Senkaku vs. Diaoyu

La disputa estratégica por el archipiélago

La actual disputa por las islas Senkaku (Diaoyu, en chino) se remonta a las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Este pequeño grupo de islas está hoy en el punto de mira no solo de Japón y de China sino, también, Estados Unidos, debido a su importancia estratégica en el mar del Este. La inquietud en la región ha puesto el foco de nuevo sobre este pequeño punto del mapa, ya que las reclamaciones territoriales de unos y otros son un punto clave para la arquitectura de la seguridad en el Pacífico.

Relevancia estratégica del archipiélago

El archipiélago de islas conocidas como Senkaku (尖閣諸島, Senkaku Shotō) por los japoneses y Diaoyu (釣魚台列島, Diaoyutai) por los chinos, se encuentra en el mar del Este, perteneciente al océano Pacífico. Físicamente se sitúa muy cerca de la costa de Taiwán (algo más de 100 kilómetros de distancia), pero pertenece formalmente a Japón.

Sin embargo, tal y como se dispone a explicar este artículo, su soberanía no es un tema incontestado ni libre de polémica. La disputa entre China y Japón por la pertenencia de estas islas tiene sus raíces en una serie de hechos históricos que se detallarán más adelante, pero las dimensiones actuales del desacuerdo han alcanzado un punto en el que ceder tendría graves consecuencias geopolíticas para cualquiera de los dos países.

Las razones de esta afirmación son muchas y muy variadas en su naturaleza. A primera vista, puede parecer que anunciar algo de manera tan rotunda, en especial cuando se trata de unas diminutas islas deshabitadas, es exagerado. Sin embargo, no lo es tanto.

El archipiélago de las Senkaku se compone de cinco islas principales, la mayor de las cuales es Uotsurijima (o Diaoyu Dao), con una superficie total de 4,31 km2. En conjunto, el área total del archipiélago es de unos 7 km2. En lo que a divisiones administrativas se refiere, las islas pertenecen a la prefectura japonesa de Okinawa.

En términos de geoestrategia, las Senkaku se encuadran en lo que se conoce como la “primera cadena de islas” de Japón, una línea que conecta una serie de islas (desde Yonaguni hasta Kyūshū). Esta barrera geográfica, constituida por islas y pequeños islotes, es la base para la estrategia japonesa del Muro Sudoccidental, diseñada para contener el avance chino en el área del mar del Este. Se trata, también, de un muro natural que corta el acceso de Pequín a las aguas abiertas del océano Pacífico.

Por otra parte, la soberanía sobre un territorio tan diminuto como puede ser una de estas islas concede ciertos derechos marítimos sobre su zona adyacente. Es decir, que al país soberano le corresponde autoridad tanto sobre las tierras como las aguas contiguas a esta. Es lo que se denomina Zona Económica Exclusiva (ZEE), y en el caso de las islas Senkaku tiene una gran importancia.

La primera cadena de islas se sitúa al sudoeste del archipiélago japonés. El área destacada muestra la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Japón. Fuente: The Sankei Shimbun.

Esta delimitación, que se extiende hasta 200 millas náuticas desde la costa, incluye derechos de explotación económica exclusivos para la nación soberana. Tal y como se puede apreciar en la imagen, Japón se beneficia de la existencia de pequeños archipiéagos a lo largo de la región para ver aumentada la totalidad de su ZEE.

Como parte de los derechos exclusivos que se asocian a estas áreas, el país que ostenta la soberanía puede explorar, explotar, conservar y administrar los recursos naturales que en ellas se encuentren, tanto en las aguas como en el subsuelo[1]. Esto incluye, por supuesto, la producción de energía, además de otras previsiones recogidas en la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés), de 1982.

Se cree que en el mar del Este y el mar Amarillo, además de ciertas zonas próximas a Taiwán, tienen unas importantes reservas tanto de gas como de petróleo. El hecho de que tanto Japón como China sean grandes importadores de energía potencia su interés por estos yacimientos, a los que tendrían derecho de explotación si contaran con la soberanía indiscutida sobre las ZEE correspondientes. Investigaciones más recientes parecen apuntar a que estos depósitos de hidrocarburos podrían ser mucho menores de lo que se estimó en las décadas de los 70 y los 80, inferiores a, por ejemplo, los del mar Meridional[i]; con todo, no pierden totalmente su interés.

Tener control sobre estas islas refuerza el control sobre las aguas, y permitiría desplegar una mayor presencia militar en el área. No hay que obviar el hecho de que el archipiélago de las Senkaku, sumado a los demás accidentes geográficos como islotes o atolones, conectan a China, Taiwán y Japón de un modo evidente. Tanto es así, que en este territorio tan limitado se superponen los espacios aéreos y las esferas de influencia de las partes implicadas; de ahí que se hayan producido roces como los que se explicarán más adelante en este mismo artículo.

Por último, la importancia estratégica de las Senkaku también tiene implicaciones a nivel económico. Al margen de la existencia de valiosísimos recursos naturales, el archipiélago cuenta con una localización privilegiada para Japón. Al situarse en uno de los puntos más sudoccidentales de su territorio, constituyen un punto de vanguardia privilegiado para el potencial control de las rutas comerciales que llegan desde el mar Meridional y el sudeste asiático. Estas “autopistas oceánicas” forman la mayor parte de la red mundial del comercio marítimo, y tener una conexión directa con las mismas es un interés nacional esencial. Si las islas pasaran a estar bajo la soberanía china, Tokio perdería un importante puesto en la región.

En esta imagen se reflejan los flujos de tránsito de petróleo a través del mar Meridional. En 2016, más del 30% del comercio marítimo de crudo cruzó esta región. Las cifras del mapa hacen referencia a los millones de barriles diarios de petróleo que se importaron en cada país. Fuente: EIA

Breve contextualización histórica

Los argumentos históricos de China y Japón sobre el estatus de las islas difieren enormemente, lo que no es de extrañar. Para Tokio, las Senkaku eran terra nullius (“tierra de nadie”) desde el año 1885, por lo que su incorporación a los territorios japoneses en 1895, en plena época de la restauración Meiji, es legítima. Pequín se remonta un poco más atrás en el tiempo, y afirma que el archipiélago ya formaba parte de las tierras cedidas en el tratado de Shimonoseki (1895)[ii], que puso fin a la primera guerra sino-japonesa.

Tras la Segunda Guerra Mundial, la derrota japonesa llevó a la devolución de los territorios que había conquistado en su afán expansionista. Sin embargo, la cuestión de las islas Senkaku fue resuelta de forma muy ambigua, probablemente debido a que eran territorios deshabitados[iii].

Tanto China como Japón prestaron, históricamente, poca atención al tema de la soberanía de este diminuto archipiélago. Sin embargo, en 1968, un estudio realizado por Naciones Unidas determinó que la existencia de reservas de hidrocarburos en la zona era muy probable[iv]. En un principio, ambas partes trataron de colaborar para explotar los recursos del mar, pero el proyecto no se llevó a cabo.

Resultan curiosas, en este sentido, las palabras que se le atribuyen a Deng Xiaoping sobre esta problemática: “[…] sería prudente por parte de ambos gobiernos evitar hablar acerca de este tema [la disputa]. Nuestra generación no es lo suficientemente sabia como para encontrar un punto en común, pero la generación que venga será más sabia.”[v]

En el año 2010 tuvo lugar un incidente protagonizado por un barco pesquero chino, el Minjinyu 5179, que colisionó con dos buques de la guardia costera japonesa. Las implicaciones del suceso a largo plazo fueron el aumento de las actividades de vigilancia en el área y la reafirmación, por las dos partes, de su soberanía.

Pero fue en 2012 cuando la tensión suscitada por las islas Senkaku se reavivó de manera definitiva; tanto, que la disputa llega hasta nuestros días, y está cada vez más presente en el pensamiento estratégico de ambos países. Fue en este año, con Yoshihiko Noda como primer ministro, cuando el gobierno de Japón compra tres de las cinco islas del archipiélago a un propietario privado. La compra, por valor de unos 23 millones de euros (2.05 mil millones de yenes), fue realizada en septiembre de 2012[vi].

En realidad, el promotor de este hecho fue Ishihara Shintarō, gobernador del Área Metropolitana de Tokio. Dado que el arrendamiento de las islas por parte del gobierno japonés iba a llegar a su fin en 2013, el gobernador Ishihara comenzó a mostrar su interés por comprar el terreno, que pasaría a formar parte del gobierno local de Tokio[2]. Lo más probable es que, de no haber sucedido esto, Japón hubiera continuado con su sistema de arrendamiento en lugar de nacionalizar las islas, por lo que sus reclamaciones territoriales hubieran sido mucho más frágiles.

La respuesta de China fue crear, en 2013, la Zona de identificación de Defensa Aérea (ADIZ, por sus siglas en inglés). Tal y como se puede apreciar en la imagen correspondiente, el área delimitada por Pequín se superpone a las marcadas por Japón, Taiwán y Corea del Sur. En esta ADIZ se incluye, por supuesto, al archipiélago en disputa.

La imagen muestra las distintas Zonas de Identificación de Defensa Aérea en el mar del Este. Fuente: CSIS

Durante los años siguientes, Estados Unidos fue posicionándose cada vez más del lado nipón. Esto se debe, en gran medida, a dos razones. La primera, que Japón es un aliado estratégico para Washington en el Pacífico occidental, y lo viene siendo desde hace décadas. Una alianza tan estable, basada en más que criterios militares, tiende a ser previsible en este sentido. La segunda razón es la actitud asertiva (para algunos, antagonista) que China viene desarrollando en el contexto del mar Meridional y del Pacífico asiático en general.

Tanto Barack Obama como Donald Trump han manifestado abiertamente la posición de sus administraciones al respecto. Obama llegó a afirmar, en 2014, que “el compromiso para con la seguridad de Japón es absoluto, y el artículo 5 [del tratado de seguridad] cubre todos los territorios japoneses, incluyendo las islas Senkaku”[vii]. Más tarde, en 2017, Trump reafirmó esta postura en una declaración conjunta con el entonces primer ministro japonés, Shinzō Abe: “[…] nos oponemos a cualquier acción unilateral cuyo objetivo sea minar la administración de Japón sobre estas islas [Diaoyu]”[viii].

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