La vuelta del régimen talibán al poder hizo recobrar el interés informativo y académico por su propaganda. Sin embargo, los yihadistas afganos llevan años desarrollando fuertes campañas mediáticas con narrativas antioccidentales, especialmente dirigidas a la población estadounidense. Recientemente, la propaganda talibán ha intentado desmarcarse de la yihad global centrando sus mensajes en favor de su causa local, vendiéndose como una fuerza de liberación ante la ocupación extranjera. Ahora, combinan eficazmente las nuevas tecnologías y redes sociales para sobredimensionar su poder real en el nuevo Emirato Islámico de Afganistán.
Narrativas clásicas de la propaganda talibán
El terrorismo contemporáneo, y más recientemente el yihadismo, bebe sin lugar a dudas del fanatismo de las corrientes filosóficas y políticas revolucionarias. Esto se materializa en razonamientos interesados para legitimar su acción violenta. Así, mediante la construcción del sentimiento de movimiento de resistencia, proyectan la imagen de “actor débil” frente a la “potencia”. Una potencia contra la que, además, no le queda otro remedio que usar la violencia –la vis injusta– para obtener sus objetivos político-religiosos (Rivas, 2018).
Como el conflicto se plantea desde un escenario de asimetría de fuerzas, el actor pequeño tiene –según este razonamiento– más que justificada la violencia desmedida e incontrolada contra la potencia a la que se enfrenta. Si a esto le sumamos que se trata de un terrorismo que se nutre de una corriente fundamentalista religiosa, además, no cabrá la contención ni el cuestionamiento, pues sería refutar un mandato divino.
Todos estos razonamientos lo encontramos detrás del pensamiento yihadista –claramente en el de los talibán– y son los que conforman las grandes líneas de la posterior estrategia desarmada terrorista y puesta en práctica propagandística. Sobre estas bases analizaremos la estrategia mediática de los talibán afganos, que desde los meses anteriores a la toma de Kabul y hasta poco después de la retirada de tropas internacionales, ha sido gran centro de atención mediática.
Por ello, comenzaremos analizando sus grandes narrativas y objetivo de mensajes a exportar. En primer lugar, una de las narrativas transversales de los talibán en los últimos cuarenta años ha sido la construcción de la imagen de la organización no como un movimiento terrorista, sino como una fuerza liberadora de los ocupantes extranjeros en Afganistán (O’Hanlon, 2012). Siendo cierto parte de la tesis, pues fueron clave en la expulsión de la Unión Soviética de Afganistán en los años ochenta, la posterior práctica del poder no fue libertadora sino opresora y represiva, tal y como han vuelto hacer en los últimos meses. Es decir, que no debemos caer en la trampa de la imagen de freedom fighter que reviste a muchos de los movimientos yihadistas actuales.
Por consiguiente, a esta concepción de resistencia le sigue la narrativa de la histórica legitimidad de la ostentación del poder en Afganistán, base sobre la que han razonado su acción propagandística también contra las fuerzas occidentales presentes en el país asiático desde el inicio de la intervención afgana (International Crisis Group, 2008). En esta línea, para reforzar su derecho supremo a dirigir el país, han hecho tradicionalmente mucho hincapié en su condición de pastunes. Así, basaron interesadamente muchas campañas propagandísticas sobre unos mensajes etno-nacionalistas de amplio consenso entre la población afgana (Ibid, 2008).
Asimismo, dentro de la estrategia comunicativa de los talibán ha estado razonarse como elemento de poder, pero no como una de las fuerzas tribales previas a la invasión soviética. En este sentido, han tenido que conciliar, a su vez, las divisiones internas entre las facciones que conforman los talibán. El movimiento yihadista afgano es bastante heterogéneo y su confratación intragrupal se ha manifestado en momentos históricamente transcendentales. Un claro ejemplo fue la oposición de muchos líderes de los talibán a acoger a Osama Bin Laden en Afganistán, pese a la firme convicción del Mulá Omar –entonces número uno de los talibán– (Igualada y Yagüe, 2021).
Una de las grandes líneas mantenidas, y últimamente reforzada, en la propaganda talibán ha sido la visión enfrentada a los Estados Unidos. Especialmente, las acciones mediáticas, en este sentido, estaban dirigidas a la población estadounidense desde el inicio de la invasión militar estadounidense y posterior misión occidental (Torres, 2021). Desde el aparato propagandístico de los talibán se han lanzado multitud de campañas para atacar a la moral de los ciudadanos norteamericanos –muy inspiradas en las estrategias de Al-Qaeda– e intentar revertir el apoyo de la población a la Administración estadounidense (Ibid, 2021).
De sus últimas acciones en esta línea, nítidamente dirigidas contra la población estadounidense, fue la foto distribuida por los canales de propaganda talibán en el que miembros de sus “fuerzas de operaciones especiales” levantaban la bandera del Emirato Islámico de Afganistán, como lo harían los soldados estadounidenses en la icónica foto de la Segunda Guerra Mundial.
Últimos cambios tecnológicos y mediáticos
El yihadismo es hondamente fanático, pero en la actualidad se ha convertido también en profundamente pragmático. Es por ello que aquellos principios de pureza y de fundamentalismo históricamente practicados por los yihadistas, han sido suplidos por una serie de cesiones en la práctica para conseguir los objetivos político-religiosos. Así, ha razonado y transitado en los últimos años, también, la propaganda de los talibán. Ello lo vemos en los cambios de plataformas propagandísticas y virajes de narrativas tradicionales.
Sobre las grandes líneas de mensaje de los talibán que han cambiado a lo largo de estos años, observamos una que sobresalta al resto. Concretamente, nos referimos a la evolución de la narrativa de apoyo a la yihad global –esencialmente al-Qaeda– en favor de la remarcación de la causa local. Todo ello, apoyado especialmente tras la pérdida del poder en Afganistán en 2001.
Para este fin se reforzó todo el aparato propagandístico y se observó cómo ganaban fortaleza las operaciones de información durante la etapa de intervención militar occidental (Ingram, 2016:26). Todos estos mensajes y narrativas han estado dirigidas sofisticadamente desde el aparato propagandístico de los talibán. Concretamente, desde la tradicional plataforma propagandística –con base en Pakistán– al-Sahab (Dorronsoro, 2009:13), y recientemente desde canales de televisión como al-Hijrat o redes sociales como Twitter.
Esta transformación nos recuerda a una dinámica parecida a la que señalamos en nuestro análisis sobre Hay’at Tahrir al-Sham (Pérez, 2021). Así, nos referíamos a esa apuesta local del grupo yihadista sirio, con la diferencia de clara separación de Hay’at Tahrir al-Sham con Al-Qaeda, algo que no vemos de forma tan clara en el fondo de los talibán con la organización decana del yihadismo global. Aunque nunca llegó a ser su apoderado en Afganistán, los talibán y Al-Qaeda han mantenido históricamente lazos muy estrechos.
Asimismo, ante los grandes esfuerzos y éxitos internacionales de contraterrorismo, muchos grupos terroristas islamistas han replegado fuerzas internamente para centrarse en la conquista del poder local. Otros se siguen afiliando a Daesh o Al-Qaeda, como en el caso saheliano, mientras que en Oriente Próximo y Asia Central cobran cada vez más fuerza la tesis de reforzamiento de lo local.
En el caso de los talibán, este viraje comunicativo se concreta en la promesa de desmarcación de ser un refugio internacional del terrorismo global, como lo fueron durante años con Al-Qaeda, y con la promesa de que quieren ser una fuerza de orden eminentemente local (The Counter Terrorism Group, 2021).
En cuanto a la evolución en los medios y métodos empleados, vemos también una transformación en el pasado más reciente, a la hora de comunicar internacionalmente en la estrategia propagandística de los talibán. Por un lado, encontramos la búsqueda tradicional de los talibán por parecerse estética y mediáticamente a Al-Qaeda –su grupo de referencia a nivel propagandístico– entre otras esferas. En este ámbito nos referimos a la sofisticación de la imagen del grupo, que se aleja de la visión tradicionalista y que se asemeja a fuerzas militares modernas del mundo actual (Winter et al., 2022).
Si lo quisiéramos ejemplificar con un caso reciente, lo veríamos perfectamente en torno a la toma de Kabul por parte de los talibán, y la posterior evacuación occidental, donde escenificaron ese cambio hacia una “institucionalización” y “profesionalización” de sus tropas y vehículos militares actuales. Todo ello, en íntima relación con el principio de desmarcación del terrorismo internacional y refuerzo de la tesis local, como mencionamos previamente.
Por otro lado, y en la misma línea que analizamos, vemos cómo los talibán comienzan a ganar victorias diplomáticas con alto trasfondo propagandístico. Esto se observa, sin duda alguna, en el encuentro internacional que han tenido los talibán en Oslo, donde se han reunido con miembros de los servicios exteriores noruegos y algunas delegaciones occidentales (Al-Jazeera, 2022). Un viaje con el fin de tratar la ayuda humanitaria a Afganistán y el respeto de los Derechos Humanos, con el foco puesto en las niñas afganas, que ha servido de trampolín mediático para la normalización de los talibán como un gobierno más y no como un régimen integrista islamista.
Las redes sociales han sido introducidas también dentro de la actual estrategia propagandística de los talibán. Twitter es una de las plataformas donde más han practicado esta nueva modalidad informativa. Pese a que tengan presencia en otras, esta en particular les permite enviar mensajes simples y concretos –de los que la contrarréplica elaborada es compleja– y acudir a un público mundial (Gutiérrez, 2021). Uno de los mayores adalides de este campo mediático ha sido el actual portavoz de los talibán, Zabihullah Mujahid, quien durante años informaría al gran público internacional a través de esta red social (Ibid, 2021).
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