La construcción de submarinos en España, tiene un largo recorrido de sinsabores y muy pocas alegrías. A pesar de ser el país en el que se inventó el submarino, tal y como lo conocemos, casi siempre hemos ido a remolque, dependiendo de tecnologías y empresas extranjeras. En los últimos años se ha intentado revertir esta situación con más corazón que cabeza, llevando al arma submarina, debido a los retrasos del S-80, a una situación desesperada.
Almirante (r) José María Treviño
(Nota del editor: el siguiente artículo expresa opiniones personales que, en el caso de la construcción del S-80, son parciales. Hay que tener en cuenta que el autor del artículo es asesor de Técnicas Reunidas y tomó parte en la redacción de los Requisitos de Estado Mayor originales, como explicamos aquí. No obstante, consideramos adecuada la publicación del artículo, pues ofrece un punto de vista diferente. Que el lector saque sus propias conclusiones)
Antecedentes
La construcción de submarinos se inició en 1888 con el diseño de un genio, el teniente de navío Isaac Peral y Caballero, que construyó el primer submarino eléctrico de la Historia. Lo hizo sólo unos meses antes que el francés Gimnote también eléctrico, si bien el de Peral tuvo además la primacía de ser el primer submarino en lanzar un torpedo en inmersión.
La envidia nacional, en este caso del propio ministro de Marina, almirante Beránger, boicoteó el exitoso invento de Peral, pese a haber pasado todas las pruebas del Comité creado ad hoc. Esa ausencia de submarinos en la mar nos costaría 10 años más tarde la pérdida de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y las Marianas. Al menos esa era la opinión del almirante norteamericano Dewey, vencedor en Cavite frente a Montojo, ya que en 1898 los acorazados no podían defenderse de los torpedos y un par de submarinos como el de Peral habrían disuadido a la US Navy de atacar Santiago de Cuba y Manila.
No sería hasta 1915 en que la Armada Española decidiera adquirir submarinos, debido al éxito de los alemanes en la Primera Guerra Mundial, especialmente cuando el 22 de septiembre de 1914, el minúsculo U-9 de 485 t, hundió tres cruceros acorazados británicos de 12.000 ton cada uno, causando a la Royal Navy más bajas que las que tuvo Nelson en todas sus campañas, según palabras del propio Churchill.
El Gobierno español encargó entonces cuatro submarinos, el primero de ellos, de la Clase Holland 903-L a los astilleros norteamericanos de Fore River en Quincy, Massachusetts, bautizado como Isaac Peral, en recuerdo del genial inventor tristemente fallecido en 1894. Este primer submarino, desplazaba 492 t en superficie y llegó a Cartagena el 26 de abril de 1917. Los otros tres sumergibles eran italianos y mucho menores, del tipo Laurenti, construidos por los astilleros de FIAT San Giorgio en Muggiano, La Spezia. Estas tres unidades fueron bautizadas como Narciso Monturiol (A-1), Cosme García (A.2) y el A-3 que no tuvo un nombre asignado. Los tres submarinos italianos, a los que podríamos clasificar como costeros, llegaron a la Base de Submarinos de Cartagena el 14 de septiembre de 1917.
Las primeras construcciones
Los sumergibles italianos tenían un escaso valor militar y pronto serían dados de baja, por lo que se encargó a la Sociedad Española de Construcción Naval (SECN), subsidiaria de la británica Vickers en Cartagena y antecesora de la E.N. Bazán, la construcción de seis sumergibles. Estos fueron concebidos a partir del diseño del Isaac Peral norteamericano, aunque con un desplazamiento ligeramente mayor, de 556 t.
Estos seis submarinos formarían la Serie B, con numerales B-1 a B-6, entrando en servicio ya anticuados, entre 1922 y 1926, pues su diseño original era de un buque que no había combatido en la PGM, la Clase F-105 de la Electric Boat norteamericana. Buques costeros, no sobrevivieron a la Guerra Civil, desarrollando en ella una muy pobre actuación ofensiva en la mar.
Los dos más modernos B-5 y B-6, fueron hundidos en los tres primeros meses de guerra, el primero por un hidroavión a la altura de Estepona, y el segundo por el remolcador Galicia y el destructor Velasco, en combate al norte del Cabo de Peñas. Los B-1 a B-4 acabaron la guerra semihundidos en Cartagena, siendo todos ellos desguazados, excepto el B-2, reflotado y asignado a la Escuela de Máquinas de Ferrol para prácticas de motores en superficie hasta 1952.
Con un diseño basado en la Clase B, pero con un mayor desplazamiento, la Clase C, de 925 t, podía considerarse oceánica aunque seguía basándose en el diseño del Holland norteamericano, sufriendo por ello graves carencias como la falta de dirección de lanzamiento de torpedos (DLT) y unos equipos de escucha submarina eficaces.
Las seis unidades de esta serie entraron en servicio a partir de 1928, teniendo un triste fin casi todos ellos, pues el C-3 fue hundido por el submarino alemán U-34 frente a Málaga el 12 de diciembre de 1936, el C-5 se hundió con toda su dotación posiblemente por alguna avería el 31 de diciembre de 1936 frente a Ribadesella. El C-6 fue hundido en el puerto de Gijón, tras un bombardeo de la aviación. No acaban aquí las desgracias pues el C-4 superviviente de la Guerra Civil, fue abordado y hundido por el destructor Lepanto, el 27 de junio de 1946, al 013 y 13 millas de la farola de Sóller, en el curso de unas maniobras, perdiéndose toda su dotación. Los otros dos supervivientes de la serie fueron el C-1 Isaac Peral y el C-2, si bien el C-1 hundido en el puerto de Barcelona por un bombardeo aéreo en la noche del 8 de octubre de 1938, fue reflotado y estuvo en servicio como buque de superficie hasta 1948. El C-2 acabó incólume la Guerra Civil, siendo desclasificado como submarino en 1947, para ser dado de baja tres años después, hundiéndose frente a la Estaca de Bares cuando era remolcado para su desguace en Avilés.
Como relevo de la Clase B, la SECN en su factoría de Cartagena, recibió la orden de construir una serie de submarinos Clase D, de 1.000 t el 30 de agosto de 1932, proyecto que aunque era una mejora teórica de la Clase C, venía firmada por el ingeniero naval Áureo Fernández Ávila, a la sazón director del astillero cartagenero.
El D-1, de 1.095 ton inició su construcción el 23 de septiembre de 1933, Una orden de 27 de marzo de 1934, autorizaba la construcción de los D-2 y D-3, cuyas quillas fueron puestas el 19 de noviembre y el 11 de diciembre de ese mismo año respectivamente. En teoría estos submarinos debían ser muy superiores a la clase anterior, pero no es lo mismo construir un submarino siguiendo unos planos y diseños de una firma especializada con ayuda técnica del exterior, en este caso norteamericana, que partir prácticamente de cero y construir un prototipo. Entre los muchos defectos de este prototipo estaba el casco resistente remachado, técnica prácticamente abandonada por las marinas más modernas, cuyos anillos iban soldados para conformar las secciones. Asimismo el acero empleado en sus construcción era de baja calidad y aumentó el desplazamiento del submarino en 45 toneladas, limitando además su cota a unos insuficientes 50 metros.
La posguerra
La Guerra Civil paralizó la construcción de los tres D, que no se pudo reanudar hasta febrero de 1940, con toda Europa en llamas y una industria naval propia semi-destruida en el área de Cartagena. Finalmente el D-1 fue entregado a la Armada en marzo de 1947, pero las pruebas de mar demostraron las deficiencias del proyecto, especialmente en lo que se refería a su falta de estabilidad, pues al subir a la superficie, el par adrizante era nulo, por lo que de tener la mar de través podía dar la vuelta.
Esto hizo que la actividad operativa de esta serie fuese nula, dedicándose a tareas de adiestramiento de alumnos del curso de submarinos, teniendo su área de actividades en la ensenada de Mazarrón, dando lugar a un vocablo: mazarronear, que describía sus actividades. El D-2 entró en servicio en mayo de 1951 y el D-3 en febrero de 1954, tras 20 años en gradas.
Fuera de Cartagena y de los astilleros de la SECN, cabe destacar que los astilleros gaditanos de Echevarrieta y Larrinaga, constructores del buque escuela J.S. de Elcano, empleando ingenieros alemanes construyeron un submarino de 968 t basado en el diseño UG.
Le asignaron la numeral E-1 y su construcción, en paralelo con la Clase D, si pudo ser acabada antes que éste. Alemania por el Tratado de Versalles no podía construir submarinos después de la PGM, por lo que astutamente su Gobierno distribuyó a sus ingenieros navales por varios astilleros europeos para construir prototipos de submarinos y tener sus diseños listos cuando denunciase este tratado.
El E-1 fue ofrecido en 1933 a la Armada Española, pero la Comisión ad hoc, lo rechazó ignorando que tanto sus prestaciones como su construcción eran muy superiores a los del tipo D. De hecho la Marina turca lo adquirió en 1935 como Gür, siendo el comandante de quilla y de pruebas de mar el as de submarinos, capitán de corbeta Lothar von Arnauld de la Perière, que tenía el récord de hundimientos de la PGM con 193 buques y casi medio millón de toneladas. El Gür estuvo en activo en la Marina turca hasta 1947.
Al finalizar la SGM, la Armada Española compró el submarino alemán U-573 del tipo U-VIIC, que averiado por las bombas de un avión británico se había internado en Cartagena el 2 e mayo de 1942. Un ambicioso plan naval para construir seis unidades similares, del G-1 a G-6, se puso en marcha. Por desgracia, el aislamiento internacional que sufrió España tras la finalización de la SGM, así como la imposibilidad de que Alemania pudiese enviar equipos y materiales, hizo que este proyecto no llegase a finalizarse, habiéndose construido tan sólo el casco del G-1, que durante años sirvió de depósito de agua en el Arsenal de Cartagena. No obstante el U-573, recibió la numeral del G-7, que se convertiría en el mejor submarino de la Flotilla española, hasta la recepción del USS Kraken norteamericano. Bautizado como Almirante García de los Reyes (S-31), en honor del creador del Arma Submarina española, vilmente asesinado en Paracuellos del Jarama en 1936.
La nueva numeración de los submarinos asignaría la letra S a todas las unidades, dando al G-7 la numeral de S-01, al D-1 pasaría a ser el S-11, y los D-2 y D-3 parcialmente modernizados en 1956, con la ayuda del Tratado de Defensa Mutua con EEUU, se convertirían en S-21 y S-22.
El D-1 no fue modernizado porque se consideró que su estado no merecía esa inversión. La Empresa Nacional Bazán, sucesora de la SECN, intentó instalar sin éxito un snorkel, para poder cargar las baterías a cota periscópica, en los S-01, S-21 y S-22, pero no poseía la tecnología suficiente para ello. Por esa misma razón el S-31 norteamericano, que llegó a Cartagena en 1959, sería el primero en contar con este equipo inventado por los holandeses e incorporado por los alemanes a partir de 1942.
En mayo de 1970 tuvo lugar la triste baja y desguace del S-01, el último U-VIIC operativo en el mundo, que pudo preservarse en tierra, a modo de museo y de los S-21 y S-22, con el hundimiento por este último del mercante Almenara, atracado en el muelle de la EN Bazan, al dar atrás y fallar el gobierno. El resultado de estas bajas fue que en 1970 la Armada Española sólo contase con el S-31, apodado cariñosamente el S treinta y único, excelente buque de la clase fleet snorkel norteamericana, que navegó 23 años bajo pabellón español, dando una muestra de la excelencia de la construcción naval de EEUU.
La entente francesa
Felizmente un bien ideado Programa Naval de 1964 del almirante Nieto Antúnez, ministro de Marina, preveía la construcción de 5 fragatas y 2+2 submarinos. Los astilleros nacionales necesitarían un socio tecnológico del exterior, pues la construcción naval española se había quedado atrasada con respecto a las naciones occidentales.
Gran Bretaña se autoexcluyó de participar en este programa, pues el premier laborista Harold Wilson eliminó a los submarinos clase Oberon de la terna elegida, por desconfianza hacia España. Quedaban como finalistas el proyecto alemán U-209 y el francés Daphné. Posiblemente impresionados por la cota de 300 metros de este último frente a la de 250 del alemán, se eligió el proyecto francés, olvidando quizás la maestría de la construcción germánica en este tipo de buques, que tan excelentes resultados tuvieron en las dos guerras mundiales. Grecia fue más hábil y eligió el excelente diseño alemán del U-209, que en su Marina llevó el nombre de Glavkos, primero de los 68 submarinos exportados por Alemania a 13 naciones de este tipo de submarino.
La clase elegida por la Armada fue el Daphné, con un total de 26 unidades construidas, aunque se perderían dos submarinos franceses con toda su dotación en el Mediterráneo en 1968 y 1970, los Minerve y Eurydice, por fallos de su planta hidráulica. Portugal, España, Sudáfrica y Pakistán seguirían el ejemplo francés adquiriendo este submarino torpedero de 2ª clase, como rezaba su denominación en francés.
Gracias a la negativa del premier Harold Wilson, la Armada Española elegiría además cinco excelentes fragatas norteamericanas de la clase Knox, en lugar de las Leander británicas, designando al astillero ferrolano de la EN Bazán para su construcción y al de Cartagena para la de los 4 submarinos franceses con la denominación de Clase Delfín.
Estos cuatro submarinos con nombre de mamíferos marinos, Delfín, Tonina, Marsopa y Narval, entraron en servicio entre 1973 y 1975, suponiendo todo un reto para el astillero cartagenero que desde la entrada en servicio del D-3, sólo había construido cuatro submarinos de asalto, dos de la clase Foca y dos de la Tiburón.
Los primeros se construyeron según los planos del doctor ingeniero alemán Erich Vollbrecht, huido de Alemania con el diseño del modelo alemán Seehunde, de 17, 8 t y dos hombres de dotación. Ambos Focas estuvieron operativos entre 1963 y 1969, aunque tuvieron muchos problemas con una batería deficiente y no pasaron de ser experimentales. Hoy adornan un parterre en la Estación Naval de Mahón, SA-41, y otro en la Base de Submarinos (SA-42).
Los dos Tiburón, algo mayores ya que desplazaban 76,8 t y tenían cinco personas de dotación, eran un desarrollo del tipo Hai alemán, llevaban los mismos motores diésel y eléctricos que el Foca, pero por partida doble y elementos de baterías similares. Aunque el SA-51 pudo ser visto en la semana Naval de Barcelona en 1966, ambos submarinos nunca fueron dados de alta en la Lista Oficial de Buques de la Armada (LOBA). El SA-51 fue cedido al Museo de la Ciencia de Barcelona siendo colocado en la Ronda de Dalt y el SA-52 se encuentra ubicado en otro parterre de la Base de Submarinos de Cartagena frente al SA-41.
El afrancesamiento de la construcción naval de submarinos, continuó con la construcción de cuatro submarinos de la clase Agosta, a los que curiosamente, y creo que no hay antecedentes en otras Marinas, se les dio nombres de vientos, pues este tipo de buque no depende en absoluto de ese elemento meteorológico. Así, el Galerna (S-71), daría su nombre a la nueva clase, seguido por los Siroco (S-72), Mistral (S-73) y Tramontana (S-74). Incluso al simulador de inmersión en la Escuela de Submarinos, se le puso también nombre de viento, Ábrego.
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