Al hablar de expansión del yihadismo en el continente africano, se suele hacer poco énfasis en la dilatada presencia de Hezbolá. Los focos suelen centrarse en los apoderados de Daesh y Al-Qaeda en la región, mientras el grupo terrorista libanés fortalece su presencia en el continente fuera de la atención mediática. La expansión del poder de Hezbolá en África va desde la influencia religiosa y cultural hasta la implantación militar, así como base logística de su red global de crimen organizado.
Hezbolá viene desarrollando desde hace décadas una amplia internacionalización de sus centros de influencia y poder por todo el globo. El caso del continente africano es merecedor de análisis pues el grupo terrorista libanés ha desarrollado tanto una importante red de aliados afines en el plano religioso y cultural, así como de bases logísticas para sus actividades de contrabando y nuevas células armadas. Para hablar de la expansión y poder de Hezbolá en el continente africano no podemos excluir de esta ecuación la gran influencia de Irán sobre la organización libanesa. Las acciones en el exterior de Hezbolá tienen una íntima relación con la política exterior iraní, pues el grupo terrorista chií es uno de los grandes puntales en la proyección global de la revolución de los ayatolás.
Pese a que Hezbolá cuente con autonomía de acción, y así lo intentaremos desgranar en este artículo, es innegable que es uno de los grandes activos en la estrategia exterior de la República Islámica de Irán, de cuyos proyectos y acciones se nutren ambas partes. En este contexto, toda acción exterior se justifica dentro de la narrativa de la defensa mundial de las comunidades islámicas de confesión chií. A partir de este paraguas, han establecido una red mundial que tiene un amplio desarrollo en el continente africano (Citrinowicz, 2021). Destacan la vertiente religiosa y la cultural, con el establecimiento de mezquitas, universidades y oenegés afines a la revolución chií. Un gran ejemplo de esta implantación se puede observar con el Movimiento Islámico de Nigeria. Su líder, el jeque Ibrahim Zakzaky, es uno de los mayores apoyos del proyecto de expansión en el continente africano. Hasta tal punto, que el año pasado el Ayatolá Jamenei lo incluyó en un retrato que publicó en sus perfiles de redes sociales. En la imagen se destacaba a figuras valedoras de la revolución, y junto al Sheik nigeriano se podía observar la presencia de importantes personalidades dentro de este eje como Hasán Nasralá, Secretario General de Hezbolá; a Ismail Hanniyeh, líder de Hamás; al jefe de Yihad Islámica Palestina, o al líder del movimiento armado de los hutíes en Yemen (Ibid, 2021).
Todos estos esfuerzos están encaminados a contrarrestar el fuerte impulso de los movimientos salafistas y suníes con gran penetración en el continente, como se puede observar en la implantación de los seguidores de Al-Qaeda y Daesh en múltiples regiones africanas, protagonizando la actividad yihadista actual. En este sentido, destacan organizaciones como Al-Qaeda en el Magreb Islámico o la wilayat de Daesh en África Occidental (Summers, 2021). Algo que, visto por otro lado, le da ventaja a Hezbolá para expandir su poder fuera del gran foco de la atención mediática internacional. Una estrategia similar en otras acciones exteriores donde, a pesar de tener un importante rol en el devenir del conflicto, no suele ser de los primeros actores en ser nombrados en los análisis de instituciones internacionales, militares o académicas.
Implantación en terreno
Además de este pseudo soft power ideológico, Hezbolá apuesta por una alta voluntad en el establecimiento de relaciones, presencia en terreno y expansión de sus postulados. Concretamente, desde importantes estamentos de Hezbolá se dirigen estrategias y acciones para penetrar en regiones como el África Occidental o el Sahel. En esta línea, dentro de los tentáculos del Majlis al-Shura (Consejo Consultivo) de Hezbolá, encontramos el Departamento de Relaciones Exteriores de la organización terrorista libanesa, con cada vez más presencia en África. Dependiente del brazo político del grupo libanés, entre las funciones de este órgano se encuentran las de tratar con las comunidades chiíes en el exterior o la de prestar apoyo logístico a la matriz mediante la implantación de células, grupos afines y bases operativas (Levitt, 2016).
Este apartado de la organización libanesa se fortaleció tras los atentados del 11 de septiembre, fecha señalada de la internacionalización actual del yihadismo, y es cuando se experimenta un gran salto hacia una faceta más proactiva y operativa de sus encargados de relaciones exteriores. Si bien Latinoamérica ha sido uno de los principales núcleos irradiadores de afines a la causa de Hezbolá, este servicio ha tutelado la creación y apoyo de infraestructura operativa a agrupaciones afines en Nigeria. En el país africano se han desmantelado células de miembros alineados con Hezbolá, donde se han llegado a incautar grandes cantidades de explosivos y de fusiles de asalto (Karmon, 2013).
Algunos países del continente africano también han servido como nicho de atracción de potenciales nuevos miembros a las filas de la organización terrorista libanesa. Así, el Departamento de Relaciones Exteriores de Hezbolá ha impulsado el reclutamiento de individuos locales en lugares como Costa de Marfil, para que fueran enviados al Líbano para recibir formación militar de manos de oficiales del grupo terrorista chií (Levitt, 2016).
Estos enviados de la organización para fortalecer los lazos de Hezbolá con la comunidad islámica chií global, han desarrollado a su vez una relación estrecha con oficiales del brazo de seguridad exterior de la organización chií. Unos mandos que se encuentran bajo las órdenes de la rama militar de Hezbolá, Yihad Islámica, y que también han tenido un rol activo en estas acciones. Unas actuaciones que se deben sumar a la acción en paralelo, y a veces complementaria, de la acción exterior de las Fuerza Qud iraní. Esta convergencia en la práctica de ambas organizaciones la podemos encontrar en la célula establecida por la Fuerza Qud en el Chad, que se estima que su total de miembros oscilaría entre los 200 y 300 (Bashir, 2020).
En un ámbito complementario de ambas proyecciones en el exterior, situaríamos el caso del Frente Polisario del Sahara Occidental, al que a ambas organizaciones se las ha señalado de tener contactos en Argelia para impulsar su causa frente a Marruecos. Tanto a Hezbolá como a las Fuerzas Quds, se les acusa de enviar armamento al Frente Polisario mediante la embajada iraní en Argel y prestar entrenamiento militar a la agrupación saharaui (Levitt, 2018). Otro escenario de presencia en el continente africano es el caso de Uganda, donde un oficial de Hezbolá fue detenido en 2019 por agentes del servicio de inteligencia israelí, el Mossad. (Bashir, 2020). Además de este aparente esporádico caso, otros informes, como los de la Dirección General del Tesoro en Francia, también avalan la presencia sostenida de Hezbolá en territorio ugandés (Viain y Quinebeche, 2020).
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