente tecnología naval propia de la nación. Es un detalle muy importante que se debe tener en cuenta y que debería obligarnos a pensar.
El KSS-III, al no estar sometido a una Autoridad de Diseño extranjera, ha sido pensado para cumplir objetivos puramente nacionales y de exclusivo interés coreano. El buque cuenta con 83.5 metros de eslora y desplaza 3.750 toneladas, siendo una de los mayores submarinos convencionales del mundo. Tiene una tripulación de 50 personas para una autonomía de 50 días y un alcance de 10.000 millas náuticas. Al igual que sus predecesores está equipado con propulsión diésel-eléctrica, además de una planta AIP.
Posee 6 tubos lanzatorpedos de 533 mm que le permiten utilizar torpedos Tiger Shark, de manufactura local y los UGM-84. Pero el principal interés a nivel mundial del KSS-III radica en su rol de combate. Aunque catalogado como SSK, realmente está equipado con un sistema nacional VLS, que le habilita como SSB o submarino convencional lanzador de misiles balísticos. Una reminiscencia del pasado, concretamente de la Flota Soviética, y del despliegue de vectores estratégicos en plataformas submarinas.
En el caso coreano su función no es la de un rol estratégico a la vieja usanza, dada la carencia de armas nucleares en el país. El sistema VLS le habilita para poder lanzar tanto misiles balísticos SLBM Hyunmoo-4.4 como misiles de crucero SLCM Hyunmoo-3C. Posteriormente los veremos con un poco de detalle, pero sirva ahora para comentar que con estos vectores, el rol del KSS-III es el de un arma de represalia de alta precisión, especialmente diseñado para atacar a su vecino del Norte.
El objetivo natural de ambos vectores es el de poder alcanzar instalaciones criticas del sistema de mando y control del armamento nuclear de Corea del Norte, desde cualquier posición circundante a la península coreana, lo cual debilita las capacidades de defensa aérea de Corea del Norte. Ambos vectores usan cabezas de combate convencionales, pero de alta precisión y capacidad de penetración, ya que entre sus objetivos se encuentran búnkeres, túneles y zonas fortificadas, que requieren de estas especiales características.
Volvemos a insistir en la especial rareza que este buque tiene a nivel mundial, un diseño sin parangón. Su VLS cuenta con 6 celdas, que, aunque escasas a priori, le proporciona una capacidad de ataque a tierra considerable. Corea del Sur, a través de sus desarrollos balísticos terrestres ha implementado dicha idea, posicionándose dentro de un segmento único, aunque de momento parece no existir un gran interés a nivel mundial en dicho tipo de submarinos. No obstante, no puede descartarse que este diseño evolucione hacia otras vertientes en un futuro no muy lejano y que despierte interés internacional.
El programa de pruebas de lanzamiento del SLBM surcoreano comenzó en el momento en el que el primer buque de la clase estuvo operativo, en septiembre del 2021. Se espera que su desarrollo continúe durante los próximos años desde las diferentes unidades que vayan entrando en servicio, nueve en total.
En la actualidad cuentan con una unidad ya en servicio activo, una en fase de pruebas previas a la entrada en servicio -botada en noviembre del 2020- y dos en diferentes estados de construcción, una de ellas botada en septiembre del 2021. A partir de la tercera unidad se han definido unas nuevas características que lo definen como Batch II, o Lote II. Por un lado, se han incrementado el número de silos en los VLS de 6 a 10, incrementándose la eslora total hasta 89 ó 90 metros, y por tanto el desplazamiento en otras 500 toneladas.
Para fortalecer su autonomía, y en un paso evolutivo natural solo disponible para muy pocas naciones, el KSS-III Batch II debería sustituir sus bancos de baterías convencionales por baterías Ion-Litio, desarrolladas por otro de los campeones industriales surcoreanos, Samsung en este caso. Siguen así el ejemplo de las Fuerzas Marítimas de Autodefensa de Japón, que analizamos en su día.
Por lo tanto, la Armada Surcoreana se verá en la siguiente década dotada de un submarino muy particular y con capacidades nuevas y sin comparación en la región. Aunque existe una controversia respecto a la utilidad operacional de un SSB, lo cierto es que las capacidades restringidas a armamento convencional no difieren excesivamente de un VLS de otras plataformas submarinas ya existentes, equipadas con SLCM.
Portaaviones
Corea del Sur mantiene fricciones con China y Japón, países ambos con programas de construcción de portaaviones en marcha, por más que en el caso japonés se parta de la base de un portahelicópteros. La presencia de un portaaviones en el seno de la Armada Coreana sin lugar a dudas reforzaría sus capacidades defensivas, además de aportar una capacidad de proyección de fuerza allí en donde fuera necesario.
Aunque la amenaza de Corea del Norte no la elimina ni minimiza un portaaviones, ni su aviación embarcada, este buque si proporcionaría una flexibilidad operacional durante una respuesta militar, en caso de ser necesaria. Actualmente las capacidades aéreas contra Corea del Norte se basan en un eje de ataque lineal, desde las bases en su territorio nacional, habiendo el país juche basado en ese eje de amenaza la estructura de su defensa aérea.
Por lo tanto, un portaaviones proporcionaría un nuevo eje de amenaza no definido a priori, y los planificadores militares surcoreanos encontrarían verían aumentadas sus opciones también contra su rival norteño. De ese modo también Seúl se libraría de la necesidad de depender de la presencia de un Grupo de Combate estadounidense en la zona para una acción de represalia.
En otro escenario, la capacidad de un portaaviones proporcionaría a Seúl el poder desplegar sus fuerzas navales en zonas más alejadas ante un conflicto con China, aportando a una coalición internacional una nueva base flotante de operaciones, y un componente aéreo de quinta generación. Algo nada desdeñable.
Los primeros pasos de cara a dotarse de portaaviones se pueden datar en torno al año 2000, cuando se decide la construcción durante las próximas décadas de destructores, buques de desembarco anfibio y submarinos de porte oceánico. Es entonces cuando la Armada surcoreana comienza a valorar diferentes ideas al respecto, estudiando distintas aproximaciones.
Los esfuerzos presupuestarios realizados para construir la flota de la que hemos hablado han retrasado durante años el programa de portaaviones. Sin embargo, las nuevas pruebas de misiles de Pyongyang y la carrera de portaaviones regional ya mencionada han espoleado algunas conciencias en la clase política, ayudando a volver a desempolvar el proyecto, que, todo sea dicho, nunca fue abandonado por la Armada y que goza de fuerte respaldo por parte de la industria naval, por razones obvias.
El pistoletazo de salida se daría en diciembre del 2020 cuando se solicitó la inclusión de las partidas presupuestarias requeridas para el presupuesto 2020 – 2024, bajo la denominación de proyecto CVX. Las expectativas durante 2021 fueron altas, especialmente porque la planificación de la Armada surcoreana esperaba que el trabajo de Diseño Conceptual se terminara ya en 2020, con aprobación en 2021 e inicio de los trabajos de construcción en 2022. Así, esperaban finalizar la construcción para 2033, aunque ese plazo aún podría reducirse uno o dos años más, en función del tiempo requerido para las pruebas de mar.
Sobre esos plazos mencionados, las estimaciones del programa prevén 3 años para concluir el Diseño Básico en Detalle del buque, seguidos de al menos otros 7 años de construcción. Y con 1 ó 2 años más de pruebas de mar y de sistemas, incluyendo el componente aéreo.
Para el diseño de este buque en Corea del Sur existen dos contendientes claros. Por un lado, Hyunday Heavy Industries (HHI) y por otro Daewoo Shipbuilding & Marine Engineering (DSME), que junto con Samsung Heavy Industries, conforman el triunvirato principal de construcción naval del país asiático. Es lógico suponer que, especialmente las dos primeras, están haciendo todo lo posible para acceder a la adjudicación de este contrato, incluyendo sus diseños previos y presentaciones obligadas en ferias de armamento.
La Armada, en sus especificaciones técnicas del CVX solicita un buque portaaeronaves puro. Es decir, no un buque polivalente en misiones aéreas/anfibias/helitransportadas. La Armada requiere de un buque diseñado y construido específicamente para la operación de aviones de ala fija embarcados, con todos sus volúmenes interiores destinados en exclusiva al almacenaje y mantenimiento de dichas aeronaves. En ningún momento se solicita una capacidad especifica o latente, de albergar unidades de desembarco anfibio o aerotransportado, como está tan de moda. Requieren de una concepción de operaciones aéreas pura, basada en la capacidad de la plataforma de mantener un alto nivel de despegues y aterrizajes, y, por lo tanto, de ser capaz de reequipar a dichas aeronaves para mantener una capacidad aérea constante e intensa en la zona de operaciones.
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