Las innovaciones, los nuevos contextos, las nuevas armas y las nuevas lecciones constituyen un todo que condiciona el resultado de los conflictos. Mucho se ha hablado, en el caso de los rebeldes chechenos, especialmente tras su victoria en la batalla de Grozni, de su capacidad para innovar, incluso afirmando algunos autores que lo allí ocurrido fue supuso una auténtica revolución. A lo largo de este artículo vamos a tratar de averiguar cuales fueron las innovaciones -en sentido amplio- que influyeron tanto en la Primera Guerra de Chechenia (1994-1996) como en la Segunda Guerra de Chechenia (1999-2009). También de hacer una valoración lo más aséptica posible, intentando esclarecer si realmente los principales cambios tácticos, doctrinales o técnicos vistos en las dos guerras de Chechenia supusieron verdaderas innovaciones, con efectos importantes sobre el resultado final de la guerra o sí, por el contrario, su importancia se ha exagerado.
¿Qué es una innovación y por qué es relevante?
Etimológicamente «innovar» significa introducir un cambio novedoso: es decir, que para validar una “innovación” deberíamos buscar un cambio caracterizado por su novedad.
Quizás, a la hora de hablar de este concepto, por otra parte crucial para todo lo relacionado con el arte militar, exista un problema de vocabulario, ya que tanto en Economía como en Estudios Estratégicos se ha introducido el concepto de los “procesos de innovación”, cuando quizás hubiera sido más adecuado hablar de los “procesos de cambio”. Sin embargo el estudio del proceso de innovación ha adquirido entidad propia, mientras que los “cambios”, forman parte de los distintos nichos como el estudio de la contrainsurgencia o el de la guerra convencional.
¿Es relevante que un cambio sea novedoso si es inútil o secundario? ¿Es menos relevante un cambio por manido y típico que sea? ¿Es más importante la introducción del smartphone en las tácticas guerrilleras que adoptar procedimientos tan típicos como dar golpes de mano aprovechando el mal tiempo o el terreno? Debo admitir que no estoy seguro de porqué hemos de poner más énfasis en los cambios novedosos que en los cambios relevantes.
Y aún hay otro problema ¿Qué significa que algo sea nuevo? Hay ocasiones en las que está claro: para los indios americanos el caballo y del arma de pólvora eran novedades absolutas, igual que lo era la doctrina de la Operación Profunda para los soviéticos, o las unidades de tipo División Panzer lo eran para los alemanes.
¿Pero la mera incorporación de un elemento tecnológico en los viejos esquemas supone una innovación? ¿La introducción de la ametralladora en el siglo XIX como una suerte de cañón fue una innovación, o solo supuso una forma de introducir de manera poco imaginativa un arma que tenía más posibilidades? ¿Puede una ideología recién llegada, como el yihadismo salafista, cambiar el modo de combatir y ser considerada una innovación militar?
Una definición de innovación que sí me convence es: “mejorar algo a tal grado que parece nuevo”, y sin embargo yo añadiría otro matiz “cambiar algo a tal grado que parece nuevo”. Sustituyo cambiar por mejorar debido a que existen novedades que no suponen una mejora y que fracasan o hasta son contraproducentes. Por tanto, para identificar innovaciones militares, las definiremos como sigue:
«Todo cambio en cualquier componente que afecte a un conflicto real o potencial, sea este de organización militar, tecnología, política, economía de medios, etcétera, y del que no haya precedente dentro de un contexto específico.»
De esta forma, y en relación con el tema que tratamos en este artículo -la Innovación en la Primera (PGC) y Segunda Guerra de Chechenia (SGC), acudiremos a la numerosa literatura disponible para detectar un cambio en un conflicto real. Dicho cambio se enmarcará en un contexto específico: el de una República Chechena embriagada de nacionalismo belicista y el de una Federación Rusa que trata de recuperar su autoridad. Por tanto, consideraremos como novedad todo aquello que fuera original desde la percepción de los actores implicados.
Es importante apreciar que numerosas innovaciones serán irrelevantes o perjudiciales y también que en muchos casos, más que las innovaciones, lo relevante pasa por ejecutar bien lo que ya se conoce o saber usar lo que ya se tiene, a través de una doctrina apropiada. En este sentido, no hay que buscar una solución “nueva” a cualquier problema.
Las guerras chechenas: resumen contextual
En 1991, un antiguo piloto de la Fuerza Aérea Soviética, Dudayev, se convirtió en presidente de la República de Chechenia, terminando por declarar la independencia frente a Rusia.
Moscú estaba sumida en el caos político y tardó en reaccionar. Boris Yeltsin lanzó un ultimátum que finalizó en diciembre de 1994. Al comienzo de ese mismo mes, los rusos lanzaron una gran ofensiva con la intención de retomar toda Chechenia y deponer a Dudayev; había comenzado la PGC.
La PGC se puede dividir en tres grandes fases: primero el avance hacia Grozny y la batalla por la propia ciudad, que se salda con una victoria pírrica rusa. Esta es la famosa batalla en la que las columnas de blindados rusos fueron destruidas.
La segunda fase dura cerca de un año y medio y consiste en numerosas acciones guerrilleras chechenas contra los rusos. Es una fase de desgaste político y militar ruso.
La última fase pasa por la segunda batalla de Grozny, en la que los chechenos logran retomar Grozny contra todo pronóstico y por sorpresa. Esta derrota asesta un golpe político a Yeltsin, quien en víspera de las elecciones acepta una paz negociada que de facto, aunque no de iure, supone la independencia de Chechenia.
Con el paso de los años en Moscú Putin sustituye a Yeltsin, lo peor de la crisis post-soviética ha pasado y además el yihadismo checheno amenaza con extenderse a otras regiones del Cáucaso. Todo esto culminará con un raid de los yihadistas en el Daguestán ruso que catalizará la ruptura del acuerdo de 1996 y el comienzo de la SGC.
Nuevamente la SGC cuenta con una primera fase en la que los rusos se afanan por tomar Grozny, aunque esta vez logran una victoria total. A partir de ese momento el ejército ruso persigue a los guerrilleros en las montañas y finalmente se declara una gran campaña antiterrorista y contrainsurgente que dura prácticamente hasta nuestros días.
Con el paso de los años Rusia ha logrado erradicar a los insurgentes, especialmente después de los atentados del 11-S, cuando la Comunidad Internacional redobló sus esfuerzos por luchar contra la lacra del yihadismo. A día de hoy la insurgencia chechena es residual, si bien el germen del yihadismo permanece hibernando en Chechenia y otras regiones del Cáucaso.
La Primera Guerra de Chechenia (PGC)
El camino a la guerra comenzó con la disolución de la Unión Soviética y la declaración de independencia de Dudayev en 1991, cuando nace la República Chechena de Ichkeria.
El separatismo checheno bebe de dos fuentes ideológicas: de un lado el nacionalismo, amparado por la costumbre religiosa y la tradición local, y de otro lado el wahabismo y el yihadismo, dos corrientes que irrumpen con fuerza. Este hecho no tiene tanta importancia en la PGC, pero va ganando prominencia hasta llegar a nuestros días.
Entre 1991 y 1995, Dudayev trata de crear un verdadero Estado checheno. Sus esfuerzos dieron frutos amargos, pero frutos al fin y al cabo. Hay que tener en cuenta que Chechenia estaba compartimentada geográfica, étnica y militarmente. Un «país» dividido entre territorios llanos y territorios montañosos, un mundo rural aislado en la cordillera del Cáucaso y un mundo urbano con una importante presencia de etnia rusa.
Ante todo, la estructura social chechena se basaba en linajes, clanes familiares, grandes clanes de sangre conocidos como “teips” y confederaciones temporales de teips para hacer la guerra. A estos se les llama “tukjum”. Como curiosidad, el propio escudo de la República de Ichkeria incluía 9 estrellas que simbolizaban los 9 tukjum, por tanto estas estructuras pre-soviéticas seguían gozando de importancia social y política.
Solo con estos datos -9 tukjum, decenas de teips y cientos de clanes familiares-, podemos hacernos una idea de la atomización político-militar y de la dificultad que para Dudayev tuvo cualquier intento de formar un ejército nacional o, al menos, lo que entendemos por ello. No obstante, sí que logró crear un ejército que incluía algunas decenas de aviones, un regimiento blindado y algo de artillería y defensa aérea.
Pero el asunto tiene aún más recorrido. El antiguo alcalde de Grozny y otros “perdedores” por la disolución de la URSS terminaron conformando una dura oposición a Dudayev. Así pues, el periodo 1991-1995 está caracterizado por una suerte de guerra civil entre Dudayev, sus aliados y su pretendido aparato estatal, contra otros clanes chechenos enemigos apoyados por la inteligencia rusa.
Durante este periodo, el Kremlin apoyó a la oposición con la esperanza de que esta tomara el poder. Dicho apoyo consistía en dinero, información y armas, incluyendo armamento pesado.
En el verano de 1994 Dudayev y el aparato estatal checheno habían logrado derrotar a la mayor parte de las milicias opositoras, con lo que las esperanzas de Yeltsin de recuperar Chechenia sin usar al ejército desaparecieron.
Cuando los rusos decidieron intervenir, el ejército checheno era aun embrionario, pero existía. Además, había capturado cuantioso material soviético, incluyendo numerosos blindados (hay fuentes que citan más de un centenar) y aviones, entre los que se contaban más de un centenar de reactores L-39 Albatross de entrenamiento avanzado y ataque ligero, además de algunos MiG.
En realidad, ese ejército se nutría de varias milicias y batallones informales que habían sido absorbidos dentro de la nueva administración estatal. Un ejemplo paradigmático es el de Basayev, cuyo Batallón Abjasio estuvo a las órdenes de Dudayev. El Batallón Abjasio había combatido en la Guerra del Nagorno-Karabaj contra los armenios, así como en la guerra de Abjasia contra el Estado georgiano.
Llegados este punto ya apreciamos varios aspectos novedosos del ejército checheno y otros que no lo fueron tanto.
Poseían una pequeña fuerza aérea en potencia, y lo mismo podemos decir de los blindados, la defensa aérea o la artillería. Todo este equipamiento al servicio de las fuerzas más o menos regulares controladas por Dudayev o al servicio de las guerrillas separatistas podría haber dado lugar a innovaciones relevantes. Por ejemplo, los chechenos podrían haber tratado de crear algunas pistas de aterrizaje improvisadas y escondites destinados a preservar un pequeño núcleo de aviones o helicópteros al comienzo de la PGC.
De hecho, Dudayev, oficial condecorado de la flota de bombarderos estratégicos soviética, trató de constituir una suerte de pequeña fuerza aérea: se entrenaron pilotos, se conservaron algunos reactores en funcionamiento y prepararon el uso de pistas auxiliares, incluidas carreteras. Podemos asumir que se estaba tramando una suerte de guerrilla aérea.
Sin embargo, en los tres primeros días de la PGC los Sukhoi 25 rusos se dedicaron a atacar las bases aéreas chechenas, destruyendo en tierra la totalidad de la incipiente fuerza aérea de Dudayev.
Como consecuencia, podemos concluir que todo este material capturado y a disposición de Dudayev y sus hombres no dio sus frutos. Los aviones fueron destruidos los primeros días de la PGC y los sistemas de defensa aérea en su mayor parte no se aprovecharon. Los blindados sí se emplearon en combate e incluso durante la batalla de Grozny los chechenos desplegaron sus propios tanques, pero su papel fue secundario.
Hubo intentos de usarlos de manera innovadora. Por ejemplo, en marzo de 1995 los rusos habían rodeado la ciudad clave de Argun y los chechenos intentaron llevar a cabo un gran contraataque blindado desde Shuli y Gudermes. Sin embargo los helicópteros de ataque Mi-24 dotados de misiles Shturm lograron dejar fuera de combate a los tanques chechenos.
Algo distinto fue el caso de la artillería capturada. Maskhadov, el jefe militar de la República de Ichkeria había sido oficial de artillería en el Ejército Rojo y supo sacarle partido al material que tenía a su disposición. Según las fuentes chechenas, durante las negociaciones de 1995 los rusos llegaron a admitir que habían perdido 200 hombres en la batalla de Dolinsky. Los chechenos atribuyen este éxito al uso de lanzacohetes BM-21 Grad contra las columnas rusas, tal y como había propugnado Maskhadov.
Algo más útiles fueron las radios de largo alcance capturadas en los depósitos de la antigua Fuerza Aérea Roja; sin bien los chechenos siempre prefirieron las estaciones de radio Motorola occidentales.
Como vemos, el material a su disposición, por sí mismo, no produjo ninguna innovación militarmente relevante, más allá de dotar a los rebeldes de medios de defensa aérea de corto alcance y de hacer posible un uso eficaz de la artillería gracias al liderazgo de Maskhadov.
Pero regresemos a la Primera Batalla de Grozny… Al principio el avance ruso fue más o menos rápido. Los rebeldes realizaban hostigamientos puntuales, sí, pero no parecía haber ningún contratiempo estratégico. Más pronto que tarde, las columnas de blindados rusos rodearon Grozny, la capital y ciudad más importante de la región, dispuestos a asaltar el corazón de Chechenia.
A medida que los rusos avanzaban hacia la capital se ponía de relieve el deterioro del ejército: reclutas visiblemente mal vestidos, desorganización en el orden de marcha de las columnas, un sistema logístico que apenas cubría las necesidades básicas… En el caso ruso, más que el proceso de innovación, lo interesante sería estudiar el proceso de deterioro.
Cuando los rusos iniciaron el asalto directo contra Grozni se observaron carencias importantes en cuanto a información, la falta de equipos de comunicación modernos y de ordenadores, la escasa cooperación con la artillería y la aviación, la excesiva centralización de los fuegos de apoyo y la poca, por no decir inexistente, profesionalidad de los tripulantes y de las columnas rusas.
Los rusos lanzaron un ataque acorazado montado en terreno urbano, una opción que los manuales de guerra soviéticos sólo recomendaban cuando se deseaba alcanzar o atravesar una posición antes de que llegara el enemigo.
Fue en ese momento cuando Maskhadov, que tenía su cuartel general en los sótanos del Palacio de Gobernación, ordenó a todas las tropas chechenas que acudieran al Palacio para defenderlo de los blindados rusos. Así es como se materializaron las grandes emboscadas que se cobraron tantísimas vidas y destruyeron un enorme número de medios rusos.
Cuando las tripulaciones rusas comenzaron a ser conscientes de que estaban siendo emboscadas, tendieron a abandonar sus vehículos o a tratar de escapar individualmente o en grupos pequeños. En cualquier caso, las imágenes atestiguan que las columnas no sufrieron una destrucción rápida y repentina -en cuyo caso veríamos hileras de tanques y BMP destruidos- sino que más bien, las columnas se desintegraron en una suerte de sálvese quien pueda. Así fue como muchos blindados fueron abandonados o acabaron siendo cazados uno a uno por los chechenos.
Todo esto nos deja entrever que las emboscadas chechenas fueron eficaces, sobre todo porque desataron el pánico entre unas tripulaciones mal adiestradas.
Ahora bien, ¿cómo es posible que los rusos no hubieran sabido que Maskhadov se encontraba en un edificio tan obvio como el Palacio de Gobernación? Semejante falta de información y de reconocimiento puede ser considerada una negligencia. Que la VVS (Fuerza Aérea Rusa) no hubiera pulverizado dicho edificio antes de la batalla es una muestra del magro esfuerzo de la inteligencia rusa.
Sin embargo, más allá de los errores rusos, hay aspectos relacionados con la capacidad de innovación por parte de los chechenos que sí merece la pena tener en cuenta. El más importante es que Maskhadov pudo coordinarse con su propio ejército y con las milicias -que no tenían equipamiento estandarizado- gracias a las radios civiles Motorola y a otros productos COTS (del inglés Commercial Off-The-Shelf), así como gracias a los equipos de radio capturados en una base aérea rusa. Los altos jerarcas chechenos afirman que dispusieron de numerosos aparatos de radio hasta el nivel pelotón y escuadra y que idealmente hubieran dispuesto una radio por cada combatiente. De esta forma, lograron una superioridad táctica respecto a la información, simplemente aprovechando aquello que estaba a su disposición.
La heterogeneidad militar chechena unida al uso masivo de radios permitió actuar, casi sin querer, como una red. Quizás esto explica la habilidad chechena para rodear y aniquilar a tantísimas pequeñas unidades aisladas que habían huido despavoridas de la emboscada.
Respecto a los medios empleados para destruir los blindados rusos, las arma antitanque chechenas por antonomasia fueron ni más ni menos que la gama de bazucas de la era soviética, principalmente los famosos RPG-7 y los RPG-22 y RPG-26 desechables. No podemos menos que reconocer el mérito checheno; para enfrentarse a los blindados rusos era necesario sacar mucho partido a la maniobrabilidad y a las comunicaciones de forma que los RPG pudieran ser realmente eficaces, pues estos medios se han utilizado en multitud de escenarios y no siempre han sido igual de efectivos. Ahí reside la gran habilidad chechena.
Los chechenos supieron aprovechar sus bazucas, atajar los problemas relacionados con disparar desde el interior de edificios, conocer las distancias mínimas de armado de los proyectiles antitanque y la de buscar los flancos y la zona superior de los tanques y, en definitiva, sacar el mejor partido posible a las posibilidades, muy limitadas, de un arma en servicio desde hacía mucho tiempo.
Simultáneamente, cabe decir que si los rusos hubieran efectuado un buen acompañamiento de guerra electrónica a su asalto terrestre, es probable que hubieran podido sacar mucho partido a la jugosa información de las señales de radio que emitían los separatistas chechenos. Esta es una lección que Rusia identificaría posteriormente y que en la actualidad, al menos en su caso, ha dado un giro radical, pero no entonces.
Sin embargo, aunque a veces lo olvidamos, cegados por la espectacular victoria chechena, la masacre de una brigada y de un regimiento rusos no supuso el fin de la batalla. Los rusos contraatacaron con más artillería y con asaltos convencionales desmontados.
Los chechenos lograron aguantar más de un mes atrincherados en Grozny, y todo a base de tácticas de infantería y algo de artillería media. Durante aquel mes, los chechenos lanzaron sus propios tanques al combate, aunque con poco éxito: las tripulaciones chechenas temían que sus propios camaradas les disparasen.
Otra cosa que se puso de relieve durante ese mes fue el exceso de iniciativa y la falta de disciplina chechena. Para una fuerza irregular convertirse en un ejército supone una innovación, en ocasiones muy difícil de gestionar. Esa oportunidad no se pudo aprovechar en Chechenia.
Nuevamente, la heterogeneidad militar y la ausencia de una cadena de mando unificada fomentaron el exceso de iniciativa y autonomía de las unidades pequeñas, de tal forma que las órdenes de los planificadores militares chechenos no se cumplían: las unidades no se esforzaban por fortificar sus posiciones, los defensores de un puente clave lo abandonaban a las primeras de cambio y hasta había sospechas de milicias dispuestas a vender su posición a los rusos a cambio de dinero.
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