El pensamiento militar israelí

De la segunda Intifada a la segunda guerra del Líbano

Bunker de Hezbollah cerca de un puesto de las Naciones Unidas. Fuente - IDF.

La Segunda Guerra de Líbano ha sido, desde su conclusión, una fuente constante de críticas relativas tanto a la actuación de las IDF como al pensamiento militar israelí. La inmensa mayoría de estas, lejos de basarse en fuentes primarias, han sido elaboradas sobre la base de textos anglosajones. Es indudable que durante dicho conflicto se cometieron muchos errores por parte israelí, pero no necesariamente los errores que se han contado en Occidente.

Israel es un país que debió luchar por su supervivencia desde el primer momento de su propia existencia. Las sucesivas guerras lo convirtieron en un inusual laboratorio de pruebas donde observar durante la Guera Fría el desempeño de la tecnología militar occidental frente a la tecnología de origen soviético en manos de sus enemigos árabes. Luego, la amenaza terrorista y los conflictos de baja intensidad en Líbano, Gaza y Cisjordania lo volvieron a convertir en un exponente mundial en materias de seguridad y defensa. Paradójicamente, el país nunca destacó por una brillante producción intelectual en materia de doctrina militar. Un grupo de militares israelíes decidió suplir esa carencia a mediados de los años 90 del pasado siglo. Y logró crear una institución con una de las líneas de pensamiento más originales en el panorama internacional, con un impacto notable después de que sus ideas fueran absorbidas en Estados Unidos y difundidas entre los países aliados. La historia del auge, caída y finalmente redención de los miembros del Instituto de Investigación de Teoría Operacional en en el seno de las fuerzas armadas israelíes contiene unas cuantas lecciones sobre la lucha por abrir camino a la innovación en una institución generalmente conservadora como son las fuerzas armadas.

El enorme interés por Israel como campo de pruebas tecnológico y laboratorio de conceptos se acompaña de una enorme producción de textos académicos y análisis de think-tanks. Sin ir más lejos, en España, Oriente Medio parace ser el área de interés preferida de periodistas y analistas especializados en asuntos internacionales. Pero esa elevado interés no quiere decir que la realidad israelí, tal cual es, se vea reflejada en esos trabajos. En primer lugar, porque la mayoría de los autores usan y abusan de fuentes secundarias, citando lo que se dice de Israel en lugares a miles de kilómetros de allí, especialmente en el ámbito anglosajón. Y en segundo lugar, algo muy significativo en el caso español, por la existencia de un profundo sesgo ideológico. Un repaso a algunos de los análisis hechos en España sobre la Segunda Guerra del Líbano de 2006 nos lleva directamente al terreno de la fantasía [Pérez, 2016]. Así que se hace preciso distinguir mito y realidad en aquella guerra en las que los líderes de Israel y sus fuerzas armadas cometieron muchos errores, pero no necesariamente los errores que se han contado en Occidente. El arrepentimiento manifestado por el líder de Hezbolá y los años de tranquilidad en la frontera norte de Israel desde 2006 dan idea del nivel de daño infligido por Israel a la organización libanesa durante la Segunda Guerra del Líbano.

La Segunda Guerra del Líbano ha marcado profundamente el subconsciente israelí, por muchas razones, pero también ha contribuido a abordar cambios doctrinales, materiales y organizativos en las IDF tras las conclusiones de la Comisión Vinogradov, lo que da muestra del compromiso israelí con su defensa y de su transparencia.

Una insurgencia intelectual

En los años 90 del siglo pasado un grupo de militares israelíes mostraron su preocupación por lo que consideraban era un problema de falta de profundidad del pensamiento militar en el seno de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). La experiencia histórica de líderes militares alcanzando la victoria al actuar por iniciativa propia [Citino, 213-266] consagraron en Israel como grandes virtudes militares la intuición, la capacidad de improvisación y el empleo de artimañas en esa combinación de osadía y descaro que recoge el término yiddish “jutzpá”. Es significativo que Moshé Dayán, una de las figuras militares más icónicas del siglo XX, alcanzó en Israel el empleo de general de brigada en 1949 sin haber tenido más educación militar formal que un curso de sargento en el Reino Unido y un curso de jefe de sección de la organización clandestina Haganá.

Moshé Dayán, figura mítica de la historia reciente de Israel tanto en su faceta militar como en la política, nunca tuvo estudios militares reglados, más allá del curso de sargento en el Reino Unido y el curso de jefe de sección de la Haganá.

Las fuerzas armadas de Israel han sido tradicionalmente una institución de un marcado carácter anti-intelectual [Kober, 2011: 710-713; Adamsky, 2010:119-125]. Desde el punto de vista israelí, la trayectoria histórica de victorias militares en condiciones adversas de un país joven en constante conflicto justificaba el desdén hacia las elaboraciones teóricas provenientes de los países occidentales. Al fin y al cabo, estos últimos habían dedicado décadas durante la Guerra Fría a la preparación para una guerra de alta intensidad que nunca terminaba de llegar o habían fracasado al enfrentarse a fuerzas insurgentes en Argelia y Vietnam. El desprecio de la teoría era también reflejo de los valores de la sociedad israelí, que había elevado como ideal nacional el arquetipo de hombre práctico que con sus propias manos había construido el país

Sin embargo, la abrumadora victoria militar aliada sobre Iraq en 1991 causó una honda impresión en Israel, donde terminarían arraigando ciertas perspectivas estadounidenses sobre la guerra tecnológica de alta intensidad. Dos militares israelíes, Doron Rubin y Shimon Naveh, quedaron convencidos de que la victoria estadounidense había sido el resultado de la incorporación al pensamiento militar estadounidense del arte operacional. Ciertamente, el ejército de los Estados Unidos había vivido una particular revolución intelectual [Citino, 2015:356-371 y 373-383] a partir de la creación del Mando de Adiestramiento y Doctrina (TRADOC) en 1973 y de la Escuela de Estudios Militares Avanzados (SAMS) en 1981. Se creó entonces un vivo debate intelectual donde el disenso se toleró y alentó, además de incentivarse el estudio de la historia militar. Todo ello alcanzaría su cénit en el desarrollo de la doctrina de Batalla Aeroterrestre (“AirLand Battle”) en los años 80.

Rubin y Naveh quisieron introducir el arte operacional en Israel a imitación del resurgir intelectual vivido en el seno del ejército estadounidense. El general de división Rubin ocupaba el puesto de director del Departamento de Doctrina y Adiestramiento. Era un general caristmático, con un buen historial de guerra y tenía una relación cercana con el jefe de estado mayor de las FDI de entonces, el teniente general Dan Shomron. El general de brigada Naveh, por su parte, había terminado su vida militar en 1991 y se había traslado al Reino Unido para cursar estudios de doctorado en el Departamento de Estudios de Guerra en el King’s College de Londres y elaborar una tesis sobre el arte operacional [Naveh, 1997]. En una estancia anterior en el Reino Unido para cursar estudios en el Real Colegio de Estudios de la Defensa, Naveh había tenido la ocasión de conocer a dos distinguidos teóricos británicos sobre arte operacional: el general Sir Nigel Bagnall y el brigadier Richard Simpkin. Este último, un experto en teoría militar soviética, animó a Naveh a desarrollar una versión autóctona israelí del arte operacional.

Rubin ayudó a Naveh a su vuelta del Reino Unido en 1994 a montar una “insurgencia intelectual” desde fuera de las Fuerzas de Defensa de Israel que le llevaría durante una década a dirigir un centro de estudios y de formación en el seno de las FDI [Marcus, 2018: 162-178 y 179-181]. Naveh creó un equipo con otros dos militares retirados y que contaban también con un doctorado universitario: el coronel Zvi Lanir, director entonces de la consultora Praxis Institute, y el general de brigada Dov Tamari, antiguo director de la inteligencia militar israelí. Les unía la amistad personal y la circunstancia de que Naveh, Rubin y Tamari habían servido en la 35ª Brigada Paracaidista, considerada la élite de la infantería israelí y de la que han procedido sucesivos jefes de estado mayor como Shaul Mofaz (1998-2002), Moshe Ya’alon (2002-2005) y Benny Gantz (2011-2015).

El grupo creado por Naveh comenzó a impartir seminarios y coloquios de forma itinerante a coroneles y generales de las FDI, denominándose provisionalmente Grupo Operacional Avanzado y Think-Tank para Estudios Operacionales. Lanir aportó todo su trabajo previo en el Instituto Praxis, que incluía el desarrollo de un software para planificación y análisis de inteligencia. El respaldo de Tamari, un héore de guerra, legitimó el trabajo del grupo a pesar de su carácter intelectualmente subversivo.

La combinación de una buena recepción a sus cursos y las conexiones adecuadas con generales provenientes de la brigada paracaidista bien situados en las FDI llevaron a que desde el alto mando se aprobara institucionalizar el trabajo del grupo. En 1995 se creó el Instituto de Investigación de Teoría Operacional, conocido por las siglas OTRI en inglés y MALTAM en hebrero. El Instituto se encargó a partir de entonces de impartir el Curso de Mando Operacional Avanzado (KOMEM) y de actuar como un laboratorio de ideas para las FDI, procurando dar un enfoque eminentemente práctico a su trabajo. El trabajo del Instituto de Investigación de Teoría Operacional terminó generando, en palabras de Raphael D. Marcus, “un entorno de de creatividad intelectual y experimentación individual entre los comandantes más creativos de las FDI” [2018:173].

Miembros del batallón Tzabar realizando maniobras en combate urbano. Fuente – IDF.

El auge del Instituto de Investigación de Teoría Operacional (OTRI)

El objetivo que se habían planteado los fundadores del Instituto de Investigación de Teoría Operacional era mejorar la formación militar israelí, incidiendo en el nivel operacional y en la planificación de campañas. Su iniciativa fue bien acogida porque dentro del estamento militar israelí había oficiales bien situados y conectados que tenían una visión crítica del desempeño de Israel contra Hezbolá, contra el que las FDI habían lanzado dos campañas de alta intensidad en 1993 y 1996. Percibían por aquel entonces generales bien situados una falta de capacidad de adaptación y pensamiento crítico en las FDI. Eso les llevó a proteger e impulsar el trabajo de Naveh y su equipo.

El producto intelectual más complejo y reconocido del Instituto de Investigación de Teoría Operacional fue la metodología denominada Diseño Operativo Sistémico [Somiedo 2014; Sorrells et al., 2005]. Se trata de una adaptación de la Teoría General de Sistemas que procede del campo de la Biología y pretende estudiar las relaciones complejas entre los elementos que componen un sistema. El objetivo del Diseño Operativo Sistémico es ayudar a entender una situación como una una suma de relaciones que van más allá de simples relaciones causa-efecto entre dos únicos elementos. El Diseño Operativo Sistémico serviría así a pensar sobre un problema, más que a encontrarle una inmediata solución. La idea es establecer un proceso continuo de análisis y aprendizaje que permita anticiparse a la toma de decisiones del enemigo. En cierta forma, era equiparable al concepto de bucle OODA (Observar Orientar Decidir y Actuar) del coronel John Boyd.

Los referentes intelectuales de Shimon Naveh y su equipo fueron el pensamiento militar soviético del periodo de entreguerras y el pensamiento militar estadounidense que desembocó en la doctrina de Batalla Aeroterrestre, pero también personajes relacionados con la historia militar de Israel. Tal es el caso de Orde Wingate, un excéntrico oficial británico de abiertas simpatías sionistas durante su servicio en Oriente Próximo (1937-1939), que protagonizó campañas detrás de las líneas enemigas italianas en Abisinia (1940-1941) y japonesas en Birmania (1942-1944). Durante su estancia en Oriente Próximo, Wingate organizó unidades militares con pioneros judíos para proteger infraestructura británica de ataques de las bandas armada árabes. Aquella experiencia marcaría a algunas futuras figuras de las FDI, como Moshe Dayan. La admiración por las ideas de Wingate haría popular en Israel su concepto de “raid estratégico”.

El discurso del Instituto de Investigación de Teoría Operacional se caracterizó por incorporar el lenguaje de disciplinas como la arquitectura, la cibernética y la psicología [Adamski, 2010: 102]. También por el estudio de filósofos como Gilles Deluze y Félix Guattari, dos autores pertenecientes a la escuela filosófica posmoderna francesa cuyo lenguaje oscuro y su abuso de la metáforas los introducía en el terreno de la charlatantería [Sokal y Bricmont, 1999]. Esto terminaría convirtiéndose en una de las vías de ataque a las ideas de Naveh y sus alumnos.

El trabajo de Shimon Naveh en Israel terminó llamando la atención en Estados Unidos gracias a la buena relación de las fuerzas armadas de los dos países. Shimon Naveh fue invitado a impartir seminarios a los estudiantes de la Escuela de Estudios Militares Avanzados del Ejército de los Estados Unidos. Allí, Naveh entablaría una buena relación con el general de brigada Huba Wass de Czege, uno de los padres de la doctrina de Batalla Aeroterrestre y fundador de la escuela. Naveh terminaría entablando también una buena relación personal con Andrew Marshall, director de la Oficina de Evaluación en Red y una de las figuras claves de la Revolución de los Asuntos Militares en Estados Unidos, después de un viaje oficial de este a Israel en 1997, el apoyo de Marshall ayudó a Naveh y los suyos consolidar su posición en Israel. De aquella relación, el Instituto de Investigación de Teoría Operacional terminaría adoptando ideas y perspectivas propias de la visión estadounidense sobre la transformación de la guerra y el papel de la tecnología en ella. La metodología del Diseño Operativo Sistémico sería puesta a prueba en los juegos de guerra Unified Quest entre los años 2003 y 2007 para terminar siendo integrada en el temario obligatorio de la Escuela de Estudios Militares Avanzados y en la doctrina militar estadounidense. El paso por la Escuela de Estudios Militares Avanzados de oficiales alumnos de Reino Unido y Australia llevaría la metodología lejos de Estados Unidos.

En 2003 el general jefe de la FDI, Moshé Yalón, invitó al contralmirante (ret.) Yedidia Groll-Yaari y al analista de sistemas Haim Assa a hacer de “Red Team”. La petición de Yalón era que le ayudarán a entender “que hacemos mal”. Crearon un equipo de trabajo en cuyos debates y lluvias de ideas participaron alumnos destacados del Instituto de Investigación de Teoría Operacional. De su trabajo intelectual surgió el concepto “Guerra Difusa”, claramente influido por el concepto estadounidense de Network Centric Warfare.

Groll-Yaari y Assa [2007] planteban fuerzas más ligeras que las actuales dotadas, de una amplia variedad de sensores y armamento guiado de largo alcance conectados en una red distribuida donde cada nodo es capaz de su visión del campo de batalla con el resto, señalar blancos y hacer fuegos de precisión contra objetivos señalados por otros nodos. La ventaja de una disposición así es que no haría falta buscar siempre la concentración de fuerzas para chocar con el enemigo en una situación ventajosa, sino que cada nodo al entrar en combate lo hace acompañado del resto resto con su armamento de largo alcance. La red distribuidas de nodos actuaría entonces como una “masa virtual”, combinándose nodos de tierra, mar y aire de forma circunstancial en función de cuáles estén mejor situados para actuar en ese momento. El concepto de “masa virtual” supone entonces la idea de que una fuerza así, ligera y dispersa, es capaz de hacer frente a un enemigo mayor porque en todo momento es el conjunto de la red el que entra en combate frente a un fuerza convencional donde sólo un porción de sus elementos entra en contacto en cada momento con el enemigo.

El constante flujo de información e inteligencia supone que la “Guerra Difusa” requiere una sólida infraestructura C4I para la rápida comunicación entre todos los nodos de la red, buscando un ciclo acelerado de detectar, entender, decidir y actuar que vaya siempre por delante de la acción del enemigo.

Las fuerzas acorazadas israelíes se adentraron en Líbano, en su mayoría, por vías de aproximación demasiado evidentes, lo que facilitó la labor a los combatientes de Hezbolá. Fuente – IDF.

La segunda Intifada

La prueba de fuego para el Instituto de Investigación de Teoría Operacional vendría con la Segunda Intifada, la oleada de violencia palestina que arrancó en septiembre de 2000 y duró hasta 2005 [Byman, 2011: 141-155]. Los Acuerdos de Oslo de 1996 habían dado paso a la creación de instituciones palestinas en Gaza y Cisjordania, colocando áreas de los territorios en disputa bajo administración directa palestina. Las medidas puestas en práctica a partir de los Acuerdos de Oslo se entendían como provisionales y previas a un acuerdo de paz definitivo que zanjara de una vez por todas el conflicto israelí-palestino. Sin embargo, las negociaciones de Camp David en el verano de 2000 no dieron resultados, con ambos lados incapaces de dar pasos decisivos pero controvertidos para las respectivas opiniones públicas.

El 28 de septiembre de 2000, Ariel Sharón, en aquel entonces líder del partido conservador Likud y jefe de la oposición, visitó la Explanada de las Mezquitas en el Monte del Templo de Jerusalén. La derecha israelí sostenía que el gobierno del laborista Ehud Barak estaba dispuesto a entregar la soberanía de Jerusalén Este a la Autoridad Palestina. La visita de Sharón a un lugar de especial significado religioso para la población musulmana fue considerada una provocación. De ahí que también se conozca a la Segunda Intifada como la Intifada de Al Aqsa, nombre en árabe de la mezquita construida sobre las ruinas del Templo de Salomón. La visita de Sharón generó disturbios en la Explanada del Templo, con el lanzamiento de objetos que cayeron sobre los fieles judíos que oraban frente al Muro Occidental. A partir de ahí arrancó una espiral de violencia en el que las víctimas mortales de un bando generaba una reacción del bando opuesto.

El estallido de la Segunda Intifada es explicado desde la perspectiva palestina como el resultado de la frustración política acumulada, donde la visita de Ariel Sharón sólo actuó de detonante. Según la perspectiva israelí, la Segunda Intifada habría sido instigada por el liderazgo político como una estrategia que, desde una posición de fuerza, forzara a Israel a volver a la mesa de negociaciones.

La Segunda Intifdada marcó el declive del socialismo árabe como ideología hegemónica entre los movimientos palestinos y asistió al auge del islamismo radical, un femómeno similar al vivido por el resto del mundo árabe. Una novedad fue la introducción por parte de los grupos armados palestinos de los ataques suicidas con explosivos, de la que fue pionera en la región el grupo libanés Hezbolá.

En el mes de marzo de 2002 Israel sufrió uno de los picos de actividad terrorista más intensos de la Segunda Intifada con 15 ataques suicidas, siendo bautizado en Israel como el “Marzo Negro”. El día 27, un terrorista suicida de Hamás hizo detonar un artefacto en el comedor de un hotel de la ciudad costera de Netanya durante la cena de celebración de Pascua. Murieron 30 personas y 140 resultaron heridas. Dos días después del atentado, las Fuerzas de Defensa de Israel lanzaron la Operación “Escudo Defensivo”. Se trató de la mayor campaña militar de las FDI en Cisjordania desde la Guerra de los Seis Días en 1967, con un total de 30.000 reservistas movilizados. El objetivo de la campaña era desmantelar la infraestructura de los diversos grupos armados palestinos en sus bastiones en varias localidades de Cisjordania y capturar a sus miembros. Así, las Fuerzas de Defensa de Israel tomaron el control de las localidades de Ramala, Belén, Nablús, Yenín, Hebrón, Tulkarem y Kalkilia en una sucesión de batallas urbanas [Di Marco, 2012:169-188].

Un soldado de la brigada Golani posa junto a un cartel en el que se glorifica a los suicidas, durante la Segunda Intifada. Fuente – IDF.

El 2 de abril comenzó el asalto del ejército israelí al campo de refugiados de Yenín, con el empuje principal desde el norte llevado a cabo por fuerzas de la 5ª Brigada “Sharón”, formada por reservistas, mientras que el 51º Batallón de la 1ª Brigada “Golani” y una compañía del 932º Batallón de la 933ª Brigada “Nahal” lo hicieron desde el suroeste y sureste respetivamente. Se esperaba tomar el control en poco tiempo, pero el avance israelí fue lento y penoso. Especialmente el de la unidad reservista. En su avance por las edificaciones del campo de refugiados, las fuerzas israelíes encontraron gran abundancia de trampas explosivas, desde las antipersonales a las formadas por varios cientos de kilos de explosivos. Las fuerzas israelíes llegaron a ganar en algunos días únicamente cerca de 50 metros de terreno.

En la mañana del día 9 de abril, una compañía reservista de la 5ª Brigada se desvió de la ruta prevista. El capitán y un grupo de miembros de la compañía terminaron en un callejón rodeados y aislados. Un grupo de soldados que acudió en su ayuda activó un IED. Murieron un total de 13 militares israelíes. El cuerpo de tres de ellos cayó en manos de milicianos palestinos y hubo que lanzar una operación para recuperarlos. En este caso fue la unidad de operaciones especiales Shayetet 13 de la marina. Al día siguiente, intervinieron las excavadoras acorazadas Caterpillar D9 que abrieron camino a la infantería abriendo literalmente avenidas de paso hasta el centro del campo de refugiados de Yenín, último bastión de los milicianos palestinos, demoliendo manzanas enteras. El día 11 de abril cayó el último foco de resistencia. Las fuerzas israelíes perdieron un total de 23 militares y sufrieron 52 heridos. La victoria táctica israelí se vio enseguida ensombrecida por la batalla del relato que se desató en los medios de comunicación internacionales.

Caterpillar D9R

Al día siguiente del comienzo del asalto al campo de refugiados de Yenín, el día 3 de abril, comenzó el asalto a la ciudad de Nablús y el cercano campo de refugiados de Balata. Las fuerzas desplegadas consistieron en la 1ª Brigada “Golani”, la 35ª Brigada Paracaidista y una brigada acorazada reservista. El objetivo designado a la brigada mecanizada “Golani” fue el centro de la ciudad de Nablús, mientras que la brigada paracaidista tuvo como objetivo el campo de refugiados de Balata.

Las fuerzas de la brigada “Golani” recibieron el apoyo de excavadoras blindadas Caterpillar D9 que derribaban los muros exteriores de las casas palestinas. A continuación avanzaban los vehículos Achzarit, el transporte de tropas pesado construido en Israel sobre la base de chasis de carros de combate T-55 capturados. Los soldados bajaban entonces de los Achzarit a pie de edificio, introduciéndose por los huecos abiertos por las excavadoras.

Blindado israelí Achzarit

El planteamiento de la brigada paracaidista fue totalmente diferente. En aquel momento comandaba la brigada el coronel Aviv Kojavi, un alumno destacado del Instituto de Investigación de Teoría Operacional y poseedor de un título de filosofía por la Universidad Hebrea de Jerusalén. Su planteamiento de la batalla no fue ni un asalto frontal de tropas a pie, como la 5ª Brigada en Yenín, ni el empleo de tropas mecanizadas provocando daños severos a los edificios con excavadoras en Nablús.

El coronel Kojavi se encontró que los milicianos palestinos habían montado barricadas y obstáculos en las vías de aproximación al campo de Balata. Los accesos a los callejones y a los edificios a pie de calle se habían bloqueado con obstáculos, además de colocarse innumerables trampas explosivas. Así que Kojavi decidió no aceptar la batalla en los términos establecidos por las milicias palestinas. En primer lugar dividió sus fuerzas en subgrupos tácticos para avanzar simultáneamente desde múltiples ejes y saturar la capacidad de respuesta de las fuerzas palestinas. En segundo lugar le planteó a sus subordinados que debían operar como si tuvieran ante sí un campo de espacio liso. Los edificios debían ser en su cabeza sólo un constructo mental. Así, las fuerzas de la brigada paracaidista, dotadas principalmente con grandes mazas, avanzaron abriendo agujeros en las paredes de las casas del campo de Balata. Su avance pilló por sorpresa a los milicianos palestinos, que cada vez que cedían a la presión de las fuerzas israelíes y abandonaban los edificios quedaban a merced de los helicópteros y tiradores selectos israelíes.

Aviv Kojavi, ya como Jefe de Estado Mayor, visitando Gaza

La brigada paracaidista del coronel Kochavi logró el control del campo de refuigados de Balata en poco tiempo y pasó entonces a apoyar el avance de la brigada “Golani” hacia el interior de la ciudad de Nablús. Allí, los primeros ataques de helicópteros Apache no habían resultado efectivos y algunos reservistas de la brigada acorazada mostraron su reparo a entrar en un área urbana. La entrada en combate de los paracaidistas fue decisiva para la caída de la resistencia de las milicias palestinas. El día 8 la batalla de Nablús había terminado. Las fuerzas israelíes habían sufrido sólo una baja mortal, al parecer causada por fuego amigo. Las bajas propias, las bajas civiles y el grado de destrucción infligido a las viviendas resultado de las tácticas aplicadas por el coronel Aviv Kojavi y la 35ª Brigada Paracaidista fueron así mucho menores que en el resto de operaciones militares israelíes.

La Operación “Escudo Defensivo” contribuyó al prestigio del Instituto de Investigación de Teoría Operacional y forjó una generación de oficiales brillantes intelectualmente, entre los que se encontraban el coronel Gal Hirsch y el coronel Avi Kochavi. Mientras duró la Segunda Intifada, las unidades del Mando Central del ejército israelí se convirtieron en el destino preferido de los oficiales brillantes y ambiciosos, que quedaron influidos por las ideas y lenguaje del Instituto. Su influencia y prestigio se vio respaldada además cuando Moshé Yalón, que había sido general jefe del Mando Central en el momento del estallido de la Segunda Intifada, llegó en 2002 al puesto de general jefe de las FDI y contribuyó a la implantación de la metodología SOD. Sin embargo, las relaciones personales construidas a partir de la camaradería paracaidista y la experiencia común sirviendo en unidades del Mando Central durante la Segunda Intifada crearon una brecha en las FDI entre aquellos que habían sido alumnos o simpatizaban con las ideas del Instituto y el resto [Marcus, 2018:173]. La personalidad de Shimon Naveh, arrogante y abrasiva, no debió contribuir tampoco a ganarle simpatías entre aquellos que no compartían sus ideas.

El arquitecto israelí Eyal Weizman daría a conocer el trabajo del Instituto de Investigación de Teoría Operacional, junto con las ideas de Shimon Naveh y Aviv Kojavi, al gran público en un capítulo de su libro Hollow Land [2007], publicado en España como un libro aparte [2012], además de en artículos y conferencias. Weizman mostraba una mezcla de horror y fascinación por el manejo que hacían Naveh y Kojavi de las idea de filósofos y arquitectos posmodernos, sus propias referencias intelectuales, para explicar su pensamiento militar. Esta popularización del pensamiento del Instituto de Investigación de Teoría Operacional haría que, por ejemplo, Shimon Naveh fuera invitado a participar en un evento en el Centro de Culturas Contemporáneas de Barcelona en noviembre de 2005 [Naveh, 2007]. Este ascenso de Naveh al estrellato intelectual posiblemente contribuiría a generarle enemistades.

Shimon Naveh

El camino a la guerra de Líbano de 2006

En el año 2002 el general Benjamín “Benny” Gantz tomó posesión del cargo de comandante en jefe del Mando Norte del ejército israelí. Había servido anteriormente en el Mando Central, donde tuvo ocasión de familiarizarse con la metodología SOD del Instituto de Investigación de Teoría Operacional. En su nuevo puesto, que ocupó hasta 2005, decidió renovar los planes de contingencia para una guerra abierta en el Líbano con Hezbolá [Marcus, 2018: 176-179].

Bajo el mandato de Gantz se diseñó un plan bautizado “Tormenta del Norte” que tomaba las ideas del concepto de Guerra Difusa y de la experiencia de la Operación “Escudo Defensivo”, junto con el concepto de “raid estratégico”: las fuerzas israelíes se dividirían en subgrupos tácticos ligeros de 90 soldados que se desplegarían en el sur del Líbano, pero no avanzando por las vías previsibles desde la frontera israelí, sino desde el mar y mediante operaciones aerotransportadas para buscar a la fuerza enemiga y señalar blancos para la aviación y la artillería. El plan suponía dar mayor autonomía a los oficiales de menor graduación y proprocionar un entrenamiento a las unidades regulares de infantería para desempeñar funciones realizadas generalmente por las unidades de operaciones especiales. El objetivo era golpear insistente y simultáneamente a las fuerzas de Hezbolá desde múltiples ejes para aislarlas en el sur del Líbano.

Benjamín Gantz.

El plan “Tormenta del Norte” fue rechazado por ser excesivamente innovador. No se trataba de un plan de contigencia que pudiera ser archivado y olvidado hasta el momento de ser necesitado, sino que requería un cambio de filosofía y un constante entrenamiento de la infantería israelí para prepararse para un tipo concreto de guerra.

El Mando Norte presentó en 2002 un nuevo plan llamado “Defensa de la Tierra” (Haaretz Magen) que arrancaba con una campaña intensa de bombardeos de objetivos de Hezbolá y el ejército sirio dentro de Líbano. A continuación se iniciaría una campaña terrestre de seis semanas en la que el avance de las fuerzas terrestres israelíes se verían acompañado por operaciones aerotransportadas de las fuerzas especiales con el objetivo deliberado de reducir la capacidad de Hezbolá de lanzar cohetes. El énfasis estaba en el control del territorio más que en su ocupación. Sin embargo, el periodo de agitación social en el Líbano conocido como la “Revolución de los Cedros” derivó en la retirada del país de las tropas sirias en 2005. El plan “Defensa de la Tierra” contaba que la campaña de bombardeo contra las fuerzas sirias en el Líbano empujaría al gobierno de Damasco a presionar a Hezbolá a alcanzar un alto el fuego. Con las tropas sirias fuera de la ecuación, el plan tuvo que ser desechado para reelaborar uno nuevo considerando la nueva realidad sobre el terreno libanés.

El asesinato de Rafik Hariri en 2004 desembocó al año siguiente en la «Revolución de los Cedros» libanesa, lo que obligó a Israel a diseñar un nuevo plan de contingencia para Líbano, conocido como «Aguas Elevadas».

En el año 2005 el Mando Norte del ejército preparó un nuevo plan: “Aguas Elevadas” (Mai Maron). El plan partía de la premisa de que el lanzamiento de cohetes de Hezbolá no podía ser detenido exclusivamente mediante operaciones aéreas. Era preciso el despliegue de fuerzas terrestres en el Líbano, con un llamamiento de reservistas para realizar operaciones extensas, pero en vez de una invasión convencional protagonizada por las fuerzas mecanizadas planteaba la ejecución de múltiples raids.

Aparte de los anteriores, los planificadores israelíes diseñaron un plan de alcance limitado: el plan “Rompehielos” (Shoveret Kerach). Consistía en una campaña de bombardeos de precisión de 72 horas acompañado de una mobilización de reservistas. La idea era disuadir a Hezbolá mediante una escalada de fuerzas con el propósito de alcanzar rápidamente un alto el fuego.

Moshé Yalón.

En 2005 Moshé Yalón dejó su puesto de general jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel. Yalón había apoyado el trabajo de Shimón Naveh y el Instituto de Investigación de Teoría Operacional. Su sustituto, el general Dan Halutz en cambio resultó contrario a las ideas del Instituto de Investigación de Teoría Operacional. Tras su nombramiento, Halutz realizó un montón de cambios en la cúpula de las FDI. Dejaron su puestos los generales que habían apoyado a Naveh y su Instituto para ser sustituidos por otros francamente hostiles [Marcus, 2018:180]. Para colmo se ordenó una auditoría del Instituto. Se encontró que Naveh compaginaba su actividad en las FDI con actividades remuneradas en la Universidad del Tel Aviv, algo que era incompatible según el reglamento, además de que los miembros del equipo de Naveh facturaban un número excesivo de horas extras. A los auditores les llamó la atención que se organizaban numerosos cursos y seminarios pero la metodología del Instituto jamás había sido volcada en publicación en papel alguna. Se ordenó el cierre del Instituto a mitad de 2005. Las conclusiones finales de los auditores descartaron corrupción o malversación de fondos. Pero ya era tarde. El Instituto de Investigación de Teoría Operacional ya no existía.

En abril de 2006 fue publicado un documento clasificado con el “concepto operacional” de las FDI. El documento resultó ser un batiburrillo [Marcus, 2018: 216-218] que mezclaba ideas de la doctrina estadounidense con ideas del Instituto de Investigación de Teoría Operacional, pero sin nadie presente ya para explicarlas o defenderlas. El documento fue difundido en mayo. Cuando dos meses después Israel se encontró en guerra, en realidad nadie había tenido tiempo de asimilar sus ideas.

Dan Halutz cambió casi por completo la cúpula de las IDF, relegando a los miembros del OTRI al ostracismo.

La segunda guerra del Líbano

Poco después de las nueve de la mañana del 12 de julio de 2006, una patrulla israelí que recorría una carretera parelala a la frontera con Líbano y formada por dos vehículos Hummer fue atacada por un comando de Hezbolá. El segundo vehículo recibió el impacto de un misil anticarro. Sus tres ocupantes murieron. El primer vehículo recibió impactos de lanzagrandas RPG-7 y ametralladora. Dos ocupantes lograron salir del vehículo y buscar refugio entre unos matorrales cercanos. En el vehículo quedaron el sargento 1º Ehud Goldwasser, jefe de la patrulla, y el sargento Eldad Regev. Mientras tenía lugar el ataque, proyectiles de mortero y cohetes de Hezbolá cayeron sobre poblaciones y posiciones militares israelíes cercanas a la frontera. Numerosas cámaras de vigilancia que cubrían la valla fronteriza fueron tiroteadas y puestas fuera de servicio.

Cuando la primera patrulla israelí llegó al lugar del ataque encontraron que Goldwasser y Regev habían desaparecido. Un rastro de sangre revelaba que habían sido heridos y arrastrados hasta el otro lado de la frontera con Líbano. Inmediatamente, el general Gal Hirsch, jefe de 91ª División “Galilea”, ordenó una persecución en caliente. Una formación mecanizada cruzó al otro lado de la frontera con Líbano para intentar alcanzar un alto desde el que se controlaban las vías de comunicación circundantes. En realidad, había pasado suficiente tiempo como para dar por sentado que el comando atacante estaba ya lejos del lugar. Pero fue una decisión tomada en el calor del momento. Un carro de combate Merkava Mk.II se encontró con un IED de varios cientos de kilos de explosivos. Murieron los cuatro tripulantes. En los siguientes enfrentamientos por recuperar los cuerpos de los carristas israelíes fallecidos, un soldado israelí murió por fuego de mortero. En pocas horas habían muerto ocho soldados israelíes y dos estaban desaparecidos.

Una de las últimas imágenes de Goldwasser y Regev antes de ser capturados por Hezbolá.

Desde la retirada del Líbano en 2000, la frontera norte se había convertido en una escenario secundario para el alto mando militar israelí. La atención y las energías del país estaban concentradas en la Segunda Intifada, con su elevado precio en víctimas civiles del terrorismo. Los militares más brillantes de las FDI buscaban servir en el Mando Central. Allí era donde se construían carreras militares de éxito. Tal fue el caso de Aviv Kojavi y el propio Gal Hirsch, que ahora al mando de una división del Mando Norte se encontraba sin los recursos necesarios para desempeñar satisfactoriamente la misión que se le pedía.

La vigilancia de la frontera norte era llevada a cabo por unidades reservistas con un bajo nivel de preparación durante su activación anual. Una alerta sobre el aumento de actividad de Hezbolá en la frontera fue respondido con el despliegue puntual de la unidad especial Egoz, creada en los años 90 como unidad antiguerrilla para operar en el Líbano. Tras días sin novedad, la unidad se retiró. Entonces tuvo lugar el ataque y secuestro del 12 de julio de 2006.

La operación de Hezbolá en el verano de 2006 no fue una completa novedad. Entre abril de 2005 y abril de 2006, la 91ª División se había enfrentado a cinco intentos de secuestro y catorce incidentes armados en los que hubo intercambios de disparos con combatientes de Hezbolá [Hirsch, 2018:204-205 y 208; Harel e Issacharoff, 2008:5-6]. En junio de 2005, un comando de tres miembros de Hezbolá fue detectado en los Altos del Golán por la unidad de reconocimiento especial israelí Maglan. Se les hizo un seguimiento mientras establecían un puesto de observación con equipos avanzados. La posición fue asaltada por fuerzas israelíes. En el combate cayó muerto el jefe de la célula, hijo de un destacado líder de Hezbolá en el sur del Líbano. Los otros dos miembros de Hezbolá pudieron huir al otro lado de la frontera, pero dejando detrás sus equipos de observación y grabación de vídeo. Los analistas isralíes concluyeron a partir de las grabaciones que el objetivo de Hezbolá era capturar una patrulla israelí.

Nuevamente, el 21 de noviembre de 2006, Hezbolá lanzó un asalto contra una posición ocupada por paracaidistas israelíes en Kafr Rajar, una localidad de población alawita ubicada en el borde de la frontera con Líbano en los Altos del Golán. Un grupo numeroso de la organización cruzaron la frontera a bordo de quads y motos. Pero la posición había sido desocupada por la fuerza israelí, tras recibir un alerta de inteligencia poco específica. El comandante de la unidad desplegó sus paracaidistas en una ubicación cercana desde la que pudieron emboscar al comando de Hezbolá. Aquel día destacó el cabo David Markowiz, un tirador de precisión, que acabó con cuatro combatientes de Hezbolá de dos disparos. Uno de ellos logró hacer detonar una granada RPG [Jerusalem Post, 2005].

El cabo David Markowiz, quien abatió con su rifle a cuatro combatientes de Hezbolá en 2006.

La crisis desatada en el norte del país el 12 de julio de 2006 obligaba a los líderes israelíes a tomar una decisión crucial. En algunos momentos históricos de Israel habían coincidido un gobierno con primeros ministros carismáticos y un ministro de Defensa experto en la materia que compensaban la falta de carisma y experiencia del general jefe de las FDI. En otros, había coincidido un gobierno inexperto que había disfrutado de la experiencia de un brillante general jefe veterano de guerras anteriores [Kober, 2008: 35-36]. En 2006 coincidieron varios líderes sin experiencia. El jefe de gobierno, Ehud Ólmert había llegado al puesto en enero de 2006 de forma accidental, tras el accidente cardiovascular de Ariel Sharón. Ocupó el cargo de forma interina y fue cabeza de lista del partido Kadima en las elecciones de marzo. Abogado de profesión, había construido su carrera política en sus comienzos como azote de la corrupción. Precisamente las acusaciones de corrupción acabarían con su carrera política. Como es habitual en Israel, de las elecciones de marzo de 2006 surgió un gobierno de coalición formado a partir de delicados equilibrios. La cartera de Defensa fue ofrecido a Amir Péretz, líder del Partido Laborista y de larga trayectoria como líder sindicalista pero nula experiencia política en los temas que llevaba su ministerio. En el gobierno estaba presente Shaul Mofaz, que había ocupado el puesto de general jefe de las FDI entre 1998 y 2002, pero recibió en cambio el cargo de ministro de Transportes. Por último, desde junio de 2005 ocupaba el puesto de geneal jefe de las FDI el general del aire Dan Halutz. Se trataba del primer piloto y segundo general procedente de la fuerza aérea en ocupar el puesto en toda la historia de Israel.

El trío formado por Ólmer, Peretz y Halutz sería señalado después de la guerra como responsable de fallos de liderzgo y fue altamente cuestionado por las decisiones tomadas. En palabras de los periodistas Amos Harel y Avi Issacharoff, “no sólo cometieron muchos errores sino que insistieron obstinadamente en ellos hasta el final de la guerra contra toda evidencia presentada en tiempo real” y “manifestaron una rara combinación de inexperiencia, falta de entendimiento, rivalidad interna auto-destructiva y un arrogante orgullo” [2008:70].

El por entonces Ministro de Defensa israelí, Amir Péretz, rodeado de militares de las IDF. Péretz, de larga trayectoria como líder sindicalista, no tenía ninguna experiencia política en los temas que llevaba su ministerio.

El gobierno israelí celebró una reunión pasadas las 20:00 horas del día 12 de julio. Se tomó la decisión de llevar a cabo acciones militares contra Hezbolá. La aviación lanzaría la Operación “Peso Específico” contra la fuerza estratégica de cohetes de mayor alcance de Hezbolá. En lo que se consideró un gran hazaña de la inteligencia israelí, se estimaba que se habían localizado la mayoría de los cohetes de origen iraní en suelo libanés. Además, se decidió atacar el aeropuerto de Beirut y la vía Beirut-Damasco para impedir que los dos soldados en manos de Hezbolá fueran sacados del país. A todos quedó claro que una acción militar contra Hezbolá sería respondida con una oleada de cohetes de corto alcance contra las poblaciones del norte de Israel. Pero el asunto se asumió como inevitable. No hubo mucha discusión sobre los pasos a seguir. Aparentemente sólo el viceprimer ministro Shimon Peres, un veterano de la política israelí, preguntó por los siguiente pasos. No obtuvo una respuesta clara.

Después de la guerra, altos cargos del gobierno se quejarían de que en aquella reunión se tomó la decisión de ir a la guerra sin suficiente información. Los militares, por su parte, se quejaron de que los líderres políticos nunca les pidieron que eleboraran planes alternativos. Unos y otros declararían luego ante periodistas y comisiones haber hecho oportunas preguntas o sugerencias que no fueron tenidas en cuenta pero que nadie más presente recuerda.

Ehud Ólmert sería finalmente condenado por corrupción y entraría en prisión durante dieciséis meses, saliendo en 2017, momento que recoge la imagen. Fuente – Euronews.

Lluvia de cohetes

La operación “Peso Específico” fue lanzada en la noche del 12 al 13 de julio de 2006. En poco más de media hora la fuerza aérea israelí alcanzó todos los objetivos seleccionados. Se especula que entre la mitad y dos tercios de la fuerza estratégica de cohetes de mayor alcance de Hezbolá fue destruida de un solo golpe. Hezbolá nunca quiso o nunca tuvo oportunidad de lanzar sus cohetes de mayor alcance durante la guerra. Es posible que nunca llegara desde Teherán la autorización de usarlos por temor a las consecuencias de una escalada. También es cierto que, dado el absoluto dominio israelí del aire, Hezbolá hubiera tenido serios problemas para mover abiertamente sus cohetes más pesados como los Zelzal, que requiren un camión tipo TEL (Transporter Erector Launcher) y se caracterizan por una fuerte firma infrarroja [Arkin, 2007:36].

Hezbolá no tuvo oportunidad de lanzar sus cohetes pesados, bien por la negativa iraní, bien porque su forma infrarroja habría convertido cualquier intento en un suicidio para sus operadores.

El dia 13 de julio comenzó el ataque de Hezbolá con cohetes contra poblaciones israelíes del norte de Israel, uno de los aspectos del conflicto que se convertía en un asunto central. Entre el arsenal de cohetes a disposición del grupo libanés en aquel entonces se encontraba un buen número de variantes iraníes de los cohetes Tipo 73 de 107mm y 9M22 Grad de 122mm. Estos últimos no se desplegaban desde las habituales plataformas BM-21, basadas en camión Ural, sino que se empleaban desde camiones ligeros y vehículos tipo pick-up más pequeños.

Hezbolá contaba también con un buen número de lanzadores estáticos en edificaciones propiedad de simpatizantes de Hezbolá, algunas ocultas con complejos mecanismos hidráulicos y otras en estancias disimuladas detrás de puertas cegadas por muros que se derribaban antes del lanzamiento. La existencia de estas lanzaderas en zonas edificadas significó que el fuego de contrabatería israelí provocó víctimas civiles. También entraron en acción lanzaderas escondidas entre la maleza y con mecanismos simples de temporización que hacían inútil toda respuesta israelí.

Lanzadera de cohetes en el sur de Líbano. Fuente – IDF.

El lanzamientos de cohetes de corto alcance sobre las poblaciones del norte de Israel no se vio afectado por las operaciones de la fuerza aérea y la artillería israelíes. Al final del conflicto, la fuerza aérea israelí habría realizado 11.897 misiones, más que las 11.223 de la Guerra del Yom Kippur, mientras que la artillería israelí sumaría 1.700.000 proyectiles disparados y cientos de cohetes lanzados por los sistemas M270 MRLS [ Kober 2008:24-25]. Por su parte, Hezbolá sumaría un total de 3.917 cohetes disparados contra Israel, con una rango entre 160 y 240 cohetes lanzados diaramente entre el 1 y el 13 de agosto. El día que entró en vigor el alto fuego, Hezbolá lanzó 253 [Marcus:2018: 203].

El día 16 de julio el Consejo de Seguridad Nacional, un órgano consultivo que en la estructura de gobierno de Israel tenía un papel secundario, le presentó un documento al primer ministro Olmert afirmando que los objetivos militares se habían logrado y que se debía poner fin a la guerra cuanto antes [Harel e Issacharoff, 2008:95]. Mientras tanto, el general iraní Qasem Soleimani, jefe de la fuerza Qods del Cuerpo de Guardianes de la Revolución Islámica, fue llamado a toda prisa a Beirut para asesorar a Hezbolá. Según cuenta en una entrevista sólo difundida después de su muerte, había estado hasta el día 11 en el Líbano y luego había viajado a Siria. De allí volvió al Líbano de la mano de Imad Mugniyah, jefe del aparato de inteligencia y seguridad de Hezbolá. Una vez en Beirut, recibió continuos requerimientos del gobierno iraní para que le presentara una valoración de la situación. Soleimani les describió una campaña selectiva de bombardeos de alta precisión, con una contante presencia de drones israelíes sobre el Líbano. Según sus primeras impresiones, una victoria de Hezbolá “no era visible en el horizonte” [Mansharof, 2019].

Hezbolá llevaba años preparándose y había excavado cientos de túneles y zulos que servía de depósitos de armas

En aquellos primeros dias estuvo abierta la primera de varias ventanas de oportunidad para la firma de un alto el fuego. De hecho había en el alto mando israelí quienes creían que los bombardeos de los primeros días, con la especial relevancia de la Operación “Peso Específico”, había supuesto un duro correctivo para Hezbolá y que por tanto no era necesario prolongar las operaciones. Si esa tesis se hubiera impuesto, habría contado con la predispoción inicial del gobierno libanés de presionar a Hezbolá. Pero los mensajes de satisfacción emitidos desde el interior de los partidos del bloque de gobierno libanés con el vapuleo a a Hezbolá fueron malinterpretadas en Israel como una señal de validación que animaba a seguir por el mismo camino.

El día 17 de julio el primer ministro Ehud Ólmert dio un discurso ante el parlamento israelí donde establecía las condiciones para cesar las hostilidades. Hezbolá debería devolver a los dos soldados capturados y aceptar un alto el fuego incondicional. Además, el ejército libanés debía desplegarse en el sur del país siguiendo la Resolución 1559 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Los objetivos colocaban el listón tan alto que ofrecían a Hezbolá una victoria por defecto, haciendo válida nuevamente la máxima atribuida a Henry Kissinger de que una fuerza convencional “pierde si no gana” y una fuerza insurgente “gana si no pierde”. El propio secretario general de Hezbolá, Hassan Nasrallah plantearía que los objetivos de la organización en aquella confrontación con Israel habían sido modestos y que su mera superviviencia era una victoria [Marcus, 2018: 208-209]

Tras los primeros días de bombardeos, el general Halutz le presentó al gobierno un plan para incrementar la intensidad de las operaciones aéreas, mientras que las fuerzas terrestres mantendrían un papel limitado. La esperanza era que el poder áreo por sí solo fuera suficiente para quebrar la voluntad de luchar de Hezbolá. Además, tras una semana de conflicto, se autorizó a una llamamiento de unos pocos cientos de reservistas mientras el alto mando clamaba por el aumento de las fuerzas reservistas activadas. Las Fuerzas de Defensa de Israel se habían preparado para aquel conflicto y había preparado planes de contingencia. Pero a la hora de la verdad no se emplearon. Simplemente se tomaron ideas sueltas de los planes “Aguas Elevadas” y “Rompehielos” sin elaborar una campaña coherente. “Rompehielos”, por ejemplo, atribuía el máximo esfuerzo a la fuerza aérea pero implicaba una gran movilización de reservistas para disuadir a Hezbolá de escalar el conflicto y para prepararse para una posterior fase terrestre.

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