Para analizar cualquier enfrentamiento bélico entre Israel y Hamás y otros grupos militantes en Gaza por otro, debemos partir de la base de que los objetivos israelíes respecto a Gaza, en cualquiera de los conflictos de los últimos años, desde el plan de desconexión de Sharon, nunca han consistido en destruir a Hamás, ya que ello podría llevar al caos en la franja. Hamás, aunque ejecute actividades terroristas, no es un simple grupo terrorista que actúe en la sombra. Hamás, además de gestionar servicios a la población en Gaza, es un grupo mucho menos extremista que otros grupos islámicos y contribuye a desradicalizar parcialmente a la población local, limitando los enfrentamientos y combates a la causa nacional palestina y no a una agenda islamista internacional.
Como se indica en el capítulo «La desradicalización de Islamistas por Islamistas», del libro de Björn Brenner «Gaza under Hamas. From Islamic Democracy to Islamic Governance» (2017), Hamás mantiene a rayya a grupos como Jaysh Al-Islam, moderando la amenaza terrorista y yihadista contra Israel. Además, Hamás es un contrapeso a Fatah y la OLP, esencial para mantener el campo palestino dividido y enfrentado entre sí. Bajo esta concepción, el interés nacional de Israel pasa por no destruir a Hamás, lo que restringe los objetivos militares de cualquier ofensiva israelí contra Gaza.
Hasta la actual guerra de 2021, las tres guerras principales entre Israel y Gaza (con Hamás como grupo principal) fueron las de 2009, 2012 y 2014. De cara a entender el enfrentamiento actual, principalmente nos interesan las dos últimas por el protagonismo que ya tuvieron las salvas de cohetes y el sistema defensivo Iron Dome. Una vez Israel logró controlar el flujo de ataques terroristas con bombas, la principal amenaza de Hamás contra los israelíes radica en su creciente capacidad en lanzamiento de cohetes.
Operación Pilar Defensivo 2012
La guerra de 2012 (noviembre), denominada operación Pilar Defensivo en el país hebreo, consistió en un intento por parte de Israel por «recobrar la disuasión» frente a Hamás, Yihad Islámica y otros grupos militantes en Gaza. Como se indicaba al principio, Israel no pretende la destrucción y desaparición de Hamás, sino mantenerla controlada mediante el miedo y los castigos. Aunque el objetivo de «restablecer la disuasión» puede medirse material y objetivamente por el número de cohetes y ataques que se ejecutan desde Gaza, los aspectos psicológicos de la disuasión (o haberla perdido) son mucho más problemáticos. Esa dificultad para medir psicológicamente la disuasión fue lo que estuvo tras el estallido de la guerra de 2012.
Las revueltas y revoluciones de la Primavera Árabe eran muy recientes aún en 2012, y en junio de ese año, en Egipto, Morsi (de los Hermanos Musulmanes) inició su mandato presidencial y alivió el control de la frontera con Gaza (aumentaba el contrabando de armas). En ese sentido, el temor de Israel a una coordinación entre Egipto y Hamás fue uno de los factores para ir a la guerra y demostrar su disposición a mantener líneas rojas. Por otra parte, desde 2011 (año que comenzó la Primavera Árabe), Hamás tenía que competir con grupos más radicales como Jaish al-Islam, Jund Ansar Allah y al-Tawhid wal-Jihad, por ser el campeón de la causa palestina contra Israel, por lo que hubo un incremento en el lanzamiento de cohetes, disparándose más de 100 cohetes entre 2011 y 2012. En noviembre de 2014, el Emir de Qatar también anunció una ayuda de 400 millones de dólares a Hamás, lo que brindó el apoyo logístico necesario para proseguir con los ataques contra Israel.
Después de que, entre el 11 y 13 de noviembre de ese año, Hamás lanzara más de 200 cohetes, el día 14 la IAF (Fuerza Aérea de Israel) inició una campaña aérea atacando más de 20 objetivos de Hamás y matando al líder de las Brigadas Al-Qasam (Ahmed Jabari). Además, Israel también declaró que había logrado destruir los polvorines en los que se almacenaban los cohetes Fajr-5 (capaces de alcanzar Tel Aviv); que solo alcanzaran Tel Aviv dos cohetes es indicativo de que probablemente los ataques fueron eficaces.
La campaña aérea prosiguió hasta el 21 de noviembre (cuando se inició el alto el fuego). Durante las operaciones, las IDF atacaron 1.500 objetivos, mataron a 30 integrantes de alto rango de Hamás y Yihad Islámica, destruyeron 19 puestos de mando principales, 980 lanzaderas de cohetes subterráneas, 140 túneles de contrabando, 66 túneles para operaciones terroristas, 42 bases y centros de operaciones de Hamás, 26 sitios de fabricación y almacenamiento de armas, y docenas de lanzaderas de cohetes de largo alcance.
Aunque Israel no ejecutó incursiones terrestres dentro de Gaza, sí se llegó a llamar a reservistas para hacer una señalización estratégica de que Israel iba en serio y podría iniciar una ofensiva terrestre. Ha de tenerse en cuenta que entre el 25% y 30% de las unidades en activo están compuestas por reservistas (el resto por reclutas y personal profesional); además hay muchas unidades de reservistas que requieren una movilización nacional para activarlas. En Pilar Defensivo se movilizaron un total de 57.000 reservistas, un nivel equivalente al de la Segunda Guerra del Líbano (2006) y varias veces mayor a lo que se movilizó durante la guerra de Gaza de 2009 (Operación Plomo Fundido).
La Operación Pilar Defensivo supuso también el estreno del sistema Iron Dome en una campaña de alta intensidad. El sistema Iron Dome había comenzado a desarrollarse en 2004 por parte del gigante israelí de la defensa Rafael, llevando la contraria a la opinión predominante en el seno de las IDF que creía que las defensas antimisiles eran muy poco eficaces. Sin embargo, Rafael tuvo el apoyo del general Daniel Gold, director del Departamento de Investigación y desarrollo del Ministerio de Defensa de Israel. Como el desarrollo se pagaría con dinero procedente de la ayuda americana, lograron la financiación suficiente para sacar adelante el programa. Cuando en la Segunda Guerra del Líbano (año 2006), Hezbollah lanzó unos 4.000 cohetes contra el norte de Israel, desbaratando la vida civil y la actividad económica, el proyecto recibió el espaldarazo final. El concepto del sistema maduró en 2007 y en 2009 se iniciaron las primeras pruebas con fuego real.
La primera batería estuvo operativa en marzo de 2011; se desplegaron tres más antes de que comenzara la operación Pilar Defensivo, mientras que se agregó una quinta durante esa operación. Israel agregó dos baterías adicionales antes de la operación Margen Protector y tres más mientras la misma estaba en marcha. El costo del desarrollo del Iron Dome fue del orden de 1.000 millones de dólares, a lo que habría que sumar los costos de construcción de las baterías (unos 50 millones de dólares cada una). Por su parte, el coste de cada interceptor no está claro, pero las fuentes disponibles mencionan un rango que va de los 40.000 a los 80.000 dólares.
Hamás y Yihad Islámica lanzaron cerca de 1.500 cohetes contra Israel en la guerra de 2012. Se estima que se interceptaron exitosamente unos 421, con solamente 58 cohetes impactando en áreas habitadas (un 85% de éxito). Sin embargo, algunos críticos, como Reuven Pedatzur, calculan que el número de cohetes que impactaron en zonas con población fueron 109. Las críticas de Postol, que habitualmente se leen en prensa y que indican que la eficacia del Iron Dome es de solo el 5%, son ridículas y fueron debidamente expuestas y comentadas en Bellingcat hace ya unos años.
No obstante, más allá de la tasa concreta de éxito, es evidente que el Iron Dome fue un «game changer» en la guerra de 2012, pues solo murieron seis civiles por fuego de cohetes (tres de ellos en un solo incidente) y como hemos dicho, apenas 58 cohetes impactaron en zonas urbanas.
La guerra acabó abruptamente cuando Israel consideró que había logrado varios de sus objetivos principales. El primero era el de restablecer la disuasión. El segundo, el de «cortar el césped» de Hamás y otros grupos, recortando su potencial militar. El tercer objetivo pasaba por disminuir los daños en Israel atacando los polvorines y lanzaderas de los grupos militantes en Gaza, ya que las defensas antimisiles no son perfectas y son poco eficientes económicamente.
Como se observa en el siguiente gráfico, los ataques aéreos consiguieron destruir unos 900 cohetes en lanzaderas y áreas de almacenamiento.
Operación Margen Protector
Las IDF consideraron un gran éxito la operación Pilar Defensivo, y en 2013 adoptaron el nuevo Plan Plurianual de Defensa «Teuza», que recogía las falsas lecciones aprendidas de la guerra de 2012. Estas venían a validar el anterior Plan Plurianual de Defensa «Oz», que reforzaba las capacidades aéreas, cibernéticas y antimisiles, para adaptarse a una campaña de intercambio de salvas contra Hezbollah y Hamás, en las que la guerra terrestre convencional tendría poca importancia, al poder imponer un cese de hostilidades favorable solamente con bombardeos aéreos y defensas antimisiles.
Con el Plan Teuza, cesó la compra de blindados de transporte de personal pesados como el Namer y la actualización de los carros de combate Merkava. En la planificación de una hipotética guerra terrestre, las IDF diseñaron tres escenarios. El pequeño, implicaba solo tomar el norte de Gaza. El mediano tomaría el norte y otras partes de la frontera occidental con Israel. El tercero tenía como objetivo tomar toda Gaza. No obstante, se esperaba que la campaña aérea y los sistemas defensivos como el Iron Dome, serían suficientes.
Las causas inmediatas de la guerra de 2014, están en la pérdida de financiación de Hamás, lo que llevó al grupo a una situación crítica que le indujo a iniciar una guerra contra Israel para lograr un alivio en la presión económica de la franja de Gaza. El nuevo gobierno del general Sisi en Egipto aumentó la presión sobre el contrabando con Gaza, lo que implicó una fuerte crisis económica para la franja y para Hamás, pues en buena medida dependen de gravar la actividad comercial ilícita. El embargo israelí al material de construcción a Gaza fue otro golpe demoledor a la actividad económica en la zona, que se basa en buena medida en la construcción.
Estas presiones fueron condujeron a una guerra por error de cálculo, en tanto Israel nunca creyó que el embargo podría terminar desencadenando un conflicto de ese nivel, y que, en caso de desatarse, bastaría con una campaña aérea de pocos días (como Pilar Defensivo) para «restablecer la disuasión».
Las IDF comenzaron la guerra de 2014 atacando 223 objetivos el primer día, creyendo que el proceso de planeamiento, las grandes mejores en sistemas de vigilancia y reconocimiento, los drones y los bombardeos aéreos causarían un efecto demoledor en Hamás y resto de grupos militantes.
No obstante, en una entrevista a oficiales de las IDF después de la guerra realizada por investigadores de la RAND (disponible en el libro «From Cast Lead to Protective Edge: Lessons from Israel’s Wars in Gaza«), reconocen lo poco eficaz que resultaron los ataques aéreos israelíes para destruir las baterías de lanzaderas de cohetes, los polvorines o los puestos de mando que coordinaban el esfuerzo bélico de Hamas.
Como se observa en la siguiente imagen (publicada por el Ministerio de Asuntos exteriores de Israel), el lanzamiento de cohetes durante la Fase 1 (campaña aérea) del conflicto, apenas se vio afectada, a pesar de la intensidad de los bombardeos y de la planificación de objetivos antes de la guerra. En la Fase 2, (operación terrestre), el número de lanzamientos se redujo después de varios días de operaciones, aunque siguieron lanzándose una cantidad considerable de cohetes. Sin embargo, como se observa al final de la Fase 3, la reducción en los lanzamientos no se debió que las IDF lograran destruir los polvorines de los grupos militantes de Gaza, ya que pudieron lanzar salvas del mismo tamaño que al principio de la guerra.
El enemigo número uno de Israel: los túneles
El problema de la guerra subterránea, en la que se necesita localizar objetivos y atacarlos quirúrgicamente, queda bien reflejado en el libro del INSS ‘The Lessons of Operation Protective Edge‘. Los túneles se pueden detectar cuando se están excavando (principalmente a través del ruido creado durante las obras), o después, cuando el túnel está esperando para ser utilizado o es transitado por militantes (algo mucho más difícil). Los métodos utilizados para detectar túneles mientras se van construyendo, generalmente se basan en en los intentos de detectar los ruidos que acompañan a la excavación a través de sistemas de micrófonos subterráneos (geófonos). Una vez que ya se ha cavado un túnel, no se puede confiar en los ruidos de la construcción; los espacios vacíos subterráneos deben ser detectado a través de otros métodos.
Se ha probado el radar de penetración terrestre, así como varios métodos (también basados en sistemas de geófonos) que intentan Identificar la estructura del terreno analizando las ondas sonoras iniciadas, tanto por las explosiones controladas como por los martillos neumáticos, que también generan vibraciones. Otros métodos utilizan sensores basados en fibras ópticas, mapeo de cambios o la radiación infrarroja generada por el suelo. También se han probado sensores que intentan detectar cambios mínimos en la gravedad de la tierra. Todos estos métodos para localizar objetivos aún se encuentran en las primeras etapas de desarrollo. El radar de penetración terrestre solo es capaz de detectar objetos a una profundidad de unos pocos metros, mientras que algunos de los túneles probablemente penetren decenas de metros bajo tierra.
Los sistemas de geófonos tienen un problema similar. Los geofísicos han utilizado estos sistemas durante muchos años en sus esfuerzos por cartografiar estratos geológicos y detectar depósitos minerales. Sin embargo, todos los métodos se basan en mediciones que se ven afectadas por un número infinito de factores que deben aislarse. Los geófonos son sensibles a los ruidos de fondo, pues cualquier movimiento bajo el suelo crea ondas sonoras que son absorbidas por estos; pero los resultados son muy dependiente de los contornos del terreno, los cambios en los estratos de la tierra, el clima o el nivel de humedad de la tierra. Todos los sistemas propuestos se basan en grandes conjuntos de sensores y necesitan de un avanzado software para analizar los resultados, pero los resultados siguen siendo limitados.
Los algoritmos utilizados para detectar estratos geológicos a profundidades de cientos de metros han demostrado ser inadecuados para detectar espacios vacíos a una profundidad de unas pocas docenas de metros. El mayor desafío para los desarrolladores de este tipo de sistemas son los algoritmos necesarios para detectar pequeños espacios vacíos a una profundidad de unos pocos metros o decenas de metros en cualquier tipo de terreno, mientras se neutralizan todos los demás factores de interferencia. Esto es un problema difícil de para el que aún no se ha encontrado una solución. Desde luego no solo en Israel, sino en cualquier otro país. Por ejemplo, el Departamento de Seguridad Nacional de los EE. UU. se enfrenta a un problema parecido con los túneles de contrabando en su frontera con México, sin lograr una solución realmente eficaz ni siquiera en un terreno que controlan totalmente; hacer lo mismo en un entorno de combate sería aún mucho más complicado, lo que nos da una idea de la dificultad a la que se enfrenta Israel.
Como recordarán los que hayan estudiado o leído sobre la Batalla de Khe Sahn, detectar y contrarrestar túneles y guerra de trincheras es algo sumamente complicado. Los EE. UU. se enfrentaron a una derrota inminente al acercarse varios regimientos norvietnamitas pertenecientes a dos divisiones diferentes, cavando túneles y trincheras muy difíciles de detectar y atacar por la aviación y la artillería. Se tuvo que recurrir a bombardeos masivos llevados a cabo por los B-52 sobre grandes áreas para pulverizar las obras de ingeniería militar del ejército norvietnamita. Solo entonces pudo abortarse lo que hubiera sido una asalto de varios regimientos contra los pocos batallones de marines americanos y militares survietnamitas que defendían la base.
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