En las últimas dos décadas la Royal Navy ha sufrido un declive sin precedentes en su historia. La pérdida de capacidades anfibias, de la aviación embarcada, de los aviones de patrulla marítima o un buen número de escoltas ha tenido efectos catastróficos sobre la orgullosa institución británica. Ahora, con el anuncio de inversiones multimillonarias y la entrada en servicio de los portaaviones clase Queen Elizabeth, los nuevos cazas furtivos embarcados F-35B, la construcción de las fragatas Type 26 y Type 31 y la apuesta por los buques autónomos pretenden recuperar su lugar y volver a proyectar su poder a lo largo y ancho del globo.
En España, por motivos históricos y culturales, la pérfida Albión ha sido considerada siempre el enemigo a batir, algo que es especialmente cierto cuando hablamos de la Royal Navy. Los hechos acaecidos a lo largo del siglo XX aproximaron a Londres a Europa, de una manera diferente a la conquista militar o la subyugación de las naciones europeas o los deseos e intereses británicos, a través de una serie de asociaciones supranacionales y culminando en su ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1973. Se sumaron al proyecto europeo, como no podía ser de otra forma, de una manera muy británica, sin rechazar nunca su propia moneda ni a sus particularidades y manteniendo siempre cierta distancia.
Esta excepcionalidad británica cristalizó en el resultado del referéndum del 23 de junio de 2016 y el posterior proceso de Brexit, todavía inconcluso, pero con importantes consecuencias para la seguridad tanto de los socios de la UE-27 como para los propios británicos. Se entiende así que en los últimos días el gobierno encabezado por Boris Johnson haya anunciado una inversión sin precedentes en defensa, que afecta especialmente a la Royal Navy. Aprovechamos pues este hecho clave para analizar, a lo largo de las próximas líneas, el futuro de esta institución, sus proyectos, sus aciertos y las previsibles dificultades que habrán de atravesar.
Lo haremos desde los datos y la razón, alejándonos de muchos diagnósticos demasiado afectados por el deseo de desquite o demasiado superficiales. Al fin y al cabo, si bien Londres ya no posee una flota con varios portaaviones en operación a un tiempo, ni una presencia global continua, ni tampoco una extensa red de colonias por todo el globo, su situación dista de ser dramática. En general, el Reino Unido posee una flota compensada para operaciones navales y disfruta de un potente sistema logístico, que le permite operar en prácticamente cualquier escenario que Londres decida. No se debe obviar en este asunto, ni tampoco la especial relación político-militar con Washington, que les confiere acceso tanto a las instalaciones logísticas estadounidenses, como a sus servicios de Inteligencia y arsenales.
La flota de combate de la Royal Navy
Pasemos a desglosar por secciones las diferentes unidades que componen la Royal Navy, incluyendo sus más importantes programas en cada uno de los apartados que la componen, así como el armamento y sistemas con los que cuentan para cumplir con su misión.
Submarinos Estratégicos
El Reino Unido es una de las escasas naciones que poseen armamento nuclear estratégico. Como tal, debe mantener una importante infraestructura en torno a su armamento estratégico, sin lo cual sería imposible garantizar la capacidad de disuasión nuclear. A diferencia de Francia, sus misiles y cabezas nucleares estratégicas provienen de los Estados Unidos. Es más, estos poseen una capacidad de veto sobre el uso de dichos misiles. Los programas estratégicos representan unos costos que pesan mucho sobre los presupuestos generales de toda la nación y tienen un importante efecto sobre las fuerzas convencionales, aunque obviamente las ventajas en términos tanto de disuasión como de peso político superan en mucho a los costes.
En 2019 se cumplieron 50 años desde que la Royal Navy tomó dicha responsabilidad. Actualmente siempre hay un SSBN (Submarine Ship Ballistic Nuclear) en patrulla estratégica, misión esta encomendada a los SSBN clase Vanguard, que sustituyeron a los SSBN Resolution y que fueron ordenados entre 1986 y 1992. Con una eslora de 149 metros y un desplazamiento en inmersión de 16.000 toneladas, portan 16 SLBM Trident II D-5 con capacidad MIRV (Multiple Independently Targetable Reentry Vehicle)[1]. La flota estratégica la componen 4 unidades (Vanguard, Victorious, Vigilant y Vengeance) con base en Faslane.
Esta flota, por cierto, ha sufrido varios incidentes. En 2009 y para demostrar que los riesgos en las operaciones submarinas aún existen, el SSBN Vanguard colisionaría en inmersión con el SSBN francés Le Triomphant, requiriendo 5 meses de reparaciones.
Los SSBN británicos han recibido una importante modernización entre los años 2002 y 2015. Las cabezas nucleares son del tipo A90, de diseño británico a pesar de ser transportadas por un misil estadounidense y cuentan con una potencia de 150 kilotones. Inicialmente los SLBM (Submarine-Launched Ballistic Missile) a comprar hubieran sido los Trident I C-4, pero al cancelar el proyecto los EE. UU., la Royal Navy optó a comienzos de los 80 por equiparse con el mismo vector de la clase estadounidense Ohio. El contrato fue por 58 misiles, de los cuales aún disponen de 50 unidades. Gracias a que se benefician de las mismas modernizaciones que implementa la US Navy en sus Trident II, se espera que estén operativos hasta el año 2042.
Asegurar el futuro de esta fuerza de disuasión es una de las prioridades en Whitehall y es por ello que un nuevo programa está en marcha desde hace años con dicho objetivo, habiéndose definido ya la clase sucesora de los Vanguard. El proyecto, conocido como Sucessor, ha servido para definir una nueva clase de SSBN conocida como clase Dreadnought, que es proyecto de defensa más caro jamás llevado a cabo por el Ministry of Defense del Reino Unido. De hecho, es un programa tan complejo y controvertido que, como novedad, se obliga al titular de defensa a dar novedades acerca de los progresos de forma anual ante el Parlamento Británico, algo inaudito hasta el momento.
Hablamos de un monto total, estimado en 41.000 millones de libras esterlinas (aproximadamente 45.500 millones de euros) y que en la actualidad ya está consumiendo recursos por valor de 1.200 millones de libras por año. BAE Systems y Rolls Royce son las empresas matrices en dicho programa y han definido un submarino con un desplazamiento en inmersión del orden de las 17.200 toneladas, con 153 metros de eslora y 12 silos de lanzamientos para misiles balísticos.
Debemos mencionar que la Royal Navy ha decidido innovar de forma inequívoca con respecto al resto de naciones que operan SSBN, y es que se espera que solo 8 de los 12 silos porten SLBM, quedando los 4 restantes para una combinación de diversos misiles de cruceros o de uso diverso, incluyendo posiblemente misiles hipersónicos en un futuro. Este detalle sirve para apostar por primera vez por un uso no sólo estratégico para una plataforma SSBN. Es cierto que la US Navy ha reconvertido algún antiguo SSBN en SSGN (Submersible Ship (Guided Missile)Nuclear), pero lo que no hace con sus unidades es plantearse un uso dual.
Esto último hace poco representaba un auténtico anatema para las naciones de la OTAN, generalmente dependientes de la doctrina norteamericana, la cual ordena a los SSBN permanecer ocultos en todo momento y lugar, independientemente de la situación táctica u operacional, en su área de patrulla. La Royal Navy, probablemente debido a la escasez crónica de plataformas navales, ha decidido comenzar a amortizar sus inversiones, aunque sea confiriendo un papel secundario y de apoyo a los futuros SSBN. En cualquier caso, el antiguo imperio demuestra así una buena capacidad de innovación tras décadas de patrullas aisladas y silenciosas, algo que hay que valorar.
Respecto al módulo de lanzamiento, será idéntico al usado por los estadounidenses en sus nuevos SSBN(X) (clase Columbia) de los que ya se ha dado la orden de construcción de las primeras unidades. Una vez más, los británicos logran gracias a la comunalidad ahorrar costes y crear sinergias. Asimismo, se adaptarán nuevas innovaciones en los Dreadnought como una configuración de timones en forma de X y un nuevo reactor nuclear refrigerado por agua PWR-3 de nuevo diseño y características.
Ya se ha iniciado el corte de acero para el cabeza de serie de la clase Dreadnought en el astillero de Barrow-in-Furness, donde serán construidas todas las unidades de la clase. Sin embargo, no se espera que se comience la construcción de grandes bloques hasta entrado 2021.
Inicialmente se preveía que los Vanguard fueran dados de baja en 2022, 2024, 2026 y 2029. Sin embargo, problemas causados en el desarrollo de la nueva clase, así como los efectos difícilmente ponderables del Brexit y de la COVID-19, pueden hacer que estos submarinos se mantengan entre 5 a 10 años más operativos sobre las fechas arriba mencionadas. De acuerdo con las ultimas planificaciones del Ministerio de Defensa británico, la primera patrulla estratégica de un Dreadnought está prevista para 2031. Las unidades, por cierto, ya tienen sus nombres asignados; Dreadnought, Valiant, Warspite y King George VI.
Submarinos de Ataque
El Reino Unido mantiene una flota de submarinos de ataque que, aunque corta en número de unidades, representa unas amplias capacidades de combate para la nación, concepción reforzada por el conocido episodio de la guerra de las Malvinas. Precisamente, si es corta en número, se debe a la apuesta por los submarinos de propulsión nuclear, algo que de paso contribuye a mantener la base industrial sobre la que se asientan las capacidades de diseño y construcción de este tipo de ingenios.
La renovación de los antiguos SSN (Submersible Ship Nuclear) clase Trafalgar lleva en curso ya décadas en el Reino Unido. La clase sustituta (Astute), la compondrán 7 unidades de nuevo diseño, de las cuales en la actualidad hay 4 ya en servicio con la Royal Navy, que se suman a las 3 unidades de la clase Trafalgar aún operativas.
Como ocurre con casi cualquier proceso de construcción de submarinos los retrasos, sobrecostes y cuellos de botella se han dejado notar y han afectado a este programa. El retraso global del mismo –sin contar con los posibles efectos que puedan producirse tras el Brexit y la actual pandemia-, asciende ya 4 años. La desviación en cuanto a costes, para nada realista, ya que deberá auditarse en profundidad el programa más adelante, se cifra ya en más de 2.000 millones de libras por encima del presupuesto inicial. Por cierto, ya que muchas veces nos gusta criticar lo nuestro sin atender a lo que ocurre más allá de nuestras fronteras, al igual que le ocurrió a Navantia y a la Armada Española con el S-80, el Ministerio de Defensa británico se vio en la necesidad de solicitar el asesoramiento de la norteamericana General Dynamics para encauzar el programa en su conjunto.
Las razones principales de estos sobrecostos y retrasos tienen que ver con problemas relacionados con el personal del astillero de Barrow-in-Furness. Esta instalación pasaría, tras la formación de la actual BAE Systems en 1999 de más de 10.000 trabajadores a poco más de 3.000. Las pérdidas de conocimientos y experiencias adquiridas por esta masa laboral tan especializada no pudieron ser reemplazada sino sufriendo retrasos e invirtiendo dinero, al no poder alcanzar el nivel de eficiencia requerida por el cliente final. Una historia que aquí conocemos bien…
En el lapso que se preveía entre la finalización de la sexta unidad de la clase Astute y el comienzo de la construcción de los Dreadnought estaba previsto que se volviese a producir un largo periodo de inactividad en el astillero, lo que implicaría una inevitable pérdida de masa laboral gracias a los inevitables despidos, prejubilaciones, etc. El asunto llegó a ser tan escandaloso que los estudios del Parlamento así como los del propio Ministerio de Defensa concluyeron que resultaría menos oneroso para las arcas públicas aprobar la construcción de una séptima unidad de la clase Astute, que no construirla y volver a contratar y a formar a la plantilla del astillero de cara a la construcción de los Dreadnought. No es que a la Royal Navy le sobrara esa séptima unidad, pero que la razón principal para su construcción fuera el mantenimiento de la industria naval es algo que se debe tener muy en cuenta, ya que demuestra una firme voluntad nacional por mantenerla. Un buen aviso a navegantes.
Respecto a la clase Astute, de la que ya hemos hablado en estas páginas, consiste en un submarino de diseño completamente nuevo que en su momento fue el primer submarino diseñado completamente en base a sistemas CAD por ordenador. La forma del casco es absolutamente nueva, con una curiosa mini joroba tras la vela para acomodar el reactor nuclear. Cuenta con placas anecoicas sobre el casco exterior para minimizar la firma acústica en cantidad de 38.000 por buque[2]. Se estima, aunque por supuesto el dato real permanece secreto, que la profundidad de operación supera los 300 metros. La vida operativa inicial, con mejoras en los ciclos de recarga del reactor, estará entre los 25 y los 30 años, aunque podría extenderse, claro está.
La propulsión se basa en un reactor PWR (Pressurized Water Reactor) de Rolls Royce del modelo PWR-2. Este reactor fue inicialmente el desarrollado para la clase Vanguard, y según sus diseñadores podía asegurar 40 circunvalaciones a la Tierra sin necesidad de recargar el combustible. Sea o no verdad, lo que si ha asegurado a la Royal Navy es que no necesitará recargar el reactor durante toda la vida operativa del submarino, una operación tan compleja como peligrosa. Dos turbinas de vapor, de Alstom, generan el vapor necesario para el movimiento de un eje propulsor, que es acoplado a un pump-jet, también de Rolls Royce, y que proporciona 27.500 CV de potencia, traduciéndose en, al menos, 29 nudos en inmersión[3].
Los Astute, una vez más en estrecha colaboración con la US Navy, portaran misiles de crucero de lanzamiento submarino a través de los tubos lanza torpedos. Concretamente será el Tomahawk Block IV de ataque táctico. Asimismo, contaran con los torpedos pesados Spearfish.
Las 3 unidades pendientes de entregar por el fabricante se espera que se retrasen, recibiéndose la última de ellas hasta 2026, o incluso más allá debido a los problemas creados durante este año tan particular y caótico que ha sido el 2020.
Portaaviones
Probablemente la mayor prioridad que la Royal Navy haya tenido en los últimos dos decenios haya sido la entrada en servicio de nuevos portaaviones convencionales. La guerra de las Malvinas enseñó al Reino Unido la importancia de contar con portaaviones capaces de proyectar el poder militar en áreas muy alejadas de la metrópolis. De algún modo la acción de retomar las Malvinas, gracias en gran parte a la disponibilidad de poder aéreo embarcado, caló hondo en la sociedad británica, que sufrió un verdadero trauma cuando la Royal Navy dejó de poseer portaaviones.
El esfuerzo para que la flota recuperara dicha capacidad ha sido enorme, no solo desde el punto de vista económico -con un impacto terrible para el conjunto de las FF. AA. Británicas- sino también para su maltrecha industria naval que se vio ante un reto que era incapaz de asumir con garantías.
La construcción de los portaaviones clase Queen Elizabeth, que en realidad aún continua, comenzó en 2008 y muchas fueron las opciones barajadas, tanto en lo concerniente al propio diseño, como a los socios, pues en un primer momento se contaba con Francia para el programa.
Con un costo real que aún no ha sido determinado, cada portaaviones parece que rondará finalmente los 3.000 millones de libras esterlinas (3.360 millones de euros), sin incluir su ala embarcada, ni por supuesto la necesidad de nuevos escoltas. También requerirán de una tripulación de unos 1.800 hombres por buque, lo que es otro de los grandes problemas de la Royal Navy, institución a la que le cuesta mantener una plantilla adecuada para todas sus unidades.
El Queen Elizabeth ha sido el cabeza de serie. Entregado a la Royal Navy en 2017 está aún en fase de pruebas avanzadas, pero ya bajo el mando de la Flota. El Prince of Wales, su gemelo, fue comisionado en diciembre del 2019 y se encuentra todavía en un estado más prematuro de alistamiento.
El Queen Elizabeth permanecería en la costa Este de los Estados Unidos entre agosto y diciembre de 2.018 entrenándose para lo operación de los cazas de despegue vertical Lockheed Martin F-35B Lightning II, adquiridos por el Reino Unido. De las conclusiones extraídas de dichos entrenamientos, la principal es que la tripulación embarcada para operaciones aéreas en los portaaviones británicos es insuficiente para mantener el ritmo deseado de operaciones aéreas. Al parecer el Ministerio de Defensa y la Royal Navy han aprobado el incremento de personal embarcado[4] al objeto de subsanar esta carencia.
Durante 2019, el buque pasaría por un periodo de mantenimiento en Rosyth, en el que se aprovechó también para instalar equipos CIWS Phalanx. Posteriormente volvería a los EE. UU. para entrenarse con los F-35B del 617º Escuadrón antes de su entrega definitiva a la Royal Navy. La capacidad operativa inicial llegaría un año más tarde buscando la posibilidad de ejecutar su primer despliegue operativo en aguas lejanas.
El principal interés de la Royal Navy, ahora que han recuperado la capacidad de operar portaaviones convencional y que pueden desplegar sus unidades en cualquier parte del globo, pasa por el Lejano Oriente, que es como los británicos definen a la zona más allá de Suez, es decir, lo que comúnmente denominamos Asia-Pacifico y cada vez más, región Indo-Pacífica. Concretamente el primer despliegue del Grupo de Combate del Queen Elizabeth, que contará con escoltas internacionales, se desarrollará en aguas del Mediterráneo Oriental, Oriente Próximo y las costas asiáticas.
Seguramente lo hagan buscando ejecutar operaciones FONOP (Freedom Of Navigation Operations) en zonas en disputa con la República Popular de China. Tendremos que ver los efectos que este despliegue puedan tener sobre Beijing, aunque ahí deberíamos agradecer a Londres la acción que van a realizar. No es menos cierto, por otra parte, que este tipo de despliegues ayudarán a Londres a recuperar parte de su antiguo prestigio internacional, que se había resentido debido entre otras cosas a los problemas de la Royal Navy en los últimos años.
Volviendo sobre el tema de la implicación internacional, en la escolta del Queen Elizabeth han confirmado su participación tanto los Estados Unidos como Holanda. El Ala Embarcada estará compuesto por el 617º Escuadrón de la RAF y por otro escuadrón de F-35B del USMC acompañados de al menos 1 MV-22 Osprey, también de los US Marines. Los helicópteros embarcados serán Merlin HM2 de guerra antisubmarina pertenecientes al 820º Escuadrón de la Royal Navy y Merlin Crownest AEW del 845º Escuadrón naval. Muy significativo para el futuro es la integración de unidades de F-35B de otras naciones en estos portaaviones británicos de forma rutinaria, lo que abre las puertas a futuras colaboraciones del mismo tipo. Además, tras el Brexit esta posibilidad permitirá al Reino Unido una mayor flexibilidad a la hora de implicarse en determinadas áreas al no hacerlo en solitario.
El Prince of Wales, por su parte, fue comisionado en 2019 aunque se encuentra en una situación algo más difícil que su gemelo. Los retrasos en las entregas de los F-35B británicos afectan a este portaaviones, mientras las asignaciones presupuestarias tras el Brexit/COVID también tendrán su efecto sobre la entrada en servicio del Prince of Wales, aunque el reciente anuncio de inversiones multimillonarias en defensa posiblemente allane el camino de aquí en adelante. No hay que olvidar que mucho antes de todo esto ya se hablaba de la posible puesta en reserva de uno de los dos portaaviones con el objetivo de reducir costes operativos asociados tanto al propio buque como a la necesidad de contar con dos tripulaciones completas.
Ocurra lo que ocurra, serán buques impresionantes, dado su desplazamiento, de 65.500, una eslora de 264,5 metros entre perpendiculares y una manga de 39 en la línea de flotación. La cubierta de vuelo tiene unas medidas de 283 x 73 metros. La planta propulsora está basada en un diseño de Rolls & Royce-Wärtsilä que proporciona a dos líneas de ejes una potencia de 108.000 CV para 27 nudos de velocidad máxima. Como armamento embarcado contarán con 3 sistemas Phalanx CIWS y artillería antiaérea DS-30 M Mk 2.
Por último, en relación con la clase Queen Elizabeth, es inevitable comentar que tanto BAE Systems como el Gobierno Británico están tratando de posicionar una variante de este diseño para el programa de portaaviones de la Armada India. Concretamente se trata de la variante CATOBAR por la Royal Navy y descartada en 2012, que estaba equipada con catapultas y cables de enganche. Aunque el programa hindú es complicado y sus gestiones son difíciles de entender, no es descartable a priori, que Londres sea capaz de cumplir con su objetivo y exportar este buque, lo que sería un logro considerable.
Escoltas
La situación de la Royal Navy en lo relativo a los buques de escolta no difiere en demasía de la de otras armadas equiparables como la Marine Nationale francesa, resultando escandalosa la diferencia entre los años anteriores al derrumbe soviético y la actualidad. Para 1991 la Royal Navy contaba con 13 destructores de diferentes tipos y variantes y con 34 fragatas, a las que se sumarían 17 unidades nuevas cuya construcción estaba prevista para los años siguientes. Una fuerza global de 47 escoltas oceánicos modernos y de grandes capacidades, cifra impresionante. La comparación con el número actual es devastadora, máxime si entramos a analizar su operatividad presente.
En la actualidad la Royal Navy cuenta con 6 destructores Type 45 cuya misión principal es la de defensa antiaérea de la flota, contando con misiles Harpoon para la guerra de superficie. El diseño es completamente británico, tras retirarse el Reino Unido del programa Horizon que mantenía con Francia. Inicialmente la clase iba a consistir en 12 unidades, para reemplazar en una ratio de 1 a 1 los destructores Type 42. Posteriormente, según el nuevo mundo nacido tras el final de la Guerra Fría se configuraba y las sucesivas crisis de presupuestos se iban sucediendo, las unidades totales para la se reducirían a 8 y 6 en 2004 y 2008, respectivamente. Una reducción que no sólo ahorraba el dinero de la construcción a las arcas británicas, sino también el de mantener los 1.200 tripulantes requeridos para la media docena de buques que no llegaron a construirse, el coste de operación, el del ciclo de vida, etc.
Los Type 45 cuentan con un desplazamiento de 7.500 toneladas, además de una importante reserva de peso por si fuese necesario incorporar nuevos sistemas a lo largo de su vida operativa. Cuentan con 2 lanzadores cuádruples para misiles Harpoon, que no son instalados de forma definitiva en el buque, sino que se instalan según la necesidad de las misiones a realizar. Existe un programa abierto, aunque sin conclusión aún, para equiparlos con misiles Tomahawak Block IV así como de una futura mejora de su SAM embarcado, basado en el sistema Sea Viper con misiles Aster para la defensa ante misiles balísticos.
La vida operativa de estos destructores es de 30 a 40 años, debido a lo cual todavía no se ha abierto un programa para su reemplazo, sino que se siguen estudiando diversas mejoras a implementar en la actual clase, habiendo sido entregados todos los buques entre 2009 y 2013 por BAE Systems. En la actualidad representan las máximas capacidades de defensa de la flota británica y de sus portaaviones. Por desgracia, la disminución en el número de destructores disponibles, así como la entrada en servicio de los portaavione Queen Elizabeth pone en serio peligro la capacidad de la Royal Navy de cumplir todas las misiones asignadas. Por ello, parte de las misiones de estos destructores deberán ser cumplidas por la fuerza de fragatas.
En la actualidad los Type 45 están siendo sometidos a un programa de modernización mayor con un presupuesto para toda la clase de 160 millones de libras esterlinas (180 millones de euros). El objetivo pasa por solventar una serie de problemas encontrados en su propulsión, sustituir los generadores diésel instalados originalmente, incrementar el número de estos a 3 unidades y mejorar la red de distribución eléctrica a bordo. El primero de la clase, el Dauntless, tendrá estas mejoras instaladas para 2021.
Respecto a las fragatas, como decíamos unas líneas atrás, en 1991 estaban comisionadas por la Royal Navy 34 fragatas operativas con un programa de nuevas construcciones en marcha que sumaba 17 nuevas unidades. Esas nuevas fragatas en construcción eran las Type 23 y su entrada en servicio debía servir para estandarizar todas las unidades de este tipo en una sola clase común. Esto explica que se optase por una serie de 17 unidades, a la que se podrían añadir otras tantas opciones en el futuro, algo que nunca ocurrió, más bien al contrario.
En la actualidad, la fuerza de fragatas de la Royal Navy se compone de 13 fragatas del Type 23, que constituyen las 4ª y 6ª Escuadrillas de Fragatas. La serie nunca alcanzarían las unidades iniciales previstas, y de las 16 unidades construidas, 1 fue dada de baja en 2005 y dos fueron vendidas a Chile en 2006 y 2007[5]. La situación operativa de las fragatas británicas no es la mejor, aunque mantienen capacidades más altas que otras unidades de la flota, debido a su uso más intensivo. Entre 2018 y 2019 dos unidades se encontraban fuera del servicio, una por falta de personal para conformar una tripulación completa y la otra por estar destinada a funciones de buque escuela para nuevos reclutas y oficiales. Como media, se pueden estimar en 7 unidades plenamente operativas en cualquier momento de ese periodo, manteniéndose el resto de las unidades con tripulaciones reducidas para aliviar la situación del conjunto.
La fuerza de unidades de superficie ha sido sin duda alguna la más maltratada desde el punto de vista presupuestario. La última unidad de superficie entregada a la Royal Navy fue el destructor Duncan en el año 2013, mientras que la última fragata fue la Saint Albans allá por 2002. Es decir, han pasado ya 7 años sin sumar ninguna incorporación y en el caso específico de las fragatas son 18 los años transcurridos desde la última alta, lapsos de tiempo nunca vistos en la Royal Navy.
La buena noticia es que, a diferencia de lo que ocurre con los destructores, existe un programa en marcha destinado a la renovación de las fragatas[6]. El programa Type 26 permitirá a la Royal Navy alistar fragatas de 5.400 toneladas de desplazamiento, equipadas con el SAM Sea Ceptor, VLS para la utilización de misiles de crucero Tomahawk o bien Storm Shadow y antibuque Harpoon. Podrán operan helicópteros y contarán con un hangar orgánico para la operación de drones. La propulsión será de tipo CODLOG, capaz de lograr 28 nudos mediante dos hélices propulsoras, una buena cifra para un buque de 148 metros de eslora y 20 de manga.
La Type 26 debía ser una clase constituida por 13 unidades. Una vez más, las cosas no han salido como tal y como se planearon en inicio. El incremento en el tamaño del buque provocó que los costes se elevaran más allá de lo esperado y parece ser que finalmente se construirán únicamente 8 unidades, complementándose la Fuerza de Escoltas en un futuro, con 5 fragatas más del modelo Type 31, que es un diseño más polivalente. Todo esto no dejan de ser planificaciones a muy largo plazo, ya que recientemente se ha estado debatiendo en el Reino Unido la posible autorización de la novena Type 26. Es decir, que el futuro está más abierto que nunca, como explicaremos más adelante.
Respecto a la construcción, la primera unidad de la clase, nombrada Glasgow, inició su construcción en Clyde en 2018 y no se espera que se entregada hasta 2025, ni que esté totalmente hasta dos años después, en 2027. Las tres primeras unidades cuentan con un presupuesto de 2.400 millones de libras (2.690 millones de euros) para su construcción, motivo principal por el cual se decidió un recorte en el número de unidades, ya que con esa cantidad apenas llegaba para tres, una vez crecieron los costes.
A pesar de estos problemas, que como siempre no tienen en cuenta los posibles efectos del Brexit/COVID, las Type 26 se pueden considerar como un auténtico éxito para la industria naval británica. El propio Ministerio de Defensa británico la consideraba especialmente onerosa para poder optar a contratos de exportación a terceros países, por lo cual autorizó el diseño de una fragata más económica, la mencionada Type 31e, para que el Reino Unido pudiera optar a los grandes contratos de buques de superficie.
Hablamos de los conocidos programas de renovación de flota de Canadá, Australia y los EE. UU. De forma inesperada incluso para Londres, tanto Canadá como Australia optaron por el diseño de BAE Systems y le han adjudicado el diseño y construcción de sus nuevas fragatas. La venta de estas unidades a naciones extranjeras -aunque miembros de la Commonwealth, no lo olvidemos-, permitirá una estandarización internacional en el mercado de fragatas que, aparte de redundar en un beneficio económico para las empresas británicas involucradas, facilitaran la interoperabilidad de las diferentes armadas, que tienen fuertes vínculos de apoyo mutuo.
Respecto a la clase Type 31, está en fase de diseño y evaluación por parte de la Royal Navy. Más allá del costo de las Type 26, la capacidad de construcción naval británica no permite en la actualidad sustituir las fragatas Type 23 salientes por su reemplazo, con lo cual la más económica -y en teoría más rápida de construir- Type 31, debería complementar los huecos dejados por las unidades salientes no cubiertas por las Type 26. Así, en diciembre de 2018 el Ministerio de Defensa asignaría 5 millones de libras a cada uno de los consorcios pretendientes para la actualización que terminasen de configurar un diseño definitivo. En noviembre de 2019 se adjudicaría oficialmente el contrato para construir 5 nuevas fragatas Type 31 al consorcio liderado por Babcock con su diseño Arrowhead 140.
Este diseño se basa en el de las fragatas danesas de la clase Iver Huitfeldt construidas en los astilleros de Odense desde 2008. Gracias a ser un diseño probado, se espera que los costos y retrasos queden controlados. Serán unidades de 138 metros de eslora, 19 de manga y un desplazamiento de 6.095 toneladas, capaces de alcanzar una velocidad superior a los 26 nudos, gracias a una propulsión CODAD. Su armamento principal, más allá del cañón, estará compuesto por un sistema VLS para misiles SAM Sea Ceptor.
Sorprendentemente Babcock International ha aceptado por contrato un coste por unidad de 250 millones de libras esterlinas (280 millones de euros), con un montante global para el conjunto del programa de 2.000 millones de libras (2.240 millones de euros). El control de costes, como en todos los grandes programas navales, es algo que habrá que ver, pues en la fase de oferta los tres consorcios pretendientes denunciaron esta cláusula como algo absolutamente irrealizable. Por el momento, la situación no permite ser demasiado optimista. Ya en enero de 2020, Babcock anuncio que la primera unidad sería botada en 2023 pero estaría operativa al menos hasta 2027, lo que viene a representar un retraso inicial de 4 años sobre las fechas previstas. Obviamente un retraso temporal implicará de una forma u otra un incremento en los costes.
Guerra de minas
Las unidades de guerra contra minas han tenido, al menos tradicionalmente, una gran importancia para la Royal Navy. La caída del muro de Berlín tuvo no obstante efectos desastrosos e hizo que el dinero asignado a estas unidades pasara a otras unidades mayores. En la actualidad la fuerza MCM (Mine Countermeasures) de la Royal Navy se compone de tres Grupos de Tareas, los MCM-1, MCM-2 y MCM-9.
El MCM-1, equipado con buques de la clase Sandowns construidos entre 1998 y 2002, se encarga de la protección de los submarinos nucleares en la Base Naval de Faslane. El MCM-2, equipado con unidades de la clase Hunt construidas entre 1981 y 1989, ejecuta patrullas marítimas en la metrópolis. Por último, el MCM-9, basado en Bahrein, proporciona protección en su navegación por el Golfo Pérsico a buques civiles y aliados. Como es lógico tanto la MCM-1 como la MCM-2 proporcionan buques a la MCM-9 de forma rotatoria para su despliegue en dicha área.
Los presupuestos para la guerra de minas siguen en declive y las consecuencias de haber apostado por los portaaviones, con su tremendo coste, se hacen notar en toda la flota. En 2017 dos unidades de la clase Hunt debían recibir una modernización completa, sin embargo, y de forma inesperada, fueron dados de baja, dejando la fuerza MCM bajo mínimos. Con todo, las perspectivas son favorables a medio plazo pues en consorcio con Francia y apoyándose en Thales, la Royal Navy espera poder basar esta parte vital de la guerra naval en los próximos años en buques autónomos de bajo costo.
Para ello, han lanzado varios programas en los últimos años, aunque deberán dar frutos rápidamente a tenor de la edad de los buques de la clase Hunt, con más de 30 años de servicio, y de la clase Sandowns, que es de alrededor de 20 años en el caso del más moderno. Tienen pues poco tiempo para incorporar plataformas autónomas y, lo que es igual de importante, elaborar una doctrina y entrenar a los operadores en su utilización.
Buques Anfibios
A nadie se le escapa que los Royal Marines representan una de las principales armas de proyección del poder naval británico. A pesar de que los nuevos portaaviones poseen capacidad de embarque y despliegue de marines a la costa, este cuerpo continuará necesitando buques especializados para operar con eficacia.
La idea de que portaaviones del porte e importancia de los Queen Elizabeth vayan a ser arriesgados en la persecución de objetivos anfibios próximos a la costa enemiga, es ilógica. Cierto es poseen la capacidad de transportar entre 50 y 300 infantes y de apoyarlos con 4 helicópteros Merlin HC4 dedicados de forma exclusiva. Sin embargo, esta no deja de ser una capacidad de apoyo secundario y pensada más bien para operaciones de ayuda humanitaria o lucha contra catástrofes que para otra cosa.
La venta en 2018 del HMS Ocean a Brasil fue una gravísima pérdida para las fuerzas anfibias, ya que era su buque más moderno y especializado para dichas misiones, pero los aprietos presupuestarios y la escasez de personal cualificado en la flota obligó a tomar esta trágica decisión. El HMS Ocean contaba con 20 años de servicio en la Royal Navy, por lo que el gran problema no fue la propia venta, sino la ausencia de un sustituto, lo que ha mermado las capacidades globales de la Royal Navy.
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