Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón

Más allá del Sol Naciente

La Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón es, con permiso de la US Navy y la Armada del Ejército Popular de Liberación de China, la fuerza naval más completa, potente y equilibrada de Asia. Gracias a la reconversión de sus «destructores portahelicópteros» de la clase Izumo en portaaviones ligeros, a la adquisición de cazabombarderos furtivos F-35B, a una gran cantidad de buques de escolta de primer nivel y a la fuerza submarina más sofisticada de la región, se han convertido con el paso de los años en una referencia. Lo que es más, en medio de un clima regional cada vez más complejo y con un Gobierno decidido a aumentar la inversión en defensa hasta donde sea necesario para mantener la independencia y seguridad del Japón, todo indica que en los años venideros esta fuerza no hará más que crecer en tamaño y capacidades.

El director de esta publicación, tras muchos meses de espera, finalmente ha accedido a publicar una serie de tres artículos centrados en las armadas de las naciones que rodean a China. ¿La razón? Hace ya mucho que no es novedad hablar de la República Popular de China como la siguiente potencia militar mundial. China ha ampliado y mejorado sus fuerzas navales a un ritmo trepidante, algo obvio e innegable. Esto, aunque no nos permite inferir directamente una futura hegemonía imbatible por su parte, no deja de ser una realidad preocupante, amplificada en ocasiones por los medios. De hecho, cuando uno lee prensa generalista así como ciertos blogs e incluso webs especializadas, acaba teniendo ganas de ir a rendirse directamente a la embajada más próxima (algo que también ocurre y no por casualidad, con la Federación Rusa). Sin embargo, en opinión de quien escribe, China, en caso de un conflicto abierto, se encontraría ante un escenario nada envidiable ni fácil de sobrellevar. Ni siquiera observa razonas para llegar a deducir una victoria segura por parte de China, por más herramientas que esté desarrollando para lanzar una invasión exitosa sin ir más lejos, sobre Taiwán.

Es ahí en donde entran estos tres artículos, del cual este, dedicado a la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón, es el primero. Los otros dos tratarán sobre otras armadas de la zona, como la surcoreana, que también tendrían mucho que decir en caso de una guerra regional, así como sobre la forma en que se desarrollaría un hipotético conflicto. Espero que esta serie de artículos sea del interés de los lectores y que la disfruten tanto como yo he disfrutado escribiéndolos.

Ceremonia de puesta a flote del submarino «Taigei» en octubre de 2020. Fuente – Japan Times.

Breve historia de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón

Japón es, por derecho propio, una de las mayores economías mundiales, así como productor y diseñador de una serie de avances tecnológicos de primer nivel. Nadie puede dudar de las capacidades tecnológicas del tejido industrial japones. Asimismo, su sociedad se encuentra imbuida en gran manera, hacia una cultura nacional de respeto e interés por las cuestiones marítimas y navales de la nación, y en general del área del Pacifico. Además, la pérdida de la marina mercante a manos de la US Navy durante la Segunda Guerra Mundial y la posterior carestía de recursos de primera necesidad dejó una huella perdurable que obliga a los japoneses, todavía hoy, a mantener una armada potente y capaz de asegurar las SLOC (Líneas Marítimas de Comunicación).

Por lo tanto, hablamos de una sociedad que entiende la dependencia nacional respecto de dichas líneas, así como la obligación moral y social de apoyar una marina de guerra capaz de mantenerlas abiertas en todo escenario concebible. Una nación orgullosa también, que pese a la particular denominación de sus ejércitos -Fuerzas de Autodefensa- se niega a dejar en manos extranjeras la defensa del país.

Como sabemos, tras la Segunda Guerra Mundial Japón quedo, militarmente hablando, reducida a la misión de unas fuerzas centradas en la defensa nacional del archipiélago y sin la posibilidad de ejecutar proyecciones de fuerzas de cualquier índole, más allá de la zona inmediata en torno a sus territorios. Estados Unidos instalaría en territorio japonés una serie de bases militares que serían las garantes de la integridad japonesa ante una potencia extranjera, a la par que proporcionaban a Washington la posibilidad de desplegar las propias.

La otrora impresionante Marina Imperial Japonesa fue desguazada operacionalmente por los Aliados tras el conflicto mundial. Sin embargo, a diferencia del Ejercito Imperial, que desapareció para convertirse en una fuerza con funciones policiales, las nuevas fuerzas navales fueron creadas siguiendo la tradición imperial, e incluso manteniendo algunas de sus costumbres. En 1952 se crean las Fuerzas de Seguridad Costeras, con la función de limpiar de minas el archipiélago nipón, en cuyas aguas se estimaba la presencia de hasta 60.000 minas navales. Posteriormente, ya en 1954, se refundirían en las actuales Fuerzas de Autodefensa Marítimas. El objetivo de tener abiertas las líneas de comunicación del país no era asunto baladí, ya que de ello dependía la capacidad de hacer llegar al país los productos básicos para mantener a la población local y a las fuerzas aliadas allí acantonadas.

Durante la Guerra Fría, concretamente en sus fases finales y décadas posteriores, la cuestión militar japonesa fue evolucionando. La industria japonesa fue capaz de comenzar a proveer a sus fuerzas armadas de equipamiento de primera línea al más alto nivel. Sus fuerzas armadas, aunque ceñidas a su territorio nacional y sin posibilidad ninguna de desplegarse más allá, fueron entrenadas y equipadas de una manera más que satisfactoria. De aquí deriva que las Fuerzas Armadas japonesas sean conocidas, en su nombre formal, como Fuerzas de Autodefensa de Japón (Japan Self-Defence Forces o JSDF), denominación que en el caso de la marina pasa a ser la de Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón. Estados Unidos comenzaría a reducir su presencia en el archipiélago debido a los costos, mientras que se pedía a Tokio que comenzase a tomar parte activa en la defensa de los interés occidentales, y por lo tanto incrementar sus fuerzas armadas.

Es en ese periodo cuando a la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón se le comienza a asignar misiones de apoyo a la US Navy. En concreto, la amenaza submarina soviética en el Pacifico Occidental era tan alta que la US Navy solicitó a Japón que reforzase sus capacidades ASW para combatirla, tanto dentro de los grupos de escolta de la propia Marina Estadounidense, como en agrupaciones propias en sus costas nacionales.

De esta forma, una vez concluida la Guerra Fría, Japón se encuentra con una Armada poderosa y bien equipada, pero centrada especialmente en la Guerra Antisubmarina, aunque con capacidades incipientes en otros aspectos de la Guerra Naval. Las capacidades inherentes en ASW, así como su propia política internacional, convierten a Japón en un actor principal en la región, ante el auge de una nueva amenaza: los submarinos chinos.

Desde entonces Japón ha comenzado a ejecutar despliegues de unidades navales en diferentes escenarios mundiales, siempre bajo el paraguas de operaciones internacionales. La comunidad internacional lo ve con buenos ojos, acostumbrándose a tener buques nipones operando en dichas misiones, algo inaudito tan solo unas décadas antes. Incluso la propia opinión pública japonesa, hasta ahora muy volcada en el pacifismo, parece estar asimilando este punto, normalizando estas actuaciones.

Tras la primera Guerra del Golfo de 1991, la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón participa con una agrupación de seis buques en el desminado de la región, dentro de la misión de las fuerzas de la ONU. Años después, en 1999, se le solicita el despliegue de una agrupación, en misión de reconocimiento y patrullaje marítimo, en el área de la Península de Noto, para luchar contra las incursiones de buques espías, aparentemente procedentes de Corea del Norte.

Entre 2001 y 2010, la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón desplegaría en el Océano Indico una agrupación naval, con el principal objetivo de ejecutar suministros en la mar a las unidades aliadas envueltas en las operaciones en Afganistán. Dicha operación, con buques de muy diferentes nacionalidades, aunque especialmente estadounidenses, lograría llevar a cabo con éxito casi 1.000 operaciones de avituallamiento en la mar y casi un centenar a helicópteros.

Posteriormente, entre 2004 y 2009, volvería a desplegar unidades en apoyo de la Coalición Internacional que luchaba en Irak. Tras dicha operación, las unidades de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón entrarían a formar parte, hasta la actualidad, de la que es la más longeva operación llevada a cabo fuera de su nación: la lucha contra la piratería en el Índico. Desde 2009 opera buques y aviones en la misión contra la piratería en Somalia, habiendo tenido que abrir una base de apoyo logístico en Yibuti para mantener el esfuerzo.

En la última década sus buques han estado presentes en las mayores catástrofes naturales en su área de influencia, caso del tifón Haiyan de 2013 en las Filipinas, el terremoto de 2015 en Nepal, el de 2016 en Nueva Zelanda, así como sus propios tifones y terremotos en territorio nacional.

Con toda esa experiencia acumulada, la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón se convierte en actor de pleno derecho en acciones marítimas internacionales y adquiere la experiencia para poder asegurar sus propias capacidades de operación en caso de conflicto.

Hoy día, con el peso del interés mundial cambiando del Atlántico al Pacifico, a Japón lo que se le solicita ya no que mantenga la integridad y defensa de su nación, algo básico y lógico, sino que participe de forma activa del lado occidental en la competición estratégica entre grandes potencias. Así, los buques japoneses ayudan a controlar y mantener a raya a los buques chinos, rusos y norcoreanos en toda la cuenca del Pacifico, llevando a cabo funciones que años atrás eran exclusivas de la US Navy.

Pasemos a ver a continuación las principales unidades que componen la Flota Japonesa actual, que creo sorprenderá a más de un lector que nunca haya tenido el interés por verlo, y los principales programas navales que tiene en curso, para el futuro más inmediato de la nación nipona.

Unidades de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón en 2019. Fuente – Naval Analyses.

Las relaciones militares entre Japón y los Estados Unidos

Las relaciones militares entre estas naciones son muy particulares a nivel mundial. Estados Unidos quedó como potencia ocupante en Japón tras la II Guerra Mundial, y dicho papel se fue diluyendo hacia garante de la soberanía japonesa. Obviamente, eso representa una carga presupuestaria para Washington. Poco a poco, Estados Unidos ha ido solicitando a Tokio el incremento de su participación presupuestaria en todos los aspectos de la defensa, así como de la presencia de fuerzas estadounidenses en Japón, algo que el país asiático ha venido haciendo y que se ve a la perfección en los presupuestos de defensa del año que comienza, los más altos de su historia.

Tokio, con el paso de los años, se encuentra cada vez más dispuesta políticamente a asumir dichas nuevas funciones, e invierte cada vez más en su defensa y en su industria de defensa, actor clave. Sin embargo, lo hace con ciertas características propias. Así, podemos decir que Japón desarrolla y sostiene sistemas de marcada índole defensiva, mientras los Estados Unidos despliegan en Japón sistemas ofensivos.

Obviamente una gran cantidad de sistemas son de uso dual y Japón posee una gran capacidad ofensiva, en caso de existir la voluntad política de ejecutarla. Las capacidades de defensa contra misiles balísticos (BMD) y CEC (Cooperative Engagement Capability) japonesas pueden ser el máximo exponente de lo anteriormente indicado. En el caso concreto de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón, las unidades japonesas están entrenadas y poseen la doctrina adecuada para operar integradas en el seno de la US Navy, llegado el caso, haciendo de Japón un aliado de primer nivel de esta.

https://www.youtube.com/watch?v=a6WqRCALGd0

Organización de la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón

Según los datos oficiales de 2018, la MSDF contaba con 135 buques comisionados, de los cuales 47 eran destructores, una fuerza naval de primer orden. Según el índice Global Power de 2021, la Armada Japonesa se encuentra en quinto lugar mundial, tan solo superada por Estados Unidos, Rusia, China e India, aunque es una clasificación discutible. Además, su Aviación naval contaba con 163 aviones y 90 helicópteros. Números muy importantes sin lugar a duda.

La Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón (MSDF) se compone de la Self-Defense Fleet que aglutina a las fuerzas de combate, 5 distritos marítimos que componen el territorio, un Mando de Entrenamiento Aéreo y un Escuadrón Naval de Entrenamiento, amén de mandos menores. La Self-Defense Fleet, a su vez, se compone de:

  • 4 Flotillas de Escoltas, subdivididas cada una de ellas en 2 Divisiones de Escoltas.
  • 5 Divisiones de Escoltas, independientes.
  • La Fleet Air Force, subdividida en:

    • 4 Escuadrones de Patrulla
    • 5 Escuadrones ASW
    • 1 Escuadrón de Reconocimeinto

  • Fuerzas Submarinas de la Flota, compuesta de 2 Flotillas de Submarinos, con 3 Divisiones de Submarinos cada Flotilla.
  • La Fuerza de Guerra de Minas
  • Mando de Inteligencia de la Flota

Zonas Económicas Exclusivas de Japón y zonas en disputa. Autor – Gugganij.

Las fuerzas submarinas

Como se repetirá en el resto de apartados de este artículo, tecnológicamente y tradicionalmente Japón no encuentra en la actualidad, ni nunca, una especial problemática por un programa tecnológico referido a la construcción de submarinos. Fue una de las primeras naciones en construirlos, y fue capaz de desarrollar armamento apropiado para ellos, como los mejores torpedos del mundo en su momento, faceta tecnológica que mantiene en la actualidad, obviamente ejecutando una importante inversión económica para mantener su industria engrasada.

Respecto a la calidad de sus astilleros e Industria naval, en general, poco se puede criticar a en este aspectos, teniendo más que sobradas capacidades para ejecutar cualquier proyecto de cualquier índole y sin ningún menoscabo de la calidad del producto final entregado. Acerías e industrias eléctricas, partes muy importantes de un programa submarino, son, una vez más, de las principales empresas a nivel mundial. Con todo esto no queremos sino resaltar que lo que la Fuerza no tiene más que pagarlo, pues por lo demás el hábitat industrial de su país puede proporcionárselo sin excesivos inconvenientes.

Con todo esto no se quiere hacer pensar que Japón sea un autarquia perfecta. Por el contrario, mantiene lazos especialmente estrechos con la industria de defensa estadounidense y recibe de Washington todo el apoyo tecnológico requerido, aunque habitualmente bajo construcción local con licencia. Esto es algo evidente por ejemplo en los cazabombarderos, pero también en los buques de guerra.

La planificación del programa de submarinos japones es algo apasionante, y con escasas comparaciones mundiales, debido a su éxito. Una férrea política basada en sustituir sus unidades anticuadas en un ratio de 1:1, o incluso superior, hace que prácticamente se retire un buque con escasos años operacionales, en comparación a otras armadas occidentales, simplemente por el hecho de que una nueva unidad de una nueva clase ya esta lista para sustituirla. Para que nos hagamos una idea, desde hace ya más de dos décadas su tasa de reposición es de un submarino entregado a al flota cada año, sin parones entre las diferentes clases.

En la actualidad mantiene dos clases en activo, con algunas unidades en el rol de buque de experimentación, lo cual ya dice mucho de la seriedad con la que toman el asunto a la hora de mantener su flota submarina en el tiempo. Estas son la clase Oyashio, con 11 unidades activas y la clase Soryu con 12 unidades, habiendo sido la última entregada en 2021. Actualmente se trabaja ya en la siguiente clase, denominada Taigei.

Los Oyashio son submarinos convencionales de 4.000 toneladas de desplazamiento en inmersión, entregados a uno por año, entre 1998 y 2008. Considerados ya anticuados en los estándares del país, las dos primeras unidades han sido transformadas en buques de entrenamiento, aunque mantienen la capacidad de combate.

La clase Soryu es actualmente la espina dorsal de las fuerzas submarinas niponas. Con un desplazamiento en inmersión de 4.200 toneladas, son de los submarinos convencionales más grande en servicio. Los Soryu, como todas las clases anteriores y de momento la posterior, tendrían como base tecnológica para su desarrollo un potentísimo programa de I+D, que incluyó la modificación de tres unidades, utilizadas como banco de pruebas de nuevas tecnologías.

El Soryu ha sido, y es, a nivel mundial un pionero en determinadas tecnologías. Por un lado cuenta con un sistema de propulsión AIP basado en tecnología de Kockums y en motores de ciclo cerrado Stirling, pero construidos en Japón bajo licencia por Kawasaki Heavy Industries. Proporciona unas dos semanas de navegación en inmersión silenciosa, muy adecuada para las funciones, que como veremos, estos buques podrían estar llamados a realizar.

La otra tecnología novedosa que incorporan, aplicada por el momento a las dos ultimas unidades construidas, es la de las baterías Ion-Litio. Japón ha sido el primer actor a nivel mundial en ser capaz de implementar dicha tecnología a una escala tan tremenda como es la de un submarino, y de momento, aunque se habla mucho en otros países, solo ellos la tienen activa en unidades de serie ya. Japón investigo de una manera espectacular, para otros estándares, durante más de dos décadas esta tecnología, antes de instalarla en sus submarinos de serie.

Haciendo una rápida entelequia, podemos decir que las baterías de Ion-Litio ofrecen una serie de ventajas sobre las clásicas de plomo-ácido o de gel. Por un lado se cargan de forma más rápida, lo cual disminuye le tiempo necesario que el submarino debe permanecer en superficie o a cota snorkel, y por lo tanto incrementa la discreción de la plataforma. Por otro lado, son capaces de almacenar mayor potencia eléctrica por unidad volumétrica. Por lo tanto, a igualdad de banco de baterías, un submarino con Ion-Litio podrá permanecer más tiempo navegando únicamente con baterías, o el mismo, pero a velocidades superiores. En fuentes abiertas se menciona una capacidad de hasta el doble que las clásicas de plomo-ácido. Asimismo, el mantenimiento es, al memos aparentemente, más sencillo y rápido, por lo cual se debe entender que en los grandes carenados el submarino podrá ahorrar algo de tiempo en este aspecto, y las tripulaciones lo agradecerán. El coste, como podemos inferir de todo esto, es más alto, especialmente teniendo en cuenta que es una nueva tecnología, aunque todavía no se sabe muy bien si este coste se reducirá con el tiempo, por lo que es posible que se llegue a rebajar notablemente.

La clase completa está compuesta por 12 unidades, construidas entre 2009 y 2021. En 2010 se decidiría incrementar el numero de unidades operativas con la Flota, pasando de 16 a 22, construyendo más unidades, y manteniendo algunas de ellas operativas durante más tiempo. Posteriormente volveremos sobre esa idea. El coste de cada unidad, sin los programas de I+D y asociados, se estima en el rango de los 600 millones de dólares, lo cual no parece una locura para lo que se puede ver en otros países con programas similares, máxime teniendo en cuenta que ya es una plataforma operacional.

El armamento que llevan ambas clases se basa en torpedos pesados Tipo 89 de 533 mm y en misiles SSM Sub-Harpoon. La capacidad de recargas estibadas a bordo es de 30 torpedos. Existe un programa para el desarrollo de un nuevo torpedo pesado para la flota. Hemos de hacer ver, que aunque los torpedos japoneses se benefician de la tecnología estadounidense, más en el Mk46 que en Mk48, han sido capaces de mantener y desarrollar su propia industria en torno a este campo armamentístico tan complejo.

La actual flota de submarinos permite a Japón mantener una importante cantidad de unidades en la mar de forma continuada, en cualquier momento dado. De hecho, en caso de ser necesario pueden mantener más unidades de las inicialmente planificadas, retrasando mantenimiento, y cambiando rotaciones de tripulaciones.

A nivel de futuro Japón ya está inmerso en la siguiente clase de submarinos, los Taigei. Estos submarinos han implicado un ingente programa de I+D en los últimos quince años. Se han usado otros submarinos para probar tecnologías nuevas, y se han implementado como equipos de serie las baterías de Ion-Litio. Por lo demás, sigue la senda abierta por los Soryu, incluyendo sus formas y sus timones en popa en X. Hasta el momento hay tres unidades en construcción, el «Taigei» que se espera se entregue en 2022, el «Hakugey», para 2023 y una tercera unidad todavía sin bautizar, para 2024. Así que hemos de suponer que Japón seguirá en su política de una nueva unidad cada año, durante mucho tiempo.

Otro factor que Japón maneja es volver a incrementar el número de unidades operacionales. En contra de otras naciones, que implicaría la construcción de nuevas unidades, con grandes costes iniciales y saturación en los astilleros, el país nipón cuenta con la relativa fácil solución de incrementar la vida operativa de sus unidades, de digamos, 22 años a 30 años, no retirándolos del servicio cuando les toque en realidad. Obviamente esto implicaría incrementar el número de tripulaciones por encima de los 500 hombres, y ejecutar grandes carenas a las unidades. Ambas son soluciones asequibles y prácticas, en caso de que Tokio tomara la decisión final.

A nivel internacional, y tras un movimiento nacional para exportar sus equipos militares, algunas naciones han mostrado interés por los Soryu, al ser considerado uno de los mejores submarinos convencionales del mundo. A diferencia de Rusia u Occidente, que siempre lucha por exportar sus productos, y por lo tanto se les conoce en todos sitios, el producto nipón es bastante desconocido en general. Naciones como Noruega, Marruecos, India, Australia, Holanda o Taiwán han solicitado información de esta clase para sus respectivos programas nacionales, aunque sin concretarse nada de momento.

Y aunque veladamente, y desde luego no oficialmente, se sabe que el programa nacional de submarinos de Taiwán, integra a ingenieros “retirados” de japoneses de su industria naval, con un beneplácito tácito gubernamental y empresarial. Una exportación de experiencia y conocimientos muy interesante.

Submarinos de la clase Oyashio. Fuente – JMSDF.

Una de las posibilidades que permite la política de construcción de submarinos de Japón es la de mantener una importantísima continuidad entre clases, siendo cada nuevo submarino una evolución, más o menos profunda, del modelo anterior. Fuente – Naval Post.

Portaaviones

Sé que alguno podrá no estar de acuerdo con el epígrafe de este apartado, pero la realidad es que Japón, desde que se inició su último gran programa de unidades de superficie, buscaba incorporar a su flota portaaviones, en plural.

Ya la Marina Imperial fue una de las grandes impulsoras de este concepto, antes de la II Guerra Mundial, y lo aplicó con notable éxito durante el conflicto. La constitución japonesa prohíbe expresamente a sus Fuerzas Armadas equiparse con armas o plataformas de carácter ofensivo, y el portaaviones, por definición, es una plataforma de proyección ofensiva del poder naval de una nación. Por lo cual, la introducción de este tipo de buques, y su construcción en el país, hubo de ser ejecutada con mucho tacto político, tanto para la opinión pública propia como para la internacional.

Siguiendo la tradición soviética de nombrar a los portaaviones con extrañas apelaciones para sortear documentos y tratados, Japón nombra a sus principales buques como Destructores de Operaciones Multipropósito. El caso, como vamos a ver ahora, es que son portaaviones de escaso desplazamiento, pero de capacidades considerables. Las críticas de China a estos buques nos pueden dar una indicación del valor de las unidades y del incremento de las capacidades de combate que aportan a la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón.

El proyecto comenzaría a rodar en 2009 ,cuando el Ministerio de Defensa mostraría un buque de desembarco aerotransportado, centrado en la operación con helicópteros de guerra antisubmarina, función en la que también es muy válido, y para apoyo a tareas humanitarias. Con hangares e instalaciones para manejar con soltura hasta una veintena de aeronaves, llamó la atención la instalación de ascensores sobre dimensionados en capacidades de elevación, así como el ala embarcada, que se fijó en 7 helicópteros ASW y 2 SAR.

Desde el principio todo el proyecto parecía un tanto extraño. 248 metros de eslora, 27.000 toneladas de deslazamiento, una manga de 38 metros, hangares y cubiertas para manejar más de dos docenas de aeronaves, un costo por unidad estimado en el rango de los 2.000 millones de dólares y todo ello para media docena de helicópteros. Desde estos primeros días las especulaciones apuntaban a realmente el buque estaba destinado a otro rol mucho más serio; la inclusión de aviación fija embarcada.

Como hemos indicado, la sociedad nipona debía digerir la noticia de una forma paulatina y sosegada, mientras la comunidad internacional debía procesarla también de forma mesurada.

La primera unidad, el «Izumo», fue comisionada por la flota en marzo del 2015, seguida por su gemelo, el «Kaga», dos años más tarde. Con la entrada en servicio del «Kaga» el Gobierno Japones finalmente desvelaría sus intenciones reales para estos grandes buques, los mayores construidos para la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón desde la II Guerra Mundial: ambos buques operarán con aviones de ala fija, los F-35B Lightning II de Lochkeed Martin.

Se aprueba un proyecto para la adecuación de ambos buques para operar con estos aviones. Básicamente consiste en volver a proteger la cubierta de vuelo de los chorros de los reactores, incrementar las APU disponibles para los cazas y reformar la cubierta en la zona de proa. Como vemos, una serie de obras menores, de lo cual podemos deducir que el proyecto original ya contemplaba la operación de cazas a reacción en estos buques, no habiendo aplicado pequeñas medidas, que podían hacerse a posteriori. Las reformas se están llevando a cabo de forma escalonada en ambos buques, y el «Izumo» debe estar completamente modificado para 2.024.

Los F-35B serán adquiridos y operados por la Fuerza Aérea Japonesa. Aunque se achaca a una cuestión presupuestaria, que los pilotos y el operador de las aeronaves sean de la Fuerza Aérea, lo cierto es que también parece un movimiento de relaciones públicas, quedando la Armada libre de la posesión de cazas de combates embarcados y pilotos entrenados en dicha misión. En 2019 se ordenan 42 cazas F-35B con entregas estimadas a partir del 2023. Este escuadrón tendrá sede en la Base Aérea de Nyutabaru, muy próxima a la Base Naval de Kure, donde se asientan los portaaviones nipones.

Aunque aún está por definir, se estima que cada uno de los buques podrá operar con algo más de una docena de F-35B a bordo y una dotación reducida de helicópteros. Mientras los aviones japoneses se entregan, se firmaría un acuerdo con el Unites States Marine Corps, para que sus F-35B pudieran operar desde los buques nipones. De ese modo se podría ganar en experiencia y know-how en estos años. Los Marines, con unidades desplegadas de forma fija en Japón, comenzarían estas pruebas con el primer aterrizaje a bordo en octubre del 2021, confirmando las futuras capacidades japonesas.

La preocupación entre los vecinos de Japón, especialmente China, no es baladí. Estos dos buques con su aviación embarcada pueden efectuar potentes operaciones en teatros de operaciones alejados, donde hasta ahora China podía gozar de una relativa superioridad. La neutralización de las bases aéreas en la isla de Okinawa forma parte vital de la estrategia china en el Pacifico. Los portaaviones japoneses podrían suponer un duro revés en ese aspecto, en el caso de desplegarse en la zona y aportar un componente aéreo de 5ª generación.

La estrategia china de islas acorazadas, muy aisladas entre sí, y las disputadas Senkaku, también se ve afectada por estas unidades, que poseen capacidad para variar los parámetros maestros de la estrategia china en el área. De ahí la profunda preocupación de Beijing. Y siempre recordando que estas unidades, incrementan las capacidades de la US Navy en la zona, como veremos en el último artículo de la serie.

Asimismo, el vecino del Norte, Rusia, también se ve ahora enfrentado dos nuevas unidades que pueden proyectar poder naval y proporcionar cobertura aérea en las disputadas islas Kuriles y en los estrechos japoneses, para su Flota del Pacifico.

No debemos perder de vista que la carrera por los portaaviones en la región del Indico-Pacifico fue precisamente inaugurada por China, con los viejos buques soviéticos y su actual programa en curso. Podemos ver como dicha carrera está siendo seguida con fuerza por sus vecinos, y no hay motivos para pensar que no puedan dejar muy atrás los esfuerzos chinos a este respecto, al ser una acción conjunta, aunque no coordinada, de países muy fortalecidos económica y tecnológicamente, y dispuestos a mantenerle el pulso a Beijín.

Y en base a esto podemos conjeturar un poco sobre el futuro del programa de portaaviones, o como quieran definirlo en Tokio, porque hemos de tener claro que habrá un futuro. Su sistema de planificación en cadena, sin dejar lugar a dudas, les obliga a continuar el desarrollo de la siguiente clase, aunque tal vez lo espacien un poco en el tiempo para asimilar las lecciones aprendidas con estas nuevas experiencias.

El siguiente paso evolutivo natural debería ser hacia una plataforma más en línea con un «Queen Elizabeth». No es casualidad, ni mucho menos, que BAE Systems abriera en octubre del 2021 una oficina de representación en Japón. Obviamente no es una intención declarada por ninguna de las partes, pero parece bastante obvio que BAE Systems podría aportar mucho a una evolución de los Izumo. El mismo «Queen Elizabeth» visitó Japón un mes antes, así que podemos entender que existe un interés por ambas partes.

En caso de decidirse Japón por una evolución mayor en este campo, contaría con la inestimable ayuda de los Estados Unidos y del Reino Unido, en lo relativo a experiencias operacionales, doctrinas y tácticas, así como mantenimiento y planificación. Algo de mucho peso en este tipo de proyectos. La iniciativa AUKUS abre una serie de puertas tangenciales al resto de naciones aliadas en la región, y este podría ser un campo derivado del acuerdo con Australia. Londres, así como otras naciones europeas en general, han efectuado un fuerte viraje hacia Indo-Pacífico en el que todos pueden ganar.

En la cuestión de apoyo logístico, no nos sería difícil imaginar que un programa mayor de entrenamiento de pilotos, pudiéramos ver escuadrillas de F-35B japoneses operando desde cubiertas de vuelo estadounidenses o británicas, tal como ahora veremos a los Marines en cubiertas japonesas. De hecho, ya han acordado entrenar en Italia.

AUKUS también abre una nueva caja de Pandora. ¿Será el siguiente portaaviones japonés de propulsión nuclear? Japón es una de las principales potencias mundiales en referencia a la industria nuclear, así que una conversión a una propulsión naval, de superficie o submarina, no parece que sea una quimera. Máxime si cuenta con el apoyo cercano de Washington y Londres, tal como acaban de hacerlo con Canberra. Tal vez, el mayor problema en este caso, vendría dado por la propia opinión pública nipona, pero eso ya sería la siguiente generación a la nuestra, con lo cual socialmente mucho puede haber cambiado el asunto. De cualquier modo, el Reino Unido en la actualidad, y la US Navy durante décadas, operaron grandes portaaviones en despliegues mundiales sin mayores problemas. Un portaaviones japonés de gran desplazamiento, con un ala embarcada de grandes capacidades, no debería tener mayores problemas con una propulsión convencional para un despliegue Indo-Pacifico.

Tan solo hacer notar, que ya en la actualidad, la clase Izumo suele hacer un despliegue en el Océano Indico de forma anual y con una duración tipo de dos meses. Con lo cual un buque de mayor porte podría continuar esta política de despliegue, incrementando la capacidad de proyección de fuerza de Tokio, sin mayores problemas.

La modificación de los Izumo está siendo mucho menor de lo que a priori podría parecer, ya que desde un inicio fueron concebidos para operar aviación naval de ala fija a reacción. Fuente – JSMDF.

La Flota de Superficie

Japón, al igual que los EE.UU. poco después, tomaría la decisión de basar su flota de superficie en buques del porte de destructores. Es muy digno de recalcar, que el programa de destructores japonés puede ser el más completo, activo y numeroso del Mundo, fuera de los DDG Arleigh Burke estadounidenses, que también han influido en Japón.

En la actualidad podríamos diferenciar claramente tres grupos de diferentes destructores en la flota japonesa. DDE, destructores de escolta, DDG destructores de escolta con capacidades mejoradas, y centrados en defensa de los CV, LHD y AEGIS, y los DDG AEGIS. La Armada Japonesa cuenta en la actualidad, con la nada desdeñable flota de 42 destructores en activo.

14 destructores se encuadran en la categoría DDE, son los buques más viejos de la Armada y la componen 8 unidades de la clase DDE Asagiri, comisionados entre 1988 y 1991, así como 6 unidades de la clase DDE Abukuma, entregados a la Fuerza Marítima de Autodefensa de Japón entre 1989 y 1993. los buques cuentan con equipos anticuados para el estándar actual y fueron diseñados como escoltas con capacidades mejoradas en ASW y ASuW, en su momento. Los Asagiri desplazan 5.200 toneladas con 137 metros de eslora, mientras los Abukuma lo hacen con 2.550 toneladas y 109 metros, entrando los segundos más bien en la categoría de fragatas.

Su armamento es común entre ambas clases, teniendo una pieza de artillería naval de 76 mm, montajes CIWS Phalanx (2 en los Asagiri y 1 en los Abukuma), 8 misiles SSM Harpoon y 8 misiles ASROC ASW. Además, los Asagiri cuentan con un lanzador óctuple para misiles SAM Sea Sparrow. Ambas clases ya están planificadas para su sustitución con la nueva clase Mogami.

20 destructores componen la fuerza DDG, subdividas en 4 clases o subclases, ya que sus diseños son derivados correlativos entre ellas. Esta fuerza de escoltas se diseñó con la idea de proteger a los buques capitales, portaaviones, anfibios y AEGIS, de las amenazas submarinas y de superficie, aunque también se implementó con el paso del tiempo una capacidad de defensa SAM zonal para incrementar las defensas globales de la agrupación.

Se comenzaría con un pedido de 14 destructores de la clase Murasame, que se entregarían entre 1996 y 2000. Dichos buques desplazan 6.200 toneladas para 151 metros de eslora. Se consideran los primeros destructores japoneses de segunda generación, por el salto cualitativo que sus sistemas de combate proporcionaban a las unidades de escolta. Se aplican tecnologías furtivas en el diseño de las estructuras del buque y se diseña un nuevo casco, muy influido por los Arleigh Burke, aunque en una configuración muy diferente.

Su armamento se basaba en la capacidad de operación de helicóptero ASW, artillería de 76 mm, 2 montajes Phalanx, 8 misiles SSM-1B y dos sistemas VLS, un Mark 48 con 16 celdas para lanzamiento de ESSM y un Mark 41 de 16 celdas para operar con el ASROC VL.

(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.

2 Comments

Leave a Reply