La guerra de Siria

Las claves de un conflicto que llega a su fin

En la imagen un blindado T-72AV, el mejor que poseía Siria al comenzar el conflicto... Un regalo de la URSS por haber capturado un Magach israelí con blindaje reactivo. Los AV eran característicos de las unidades de choque del ejército sirio.

La guerra de Siria ha sido mucho más que un conflicto local. De una u otra forma ha implicado a numerosas potencias, con Estados Unidos y la Federación Rusa a la cabeza. Grupos como Dáesh o los proxies de diversos países han tenido un papel crucial. En los últimos compases, el reparto entre Turquía y el gobierno de Assad del norte del país ha dejado momentos de enorme tensión. A lo largo de estas líneas analizaremos las claves de esta larga y cruenta guerra.

En este artículo ofrecemos un resumen de las grandes claves de la guerra civil de Siria: el aspecto social y político detrás de la guerra, las Fuerzas Armadas de Siria, los rebeldes con mención especial del Dáesh, la evolución vivida por las fuerzas en combate y, por último, el papel jugado por las diferentes intervenciones extranjeras.

«Isletas» de asedios en los alrededores de Damasco capital en 2017… ¡5 años después de su inicio en 2012!

Un país, varios mundos

Bajo la dinastía Assad, Siria no era un país especialmente rico o pobre en el contexto mundial o regional: superior a Iraq en sus estándares de vida pero inferior a los estados del Golfo dotados de petróleo, formaba parte de la «clase media» regional.

Económicamente estaba estancado. Aunque en conjunto había existido un crecimiento más o menos constante del PIB, la realidad era que la población del país aumentaba vertiginosamente a la par que la tasa de empleo descendía paulatinamente hasta el 44% en 2008. Quizá el dato económico más alentador era que el 20% de la población más pobre había mejorado sustancialmente su calidad de vida.

La riqueza generada no se repartía de manera homogénea, todo lo contrario: mientras las provincias más rurales del este se empobrecían, la costa vivía su auge particular por varios motivos:

  • Creciente sector turístico (con cierta inversión rusa).
  • Fuerte vinculación con el poder ostentado por los Assad y los alauítas.
  • Posesión de puertos.
  • No hay que descartar la riqueza del contrabando de armas, pero sobre todo de drogas con Líbano.

En el año 2000 Siria contaba con cuatro grandes universidades: Damasco, Al-Baath, Tishreen y Alepo, que en aquel momento formaban a unos 150.000 estudiantes. Este dato supone que la población con estudios universitarios en 2011 podría estar en algún punto entre el 5% y el 10% de la población, esto es, entre 1,05-2,1 millones de licenciados, diplomados o con algún tipo de máster.

Aunque podríamos buscar muchos “peros” a las cifras, simplemente queremos apuntar que Siria contaba con una base razonable de recursos humanos con una alta formación que, llegado el caso, pondrían sus conocimientos al servicio de la guerra.

Cuando un país con cierto grado de modernidad y personal con conocimientos técnicos entra en guerra, la probabilidad de que se produzcan adaptaciones y mejoras técnicas para la guerra son mucho mayores, lo que puede dar lugar a formas originales de combatir. Esto tiene relevancia de cara a la lucha contrainsurgencia (COIN en adelante) y a la preparación de posibles intervenciones en conflictos asimétricos.

Respecto a la división de la sociedad podemos dividirla en los siguientes grandes grupos:

  • Mundo Rural Árabe Sunita (MRAS)
  • Mundo urbanita.
  • Heteromundo.

Antes de nada, cabe decir que las guerras civiles se nutren de los grupos que pertenecen a un Estado. Así, al margen de los cuerpos armados permanentes, los ejércitos surgidos de los “grupos civiles” serán la traducción militar de la cultura, el contexto y los recursos de los mismos.

Por tanto, cuando los kurdos, los asirios o los MRAS constituyan grupos armados, su valor combativo dependerá de sus recursos humanos y técnicos, así como de su organización y forma de combati, fruto todo ello de la cultura, de las circunstancias políticas, climáticas y geográficas. Todos ellos factores difíciles de controlar que solo pueden ser conscientemente modificados por un líder, algo que no siempre es factible.

Mundo rural árabe sunita (MRAS)

Este grupo abarca no solo a los “pueblos”, sino también a una enorme masa poblacional que emigró del campo a la ciudad sin que ello significara que hubieran perdido su identidad rural, ni sus dinámicas culturales y políticas.

Se trata de un mundo dominado por los árabes sunitas, la pobreza, la importancia del Islam y que es especialmente preponderante a medida que nos acercamos a Iraq, al este de Siria.

El MRAS es un mundo tendente al radicalismo religioso per natura. Sin embargo, hubo factores que enfatizaron esta deriva:

  • El conflicto regional sunismo-chiísmo.
  • El escaso desarrollo económico y el paro, especialmente entre los jóvenes.
  • La presencia y el aparato propagandístico del yihadismo.
  • Este último punto merece una explicación más detallada.

Cuando Estados Unidos invadió Iraq en 2003, varios regímenes de Oriente Medio, especialmente Damasco y Teherán, se sintieron vulnerables. Como consecuencia, optaron por debilitar a la potencia americana mediante fórmulas indirectas que normalmente pasaban por apoyar a la insurgencia iraquí.

La dinastía Assad tenía experiencia en azuzar a actores no estatales: el PKK en Turquía, Hezbolá en Líbano o la OLP así lo atestiguan. Contra EEUU decidieron apoyar a la insurgencia iraquí, y en particular a los grupos yihadistas. ¿Cómo? Por medio de los “caminos de ratas” (Rat Routes).

Por Siria pasaban dos caminos de ratas que los insurgentes iraquíes usaban para incorporar a yihadistas venidos de todo el orbe, así como para traer dinero e incluso contar con santuarios seguros lejos de las zarpas de Occidente. Caminos de ida, y posteriormente de vuelta, claro.

La mayor ruta de ratas seguramente era la que iba desde la frontera con Turquía hasta el eje Raqa-Baghdad siguiendo la autovía a orillas del Éufrates que pasa por Deir ez Zor, Al-Bukamal, Ramadi, Haditza, Faluya, etcétera. El lector irá atando cabos… Todas esas ciudades fueron los núcleos de la insurgencia sunita en Iraq y en todas ellas se libraron cruentas batallas tanto en la guerra contra la insurgencia iraquí como durante la Guerra Civil Siria o tras el ascenso del Estado Islámico.

Efectivamente; para debilitar a EEUU, Bashar al-Assad había consentido que se constituyera un camino de ratas a lo largo del cual diversos grupos yihadistas sirio-iraquíes crearon grandes redes de contactos para mover vituallas, armas, dinero y hombres. Cuando el Estado sirio se debilitó, los yihadistas contaban con todas las palancas necesarias para llenar el vacío de poder con mucha ventaja sobre cualquier otro actor.

La autopista del Éufrates y la dinámica de los caminos de ratas permiten explicar mucho de lo acontecido en el centro y este de Siria y en el Éufrates iraquí.

Ahora bien, en el oeste del país, más rico y poblado, el MRAS había emigrado a las ciudades portando con sí el germen del radicalismo religioso: el ejemplo paradigmático es la Batalla de Alepo.

En Alepo existen dos grandes franjas: el casco viejo y la parte occidental con edificios más antiguos y de buena factura, rentas más elevadas, los principales servicios públicos… Mientras que al este de la ciudad se encuentran las barriadas erigidas a la manera de las “colonias obreras”, con edificios de rápida construcción y mala factura para albergar a la población del campo. Esto, que es típico en buena parte de las capitales de Oriente Medio, tendría su impacto en el transcurso de la guerra.

Durante toda la Batalla de Alepo, que transcurrió entre 2012 y 2016 las zonas orientales apoyaron a los rebeldes y yihadistas, mientras que al oeste ocurrió lo contrario.

En Damasco la historia es parecida: fue en las ciudades dormitorio del extrarradio y en los distritos industriales de las afueras, en zonas como Ghouta, Daraya o Duma, donde los rebeldes se hicieron fuertes y resistieron asedios muy prolongados, mientras que en las zonas culturalmente damascenas (y por tanto urbanitas) los rebeldes recibieron un apoyo mucho menor.

Una de las dinámicas más importantes del mundo rural era el fervor religioso y la vigilancia de las costumbres y tradiciones amparadas por el Islam, así como la preservación del rol tradicional de la mujer. Es interesante comprobar la fuerte correlación entre áreas MRAS, el porcentaje de mujeres con educación primaria, secundaria y terciaria, y el surgimiento del Dáesh y otros grupos yihadistas.

Por ejemplo, en el año 2008, mientras en la Siria del oeste el número de mujeres con los tres tipos de educación se había incrementado enormemente, especialmente en la universitaria (incrementos superiores al 100%), en Raqa o Deir ez Zor esa tendencia incluso se había revertido con resultados negativos (-29%).

Las tendencias nos hablan del conservadurismo de las zonas MRAS donde el empleo de la mujer en las labores del campo estaba bien considerado socialmente, la edad de casarse era muy baja y la economía local no había mejorado significativamente desde los años 90.

El papel de la religión en este contexto era muy importante, ya que la mayor parte de la humilde vida social se hacía entorno a las celebraciones religiosas presididas por el Imán en la mezquita de turno. En el caso de que existiera un vacío de poder la sharia entraría inmediatamente en acción como forma de derecho consuetudinario aceptado por casi todos, algo que facilitaba mucho las cosas a los yihadistas cuyo objetivo final y afinidades se veían reforzados.

Por último, cabe decir que las ciudades provincianas, como Raqa, Idlib o Homs, con un elevadísimo porcentaje de población árabe y sunita, así como emigración del campo, conservaban también una identidad cercana al MRAS.

La Siria rural tiene muy poco que ver con la urbanita, siendo en la práctica un país diferente.

Mundo urbanita

En este caso nos referimos al mundo de las grandes ciudades y los valores tradicionalmente asociados a las mismas, incluyendo la pérdida de identidades colectivas tradicionales en favor de una mayor heterogeneidad social y tolerancia. La población urbanita desde un punto de vista “espiritual”, no de domiciliación.

En ciudades como Damasco, Tartús, Homs o Alepo, con población que llevaba al menos tres generaciones asentada en las mismas, se daba una mayor heterogeneidad y convivencia entre alauitas, suníes, drusos, cristianos, kurdos… Aunque no exenta de roces en algunos casos, esta mezcolanza entre “urbanitas de espíritu” generalmente se tradujo en un bajo apoyo de los sunitas a la causa rebelde.

En las grandes ciudades el grado de riqueza incluso permitió la aparición de negocios y cambios sociales que en el pasado habían estado altamente cuestionados, y que son impensables en las áreas MRAS. Como es evidente, nos estamos refiriendo a los lupanares, que prosperaron al abrigo del conocido como Barrio Rojo de la capital, según algunos más grande y nutrido que el de la propia Ámsterdam… Toda una relajación de los valores religiosos, a la que acompañaron el consumo de alcohol y otras drogas o el abandono de los deberes religiosos.

Al disiparse el sentimiento identitario y perder la energía que sí tenían en el mundo rural, los sunitas urbanitas tenían un “corte” sociológico distinto que los MRAS.

No obstante, en las ciudades tendió a prosperar un lucrativo y extendidísimo tráfico de drogas conectado con las redes regionales que pasaban por Arabia Saudita, Jordania, Líbano, Palestina…

El consumo de la droga conocida como “captagón” está muy extendido en Oriente Medio, entre otras cosas por su bajo coste y masiva fabricación. Para su fabricación y distribución se han creado organizaciones criminales sirias y foráneas conectadas con la clase política del más alto nivel en toda la región.

En el caso de Siria, estas redes estaban controladas por organizaciones criminales que parasitaban el poder coercitivo del Estado por medio de sus políticos y funcionarios implicados en el mismo tráfico de drogas. Así, para garantizar la seguridad del comercio y eliminar a los competidores se creaba una dinámica en la que los cárteles competían por incorporar a las palancas del poder violento del Estado, lo que terminó con el monopolio de la violencia por parte de este.

Dicha dinámica extendió la corrupción por todo el país, desvirtuó el imperio de la ley y la existencia de la policía y el ejército, atomizó el interés público en una miríada de corruptelas, transformó las unidades de la administración pública en agentes al servicio de los cárteles y condicionó las decisiones políticas y el interés nacional a los intereses individuales insertos en este tráfico. En definitiva, minó en lo fundamental los pilares del Estado moderno, aunque precario, que existía en Siria.

De este tráfico era responsable el mundo urbanita, aunque poco a poco todo el país pasó a tener algún papel como productor o consumidor.

En las entrevistas que pude llevar a cabo años atrás, personas diferentes me contaron historias de auténticos ajustes de cuentas, en donde policía y ejército masacraban a un cártel rival sacando a todos sus varones de varios bloques de edificios. También historias de príncipes sauditas aprovechando aviones y pasaportes diplomáticos para mover kilos y kilos de droga, sobornos en la frontera, aparición de nuevos productores que competían entre sí…

En ciudades como Damasco, Tartús, Homs o Alepo, con población que llevaba al menos tres generaciones asentada en las mismas, se daba una mayor heterogeneidad y convivencia entre alauitas, suníes, drusos, cristianos, kurdos…

Heteromundo

El último segmento incluye una amplia gama de grupos de menor tamaño que también tuvieron un papel relevante, entre ellos destacamos:

  • Turcomanos: capaces de hablar turco y árabe, fueron el aliado natural de Turquía en el país, aunque su ubicación geográfica les limita a algunas zonas de la frontera turco-siria.
  • Cristianos: tanto las pequeñas comunidades urbanas como los asirios situados al este del país. Constituían un grupo pequeño pero que se organizaba localmente para defenderse y generalmente prefería al gobierno.
  • Tribus árabes (Dulaim): aunque sus límites sean difusos, las tribus con un estilo de vida seminómada a caballo entre Siria e Iraq tenían cierto papel, aunque por lo general podrían ser considerados una variante del MRAS.
  • Refugiados palestinos e iraquíes: se trata de grupos que vivían en algunos distritos de las grandes ciudades, donde habían sido alojados o se habían creado comunidades fruto de los caminos de ratas, los huidos de las guerra, etc. En el seno de los mismos se había mantenido una identidad propia muy fuerte que desembocaba en resultados similares a los MRAS aunque en este caso el componente nacionalista tenía mucho peso. A la vez se habían convertido en santuarios naturales para los yihadistas e insurgentes.
  • Alauitas: concentrados en sus distritos, más abiertos de mente, más urbanitas y más cercanos al poder, eran el grupo “privilegiado” por el establishment sirio. Además, son muy numerosos en las FFAA.
  • Kurdos: más marcados por su lucha nacional que por su religión, también se han beneficiado del apoyo que Siria proporcionó en su momento al PKK, al que llegaron a pertenecer numerosos kurdos-sirios.

Los kurdos son un auténtico verso suelto dentro de Siria y del conjunto de Oriente Medio.

El poder en Siria

Al margen del debate sobre el alcance y significado del término “poder”, en un país como Siria el poder a nivel nacional/estatal exige de un control y un uso especialmente intenso de los medios de coerción.

En el marco de la política local tanto la policía como las milicias, los matones de los cárteles y ciertas empresas privadas constituían el principal brazo armado, y aunque estaban adscritos a ciertos territorios, en algunos casos la guerra les hizo evolucionar y abarcar mayores extensiones de terreno.

La policía apenas tuvo un papel activo en los primeros compases de la guerra a la hora de reprimir a los manifestantes. Sin embargo, su carácter local hizo que pronto perdiera utilidad como cuerpo entre otras cosas por el elevado número de deserciones, el superior armamento de los rebeldes y en general por la disolución del Estado.

Los cárteles y las milicias locales adscritas a sus grupos sociales también eran fenómenos locales, aunque a veces tuvieran lazos más allá de sus territorios, o controlasen territorios clave.

El estado dictatorial de Bashar, como otras falsas democracias, simulaba un Parlamento y elecciones cada cierto tiempo, sin embargo el Partido Nacionalista Árabe siempre ganaba con holgura, mientras que la mayor parte de la “oposición” no eran más que figurantes.

En realidad, el aparato estatal sirio se articulaba entorno a fidelidades y personalismos que partían del propio Bashar, se extendían al Partido Nacionalista Árabe, y de ahí a las administraciones locales.

Los conflictos civiles de los años 80, cuyo punto culminante fue la masacre de Hama, también impulsaron el modelo de la “Shabiha”, una agrupación un tanto diluida, no reglada y dependiente de personalismos que tendía a agrupar milicias favorables al Estado. Proporcionaba milicianos e informantes civiles que ayudaban a los distintos servicios secretos, a la preparación de acciones militares y a llevar a cabo castigos y acciones de terror.

Hafez y su hijo Bashar habían instrumentalizado varias fuerzas para mantenerse en el poder: el primero era un aviador, así que los lazos con la Fuerza Aérea eran intensos y esta siempre fue fiel a los Assad, a la par que probablemente se trataba del servicio más profesionalizado del país, a pesar de la longevidad de su material.

En cuanto a las fuerzas de tierra, destacaban dos divisiones por encima del resto, debido a su alto porcentaje de alauitas, familiares de Assad y el mejor material que Siria podía desplegar. Eran la 4ª División Acorazada y la División de la Guardia Republicana, ambas desplegadas cerca de Damasco y con una doble función de defensa interior, ante golpes de estado y revueltas, y exterior como última línea de defensa contra Israel.

El resto de divisiones mecanizadas y acorazadas apenas llegaban a desplegar algún batallón, y usualmente solo unidades de tamaño compañía.

Desde el punto de vista de las finanzas, la familia Assad había creado una gran red clientelar que se había fusionado con las instituciones del Estado. Se beneficiaban de empresas públicas y obtenían ingresos de actividades de todo tipo, fueran legales o ilegales, muchas de ellas blanqueadas o con tapaderas por todo el mundo.

Por último, el Ministerio de Interior también contaba con una unidad policial militarizada, -las Fuerzas Internas de Seguridad-, que llegarían a contar con unos 8.000 hombres.

Al margen del debate sobre el alcance y significado del término “poder”, en un país como Siria el poder a nivel nacional/estatal exige de un control y un uso especialmente intenso de los medios de coerción.

Fuerzas Armadas

Damasco era considerada el centro de gravedad -en sentido estricto- de la guerra, de ahí que las ofensivas iniciales de los rebeldes entre 2011 y 2014 se centrarán en conquistar la capital, que sin embargo estaba muy bien defendida.

Para el poder político el objetivo estratégico era mantener la espina dorsal Alepo-Damasco, así como las dos provincias costeras de Tartús y Latakia, debido a que comprendía la zona más rica y poblada del país y la que conserva el acceso al mar.

Esta estrategia tenía la ventaja de aprovechar que el grueso de las FFAA sirias estaban desplegadas entre Líbano y Damasco. Por el contrario, tenía la desventaja de que implicaba desprenderse de la mayor parte del territorio nacional y perder el control de las fronteras.

Las bases aéreas, como la de Abu Duhur que aparece en la fotografía constituían verdaderas fortalezas modernas gracias a su capacidad para recibir suministros, sus campos de tiro despejados y sus hangares reforzados.

Ejército Árabe Sirio (EAS)

Las fuerzas de tierra de Siria seguían un modelo de movilización propio de la guerra industrial y quizás inspirado en el sistema soviético. Solo una fracción de las fuerzas contaba con soldados profesionales, mientras el resto eran reclutas que recibían cierto entrenamiento y para los que se había almacenado una cantidad ingente de material: en caso de guerra al EAS se le sumarían más de 100.000 hombres que contarían con miles de blindados, piezas de artillería, armas antitanque…

Es decir, que salvo la 4ª División Acorazada y la Guardia Republicana sólo una fracción del EAS era realmente operativo y leal a los Assad. Así, cuando se produjo la llamada a filas no solo fue un fracaso, sino que las deserciones prosiguieron.

La primera lección es obvia: en un conflicto interno en cuyo núcleo están los civiles no se puede confiar plenamente en la recluta de esos mismos civiles, al menos en tanto estos puedan y deseen huir.

La distribución del EAS obedecía a amenazas externas, no internas, con el grueso numérica y cualitativamente desplegado frente a Damasco, un número menor y peor de divisiones junto al Líbano, con la misión de intervenir en ese país y el resto de unidades dispersas al norte y este del país, donde solo quedaban fuerzas residuales.

La movilización de las divisiones de reservistas en el este del país fue especialmente inútil.

La defensa aérea de Siria no estaba completamente integrada y adolecía de medios obsoletos. Asimismo, se perdieron varias bases, lugares de lanzamiento y personal especializado, no obstante hay que destacar que nunca dejó de existir como rama operativa.

Puede que los ataques aéreos israelíes hagan parecer que la siria era una defensa aérea mala, sin embargo teniendo en cuenta las circunstancias de la guerra civil, así como la capacidad de la IAF (buen hacer, conocimientos y materiales muy avanzados), es de destacar que fuera capaz de responder a los ataques israelíes, por mucho que sus misiles casi nunca dieran en el blanco.

Recordemos que el objetivo del armamento antiaéreo es disminuir el grado de eficacia de los ataques aéreos enemigos, no derribar los aviones. Muchas veces la necesidad de maniobrar contra un misil obliga a abortar una acción. El mero hecho de que usualmente fueran capaces de responder con sus misiles y la tendencia de la IAF a usar armas stand-off son hechos que hablan más bien que mal de esa defensa aérea.

En cuanto a la forma de combatir de los sirios, era un ejército típico de la era industrial que basaba sus capacidades en un elevado número de piezas de artillería, infantería y blindados, sin prestar demasiada atención al adiestramiento.

Pérdidas de blindados del régimen en Siria durante el año 2016. Solo incluye las fotografiadas o grabadas, así que representa solo una parte de las reales. Una tasa de atrición casi impensable para un ejército occidental.

No obstante, el EAS también tenía cierta experiencia en conflictos no convencionales, integrando equipos y fuerzas de tareas como los que se usaron para hacer frente a los israelíes en los años 80, y con especial énfasis en las unidades antitanque, que estaban bien entrenadas.

Desde el punto de vista de las TTP (Tácticas, Técnicas y Procedimientos) y la doctrina las FFAA, nunca aprendieron a hacer una lucha contrainsurgencia propiamente dicha. Por el contrario, aplicaban tácticas convencionales- con el poder destructivo que aparejan- contra las guerrillas, tal y como lo habrían hecho contra Israel.

El EAS se basó en acciones de castigo y terror para amedrentar las mentes y los corazones como forma de ganar la paz. Fusilamientos, bombardeos masivos e indiscriminados, saqueos… Los bombardeos con barriles lanzados desde helicópteros sin ningún tipo de puntería eran el ejemplo más claro.

Castigo y terror han sido dos fórmulas muy utilizadas a lo largo de la historia y hay ejemplos tanto de su éxito como de su fracaso. Si bien en Siria ha sido exitosa, tanto durante las masacres de Hama como en esta Guerra Civil, aunque es argumentable que Assad podría haber hecho uso de fórmulas más eficaces con un coste menor. A su vez, este planteamiento quizás sea una quimera a tenor de la riada de armamento y dinero que propulsaban a los rebeldes, como veremos más adelante.

La Fuerza Aérea de Siria (SyAF) tuvo un papel muy importante tanto para proporcionar apoyo aéreo táctico como para recopilar inteligencia y llevar a cabo acciones de terror. Gracias a los bombarderos tácticos podían bombardear los centros de poder rebelde y provocar daños, miedo y oleadas de refugiados que de paso servían para presionar a la Comunidad Internacional, a Turquía y a la Unión Europea.

En realidad, otra gran contribución de la SyAF estuvo en tierra. Las bases aéreas sirias siempre fueron leales a Assad, estaban bien fortificadas con hangares a prueba de bombas antibunker, tenían perímetros fortificados y defendidos por artillería antiaérea, buenos campos de tiro y capacidad para recibir suministros aéreos.

Efectivamente, durante los primeros años de guerra numerosas bases aéreas se convirtieron en imanes para las acosadas fuerzas de tierra, hasta el punto de transformarse en verdaderas fortificaciones modernas que resistieron larguísimos asedios en penosas condiciones. A menudo absorbieron el moméntum del avance rebelde fijando el valioso armamento pesado de los insurgentes durante meses. Ejemplos no faltan: Abu Duhur, Minagh, Quneitra, Taftanaz, Deir ez Zor, T4…

Un servidor no puede evitar recordar el aeropuerto de Donetsk durante la guerra de Ucrania y hacerse dos preguntas ¿es una coincidencia que los aeropuertos se hayan convertido en fortalezas en ambas guerras? De ser la respuesta afirmativa ¿qué características hacen del aeropuerto tan buena fortaleza? Campos de tiro despejados, perímetros bien definidos, instalaciones de varias alturas, incluyendo subterráneas, ausencia de civiles…

Volviendo al ejército terrestre, entre 2012 y 2014 no fueron pocas las ocasiones en que decenas de blindados asaltaron ciudades como Idlib sin líneas que atravesar ni rutas de suministros que cortar o centros de mando que destruir… Ofensivas tácticas contra el vacío que se convertían en meras demostraciones de fuerza con pocos efectos reales más allá de sembrar una destrucción indiscriminada que enfurecía a la población y en última instancia un blanco fácil para las emboscadas.

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