Hablar de guerra naval -y más de guerra naval en el Estrecho- en estos tiempos de paz es algo bastante anormal, primero porque es un término en desuso, hemos cambiado el de guerra por el de conflicto, y segundo, porque de sufrir una guerra, no sería naval sino guerra global en todas las esferas: militar, política, naval, terrestre, y gris, un espacio del que todos hablan pero que nadie es capaz de definir.
El director de la revista, Christian D. Villanueva López me pidió un artículo para el monográfico del Magreb y claro, ahí vino lo demás. No pretendo sentar unas bases completas para una estrategia nacional, la denominada Gran Estrategia o empleo de todos los recursos del Estado de los que habló Julian Corbett[1], pero sí dar algo de luz a un tema tan interesante como es la estrategia naval para el Estrecho, con qué medios debe contar España para sentirnos seguros, ahora y dentro de quince años.
Según el almirante Castex, la estrategia no es otra cosa que la conducción de las operaciones. Es el Arte Supremo de los jefes de alta jerarquía y de sus Estados mayores. La estrategia prepara los combates y se esfuerza en que estos se desarrollen en las mejores condiciones posibles y se obtengan de ellos los mejores resultados. Enlaza los unos con los otros, los coordina y domina a fin de mantenerlos en la línea directriz que ella se ha trazado, orientándolos con arreglo al desarrollo de los acontecimientos.
En febrero de este año Global Strategy publicaba un post muy interesante sobre el futuro submarino de Marruecos, algo que persigue desde hace algunos años. El autor Alberto Guerrero hacía un repaso del incremento que ha tenido la Marina de Marruecos, los últimos años y decía que el siguiente paso era dotarse de submarinos, lo que la convertiría en una de las marinas de guerra más importantes del norte de África y del Mediterráneo Occidental, en clara competencia con sus dos principales vecinos, España y Argelia[2].
Argelia también ha dado un enorme salto, junto a Francia e Israel, es una de las pocas marinas del Mediterráneo con capacidad de lanzar misiles de crucero desde un submarino, algo que el S-80 estará fitted pero no ready. El diseño del buque incorpora la reserva de volumen y peso del equipamiento para dirección del lanzamiento del misil, así como para sus interfaces principales con la plataforma, pero no los lleva en origen[3]. Los submarinos de la clase Kilo mejorada por el contrario sí son capaces de lanzar misiles Kalibr 3M-54E Club-S a una distancia de 220 kilómetros, algo que ya se ha podido observar[4].
Actualmente, en el Mediterráneo hay siete países que tienen submarinos convencionales: España, Italia, Grecia, Turquía, Israel, Egipto y Argelia. Francia construye sus propios submarinos, todos nucleares y vende submarinos convencionales. Italia, Grecia, Turquía, Israel y Egipto, apuestan por diseños alemanes, Egipto también cuenta con 4 viejos submarinos clase Romeo de origen chino. España actualmente solo tiene 2 submarinos operativos de la clase Galerna y está construyendo 4 submarinos S-80 de manufactura nacional. Por último, Argelia cuenta con 6 submarinos todos rusos, los 4 últimos de la clase Kilo mejorada, en total 53 submarinos convencionales y 3 países con capacidad de diseñar y construirlos: Francia, España y Turquía.
Las opciones de la Marina de Marruecos de hacerse con submarinos están encima de la mesa, los marroquís están trabajando en dos vías, Rusia y Francia. La opción rusa parece lejana, ojo que siempre ha estado encima de la mesa[5], primero porque se trataría de un sistema completamente diferente a sus unidades de superficie, principalmente francesas, y segundo porque Argelia, su claro competidor en el Mediterráneo, mantiene estrechas relaciones con Rusia. Descartada la opción rusa, solo quedaría Francia con sus Scorpene o Barracuda convencionales, algunos también hablaron del S-80 y Navantia, por qué no. Sin duda, la llegada del submarino a Marruecos sería un salto cualitativo en una Marina ya de por sí poderosa.
Según Hervé Coutau-Bégarie[6] los submarinos lanzamisiles estratégicos constituyen hoy la componente más estable de la disuasión: no son vulnerables a un primer golpe como los misiles terrestres y no tienen que enfrentarse con las defensas como los bombarderos. El almirante Pierre Lacoste también nos ilustra en su obra ‘Estrategias Navales del Presente’ sobre el uso del submarino, sin duda, otra obra necesaria para conocer mejor su funcionamiento[7].
Los países que están dominados por el mar, según Gérard Chaliand y Jean-Pierre Rageau[8], dice Lacoste, han perseguido siempre el mismo objetivo, la preservación de los intereses ligados al ejercicio de la libertad de los mares. España sin duda se puede considerar una potencia marítima, rodeada de agua por sus cuatro costados y protegida al norte por los Pirineos, una nación marítima que ha demostrado a lo largo de la historia la importancia de este hecho.
Es arriesgado creer que hoy existe un verdadero pensamiento estratégico naval en España. Si existe, es débil, vacilante o leve. No se tome esto como una crítica, al español le preocupan otras cosas y no deja de ser un exacto reflejo del acontecer general del mundo, por lo menos de Occidente que ve la guerra como algo lejano.
He ahí la tal vez la original razón de este artículo, plantear qué medios necesitamos si queremos contrarrestar una amenaza como la de un misil de crucero argelino que puede ser puesto en el aire y en segundos impactar contra cualquier ciudad del sur de España, no les vamos a hablar de guerra, sí de estrategia y también de los medios navales necesarios.
El problema no es exclusivamente militar, es multilateral, ya que son muchas las fuerzas que deben contribuir a nuestra defensa y por eso, este artículo no se podrá considerar completo al considerar solo una cara del dado de la guerra, el apartado de la capacidad naval y el submarino.
El Estrecho de Gibraltar y el Mediterráneo
Hablar de estrategia es hablar de geografía, no se concibe ninguna estrategia sin el estudio previo de nuestra geografía. La participación del Mediterráneo en la estrategia naval de España se siente fuertemente caracterizada por la influyente realidad estratégica del Estrecho. La geografía y el poder marítimo, mandan en las rutas y en los puntos de paso de la circulación marítima.
En unos apuntes de la escuela de guerra naval, leía no hace mucho que nunca como hasta hoy han sido tan grandes las interacciones entre todas las naciones, debido decía, al acortamiento relativo de los espacios y los tiempos. Nunca como hasta hoy han sido tan profundas las mutuas influencias entre la política y las armas, ni tan rápidos los cambios de este binomio. Estos apuntes curiosamente, datan de 1967 y sí entonces se hablaba de acortamiento, hoy en día tenemos que hablar de globalización e inmediatez de las comunicaciones, algo que hemos podido comprobar durante la pandemia.
Si analizamos la posición de Gibraltar observamos que tiene tres significados estratégicos que, al integrarse, aumentan las proporciones de su influencia como factor de una situación estratégica de carácter mundial, convirtiéndolo en uno de los puntos más notable de la tierra. En primer lugar, constituye una de las zonas focales del tráfico marítimo más importante del mundo. En segundo, es pivote entre el Atlántico norte, Atlántico sur y el Mediterráneo y en tercer lugar, es el camino natural entre los dos continentes que más guerras han generado: Europa y África.
Estos tres significados estratégicos del Estrecho de Gibraltar dieron lugar, en el pasado, no solamente a una lucha tenaz por su dominio, sino a un enfrentamiento continuo entre España e Inglaterra. Para comprender claramente el significado estratégico, debe tenerse en cuenta que para dominar con firmeza el Estrecho tienen que cumplirse dos condiciones simultáneamente, la primera es contar con una posición firme en tierra en la parte más angosta, y la segunda, es dominar los dos accesos, oriental y occidental.
Esta ubicación geográfica del Estrecho de Gibraltar coloca a España en una posición crucial entre dos mares y entre dos continentes. Es tal la situación de Gibraltar que de ella se desprende su significación estratégica o geoestratégica, como algunos autores les gusta denominar.
La proximidad geográfica de ambos continentes, África y Europa, tan diferentes, pero tan cercanos, nos obliga a pensar en el enorme peso especifico que tiene la porción de agua que los une, el denominado por todos Mediterráneo occidental, una masa de agua pequeña para las realidades de los grandes estrategas navales.
Estratégicamente, el Mediterráneo occidental es un mar reducido donde confluyen países como España, Francia, Italia y los del Magreb que centran este número de la Revista Ejércitos, en nuestro caso Marruecos y Argelia. Tampoco debemos olvidarnos de las grandes potencias que cuentan con submarinos nucleares y lo transitan, Francia de la que hemos hablado anteriormente con fuertes intereses en sus antiguas colonias, Inglaterra con Gibraltar, Estados Unidos con su presencia permanente en la Base Naval de Rota y Rusia, cada vez más presente en un mar que había perdido la costumbre de ver pasar unidades de la extinta Unión Soviética y que ahora con el conflicto de Siria y Libia se han retomado.
El Magreb está formado por la unión de tres países[9] que se encuentran separados del resto de África por el gran desierto del Sahara al sur y por el desierto de Libia a levante. Estos países son Marruecos, Argelia y Túnez. Tanto el desierto como las aguas que los separa de Europa y del resto del continente, constituyen verdaderas barreras intransitables que han marcado el devenir de su historia, precisamente vemos como esa zona del desierto frontera es la que ha venido ocupando grupos terrorista como AQMI (Al Qaeda del Magreb Islámica).
En este artículo nos centraremos en la zona de aguas comprendidas entre el Meridiano de Ibiza y el de San Vicente, la zona del Mediterráneo que da entrada a las aguas del Atlántico y el Mar de Alborán, una zona de agua que durante la Guerra Fría solo fue empleada para hacer ejercicios y para seguir el tránsito de unidades soviéticas, nada realmente importante pero que ahora con África cada vez más inestable, se va a convertir en zona caliente.
Las relaciones de España con los países del Magreb son muy buenas, aunque leamos en la prensa noticias disparatadas como un posible conflicto con Marruecos, existen fuertes lazos diplomáticos como para decir que a priori nos parece descabellado. Sirva como ejemplo el foro informal de Diálogo 5+5. El Diálogo 5+5 es el foro activo de diálogo y cooperación más antiguo que existe entre los países europeos del Mediterráneo Occidental y los países del Magreb[10].
Si la acción fuese contra Marruecos las bases convenientes serían Cádiz y Cartagena, por este orden, con el Arsenal de Las Palmas apoyado desde Ferrol como alero de la costa atlántica de Marruecos. Algeciras y Valencia serían nuestros puertos logísticos sin olvidarnos de Ceuta y Melilla como bases avanzadas. De dirigirse la acción contra Argelia, posibilidad aún menos probable, habría que desplazar el eje hacia levante, el centro de gravedad sería Cartagena, apoyada por Baleares y Valencia.
Las operaciones navales en el Mediterráneo estarían condicionadas por la geografía y quedarán al control de dominio terrestre aéreo, solo dejando libertad al empleo del submarino. En las aguas poco profundas, véase las inmediaciones de las costas y de los puertos, nos encontraríamos con las minas y otros elementos de obstrucción. La neutralización de estos elementos requeriría tener control de la costa. Por eso, la guerra submarina cobraría un especial interés, tanto para mantener seguras nuestras bases como para amenazar a las del enemigo.
El resto de las operaciones, serían conjuntas, fuerzas navales bien protegidas desde el aire que desarrollasen operaciones breves en el tiempo y siempre, contando con una rápida y eficaz retirada después de la acción. La protección de la isla de Alborán y nuestras posesiones en el Norte de África, en el caso de un supuesto enfrentamiento con Marruecos, sería nuestro mayor problema que deberíamos resolver con cautela como en Perejil.
Por eso, la geografía recomienda el uso del submarino, un arma que se puede emplear en cualquier momento del enfrentamiento, como disuasión y para dar golpes de mano con una Fuerza de Guerra Naval cada vez más preparada, pequeños golpes de mano sobre instalaciones en tierra, sistemas antiaéreos, de artillería o nodos de comunicaciones, todo lo que permite la operatividad del ejército.
Mahan y el Poder Naval
Quien domina el mar, domina todas las cosas, decía Temístocles en el siglo V antes de nuestra era. Aunque España mantuviera durante siglos el control de los océanos Atlántico, Pacífico y el mar Mediterráneo, fue Alfred Mahan el que se quedó el premio a ser recordado como el padre de la Estrategia del Poder Naval a través de su obra ‘La Influencia del Poder Naval en la Historia’[11].
En el cambio de siglo del XIX al XX, las teorías de Mahan revolucionaron el escenario mundial, con tres episodios muy importantes de la guerra en el mar, la Guerra de Cuba y Filipinas (1898), la Guerra Ruso-Japonesa (1904-1905) y la Primera Guerra de los Balcanes (1912-1913). Mahan fue el primero en demostrar la gran importancia que tiene el dominio del mar, sus estudios se basaban en la historia de Inglaterra y ha tenido numerosos refractarios, empezando por el inglés Sir Julian Corbett del que hablaremos más adelante.
Alfred Mahan decía que la llave de la supremacía naval, está en el buque de línea, y el dominio del mar correspondería a la nación cuya flota de combate derrotase al oponente. Hubo discrepancias sobre esta teoría, y algunos escritores, entre los que destacó Julian Corbett, sugirieron que Mahan exageraba la capacidad de las flotas de combate. El bloqueo era aún la estrategia favorita, la doctrina se basaba en la destrucción de las fuerzas principales enemigas.
Corbett demostró más tarde[12], que dar demasiada importancia a la destrucción de la flota del enemigo confundía a los verdaderos estrategas. En su estudio sobre la Guerra Ruso-Japonesa nos dio una serie de lecciones que son de total aplicación a nuestro caso. Las condiciones geográficas de su teatro eran tan esencialmente marítimas que fueron claves las operaciones navales, empezando con el exitoso empleo sorpresivo de lanchas torpederas por los japoneses en Puerto Arturo en febrero de 1904, algo que a la postre sería decisivo para la derrota final de Tsushima en 1905[13]. Sin duda, una acción la de las lanchas japonesas que un submarino está más que capacitado a repetir. La Jeune École[14] francesa también redunda en eso, ya les hablamos de ello en el artículo sobre Irán que con muchos menos medios puede boquear Ormuz a la todopoderosa Marina de Estados Unidos (US Navy).
Según Corbett[15] la estrategia marítima, son los principios que rigen una guerra en la cual el mar es el factor sustancial, en nuestro caso lo limitamos al Estrecho de Gibraltar, hablando de Guerra Limitada. Corbett señalaba que la distinción entre una guerra limitada y una no limitada no descansaba por completo en el factor moral de Clausewitz, sino en el aislamiento estratégico del objetivo por el cual se hace la guerra, y aquí Corbett nos ponía por ejemplo la Guerra Ruso-Japonesa donde Japón consiguió aislar las fuerzas rusas de Puerto Arturo.
Más tarde, Henry Kissinger nos diría que una guerra limitada se hace para lograr objetivos políticos específicos[16], para lo cual se establece una relación entre la fuerza a emplear y el objetivo a lograr. Refleja un intento de influir en la voluntad del enemigo sin aplastarlo. Las condiciones que se van a imponer al enemigo deben ser atractivas para no continuar la lucha, es decir, luchar por objetivos específicos y no por la completa aniquilación mahaniana algo que pudimos comprobar en Perejil y la Operación Romeo-Sierra.
Marruecos proclama su reivindicación sobre determinadas aguas y tierras de España: Ceuta, Melilla y los peñones e islas de la costa norteafricana, por ahora; Argelia mantiene una buena relación con España, pero no oculta sus intereses sobre su plataforma continental y unas aguas reclamadas por ambos países.
Veamos a continuación cómo debemos prepararnos.
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