En los últimos años, a medida que los presupuestos de defensa de las potencias europeas se estancaban y sus economías reducían los ritmos de crecimiento frente a las décadas previas, naciones como Marruecos o Argelia han invertido cantidades crecientes en su defensa, animadas por una situación económica boyante. En ningún otro ámbito se ha manifestado esta situación con tanta claridad como en el terreno naval. Si hace unas décadas el diferencial de poder entre el norte y el sur del Mediterráneo Occidental era abrumador y muy favorable a potencias como España, hoy en día las diferencias se han acortado y todo indica que serán aún menores en los años venideros, lo que no quiere decir en ningún caso que marinas como la marroquí o la argelina puedan hacer sombra a ninguna de las europeas, salvo en aspectos concretos, como la guerra submarina.
Nota del autor: este artículo puede considerarse en realidad una continuación de otro publicado meses atrás y centrado en el Mediterráneo Oriental.
A comienzos del presente siglo, la Armada Española vivió un periodo de esplendor. La llegada de las fragatas clase Álvaro de Bazán, de los buques de desembarco anfibio de la clase Galicia (1998), los cazaminas clase Segura o nuevos buques de aprovisionamiento suponían un salto tecnológico y de calidad sin precedentes frente los modelos que venían a sustituir. La existencia del grupo “Alfa” en torno al portaaviones “Príncipe de Asturias” y su aviación de ala fija, que se beneficiaba a su vez de la llegada de los EAV-8 Bravo Plus situaba a la Armada Española en un exclusivo club, mientras que la disponibilidad de los submarinos de las clases Delfín y Galerna permitían unas capacidades en cuando a negación del espacio marítimo nada desdeñables.
La crisis económica vivida a partir de 2008, no obstante, vendría a dar carpetazo a esta época de crecimiento un tanto artificioso, toda vez que se produjo en base a los polémicos PEAs. El canto del cisne llegaría con la entrada en servicio del BPE “Juan Carlos I”, así como de los primeros cuatro Buques de Acción Marítima, quedando para más adelante la construcción y entrega de los BAM “Audaz” (2018) y “Furor” (2019) y suspendiéndose sine die la de las variantes especiales (BAM-IS, oceanográfico y colector de inteligencia).
Hoy, a principios de la tercera década del S. XXI, la situación, sin ser dramática, es delicada. Los retrasos en el programa del submarino S-80 han dejado a la Armada, pese a las grandes carenas de los S-70, con únicamente dos submarinos en servicio. El número de escoltas ha caído hasta 11 y será de 10 cuando entren en servicio las F-110 en sustitución de la clase Santa María. La producción de buques de guerra de minas se ha descontinuado, al cerrarse la cadena de montaje de los Segura, con todo lo que ello supone. Los BAM, pese a sus enormes virtudes y su adecuación a los escenarios para los que fueron planeados, difícilmente se adaptan al nuevo marco de competición entre grandes potencias en el que estamos inmersos. Con la baja del “Príncipe de Asturias” nos hemos quedado con una sola cubierta y, lo que es peor, el futuro de la aviación de ala fija embarcada está en entredicho, toda vez que la llegada de los F-35B, pese a ser un deseo que la Armada ha reiterado una y otra vez, no es segura.
Sin sufrir las mismas constricciones, Italia y Francia, las otras dos potencias europeas con intereses y presencia en el Mediterráneo Occidental tampoco alcanzan los números de hace dos décadas. En el caso francés, ya tuvo que pasar un doloroso trago al renunciar a un segundo portaaviones en 2013[1]. Además, el coste de los nuevos diseños hace casi siempre imposible la sustitución en ratios 1:1, como ocurre con sus submarinos o sus escoltas. Además, a diferencia de España, Francia posee intereses y responsabilidades ultramarinas que son demandantes en cuanto a unidades. Italia, aun haciendo las cosas bien, manteniendo dos cubiertas (con características muy diferentes) y un buen número de escoltas y submarinos, sufre problemas parecidos a los españoles y franceses, agravados por el excesivo porcentaje del gasto militar destinado a personal y por un gasto en relación con el PIB que se acerca peligrosamente al ínfimo que destina España.
Por el contrario, más allá del estrecho de Gibraltar, las cosas han sido muy diferentes. Tanto Marruecos como Argelia han destinado sumas crecientes a sus fuerzas armadas, multiplicando las adquisiciones de todo tipo de sistemas. Prácticamente desde la independencia de Argelia la competición entre ambos actores, pese a episodios de distensión, se ha mantenido constante y los dilemas de seguridad -especialmente los marroquíes- están detrás del aumento en el gasto militar. No obstante, como explica el profesor Baqués en este mismo número al hablar de Marruecos y la Zona Gris, nunca se pueden descartar motivaciones secundarias que a los españoles nos afectan directamente. Al fin y al cabo, más allá de incidentes como el del islote de Perejil en 2002, Marruecos y Argelia mantienen contenciosos abiertos con España a propósito de la delimitación de las aguas territoriales y el aumento de capacidades navales de ambos estados debe ser interpretado por España también en relación con este asunto.
Por otra parte, más allá de la carrera armamentística protagonizada por estos dos países, cada uno de ellos tiene poderosos incentivos para continuar invirtiendo en mejorar sus armadas. Del lado marroquí pesa la necesidad de afianzar su control de facto sobre las aguas territoriales del Sáhara Occidental. Del lado argelino, la de defender los ductos que unen sus costas con las europeas, frente a cualquier tipo de ataque. Además, en ambos casos la inmigración es tanto un problema como una oportunidad y contar con medios marítimos adecuados para su control puede ser una buena baza a la hora de negociar con Europa.
Marruecos y Argelia, pero también Túnez y Libia, claro. Ambos países luchan contra problemas muy diferentes a los de las dos potencias norteafricanas. En el caso tunecino, su único objetivo pasa por contar con unas capacidades de patrulla aceptables que eviten que sus aguas se conviertan en una zona sin ley en la que las mafias dedicadas al tráfico de personas, por ejemplo, campen a sus anchas. La situación de Libia, dividida ya en la práctica en dos estados independientes, está en el aire. Hay un germen de armada del lado del Gobierno de Unidad Nacional, al oeste del país, que se ha beneficiado de las aportaciones dinerarias y de la formación proporcionada por diversos estados. En la zona controlada por el Ejército Nacional Libio, al este, la situación es todavía más incierta y todo está por hacer.
Las armadas del Flanco Sur
La evolución de la Marina Real de Marruecos
Desde su creación en 1960 y hasta el cambio de siglo, la Marina Real de Marruecos fue una armada de aguas verdes, apenas compuesta por buques de escaso porte y armamento y sensores muy limitados en su mayoría. Hasta la llegada de las dos fragatas ligeras de la clase Floreal francesas, bautizadas como “Mohammed V” (2002) y “Hassan II” (2003) y más recientemente de la fragata “Mohammed VI” (2014), su buque insignia fue la corbeta de la clase Descubierta “Teniente Coronel Errahmani” (1983) construida por la antigua Empresa Nacional Bazán en Ferrol. Además de esta, la Marina Real, con clara vocación costera, alistaba un buen número de patrulleros de altura.
Su única ambición en esa época pasaba por asegurar el control sobre sus aguas territoriales, evitando por ejemplo que otros estados pudiesen aprovecharse de sus importantes caladeros, frenando en la medida de lo posible el narcotráfico y el contrabando, etc. De esta forma, desde su creación en los primeros 60 hasta el cambio de siglo la armada vecina incorporó, además de la corbeta española:
- 5 OPV-64, diseñados por Leroux & Lotz y construidos por STX en Saint Nazaire (Francia)
- 4 patrulleros clase Lazaga, construidos por la Empresa Nacional Bazán en San Fernando sobre la base de las Tipo 143 alemanas diseñadas por Lürssen
- 6 patrulleros clase Cormorán (6) y PR-72 (2). En su totalidad, estos buques estaban centrados en patrullar la Zona Económica Exclusiva (ZEE) marroquí, por entonces todavía sin definir claramente.
Mientras que desde el año 2000 ha alistado, como unidades de cierta importancia, las siguientes:
- 1 fragata clase FREMM en su variante ASW, bautizada como “Mohammed VI” en honor al actual monarca
- 1 fragata ligera clase SIGMA 10513 diseñada y construida por la holandesa Damen
- 2 fragatas ligeras clase SIGMA 9813, también responsabilidad de Damen
- 2 corbetas (fragatas ligeras) clase Floreal, producidas en Saint-Nazaire por Chantiers de l’Atlantique
- 1 patrullero oceánico OPV-70 diseñado por Raidco Marine y construidos por la francesa STX.
Además de lo anterior, hay que tener en cuenta que desde el año 2000 han incorporado varios buques auxiliares y de otros tipos, además de medios aéreos y de desembarco. También un buque hidrográfico (“Dar Al Beida”), amén de tres helicópteros AS-565 Panther. Por otra parte, siguen manteniendo en su inventario, un LST clase Newport, el “Mohammed Ben Abdallah”, excedente de la US Navy.
Por otra parte, la Marina Real no ha estado quieta, sino que ha seguido mejorando en la medida de lo posible los buques en servicio. Así, la corbeta clase Descubierta llegó a los astilleros de Navantia en Cartagena en octubre de 2017 para someterse a una profunda revisión. Por su parte, las fragatas clase Floreal se han beneficiado de la sustitución del radar de exploración aérea DRBV-21 original por un nuevo radar DT WM-22 de diseño español. Respecto a la única clase FREMM de que disponen, al poco tiempo de ser entregada navegó de vuelta a Francia para modernizar su sistema de combate incorporando algunas de las mejoras que la Marine Nationale estaba incluyendo en su segunda unidad, la “Normandie”.
Lo que nos demuestra la política de adquisiciones de nuestro país vecino es una clara voluntad de transformar su armada desde una marina costera, apenas capaz de patrullar sus propias armas, pero carente casi por completo de armamento antibuque, antisubmarino y antiaéreo, a una armada equilibrada, con aspiración de llegar a ser de “aguas azules” y con cierta capacidad de proyección. Tanto las fragatas clase SIGMA como la clase FREMM cuentan con misiles antiaéreos (aún para autodefensa en el caso de las primeras) y antisuperficie, cañones y cubierta y hangar para helicópteros, todo lo cual es significativo.
De cara al futuro, el siguiente paso lógico consiste en dotarse de submarinos. En los últimos años los rumores en este sentido han sido constantes, entablándose conversaciones con distintos productos, pero sin llegar en ningún caso a firmar contrato alguno. Dada su configuración geográfica, con dos fachadas marítimas y también el hecho fundamental de que tanto Argelia (su mayor preocupación) como España cuentan con submarinos, lo ideal en el caso marroquí sería contar con cuatro unidades, de forma que pudiese tener al menos una (y buena parte del tiempo, dos) submarinos en el agua los 365 días del año. Por desgracia, las cosas no son tan sencillas. Implementar una nueva capacidad de este tipo implica no sólo adquirir los buques, sino formar a las dotaciones, construir instalaciones ad hoc, generar una doctrina de uso, etc. Por supuesto todos los posibles suministradores (destacando Francia con alguna variante de los Scorpène) ofrecen no sólo buques sino un paquete completo que incluye desde formación a mantenimiento. Aun así, incluso aunque la firma de la compra se produjese mañana, resulta complicado que Marruecos pueda tener una flotilla submarina realmente operativa antes de una década.
Resta hablar de la fuerza de infantería de marina de la Marina Real, que agrupa a 3.000 efectivos sobre el papel, encuadrados en tres batallones de fusileros. Dos de estos batallones, el 1º y el 2º, tienen su base en Alhucemas, mientras que El Aaiún acoge al 3º. Su operatividad es muy limitada y desde luego no está pensada para hacer nada parecido a un desembarco en fuerza -algo cada vez más dudoso incluso para unidades con mucha mayor tradición y capacidades-. Por el contrario, la infantería de marina marroquí puede considerarse una unidad destinada a realizar pequeñas incursiones, a dar golpes de mano, etc. Eso y a proteger bases navales como la de Casablanca, guardada por un escuadrón que presta servicios de seguridad. Hay que tener en cuenta que, al fin y al cabo, no disponen de buques de entidad. Su único LST, el “Sidi Mohammed Ben Abdallah” de la clase Newport, al igual que nuestras antiguas “Cornudas”, fue recibido procedente de la US Navy en 1994, pero lleva años atracado en Casablanca y se desconoce su operatividad. Los buques de menor porte caso de las tres BATRAL de origen francés, con 80 metros de eslora y un desplazamiento de 1.385 no permiten el desembarco de unidades de tamaño mayor a una compañía y menos aún la lancha de desembarco CTM incorporada en el año 2000 también procedente de Francia. Así las cosas, pese al nombre, esta unidad no tiene nada que ver con sus homólogas europeas.
Esto último nos debe ayudar a entender un punto fundamental: Marruecos, y más concretamente la Marina Real, no son ni serán en mucho tiempo (si es que llegan a serlo) un competidor de tú a tú para la Armada Española. Ni siquiera lo que los anglosajones denominan un near-peer competitor. Simple y llanamente el número de unidades, la capacidad de estas, la formación de sus marinos y los medios complementarios, desde aviación embarcada a sistemas de todo tipo no hacen sino confirmar que el “capital militar acumulado” español, pese a la pérdida de capacidades que venimos sufriendo, continúa siendo muy superior.
Las Fuerzas Navales del Ejército Argelino
Argelia, por su historia reciente, ha estado profundamente influida por la doctrina soviético-rusa. En el terreno naval esto se aprecia claramente en la consideración de sus Fuerzas Navales como un apéndice del Ejército cuya misión principal ha de ser, todavía hoy, apoyar a este en sus operaciones. También en la adquisición, desde la independencia del país (1962), de numeroso material soviético primero y ruso después.
A principios de los años 60, cuando se forma el embrión de las actuales Fuerzas Navales, las primeras unidades en ser recibidas son una pareja de dragaminas Tipo T43 (Proyecto 254), media docena de patrulleros Tipo S0-1 y varias lanchas lanzamisiles clase Osa I (3), Komar (7) y P-6 (8), además de algunas embarcaciones auxiliares. Como queda claro, se trataba de constituir una armada costera capaz de garantizar una mínima soberanía sobre las aguas propias, a pesar de contar ya de inicio con algunas capacidades antibuque gracias a los misiles SS-N-2 Styx (P-15 Termit) de los Osa I y Komar.
Los comienzos humildes pronto dieron paso a planes más ambiciosos. En los años 80 se lograrían hitos importantes, como la incorporación de:
- 3 fragatas ligeras clase Koni II (Proyecto 1159-T) “Mourad Rais” (1980), “Rais Kellich” (1982) y “Rais Korso” (1984) equipadas con misiles antiaéreos SA-N-4, misiles antibuque SS-N-2X Styx, cañones y lanzadores de cargas de profundidad RBU-6000
- 2 submarinos convencionales clase Kilo (Proyecto 877) nombrados como “Rais Hadj Mubarek” (1986) y “El Hadj Slimane” (1987) que vendrían a sustituir a dos antiguos clase Romeo utilizados básicamente para la formación previa a la adquisición de estas unidades
- 3 corbetas clase Nanuchka II (Proyecto 1234) dotadas con misiles antibuque Uran (SS-N-25 Switchblade)
- 2 LST clase Kalaat con un desplazamiento de 2.450 toneladas a plena carga y una LSM Polnocny-B de 850 t
- 2 submarinos diésel clase Romeo (Proyecto 633) recibidos en 1982 y 1983 y mantenidos en servicio hasta 1997
Como puede verse, sin dejar de ser una armada eminentemente costera y centrada por una parte en la negación del mar y por otra en el apoyo a las fuerzas terrestres cubriendo el flanco norte, realizando golpes de mano mediante pequeños desembarcos o abastecimiento, lo cierto es que el incremento en capacidades fue notable.
El verdadero salto en cuanto a calidad y cantidad no se produciría, sin embargo, hasta entrado el presente siglo, en buena parte como respuesta al auge marroquí y las nuevas incorporaciones de la Marina Real, en parte por la creciente inestabilidad en la región (primaveras árabes, guerra de Libia…). No hay que olvidar tampoco que el país, que aspira a convertirse en indiscutible hegemón regional, se ha beneficiado de los altos precios de los hidrocarburos y de un crecimiento económico sostenido que ha permitido financiar estas compras, muchas de ellas en condiciones particularmente beneficiosas, como en el caso de las adquisiciones hechas en Rusia.
El listado de nuevos buques es impresionante y hace palidecer los esfuerzos de sus vecinos, destacando sobremanera el fortalecimiento de su flota submarina, que ha pasado de dos a seis unidades y el aumento del número de escoltad, que ha pasado de contar con las corbetas que hemos señalado con anterioridad a disponer de cinco fragatas. En total, descartando los buques menores, las Fuerzas Navales de Argelia han incorporado los siguientes buques de guerra desde el año 2000:
- 4 submarinos diésel clase Kilo (Proyecto 636) con el sistema de misiles Klub-E (hasta 300 km de alcance) recibidos entre 2010 y 2019
- 2 fragatas Meko A200SN de diseño y construcción alemanas, la “Herrad” y la “El Mounamir”, recibidas en 2016 y 1017 y armadas con misiles Exocet
- 3 fragatas Tipo C28A de origen chino recibidas entre 2015 y 2016 y bautizadas como “Adhafer”, “El Fatih” y “Ezzadjer” y armadas con 8 misiles antibuque C-802 además de cañón de 76mm y misiles antiaéreos para la autodefensa
- 1 buque de desembarco anfibio (LPD), el “Kalaat Beni Abbes” basado en el “San Giusto”, último de los tres buques de la clase San Giorgio en servicio con la Marina Militare italiana. Construido en Riva Trigoso por Fincantieri al igual que sus gemelos, incorpora algunas mejoras en sensores y equipos, desplaza 7.960 toneladas a plena carga y es capaz de transportar tres lanchas de desembarco, una treintena de blindados y hasta cinco helicópteros
- 1 corbeta Tipo C59 construida en el país y armada con misiles antibuque C-802 (2002)
- 1 corbeta Tipo C62 también construida en Argelia y con armamento similar (2015)
- 3 remolcadores de altura Tipo UT 515 construidos por STX y conocidos en el país como clase El Moundjid (2012)
- 1 cazaminas, el “El Kasseh”, construido por Intermarine y con un desplazamiento a plena carga de 680 t.
Huelga decir que el salto ha sido enorme. Argelia ha pasado de contar con una armada costera a otra con vocación de competir no sólo con Marruecos, sino cada vez más con las potencias europeas, al menos en el Mediterráneo occidental.
Los esfuerzos, además, no se circunscriben únicamente a la compra o construcción de nuevos buques, sino que afectan a otros aspectos relacionados con la Fuerza Naval. Por ejemplo, en los últimos años se han puesto en marcha planes para mejorar dos bases navales. De un lado, Mers el-Kebir, la principal base naval, ubicada en la Región Marítima Occidental, y de otro lado Jijel, en la Región Marítima Oriental.
Respecto a la operatividad, se sabe que el mantenimiento de los buques es aceptable y el entrenamiento de los marinos argelinos el adecuado, incluyendo un número creciente de intercambios con otras armadas y maniobras conjuntas como las celebradas junto a buques de la OTAN, (incluyendo a la española F-101 “Álvaro de Bazán”) el pasado mes de septiembre. Quizá el punto flaco de la Fuerza Naval, a solucionar en los próximos años si quieren seguir aumentando sus capacidades de proyección, esté relacionado con la nula disponibilidad de buques de abastecimiento, algo que impide operar a sus navíos más allá de lo que permite su propia autonomía.
Otro aspecto en el que han mejorado últimamente es el de la aviación naval, incorporando en los últimos años seis aviones de patrulla marítima King Air 350, 6 helicópteros EH-101 para búsqueda y rescate y transporte y 4 Super Lynx 300 con FLIR EOST-46, misiles antibuque Mokopa y torpedos MU90, además de la posibilidad de montar misiles contra carro para prestar apoyo en hipotéticos desembarcos. Todo ello sin contar con la capacidad antibuque que ofrecen los Sukhoi Su-30 y sus misiles KH-31 (125 unidades). Precisamente la Fuerza Aérea tiene mucho que decir en relación con las capacidades navales argelinas, toda vez que es la rama encargada de operar los aviones de patrulla marítima, en este caso.
Por último, respecto a la defensa costera, parece haber sido dejada de lado toda vez que su armada ya es capaz de luchar, al menos con Marruecos, por el dominio positivo del mar. Los viejos sistemas antibuque P-15M Termit no parecen tener sustituto a la vista. Por otra parte, se desconoce si algunos de los misiles C-802 de origen chino que montan sus corbetas podría ser utilizado desde tierra.
De cara al futuro, los planes son si cabe más impactantes, aunque no conviene darles mayor credibilidad de la necesaria, como ocurre en demasía con el caso marroquí. Se ha hablado de adquirir en la República Popular de China fragatas Tipo 054A (o bien de aumentar el número de MEKO A200), así como tres corbetas C28A adicionales, corbetas rusas Tigr e incluso más submarinos esta vez dotados con planta AIP. Lo que está claro es que, llegados al punto de desarrollo que han alcanzado, resulta difícil pensar que los argelinos se vayan a conformar con una armada de “aguas verdes”. No obstante, es más probable que los próximos pasos se dirijan más bien a completar aquellas lagunas, como el abastecimiento o el número relativamente escaso de aeronaves, que a aumentar el número de buques de combate o submarinos.
La Marina Nacional de Túnez
La antigua Cartago, muy lejos de ser el imperio marítimo de otros tiempos, apenas cuenta con un puñado de patrulleros más pensados para la lucha contra la inmigración y el tráfico ilícito que para ninguna otra labor. El pequeño país norteafricano, situado en un enclave privilegiado, dispone de una Marina Nacional desde 1958, apenas dos años después de lograr su independencia y pasados unos meses tras convertirse en una república. A pesar de la independencia, la antigua metrópoli, Francia, mantuvo su presencia en la base naval de Bizerta un lustro más, retirándose no sin vivir tensiones con los marinos tunecinos, que llegaron a efectuar un bloqueo sobre los buques galos.
A diferencia de lo ocurrido con la vecina Argelia -o en sus buenos tiempo en Libia-, la economía tunecina nunca ha sido suficiente como para financiar la adquisición de unidades de primera línea. La mayor parte de los buques en servicio son patrulleros lanzamisiles o patrulleros dotados apenas de un cañón y armamento secundario. La mayoría, además, está entrado en años, pues fueron cesiones o adquisiciones en condiciones ventajosas realizadas en los años 70 y 80. Entre las unidades “principales” cabe destacar:
- 3 patrulleras lanzamisiles clase La Galite (Combattante III) construidas en Cherburgo, recibidas en 1985 y armadas con misiles Exocet y cañón OTO-Melara compact de 76mm
- 6 patrulleras lanzamisiles Albatros (Tipo 143B) de procedencia alemana (recibidas en 2005) y anteriormente en servicio con la marina de la República Federal Alemana y con armamento similar a las La Galite
- 4 patrulleras tipo MSOPV 1400, diseñadas por la neerlandesa Damen y construidas en sus instalaciones de Galati (Rumanía) que fueron entregadas a partir de 2018.
A partir de ahí, tanto las 6 patrulleras de la clase El Blad (antiguas dragaminas reconvertidos de la clase Kondor I germana) llegadas en los 90, como las 3 patrulleras de la clase Bizerte (PR-48) de origen francés y que datan de los 70 apenas montan armamento de 37, 25 y 20 mm, así como ametralladoras de 14,5 mm o 12,7 mm. El resto de las embarcaciones en el inventario de la Marina Nacional de Túnez son ya de desplazamiento muy inferior, aunque siempre hay espacio para alguna sorpresa.
La Marina tunecina, como es habitual en muchas otras armadas africanas, formadas a partir de donaciones o compras de segunda mano, alista 2 lanchas LCM de la antigua RFA construidas en los 60, 2 buques hidrográficos de procedencia estadounidense e incluso un petrolero de la clase Simeto italiana, renombrado como “Ain Zaghouan”. Por supuesto ni estos, ni el resto de patrulleros o los buques de la Guardia Nacional, que hace las veces de servicio de guardacostas, tienen valor combativo alguno, por lo que deben ser obviados.
El futuro tampoco se presenta demasiado halagüeño para los intereses navales de Túnez. El país, que ha vivido una situación complicada tanto por las revueltas de 2011, como por el impacto del terrorismo en el turismo, del que su economía es muy dependiente, continúa necesitando de la ayuda exterior para mantener sus fuerzas armadas en funcionamiento. Los EE. UU. han donado recientemente dos patrulleros de 65 pies al país, además de conceder cuantiosas sumas como parte de su programa de asistencia militar que permiten a Túnez asegurar su frontera con Libia, además de sus aguas territoriales. Lo mismo, incluso a mayor escala, sucede con la Unión Europea, que ha venido destinando enormes sumas mediante el Instrumento Europeo de Vecindad (el instrumento financiero de la Política Europea de Vecindad) para favorecer el desarrollo económico y el fortalecimiento de las instituciones tunecinas, lo que incluye las de seguridad y defensa. Lo mismo con los fondos EUTF África (Emergency Trust Fund for Africa) destinados al control de los flujos migratorios.
El ocaso libio
El de Libia en los últimos años es un caso dramático y completamente diferente al del resto de potencias regionales. El país, que ocupa la franja central de la fachada mediterránea africana y como consecuencia, una posición clave, nunca ha contado con una armada de consideración, aunque durante un tiempo siguió los pasos de Argelia. Ha de tenerse en cuenta que ambos eran países eran importantes en la estrategia mediterránea de la URSS, que contaba con bases en Egipto y Siria, pero quería llegar más allá.
Eran los tiempos en los que la 5ª Eskadra de la Armada Roja visitaba con asiduidad creciente los puertos de Tobruk y Bardia y el régimen de Gadafi, que había llegado al poder en 1969 tras un golpe de estado, dedicaba cuantiosas sumas en la adquisición de armas a Moscú. Sin ir más lejos, en 1975 firmó un acuerdo por valor de más de 3.000 millones de dólares de la época en virtud del cual recibiría entre 600 y 800 carros de combate, aviones y las primeras patrulleros lanzamisiles y submarinos. También formación, para lo cual llegaron a trasladarse al país hasta 2.000 asesores militares soviéticos. Gracias a los diferentes contratos firmados con la Unión Soviética (pero también con otros países como Francia, que nunca hicieron ascos a comerciar con el régimen libio) y que llegaron a sumar más de 12.000 millones de dólares entre la llegada al poder de Gadafi y 1982, la Armada Libia pudo contar, en los años 80 y 90 con:
- 6 submarinos clase Foxtrot recibidos en 1982
- 2 fragatas clase Koni II (Proyecto 1159TR), la “Al Hani” (1985) y la “Al Ghardabia” (esta última hundida en 2011 durante la guerra civil
- 4 corbetas clase Nanuchka II (Proyecto 1234E) llegadas entre 1982 y 1985 con misiles antibuque P-15 (SS-N-2 Styx)
- 10 patrulleras lanzamisiles clase Combattante IIa (clase “Beir Grassa”) construidos en Cherburgo y armadas con misiles Otomat MK.1
- 12 lanchas lanzamisiles clase Osa II (Proyecto 205U)
- 2 buque de desembarco clase Polnocny-C (Proyecto 773)
Sin embargo, ya en estos años de relativo esplendor los problemas eran múltiples, lo que impidió a la Armada Libia seguir una progresión similar a la de su vecina argelina. La promoción del terrorismo por parte del régimen y su papel en conflictos como el de Chad le granjearon múltiples enemigos. Incidentes como el del golfo de Sirte (1981) y operaciones como El Dorado Canyon fueron algunas de las consecuencias más espectaculares y conocidas, pero no las más dramáticas, que tuvieron que ver con el descalabro económico libio. Al final la capacidad financiera, pese a los hidrocarburos, se resintió debido a las sanciones y el aislamiento, dejando en la cuneta muchas aspiraciones libias, incluyendo las marítimas.
Ya a mediados de los 80 varios de los “nuevos” submarinos recibidos apenas un par de años antes estaban fuera de servicio y el estado de muchas otras unidades distaba de ser el adecuado. La situación de la Armada Libia no mejoró ni siquiera a partir de 2001, cuando el régimen intentó restablecer los lazos con muchos de sus antaño enemigos. De hecho, lo que nos indican fuentes como Jane’s Fighting Ships o Flottes de Combat es que para 2010, poco antes de la intervención militar liderada por Francia y el Reino Unido, la flota ya estaba en franco declive, manteniendo en servicio, de todo lo recibido en las décadas anteriores, lo siguiente:
- 2 de 6 submarinos clase Foxtrot en y con serias dudas sobre su operatividad real
- 1 de 2 fragatas clase Koni II (Proyecto 1159TR)
- 1 de 4 corbetas clase Nanuchka II (Proyecto 1234E)
- 7 de 10 patrulleras lanzamisiles clase Combattante IIa
- 4 de 12 lanchas lanzamisiles clase Osa II (Proyecto 205U)
Como se puede ver, en la práctica el país carecía por completo de armada y para cuando se produjo la intervención militar franco-británica, lo único que quedaba era una colección de buques anclados a puerto y sin ninguna capacidad de combate. Los buques que sobrevivieron a estos ataques y a los enfrentamientos posteriores no han hecho sino acumular herrumbre mientras el país se dividía en dos bandos y se convertía en un estado fallido consumido por una guerra civil que no termina de resolverse y víctima de potencias como Turquía, Rusia o Emiratos Árabes Unidos que son, al fin y al cabo, las que financian a sus proxies en el país norteafricano.
Todo lo que queda de la Armada de la Gran Yamahiriya Árabe Libia Popular Socialista son algunas unidades menores que prestan servicio con el objetivo de frenar la inmigración con destino a Europa, al menos en la zona controlada por el GNA (Gobierno de Unidad Nacional) reconocido por las NN. UU. y gracias, principalmente, a la ayuda internacional.
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