Drones militares en Rusia

A rebufo de Occidente

Drones Orlan-10

Los drones, bien sean aéreos, terrestres o marítimos, son parte fundamental de la guerra presente y futura, especialmente en combinación con la Inteligencia Artificial. Esto es algo que a los teóricos rusos no les es ajeno y es por ello que, especialmente desde la Guerra de Osetia del Sur de 2008, el país ha venido haciendo una importantísima inversión y esfuerzo destinados tanto a desarrollar la capacidad industrial necesaria como para alcanzar la autosuficiencia en este ámbito crítico, como para adaptar sus FF. AA. al uso de estos ingenios, imprescindibles en tareas de Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento, como cada vez más, de ataque. A pesar de que los primeros pasos están siendo muy complicados, con diversos fracasos de los que extraer lecciones, el cambio que se ha producido en los últimos años en Rusia es digno de consideración y nos habla de un país volcado con la modernización de sus ejércitos y con la adopción de una serie de equipos que se antojan imprescindibles.

La Guerra de Georgia de 2008 supuso un revulsivo para la Federación Rusa y propició una de las mayores reformas militares de la historia del país. También dejó claro que Rusia debía invertir en Sistemas Aéreos No Tripulados (UAS) pues, ante la carencia de estos, se vieron obligados a arriesgar sus Su-24MR en misiones de reconocimiento de alto riesgo ante las capaces defensas aéreas georgianas. Mientras tanto, sus enemigos disponían de modelos modernos como el Hermes 450 israelí, que pudo monitorizar el despliegue de las tropas rusas en Abjazia sin que éstas pudieran derribarlo, ya que su mínima firma infrarroja impedía que los sistemas antiaéreos Igla pudieran engancharlo.

Por esas fechas, Rusia tan solo contaba con dos modelos de UAS en servicio, los Tu-143 y el complejo Stroy-PD. El primero era un más que desfasado drone de reconocimiento táctico de los años 70 que apenas podría aportar nada en un campo de batalla moderno. Con una tonelada de peso al despegue, contaba con una autonomía de 13 minutos y un radio de acción que rondaba los 70-80 Km. Lo que es más, realizaba fotografías que tardaban 45 minutos en estar accesibles desde que se extraían del aparato, pues no contaba con ningún tipo de enlace de datos para su transmisión en tiempo real y funcionaba a la antigua usanza.

Este lapso de tiempo lo hacía inútil para la guerra moderna, mucho más móvil y en el que las acciones se decidían mucho antes de que la información pudiera ser extraída del aparato. Además, por si esto no fuese suficiente, el lapso de tiempo desde que se tomaba la foto a cuando la información recogida en esta esta podía resultar útil era extremadamente largo, pues no bastaba con tener la imagen, sino que debía llegar al personal encargado de analizarla. En esta tesitura, y como veremos más adelante, Rusia estaba muy lejos de lo que sus documentos denominan como Complejo Reconocimiento-Fuego.

El otro sistema utilizado contra las tropas georgianas, el Stroy-PD, estaba en fase de prototipo y fue utilizado por primera vez en este conflicto con resultados desastrosos. Se necesitaron más de 3 horas para preparar el lanzamiento inicial y aún así el primer UAV se estrelló nada más despegar. Posteriormente una segunda unidad fue utilizada para intentar localizar un convoy propio de una decena de vehículos, pero la imagen mostrada era tan deficiente debido a la calidad de los sensores, que apenas fueron capaces de encontrar cinco de ellos. Por otra parte, la altura de vuelo en la montañosa Georgia los dejaba a tiro de cualquier tipo de arma, incluso de mano y por si esto no fuese suficiente, su sistema de propulsión emitía un ruido tan que reducía a la nada sus posibilidades de supervivencia. La efectividad, lógicamente, era cercana a cero, como denunció el teniente general Shamanov ante los directivos de la empresa fabricante en una reunión con éstos.

Naturalmente, esta carencia en todo lo relativo a los UAV en las FF. AA. rusas no debe achacarse únicamente a la negligencia por parte del Ministerio de Defensa ruso, sino que intervienen otros muchos factores. De hecho, éste había hecho un esfuerzo económico serio financiando el desarrollo de distintos UAVs y gastando en los años previos hasta 5.000 millones de rublos en ello. El gran problema radicaba en que la industria de defensa rusa era incapaz de ofrecer un producto a la altura, tal y como lo confesó el viceministro de Defensa de Rusia Vladimir Popovkin en 2010 al confesar que el año previo habían probado todos los vehículos aéreos no tripulados presentados por la industria rusa sin que ninguno de ellos fuese capaz de superar el programa de pruebas, algo en lo que la descoordinación entre la industria y el Ministerio de Defensa también había tenido mucho que ver, pues en ningún momento desde este se habían expuesto de forma clara las necesidades, marcando los parámetros a cumplir de tal forma que la industria tuviese una referencia.

Los que tengan mejor memoria recordarán los antiguos drones rusos como el Dozor-600, que se desveló en la feria aeronáutica rusa MAKS 2009, y que se presentó como una alternativa al Predator norteamericano, que recordemos, ¡entró en servicio en 1995! Dos años antes, en la misma feria, MiG presentó su Skat, un drone furtivo que no pasó de la fase de prototipo, aunque lo poco que se había desarrollado en él ha servido al parecer como base para el S-70 de Sukhoi. Como es tradición en la industria rusa, se presentaban casi en cada feria o salón aeronáutico nuevos prototipos, las más de las veces buscando publicidad o financiación y la inmensa mayoría de los cuales no cuajaban. No solo eso, sino que a pesar de la inversión realizada, ninguno cumplía con los requerimientos mínimos, no ya frente a los más modernos aparatos en servicio, sino ni siquiera comparándolos con los viejos Searcher israelíes que luego adoptaron para sus FF. AA.

Dependencia tecnológica de Israel

Georgia no destapó sólo las carencias de las FF. AA. rusas, sino las de su industria de defensa en numerosos campos. Entre 2009 y 2012 se hicieron públicas numerosas declaraciones oficiales al respecto, que tras la dimisión de Serdiukov, el ministro de Defensa que recurrió al exterior ante la incapacidad de la industria propia de satisfacer las exigentes necesidades del ejército, prácticamente desaparecieron.

Uno de los países a los que se recurrió fue Israel. Como dijo Popovkin, «hoy, nuestros drones no se pueden comparar con los que compramos en el exterior en ninguno de los parámetros». Las compras de UAV a Israel no sólo estaban destinadas a cubrir necesidades materiales en la unidades, sino que se negociaron contraprestaciones industriales y cesiones tecnológicas que hicieron posible fabricación local de estos sistemas y comenzar a cerrar la brecha respecto a Occidente en este aspecto crucial.

En 2009, Rusia compró a la empresa israelí IAI (Israel Aerospace Industries) un lote de 12 UAV: ​​dos Bird Eye-400, ocho I-View Mk150 y dos Searcher Mk II, todo ello por un monto total de 53 millones de dólares. Este acuerdo recibió muchas críticas, al igual que el resto de compras de material foráneo, desde el interior del país, tanto por parte de los militares, como de la industria. El lobby armamentístico ruso no se quería ver relegado, a pesar de que era obvio de que no podía cumplir con lo exigido y de que estos contratos le beneficiaban al acceder a tecnologías que no estaban en condiciones de desarrollar, pues aunque no se hubiesen negociado contraprestaciones, podrían haber recurrido a la ingeniería inversa.

Un año después, en octubre de 2010, se firmó un contrato por valor de 400 millones de dólares entre Oboronprom e Israel Aerospace Industries, para la producción con licencia del Searcher Mk II. Esta versión se denominaría Forpost, y hasta 2018 serían ensamblados en la planta de Urals Civil Aviation un total de 30 ejemplares. Cada uno de esos sistemas sistema consiste en 3 UAVs y una estación de control terrestre. Los UAV tienen un peso de 500 kg, un techo máximo de 5.000 m y un radio de acción de 250 km.

Por supuesto, y especialmente por tratarse de un drone de tamaño mediano como el Searcher II, que ya lleva equipos de observación de cierta relevancia, Israel no ha vendido o transferido tecnología de vanguardia, sino que en realidad la Federación Rusa solo ha podido acceder a tecnologías desfasadas, algo de lo cual eran plenamente conscientes y que aceptaban, pues incluso así saldrían beneficiados. Es más, según éstos, los EE. UU. habrían presionado a los israelíes para que no les vendieran drones más grandes, modernos y con capacidad de ataque, algo por otra parte lógico.

Ante la negativa israelí a proveerles de drones de mayores prestaciones, en 2013 Rusia pone el ojo en los Emiratos Árabes Unidos y en su modelo Yabhon United 40 Block 5. Incluso se anunciaron pruebas de vuelo para 2014, pero posteriormente se informó a los medios de ciertos retrasos y no fue hasta 2016 cuando se produjeron los primeros vuelos. En cualquier caso, a pesar de las pruebas, esta tentativa quedó en nada.

El problema para la Federación Rusa era que además de en todos los subsistemas propios de cualquier UAV avanzado, es decir, motores, sensores, estabilización, etc, también estaban notablemente retrasados frente a Occidente en cuanto a la integración tanto entre los propios drones, como entre éstos y el resto de unidades. A diferencia de otros países, en donde los datos del drone son compartidos en red con los distintos componentes, en Rusia el UAV era concebido originalmente como un sistema cerrado, en el cual tan sólo el operador tenía acceso a las imágenes y datos del aparato. Así lo reconocía Victor Litovkin, editor en jefe de la publicación rusa de temática militar Nezavisimoye Voyennoye Obozreniye en 2013, aunque hoy día la situación ha cambiado significativamente.

Transcurrida una década desde la compra de los Searcher II israelíes, parece que la situación empieza a cambiar, ya que se va a empezar a producir una versión autóctona con tecnología nacional y con autonomía extendida, buscando así dejar de un proveedor extranjero. No solo eso, sino que nuevos modelos de todo tipo, tanto ligeros como medios y pesados van a entrar en servicio en los próximos años como veremos más adelante. Además, también Rusia ha implementado su propia adaptación del concepto de Network-Centric Warfare gracias al Strelets, por lo que tanto los UAVs como resto de sistemas están mucho más integrados de lo que lo estaban hace solo un lustro, aunque queda camino por recorrer. De hecho, todavía en fechas muy recientes se ha podido ver en varios vídeos como los UAVs rusos no se comunicaban directamente con las unidades que debían recibir la información, sino que eran los operadores de los UAVs los que determinaban las coordenadas de los objetivos y se las pasaban a los observadores avanzados.

Drone Forpost caído en Ucrania. A pesar de que en estos casos la máquina mediática se pone en marcha y los actores enfrentados siempre tratan de adjudicarse los derribos, lo cierto es que la mayor parte de las bajas rusas, en el terreno de los UAVs, se han debido a fallos mecánicos.

El Complejo de Reconocimiento-Fuego

El uso de drones por parte de las FF. AA. rusas ha modificado de manera sustancial el funcionamiento de estas, en especial el de las fuerzas terrestres, y más en concreto de la artillería. Han podido hacer realidad el Sistema de Reconocimiento-Fuego (ROS), la versión actualizada del Complejo Reconocimiento-Fuego (ROK) soviético. El ROK hacía referencia al sistema que unía los datos de inteligencia, la designación de objetivos de precisión, el centro director de tiro y la artillería, todo ello a nivel táctico y destinado a destruir objetivos con un ciclo sensor-to-shooter casi instantáneo, aunque como veremos, en los BTGs tenía efectos también a nivel operacional.

El ROK suponía un salto respecto a lo conocido hasta entonces puesto que anteriormente el reconocimiento del objetivo se realizaba dos veces, antes de planificar la acción, y justo antes de realizar el ataque. Esto provocaba que el intervalo entre la detección del objetivo y su destrucción fuera muy alto, permitiendo que unidades altamente móviles como las acorazadas/mecanizadas cambiasen de posición, y por lo tanto evitando o reduciendo la efectividad del ataque. Es por ello que los drones como el Tu-141 ya no eran útiles en la guerra moderna. Por contra, el ROK permite una detección y ataque simultáneos.

El actual ROS ha sido puesto a prueba en combate, llegando a reducir el ciclo reconocimiento-ataque a tan solo 10 segundos según el Jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Terrestres, Major General Vadim Marusin, afirmaciones que conviene poner en duda. En realidad, la experiencia en Ucrania durante el año 2015 con el especialista militar Karber nos indica que necesitaban de hasta 15 minutos y aunque la mayor integración puede haber reducido éste periodo, difícilmente se habrá llegado a los límites antes mencionados. Es más, este dato coincide con el más realista aportado por Shoigu, a la sazón Ministro de Defensa de la Federación Rusa, quien afirmó en marzo de éste mismo año que la combinación del Strelets y el C3 permitía atacar a los objetivos en 8-12 minutos tras ser detectados, dato que fuentes del Distrito Militar Central reducen a 3-4 minutos, en el marco de unas maniobras llevadas a cabo en 2017. Estas divergencias en los datos también pueden estar relacionadas con las distintas capacidades de los UAVs a la hora de geolocalizar o no los objetivos automáticamente, pues si esta opción no es posible, el proceso se dilata.

Junto a los nuevos UAVs, otro elemento que ha permitido mejorar el ROS ha sido el Strelets, un sistema que hace posible la acción en red y que fue probado por primera vez en Ucrania, auténtico campo de experimentos de algunos de los nuevos conceptos y materiales rusos tras la reforma de 2009. El sistema Strelets es una especie de ordenador táctico portátil para funciones de inteligencia, mando y control y comunicaciones. Puede trabajar en red con el resto de sistemas de reconocimiento y designación del ejército ruso. Este sistema portátil de gestión de la información puede trabajar en conexión, no solo con otras unidades de combate a pie, sino con UAVs como el Orlan-10, radares, elementos de designación de objetivos, etc. Toda la información sería de esta manera compartida, creando una imagen del campo de batalla mucho más completa y fácil de gestionar. La identificación y posición de los objetivos detectados por los diferentes medios y la posterior designación para su destrucción ha dado unas posibilidades nunca antes vistas en el ejército ruso.

La introducción de UAVs en las unidades rusas ha hecho que esta imagen del campo de batalla sea mucho más completa, llegando donde antes era impensable para las unidades basadas en tierra. Vemos aquí cómo dos multiplicadores de fuerzas se asocian incrementando exponencialmente las capacidades de la artillería: el Strelets, y los drones. Los efectos en combate se han podido comprobar en Ucrania, tal y como hemos dicho, con ejemplos tan devastadores como el de Zelenopillya, en el cual el uso combinado de EW, drones y artillería, aniquiló en pocos minutos casi dos batallones mecanizados del ejército ucraniano.

La experiencia se irá extendiendo, como es natural, cada vez a más unidades, integrando un número creciente de sistemas. En el caso de las baterías de MLRS Smerch de 300mm, podrían contar en breve de manera orgánica con UAVs, ya que está en su etapa final de desarrollo un drone lanzado desde uno de los cohetes. La velocidad de vuelo del dron es de aproximadamente 100 kilómetros por hora, con una altitud máxima de 3.000 metros, mientras que su carga útil es de 7 kilogramos, suficiente para montar cámaras, diversos sensores y enlaces de datos. Este nuevo artefacto tendrá múltiples funciones, algunas específicas como la medición de la velocidad del viento, lo cual redundará en la precisión de los cohetes no guiados. También se destinaría al reconocimiento de objetivos y la posterior evaluación de daños. Desarrollado mano a mano con la República Popular de China, contaría también con una cámara infrarroja.

No todo es de color de rosa, no obstante. Debido al crónico retraso ruso en materia de drones MALE y al hecho de que apenas posee unos pocos Forpost, los UAV no han podido actuar como multiplicadores de fuerza en el RUK (el equivalente al citado ROK pero a nivel operacional). Por esa misma razón todavía no se ha logrado asociarlos a municiones de mayor alcance y aviones de ataque a tierra. Pero pronto este problema empezará a recibir solución, ya que se está formando la primera unidad de UAV de largo alcance, y como era de esperar, estará basada en el Distrito Militar Occidental, en la base aérea de Shatalovo, haciendo frente a la amenaza de la OTAN. Los dos modelos que compondrán la unidad serán el Forpost, tanto en la versión de reconocimiento, como en la de ataque, y el Altius, siendo éste el de mayor capacidad y esta vez sí, un verdadero MALE.

Una vez que se integren, podrán enviar datos en tiempo real para la identificación y localización de objetivos de los misiles balísticos Iskander-M y los de crucero Iskander-K y Kalibr, así como efectuar la evaluación de daños tras el ataque. Se espera que a la larga el Altius sustituya a los ya envejecidos Su-24MR, potenciando no sólo las Fuerzas Terrestres, sino también a las Fuerzas Aeroespaciales. Recordemos que dos Su-24 fueron derribados en Georgia, y que junto a los Tu-22, tuvieron que desempeñar labores de reconocimiento que dentro de poco podrán realizar equipos mejor preparados y sin necesidad de exponer vidas humanas.

Drone Eleron-3.

Organización

El número de UAVs en el ejército ruso ha crecido exponencialmente, por lo que la organización de éste se ha visto modificada para acoger estas nuevas capacidades. No vamos a hacer una descripción exhaustiva de la organización de los UAVs dentro de todas las unidades de las fuerzas armadas, pues se escapa del propósito del artículo, pero sí queremos dejar constancia de su gran proliferación, en especial en las unidades terrestres.

Según el ministerio de Defensa ruso, el número de unidades de UAVs han pasado de 3 en el año 2012 a 40 en el 2018, y de 91 aparatos a 2.136. Por supuesto, el número de horas de vuelo ha crecido en proporción, dotando a sus operadores de una experiencia muy importante. De las apenas 600 que se registraron en 2012 se ha pasado a las 18.000 de 2018, un salto notable.

En las Fuerzas Terrestres, los Orlan-10 y Eleron-3SV son los modelos utilizados en cada compañía de UAV asignada a cada brigada de infantería mecanizada (IMZ).

Por su parte, las brigadas de artillería de los ejércitos de armas combinadas y los regimientos de artillería de las brigadas de carros e IMZ también contarán con UAVs de manera orgánica, principalmente en Orlan-10, con la versión de guerra electrónica cobrando notoriedad ya que pueden localizar las emisiones de los radares contrabatería.

Las Tropas Aerotransportadas (VDV) según su jefe, tienen planeado dotar de UAVs a todas sus unidades antes de que acabe 2019, teniendo las divisiones y brigadas de las VDV a comienzos de año 6 compañías de drones y dos pelotones para diversas funciones de reconocimiento, guerra electrónica y de corrección de tiro para la artillería. Los modelos son todos ligeros; el Takhion, Orlan-10 y Eleron-3. Todos ellos actúan asociados al Andromeda-D, el equivalente al Strelets. Sin embargo, hay que ser precavido con estas previsiones, ya que en 2018 el jefe del Estado Mayor de las VDV dijo algo similar respecto a dicho año y no llegó a cumplirse. Con todo, el avance es importante, en concordancia con el esfuerzo económico e industrial.

Por último, estas tecnologías están llegando también a los infantes de marina rusos, unidad que está incorporando sistemas Orlan-10, además de a las Fuerzas de Misiles Estratégicos, que utilizan diversos UAVs ligeros para vigilar sus lanzadores móviles.

Lecciones de guerra: Ucrania y Siria

Los drones fueron junto a los Spetsnaz, el GRU y las fuerzas proxy, los elementos principales de reconocimiento para apoyar tanto a los BTGs como al Cuartel General del Distrito Militar del Sur.

Los principales efectos del uso de los drones se relacionan con la artillería rusa, como vimos en el apartado anterior, posibilitando el antiguo concepto de ROK. Esto ha hecho que los BTGs rusos desplegados en Ucrania y sus proxys hayan podido recibir el apoyo necesario, no siendo necesaria la aviación, que por otro lado, no podía utilizarse.
Una de las ventajas del uso combinado artillería/UAVs sobre la aviación, que puede desempeñar el mismo rol, aunque con menor profundidad, es que no se exponen ni los pilotos ni sus costosas aeronaves en zonas cubiertas por las defensas aéreas enemigas. Tampoco hay que descartar el peligro de las propias defensas aéreas, y es que aunque se han conseguido sustanciales mejoras respecto a la experiencia de Georgia en 2008, el peligro de fuego amigo sigue estando ahí. Además, y de esta manera, a la hora de solicitar apoyo artillero, no se ven en la obligación de coordinarse con la aviación, ya que no hay aparatos sobrevolando la zona, descartando el riesgo de un derribo accidental y además, pudiendo hacer fuego en cualquier momento al no depender de las ventanas de tiempo entre el paso de cada avión.

Pero el uso de UAVs en Ucrania no sólo ha modificado de diversas formas al ejército ruso, también al de Ucrania, especialmente en el apartado táctico. La sola presencia de éstos aparatos en los cielos anulaba el movimiento de las unidades ucranianas, principalmente de día, ante el temor de ser localizadas y aniquiladas por la artillería. De noche el peligro no era tal debido a las limitaciones de Rusia en cuando a sistemas FLIR para UAVs y pods de navegación/designación, aspectos en los que el país tiene todavía camino por recorrer para ser una fuerza todo-tiempo.

Rusia comenzó a desplegar en masa UAVs al comienzo de su ofensiva a mitad de julio de 2014, con al menos 5 tipos de aparatos, duplicando rápidamente ese número. Esta escasa homogeneidad nos indica lo experimental de la intervención, en la cuál se han probado todo tipo de drones de su industria de defensa, eso sí, todos ellos ligeros. Además, el empleo de los UAVs era múltiple, es decir, que un objetivo era sobrevolado por varios tipos de aparatos, cada uno trabajando en sus respectivas alturas, algo que solo era posible dada la incapacidad ucraniana para defenderse.

Cambiando radicalmente de escenario, como sabemos, Siria ha sido el siguiente campo de pruebas para la industria de defensa rusa, a la vez que el mejor escaparate para sus productos de cara al mercado internacional. Sobre el terreno han participado una larga lista de nuevos desarrollos: en cuanto a UAVs el Granat-4, Eleron 3SV, Zala Aero 421-16E, Orlan 10/30, Forpost, y Ptero, en misiones ISTAR, apoyo a CSAR como en el caso del derribo del Su-24M2 por parte de Turquía, mapeo, etc.

Volviendo a los UAVs, su uso ha sido muy intenso, pasando de las 400 salidas al mes iniciales hasta las 1.000 que se alcanzaron en octubre de 2017 y totalizando en los primeros 3 años de campaña 23.000 salidas y 140.000 horas de vuelo, lo cual supone una experiencia valiosísima para modificar conceptos operativos (CONOPS) y Tácticas, Técnicas y Procedimientos (TTP), en especial en éste tipo de campañas con poca presencia militar sobre el terreno, donde tampoco Rusia tenía experiencia previa.

Si en el caso de Ucrania el uso de UAVs permitía a Rusia intervenir en el conflicto y dar apoyo a sus socios sin apenas riesgo de atribución, en el caso de Siria le permite evitar bajas que puedan provocar una reacción negativa por parte de la opinión pública contra esta campaña, que ha ido perdiendo apoyo con el paso del tiempo. Aunque se han producido varios derribos y pilotos muertos, su uso se ha podido disminuir gracias a las salidas de aviones no tripulados, que han soportado, si se puede llamar así, el peso de las pérdidas. Esto ha supuesto un gran avance respecto ese no tan lejano punto de partida que fue Georgia.

Respecto a estas, las pérdidas, la mayor parte parece haber sido causadas por fallos mecánicos, ya sean del motor o de la aviónica, pues no suelen presentar signos de impacto de metralla o proyectiles. Uno de los motivos probables es que algunos aparatos vuelan muy por encima de su vida útil. Este es el caso de los Orlan-10. La mayoría de los que se han perdido presentaban arreglos de circunstancias.

Una de las novedades más importantes en materia de UAV que se han visto en Siria fue la posible iluminación desde un drone de munición de artillería guiada por láser, un hito que algunas fuentes atribuyeron al prototipo del Orlan-30. Este nuevo drone es una versión avanzada del Orlan-10, pero con el doble de peso y radio de acción, y mucho más capaz en su función de reducir el ciclo sensor-to-shooter del ROS gracias a que pasa las coordenadas GPS automáticamente y que puede iluminar blancos con su láser para las municiones guiadas Krasnopol. Las imágenes mostradas en 2017 podrían ser la de su test en Siria, mostrándose ataques con gran precisión. En el apartado negativo hay que señalar la mala calidad de la estabilización, inferior incluso a la de un UAV de menor peso como el ScanEagle. Se espera que entre en servicio en 2020 y en este sentido podríamos considerar como una de sus pruebas finales las importantes maniobras Tsentr 2019, celebradas el pasado mes de setiembre junto con India y la República Popular de China y que supusieron la movilización de centenares de vehículos y decenas de miles de hombres.

Todavía más importante, y gracias a las mejoras en C4ISR, estos nuevos desarrollos han permitido cosas impensables en la Guerra de Georgia, como por ejemplo la retransmisión de vídeo en directo desde un Forpost, no ya a su operador, sino al cuartel general en Khmeimim y al Centro de Gestión de la Defensa Nacional en Moscú.

Por otra parte, si bien Siria ha supuesto un ejemplo de los avances rusos en materia de UAVs, para los observadores extranjeros también se han dejado notar sus limitaciones en cuanto a inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR), pues para ataques en profundidad todavía están limitados a un rango máximo de 250 Km, que en situaciones de combate siempre se ven reducidas, por lo que han de recurrir a aviones tripulados, de mucha mayor huella logística, y exponerse situando bases en sitios no seguros.

Drone Pchela-1. Uno de los problemas de los drones rusos es que los datos han de pasar a través del puesto de control en tierra, sin posibilidad de enlace directo con otras unidades y sistemas.

Drones terrestres

En lo relativo a los aparatos terrestres y marítimos también ha habido novedades que merece señalar, aunque no sea el objetivo de este artículo. Así, el UUV Galtel ha sido probado en la defensa de la base naval de Tartus, tras lo cual se aceptó en la Armada, una muestra más de que Siria se ha utilizado como prueba final antes de adquirir un sistema. Respecto a los UGVs se han probado dos tipos. En primero lugar los destinados a formar parte de los equipos EOD y entre los cuales tenemos los de muy pequeño tamaño, caso del Sphera y el Scarab, así como el Uran-6, este ya mayor y dedicado a tareas de desminado. Luego están los de ataque, como el Soratnik y el Uran-9.

En cualquier caso, aunque todavía tienen una importancia muy reducida frente a los UAVs, Rusia es uno de los países que con mayor fuerza están apostando por este tipo de ingenios. Son utilizados por las fuerzas armadas y también por cuerpos civiles armados, tales como el FSB que los ha utilizado con profusión en operaciones antiterroristas, llegando participar estos aparatos en operaciones como la que en 2016 se cobró la cabeza de un mando del ISIS en Daguestán.

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