La Guardia Revolucionaria Islámica de Irán (IRGC, por sus siglas en inglés) tiene sus orígenes en la Revolución iraní de 1979, y hoy día es uno de los elementos más importantes del sistema de defensa del régimen de los ayatolás. Cuando esta revolución acabó con el régimen del shah Mohammad Reza Pahleví, se hizo necesaria la creación de una fuerza de élite destinada a defender el sistema político y religioso de la nueva república islámica para evitar cualquier intento de golpe de Estado. Así, el ayatolá Ruhollah Khomeini ordenó la creación de esta importante fuerza de élite —también conocida como pasdaran—, originada en las milicias populares que le apoyaban, que hoy día ha alcanzado un inmenso poder político y militar, pero también se ha convertido en un conglomerado económico de suma importancia en el país.
Además, la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán está a cargo de la proliferación de misiles balísticos y del supuesto desarrollo de armamento nuclear. Es el cuerpo más politizado e ideologizado de las Fuerzas Armadas del país (Ottolenghi, 2011, p. III). En la actualidad, está bajo el control del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Khamenei. Los comandantes del IRGC hasta la actualidad han sido los siguientes: Mostafá Chamran (1980-1981), Moshen Rezai (1981-1997), Yahia Rahim Safavi (1997-2007), Mohammad Alí Jafari (2007-2019) y Hossein Salami, quien vino a sustituir en 2019 a Jafari como comandante en jefe.
Que el IRGC sea el actor económico más importante de Irán ha reforzado también su influencia en las decisiones políticas. Su involucración en la economía de Irán a través de sus empresas asociadas es cada vez más importante, lo que ha hecho que su poder sea cada vez mayor. Este ascenso no hubiese sido posible sin el patrocinio del líder supremo Ali Khamenei, quien sucedió a Khomeini en 1989, y del, en su momento, presidente Mahmoud Ahmadinejad. El ayatolá Khamenei confió en el IRGC para reforzar una autoridad en declive y para bloquear cualquier reforma política de las que se intentaron durante la presidencia de Mohammad Khatami (1997-2005)[1]. La participación del IRGC en la economía de Irán comenzó durante la presidencia del ayatolá Akbar Hashemi Rafsanjani para colaborar en la reconstrucción económica del país tras la revolución y la guerra contra Irak. Con el tiempo lograron hacerse con el control de casi todos los sectores económicos del país, además de estar vinculados a decenas de empresas privadas dirigidas por veteranos del IRGC[2]. Quizá su más destacado papel sea el del control de la, por su nombre en inglés, Iran’s Defense Industry Organization (DIOMIL), con más de 20 000 trabajadores, que representa el instrumento de producción y suministro de las Fuerzas Armadas de la República de Irán (Ottolenghi, 2011, p. 49).
Como ha indicado Daniel Macías, la Revolución Islámica fue la “espita” que desencadenó la “era del islamismo” y supuso también un “tsunami político en la región”, debido a los temores a su expansión y a “la posibilidad de que los islamistas del mundo se alinearan con Teherán”, lo que empujó a Irak a atacar a Irán en 1980 y a Arabia Saudí a financiar a grupos afines al wahabismo con tal de que no siguiesen las doctrinas emanadas desde Irán. Es más, un sociólogo del prestigio de Gilles Kepel señaló en su obra La Yihad. Expansión y declive del islamismo el año 1979 como el comienzo de la expansión del islamismo (Macías, 2017, p. 168).
Las Fuerzas Armadas de Irán se dividen en dos ramas, el Artesh o fuerzas regulares, que vinieron a sustituir al Ejército imperial, y el IRGC. Si la primera se centra en la defensa contra amenazas externas, el IRGC tiene como objetivo la defensa del régimen de cualquier amenaza, ya sea externa o interna, en conjunto con el Artesh, tal como se señala en un libro editado por la Defense Intelligence Agency (DIA), titulado Iran military power (DIA, 2017, p. 10). Irán, con una población de 84 923 314 de habitantes, tiene unas fuerzas de 610 000 soldados activos, de los que 350 000 pertenecen al Ejército de Tierra[3]; 190 000 al IRGC; 180 000 a la Marina; 37 000 al Ejército del Aire, y 15 000 a la rama de Defensa Aérea. A estas cifras hay que sumar a entre 40 000 y 60 000 paramilitares, cuyas cifras se pueden ampliar en caso de guerra, y existe una reserva formada por 350 000 hombres. El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas coordina al Artesh y al IRGC[4]. Estas cifras colocan a Irán a la cabeza en Oriente Medio en cuanto a personal militar, seguida por Egipto, con 438 500 soldados, y Arabia Saudí, con 227 000. Israel por su parte tiene unas Fuerzas Armadas integradas por 169 500 soldados, a los que habría que sumar, como sucede con Egipto y Arabia Saudí, los reservistas[5]. Y aunque The Military Balance 2021 coloca a Turquía en el capítulo cuarto, Europa, no se puede pasar por alto que este país posee unas importantes fuerzas armadas con 355 200 miembros activos[6].
La evolución del aparato militar iraní ha sido la siguiente: en 1921, se crearon los Fuerzas Armadas de Irán; dos años después nacía la Fuerza Terrestre; en 1924, la Fuerza Aérea, y en 1932, la Marina iraní. En 1979, fue creado el IRGC y las Fuerzas Armadas imperiales de Irán se transformaron en la Fuerza Terrestre de la República Islámica de Irán (IRIGF), Fuerza Aérea (IRIAF) y Marina (IRIN). En 1980, se creó el Basij, que no se incorporó al IRGC hasta 1981, quedando bajo su mando en 2007[7]. En 1985, el IRGC se dividió en una Fuerza Terrestre (IRGCGF), Aérea (IRGCAF) y Naval (IRGCN) (DIA, 2019, p. 8).
La parte tercera de la Constitución iraní de 1979 (enmendada en 1989) trata sobre el Ejército y los Guardianes de la Revolución. Su principio 143 indica que el ejército de la República Islámica es el defensor de la independencia y unidad territorial, así como del sistema de la República Islámica. Por su parte, el principio 144 señala que las Fuerzas Armadas de Irán deben ser un ejército islámico popular y con doctrina, en el que deben servir personas “dignas” que crean en los objetivos de la Revolución y estén dispuestas al sacrificio por su cumplimiento. En cuanto al principio 151, se indica que el Gobierno está obligado a proporcionar un programa de entrenamiento militar y las instalaciones necesarias a todos sus ciudadanos, en consonancia con los criterios islámicos, para garantizar que todos los iraníes en todo momento tengan capacidad para la defensa de la República Islámica de Irán. Esto está de acuerdo con el versículo del Corán que dice: “Preparad contra ellos toda la fuerza y toda la caballería que podáis para con ello atemorizar al enemigo de Dios y a otros que no conocéis, pero que Dios conoce”[8].
Las Fuerzas Armadas de Irán utilizan principalmente un equipo de origen chino, de era soviética y occidental, por lo general obsoleto debido a las sanciones y embargos, aunque también dispone de sistemas más nuevos de producción autóctona de una eficacia que en muchos casos aún está por ver. Sus puntos fuertes son el elevado inventario de misiles balísticos, sus capacidades navales litorales y sus proxies. En cuanto a sus debilidades, estas se centran en su estructura militar dual y en las dificultades que tiene para hacerse con tecnología y armamento modernos (DIA, 2019, 11). En cualquier caso, tal y como está equipado el aparato militar iraní, sería incapaz de erigirse como líder regional, que es una de las aspiraciones de Irán. Sin embargo, no se le pueden negar esfuerzos por aumentar la eficacia y operatividad de sus unidades. De este modo, se han incrementado el número de ejercicios, lo que ha sido beneficioso para la marina y la fuerza aérea, mientras que sus fuerzas terrestres continúan limitadas en “su capacidad para llevar a cabo una acción coordinada”, si exceptuamos a los elementos de élite del IRGC, que han logrado hacerse con una gran cantidad de armamentos y capacidades militares, superiores en muchos casos a las del Artesh (Fernández, 2017, p. 240).
El ejército del shah Reza Paleví estaba muy bien preparado para una guerra convencional, pero no para conflictos internos como a los que se tuvo que enfrentar durante la Revolución de 1979, algo que Khomeini, una vez en el poder, decidió no descuidar. Así, para mantener el control de las calles debido a la desconfianza que le producía el ejército del Shah, se creó el IRGC (Fernández, 2017, p. 238). Tal como reza el principio 150 de la Constitución iraní, los Guardianes de la Revolución (Sepah Pasdaran) desempeñarán el papel de salvaguardas de la revolución y sus logros y la ley se encargará de determinar las funciones de este cuerpo en conexión con las otras Fuerzas Armadas, a la vez que se insiste en la cooperación y la cooperación fraternal entre ellos[9]. Sin embargo, al comienzo de la guerra contra Irak en los años ochenta había una tensión importante entre el IRGC y el Artesh. La desconfianza del nuevo régimen hacia sus Fuerzas Armadas, a pesar de que se habían declarado neutrales, hizo que el Artesh sufriese una dura purga entre sus oficiales superiores al considerarlos afectos al depuesto shah, si bien es cierto también que debido a la guerra contra Irak se tuvo que llamar a oficiales jubilados y se sacaron de las cárceles a otros, para enviarlos al frente[10]. No obstante, al finalizar la contienda habían demostrado un gran valor y lealtad al régimen[11].
Esa neutralidad de las fuerzas regulares de Irán se debe a que en los años setenta empezaron a dejar de ser el principal sostén del régimen autocrático del shah. Los motivos fueron varios. En primer lugar, por los recortes en el gasto militar debido a la crisis económica. Por otro lado, el empleo del ejército para reprimir al pueblo acabó por desmoralizar a sus miembros al no encontrar honor y gloria “en aplastar alguna algarada o en perseguir a un puñado de guerrilleros”. Además, la guerra encubierta con Irak, “sin victorias ni reconocimientos, desmoralizaba” a los militares (Macías, 2017, p. 175).
Hoy día, tanto el Artesh como el IRGC desempeñan funciones de seguridad esenciales para Irán, lo que les obliga a coordinarse con regularidad, pero esto no ha impedido que persista cierta rivalidad, “como resultado de su acceso uniforme a los recursos, los diferentes niveles de influencia con el régimen y la superposición inherente en las misiones y responsabilidades” (DIA, 2019, P. 5). No obstante, aunque el Artesh y el IRGC se han distribuido una serie de responsabilidades, lo cierto es que “ambas estructuras son paralelas”, encontrándose en muchos casos “solapadas”. Así, las autoridades del país pueden controlar a estas dos “estructuras de poder que, en un momento dado, podrían oponerse al régimen desde dentro” (Fernández, 2017, p. 239).
De acuerdo con un documento desclasificado del Departamento de Defensa de EE. UU. sobre el poder militar iraní, desde la Revolución de 1979, la prioridad de Khomeini fue la supervivencia del régimen, pero también Irán ha buscado erigirse en la primera potencia de Oriente Medio y así poder influir en los asuntos mundiales, cosa que aún no ha conseguido. El objetivo ideológico de la teocracia iraní sería “exportar su forma teocrática de gobierno, su versión del islam chiita, y defender a los oprimidos de acuerdo con sus interpretaciones religiosas de la ley”. No obstante, en los últimos años estos objetivos se han vuelto más pragmáticos y han desarrollado una estrategia basada en la disuasión para garantizar su supervivencia. En esa estrategia juega un papel importante la guerra asimétrica y la de desgaste. También ampliando su alcance al apoyar a gobiernos y grupos opuestos a EE. UU., como ha sido el caso de su apoyo a Hezbolá en el Líbano[12].
En sus comienzos, el IRGC estuvo pobremente entrenado, pero esto cambió pronto debido a la invasión iraquí que obligó a que se profesionalizara. Para enfrentarse a sus enemigos, utilizaron tácticas guerrilleras, apoyados por las fuerzas Basij, además de lanzar oleadas humanas a lo largo del frente, que fueron muy costosas en vidas. La guerra fue devastadora para Irán, que en los ocho años de conflicto sufrió más de 200 000 bajas entre militares y civiles, además de las importantes pérdidas económicas que esta larga guerra de desgaste supuso para el país y que terminó en agosto de 1988 sin ningún vencedor. Sin embargo, para Khomeini tuvo sus ventajas, ya que sirvió para aumentar el apoyo popular a su régimen. Además, en esta guerra contó con un nuevo y sólido aliado, Siria, uno de los pocos países que brindaron su apoyo en la guerra contra Irak. De la misma se sacaron valiosos aprendizajes, ya que los despiadados ataques con armas químicas por parte de las fuerzas de Sadam Hussein, el embargo occidental a Irán y su apoyo a Irak, unido a los enfrentamientos con Estados Unidos (EE. UU.), empujaron a Irán a centrase en la guerra asimétrica y en la autosuficiencia como único modo de poder enfrentarse a sus múltiples y poderosos enemigos[13]. No solo eso, sino que se acercó a otras comunidades chiitas y otros posibles aliados en Oriente Medio, para lo que creó la Fuerza Quds del IRGC en 1990, fuerza destinada a las operaciones encubiertas en el extranjero (DIA, 2019, pp. 4-8). Por tanto, la guerra entre Irak e Irán fue un acontecimiento decisivo para las Fuerzas Armadas de Irán y aún hoy en día sirve de base para muchos aspectos de su doctrina militar[14].
Cabe destacar que el IRGC jugó un importante papel en la represión de los grupos opositores a Khomeini, entre los que destacaba por su importancia la Organización Muyahedin-e Khalq (MEK), que fue un grupo izquierdista que en un primer momento apoyó el régimen autocrático de los ayatolás, aunque acabó convirtiéndose en grupo opositor. El IRGC también reprimió con dureza otras insurrecciones de grupos de izquierda y varias insurgencias étnicas, demostrando su lealtad al régimen y su papel como defensores de la revolución, algo que también demostraron con creces durante la guerra con Irak[15]. Las fuerzas regulares y el IRGC se tuvieron que enfrentar a la rebelión de las milicias kurdas durante los primeros momentos del nuevo régimen. Así, más de 5000 milicianos kurdos y cerca de 1200 civiles cayeron en la dura represión llevada a cabo por el IRGC (Ottolenghi, 2011, p. 9).
También fueron importantes para moldear la doctrina militar iraní la Guerra del Golfo de 1991 y la invasión de Irak en 2003 liderada por EE. UU., en las que quedó patente el inmenso poder convencional de EE. UU. y la necesidad de desarrollar una doctrina capaz de “disuadir, defenderse y socavar el abrumador poder militar estadounidense”. La más importante de estas doctrinas es la denominada defensa pasiva, desarrollada después de la Guerra del Golfo de 1991 con el objetivo de evitar que aviones y misiles estadounidenses destruyesen objetivos críticos en territorio iraní. Característica también de la doctrina militar iraní es la defensa en mosaico, formulada tras la invasión de Irak en 2003 con el objetivo de evitar intervenciones exteriores, pero también para movilizar una importante fuerza guerrillera que pudiese retomar los territorios perdidos. Por otro lado, lo que muchos han denominado como antiacceso y de negación aérea (A2/AD, por sus siglas en inglés), en la que la marina del IRGC se ha centrado, ampliando la variedad de sus misiles y submarinos para amenazar las operaciones de EE. UU en su área de influencia (McInnis, 2017, p. 3). Como se ha podido comprobar, la planificación militar iraní ha sabido incorporar las lecciones de estos conflictos en su beneficio, algo que también sucedió tras la guerra entre Israel y Hezbolá en 2006 para “refinar sus propias doctrinas y estrategias”[16].
La doctrina militar iraní moderna tiene unas características generales:
- Parece basarse en lecciones militares aprendidas para buscar soluciones efectivas a los problemas a los que ha de enfrentarse. No deriva, por lo general, de las enseñanzas islámicas, aunque sí existe un cuerpo profundamente ideologizado, como es el IRGC, y también se pueden encontrar “conceptos vinculados al martirio chiita, los fedayines (aquellos dispuestos a sacrificarse por Dios) y los muyahidines (los que libran la Yihad)[17]. Todo esto ha influido, sin duda, en el enfoque adoptado por el IRGC para la guerra asimétrica y también para la doctrina mosaico.
- El Artesh había sido influenciado por la doctrina de EE. UU., pero tras su purga y el nacimiento del IRGC la doctrina militar iraní se hizo generalmente ad hoc, como legado de la guerra contra Irak. No obstante, en los últimos tiempos ha ido aumentado en complejidad.
- La desconfianza entre el Artesh y el IRGC sigue siendo fuerte y el primero seguirá siendo una fuerza subordinada.
- Se percibe cierta reticencia en las Fuerzas Armadas de Irán a ir más allá de la “defensa, disuasión y guerra asimétrica en la mayoría de las circunstancias” (McInnis, 2017, p. 3).
Por otro lado, el programa nuclear iraní y el desarrollo y adquisición de misiles hunden sus raíces en la guerra contra Irak, pues en ella se evidenciaron las carencias militares iraníes, por lo que se buscó la manera más rápida de remediarlo. El programa nuclear iraní comenzó en 1957, cuando el Shah firmó con EE. UU. un acuerdo para el desarrollo pacífico de la energía nuclear. No obstante, a partir de 1979 los ayatolás despreciaron la energía nuclear por considerarla una “ciencia occidental”. Sin embargo, pronto tuvieron que cambiar de parecer (Fernández, 2017, p. 234). Recientemente, Irán informó al Organismo Internacional de Energía Atómica (en adelante, OIEA) del inicio de la producción de uranio metálico enriquecido para fines médicos, lo que puede hacer que el pacto nuclear de 2015 entre Irán y los miembros del P5+1 (países miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas más Alemania) se vuelva a retrasar[18].
En las últimas décadas, Irán se ha convertido en una importante potencia militar en la región. Sin embargo, sus capacidades convencionales son más bien escasas, con un inventario envejecido debido a las sanciones internacionales y a las restricciones en la importación de armamento, lo que le ha obligado al desarrollo de tácticas asimétricas como única manera de enfrentarse a sus enemigos de una manera favorable en costes y resultados. A través del IRGC ejerce una importante influencia entre sus aliados, algo que no ha disminuido a pesar del asesinato con un dron estadounidense del comandante Qasem Soleimani (DIA, 2019, p. 337). Tras este hecho, Irán tomó represalias contra bases norteamericanas en Irak, aunque sin causar daños graves.
Las guerras de Siria e Irak han empujado a cambios en la doctrina militar iraní, puesto que los intentos de preservación de los regímenes aliados de Siria e Irak han puesto de relieve “la insuficiencia de la doctrina y las capacidades del ejército iraní”. Y es que esta doctrina, como ya se ha indicado, se ha basado en la guerra asimétrica a manos del IRGC, en el programa de misiles balísticos y en los sistemas A2/AD. Sin embargo, no serían suficientes para “abordar insurgencias regionales, estados fallidos y extremismo” (McInnis, 2017, p. 4).
La coerción y disuasión que Irán ha conseguido mediante la guerra asimétrica y los misiles balísticos ha dado, como bien ha señalado Guillermo Pulido, “vía libre a estrategias indirectas como apoyarse en actores interpuestos apoyando la guerra de subversión o el incremento de su fuerza política”. No se puede negar que la estrategia iraní ha tenido éxito, puesto que ha logrado extender su influencia por Irak, Siria, Líbano o Yemen sin ser atacado de manera directa por EE. UU. o Israel[19]
Según medios como el International Institute for Strategic Studies (IISS), el IRGC cuenta con cerca de 190 000[20] miembros divididos entre sus propias fuerzas terrestres, marítimas y aéreas, además de controlar a los Basij, fuerza paramilitar capaz de movilizar a 600 000 milicianos[21]. Por otro lado, ha desarrollado unas importantes capacidades para la guerra asimétrica y para las operaciones encubiertas gracias a la temida Fuerza Quds (Quds significa en árabe y farsi “Jerusalén”), compuesta por unos 5000 miembros y que se dedica a operar de manera encubierta o abiertamente en el extranjero apoyando a grupos chiíes como Hezbollah, su más importante y antiguo aliado, en Líbano, en Palestina con los guerrilleros de Hamás, en Yemen junto a las milicias hutíes y también en Siria, a los talibán y a al-Qaeda, a las milicias chiitas de Irak o al régimen sudanés en su momento (Ottolenghi, 2011, p. III).
Irán mantiene, por tanto, importantes vínculos de defensa y seguridad con actores estatales y no estatales para proyectar su poder y para apoyar a grupos y gobiernos chiitas. Sus esfuerzos por contrarrestar la influencia occidental y de Israel se han traducido en el denominado “Eje de la Resistencia”, que incluye a Siria, Hezbolá, las milicias chiitas de Irak, los huzíes y los milicianos de Hamas, aunque estos no son sus únicos aliados, ya que mantiene buenas relaciones también con dos potencias como China y Rusia, además de las mantenidas con Qatar y Venezuela (DIA, 2019, p. 15). No obstante, Irán a pesar de sus apetencias por convertirse en el país rector en la región y cobrar mayor protagonismo a escala internacional no es más que un “peón en el tablero estratégico del siglo XXI que juegan las potencias mayores como EE. UU., Rusia o China” (Fernández, 2017, p. 236).
Las cifras de miembros del IRGC dan clara muestra de la importancia que tienen para el régimen, ya que como han señalado los investigadores Roozbeh Shafshekhan y Frazan Sabet, la “Guardia Pretoriana” del régimen ha alcanzado su mayoría de edad, dejando atrás su original papel de defensa de la nueva República Islámica de Irán para convertirse en un vasto “complejo social, político, económico y de seguridad” (Roozbeh y Farzan, 2010, p. 5). También es señal de la importancia del IRGC el que se le asigne una mayor proporción del presupuesto de defensa que al Artesh. Por ejemplo, en 2019 se asignó el 29 por ciento de este presupuesto al IRGC frente al doce por ciento que recibió el Artesh (DIA, 2019).
Fuerza Terrestre de la Guardia Revolucionaria Islámica
En cuanto a su organización, se estudiará en primer lugar a sus fuerzas terrestres, ligeramente armadas en comparación con las de sus homólogas del Artesh, y formadas por 150 000 miembros, además de controlar a las fuerzas del Basij. Algunas de sus unidades están entrenadas para la guerra asimétrica y misiones encubiertas, pero la mayoría, dado el carácter que este cuerpo tiene, están destinadas a misiones de seguridad interior, por lo que sus niveles de formación no deben de ser muy altos (Cordesman, 2007, p. 4). Se estructura en 31 cuerpos provinciales (2 en Teherán) destinados a contrarrestar una posible invasión terrestre o altercados internos, junto a formaciones de maniobra convencionales independientes (DIA, 2019, p 74). El objetivo de esta reestructuración es fortalecer la cohesión de sus unidades a nivel local y dar sus comandantes mayor flexibilidad en su respuesta a una amenaza externa o interna. También serviría para evitar una destrucción del sistema de mando y control iraní, algo que los planificadores militares iraníes han aprendido a través del análisis de las operaciones estadounidenses en conflictos tan dispares como Irak, Afganistán o los Balcanes[22]. Así, cada zona mantendría activa sus capacidades de defensa con independencia de las demás (Fernández, 2017, p. 244).
Cuenta con dos divisiones acorazadas, dos brigadas acorazadas, ocho divisiones de infantería, cinco brigadas de infantería, además de tres divisiones de operaciones especiales y una brigada aerotransportada. Si bien The Military Balance de 2021 habla de tres divisiones de operaciones especiales (3 spec ops div), lo más probable es que como ya señalaba en 2006 un informe de Jane, muchas de estas presuntas divisiones, y no solo las de fuerzas especiales, sean equivalentes a grandes brigadas[23]. Por su parte, el Ejército de Tierra del Artesh,organizado en cinco grandes cuerpos regionales, está formado por cuatro divisiones de infantería, cuatro acorazadas, una brigada aerotransportada y una brigada de operaciones especiales, entre otras unidades[24].
Las unidades de operaciones especiales son denominadas Saberin (“Patient ones” en inglés), e incluyen a la 110ª Brigada de Comandos Farsi Salman, la 33ª Brigada Aerotransportada de Fuerzas Especiales Al Mahdi y la Unidad Especial Saberin. Algunas de estas unidades han sufrido una transformación de unidades de comando a unidades de fuerzas especiales, como fue el caso de la Brigada Al Mahdi. El objetivo ha sido crear unidades más ágiles y operativas sobre todo tras el surgimiento del ISIS y del despliegue en Siria para apoyar las operaciones de combate iraníes (DIA, 2019, p. 77).
Las cifras y la calidad de los carros de combate que Irán opera no representarían una amenaza para Israel o Arabia Saudí, dos de sus principales enemigos. Las Fuerzas Armadas de Irán cuentan con 1513 carros de combate: 480 T-72S; 150 M60A1; 75+ T-62; 100 Chieftains Mk3/Mk5; 540 T-54/T-55/Type-59/Safir-74; 168 M47/M48. Israel dispone de 490 carros de combate, de los que 160 son Merkava MkIII y 330 Merkava MkIV, además de tener 660 Merkava MkIII y 220 Merkava MkIV en reserva. En cuanto a Arabia Saudí, tiene en servicio 960 carros de combate: 140 AMX-30; 450 MIA2/A2S Abrams y 370 M60 A3 Patton[25]. Como se puede comprobar, los principales carros de combate del arsenal iraní son soviéticos, muchos de los años 70, o norteamericanos también de esa década[26]. Por otro lado, el gasto militar de Arabia Saudí y los Estados del golfo Pérsico en conjunto es superior al de Irán, por lo que la brecha se antoja difícil de superar. El gasto militar iraní en 2020 fue de 25 millones de dólares, mientras que solo el de Arabia Saudí ascendió a 57 519. Lejos también del gasto militar israelí, que fue de 21 704 millones de dólares, por no mencionar las astronómicas cifras de EE. UU., que fueron de 778 232 millones de dólares[27].
Lo que parece claro es que las capacidades militares iraníes son menores que las pregonadas por sus medios. No solo sus carros de combate están obsoletos y envejecidos, ya que algo similar ocurre con sus piezas de artillería, aviones y helicópteros, debido, sobre todo, a las sanciones y la dificultad para encontrar repuestos en el caso de los aviones. Las bazas iraníes están, por tanto, en sus capacidades para la guerra asimétrica, en su importante arsenal de misiles balísticos, si bien estos no son lo suficientemente precisos, y en el entrenamiento y transferencia de tecnología llevada a cabo por la Fuerza Quds con sus aliados en Oriente Medio. El acuerdo nuclear con Irán de 2015 —abandonado de manera unilateral por Donald Trump en 2018—, estableció que se levantarían las sanciones económicas si limitaba a usos pacíficos su programa nuclear[28]. Este acuerdo benefició a Irán, ya que en teoría le permitía mejorar su equipamiento militar y así modernizar su obsoleto inventario. No obstante, no se advierte en este una clara mejoría y sigue siendo inferior al de Arabia Saudí, que dispone, entre otros, de aviones de combate F-15 Eagle y Eurofighter, helicópteros AH-64D Apache o los carros de combate ya mencionados.
El IRGC es un cuerpo que consiste básicamente en infantería ligera y en unidades de comando. Durante muchos años han realizado operaciones contrainsurgentes frente a milicias kurdas en la frontera noroeste de Irán y contra militantes baluchi en el sureste. Desde 2012 algunas de sus unidades se han visto desplegadas también en Siria e Irak (DIA, 2019, pp. 74-75). En numerosas ocasiones las fuerzas terrestres del IRGC han afirmado haber realizado maniobras a gran escala en las que supuestamente han participado más de 100 000 soldados, cuando el total es de 150 000. Cifras, por tanto, muy altas y que hay que tomar con cuidado, ya que probablemente hayan sido muchas menos las fuerzas empleadas. En cualquier caso, quitando a un pequeño número de unidades de élite, no parece que el resto de las unidades estén lo suficientemente entrenadas y equipadas, ya que su objetivo primordial es la defensa interna. De ahí que hayan optado por las tácticas de guerra asimétrica, con operaciones de ataque y huida o mediante ataques de “enjambre” ante enemigos aparentemente vulnerables (Cordesman, 2007, pp. 4-5).
Estas tácticas de guerra asimétrica están destinadas a contrarrestar una hipotética invasión estadounidense, puesto que en una guerra convencional Irán no tendría nada que hacer frente a EE. UU. o ante una coalición internacional liderada por este país, tal y como sucedió con Irak, cuyo ejército fue considerado entre los cinco más potentes del mundo y en 1991 sufrió una aplastante derrota en apenas unos días. Cordesman cita un estudio de Michael Connell (“TheInfluence of the Iraq Crisis on Iranian Warfighting Doctrine and Strategy”, CNA Corporation, Alexandria, April 2007) en el que se indicaba cómo el IRGC se había estado equipando y entrenando intensamente para llevar a cabo una guerra de guerrillas, reforzando para ello el armamento antitanque y antihelicópteros de sus batallones (Cordesman, 2007, p. 5). La doctrina de guerra asimétrica de Irán juega la baza de la geografía del país, “la profundidad estratégica y la voluntad pública de aceptar las bajas”. Por ello, el IRGC ha sufrido importantes reorganizaciones para mejorar su operatividad y se ha dado a los comandantes regionales mayor flexibilidad para hacer frente a las posibles amenazas[29].
Como señala el analista Michael Connell, en 2005 el IRGC anunció la introducción en su doctrina de una defensa flexible en capas, denominada mosaico. Entre sus progenitores estaba el general Mohammad Jafari, a la sazón director del Centro de Estrategia del IRGC y más tarde comandante del IRGC. Esta defensa en mosaico se aprovecha de la particular geografía de Irán para desarrollar una guerra de guerrillas frente a un potencial invasor dotado de superior tecnología, como podría ser EE. UU. Y es que los principales centros de población del país y sus líneas de comunicación están dispersos por su vasta geografía, a lo que hay que sumar que sus fronteras están rodeadas por importantes cordilleras que dificultarían una invasión[30]. Es una doctrina eminentemente defensiva fruto de las experiencias vividas por un país que ha sufrido múltiples intromisiones extranjeras, como fueron la invasión de Rusia y Reino Unido durante la Segunda Guerra Mundial, el derrocamiento de Mohammad Mosaddegh en 1953 —tras la nacionalización del petróleo iraní, mediante una operación encubierta denominada Operación Ajax llevada a cabo por Reino Unido y EE. UU., país este último que fue uno de los principales valedores del posterior régimen autocrático del shah Reza Mohammad Reza Pahlavi—, la invasión de Irak en 1989 o el haber sido incluido en el denominado “eje del mal” en 2002.
El Artesh sería el primer obstáculo al que se tendría que enfrentar una fuerza invasora y estaría apoyado por el IRGC. Este último formaría “el núcleo de la resistencia popular articulada en torno a la fuerza Basij”. IRGC y Basij han realizado ejercicios conjuntos en los que se atacaba a columnas blindadas y helicópteros enemigos, sobre todo en entornos urbanos, lo que sugiere, según Connell, una intención de atraerse al enemigo hacia las ciudades, donde “se verían privados de movilidad y apoyo aéreo cercano”. Por otro lado, se ha dado gran relevancia al camuflaje, el ocultamiento y el engaño, es decir, a técnicas de defensa pasiva[31].
Marina de la Guardia Revolucionaria Islámica
La marina del IRGC (IRGCN, por sus siglas en inglés) está formada por 20 000 hombres, entre los que se incluyen 5000 infantes de marina. Cuenta también con unidades de operaciones especiales (SNSF, por sus siglas en inglés). Por su parte, la rama naval del Artesh, la marina de la República Islámica de Irán (IRIN, por sus siglas en inglés), está integrada por 18 000 hombres y es considerada una marina de aguas azules a diferencia del IRGCN. No hay que pasar por alto que el IRIN es la única marina del golfo Pérsico dotada de una fuerza submarina integrada por tres submarinos clase Kilo, 14 submarinos enanos Ghadir, otro de la clase Nahang y el submarino costero Fateh (DIA, 2019, p. 50). Según The Military Balance de 2021, dos de los submarinos clase Kilo están no operativos (2021, p. 3339). Ambas fuerzas navales se han visto afectadas por las periódicas sanciones internacionales, por lo que han tenido que optar por nuevos equipos de fabricación nacional, aunque gran parte de esos sistemas están basados en diseños chinos y norcoreanos (Nadimi, 2020, p. 29).
Tanto el IRN como el IRGCN sufrieron un importante proceso de reorganización en el año 2007. A partir de ese año, a las dos fuerzas navales se le asignaron regiones geográficas específicas: el IRGCN se encargó del golfo Pérsico y el IRIN del golfo de Omán y el mar Caspio, compartiendo responsabilidades en el estrecho de Ormuz. Aunque el IRGC ha mejorado notablemente sus medios desde el final de la guerra con Irak, ha optado por apostar por pequeñas plataformas armadas para alcanzar sus objetivos, operando para ello cientos de lanchas de ataque (Guerrero, 2021, pp. 3-4). Aprovechando las especiales características de las aguas bajo su responsabilidad, como son las poco profundas aguas del golfo Pérsico y las muy angostas aguas del estrecho de Ormuz, junto a una doctrina asimétrica, el IRGCN se cree capaz de poder causar graves daños a sus potenciales enemigos con el empleo de pequeñas plataformas móviles armadas con una amplia panoplia de armas, como indica un informe del Office of Naval Intelligence (ONI), titulado Iranian Naval Forces. A tale of two navies (ONI, 2017, p. 21).
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