Es poco lo que sabemos sobre China en el ciberespacio. Cada vez más, los medios informan acerca de actividades más o menos maliciosas, desde ataques cibernéticos a robo de información, sospechando en muchas ocasiones del régimen comunista. Sin embargo, es muy poco lo que se escribe sobre la forma en que la República Popular de China concibe el ciberespacio y la forma en que ha de actuar en él, o las implicaciones que la necesidad de operar en el «quinto dominio» tienen de cara a la modernización de sus Fuerzas Armadas.
Las percepciones que los seres humanos tienen del mundo que les rodea no son inmutables ni universales. E igualmente, las concepciones que como individuos generamos para entenderlo tampoco lo son, ya que, éstas se encuentran forzosamente sesgadas por una infinidad de factores ambientales (sociales, históricos, culturales, políticos, etc.).
En este sentido, dado que, los pilares principales del concepto de ciberespacio surgen en Estados Unidos a raíz del proyecto ARPANET a inicios de la década de los setenta, es lógico pensar que, la forma que los estados tienen de concebir el quinto dominio también es única, al encontrarse sesgada por sus propias líneas de pensamiento político y militar características. Nada más lejos de la realidad, pues al igual que vimos a propósito de Rusia, también hay un camino propio para China en el ciberespacio.
Basándonos en esta realidad, en el presente Focus tenemos por objetivo dibujar –al menos someramente– una concepción del ciberespacio tan distinta a la occidental como es la forma en que la doctrina político-militar china lo entiende.
En primer lugar, para entender la línea de pensamiento militar chino al respecto, debemos centrarnos de los factores ambientales citados anteriormente en la importancia que el factor histórico ha tenido (y sigue teniendo) en la sociedad y en las élites políticas chinas, ya que, entre 1839 y 1949, China se vio forzada a experimentar un proceso de intervencionalismo e imperialismo a manos de las potencias occidentales, Rusia y Japón conocido como el “Siglo de la Humillación” (Century of humiliation).
Este periodo temporal supuso para el Imperio del Medio no solamente la interrupción de la forma en que se concebía así misma como ente político, sino también una interrupción del orden político chino y la erradicación de cualquier aspiración geopolítica que las élites pudiesen tener para que China dominase la Tianxia (el todo bajo el cielo) –un concepto de la doctrina confuciana para la gobernabilidad del mundo (Higueras y Rumbao, 2019)-.
Sin embargo, es precisamente el resarcir la humillación a manos de las potencias occidentales lo que ha llevado a China, por un lado, a buscar la salida de este siglo de decadencia geopolítica apostando por adquirir una mayor relevancia internacional de la mano de su reciente músculo económico, y, por otro lado, a reforzar un renovado sentimiento de exaltación nacional frente al sentimiento de humillación (Golden, 2017).
O, dicho de otro modo, China no solamente ha comenzado a apostar nuevamente por implementar una visión sinocéntrica del mundo, sino también por reforzar toda una línea de un pensamiento político y militar característico y excepcional basado en la concepción de China como una civilización incomparable a cualquier Estado-nación occidental –un nuevo Imperio del Medio[1] (Li, 2015).
Más concretamente, desde que el presidente Xi Jinping llegase al poder de la secretaría general del Partido Comunista Chino (PPCh) en el año 2012, las tesis orientadas a reforzar la Tianxia para crear una «comunidad de destino compartido para la humanidad»[2] no solamente se han incrementado; sino que, además, todo parece indicar que, las élites políticas del Partido consideran que la única forma posible de alcanzar la plena aplicación de la Tianxia es situarse a la cabeza de la revolución tecnológica frente a un Occidente menguante.
De hecho, la importancia de las tecnologías de la información para las élites del Partido no nace con el presidente Xi Jinping, sino que, se remontan a los tiempos de Deng Xiaoping y el proceso de modernización y apertura del régimen comunista.
Sin embargo, por razones obvias ligadas al periodo temporal y el desarrollo tecnológico experimentado en el mismo, no fue hasta el gobierno de Jian Zemin (1989-2002) cuando China entendió que debía conectarse de una u otra forma a la red mundial que constituía Internet.
Muestras de este incipiente interés por el desarrollo tecnológico lo encontramos en el Décimo Plan Quinquenal (2001-2005), donde se establece como prioridad nacional la promoción del sector tecnológico de la información, el aumento de la accesibilidad a la red y la promoción del uso de las tecnologías digitales (Austin, 2014: 91); en las declaraciones extraídas del 16º Congreso del Partido del año 2002, donde la información fue reconocida formalmente como esencial para el crecimiento del “poder nacional integral” chino (comprehensive national power, zonghe guojia liliang); y en la publicación en el año 2005 de la «Estrategia nacional para el desarrollo de la información, 2006-2020» por parte del gobierno chino (Cheng, 2017).
Sin embargo, el Ejército Popular de Liberación de China (EPL o PLA por sus siglas en inglés) ya contemplaba la importancia de la era de la información y de la guerra informatizada desde que Estados Unidos experimentase su auge en la Revolución de los Asuntos Militares (RMA) a principios de la década de los noventa, que Internet penetrase en la sociedad occidental y a raíz del impacto que supuso para la economía mundial el surgimiento del ciberespacio como quinto dominio (Newmyer, 2010).
Y, de hecho, así lo demuestra un artículo escrito por el entonces coronel senior Wang Baocun en el periódico Pla Daily en abril de 1998 (Wang Baocun, 1998: 6):
La oportunidad creada por la nueva revolución militar es una oportunidad única en la vida. Nuestro ejército disfruta de muchas condiciones favorables para la informatización. Nuestro país ha logrado un rápido progreso en informatización y tiene la ‘energía potencial’ básica para extender este trabajo a los militares. Una característica importante de la actual revolución militar es que la informatización local comienza antes y se desarrolla más rápido que en las fuerzas armadas y es tecnológicamente más avanzada. Después de generar suficiente «energía potencial», el trabajo se extenderá a los militares y desencadenará una enorme transformación militar…
China entendió, a raíz de ser consciente de la amenaza que suponían para su seguridad nacional las nuevas tecnologías (por su potencial de desestabilización) y debido a la fuerte dependencia tecnológica respecto a Estados Unidos en la que se encontraba, que la información había de configurarse como una herramienta esencial para la proyección de su poder nacional.
Es decir, la información no solamente debía comportarse como uno de los pilares sobre los que asentar el renovado concepto de soberanía nacional, permitiendo así salvaguardar la estabilidad clásica del binomio Estado-Partido, sino que también debía ser uno de los factores determinantes en la transformación de su forma de entender el desarrollo de la “guerra moderna” (Liang y Xiangsui, 2004)[3].
Si observamos adecuadamente las palabras empleadas en el Focus para describir la forma en que China entiende su presencia en el campo de las tecnologías de la información, hasta el momento en ningún momento hemos hecho referencia al concepto de “ciberespacio”, ya que, en primer lugar, debemos ser conscientes que a diferencia de Occidente –que considera que existen cinco dominios (tierra, mar, aire, espacio y el ciberespacio)–, el discurso doctrinal chino distingue el ciberespacio como la unión e interacción de dos ámbitos distintos: por un lado, hace hincapié en el denominado espectro electromagnético (electromagnetic space), y por otro, lo aborda desde la perspectiva de la informatización (informationization; xinxihua).
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