Hace apenas unas horas el mundo (o más bien una parte de él, tampoco otorguemos al suceso más importancia de la que tiene) se despertaba sobresaltado por la muerte, en un ataque realizado desde un drone mediante cuatro misiles de precisión, del general iraní Qasem Soleimani, jefe de la Fuerza Qods- en lo que ha sido una sorprende decisión del Gabinete Trump. Desde el minuto uno diversos medios, así como miles de personas en las redes sociales se han lanzado a especular sobre lo que vendrá ahora -muchos son los que temen la respuesta iraní e interpretan el suceso como un punto de no retorno al parecer- y también sobre las razones que han llevado a los EE. UU. a dar este paso.
Entre los comentarios más alocados se podían distinguir varias «líneas argumentales», por llamarlas de alguna forma, que tienen muy poco de verídico y que ilustran a las claras no solo el nivel de desinformación del ciudadano y pseudo-experto medio, sino también el buen papel que están realizando algunos países como el propio Irán o la Federación Rusa a la hora de imponer su narrativa, especialmente mediante las Redes Sociales. Todo ello aliñado, por supuesto, con el tradicional antiamericanismo de muchas sociedades europeas, algo que hemos de ligar, más que con un rechazo a los EE. UU., con una profunda aversión al uso de la fuerza como herramienta de las Relaciones Internacionales.
Sin entrar a valorar si las campañas de desinformación son realmente útiles y tienen una incidencia importante en las acciones de otros Gobiernos (a pesar de que la opinión de la ciudadanía siempre pese en sus decisiones), vamos a intentar aclarar algunos de los mitos que se reproducido una vez más en los debates en torno en el que han muerto tanto el propio Qasem Soleimani como, no lo olvidemos, los generales Abu Mahdi al-Muhandis (líder de las PMF) y Hossein Jaafari-Nia, así como el Coronel Shahrud Mozaffari-Nia y el Mayor Hadi Taremi.
UN ATAQUE IRRACIONAL
El primer mito que se ha podido leer una y otra vez es que se trata de un ataque sin fundamento, una decisión irracional y puramente personal de un Trump al que siempre se caracteriza como un «loco» o cuando menos un líder con una personalidad demasiado «variable» y que, en uno más de sus cambios de humor ha estado cerca de llevar al mundo al abismo. La realidad, sin embargo, es mucho más compleja y los EE. UU. han tomado, seguramente, la única decisión que podían tomar después de semanas de ataques y escalada por parte tanto de irán como de sus proxies y aliados regionales (desde partidos políticos a milicias, pasando por clérigos afines, etcétera) con la intención de hacerse con el control total de la vida política iraquí y de paso, forzar la salida definitiva de los EE. UU. del país. (Seguramente la explicación más completa hasta la fecha la aporte nuestro colaborador Guillermo Pulido en esta excelente entrada publicada en The Political Room).
Lo que hay que entender aquí es que, independientemente de las filias y fobias de cada uno, los EE. UU. no tienen ninguna intención de abandonar por completo el país tanto por temas estratégicos –el viraje hacia el Pacífico no significa abandonar por completo regiones como Oriente Medio, ni mucho menos-, como económicos o políticos -ha costado demasiada sangre y dinero llegar hasta aquí como para que este esfuerzo solo sirva para dejar el país en bandeja a Irán- y, por supuesto, morales, pues no podemos olvidar que los que apoyan a Irán de forma clara no son la mayoría de iraquíes, sino solo una parte. Incluso entre los chiíes hay división al respecto.
También conviene valorar el riesgo de que un control claro de Irán sobre Iraq provoque un resurgimiento de Dáesh como reacción suní, algo que llevaría el caos a la región una vez más, con consecuencias imprevisibles no solo para Iraq, sino también para Siria y varios estados más. Por otra parte, si Irán logra hacerse con el control pleno de su antiguo enemigo, esto forzará a los países árabes a redoblar sus esfuerzos por contener al país de los ayatolás y, lo que es peor, les hará pensar que los EE. UU. han dejado de ser un aliado fiable y provocará un decoupling que podría ser catastrófico y dar inicio a una carrera de armas regional sin precedentes que incluyese, para empezar, la proliferación nuclear.
Los motivos de los EE. UU. para responder con firmeza a los intentos iraníes por hacerse con el control de la política iraquí son por tanto muchos y variados, independientemente de que podamos compartir o no la decisión tomada.
LOS EE. UU. PRETENDEN PROVOCAR UN CAMBIO DE RÉGIMEN EN IRÁN
Otro de los mitos que más se repiten y que se ha recuperado para la ocasión es el de que los EE. UU. pretenden provocar un cambio de régimen en Teherán, haciendo caer a Ali Jamenei. Es algo que se ha repetido una y otra vez, pero lo cierto es que los EE. UU. están muy lejos de buscar un vacío de poder en un país como Irán que, vista las experiencias previas, podría resultar catastrófico.
El régimen de sanciones busca obligar a Irán a reducir sus ambiciones, no solo nucleares, sino regionales, pero no es tan ambicioso como para buscar un cambio interno significativo. Es, por decirlo de forma gráfica, un asedio y no un asalto. No olvidemos que el país está detrás de multitud de grupos muy activos no solo en Oriente Medio, por cierto, sino en buena parte del mundo, como se puede ver en este mapa publicado por Stratfor y que su programa nuclear es una amenaza para los socios regionales de los EE. UU. y, por cierto, mucho más para Europa que para CONUS.
SOLEIMANI DERROTÓ AL ESTADO ISLÁMICO, FINANCIADO POR LOS EE. UU.
Uno de los mitos más alocados de los que circulan por la Red hace referencia al papel clave de Soleimani y de Iraq en la derrota del ISIS en Iraq. Lo cierto es que tanto la Fuerza Qods, que él dirigía, como las milicias PMU patrocinadas por Irán, si bien habían tenido un papel, este no pasó de anecdótico en ningún momento, al menos no en comparación con el de las propias Fuerzas Armadas de Iraq y el apoyo recibido por parte de los socios occidentales que prestaron su ayuda a través de la aviación y del apoyo artillero, además de mediante misiones de fuerzas especiales.
Han sido, de hecho, las Fuerzas Armadas de Iraq las que han puesto la sangre en esta lucha, lo que ha servido de paso para aumentar el poder relativo de las fuerzas patrocinadas por Irán en el país.
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