La Revolución en los Asuntos Militares es un concepto discutido y discutible, desarrollado como consecuencia de los avances militares de los años 80 y 90 del pasado siglo especialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, la puesta en práctica por parte delos hutíes de numerosas innovaciones, combinadas con el apoyo prestado por Irán, han dado lugar a una auténtica Revolución en los Asuntos Militares que podríamos catalogar como «RMA del pobre». A lo largo de estas líneas trataremos de analizar sus principales características, sus fortalezas y sus debilidades.
Yemen, situado en el extremo sur de la Península Arábiga, es un país complejo, compuesto por varios sistemas geográficos bien definidos que conviene conocer, pues explican buena parte de lo que allí acaece:
- Desierto de Rub al-Khali, al este. La mayor parte del territorio es desértico (con distintos tipos de desierto), escasamente poblado por tribus seminómadas, y con alguna que otra pequeña ciudad junto al mar, como Mukalla o Gaydah. Por su pobreza y escasa presencia del Estado es la zona predilecta de Al-Qaeda y el Dáesh.
- Al suroeste, Adén es un enclave aislado del resto del país, en el sentido de que nada más salir de la ciudad hay una franja de desierto deshabitado que la separa de cualquier otra población.
- La franja costera que recorre toda la costa del Mar Rojo yemení y que ocupa unos 40 Km antes de llegar a las montañas. En esta zona se ubican puertos como Hodeida, Mokha (que da nombre al famoso café) o Midi.
- El gran sistema montañoso que recorre el oeste del país con ciudades como Taiz, Ibb o Dhamar.
- Al noroeste, el sistema de grandes planicies y cauces que conecta a Sadah con la capital del país, Sanna.
En el plano naval es importante mencionar el famoso Estrecho de Bab el-Mandeb que separa al Océano Índico del Mar Rojo, la isla de Périm, en ese mismo estrecho, el archipiélago Hanish, que acabó siendo reconquistado por Eritrea, y la gran isla de Socotra, patrimonio de la humanidad por su biodiversidad y a la vez nido de piratas somalíes.
Yemen forjó su historia reciente contra el Imperio Otomano, al que derrotó en numerosas ocasiones, y aunque posteriormente el sur del país acabase en manos británicas, la fiereza de los guerreros norteños permitió que en 1923 Yemen del Norte fuera uno de los pocos países del mundo reconocidos por las grandes potencias sin estar colonizado o bajo alguna clase de protectorado.
En los años 50 los británicos lucharon con denuedo por mantener su protectorado yemení: el SAS se empeñó a fondo en el barrio del cráter, mientras que los rebeldes respondieron con una oleada de atentados mediante granadas de mano hasta que Londres dio su brazo a torcer.
Con el fin del protectorado británico y la tremenda guerra que le precedió, el país se dividió en Yemen del Norte, que abarcaba la parte más poblada del país, y que tenía cierto apoyo estadounidense en el marco de la Guerra Fría, y Yemen del Sur, apoyado por la Unión Soviética y cuyo territorio solo tenía una gran ciudad: Adén.
En los años 50 Nasser envió miles de hombres para reforzar su proyecto panarabista. Sin embargo, los egipcios sufrieron bajas enormes en el norte y se puede argüir que este factor les debilitó en las subsiguientes guerras contra Israel.
Aprovechando el lanzamiento de los programas de construcción naval soviéticos y la construcción de bases para una flota oceánica impulsada por el Almirante Gorshkov, Moscú instaló una importante base naval en la isla de Socotra, así como un oleoducto.
En 1990 Yemen entero se unificó, aunque poco tiempo después, en 1994 estalló una cruenta guerra civil cuando los separatistas del antiguo Yemen del Sur se rebelaron. Desde aquellos años hasta hoy Arabia Saudita ha intervenido intermitentemente en el norte del país para tratar de contener el conflicto y garantizar la seguridad de sus propias fronteras. En los años 90, como sigue ocurriendo hoy, las emboscadas en las montañas hicieron pagar un peaje desproporcionado a Riyad.
Como vemos, aunque muy a grandes rasgos, Yemen cuenta con una amplia historia de guerrillas exitosas y enfrentamientos contra las potencias invasoras que tiene como protagonista el norte montañoso del país. Lo anterior tiene mucho que ver con una geografía favorable, una cultura rural que acentúa las habilidades propias de un guerrillero y el papel cultural, tanto simbólico como real, de las armas.
Hay que entender que Yemen tiene uno de los mayores ratios del mundo de armas por habitante, y de hecho la compraventa de armamento ligero no es ilegal, ya que se considera esencial para la supervivencia de las tribus. Dichas armas no solo son herramientas para la guerra, sino también para la negociación, el prestigio social o el encumbramiento político: un caudillo con numerosos artillados (technycals), guerrilleros o algún blindado acrecienta su prestigio.
El papel de las armas está tan arraigado que lo encontramos habitualmente en la simbología yemení: desde tribus que se identifican con fusiles hasta la jambiya, una daga curva que se lleva a la vista sobre el vientre como símbolo de fortaleza y masculinidad.
Los hutíes, un grupo singular
Volviendo sobre la historia reciente del país, fue más o menos a partir del año 2000 cuando empezó a germinar eso que hoy llamamos “hutíes” y que entonces solo era el nombre de un clan familiar que vivía en las montañas de la provincia de Sadah, junto a la frontera saudita.
Los hutíes eran zaiditas, una rama del Islam chií. Ideológicamente se fueron acercando a los postulados iraníes debido a las acciones de Occidente en Iraq, Afganistán y la propia Yemen, así como a las intervenciones sauditas en la frontera.
En el año de 2004 se colmó el vaso y el gobierno de Yemen decidió dar una lección a los molestos hutíes lanzando una ofensiva de castigo con blindados y artillería usados, eso sí, sin ton ni son. Como era de esperar en un país en el que los clanes y tribus son profundamente independientes, las acciones del ejército enfurecieron a muchos otros grupos y solo consiguieron que los hutíes establecieran nuevas alianzas con varias tribus dispersas por toda la provincia de Sadah.
Entre 2004 y 2010 hubo hasta 6 conflictos entre el Estado y los hutíes. Estos últimos aprendieron a adaptarse a las tácticas del enemigo de tal forma que si en 2004 los blindados enviados por Sanna les arrollaron, en la cuarta guerra de 2007 se permitieron conservar el territorio y rechazar a los blindados, y en la quinta y sexta (2008-2010) pasaron a la ofensiva, conquistaron la capital provincial y neutralizando a una brigada al completo.
¿Qué permitió a los hutíes lograr ese tremendo salto de eficacia militar en solo 6 años? Para el caso de grupos tribales como los hutíes existen tres fuentes naturales de mejoría militar:
- Un liderazgo especialmente sabio.
- Factores culturales que permiten un profundo repensamiento.
- Influjo de ideas externas.
Se supone que en todo Yemen del norte la cultura es parecida, lo que afecta tanto a las tribus como a las tropas del gobierno, por lo que a igualdad de cultura y teniendo en cuenta que los gubernamentales contaban con armamento pesado parece difícil que se diera el salto en el pensamiento táctico que llevó a estos resultados. Queda la duda de si el liderazgo y/o la influencia externa impulsaron el cambio entre 2004 y 2010, pero todo apunta a lo segundo.
Lo que sí está claro es que tan pronto como en 2009 las autoridades sauditas interceptaron dos cargamentos de armas que supuestamente llevaban a bordo cinco asesores iraníes. Además, a partir de 2011 los hutíes instalaron la sede de su televisión, Al-Marjah, en Beirut, en tanto Líbano ofrecía lo más parecido a un país franco en todo Oriente Medio.
Las relaciones de los hutíes con Irán ya estaban en marcha, y no es descabellado pensar que Teherán y sus acólitos libaneses instruyeron a los hutíes en materia de estrategia y táctica militar, operaciones de propaganda y suministro de armas.
A pesar de lo anterior sería un error pensar que Teherán tiene un control directo sobre los hutíes, ya que incluso dentro de estos los liderazgos son difusos: recordemos que el clan hutí acabó liderando una suerte de confederación tribal que a su vez tomó las riendas del Estado aliándose con parte de los generales de Yemen. Es decir, se trata de un complejo edificio de liderazgos, instituciones estatales, acuerdos y alianzas con muchos contrapesos y lealtades cruzadas.
Cuando todo comenzó los hutíes estaban muy bien situados para aprovechar los conocimientos y el apoyo de Teherán. Controlaban toda la provincia de Saddah, reforzaron la base de apoyo tribal y reunieron más material y tropas que nunca. Por si esto fuera poco se expandieron a las provincias de Hajja y Al-Jawf. La primera les proporcionaba salida al mar gracias al muelle de Midi, adonde llegaban las armas.
Otra gran baza hutí era la dinámica de alianzas que habían ido aprendiendo y construyendo desde 2004. Los hutíes tienen fama por su habilidad mediadora, de lo que nosotros deducimos que eran socialmente valorados, como nos lo indica el hecho de que dos partes enfrentadas solo confían en un tercero para que arbitre una solución cuando la estiman justa.
Por otra parte, los hutíes innovaron al desarrollar la capacidad de obtención de inteligencia “estratégica”. Recopilaban su propia información y exprimían los archivos del gobierno caídos en sus manos. En lugar de entregarse a la mera rapiña, “saqueaban” un bien inmaterial como es la información. Un salto de mentalidad.
Al parecer los hutíes también acudían a los distritos que no conocían bien con archivos y documentos que detallaban todo lo necesario sobre las tribus locales. En su zona de influencia establecieron de cuando en cuando una ristra de puntos de control a lo largo de las carreteras para hacer acto de presencia y demostrar su capacidad militar. Acciones psicológicas.
Además, aunque los zaidíes y los ismaelitas, ambos chiíes, no son mayoría en Yemen, lo cierto es que la mayor parte del norte de interior sí lo es, así que los hutíes aprovecharon ese caldo de cultivo favorable para establecer todavía más alianzas.
Ahora bien, todo esto no nos debe hacer olvidar que las luchas intestinas son perfectamente posibles incluso dentro del amplio movimiento hutí, no digamos ya con tribus que no están plenamente integradas en el mismo. Simultáneamente hay que recordar los pagos y la influencia histórica de Riyad a algunas tribus que viven junto a la frontera norte.
La Primavera Árabe y las protestas en Sanna provocaron la perdida del favor saudita para con el entonces dictado Saleh quien tuvo que abandonar el poder en beneficio del nuevo presidente, Hadi, sin embargo este suryemení no tenía las riendas del Estado tan bien asidas como su predecesor. Al final, tras un periodo de incertidumbre (2010-2014) Saleh con apoyo de ⅔ del ejército y de casi toda la Guardia Republicana se alió con los hutíes para derrocar a Hadi en Sanna.
El golpe se ejecutó entre septiembre de 2014 y enero de 2015, tras lo que la guerra civil se precipitó: Hadi huyó a Adén, donde se tuvo que apoyar en los separatistas y los restos del ejército reforzados por la coalición árabe.
Y aquí vino otra de las jugadas magistrales hutíes. Primero constituyeron el Comité Revolucionario Supremo cuya simbología e intenciones lejos de ser sectarias tenían carácter estatal/nacionalista. Un año después, en agosto de 2016 las funciones estatales de dicho comité fueron asumidas por el Consejo Político Supremo (CPS en adelante).
Lo interesante de estas instituciones es que reflejan un pensamiento hutí que lejos del tacticismo parece tener visión a largo plazo; visión de estado. Al contrario de lo que suele ocurrir, los rebeldes tribales hutíes no destruyeron al Estado cotra el que habían combatido, sino que se apropiaron de las palancas del poder estatal y se legitimaron en el plano nacional… Cuan diferente y avanzado es este pensamiento en comparación con las milicias tribales de Libia, Mali, Somalia o Afganistán.
De todas formas los hutíes nunca han llegado a dominar el parlamento de Yemen o a establecer un sistema de legitimidad política que les permita dominar el Estado por completo. Es posible que al igual que Hezbolá los hutíes pretendan convertirse en un “Estado dentro del Estado”, una fórmula con numerosas ventajas, ya que se pueden concentrar en su aparato militar y político, a la vez que no están sujetos a las restricciones del Derecho Internacional y que se benefician de los estrictos principios de no injerencia en los asuntos internos de los Estados que proclama el Derecho Internacional Público.
Sea como fuere los hutíes tenían las cosas muy claras desde el principio. Durante el golpe contra Hadi no perdieron ni un segundo en apoderarse de varias bases y arsenales del ejército yemení, y en particular del material pesado (blindados, morteros, cañones), y a la vez tomaron el control de parte de la Guardia Republicana: las unidades de cohetes y de misiles antibuque, aunque nunca hubo mucha confianza entre unos y otros.
El CPS reflejó el equilibrio interno entre Saleh y los hutíes: de sus nueve miembros 4 eran hutíes, incluyendo al presidente y 5 pro-Saleh, incluido el vicepresidente. En paralelo al CPS se constituyó el aparato de seguridad y defensa mediante el Comité Militar y de Seguridad, en el que de sus 23 miembros en 2016 solo 6 pertenecían al aparato previo.
El frente entre hutíes y Saleh se repartió de la siguiente forma: al sur, en la zona de Taiz actuaba el ejército regular con una organización más o menos convencional. La costa era defendida por los hutíes mediante una red defensiva que explicaremos en el apartado de la RMA, mientras que al norte actuaban las unidades de élite hutíes y del ejército yemení, así como las unidades de cohetes estratégicos.
A medida que la guerra fue evolucionando los hutíes fueron adquiriendo un papel creciente en todos los frentes, ya que el armamento que llegaba era para ellos y no para los leales a Saleh, principalmente.
Con el tiempo la alianza antinatura entre Saleh y los hutíes terminó con el primero muerto en una emboscada hutí en diciembre de 2017 cuando estaba traicionando a los hutíes y llamando a sus adeptos a rebelarse contra ellos.
Aunque Saleh murió, su tribu y parte del ejército aún representan a día de hoy una especie de actor post-Saleh con el que los hutíes deben tratar.
La Revolución en los Asuntos Militares del pobre
Sin pretender entrar a fondo en el debate sobre el concepto de “Revolution in Military Affairs” (Revolución en los Asuntos Militares) sí conviene dejar al menos algunas nociones básicas. La mayor parte de los autores caracterizan la RMA como un cambio de gran magnitud en tres grandes factores: innovación técnica, innovación organizativa e innovación doctrinal (en el uso). Este cambio debe ser de calado, pero no tiene porque ser repentino. Así, una serie de evoluciones combinadas a lo largo de décadas pueden desembocar en una RMA.
Acudiendo a los conceptos filosóficos de sustancia/esencia y accidente aplicados a la guerra moderna incluso podríamos decir que la esencia no ha cambiado desde la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, aunque la esencia sea la misma, está tan diluida y se ha vuelto tan pequeña en comparación con la “capa” de accidentes que la rodea que sería absurdo conferir a la esencia más importancia que al accidente.
Lo importante es el grado, la magnitud del cambio, no tanto si la esencia se mantiene o no. A ese grado lo llamamos revolución si es un cambio repentino y profundo y evolución cuando solo supone un salto no disruptivo con la forma de hacer la guerra que antecede al cambio.
Una evolución fue la inclusión de los primigenios carros de combate por parte de los ingleses en la Batalla de Cambrai (1916), sin embargo el ejército prusiano pudo defenderse de ellos. No produjo un antes y un después drástico. En cambio, durante la Ofensiva de Amberes de 1918, cuando el tanque fue usado en masa, coordinado con infantería, artillería e interdicción aérea, unidades de asalto y cierto concepto de avance en profundidad, ese conjunto de evoluciones dieron lugar a una nueva forma de hacer la guerra que dejaba obsoleto todo lo anterior.
Si la guerra fuera una fórmula matemática, diríamos que aunque los factores a valorar podrían ser los mismos desde 1914 (detección, potencia de fuego, comunicaciones, coordinación en sentido amplio, cantidad, adiestramiento, organización…), y que por tanto la esencia se mantiene, la valoración de estos factores es radicalmente distinta, mucho más compleja y con muchos más subfactores a tener en cuenta. Por tanto, lo importante no es tanto saber qué factores (conocer la esencia) como conocer la mejor forma de valorarlos, medirlos y evaluar el resultado de su interacción (conocer el accidente). En resumen, conocer el accidente, que por añadidura está en permanente evolución, es lo importante.
Dicho esto, un ejemplo clásico de RMA plena podría ser la del Ejército Rojo en los años 20, ya que combina las tres características mencionadas. Innovación técnica en el uso de nuevos ingenios como el paracaídas, el tanque (de apoyo T-26, de penetración BT-5 y de ruptura T-28), o la radio, forma de uso novísima por medio de la doctrina de la Operación Profunda (Deep Operation) que incorpora nuevos TTP (Tácticas, Técnicas y Procedimientos) y por último un nuevo modelo organizativo basado en los Cuerpos Mecanizados y otras unidades de nuevo cuño.
Aunque la RMA ideal combina esos tres factores, lo cierto es que pueden darse en solitario. Si la magnitud de alguno de ellos es suficientemente destacable podrá constituir una revolución en sí misma, que es lo que quizás ocurrió con el arma nuclear o las armas de metal en tiempos prehistóricos.
Distinto sería que hubiera cierta paridad tecnológica, como ocurría entre las potencias europeas en 1939, cuando la organización y la forma de guerrear fueron los factores determinantes de la RMA.
La RMA descrita anteriormente es la “clásica”, sin embargo también está la otra RMA, que a veces ha sido nominada C-RMA (Contra RMA) y que por motivos obvios vamos a etiquetar como Revolución en los Asuntos Militares del pobre a lo largo de este texto.
La idea de la Revolución en los Asuntos Militares del pobre emerge durante la guerra entre Israel y Hezbolá en 2006, donde el grupo libanés pudo conseguir una victoria política gracias a maximizar sus fortalezas y alcanzar la excelencia en el terreno táctico frente a un Israel aplastantemente superior, aunque con debilidades estratégicas susceptibles de ser explotadas.
El caso es que una fuerza muy inferior pudo enfrentarse a otra muy superior y salir relativamente airosa gracias a una nueva organización y doctrina y al acceso a medios técnicos que no eran ni mucho menos vanguardistas.
Por eso se habla de la Revolución en los Asuntos Militares del pobre, porque la idea refiere a actores armados no estatales o estados débiles que en ningún caso podrían competir en una RMA clásica por obtener la amplia superioridad tecnológica necesaria. De hecho son estados o actores “pobres”, cuyos recursos estratégicos no les permitirían vencer en una guerra clásica contra ciertos enemigos, los que se centran en contener el umbral de intensidad de la guerra en un nivel medio o bajo que les iguala, encauzan el conflicto hacia un campo de batalla a su medida y hacen la guerra sabiendo que el desgaste pasa una factura política mayor a sus enemigos.
En la Revolución en los Asuntos Militares del pobre la alta tecnología no juega un papel tan crucial como en la RMA clásica. De hecho, en el apartado tecnológico la clave pasa por la accesibilidad a tecnologías maduras, que en unos casos son militares y en otros civiles. Simultáneamente la inferioridad tecnológica obliga al pobre a maximizar su doctrina y su organización para compensar su inferioridad tecnológica.
Finalmente, el pobre recurre a una preparación del campo de batalla mucho más intensa: busca combatir en ciertos lugares preparados, con posiciones escogidas y fortificadas de antemano, aprovechando el escondite y la sorpresa mediante emboscadas y golpes de mano.
En el lado opuesto, una fuerza convencional en la lucha contra un actor de este tipo debe aceptar riesgos, ya que su superioridad le otorga la iniciativa, que debe usar para intentar desarbolar al escurridizo enemigo. A fin y al cabo, si el actor con más poder no ataca ¿de qué sirve una superioridad que se convierte en defensa? ¿en qué se diferenciaría de una situación de disuasión estratégica? La fuerza convencional debe intentar vencer atacando. Solo intentarlo.
Desde el punto de vista estratégico, sea por coincidencia o no, los países más ricos suelen contar con mayor nivel tecnológico. Al mismo tiempo su riqueza y desarrollo hacen que tengan menos hijos, los valoren más y tiendan a estar más sensibilizados, lo que da lugar a una aversión a las bajas y se tiende a evitar todo coste humano que no se haya hecho para enfrentar una amenaza vital; el precio que la población está dispuesta a aceptar es mucho menor que en el caso del actor pobre, a no ser que ese actor pobre sea visto como una “amenaza vital” por la ciudadanía., algo harto complicado.
Los hutíes y la Revolución en los Asuntos Militares
Antes de entrar de lleno en la parte crucial del artículo, hay que recordar que el Eje de Resistencia ha mantenido un intenso contacto con los hutíes, lo que ha configurado toda la forma de guerrear hutí, desde lo táctico hasta lo estratégico.
Su estrategia pasa por el típico “victory by not loosing”, algo así como “sobrevivir para seguir luchando es vencer”. Mientras se luche se inflige un desgaste y mientras éste prosiga la victoria se acerca, ya que el enemigo está a cada nuevo golpe, un poco más cerca del agotamiento. Esta cadena de ideas no es universalmente cierta, pero es aplicable a este caso.
La Revolución en los Asuntos Militares del pobre supone una vuelta de tuerca a este concepto y, en realidad, a cualquier otra estrategia de desgaste típica de una situación en la que existe una asimetría de fuerzas, a la vez que constituye un punto de inflexión cualitativo, como veremos.
No hay más que echar un vistazo al arma que parece caracterizar esta revolución: la difusión de la cohetería. Si hacemos un poco de memoria, en la Segunda Guerra Mundial la Alemania nazi utilizó dicha arma a la desesperada, buscando contrarrestarr la supremacía aérea aliada e infligir tal daño que Inglaterra se aviniese a firmar la paz. En 1944 llegaron esas armas: la V-1 y la V-2. La primera relativamente barata y con posibilidades de ser derribada y la segunda un misil balístico mucho más caro pero imposible de derribar con los medios de la época. Mataron a miles de civiles. En conjunto, muchos más que nada lanzado por Hezbolá. También destruyeron numerosos edificios, pero no consiguieron ningún resultado político, más alá de reforzar la determinación británica de seguir la lucha.
Se trataba de armas pensadas para atacar directamente al nivel político de la guerra, sin apenas efectos militares. Su inutilidad en el plano estratégico, a pesar de los muertos que causaron, deviene de que el umbral de intensidad de la guerra era enormemente alto: no estaba en juego un territorio, sino la supervivencia misma del país. La lección es clara: en la «RMA del pobre» hay que mantener siempre la intensidad del conflicto en niveles mínimos si se quiere que cada golpe tenga verdadero impacto más allá del número muertos causado.
Entre 2015 y 2020 los hutíes han seguido la misma idea, pero con una diferencia: si inicialmente la imprecisión de este tipo de cohetes hacían de ellos un arma estratégica “ruda”, desde 2016 han tenido acceso a una buena gama de misiles y drones guiados que proporcionan nuevas posibilidades; son armas estratégicas «finas» que permiten modular el mensaje político escogiendo el lugar atacado y permitiendo, además, que el ataque tenga utilidad táctica-militar y no únicamente política. En este sentido, se ha pasado de una fórmula imprecisa de terror-castigo con efectos políticos pero no militares, a una fórmula controlada de terror-castigo con efectos políticos, militares y político-militares.
Pasar de la imprecisión al control es clave, porque abre un nuevo abanico de opciones para el control de la escalada. Por ejemplo, el ataque contra la refinería saudita de Abqaiq pudo haber destrozado la misma atacando las instalaciones más vulnerables y provocando daños mucho más graves. En su lugar, lo que tenemos son una serie de impactos muy precisos contra las partes más fácilmente reparables de la misma. Obviamente se trataba de un mensaje político aprovechando como diana un activo estratégico.
Esto también arroja otra idea: el actor débil es el principal interesado en un control de la escalada especialmente minucioso y el mayor interesado en crear una disuasión estratégica estable, de ahí los mensajes políticos que acompañan al lanzamiento de misiles de largo alcance.
En contraste, aunque son muchos los estados que han dispuesto de este tipo de armamento de precisión desde hace décadas, su superioridad militar y el pensamiento militar clásico han hecho que estas se utilicen en operaciones de castigo demasiado convencionales. Por ejemplo, la campaña de bombardeos contra Libia en los años 80 o el lanzamiento de misiles de crucero Tomahawk contra la base aérea siria de Sheteytat, si bien incluyen un mensaje político, en modo alguno es tan efectivo como el que logran enviar los hutíes al lanzar tres o cuatro misiles contra objetivos mucho más concretos a modo de aviso. Dicho de otra forma: los hutíes han logrado un efecto mayor con unos pocos misiles que los EE. UU. con toda la operación El Dorado Canyon de 1986 la que, a la postre incrementó la escalada con Libia y llevó a este país a incrementar su campaña terrorista con atentados como el del Vuelo 103 de la Pan Am.
Para ello, los hutíes han ido perfeccionando su arsenal. Han conseguido misiles balísticos de tipo SRBM P-1B Badr con un círculo de error probable (CEP) inferior a 10 metros y con un alcance superior a los 100 Km. En 2017 un dragaminas de la Clase Frankenthal fue hundido cuando estaba amarrado en el puerto de Moca de esta forma. Ya antes de 2018 se observaron ataques de cohetes sumamente precisos que mataron a oficiales de alto rango sauditas o que incluso destruyeron varios helicópteros Apache en la gigantesca base de King Khalid, pero nada parecido a lo ocurrido de un tiempo a esta parte.
Con todo, los cohetes más antiguos e meprecisos también conservan su importancia. Los hutíes han tenido gran interés en controlar las unidades de misiles de la Guardia Republicana iraní, que contaba con 33 lanzadores para misiles Scud-B y otros tantos para los Tochka en 2015. Irán ha producido también una versión aligerada y con mayor alcance del Burkan 2H, basado en el Qiam 1 y que gracias a su mayor autonomía pudo ser usado para atacar Riyad a partir de 2017.
Aunque pueda parecer mentira, estos misiles fueron soldados a mano ante la carencia casi absoluta medios industriales, una suerte de «Ikea de los misiles» en el que Irán lleva los componentes a Yemen y los hutíes los ensamblan. Como es evidente una mala soldadura o cualquier otro defecto puede hacer que algunos misiles se deshagan en el aire debido a la presión sufrida por un fuselaje estructuralmente débil, pero con todo, la mayoría suelen funcionar.
Para marzo de 2018 los hutíes habrían lanzado, según una entrevista a oficiales sauditas, la friolera de más de 66.000 cohetes tácticos, los cuales a su vez habrían matado o herido a mil civiles y obligado a abandonar varios villorrios fronterizos.
Por otra parte, drones de las categorías Small y Tactical han sido usados para realizar ataques a decenas de kilómetros, a la manera de la artillería de precisión. Ingenios como el Ababil-T que probablemente usan un 100% de piezas COTS, quizás con alguna excepción relativa al sistema de enlace, pero en su inmensa mayoría funcionando gracias a motores, conectores, placas, cableado o fuselaje disponibles en el mercado. Recordemos el ataque contra la tribuna de autoridades durante un desfile militar en Adén que mató e hirió a varios altos oficiales y demuestra la capacidad de precisión y letalidad lograda únicamente gracias a una guía GPS y a un barómetro COTS.
Ahora bien, algunos elementos propios de Revolución en los Asuntos Militares del pobre no habrían sido posibles de no ser por varios factores:
- Los hutíes se benefician de una industria de defensa estatal desarrollada (la iraní) que suministra armamento avanzado (o no tan avanzado) de largo alcance y en cantidad, cosa a la que no todos los actores pobres podrían aspirar.
- Es necesaria una estructura protoindustrial local con soldadores veteranos, técnicos formados, herramientas adecuadas, talleres con maquinaria capaz de mover objetos pesados y voluminosos y camiones de transporte. Esto es relativamente fácil de conseguir, pero aun así no está al alcance de todos.
- Los hitíes cuentan con acceso al mercado mundial de piezas COTS para fabricar drones, así como con ingenieros con capacidad para realizar modificaciones bastante importantes. Esto último puede ser fácil o difícil de conseguir dependiendo del nivel educativo del país y de su apertura a los mercados internacionales y en particular a servicios digitales como Amazon. En el caso yemení es un logro sin precedentes.
Respecto a la “protoindustria”, podemos definirla como una fuerza de trabajo improvisada y basada en habilidades y herramientas manuales, con un número escaso de máquinas y con la finalidad de dotar a un actor armado de una serie de materiales críticos para la guerra mediante una producción muy cuantiosa. Para ello recurre a talleres, herramientas manuales básicas como las poleas, hornos improvisados, soldadores tradicionales (nada de soldadura robótica), etc. Por motivos de seguridad tiende a estar dispersa, de tal forma que las distintas unidades productivas solo se encargan de su segmento del proceso, que se descentraliza en muchos pequeños centros de producción repartidos por áreas extensas, lo que aumenta la resiliencia del conjunto.
Ha de reconocerse el mérito hutí; tuvieron el acierto y la habilidad de reclutar trabajadores cualificados, organizarlos y conseguir cierto “I+D artesanal”, todo para dotarse de minas navales improvisadas, coches blindados, artefactos explosivos improvisados, drones, y hasta para ensamblar misiles iraníes.
Todo ello nos permite extraer otra conclusión: en la «RMA del pobre» es más importante la accesibilidad a ciertas tecnologías maduras que disponer del material más vanguardista.
Claro está, recibir el material necesario por parte de Irán también condicionaba otros aspectos de la estrategia. Así, entre 2008 y 2011 los hutíes pelearon por las provincias vecinas de Al-Jawf y Hajjah. Por esta última especialmente, ya que la pequeña capital, Midi, contaba con un buen embarcadero a través del cual pretendían desembarcar el material de guerra iraní. Es también por eso que al poco de comenzar la intervención saudita los marines de ese país asaltaron Midi a lomos de sus BMR-600.
Para contrarrestar los lanzamiento hutíes, los sauditas reaccionaron desplegando sus baterías antimisil Patriot cerca de la frontera, sin embargo la inteligencia hutí era lo suficientemente buena como para coordinar el lanzamientos de varios misiles con operaciones de los drones suicidas contra los Patriot, sus radares o los nodos C3, algo para lo que los saudíes no tenían defensa. Esto también nos indica que la capacidad de IMINT (inteligencia de imágenes) gracias a drones o incluso a servicios privados de fotografía satelital permitían a los hutíes conocer la posición de los Patriot, lo que no es baladí.
Los hutíes y la guerra convencional
Naturalmente, no todo en este conflicto han sido drones y misiles, también ha habido una lucha mucho más convencional. Los hutíes han tenido que enfrentarse a varios contextos distintos. Originalmente luchaban contra el ejército yemení, después lanzaron la ofensiva para tomar el resto de Yemen, para lo que contaron con cierto apoyo del ejército regular, medios blindados y en definitiva, armamento convencional.
A continuación se produjo la intervención árabe y tuvieron que enfrentarse a la red de puestos sauditas al norte, a los yemeníes del sur apoyados por Emiratos Árabes Unidos en Taiz-Adén, y por encima de todo, a la aviación de la coalición árabe, quizá el mayor peligro para ellos, pues carecían casi por completo de defensa.
Contra el ejército de Yemen, que tenía superioridad de medios, aprendieron a actuar en red. Se preparaban varias partidas de tamaño sección y compañía que se aproximaban y transmitían información sobre el enemigo a las unidades, muy dispersas sobre el terreno, para concentrarse únicamente antes del ataque.
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