Taiwán vive bajo la amenaza perenne de una invasión por parte de la China continental. La defensa del estrecho de Formosa es, por tanto, su absoluta prioridad. Dentro de este esfuerzo, los submarinos juegan un papel esencial aunque, precisamente por las presiones chinas, siempre ha sido complicado para el país hacerse con unidades modernas. Hasta el momento ha confiado en submarinos de origen extranjero y en la ayuda estadounidense. Ahora, después de muchos sinsabores, su proyecto nacional, el IDS, comienza a hacerse realidad.
La historia de los submarinos de Taiwán no es una historia convencional. Habitualmente un programa nacional de adquisición de submarinos pasa a través una serie de procedimientos prácticamente iguales en todas las naciones y, sobre todo, públicos. Las Armadas definen las características a cumplir por las plataformas, la industria nacional define sus capacidades dentro del programa, y el Estado abona las plataformas al astillero constructor. En caso de que la nación carezca de las capacidades industriales para la construcción de estas unidades, lo más común en la actualidad, pasa por la compra de submarinos en el extranjero.
Como es lógico, estas compras, debido a sus implicaciones estratégicas para la defensa de la nación adquiriente, así como su enorme coste, son acompañadas de importantes maniobras políticas por parte de todas las naciones que ofertan la construcción, así como por parte del comprador. Los intereses son muchos, económicos por supuesto, pero el prestigio que conlleva obtener uno de estos contrarios, así como el incremento de la flota operativa de una clase de submarinos en concreto, son factores muy a tener en cuenta. Generalmente las negociaciones son Gobierno a Gobierno, o a través de una de las empresas estatales o semi-estatales y con apoyo por parte de la Armada de la nación que vende los submarinos.
En el caso de los submarinos de Taiwán, nada de esto se cumple. El caso es único a nivel mundial, por una serie de motivos políticos, lo que lo convierten en uno de los programas más interesantes, por lo poco común que aglutina. Para intentar entender claramente la complejidad del problema subyacente del programa, debemos hacer una introducción histórica, más amplia de la habitual en estos casos, pero consideramos que la historia lo merece.
Breve historia de la fuerza de submarinos de Taiwán
Tras la Segunda Guerra Mundial, los partidarios de Chian Kai Check se refugiarían en la isla de Taiwán tras perder en la guerra civil, la China Continental ante las fuerzas comunistas. Taiwán se convertiría en el último reducto de las fuerzas nacionalistas y quedando escindida de la China Continental dándose la situación política de una isla independiente, que dura hasta nuestros días. En la actualidad, y tras décadas de desarrollo económico y tecnológico, Taiwán es una de las naciones asiáticas más desarrolladas. Por supuesto, la República Popular de China considera a Taiwán como a una parte de su propio país, y ejerce una gran presión política sobre cualquier nación que reconozca o mantenga fuertes lazos diplomáticos o de defensa con Taiwán.
Taiwán, como una isla amenazada desde finales de los años 40 del pasado siglo, consideraría sus Fuerzas Armadas como una de sus mayores prioridades nacionales, ante la posibilidad de una invasión por parte de su poderoso vecino que, en la actualidad, es una de las mayores potencias militares del planeta. La carencia de una armada por parte de la República Popular de China en las primeras décadas tras la escisión propició la supervivencia de Taiwán, así como su desarrollo militar. La Guerra de Corea, con el telón de fondo de la Guerra Fría, otorgaría al régimen insular el respaldo de la US Navy en el Estrecho de Formosa, aguas que han sido testigo de más de una demostración de poder por parte estadounidense, como la de 1996.
Mientras Taiwán construía sus Fuerzas Armadas, la necesidad de contar con un arma submarina se hacía patente por requerimientos estratégicos. La posibilidad de una invasión a la isla por parte de las fuerzas continentales implicaba el uso de una flota de desembarco, que la China continental nunca ha poseído en número suficiente -e incluso ahora solo está en fase de construcción- y por lo tanto el despliegue de una flota de superficie de escolta que otorgarse protección a los medios anfibios. Dicha fuerza ofensiva tendría que ser detenida a través del uso de baterías de misiles antibuques costeras, buques de superficie, de escaso porte inicialmente, equipados con SSM y aviación. Por desgracia para Taiwán, en todas y cada una de estas facetas del combate Pequín podía presentar recursos superiores para plantear una defensa efectiva de su flota de invasión.
Sin embargo, la posesión y despliegue por parte de Taiwán de submarinos, cambiaría la ecuación militar en el Teatro de Operaciones. Independientemente de las capacidades de la Armada China, la presencia de submarinos taiwaneses en el Estrecho de Formosa representa una amenaza real y creíble para su Armada y sus intereses. Las grandes unidades de desembarco anfibio, actualmente en construcción para la Armada China, son escasas en número e indispensables para una operación de este calibre. Este sería el primer objetivo militar para los submarinos taiwaneses en dicho escenario, y representaría la necesidad de establecer una fuerte presencia ASW en el área por parte de China para proteger su Flota. Sin embargo, dicha cobertura antisubmarina, basada en unidades de superficie, se encontraría con una fuerte oposición por parte de la aviación de caza taiwanesa. Además, puesto las plataformas aéreas de lucha antisubmarina son unidades multiplicadoras de fuerza, su pérdida permitiría a las unidades submarinas aproximarse y amenazar a una flota hostil de una forma mucho más eficiente.
Asimismo, el potencial de las unidades submarinas taiwanesas trasciende del enfrentamiento directo en el Estrecho de Formosa; proporcionan a la pequeña nación asiática la posibilidad de proyectar de forma real su poder naval más allá de los límites geográficos. Estos submarinos podrían ejecutar diferentes misiones de mayor calado, tales como, el minado de bases navales continentales, amenazar a los submarinos nucleares chinos en las proximidades de sus bases operacionales o ejecutar la incursión de grupos de Operaciones Especiales en la propia China continental.
Pequín es consciente de todo ello y, como cabe suponer, nunca ha facilitado la posibilidad a Taiwán de modernizarse o adquirir submarinos. También Taiwán, aunque es por derecho propio una importante nación industrial, está limitada en ese campo de la construcción naval, por cuestiones de desarrollo tecnológico, necesitando de asistencia externa. El actual programa de submarinos taiwaneses es, por estos motivos, uno de los más interesantes de cuantos están en marcha en la actualidad y cuyo futuro puede peligrar, en función de maniobras diplomáticas y de inteligencia, fuera del contexto normal de un programa de construcción naval.
La flota de submarinos de Taiwán en la actualidad
En la actualidad, la Armada Taiwanesa cuenta con cuatro submarinos en su haber: dos de procedencia estadounidense y otros dos de procedencia holandesa. Las unidades de procedencia estadounidense son los Hai Shih y Haibao (ex SS 478 Cutlass y ex SS 426 Tusk), unidades comisionadas por la US Navy en 1945 y 1946, respectivamente.
Estas unidades, como cualquier lector podrá entender, están completamente obsoletas y cumplen una misión de entrenamiento y educación dentro de la fuerza de submarinos. Cuando fueron transferidas a la Armada Taiwanesa, su misión principal pasaba por servir como unidades de entrenamiento. Nunca se pretendieron como unidades de combate y sus tubos lanzatorpedos fueron anulados a través del curioso método de soldarles sus tapas. Decimos curioso, porque dichos tubos fueron devueltos al servicio activo una vez llegaron los buques a Taiwán. Si el gobierno estadounidense realmente quería inutilizar estos submarinos como unidades de combate, existían métodos mucho más eficaces para hacerlo.
Serían transferidos en abril y octubre de 1973 y debían ser una pieza fundamental dentro de un plan a mayor escala que pretendía la construcción de 6 a 8 unidades en algún país extranjero, algo sobre lo que volveremos más tarde. De esta forma, ambas plataformas oceánicas, aunque fueran obsoletas, servirían para el entrenamiento de oficiales y tripulaciones, así como de base para ayudar al desarrollo tecnológico del país, al menos en lo referente al mantenimiento de submarinos. Además, las unidades habían recibido la por entonces potente modernización GUPPY II, que en su momento les permitía ser unidades relativamente operacionales y estaban equipadas con snorkels.
Los torpedos que equiparían a estos submarinos serían de diversas procedencias, debido a la teórica incapacidad de los submarinos para lanzarlos: Mk14 de la Segunda Guerra Mundial, Mk37, NT-37C con capacidad de búsqueda e incluso los británicos Mk24 Tigerfish.
En la actualidad mantienen una baja operatividad y existen dudas acerca de su capacidad para operar en situaciones de combate. Hemos de comprender que son los submarinos operativos más antiguos del mundo y que su estructura debe haber superado con holgura los ciclos máximos de inmersión, seguramente teniendo en la actualidad una cota operativa muy limitada. Tampoco sería de extrañar que su antigua propietaria, la US Navy, mantenga un ojo sobre ellos, debido a la información de estudio que pueden aportar respecto a la resistencia estructural y los ciclos operativos, algo que sin duda es de un gran valor para futuros proyectos.
Las otras dos unidades, de procedencia holandesa, fueron harina de otro costal. En este caso, Taiwán conseguiría que una nación soberana les vendiera submarinos convencionales modernos de nueva construcción. La novedad de esto, por otro lado relativamente común, es que implicó hacer caso omiso de las presiones que China ejercía sobre cualquier nación que intentara vender equipamiento militar moderno a Taiwán, algo que hemos hemos explicado era especialmente importante en el caso particular de los submarinos.
En septiembre de 1981 se firmó la adquisición de dos submarinos basados en la clase holandesa Zwaardvis. Dicha clase, un logro de la ingeniería neerlandesa, lograba de esa manera su primer éxito de exportación, a la par que permitía al astillero privado asignado para su construcción un importante balón económico respaldado por los dos gobiernos. El contrato original, por dos unidades, también incluía clausulas adicionales para la adquisición de hasta cuatro submarinos adicionales; todo un mega-contrato para los Países Bajos y su industria naval.
Sin embargo la construcción no iba a ser tan placentera, en ninguno de los aspectos. Por un lado, el astillero constructor tendría graves problemas económicos que llevarían a un retraso de años en la entrega de los buques. Por otro lado, la presión de Pequín sobre cualquier nación que vendiera submarinos, o que participara en el programa de submarinos taiwanés se haría notar en Holanda. La presión diplomática, con amenazas económicas de por medio contra el país haría que la clausula de las unidades extras contempladas en el contrato original nunca se hiciera efectiva.
Las conversaciones entre Taiwán y Holanda para la adquisición de estas últimas serían duras, realizando Taipéi importantes esfuerzos y presiones. Así, en octubre de 1983 solicitarían la construcción de dos unidades extra sin éxito, mientras que en 1992 solicitarían nuevamente la aplicación de la cláusula de construcción de cuatro unidades extra, con el mismo resultado. Todas las solicitudes serían denegadas debido a la fuerte presión por parte de la República Popular de China, a pesar del indudable beneficio económico y reputacional que Holanda y su industria naval hubieran obtenido de dichas ventas. Como cabe suponer, no fue sencillo para los Países Bajos tomar esta decisión, con un importante impacto sobre sus astilleros.
Las dos unidades originalmente contratadas serían conocidas como la clase Hai Lung (Dragón Marino), y tras la confirmación del pedido en septiembre de 1981 las quillas se colocarían en grada en diciembre de 1982. Se botarían en Holanda y serían trasladadas en buques flo-flo hasta la nación asiática, donde serían terminadas y comisionadas por la Armada Taiwanesa. La primera unidad, el Hai Lung, lo sería en octubre de 1987 mientras la segunda unidad, bautizada como Hai Hu, lo sería en abril de 1988.
A mediados de la década de los 2000 los Hai Lung serían sometidos a un proceso de modernización por el cual y entre otras mejoras, pasarían a poder usar los misiles antibuque de lanzamiento en inmersión UGM-84 Harpoon. Realizada con un gran oscurantismo en torno a las empresas implicadas en ella, esta modernización se beneficiaría de la aprobación, por parte del Departamento de Defensa de los EE. UU. en 2008, de la venta de 32 misiles UGM-84 Harpoon Block II, entregándose todos entre 2013 y 2016. La cuantía del contrato, englobado dentro de una gran acuerdo de venta de armas entre ambos países rondaría los 200 millones de dólares.
Hasta el momento, han venido utilizando los torpedos pesados alemanes AEG SUT264. En mayo de 2020, el Departamento de Estado de los EE. UU. aprobó la posible venta de 18 torpedos Mk48 Mod 6 a Taiwán por un total de 180 millones de dólares, además de toda la logística, entrenamiento y mantenimiento de éstos. Se trataría de unidades procedentes del inventario de la propia US Navy, con lo cual no habrá que construirlos ex profeso para Taiwán. Este torpedo se convertirá en el vector unificado de todos los futuros submarinos taiwaneses.
Desde su llegada, los Zwaardvis aportarían a la Armada Taiwanesa la capacidad de operar submarinos convencionales modernos y avanzados, en un Teatro de Operaciones que se favorece su utilización. Al fin y al cabo, el Estrecho de Formosa tiene unas particularidades en cuanto a corrientes y salinidades que ayudan al encubrimiento de una plataforma convencional durante su operación.
A pesar de ser unidades muy apreciadas por los marinos taiwaneses y de haber operado sin problemas, se trata de buques con una buena cantidad de horas de mar sobre sus cuadernas. Taiwán, consciente de su incapacidad de lograr una pronta sustitución recurriendo al mercado internacional, destina un importante presupuesto a mantenimiento y mejoras. Asimismo, mantiene desde el momento de la adquisición programas de investigación y desarrollo nacionales para mantener actualizadas tanto las plataformas como los subsistemas, a la par que permite que su industria desarrolle tecnologías que hasta ese momento les eran completamente ajenas. Esta simbiosis entre las unidades submarinas y la industria nacional de un país, no siempre suficientemente entendida, puede ser la parte más importante de todo el programa; mucho más que el servicio prestado hasta el momento por los propios buques.
En relación con esto, también es reseñable el aporte que estos dos submarinos modernos han tenido sobre la propia Armada a la hora de formar un buen número de oficiales, suboficiales y marineros. gracias a ello se encuentran en disposición de hacer la transición a otro modelo, y que mantienen el know-how de las operaciones submarinas en el país.
En septiembre de 2020 se confirmaría por parte del Ministerio de Defensa de Taiwán la futura realización trabajos de modernización en ambos submarinos. Serán ejecutadas entre 2021 y 2024 bajo el liderazgo del Instituto de Ciencia y Tecnología de Chung-Shan y, sorprendentemente, con el apoyo de la firma de ingeniería holandesa RH Marine. Del mismo modo, firmas estadounidenses y europeas también estarán involucradas en el proceso de actualización, algo lógico teniendo en cuenta la tendencia a estandarizar flotas y componentes.
Buscando nuevos submarinos
La adquisición de los Zwaardvis sería el único éxito que Taiwán podría adjudicarse durante décadas en este segmento, pues nadie quería enfrentarse a China por este asunto, a pesar de las bondades económicas del contrato. Nadie excepto los EE. UU., aunque siempre en función de la administración que estuviera en el poder, y aún así, recurriendo a subterfugios empresariales. Pasemos a ver algunos de los más interesantes ejemplos de venta de submarinos a Taiwán, en los que incluso España llego a estar involucrada, o aún lo esta.
Antes de tratar de solicitar nuevos submarinos, Taiwán recurriría al mercado de segunda mano para incrementar el numero de unidades operativas. La primera opción, y la más lógica obviamente, pasaba por los Países Bajos. Los Zwaardvis holandeses serían dados de baja en 1995, tras 23 años de servicio, y aún contaban con posibilidades operacionales si se invertía en ellos. Taiwán trataría de adquirirlos, pero una vez más, la presión de China frustró el que podría haber sido el camino más natural para Taipéi.
Taiwán también trataría de obtener submarinos por vías indirectas. Para 1996 todo indica que había adquirido la información técnica relativa a los proyectos de submarinos clase Ula noruegos y los TR-1700 Santa Cruz argentinos. También España tendría su papel, aunque no hemos logrado confirmación del tipo exacto de información o estudio técnico que llegara a aportar. Por supuesto, Taiwán contaba, como era obvio, con toda la información técnica de los submarinos adquiridos a Holanda.
En 2001 la Administración Bush ofrecería a Taiwán la venta de ocho submarinos convencionales, el mayor espaldarazo hasta la fecha a los esfuerzos taiwaneses. Inicialmente el acuerdo sorprendería, ya que hacía décadas que los EE. UU. habían abandonado la construcción de submarinos convencionales y parecía técnicamente poco factible que su industria pudiera retomar su diseño y construcción de forma rentable económicamente y en un plazo aceptable.
Todo apuntaba a un acuerdo con un tercer país que sí poseyera las capacidades técnicas e industriales para construir plataformas submarinas bajo contrato con la US Navy y posteriormente acabar el armamento del buque y fase de integración y pruebas de mar en EE. UU. antes de ser entregados a Taiwán. Este esquema podía ser perfectamente válido, pero al depender todo el programa de un tercer país -aunque no se mencionara explícitamente se daba por hecho que sería Europeo-, quedaba dentro del alcance de las presiones por parte de China.
Rápidamente, los principales constructores navales comenzaron a presentar sus candidaturas a la US Navy. HDW por parte de Alemania, DCNS por parte francesa y, aunque pueda resultar sorprendente, Navantia por parte de España. El Presidente Bush, en buena sintonía con el Gobierno de Aznar, solicitaría expresamente que el contrato fuera asignado a España. Gracias a ello, en febrero de 2003 una comisión técnica estadounidense conformada por dos almirantes visitaría España para comprobar las capacidades de construcción de nuestro país.
La gestión política de la Guerra de Irak y el apoyo dado por Madrid a dicha intervención iba a dar sus réditos económicos a través de un contrato de construcción valorado en 6.000 millones de dólares. De estos, al menos 2.400 serían para el astillero constructor, según informaciones de la prensa de entonces. Por aquellas fechas, Izar, predecesora de Navantia, estaba envuelta ya en la construcción de los S-80, por lo cual se podía soñar con unificar ambos programas bajo el amparo de la US Navy. Incluso se llegó a publicar en medios taiwaneses que las conversaciones entre Washington y Madrid estaban muy avanzadas, tras la negativa de Alemania aprobar la exportación de submarinos al país asiático.
Los mismos medios Taiwaneses, citando fuentes oficiales, llegarían a cuantificar el contrato de la US Navy con el astillero español en 3.400 millones de dólares de 2004 por ocho submarinos convencionales equipados con una planta propulsora AIP. Sin embargo, el cambio de gobierno en España durante las fases de decisiones haría que las relaciones relativas a este contrato se enfriaran, mirándose desde Taiwán con mucho recelo al ejecutivo encabezado por Rodríguez Zapatero.
Ese mismo año, en junio, reforzando el programa pese a no haberse elegido astillero constructor, el Gobierno de Taiwán asignó una partida presupuestaría de 12.300 millones de dólares para la adquisición de ocho submarinos, logística, mantenimiento y diversos armamentos entre los que se incluían 144 torpedos pesados Mk 48 y 72 misiles Harpoon. Del total del presupuesto, al diseño y construcción de las plataformas correspondían 8.670 millones.
Al descartarse España y Alemania y contar Francia con una mala reputación en sus ventas de armamento a Taiwán por el pago de sobornos a altos cargos de la nación asiática, los EE. UU. decidieron anunciar la construcción de los ocho submarinos en suelo americano. Aún había existido una nueva vía europea, cuando a través de gestiones de los EE. UU. Italia ofrecería vender a Taiwán 8 submarinos de segunda mano de la clase Sauro, pero Taipéi se mantenía en sus trece y quería obtener plataformas de nueva construcción a toda costa.
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