Minas terrestres y explosivos improvisados

Temibles amenazas actuales y futuras

Este trabajo está dedicado a las minas terrestres y a los explosivos improvisados, incluyendo apartados sobre los orígenes, evolución y descripción de estos ingenios, diferenciando los dos tipos básicos de minas existentes, contracarro y contrapersonal, así como las diferentes versiones según sus sistemas de activación. Por supuesto, se presta un especial interés a las clases de minado y limpieza, diferenciando la siembra y la dispersión, así como las dos categorías de desminado, el militar y el humanitario. A continuación, se repasan los diversos sistemas de limpieza, tanto actuales como futuros, pasando finalmente a describir de forma somera, las cargas explosivas improvisados IED y los penetradores formados por explosión EFP. En el siguiente apartado, a título de ejemplo, citaremos las características de algunos materiales para limpieza de minas e IED, que consideramos de interés, prestando especial atención a los diseñados recientemente en empresas españolas. Por último, daremos unas nociones básicas sobre explosivos, ciñéndonos a la normativa del Ejército español.

Antiguamente, se denominaba minado al ataque realizado contra una fortaleza, realizando un túnel o mina hasta llegar debajo de las murallas, donde se practicaba una gran cavidad apuntalada con maderos. Finalmente, prendían fuego a los puntales, de manera que el peso de las murallas hundía el suelo, produciéndose una brecha en el muro. Los defensores de la muralla colocaban centinelas o escuchas para detectar los trabajos de mina y, cuando los localizaban, iniciaban la construcción de otras minas o contraminas desde el interior para ir en su busca, produciéndose lo que se llamaba guerra de minas. Sobre este tipo de ataques, existen referencias desde la época de los romanos. Posteriormente, con la aparición de la pólvora, lo que se hacía era rellenar con ésta el hueco debajo de la muralla, haciéndola estallar. Un claro ejemplo, lo tenemos en el asedio al Alcázar de Toledo, durante la Guerra Civil española.

Las minas terrestres[1], de uso generalizado desde la SGM, son artefactos explosivos diseñados para ocultarse bajo tierra, enterradas a poca profundidad o camufladas sobre el terreno (o simplemente lanzada sobre él), de tal forma que el explosivo que contienen detone al ser activadas inadvertidamente por una persona o vehículo. En líneas generales, están compuestas por una carga explosiva y un dispositivo de fuego, que incluye normalmente una espoleta y un detonador, reforzado o no con un multiplicador. En ocasiones, integran uno o varios dispositivos antirremoción, generalmente dotados de otra espoleta para ser ancladas al suelo. Hoy en día, existen modelos muy complejos con uno o varios sensores, mecanismos de programación y desactivación automática o programada, etc.

Normalmente, las minas terrestres son utilizadas para proteger líneas fronterizas, impedir los movimientos del enemigo o su acceso a determinadas zonas de interés y, en última instancia, detener su avance momentáneamente para atacarlo con los medios disponibles (aviación, artillería, unidades acorazadas, etc).

Carro Mark británico destruido por una mina. Junto al hueco dejado por la explosión, apreciamos una segunda mina que no llegó a explosionar.

Carro Mark V destruido en un campo de minas y dos hileras de minas terrestres tras ser desenterradas.

La Flachmine 17 alemana fue una de las primeras minas de madera construidas por los alemanes.

Campo de Flachmine desactivadas.

Tipos de minas terrestres por su empleo

Aparte de las versiones para instrucción, fogueo y simulación, existen dos modelos básicos de minas terrestres, a saber:

  • Contracarro, denominadas vulgarmente antitanque. Como su propio nombre indica, están destinadas a destruir o inmovilizar carros de combate o blindados, aunque también actúan contra objetivos de más de 150 kg de peso, aproximadamente (según el modelo), como vehículos ligeros, camiones, artillería, etc. Su carga es de varios kilos de diversos explosivos y, generalmente, funcionan a presión.

  • Contrapersonal, más conocidas como antipersonas, comenzaron a utilizarse durante la SGM mezcladas con las contracarro, para dificultar el levantamiento de los campos de minas por personal a pie. Sin embargo, en los conflictos posteriores, comenzaron a utilizarse para crear inseguridad tanto entre las tropas como entre la población civil, con la finalidad de desmoralizar al enemigo, al tiempo que colapsaban sus servicios sanitarios.

Minas alemanas Tellermine 29 (arriba) y versiones posteriores 42 y 43.

La primera mina de salto o de tipo rana alemana fue la denominada mina S o Sprengmine 35, que sirvió de base para modelos de otros ejércitos.

Minas de salto soviéticas PROM-1 (arriba) y OMZ-3/4/72, claramente inspiradas en la mina s alemana.

Minas contracarro

Las minas contracarro, por razones obvias, no fueron diseñadas hasta que aparecieron los carros en la PGM, cuando los alemanes vieron la necesidad de detener su avance. Básicamente, los primeros modelos de minas terrestres de este tipo fueron granadas de artillería o morteros, enterradas en el suelo y colocadas en hileras, con las espoletas situadas verticalmente y sobresaliendo del suelo o muy cerca de la superficie. Poco después, utilizaron cajas de madera rellenas de explosivos con espoletas de presión o encendidos remotos, como la Flachmine 17 alemana. Sin embargo, terminada la Gran Guerra, la mayoría de ejércitos centraron su atención en los aviones, los carros y las armas químicas, dejando de lado las minas.

A pesar de todo, los alemanes y rusos, convencidos de que iban a ser necesarias en los conflictos futuros, continuaron su desarrollo y diseñaron diferentes modelos de renovado interés. Así, los diseñadores alemanes presentaron en 1929 una mina que denominaron Tellermine 29 o T.Mi.29., siendo adoptada por el Reichswehr. Como dato curioso, diremos que contaba con tres espoletas capaces de funcionar a presión o a tracción por cable, ya que actuaban con pesos de 125 y 45 kg, es decir, que podían servir como minas contracarro o antipersonal; sin embargo, aunque muchos creen que estaba diseñada para los dos cometidos, lo cierto es que la espoleta de 45 kg servía para usarla como mina de instrucción, usando humos de colores. Dada su configuración, era un ingenio bastante complejo y caro, por lo que, unos años más tarde, apareció su sucesora, la Tellermine 35 o T.Mi.35., que solo montaba una espoleta de presión (90 a 180 kg), con un peso de 9,1 kg y 5,5 kg de carga (TNT), frente a los 6 y 4,5 kg de la T.Mi.29., respectivamente, que fue seguida por otras versiones como la 42 y la 43.  Además, también surgió la famosa mina de salto o mina rana o de tipo rana, denominada Sprengmine 35 (S.Mi.35.), también conocida como mina S. Para hacernos una idea, la Línea Sigfrido fue dotada con 129.000 S.Mi.35. (en febrero de 1939 ya habían producido 388.070 ejemplares) y 82.000 T.Mi.35. Como dato de interés, muchas de estas minas de salto disponían de un cuerpo de fragmentación, lo que aumentaba su poder de destrucción.

Entre 1943 y 1945, los alemanes fabricaron aproximadamente 3.050.000 minas contracarro de dos modelos (Riegelmine 43 y 44, o Sprengriegel/R.Mi.43 y 44), de las denominadas de barra. Tenían forma rectangular de 80 cm de longitud, 9,5 cm de anchura y 12 cm de altura,  y pesaban 9,3 kg, de los que 4 kg correspondían a la carga de TNT. Incluían normalmente tres espoletas, dos en los extremos y una en el centro, que eran activadas con pesos de 180 y 360 Kg, respectivamente. Además, podían incorporar hasta 3 anclajes antiremoción, por lo que los equipos de limpieza tenían la norma de no desactivarlas sino explosionarlas sobre el terreno, colocando una pequeña carga junto a ellas. Este tipo de minas tenían la ventaja de que su longitud cubría un mayor espacio, lo que aumentaba la posibilidad de que fueran pisadas por los carros y blindados, favoreciendo que distintos países construyeran ingenios similares, siendo claros ejemplos la B-21 italiana y la L9 británica.

En 1942, los zapadores alemanes informaron de que tenían muchos problemas para limpiar los campos de minas rusos, ya que usaban unos ingenios de madera muy difíciles de detectar, por lo que comenzaron a fabricar una copia de la YAM-5 que llamaron Holzmine 42 H.Mi.42. En total, llegaron a construir 1.536.000 en 1942 y 2.535.000 en 1944, cesando la producción ante la falta de madera para construirlas.

Ciñéndonos a los modelos más característicos y utilizados, los soviéticos emplearon las de madera TMD-B y la TMD-44. La primera, aparte de la caja de madera rectangular con el explosivo, disponía de tres tablas elevadas, contando la central con bisagras y una tira de madera para bloquearla, que servía para activarla o desactivarla; sin embargo, cuando se mojaba en exceso, se hinchaba la madera, por lo que era muy difícil abrir la tapa. Este problema fue solucionado cambiándola por otra de bakelita, lo que dio lugar a la TMD-44. Ambos modelos pesaban entre 9 y 10 kg, de los que unos 5 a 7, eran de la carga de TNT o ácido pícrico (TNP). Por supuesto, después de la SGM, dado su coste y facilidad de construcción, ambos tipos de minas fueran fabricados por diferentes países como China, Corea del Norte y Yugoslavia, por ejemplo.

Por otra parte, los alemanes también desarrollaron varias minas terrestres totalmente indetectables, que fueron usadas en cantidades limitadas en Holanda, Egipto y Libia. Estaban construidas totalmente libres de metales, lo que impedía su detección con los equipos de la época, al tiempo que facilitaban su producción. Así, estaban constituidas por los siguientes materiales: el modelo inicial o Topfmine 4531 fue realizada a partir de pasta de madera y alquitrán de hulla; la A4531 con polvo de lignito y betún; la versión B con serrín y resina; la C con láminas de cartón y pegamento de madera; y la D con madera contrachapada. Todas eran de forma circular excepto la última que era cuadrada. Mientras que de la primera llegaron a construirse casi 800.000, de la B solo hicieron unas pocas en 1945, desconociéndose las cantidades de las siguientes variantes. Las características de todas ellas eran muy similares, a saber: peso total, 9 o 10 kg; peso de la carga, 6 o 5,7 kg; diámetro, 31,7 a 34 cm; tipo de carga explosiva, pentrita; presión de activación, 150 kg. Para hacerlas localizables con los detectores alemanes, las rociaban con una arena conocida como Tarnsand (arena para camuflarse) compuesta por una substancia llamada monocito, que es una roca con el elemento radioactivo torio. En consecuencia, los equipos alemanes, dotados de un sencillo contador Geiger, podían localizarlas sin ninguna dificultad. Este dato, no fue dado a conocer hasta finalizada la guerra.

En cuanto a las minas contrapersonal, especialmente de salto, la Unión Soviética también desarrolló diferentes modelos muy similares a la mina S, entre los que cabe citar la serie OMZ/OMZ-3/OMZ-4/OMZ-72, la PROM 1 y las POMZ y POMZ-2.

El resto de contendientes, como el Reino Unido, no prestaron mucha atención al desarrollo de minas, pues consideraban que este tipo de armas serían inútiles en las guerras futuras. Sin embargo, tras recibir informes sobre el excelente resultado obtenido en la guerra ruso-finlandesa y el hecho de que los soviéticos habían comenzado a fabricar grandes cantidades de varias clases, aconsejó a los británicos a retomar el desarrollo y construcción de la Mk I, abandonada algún tiempo antes. Como resultado, obtuvieron la Anti-Tank Mine GS Mark. II (A / TK Mine GSMk. II), cuyo cuerpo era un cilindro relleno de 1,8 kg de baratol (mezcla de TNT y nitrato de bario), cuya tapa de presión era un platillo apoyado sobre el cuerpo de la espoleta. Para colocar la mina en posición de seguro o de combate, solo había que girar la tapa a izquierda o derecha. Sin embargo, tenía el problema de que su sistema de encendido era muy complejo y difícil de fabricar, lo que propició la aparición de diferentes versiones hasta la MK 7 de 1951, que fueron dotadas con cargas de hasta 3,4 kg. Como datos curiosos, citaremos que, ante la previsible invasión del Reino Unido, todas las minas Mk II y Mk III fueron enviadas al sur de Inglaterra para proteger las playas y, a pesar de que las tropas no estaban adiestradas, a partir del verano de 1940, plantaron un total de 350.000. Sin embargo, dada la nula experiencia existente sobre el uso de este tipo de ingenios, no marcaron la posición de las minas por lo que, al final de la guerra, tuvieron que continuar las labores de limpieza hasta finales de los años 50, existiendo zonas cerradas al público hasta 1972. Por último, citaremos que, para la limpieza de la costa sur inglesa utilizaron, según el historiador M. Kroll, un total de 60.000 prisioneros alemanes, de los que murieron entre el 8 y el 17%. El mismo final tuvieron otros 155 zapadores británicos y, al parecer, también participaron varios miles de ucranianos que lucharon junto a los alemanes en la guerra, bajo la amenaza de ser entregados a los rusos, aunque desconocemos las cantidades de heridos y muertos que se produjeron.

Las dificultades logísticas para enviar grandes cantidades de minas terrestres al Norte de África, obligó al Ejército británico a proponer la construcción de minas en Egipto, enviando a los zapadores destinados en la zona varias minas Mk II y los esquemas e informaciones necesarias. Sin embargo, ante las dificultades para construir las espoletas principalmente, realizaron sus propios componentes, que dieron como resultado una mina distinta y mucho más sencilla, cargada con TNT puro, del que había grandes cantidades en la zona. Para diferenciarla del modelo original fue denominada Mina A/TK EPMk.II (EP de versión egipcia), y era algo más grande y menos pesada, pero con un carga más potente (2,04 kg de TNT puro frente a 1,8 kg de baratol). Posteriormente, también fabricaron los modelos Mk V y Mk VI, que tuvieron un papel muy relevante en las operaciones del Norte de África, si bien, cuando dejaron de producirse en 1943, pasaron muy rápidamente al olvido.

Es importante citar que los británicos, primero por desinterés y, después, por premura de tiempo, no diseñaron minas contrapersonal, aunque desarrollaron una gran cantidad de ingenios multiuso que podemos definir como minas de sabotaje y para la realización de trampas, entre las que destacan dos ejemplares que, inicialmente clasificadas como minas contracarro, lo cierto es que podían ser usadas para diferentes cometidos pero no para destruir los carros, ya que disponían de una carga de tan solo 680 gr. Fueron denominadas Mina Nº 75 Hawkins Grenade Mark I (Nº. 75 MK.I) y Mark II (Nº. 75 MK. II), siendo muy utilizadas por los comandos, a menudo con explosivos adicionales adosados.

Para el desembarco de Normandía, el Ejército británico llegó al convencimiento de que necesitaba un tipo de mina contracarro muy compacta y del menor peso posible, para ser transportada en ciertas cantidades sin suponer un problema logístico, dando lugar a la mina A / TK Mine GSMk. Vc. Realmente era una variante de la GSMk. V pero de menor tamaño y peso reducido a 3,63 kg, frente a los 5,67 del modelo inicial. El peso de la carga también fue rebajado hasta los 2 kg, que consideraron suficientes para destruir o dañar los carros del momento, aunque este es un dato bastante discutible (pensemos en el Panther o el Tiger, por ejemplo). Este ingenio permaneció en servicio hasta los años 80, primero como Mk. Vc y, más tarde, como Mk. 5.

En la época entre guerras, algunos países como el Reino Unido no prestaron atención al desarrollo de minas, por lo que tuvieron que retomar la Mk I abandonada con anterioridad, dando lugar a los modelos Anti-Tank Mine GS Mark. II y posteriores, que culminaron en 1951 con la Mk 7, incluida la variante realizada en Egipto sobre el terreno (A/TK EPMk.II).

El mayor auge de las minas contracarro se produjo durante las décadas posteriores a la SGM.

Minas contrapersonal

En lo referente a las minas contrapersonal, debemos aclarar que fueron diseñadas para provocar los mayores daños posibles, pero sin producir la muerte de los afectados, ya que los heridos provocan más problemas al enemigo al afectar a su sistema sociosanitario. Por consiguiente, a lo largo de los años, han ocasionado un sinfín de lesiones graves y, no sólo durante los conflictos, sino mucho tiempo después de que hayan finalizado[2]. Como ejemplo, se calcula que, aproximadamente, existen unos 110 millones de minas abandonadas en más de 60 países de todo el mundo, ocasionando cada año más de 26.000 muertos y heridos o mutilados, que exigen atenciones médicas durante mucho tiempo. Además, la mayoría de afectados suelen ser mujeres, niños y campesinos de países del tercer mundo. Como datos de interés, podemos citar los siguientes: en Camboya existen más de 25.000 mutilados por acción de las minas, uno de cada 236 individuos (hay unos 10 millones de ingenios sin localizar); en Angola, una de cada 470 personas tiene secuelas graves causadas por explosiones de minas, existiendo unos 10 millones en situaciones desconocidas; sólo en 2009, Colombia tuvo 777 víctimas por la acción de ingenios explosivos; por último, entre los países con mayor cantidad de minas abandonadas cabe citar Afganistán, Bosnia-Herzegovina, El Salvador, Irak, Mozambique, Nicaragua, Perú, Sáhara Occidental, Somalia, y Sudán. Además, aunque la mayoría de minas almacenadas ya han sido destruidas, podemos aventurar que todavía quedan grandes cantidades[3], que no han sido desactivadas bien porque no han querido sus usuarios o, simplemente, por falta de medios económicos, dado el elevado coste de su desmantelamiento.

El “Tratado de Otawa o Convención sobre la prohibición del empleo, almacenamiento, producción y transferencia de minas antipersonales y sobre su destrucción”, entró en vigor el 1 de marzo de 1999, siendo firmado por 156 estados y ratificado por unos 40; sin embargo, otros países, entre los que se encontraban EEUU, India, Israel, Corea del Norte y del Sur, la R. P. China, Pakistán y Rusia, no se integraron en la Convención.

Entre las minas contrapersonal existen dos modelos básicos: las estáticas, enterradas o camufladas en el terreno, pero que hacen explosión sin moverse de sitio, y las ya citadas  de salto, también denominadas de tipo rana que, mediante la correspondiente carga de proyección, son lanzadas hacia arriba hasta 1 o 2 metros del suelo antes de explosionar, lo que aumenta su efecto destructor en varias decenas de metros.

Como hemos visto, durante la SGM fueron empleadas grandes cantidades de minas por algunos ejércitos como el alemán y el ruso[4] y, en menor medida, en otros como el británico, el norteamericano, el italiano, el japonés…Sin embargo, el verdadero auge de las minas se produjo en los años y décadas posteriores, paralelamente al de los carros, cuya importancia y valor futuro eran realmente innegables. De ahí que la práctica totalidad de los Ejércitos se dotaron de enormes cantidades de minas, algunas compradas directamente, otras de fabricación propia o copiadas y, además, en sus dos categorías, ya que su empleo conjunto era mucho más eficaz. Finalmente, tras la firma del Tratado de Otawa, aunque todavía existen países que no lo han adoptado, cabe suponer que, a medio o largo plazo, las presiones internacionales, obligarán al abandono definitivo de las minas contrapersonal. Al menos, eso es lo que cabe esperar[5].

Tras la firma del Tratado de Otawa, en 1999, muchas de las minas contrapersonal fueron destruidas, pero aún quedan millones dispersadas por más de 60 países de todo el mundo.

Minas contrapersonal utilizadas por las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia).  

Vista parcial del museo de minas de Camboya, uno de los países más afectados por las minas abandonadas.

Tipos de minas terrestres por su sistema de activación

El sistema de activación se basa en el uso de espoletas de los siguientes tipos:

  • Mecánicas: A presión, alivio de presión, tracción, y alivio de tracción. Para que las minas contracarro fueran activadas aunque el vehículo no las pisara, fueron ideadas unas espoletas de varilla de suficiente altura que, al chocar contra el suelo del vehículo, activaban la mina, que actuaba además, en la zona más débil del blindado, la panza. De ahí que los carros y blindados modernos reciban unas grandes y pesadas planchas de coraza adicional, debajo del suelo, a menudo en forma de V, que aumentan enormemente la protección antiminas, aunque ello implique un importante incremento de peso.

  • Eléctricas, que pueden activarse manualmente usando un explosor o cualquier otra fuente eléctrica, o con diversos tipos de sensores (magnéticos, ópticos, acústicos, sísmicos, infrarrojos…y, por supuesto, de varios usos). Suelen ser las más utilizadas para activar los explosivos improvisados o IED.

  • Químicas que, mediante presión, se rompe una ampolla, rellena con una sustancia química que reacciona e inflama, o hace estallar el detonador. Como variante de este tipo de ingenios, los alemanes llegaron a usar lanzallamas enterrados que se activaban a distancia con un cable, encendiéndose en el momento que el enemigo entraba en la zona protegida. Los rusos también desarrollaron unas minas inflamables que, al accionarse, producían llamas de gran violencia.

  • De retardo, provistas de una mezcla química o un mecanismo de relojería o similar, de manera que la explosión se produzca algún tiempo después de ser accionadas. Suelen utilizarse en cargas improvisadas o minas trampa.

Entre 1952 y 1956, con la finalidad de impedir la infiltración de la infantería enemiga en Vietnam, los norteamericanos desarrollaron una mina de fragmentación y de tipo direccional, denominada M18 Claymore. El modelo inicial pesaba 1,59 kg, de los que 680 gramos correspondían a la carga explosiva de C4. Integraban unas 700 bolas de acero que,  lanzadas a 1.200 m/sg, formaban una nube de fragmentos con forma de abanico de 60º, con una altura de 2 metros y un alcance de 50. Inicialmente, eran detonadas a distancia mediante un cable eléctrico, si bien ya existen versiones con todo tipo de sensores. La carcasa es de color verde (la de instrucción es azul) y de forma convexa con una inscripción en la parte frontal que pone: “FRONT TOWARD ENEMY” (este lado hacia el enemigo). Además, en la parte inferior dispone de un par de patas de tijera para colocarla verticalmente en el suelo.

A partir del diseño de las minas Claymore, diferentes países han fabricado modelos similares como es el caso de la MRUD yugoslava, MDH vietnamita, MAPED F1 francesa, MS 803 sudafricana y, sobre todo, las rusas MON 50, MON 90, MON 100 y MON 200 (las dos últimas de forma cilíndrica). Como datos anecdóticos, citaremos que la MON-50 pesa unos 2 kg (0,7 de la carga), mientras que en la MON-100 son de 5 y 2 kg, y en la MON-200 alcanzan los 25 y 12 kg, respectivamente, lo que nos puede dar una idea de su gran poder destructivo.

A principios de los 90 del siglo pasado, comenzó el desarrollo de las denominadas minas de efecto dirigido y de las inteligentes. Las primeras son lanzagranadas o armas lanzadoras similares, instaladas sobre un soporte y dotadas del correspondiente sensor (acústico, óptico, sísmico…) que son colocadas sobre el terreno para cubrir las posibles avenidas de las fuerzas acorazadas enemigas. Por su parte, las inteligentes son lanzables desde varios tipos de plataformas (aviones, artillería, misiles, etc), estando su funcionamiento basado igualmente  en el empleo de uno o varios sensores. Una vez que el objetivo está situado en el lugar adecuado, lanzan el proyectil hacia arriba mediante la correspondiente carga de proyección y, en el momento oportuno, atacan el blanco por el techo, lanzándole un proyectil autoforjado. La más destacable es la M-93 Hornet norteamericana, si bien, tenemos constancia de que los rusos también disponen de algunos modelos.

Hoy en día, la diferenciación entre minas de efecto dirigido e inteligentes es totalmente difusa, dada la gran diversidad de ejemplares en los que se han mezclado ambas tecnologías. Así, junto a lanzagranadas dotados de sensores como el Ajax/Apilas franco-británico, AT4/Ajax sueco, Piaf francés, Panzerfaust alemán, Adder británico, Arges internacional, etc, descubrimos equipos compuestos por un cohete que es lanzado directamente sobre el objetivo (PARM1/2 alemanes) o que pasa por encima de él y lo ataca verticalmente con cargas autoforjadas (TEMP 30 ruso), o bien, están constituidos por potentes cargas huecas de diversos alcances y capacidades de perforación (FFV 016 sueca, IHM sudafricana, IRMAH y MIACAH franceses, TM-83 rusa, etc).

Minas magnéticas de la SGM (arriba) y lanzallamas usado como mina incendiaria y mina química.

Las minas Claymore (arriba) fueron diseñadas durante la guerra de Vietnam copiadas posteriormente por varios países como Yugoslavia y la Unión Soviética (abajo).

Vistas de la mina MON-100  que es, como la MON-200 de forma cilíndrica.

Mina de efecto dirigido internacional Arges, constituida por una especie de lanzagranadas dotado del correspondiente sensor que sirve como dirección de tiro.

El sistema PARM 1/2 es un lanzacohetes dotado de una dirección de tiro compacta.

Sistemas de minado y limpieza de minas terrestres

Hoy por hoy, no está descartada la instalación de campos de minas de forma manual, si bien existe una clara tendencia hacia el empleo de sistemas mecánicos de siembra y dispersión, más rápidos y seguros. Además, continuamente surgen nuevas versiones factibles de ser diseminadas desde helicópteros, aviones, misiles y artillería clásica o cohete que, dotadas de espoletas programables, quedan desactivadas pasado un cierto tiempo.

Entre los numerosos ejemplos disponibles, citaremos las MIFF, MUSA, MUSPA y AT-2 alemanas, Hades británica, SATM y Tipo 84 chinas, Krizna eslovaca, AC y AT francesas, SB-81 italo-española, TDS norteamericana, NM-111/121/123 polacas, y POM-2S, PFM-1, TM-62M y PTM-3 rusas.

La principal diferencia entre siembra y dispersión radica en que la primera exige que la mina se entierre, bien manualmente, o mediante un equipo mecánico que, instalado en un vehículo o remolque, dispone de un arado para abrir un surco en el suelo, al tiempo que un dispensador, generalmente programable, va dejando caer las minas a la distancia seleccionada, enterrándolas a continuación. Aunque es un sistema bastante fiable tiene dos problemas básicos: La dificultad de trabajar en terrenos duros o pedregosos, y la lentitud del minado.

Por su parte, la dispersión, aunque deja los ingenios en la superficie y, por lo tanto, son fáciles de ver y desactivar, presenta la enorme ventaja de su rápida colocación, al tiempo que, como ya hemos citado, pueden utilizarse diversos métodos para lanzar las minas. Además, realmente no crea campos de minas perfectamente organizados, sino tapones de minas que pueden ser muy útiles para momentos críticos o si prevemos utilizar ese mismo terreno pasado algún tiempo, cuando las minas ya se hayan desactivado, o bien, hayamos abierto uno o varios pasillos.

El desminado consiste, básicamente, en la eliminación de las minas existentes en una zona de terreno, pudiendo ser de dos tipos: militar y humanitario. La principal diferencia entre ambos radica, en primer lugar, en la urgencia de realizarlo y, además, de la exactitud y eficacia exigida. De hecho, si nos encontramos durante un combate, generalmente primará la rapidez sobre la precisión, por lo que suelen admitirse ciertos riesgos; sin embargo, en el desminado humanitario, no es imprescindible la rapidez con la que se haga, pero se exigen unos porcentajes de éxito muy elevados[6], no siendo admisibles accidentes que afecten a la población civil; en consecuencia, a menudo, la zona en cuestión es sometida a varios procesos sucesivos.

El desminado puede hacerse de forma manual, utilizando un sencillo detector y un machete o pieza metálica con punta, y removiendo las minas a mano, o bien colocando una pértiga explosiva (derivada de las denominadas minas o torpedos Bangalore), que se coloca sobre el campo minado y se hace explosionar, abriendo un pasillo de diferente anchura, según el tipo de pértiga y lo profundas que se encuentren las minas.

Los chinos han utilizado, en la zona fronteriza entre su país y Vietnam, un sistema consistente en realizar cortafuegos, alrededor de la zona minada, prendiéndole fuego a continuación, de manera que hasta un 90% de las minas contrapersonal detonan o se funden. Pero, si el terreno lo permite, lo más eficaz, rápido y seguro es utilizar sistemas mecánicos como arados o rejas, escorpiones o rodillos, derivados de los que aparecieron en la SGM, instalados en vehículos diseñados expresamente (carros de zapadores y máquinas especiales), o bien, acoplados en carros o blindados diversos.

Estos sistemas son, probablemente, los que ofrecen mayor seguridad y rapidez en la limpieza, lo que ha propiciado la aparición de numerosos equipos que cubren todas las necesidades. De hecho, echando una simple ojeada, encontramos numerosas firmas especializadas en todo el mundo, que desarrollan equipos tanto para implementar a los carros y blindados existentes, como para utilizarlos aisladamente en cometidos de detección y limpieza. Por supuesto, entre los numerosos diseños existentes, encontramos sistemas ligeros, medios y pesados, tripulados o manejados por control remoto, y muy útiles también para las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad, realizando funciones antiterroristas.

Solo a título de ejemplo, citaremos las siguientes empresas del sector: Aardvark (EEUU), Aunav (España), Bozan (Eslovaquia), CSI (EEUU), DCD-Dorbyl (sudáfrica), Doking (Croacia), Force Protection (EEUU), Hitachi (Japón), Hydrema (Dinamarca), IAI Ramta (Israel), iRobot (EEUU), MBDA (Francia), Mine Wolf (Alemania), Pearson Engineering (EEUU), Qinetic (EEUU), Rafael (Israel), Rheinmetall (Alemania), Rosoboronexport (Rusia), Sisu (Finlandia), Urdan (Israel), etc. Por supuesto, si incluyéramos las firmas dedicadas a desarrollar robots o equipos de control remoto, especialmente los ligeros, la lista sería interminable, así que lo dejaremos para mejor ocasión.    

También son muy utilizados los equipos de detección electromagnética, incluidos los georadares o radares de penetración terrestre GPR (Ground Penetrating Radar), que disponen de un GPS, lo que facilita enormemente la localización de las minas y, por consiguiente, del contorno de la zona minada. Sin embargo, este sistema es bastante problemático ya que puede verse alterado por diferentes objetos como cambios en la humedad del suelo, rocas o piedras, raíces de árboles, etc. En consecuencia, es aconsejable usarlos de forma combinada con otros detectores de metal, lo que aumenta bastante la eficacia del conjunto.

Del mismo modo, es factible detectar minas dirigiendo a la zona afectada una serie de ondas sonoras, que provocan vibraciones en los ingenios, lo que permite localizarlos buscando las vibraciones en la superficie mediante un láser. Algunos dispositivos dotados con este sistema ya están siendo probados por la Universidad de Mississippi y varias empresas.

Otros sistemas menos sofisticados pero que también están dando resultados positivos, son los basados en la utilización de animales adiestrados como los perros, abejas, ratas gigantes africanas de carrillos o HeroRATS[7], una mangosta enana utilizada en Sri Lanka, guiada por un robot manejado por control remoto, etc. Con vistas al futuro, ya están probando otros sistemas de desminado más tecnológicos, como son:

  • Detección nuclear, irradiando neutrones térmicos a la mina, y buscando los rayos gamma emitidos por el nitrógeno-15, muy presente en los explosivos de aquélla. Como fuentes de neutrones es posible utilizar el californio-252 o, mejor aún, el tritio, que es menos radiotóxico, en caso de producirse una explosión accidental. Este sistema ha sido propuesto para dar seguridad en zonas muy concurridas como aeropuertos, bases militares, estaciones de ferrocarril, etc

  • Utilización de plantas[8] que, manipuladas genéticamente, cambian a un determinado color en contacto con el óxido nitroso, filtrado de ciertos explosivos. Aunque ya se han conseguido algunos logros, aún queda un largo camino por delante.

  • El uso de la bacteria denominada bioreporter, modificada genéticamente, fue pulverizada sobre un campo minado, y produjo fluorescencia al ser iluminada por luz ultravioleta, en presencia de TNT. Aunque este método permitiría limpiar una zona de bastante extensión en muy poco tiempo, por ahora produce bastantes falsos positivos, sobre todo cerca de algunas plantas y agua, aparte de que, por el momento, no ha podido detectar algunos explosivos como el RDX, muy empleado también en las minas.

  • El uso de robots o, mejor dicho, de vehículos de control remoto, de pequeño, medio y gran tamaño, ya podemos considerarlo generalizado, si bien, cada día, siguen desarrollándose equipos con nuevas tecnologías, que permiten seleccionar diferentes ejemplares de muy variadas características, de acuerdo a las necesidades de los posibles usuarios. De hecho, están dotados de diferentes implementos como brazos eléctricos, diversas cámaras de TV y térmicas, así como conducción delantera y trasera, equipos para desactivación de explosivos, mástil multiusos, sistemas de detección (rayos X, varios NBQR opcionales, pólvoras y explosivos…), ganchos de remolque, tracción de ruedas y/o cadenas, etc.

En los últimos años, están de moda las denominadas mangueras explosivas, aunque la realidad es que existen versiones desde hace varias décadas (MICLIC norteamericana, Giant Viper y la moderna Python británicas, Tipo 92 japonesa, MTK, MTK-2, UR-77 soviéticas/rusas, etc) que, atadas a un cohete, son remolcadas sobre el campo de minas, en el que abren un pasillo tras explosionar. Sin embargo, este sistema presenta ciertos problemas si el terreno tiene muchos accidentes o arbolado, ya que, para ser realmente eficaces, es necesario que la manguera se quede bien pegada al suelo. Como caso especial, el modelo ruso UR-77 dispone de una manguera doble, por lo que sus efectos cabe suponer que serán mayores, abriendo una brecha más ancha y profunda en el campo de minas pero, con toda probabilidad, también será más corta (la mitad aproximadamente). También es necesario destacar que el ET español adquirió en 2018 el sistema sudafricano, de la empresa Rheinmetall Denel Munition, el modelo Plofadder 160 AT que es capaz de abrir una brecha de 160 metros de largo y 9 de ancho, destruyendo las minas enterradas a profundidades de hasta 30 cm.

Aunque sea a título meramente anecdótico, citaremos que existen unas mangueras explosivas de tamaño mucho más reducido y transporte manual, especialmente diseñadas para desactivar las minas contrapersonal; y, no olvidemos, que todavía existen bastantes países que no han renunciado a su uso. Como ejemplo, citaremos el sistema norteamericano APOBS, formado por dos cajas transportadas como sencillas mochilas, y cuyo cohete se lanza desde un tubo anclado en una de las cajas, que se apoya en el suelo.

Otro sistema similar, muy eficaz también contra cargas improvisadas o IED (Improvised Explosive Device), así como en cualquier tipo de terreno, consiste en lanzar una serie de granadas o cohetes de gran poder destructor que, al explotar a ras de suelo o antes de impactar, abren un pasillo en el campo de minas. Como ejemplos más destacados podemos citar los siguientes:

  • SVO checo. Emplea 24 granadas de 245 mm de calibre, con un alcance de 250 a 530 metros. Puede funcionar en forma manual, semiautomática y automática, lanzando una granada, un grupo de ellas, o las 24 en una sola salva. La carga explosiva, clásica y de 26,5 kg de peso, actúa a 30 cm del suelo gracias a que dispone de una espoleta piezoeléctrica. Según el fabricante, una sola granada es capaz de limpiar de minas un área de 9 metros de diámetro, mientras que una salva completa abre una brecha de 5 metros de ancho y 100-200 de profundidad. Además, también pueden emplearse  para limpieza de pequeños cursos de agua, siempre que la profundidad del agua no sea superior a los 5 metros.

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