El pasado 16 de octubre, el diario estadounidense Financial Times publicaba lo que, en el mundillo de los Estudios Estratégicos, suponía una auténtica bomba: la supuesta prueba, por parte de China, de un sistema de bombardeo orbital fraccionario o FOBS (Fractional Orbital Bombardent System) combinado con un misil hipersónico. Las ventajas de los FOBS residen en su capacidad de atacar mediante vuelo orbital, por lo que pueden describir trayectorias impredecibles y con un perfil de vuelo que hace muy difícil detectarlos, rastrearlos e interceptarlos con sistemas antimisiles o armas espaciales. A las ventajas del vuelo orbital se añade que en la fase terminal del ataque el arma hace reentrada en la atmósfera y ataca como un misil planeador hipersónico (HGV por sus siglas en inglés). En conjunto, la suma de las características de los FOBS y los HGV proporciona unas capacidades únicas para prevalecer en una crisis o en un enfrentamiento nuclear limitado.
No obstante, este arma no es la panacea y tiene la desventaja de que balísticamente es muy ineficiente; se requiere mucha energía para lanzar un FOBS-HGV, mientras que con esa misma cantidad energía utilizada por un cohete en lanzamiento balístico podría lanzar muchas ojivas balística. Además, los FOBS-HGV no son un arma de «First Strike» que pudiera alterar la estabilidad estratégica entre China y los EE.UU., sino que son solo un arma para enfrentamientos limitados y destinada al control de la escalada. Estos enfrentamientos limitados fueron formalizados en los tradicionales modelos estratégicos de la Opciones Nucleares Limitadas, en los que se diseñaban estrategias, armas y opciones de ataque, que no buscaban la destrucción y la victoria en una guerra nuclear a gran escala (algo imposible en el mundo nuclear cuando existen las armas de Segundo Ataque), sino provocar la «War Termination» y prevalecer en el conflicto obligando al adversario a parar las hostilidades.
¿Qué es un sistema FOBS con HGV?
Bajo un nombre tan críptico, lo que en realidad se esconde es un sistema que, por sus particulares características y trayectoria de vuelo, permite eludir en gran medida los sistemas de defensa antimisiles y sistemas de detección en servicio. La idea básica es bastante sencilla, aunque esconde una gran complejidad técnica a la hora de llevarla a la práctica. El FOBS-HGV consiste en una primera fase en la que se pone en órbita el vector de ataque, en lugar de ejecutar un ataque de trayectoria balística. Una vez en órbita, el FOBS puede hacer pequeños cambios en la mecánica celeste orbital para hacer trayectorias poco convencionales o ajustarse con más precisión al objetivo. Se le denomina «fraccional» porque solo hace la fracción del ciclo de una órbita antes de reentrar en la atmósfera.
Luego, una parte del vector de ataque se desprende del vehículo espacial y entra en la atmósfera como si fuera un avión espacial (como las antiguas lanzaderas del NASA), como un misil hipersónico planeador o como un AMaRV. La diferencia entre un AMaRV y un misil planeador hipersónico es la cantidad de kilómetros de vuelo que hace el vehículo en la atmósfera. Tanto un AMaRV como un HGV hacen vuelos a velocidades mayores a mach 5 endoatmosféricamente, pero un HGV hace casi todo el trayecto hasta el objetivo dentro de la atmósfera, mientras que un AMaRV lo hace solo en la fase terminal durante unos cientos de kilómetros. No conocemos los detalles del tipo de prueba que ejecutaron los chinos y la cantidad de kilómetros que voló el vehículo endoatmosférico, por lo que podría ser tanto un FOBS HGV o un FOBS AMaRV.
El FOBS lleva a cabo el vuelo generalmente en órbitas muy bajas que pueden ser en torno a los 150 kilómetros respecto a la superficie terrestre, lo que permite tres cosas: 1) ayuda a eludir los sistemas de detección, ya sean radares de alerta temprana, satélites de detección infrarroja o sistemas óptico de seguimiento orbital. 2) Permite establecer trayectorias impredecibles y muy diferentes de las tradicionales balísticas, lo que obliga al adversario a aumentar el perímetro de defensa. Un ataque balístico o hipersónico solo puede seguir trayectorias directas de un punto a otro, como si fuera una bala de cañón. Incluso un misil planeador hipersónico solo puede hacer pequeñas maniobras para eludir los sistemas antimisiles, pero no puede hacer grandes rodeos ya que se quedaría sin la energía potencial con la que ejecutar el vuelo de un planeador. Esto obliga que los sistemas antimisiles adversarios no puedan concentrarse en esas limitadas rutas de aproximación, sino que tengan que ampliar las defensas a lo largo de todo el perímetro nacional. 3) El bajo perfil de vuelo del FOBS y la naturaleza esquiva de lo HGV y los AMaRV, permiten que el arma de ataque tenga una mucha mayor probabilidad de penetración y de alcanzar el objetivo de ataque designado. Con todo, las servidumbres de un FOBS con HGV o AMaRV son las siguientes:
- En primer lugar, por la dificultad técnica que entraña añadir al cohete impulsor un módulo capaz de realizar un vuelo orbital con todo lo que conlleva en cuanto a necesidad de combustible adicional, navegación, comunicaciones, materiales, etc. En este sentido, la parte del combustible es primordial, pues es necesaria una gran cantidad de energía para situar el vehículo en órbita, así como para imprimirle la velocidad orbital. También para que, llegado el caso, maniobre. Todo esto implica enormes cantidades de propelente y como consecuencia, cohetes de mucho mayor tamaño y peso que un ICBM que puede incluir un vehículo de reentrada múltiple e independiente (MIRV) que incluso pueden maniobrar de forma independiente durante la aproximación al objetivo (MARV).
- En segundo lugar, porque debido a la velocidad que dicho vehículo mantiene en órbita (unos 8 kilómetros por segundo), debe ser frenado para su reentrada en la atmósfera, lo que obliga a instalar complejos sistemas de frenado en base a cohetes y limita la carga útil que puede transportar. Esto implica una cabeza nuclear de menores dimensiones y, por tanto, potencia, aunque esto no es un hándicap si de lo que se trata es, como veremos, de controlar la escalada.
- En tercer lugar, está el problema del coste de lo anterior, que lo convierte sobre el papel en un sistema antieconómico frente a los ICBM. Esta cuestión no es baladí, pues de por sí los vectores que deben transportar las ojivas nucleares y todo el entramado necesario para lanzarlos, asignarles objetivos, realizar el control en vuelo, etc., son extremadamente caros.
Estos tres factores nos hablan a las claras de la exclusividad de los sistemas FOBS, que no están pensados para sustituir a los ICBM en un enfrentamiento nuclear a gran escala, sino para cumplir un papel mucho más especializado y relacionado con el control de la escalada, las opciones nucleares limitadas y la “War Termination”, algo en lo que abundaremos más adelante.
Por último, existen incluso trabas legales a su utilización, al ser la República Popular de China, como los mismos Estados Unidos o la Federación Rusa, signatarios del Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967. Dicho texto, en su artículo IV establece la prohibición de “colocar en órbita alrededor de la Tierra ningún objeto portador de armas nucleares ni de ningún otro tipo de armas de destrucción en masa”. En el pasado, la Unión Soviética llegó a poner en servicio un sistema tipo FOBS, haciendo los Estados Unidos la vista gorda de forma interesada y bastante torticera, alegando que en realidad el vehículo orbital no estaba en órbita, sino que seguía una órbita para llegar a su destino. Con todo, parece evidente que, al menos durante la fase espacial del vuelo, este tipo de vehículos sí están en órbita, lo que podría servir para presionar en el caso de que China llegase a desplegar este tipo de ingenios.
Aunque no es nuestra intención hacer ningún repaso histórico, la idea de un FOBS no es en absoluto novedosa. Como acabamos de comentar, llegó a haber sistemas en servicio durante la Guerra Fría, en concreto uno, el 8F021 soviético (más conocido por las siglas OGCh) acoplado a un cohete R-36O 8K69. De este sistema llegaron a desplegarse en silos 18 unidades, operativas entre 1969 y 1983, desechándose posteriormente al perder atractivo su uso por razones estratégicas, tecnológicas, operativas y económicas.
Cabe destacar que los FOBS suelen presentarse gráficamente describiendo una órbita fraccional atravesando el Polo Sur. La razón es que los sistemas de detección de alerta temprana basados en el espacio están centrados en la detección de ataques balísticos que atraviesan trayectorias a través del Polo Norte. Los satélites SBIRS o los antiguos DSP solo podría detectar que un gran cohete ha sido disparado, pero luego no podrían seguir el vector de ataque que ha sido puesto en órbita siguiendo una órbita por el Por Sur. Una vez se pierde el seguimiento de la nave espacial, a día de hoy no sería posible hacer un seguimiento en tiempo real de la órbita y cambios de plano que pudiera hacer la nave, ya que haría falta una gran red de sensores por todo el globo terráqueo.
¿Ha hecho realmente China una prueba FOBS?
Antes de explicar las razones por las que sistemas tipo FOBS podrían ser útiles nuevamente, en especial para un régimen como el chino, pero también para Corea del Norte, hemos de aclarar que no está en absoluto probado que Pekín haya llevado realmente a cabo una prueba con un sistema de órbita fraccionada.
En efecto, el pistoletazo de salida a las informaciones sobre pruebas chinas lo dio el pasado día 16 de octubre el diario estadounidense Financial Times, con un artículo titulado “China test new space capability with hypersonic missile”, firmado por Demetri Sevastopulo y Kathrin Hille, en el que se especulaba sobre una prueba de este tipo llevada a cabo en verano por el país asiático. El propio Demetri compartía la noticia con un enlace a través de su cuenta de Twitter ese mismo día, acompañando la entrada con un pequeño hilo pidiendo opiniones y ayuda.
Al comienzo del artículo, se dice, textualmente:
“China probó en agosto un misil hipersónico con capacidad nuclear que dio la vuelta al mundo antes de dirigirse a toda velocidad hacia su objetivo, demostrando una capacidad espacial avanzada que cogió por sorpresa a los servicios de inteligencia estadounidenses.”
También se especificaba, citando a fuentes de inteligencia, que el misil había errado el blanco por 24 millas, pero que aun así suponía un avance notable en cuanto a armas hipersónicas, demostrando que China estaba mucho más avanzada en ese campo de lo que los estadounidenses creían.
El régimen chino, por su parte, negaba la mayor, afirmando que la prueba se correspondía con un nuevo tipo de vehículo espacial reutilizable, algo que sería plausible atendiendo a la velocidad con la que avanza su programa espacial. Ahora bien, el hecho de que el lanzamiento se correspondiese con un cohete Larga Marcha CZ-2C (vuelo nº 78) sin que llegase a hacerse público el anuncio del mismo, también alienta las sospechas, pues sí se dio bombo al anterior y al posterior, esto es, a los nº 77 y 79 respectivamente. Eso suponiendo que hacer un lanzamiento de este calibre sin dejar ninguna prueba sea factible. Tal y como señala Daniel Marín, en el magnífico análisis compartido en su blog Eureka:
“Una cosa es lanzar una carga secreta al espacio, algo que hacen con relativa frecuencia la mayoría de potencias espaciales, y otra muy distinta efectuar una misión orbital sin dejar rastro. Y con rastro no me refiero solo a burlar los sistemas de alerta temprana de Estados Unidos, sino los de otras naciones y organizaciones, además de las decenas de miles de testigos «armados» con smartphones que existen hoy en día en China y hacen casi imposible un escenario semejante. De hecho, es tan raro que no se conoce ningún otro caso similar”.
Por supuesto, el programa de armas hipersónicas chino no era ningún secreto y el régimen se ha esforzado en airearlo en la medida de lo posible, llegando a hacer desfilar algunos vehículos en la plaza de Tiannanmen, como los famosos DF-17. Ahora bien, hay diferencias notables entre estos últimos y lo que aquí se propone y ya se sabe que afirmaciones extraordinarias requieren de pruebas extraordinarias. Por el momento no solo no ha habido ninguna de este calibre, sino que otras que serían básicas, como la detección en órbita de la segunda etapa del cohete CZ-2C o cualquier otro resto, no ha sido realizada. Del mismo modo, tampoco parece haber salido a la luz ningún análisis OSINT que, a través de imágenes de móviles de ciudadanos chinos subidas a redes sociales, foros o similares, den fe del lanzamiento.
Más recientemente, el Financial Times publicaba un nuevo artículo, también de la mano de Demetri Sevastopulo, en el que se hablaba ya de dos pruebas diferentes, una llevada a cabo el pasado 27 de julio, que sí incluiría un sistema tipo FOBS y una segunda, conducida el 13 de agosto, en la que se habría utilizado un vehículo hipersónico, aunque no existen demasiados datos sobre la misma.
Las distintas informaciones y versiones solo han servido para presentar una imagen confusa. Aun así, independientemente de que las fuentes que sirvieron para elaborar las noticias publicadas por Financial Times estuviesen equivocadas en su interpretación o se basaran en datos erróneos, incluso si lo probado no es lo que los periodistas norteamericanos creen o si se tratase todo de una campaña de presión para pedir más fondos para el Pentágono, las cosas no son tan sencillas. Con o sin pruebas, lo fundamental en la historia del supuesto FOBS es que tiene sentido por diversas razones que iremos desgranando en los próximos epígrafes.
El marco estratégico
Los motivos exactos por los que China está desarrollando los FOBS-HGV o AMaRV no son públicos a día de hoy. Sin embargo, hay consenso emergente entre la comunidad de estudios nucleares y estratégicos que China está cambiando su tradicional modelo disuasivo conservador a uno mucho más ambicioso y similar al de una superpotencia nuclear como los EE.UU. o Rusia.
La estrategia tradicional y conservadora se basaba en una estrategia que se denominaba de Disuasión Limitada, que era una variación con características chinas de la modelo estratégica de Disuasión Mínima, y que a lo largo de los años fue recibiendo multitud de etiqueta diferentes, tales como estrategia de «respuesta asegurada», de «repuesta probable» o «respuesta incierta» entre otras muchas.
Sin embargo, China está ampliando de manera muy acelerada el tamaño de sus fuerzas estratégicas. Entre 2019 y 2021 China comenzó la formación de varias brigadas de misiles ICBM móviles DF-41, cada año añade varia docena de ICBM nuevos (lo que en 10 años daría un arsenal de ICBM del mismo tamaño que EE.UU o Rusia). Para colmo, en 2021 se ha descubierto que China está construyendo unos 300 silos de ICBM en tres campos de misiles diferentes. Todo esto se produce entre análisis de inteligencia que aseguran que China expandirá su arsenal entre 2 y 4 veces su tamaño actual durante los próximos 10 años (lo que sería un arsenal de 1000 o más ojivas, una cantidad a las desplegadas y en servicio de EE.UU.). También ha de tenerse en cuenta los programas de bombarderos nucleares H-6N, el bombardero estratégico furtivo o el programa de construcción de nuevos submarinos lanzamisiles y SLBMs más modernos y capaces que los actualmente en servicio.
Autores poco sospechosos de ser halcones y que están situados entre las palomas en tema nucleares, tales como Fred Kaplan o Hans Kritensen, después de años de escepticismo y de catalogar de alarmismos los análisis que ya alertaban de la gran expansión nuclear china, ahora admiten que China está cambiando su estrategia nuclear a algo mucho más parecido a la Destrucción Mutua Asegurada.
Los motivos por los que China ahora despliega una estrategia nuclear mucho más ambiciosa que la de variaciones de la Disuasión Mínima o Disuasión Limitada, probablemente se deba a que se hayan dado cuenta que, en caso de conflicto o enfrentamiento con los EE.UU., China podía disuadir un ataque nuclear a gran escala, pero no un conflicto militar convencional limitado, ya fuera por Taiwán o cualquier otro punto caliente. Por ello, necesitan un arsenal cuantitativamente grandes con muchos ICBM y SLBM, además de armas específicas para el control de la escalada como el DF-26 en su versión nuclear, misiles hipersónicos e intenten desarrollar el FOBS-HGV/AMaRV.
Fiona S. Cunningham y M. Taylor Fravel, en su excelente artículo “Dangerous Confidence? Chinese Views on Nuclear Escalation”, advertían del peligro del gap doctrinal estratégico entre China y EE.UU., que podría llevar a una guerra por error de cálculo de fatales consecuencias. La doctrina estratégica china creía que podía llevar a cabo una guerra convencional relativamente limitada contra los estadounidenses, mientras que doctrinalmente creía que una guerra nuclear no es escalable, y que una vez se ejecuta el primer uso nuclear la situación se saldría de control y habría un intercambio nuclear general. Ese riesgo de intercambio nuclear apocalíptico, ayudaba a evitar que se cruzase el umbral nuclear y dejar contenido el conflicto en el plano convencional.
Sin embargo, en la doctrina estratégica americana, Cunningham y Fravel señalaban que se estima que la guerra convencional no se podría controlar demasiado, y de un conflicto convencional muy limitado se escalaría rápidamente a un conflicto convencional a gran escala. En el plano nuclear, los americanos contrariamente a los chinos, creen que la guerra nuclear se puede mantener con cierto grado de control, limitando la escalada.
En este sentido, la situación de este gap doctrinal derivaba en una situación en la que China podría empezar un conflicto limitado convencional, creyendo que no pasaría de ese nivel por el miedo americano a una gran guerra nuclear, mientras los estadounidenses escalan el conflicto convencional a una guerra general, creyendo que los chinos no escalarían al conflicto nuclear porque sería absurdo y porque los EE.UU. gozan de superioridad en el control de la escalada. Los chinos, ante la perspectiva de ataques estratégicos convencionales generales que dañasen las tecnologías militares duales nuclear-convencional, podrían confundir la escalada americana como una antesala nuclear y desencadenarían una respuesta nuclear.
Siguiendo el hilo argumental de los autores mencionados, es muy probable que los decisores en China se dieran cuenta que para librar un enfrentamiento convencional limitado con los EE.UU. (por enfrentamiento no debe entenderse guerra a gran escala, un enfrentamiento puede ser en zona gris o combates militares convencionales limitados sin que se llegue al nivel de guerra) necesitarían un arsenal nuclear mucho más extenso que el que tenían hasta 2020, ya que los americanos podía escalar el enfrentamiento a una gran guerra convencional sin miedo a una guerra nuclear (por tener Supremacía Nuclear los EE.UU., como explicó Guillermo Pulido en este artículo). China necesita una estrategia para garantizar un daño inaceptable a los EE.UU. al mismo tiempo que necesita una estrategia de primacía nuclear para ganar en un enfrentamiento por objetivos limitados.
En este punto, hemos de tener en cuenta que cada Estado evalúa de forma diferente el término de “pérdidas inaceptables”, no solo respecto a las propias, sino también a las de su oponente. A pesar de que China pudiese conservar tras un ataque convencional por parte de los Estados Unidos, pongamos por caso, el 60% de su arsenal nuclear (incluyendo todo el entramado auxiliar necesario para su utilización), en perfectas condiciones, podrían considerar que dicho porcentaje no garantiza el nivel de destrucción requerido y, con ello, tampoco la disuasión. Así, antes de llegar a este extremo, el régimen se podría ver forzado a buscar una forma de poner fin a la guerra, escalando hacia lo nuclear.
En el caso chino, al menos según autores como Hans M. Kristensen y Matt Korda, todavía contarían con un número muy limitado de ojivas y vectores (entre 272 y 350 frente a las 3.570 de los Estados Unidos). Teniendo esto en cuenta, quizá fuese suficiente con destruir una parte significativa de los SSBN chinos por parte de los SSN y fuerzas ASW estadounidenses. Además, dado que estos buques transportan una fracción significativa de los vectores capaces de alcanzar CONUS, su pérdida terminaría en gran medida con la capacidad de disuasión estratégica china, llevando al escenario del que hemos hablado anteriormente.
La necesidad de una estrategia nuclear más ambiciosa para China no necesitaría solo de un arsenal nuclear extenso, con muchas ojivas, ICBM y bombarderos, sino de armamento específico para luchar en un enfrentamiento limitado. Las estrategias tipo MAD disuaden de grandes conflictos, saturando las defensas antimisiles y los first strikes desplegando un gran número de vectores de ataque y ojivas, garantizando la supervivencia del arsenal de segundo ataque. Pero en un enfrentamiento limitado, no se dispararía el grueso de los arsenales en una guerra tipo MAD, sino que se empezaría por usos nucleares limitados de muy pocas ojivas. En esos escenarios, en los que se usan uno o pocos misiles para causar un daño nuclear secundario y periférico a modo de advertencia, las defensas antimisiles son muy útiles y podrían hacer inviable un ataque limitado de esa clase. La única opción sería lanzar un ataque de saturación que causaría un daño nuclear mucho mayor y que escalaría a la situación absurda de guerra MAD, provocando un estancamiento nuclear o «nuclear stalemate».
Por ese motivo, China probablemente esté desarrollando armas específicas para burlar sistemas antimisiles y poder hacer un uso calibrado y preciso contra EE.UU., sin miedo a provocar un intercambio nuclear general. El experto y autoridad en temas nucleares chinos Tong Zhao, en su artículo «Managing The Sino-American Dispute Over Missile Defense» afirma que:
«La defensa antimisiles genera más sospechas chinas sobre las intenciones estratégicas del ejército estadounidense hacia China que cualquier otra cosa«.
En su otro artículo “What’s Driving China’s Nuclear Buildup?” han tratado el tema del paso de una política nuclear minimalista (de disuasión mínima) a otra más confusa, de la que todavía no existe confirmación oficial sobre los objetivos. Tal y como señala Zhao, sería la respuesta a la preocupación china por:
“Cómo las capacidades militares estadounidenses, como la defensa antimisiles y las armas convencionales de ataque de precisión podrían socavar la credibilidad de la capacidad de China para tomar represalias contra un ataque nuclear”.
En este contexto, no es de extrañar que China esté construyendo a marchas forzadas una nueva base de misiles intercontinentales, introduciendo en servicio más y más lanzadores móviles DF-41 (CSS-X-20) con hasta 12.000 kilómetros de alcance, aumentando el número de SSBN mientras desarrolla nuevos SLBM (JL-3) e implementando la capacidad de ataque nuclear en base a misiles ALBM para sus bombarderos H-6. Tampoco que China pruebe nuevas soluciones que permitan una gama de opciones más amplia.
Es precisamente ahí en donde tienen su encaje tanto las armas hipersónicas “ordinarias”, como el supuesto FOBS, ya que permitiría aumentar la capacidad disuasiva china y, como veremos, también retener el control de la escalada, entre otros. Otra cosa son las consecuencias, con opiniones divididas entre autores como Jen Judson, quien cree que estas pruebas no desencadenarán una carrera de armas nucleares, y otros más pesimistas, como el propio Demetri Sevastopulo.
El control de la escalada, las opciones nucleares limitadas y la “War Termination”
El sentido de un arma nuclear como el FOBS-HGV/AMaRV es el de imponer un coste limitado inaceptable a los EE.UU. para obligarles a hacer una «War Termination». Las Opciones Nucleares Limitados fueron desarrolladas en los años 70 en los EE.UU.cuando se llegó al punto de «nuclear stalemate» de la Destrucción Mutua en la que terminó derivando la estrategia nuclear de MacNamara una vez fracasó el «city avoidance».
En caso que la Unión Soviética iniciase una invasión de Europa Occidental no era creíble que los americanos intercambiaran la destrucción de Chicago y Nueva York para defender Hamburgo y Frankfurt. Llegar al nivel de intercambio nuclear general no valía la pena a los americanos y se produciría una situación de «decouple» o desenganche. En lugar de una guerra general nuclear como la de los primeros SIOP, se intentó crear unos paquetes de objetivos en la que solo se destruirían objetivos económicos y militares soviéticos para incrementar el coste del conflicto, sin que ello llevara a la destrucción de las ciudades ni a la destrucción de su arsenal nuclear estratégico. Era una estrategia limitada para imponer un coste inaceptable no apocalíptico.
En esas estrategias se hacían árboles de decisión sobre la posible evolución del conflicto, y según los soviéticos escalesen se desencadenaba una respuesta nuclear calibrada al contexto, sin ejecutar un ataque nuclear contra las ciudades y su arsenal nuclear estratégico. Al final, en teoría, se llegaba a un «Punto de Schelling» en el que a la URSS no le interesaba ni escalar el conflicto ni continuar en ese plano del conflicto, sino aceptar que se había llegado a un punto muerto, lográndose la «War Termination» y el final de las hostilidades.
Como indicábamos antes, el sentido estratégico de los FOBS-HGV/AMaRV sería la de poder amenazar con lanzar un ataque nuclear limitado contra los EE.UU., burlando sus sistemas antimisiles actuales y futuros. Como indicaba Tong Zhao, el principal temor de los decisores chino son las defensas antimisiles.
Particularmente, creemos que el temor chino no es absurdo y tiene base real. Las defensas antimisiles no se piensan ni diseñan para contrarrestar los ataques de saturación de cientos de misiles rusos y, en un futuro, chinos, sino que después de un First Strike exitoso, los escasos misiles y ojivas supervivientes pudieran ser derribados en su mayoría, lo que generaría una «Ventana de Vulnerabilidad» estratégica. La otra, es que en un intercambio limitado las defensas antimisiles pueden tener una gran eficacia y utilidad. La utilidad frente a opciones limitadas fue lo que indujo al Reino Unido a que sus sistemas Polaris fueran equipados con el bus Chaveline, para burlar las defensas antimisiles soviéticas que podrían haber anulado un ataque limitado de los pocos Polaris que posee el Reino Unido.
En el artículo para Financial Times citado al final del epígrafe anterior, el autor cita al almirante Charles Anthony “Chas” Richards, actual jefe del USSTRATCOM (United States Strategic Command), quien en referencia a la prueba llevada a cabo por China asegura que este país podría “ahora ejecutar cualquier posible estrategia de empleo nuclear”. Quizá esta afirmación sea un tanto exagerada, pero sirve a la perfección para ilustrar por dónde van los tiros. Antes, no obstante, conviene repasar de forma breve la evolución de la doctrina y la estrategia nuclear en China, para conocer en qué punto exacto estamos y qué es lo que pretenden en Pekín.
Lo primero que hemos de tener claro respecto a la estrategia nuclear china es que, tal y como señala Michael D. Swaine, en este caso respecto a la naval (aunque el ejemplo es perfectamente aplicable a lo nuclear) en «The PLA Navy’s Strategic Transformation to the “Far Seas”: How Far, How Threatening, and What’s to be Done?», la información de primera mano de que disponemos es prácticamente nula. La República Popular de China no hace pública su estrategia nuclear y no se conocen documentos que recojan negro sobre blanco las líneas de acción a seguir. Los análisis llevados a cabo por los expertos del resto del mundo no dejan de ser, por más que acertadas, conjeturas basadas en declaraciones de militares y políticos chinos, en estudios de académicos de dicho país y en otras fuentes más o menos fiables.
Según autores como Chase, Erickson y Yeaw en “The Future of Chinese Deterrence Strategy”, en un primer momento el enfoque dogmático de Mao impidió cualquier debate sobre estrategia nuclear. La situación cambiaría posteriormente y ya en los 90 algunas discusiones se centrarían en el cambio desde una doctrina de “disuasión mínima”, equiparable a la puesta en práctica por Francia con su Force de frappe, a otra de “disuasión limitada”, un concepto elusivo cuyo significado exacto ha sido fuente de enconados debates entre los académicos y expertos. Tal y como explica Alastair Iain Johnston en “China’s New “Old Thinking”: The Concept of Limited Deterrence”, existen al menos tres grupos de concepciones concepciones diferentes, sobre lo que la “disuasión limitada” podría realmente ser, tal y como la entienden los chinos:
- Disponer de un pequeño número de armas nucleares capaces de provocar un daño inaceptable contra las ciudades enemigas o;
- Alguna forma de “war-fighting” o respuesta flexible o;
- Un modelo propio basado en una pequeña tríada (el autor la denomina proto-triada) y en jugar deliberadamente con la ambigüedad respecto a la doctrina de empleo o la postura de la fuerza, para así confundir a los rivales.
Sea como fuere, todas estas doctrinas son diferentes de lo que los chinos llamarían doctrinas de “disuasión máxima” como la que siguen los Estados Unidos y Rusia, basadas en ataques contrafuerza, posibilidad de lanzar segundos e incluso terceros ataques, etc. De hecho, aunque la expansión del arsenal nuclear chino es un hecho y un proceso en marcha, no hay acuerdo sobre si finalmente desembocará en buscar la paridad con los otros dos principales actores o si bien solo reforzará esa capacidad de “disuasión limitada”.
Dejando de lado los debates académicos y siguiendo con Johnston, se podría decir que, para lograr esta capacidad de “disuasión limitada”, China necesitaría de “fuerzas nucleares contrafuerza y contravalor tácticas, de teatro y estratégicas suficientes para impedir la escalada de un conflicto convencional a otro nuclear”. Incluso si la disuasión fallase, “esta capacidad debería ser suficiente para controlar la escalada y forzar al enemigo a desescalar”.
Por supuesto a muchos les parecerá que, una vez iniciado el intercambio nuclear, la escalada hasta la guerra nuclear total es inevitable, por lo que no tiene sentido buscar ningún tipo de opción limitada. Es una idea muy recurrente, pero con escasa base teórica. Tal y como explica Elbridge A. Colby en “The Need for Limited Nuclear Options”:
“La idea de que cualquier uso nuclear conduciría necesariamente al Armagedón es muy poco creíble. En última instancia, nadie en un conflicto entre adversarios con fuerzas nucleares capaces de sobrevivir tendría interés en un intercambio de armas nucleares a gran escala, un hecho que proporcionaría unos incentivos inmensamente fuertes para la moderación que no deben ser ignorados.”
Precisamente por ello, el mismo autor y en referencia a los Estados Unidos, afirma que:
“Estados Unidos querrá tener modos de amenazar de forma creíble con emplear sus armas nucleares y, si es necesario, de emplearlas realmente- que sean potentes pero que también tengan implicaciones limitadas de escalada. En particular, debería ser capaz de utilizar estas armas de forma que estén racionalmente correlacionadas con la provocación o la agresión, es decir, de forma que no sean ni temerarias ni suicidas. El propósito de estas opciones sería ayudar a persuadir al enemigo de que es mejor terminar o al menos desescalar el conflicto sobre una base aceptable para Estados Unidos y sus aliados en lugar de continuar por el camino que han emprendido”.
Esto es precisamente lo que busca China y para lo que sirven sistemas como FOBS que permiten ciertas garantías a la hora de lanzar con éxito un ataque muy limitado contra CONUS. De esta forma, si en un momento determinado el país asiático termina por tener capacidades convencionales locales superiores a las de los Estados Unidos, podría aprovechar esta ventana de oportunidad para lograr sus objetivos estratégicos, forzando después a su enemigo a abstenerse de seguir la guerra a largo plazo o de escalar hacia una guerra nuclear total, a través de un ataque nuclear muy limitado.
Aquí se observa una interesante paradoja y es que, en determinados escenarios, un ataque nuclear limitado podría parecer mucho menos amenazador (es decir, menos escalador) que un ataque convencional a gran escala. Piense el lector que los efectos de una mini-nuke o de una ojiva nuclear de potencia variable utilizada en su mínima expresión utilizados contra un objetivo bien elegido envían un mensaje perfectamente claro que busca detener o desescalar el conflicto. Por el contrario, lanzar operaciones convencionales de gran envergadura, que golpeen al mismo tiempo objetivos muy diferentes a lo largo y ancho del territorio enemigo y que podrían acabar con instalaciones o infraestructuras críticas, supone una invitación a que el contrario cruce el umbral nuclear para ponerles fin.
Tengamos en cuenta además que no en todas las latitudes hacen una distinción tan clara como la nuestra entre conflictos convencionales y nucleares. Esto choca con nuestra visión, marcada por la obra de autores como Beaufre en “Introducción a la Estrategia”, quien decía que “[debido a] esta doble característica (potencia y alcance), el arma atómica provoca un fenómeno completamente nuevo: ya no existe relación entre la potencia y la masa”. Sin embargo, así parece ser para chinos y rusos, quienes consideran más bien que es todo parte de un continuum en el que la naturaleza de la guerra no cambia. Como consecuencia, la doctrina y el armamento deben estar perfectamente adaptados a la necesidad de transitar por ese espacio continuo. Para que esto sea posible, entre una guerra convencional y una guerra nuclear total, debe haber espacios intermedios. Espacios que se construyen con la doctrina y medios adecuados.
Para que esas “opciones nucleares limitadas” puedan ponerse en práctica, han de cumplirse una serie de condiciones que no siempre son sencillas desde el punto de vista técnico. La principal es que el armamento utilizado sea capaz de hacer blanco sin necesidad de que esto implique un ataque a gran escala. Para ello, debe poder superar las defensas que el enemigo tenga desplegadas. Por supuesto, sean cuales sean estas, pueden ser saturadas por mera acumulación de medios ofensivos, pero en ese caso la escalada hacia la guerra a gran escala sería imparable y China objeto de represalias masivas. Así que la única opción viable pasa por diseñar sistemas como el FOBS que ofrezcan alguna posibilidad alternativa y que, aun siendo utilizadas en un número muy pequeño, puedan hacer blanco con ciertas garantías.
La otra cara de la moneda, y también una de las razones por las que un sistema FOBS puede ser atractivo para China, es que su despliegue impondría automáticamente costes defensivos a los Estados Unidos. Estos últimos tendrían que poner en servicio nuevos sistemas capaces de cubrir las avenidas de aproximación inesperadas y, en su caso, desarrollar interceptores capaces de hacer frente a vehículos hipersónicos que vuelvan siguiendo trayectorias muy deprimidas respecto a los misiles balísticos.
Ahora bien, atendiendo al número de armas y vectores aportado por autores como Kristensen y Korda, China está todavía lejos de alcanzar un estado “ideal” en el que sea invulnerable a un primer ataque nuclear. Es más, no solo su tríada es aún vulnerable incluso ante ataques convencionales (sin necesidad de un “First Strike” nuclear), sino que al carecer de los medios necesarios para poner en práctica respuestas flexibles, tampoco puede mantener el control de la escalada durante el paso de un enfrenamiento convencional a otro nuclear. Es por tanto lógico que Pekín impulse no solo el desarrollo de vehículos hipersónicos, sino también de opciones más complejas como un FOBS. Este tendría todo el sentido como:
- Arma de control de escalada;
- Herramienta mediante la cual implementar Opciones Nucleares Limitadas;
- A la hora de imponer costes defensivos a los Estados Unidos.
Lo que no puede ser, tal y como se ha venido afirmando por parte de la prensa generalista, que en muchos casos ni siquiera ha distinguido los misiles hipersónicos ordinarios de un sistema FOBS, es que se considere al supuesto FOBS chino como un sistema adecuado para lanzar un ataque a gran escala capaz de aniquilar a los Estados Unidos. De hecho, el FOBS no sería válido ni para lanzar un primer ataque (First Strike) que desmonte el entramado nuclear estadounidense, impidiéndole lanzar su ataque de represalia, ni tampoco como arma de represalia (retaliation).
Ejemplo práctico: la invasión de Taiwán
Las explicaciones teóricas que acabamos de ofrecer, sin duda se entenderán mejor aplicadas a un escenario que cualquier lector pueda vislumbrar en su cabeza. El más evidente, al hablar de China, la disuasión estratégica, el control de la escalada y el papel de un sistema tipo FOBS es el de una guerra por Taiwán.
Desde hace años, y a medida que la tensión en torno al país insular aumenta, con numerosos vuelos por parte de bombarderos y cazabombarderos chinos, declaraciones cada vez más agresivas y el crecimiento exponencial de la flota anfibia china, se viene temiendo que se produzca un intento de invasión. En realidad, más allá de las innegables capacidades de las Fuerzas Armadas de la República de China (Taiwán), lo que verdaderamente frena al régimen comunista es la disuasión extendida estadounidense. Efectivamente, la gran potencia está cada día más implicada en la defensa de Taiwán, no solo mediante el suministro de armamento avanzado, sino también con un continuo y numeroso despliegue naval en la región, al que se suman los efectivos anfibios, aéreos y terrestres repartidos por las numerosas bases que los Estados Unidos mantienen en Indo-Pacífico.
La implicación estadounidense supone un freno para la República Popular de China no tanto porque no pueda infligir una derrota en los primeros compases de un conflicto gracias a la labor combinada de su Armada, su Fuerza Aérea y su Fuerza de Misiles e incluso tomar la isla, como por la posibilidad de que los Estados Unidos, lejos dar el conflicto por perdido, decidiesen continuar con la guerra desde la distancia y de forma indefinida.
En este caso, los efectos para la economía china (y recordemos que como en toda dictadura, la estabilidad del régimen depende directamente de la salud de dicha economía) serían dramáticos. Sin duda, el país se vería sometido a un bloqueo naval que impediría transportar los imprescindibles insumos que sus fábricas necesitan para seguir produciendo, así como darles salida posteriormente. Recordemos que China, desfavorecida por la geografía, se ve obligada a mover cantidades ingentes de materias primas, posteriormente transformadas en productos terminados, a través de estrechos como el de Malaca o el de Japón, de océanos como el Índico, de mares como el Mar Rojo o el Mar de Arabia. Todos estos puntos pueden ser aprovechados por la US Navy, la USAF y las fuerzas aliadas de los Estados Unidos (ahí se ve el valor de iniciativas como el diálogo cuadrilateral o alianzas como AUKUS) para bloquear las SLOC (Sea Lines of Communications) chinas y con ello, su actividad fabril.
Resulta evidente que la República Popular de China no puede arriesgarse a verse arrastrada a un escenario como el descrito, ni tiene medios suficientes como para vencer un bloqueo naval decidido por parte de los Estados Unidos y sus aliados. Tampoco para burlarlo. La única alternativa para el régimen pasa, por tanto, por encontrar una vía que le permita poner fin al conflicto una vez alcanzados en las primeras fases sus objetivos estratégicos y antes de que los Estados Unidos puedan movilizar todo su potencial. Es aquí en donde entran en juego los sistemas tipo FOBS, pues por sus particulares características harían posible lanzar un ataque selectivo, golpeando por ejemplo una base militar, un centro logístico o un nudo de comunicaciones estadounidense sin que los sistemas ABM, pensados precisamente contra ataques balísticos limitados (en cuanto a número y posibles trayectorias), por parte de potencias como Corea del Norte o Irán, pudiesen hacer su trabajo.
Un ataque de estas características sería suficiente para demostrar la determinación china de retener el control de los territorios ganados incluso a riesgo de provocar una guerra nuclear a gran escala. No obstante, el objetivo principal de la acción sería en realidad poner fin a las hostilidades, algo posible únicamente si logran retener el control de la escalada. Esa, y no otra, será la razón de ser del sistema FOBS chino, si es que llega a entrar en servicio.
Conclusiones
La República Popular de China se halla inmersa en un proceso de expansión de su arsenal nuclear sin precedentes. Esta ampliación no solo es cuantitativa, afectando al número de ojivas y vectores, sino también cualitativa, introduciendo sistemas más modernos y capaces. Es más, las mejoras no son solo incrementales, es decir, relativas a los números (mayor alcance, mayor precisión, mayor capacidad de carga útil…) en comparación con aquellos a los que deben sustituir, sino que, por el contrario, se trata de sistemas con capacidades nuevas como es el caso del FOBS probado recientemente, si es que llega a entrar en servicio.
La razón de ser de los Sistemas de Bombardeo de Órbita Fraccionada radica en su capacidad de burlar las defensas estratégicas, en este caso estadounidenses. Sin embargo, debido a su alto coste, no están indicados para un intercambio nuclear a gran escala, en tanto los ICBM presentan una mejor relación coste/capacidades. Ahora bien, estos sistemas son óptimos cuando de lo que se trata es de aumentar las opciones de llevar a cabo una guerra nuclear limitada, de perseguir la “War Termination” y, en resumen, de controlar la escalada.
Dado que China necesita poder mantener el control de la escalada, especialmente en caso de darse un conflicto limitado por Taiwán, e incluso aunque la prueba sobre la que hemos hablado no se correspondiese realmente con un verdadero FOBS, todo apunta a que el país asiático terminará apostando por este tipo de sistemas.
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