El futuro de la Armada Española

La transformación necesaria

Submarino S-81 "Isaac Peral" en las instalaciones de Navantia en Cartagena. Fuente - Navantia
Submarino S-81 "Isaac Peral" en las instalaciones de Navantia en Cartagena. Fuente - Navantia.

El futuro de la Armada Española está en riesgo. Sin embargo, la necesidad estratégica de contar con una eficaz marina de guerra está fuera de toda duda para un país con las características geográficas de España. Del mismo modo, la obligación de salvaguardar la última y más influyente baza económica e industrial que le queda a la nación en el sector de la defensa, la construcción naval, es también un hecho. Desgraciadamente, la situación presupuestaria -y su previsible evolución- obligan a hacer un examen profundamente realista al objeto de salvar lo posible.

Se cumple el próximo año el 30 aniversario de la puesta en marcha del plan Altamar, presentado como tal en Marzo de 1990, y por el cual la Armada española planificó gran parte de lo que es hoy.

Este nació como una propuesta muy sólida en cuanto a financiación, apoyo político a una consolidada capacidad industrial (por entonces la empresa nacional Bazán) y unas capacidades realistas en el plano puramente técnico y operativo; esto último en base a la renuncia, que se ha tornado definitiva, de dos aspiraciones básicas de la Armada de aquel entonces: el submarino nuclear y un segundo portaaviones para acompañar al entonces flamante ‘Príncipe de Asturias’.

Resulta obvio, por la fecha en la que se puso en marcha, que este plan nació con unos criterios operativos basados en la vigente guerra fría, si bien pocos meses después de su inicio el bloque soviético acabaría desmoronándose. Pese a este revés del destino, el PAM acabaría por ser una respuesta eficaz a las necesidades de la Armada del nuevo siglo. Constaba de cinco partes, atendiendo a las necesidades de cinco áreas bien delimitadas, esto es: Escoltas, Auxiliares, Anfibios, Guerra de minas y submarinos.

De su ejecución nacieron los actuales LPD (en principio solo constaba de uno y el alquiler de dos buques LST de la US NAVY), el A14 Patiño, los dragaminas segura, las F80 y hasta las F100. Como vemos la práctica totalidad de los buques de la flota.

Algunos recibieron a posteriori una potenciación, como la llegada de un segundo AOR (A15 Cantabria) y de otro LPD, al que se le añadieron capacidades de mando (un estado mayor embarcado) mientras otros acumulan tanto retraso que se han llevado por delante la mitad de los buques alistados, caso de los S80; planificados en un primer momento para sustituir a los S60 en la que era una impresionante flotilla submarina de ocho unidades en dos series y que hoy se ha reducido a tres buques.

En lo que respecta a los escoltas de la Armada Española, el plan incluía 15 fragatas, y mencionaba incluso la necesidad de las F110, como un paso postrero (tercera serie) para alcanzarlos, relevando a F30 y F70, pero no a las F80. Es de todos conocido que los retrasos y la realización de unidades adicionales de las F80 (dos buques) y posteriormente de las F100 (también dos, reducidas luego a una, la F105) ha supuesto que la recientemente aprobada F110 sea finalmente el relevo de las ‘Santa María’, quedando la flota en diez escoltas en dos series solapadas entre sí (asegurando la continuidad en el diseño y construcción de este tipo de buques); si bien para las misiones secundarias o como se conocen actualmente, de guerra asimétrica, nació un nuevo concepto de buque de acción marítima que es mucho más que un patrullero de la ZEE, como es el BAM, del que se han recibido seis unidades, si bien el plan original establecía que fueran al menos ocho.

La última década también ha visto la sustitución del R11 ‘Príncipe de Asturias’ por un nuevo concepto de buque anfibio portaaeronaves tipo LHD, el L61 ‘Juan carlos I’, que permitió también retirar los LST de origen estadounidense (coloquialmente conocidos por ‘cornudas’), si bien la pretensión de una segunda plataforma volvió a fracasar tras cancelarse la modernización del primero en 2012.

Todos estos retoques no han supuesto en sí mismos la puesta en marcha de otro plan ‘Altamar’ pese a que, con buen criterio, la Armada siempre ha apostado por una planificación a medio plazo (los tiempos de construcción de buques de guerra obliga a ello) sino más bien a adquisiciones de oportunidad para cubrir algunas carencias al ritmo que marcaban las necesidades industriales (o sociales) de los diferentes astilleros de la aún sobredimensionada Navantia (ex Bazán, ex IZAR).

De resultas de la fecha de caducidad de algunos de los buques que nacieron como resultado del citado plan, ha llegado el momento de redactar otro que atienda a las necesidades de la AE en el horizonte de 2035 (es decir, a quince años vista) con una adecuada programación y un recurso financiero ajeno a los vaivenes presupuestarios.

No solo eso, la previsible baja en esta fecha de los aviones Harrier, que durante cuatro décadas (en diferentes variantes) han supuesto la respuesta a las necesidades de aviación embarcada, y los costes y capacidades asociadas a su sustituto natural (F35B), pone a la Armada en una encrucijada doctrinal que va más allá de la mera sustitución de los sistemas de armas.

Igualmente, la crisis de 2008, pese a no afectar gravemente al ritmo de construcción de barcos, por las mencionadas necesidades industriales, si ha supuesto una merma considerable de los capítulos dedicados a sostenimiento, días de mar y personal, de los que aún no se ha recuperado. Así hemos visto como el TEAR, una unidad orgullo de la nación (es la infantería de marina más antigua del mundo) se ha visto relegada en las asignaciones presupuestarias para atender las necesidades imperiosas de marinería o de infantes asignados a la FUPRO (fuerza de protección) que prestan servicio como trozos de seguridad y abordaje en bases y buques, y que son profusamente empleados en las misiones internacionales en las que la Armada participa sin descanso desde hace más de 20 años.

Así pues, un nuevo plan de modernización de la Armada Española sería mucho más que un programa de construcción de barcos, y debe atender a nuevos conceptos de empleo, a la continua mejora de las estructuras operativas (en estos años hemos visto como desaparecía entre otros el grupo alfa, santo y seña alrededor del que se diseñaba la AE) a las necesidades de personal o a los crecientes costes de mantenimiento de buques y aeronaves.

Los Buques de Acción Marítima siguen siendo los grandes desconocidos de la Armada Española. No obstante, cumplen un papel crítico y su número debe aumentar. Autor – Christian D. Villanueva López.

Planes en marcha

Actualmente hay dos programas de importancia capital para la Armada Española, el S80 y la F110. Del primero se han vertido ríos de tinta y es bien conocido por su complejidad técnica, defectos de diseño, pésima gestión y unos retrasos acumulados de más de una década. No obstante parece verse la luz al final del túnel, y por fin podrán relevarse los S70 (la botadura del S81 es inminente, y su entrega se estima para 2022) y consolidar el arma submarina con una nave que puede romper la barrera limitativa de la propulsión nuclear, una de las grandes renuncias que por motivos económicos y políticos ha tenido que asumir la Armada.

Ciertamente, las nuevas tecnologías de propulsión independiente del aire o AIP pueden dar a los submarinos convencionales grandes ventajas sobre los SSN; en costes, en sigilo y en riesgo medioambiental.

De entre las diferentes tecnologías AIP, la española, en la que trabajan por separado dos empresas (Abengoa y Técnicas reunidas) promete ser la más eficaz y segura, todo un logro que a futuro puede posicionar a nuestro país en cabeza de los desarrollos y ventas de este tipo de barcos, situación en la que ya se encuentra en otras áreas de la construcción naval gracias a los esfuerzos de la Armada y de los sufridos contribuyentes (Navantia, pese al apoyo incondicional de defensa y su éxito exportador, parece incapaz de salir de los números rojos).

Respecto a la F110, la situación es bien diferente, con la experiencia acumulada y el excelente desempeño de las actuales F100, no parece haber motivos para recelar de un proyecto de escolta que permitirá recuperar a la Armada las capacidades antisubmarinas que se perdieron durante los ‘dividendos de la paz’ (el fin de la guerra fría y la amenaza de los submarinos soviéticos) y que ahora vuelven a cobrar relevancia.

Sin perder un alto grado de polivalencia (sistema AA AEGIS) estarán efectivamente orientadas a la guerra litoral y la lucha ASW en aguas poco profundas, acción asimétrica y capacidad modular multimisión.

Sin duda será un barco magnífico que no solo asegura el relevo de las F80 (barcos muy limitados no solo por la edad, también por unos condicionantes de diseño ya superados) y mantener una flota de escoltas suficiente (cifrada en diez unidades) también un aumento considerable de capacidades, como ya sucediera con las F100 ‘Alvaro de bazán’ (equiparables a un destructor Arleigh Burke y eufemísticamente llamados fragatas pese a su tamaño y capacidades).

La situación en este apartado pues es buena y las necesidades están más que cubiertas; como único ‘pero’ habría que mencionar la escasez de silos para misiles estipulada en el proyecto. Dotadas de dos módulos VLS Mk41 y un total de 16 pozos, parecen estar escasamente armadas para usar el sistema AEGIS asociado al SM2 ‘Standard’, que necesita de un pozo por misil; así se desprende de los análisis vertidos por todos los medios especializados.

Ciertamente, en caso de ser un buque exclusivamente dotado del RIM-162 ESSM (se ha confirmado la adopción de la versión block 2, con unas prestaciones y letalidad extraordinarias), del que caben cuatro por pozo, este sería un problema menor; pero desde el momento que está previsto usar el misil de largo alcance SM-2, el número de pozos para portar una combinación creíble de ambos sistemas (son complementarios) se antoja claramente insuficiente. Eso por no hablar de la posibilidad de incorporar otros sistemas en el futuro (misiles de crucero, ASROC, etc).

Entendemos que en este punto, la limitación supone un ahorro mal entendido y que las F110 deberían contar, como mínimo, con un tercer módulo (24 pozos) para el VLS; al respecto recordaremos que las F100 cuentan con un total de 48 y los DDG ‘Arleigh Burke’ norteamericanos alcanzan los 96 en dos lanzadores separados.

Aparte de estos dos grandes programas puramente navales, la AE está ejecutando una planificación encaminada a sustituir la actual flota de helicópteros por variantes del NH90, modelo seleccionado por la DIGAM para cubrir las necesidades de los tres servicios de las FAS y que excede por tanto las competencias de la Armada.

Tema ya tratado profusamente en estas páginas, sólo citaremos que han empezado los estudios para modernizar los SH60B LAMPS III, que se suman a la de los AB212 y la compra de segunda mano de SH60F (transporte táctico), con vistas a aguantar hasta la llegada del nuevo helicóptero, que también acumula grandes retrasos.

Ya se ha aprobado un segundo lote que incluye siete de la versión de transporte naval o MTTH y que la AE necesita para sustituir los vetustos SH3D, mientras que el DNO (documento de necesidad operativa) sobre el helicóptero ASW ya está en manos del JEMAD y, como novedad, parece que se basará en la célula NFH (versión naval de este helicóptero desarrollada por AgustaWestland) y no en el TTH fabricado por Airbus Albacete.

También se han empezado estudios para relevar al AV-8B+ Harrier por el F35B, incluido contactos con el EdA para gestionar una flota compartida, entendida como opción más viable; si bien este último ha anunciado su preferencia por el Eurofighter Tifón (del que ha solicitado 40 ejemplares adicionales) para relevar sus F18, sabedor de que es la única posibilidad de ser aprobada por el poder político pese a que en su programa FCAS citara explicitamente al F35A como el único que cumplia sus requisitos de estado mayor (REM) para un caza de quinta generación.

Esta imposición política, los costes asociados al F-35 y su tremenda complejidad técnica (los últimos informes hechos públicos por el pentágono son preocupantes, ya que citan una vida útil de las células de este aparato en apenas 2100 horas) han hecho que la AE busque soluciones imaginativas, como colaborar con el ejército del aire para asegurar la presencia de un quinta generación en las FAS españolas, considerando que es un multiplicador de fuerza que ofrece capacidades únicas. No obstante la Armada cree que, en caso necesario, puede acometer esta aventura en solitario.

Detalle del HNLMS Karel Doorman (A833). Se trata de un buque logístico polivalente capaz de cubrir las necesidades de transporte estratégico de los Países Bajos. Fuente – Kees Torn.

Capacidades operativas

Su insistencia se basa en el hecho de que sobre la capacidad aeronaval se basa toda la estrategia operativa de la AE. Entiende el AJEMA que solo con la presencia de aviación embarcada puede mantenerse a su vez la capacidad de proyección sobre tierra, en forma de ataques aéreos selectivos y, sobre todo, con la actual capacidad anfibia.

Al respecto debemos decir que hay muchas formas de acometer operaciones anfibias y que algunas de ellas, que justifican por sí solas la existencia de la infantería de marina y los buques anfibios, no necesitan de superioridad aérea, por otra parte imposible de conseguir con un solo buque portaaeronaves y una escuadrilla de aviones, por muy quinta generación que sean, en un entorno de guerra de alta intensidad (con amenaza aérea).

En el caso de conflictos de baja intensidad, ante la necesidad de asegurar una playa para la evacuación de no combatientes, en ayuda ante catástrofes (donde precisamente las facilidades aeroportuarias brillan por su ausencia) prestación de ayuda humanitaria o como fuerza de interposición; es donde una infantería de marina, pese a que no goce del componente aéreo representado en las marinas más potentes del mundo por auténticos portaaviones, puede ser muy útil.

Siempre se necesitará una herramienta de apoyo directo para batir objetivos de alto valor, que supongan una amenaza para la zona de desembarco o que dificulten la progresión de las fuerzas terrestres; pero hay otros medios para proporcionar dicho apoyo que cazabombarderos furtivos de cien millones de dólares.

El uso de helicópteros de ataque, incluidos los futuros medios tilt-rotor o de motor de empuje auxiliar (como el Defiant) que proporcionan mayores alcances, velocidad y carga de pago, pueden aportar en un futuro cercano soluciones para cubrir las necesidades de la IM. También el uso de munición naval (cañón de cinco pulgadas) de nueva generación con alcances de hasta 70 kms, como la excalibur ER de 127/64 mm, o la posibilidad de usar misiles superficie-superficie; pueden dar a los buques nuevas capacidades de proyección del poder naval sobre tierra.
Al respecto debemos citar la nueva doctrina de empleo de la US NAVY, espejo en el que siempre se mira nuestra

Armada, conocida como letalidad distribuida (también ampliamente tratada en estas páginas) y que aboga por proporcionar a todos los buques de superficie de capacidad para batir blancos en el entorno operacional, no limitando las capacidades de ataque exclusivamente a los ‘carrier group’ y la aviación naval.

Esto significa priorizar el uso de un número creciente de submarinos y destructores capaces de proyectar poder sobre tierra con sofisticados misiles de crucero, lo que unido a los sistemas defensivos (SAM) obligan a incrementar los lanzadores y el tonelaje de estos buques, tal como hacen los DDG ‘Arleigh Burke’ (cuando no los ultrasofisticados y poderosos ‘Zumwalt’).

Por tanto, pese a lo que pueda parecer, la pérdida de la capacidad aérea no se traducirá en una reducción significativa de los costes, salvo que se pretenda convertir a la Armada en una fuerza meramente costera.

Propuesta de estructura orgánica de la Armada. Fuente . Elaboración propia.

La fuerza del futuro

A la hora de analizar la entidad que ha de tener la Armada, debemos considerar tres factores fundamentales:

  • Los medios materiales.

  • Las estructuras de mando.

  • Los recursos humanos.

Obviamos mencionar el recurso financiero porque no depende ni del AJEMA ni de aquel que ha de solicitar y validar las necesidades operativas a cumplir por este, que no es otro que el JEMAD. Asumiendo, pues no es el objetivo de este trabajo, que no haya cambios significativos en este apartado; los recursos que se asignarán a la AE en el futuro serán similares a los actuales y basados en dos parámetros aparentemente irreconciliables:

  • Prioridad en el equipamiento mediante los programas especiales de armamento (PEA) de gran importancia industrial e impacto social.

  • Disminución de los gastos corrientes y la asignación de personal.

La solución para adaptarse a esta realidad es incorporar nuevas tecnologías, equipos más avanzados y buques más capaces, a la par que disminuir las plataformas, y con ellas, la necesidad de recursos humanos, mantenimiento y adiestramiento.

En resumen, mejores buques pero en menor cantidad, estructuras de mando simplificadas y supresión o delegación en otros organismos de las capacidades accesorias.

Actualmente la Armada tiene la fuerza (la FLOTA) organizada en una estructura básicamente dual, del ALFLOT dependen dos mandos principales, uno es la fuerza de acción marítima o FAM y otro la fuerza de acción naval o FAN, ambas al mando de un Vicealmirante.

Mientras la FAM se encarga del control marítimo en los espacios de soberanía y dirige los esfuerzos del estado en el mar (funciones de asistencia y seguridad) disponiendo de diferentes buques de control marítimo y apoyo a la navegación (patrulleros, dragaminas) la FAN representa la acción directa o proyección de poder sobre el mar, y su principal instrumento lo representan los buques de guerra, ya sean escoltas, logísticos o anfibios, para lo que hasta ahora disponía de dos mandos o grupos de acción naval, al mando de un Contraalmirante, COMGRUP 1 (escoltas y AOR) y COMGRUP 2 (anfibios).

Cabe reseñar que en esta fuerza no están incluidos orgánicamente ni la flotilla de submarinos ni la infantería de marina, que dependen directamente del ALFLOT, si bien a efectos prácticos la estructura operativa organizada entorno al ALNAV (Almirante de acción naval), controla todos estos medios.

Los últimos cambios orgánicos no obstante han fusionado el CG de la FAN y el COMGRUP 1, bajo la denominación de cuartel general marítimo de alta disponibilidad (CGMAD)..

El CGMAD se configura como mando componente marítimo (MCC) capaz de conducir todo tipo de operaciones navales o conjuntas eminentemente navales, bajo dependencia directa del EMAD-MOPS (mando de operaciones del EM de la defensa) y de proyectarse embarcado en los buques destinados al efecto, ya sea como mando nacional o internacional, pues se ofrece a la OTAN y UE como HRF(M)-HQ.

Respecto a la FAM, es responsable desde 2018 de organizar el nuevo mando de vigilancia y seguridad marítima (MVSM), surgido como mando componente marítimo para la acción permanente de las FAS (PLAN Marco). Desde su principal elemento de mando y control, el COVAM (Centro de operaciones de vigilancia de acción marítima) coordinan los esfuerzos de diferentes organismos, desde el SEMAR (servicio marítimo de la GC), a SASEMAR (ministerio de fomento) servicio de vigilancia aduanera, el SAR o la UDACTA (unidad de artillería de costa del ET).

Igualmente en su condición de estructura orgánica, mantiene el mando de la flotilla MCM, el centro de buceo y las ‘unidades navales’ asignadas a las bases de Cartagena, Ferrol y Cádiz, así como al mando naval de canarias, y que no están integradas en los COMGRUP de la FAL; como son los patrulleros, remolcadores, buques escuela o auxiliares (salvamento, hidrográfico, ELINT, etc).

Como vemos, la FAM es como una Armada dentro de la Armada, o mejor dicho, un ente orgánico y operativo propio al margen del resto de la flota, de la que forma parte. Seguramente haya llegado el momento de suprimir esta división artificial entre la FAM y la FAL o lo que es lo mismo, de los conceptos marítimo y naval.

Desde nuestro punto de vista, la estructura de mando debería ser similar a la de los otros componentes de las FAS, con un mando orgánico responsable de la preparación y generación de contingentes, como es la FLOTA; y un mando operativo (CGMAD) al frente del que se sitúe el ALNAV, que debería tener el rango de almirante (OF-8).

De este último, al igual que sucede con los Ejércitos de tierra y Aire, dependería el mando permanente marítimo (MVSM); siendo responsable como es del control del tráfico y de la seguridad de los buques de bandera española más allá de nuestras aguas territoriales, y como elemento capaz de responder de forma inmediata a una situación de crisis o emergencia en el mar, o que requiera de una respuesta desde o a través del mar.

Este carácter permanente y multidisciplinar obliga a poner bajo su dependencia no solo a los medios de acción marítima, también a ciertos buques mayores (acción naval) que la Armada debería tener en alerta para una intervención inmediata, o en su caso, asumir el mando operativo de cualquier buque de la flota que se encuentre (navegando) en disposición de entrar en acción.

Entre estas labores de vigilancia se pueden citar, por ejemplo, las patrullas submarinas o la vigilancia permanente de las rutas migratorias ilegales (caso de la operación Atalanta) que hacen medios tan dispares como fragatas, BAM o AOR. Por tanto vemos que es una responsabilidad que excede las capacidades y medios de la FAM.

Por su parte la FLOTA como estructura orgánica debería estar formada exclusivamente por la FLOAN, la infantería de marina y las comandancias (mandos) con buques asignados (MARDIZ, MARCART, MARFER y MARCAN), de las que dependerían a su vez la flotilla submarina, la fuerza MCM, los buques mayores (bajo mando de un capitán de navío) las escuadrillas de escoltas y las de unidades auxiliares.

Los jefes de estas últimas serán responsables de la preparación de sus unidades, incluida la formación de dotaciones completas con el personal disponible (no todos los puestos de todos los buques están cubiertos, por lo que algunos profesionales deben alternarse entre más de una nave); por esta razón es conveniente agrupar también a los patrulleros de altura y otros buques menores por escuadrillas o flotillas.

En cambio, los patrulleros de bajura (clases Anaga, Toralla, etc) deberían darse de baja y sus misiones pasar a SEMAR, si bien la falta de personal con la debida cualificación ha obligado a contratar personal procedente de la marina mercante; una cuestión que debería revisarse, pues lastra la capacidad del servicio para asumir misiones de carácter militar o policial.

Del mismo modo el SEMAR podría asumir las comandancias navales y ayudantías situadas a lo largo de todo el territorio nacional, o como unidades de soporte a dicho servicio, depender de la jefatura de apoyo logístico de la Armada.

Como hemos visto, las capacidades de la Armada se dividen en cinco pilares fundamentales, a saber:

  • Fuerza de superficie.

  • Capacidad aeronaval.

  • Fuerza submarina.

  • Fuerza anfibia.

  • Medios de apoyo a la proyección.

Dentro de la fuerza de superficie se engloban las fragatas y los buques de acción marítima, profusamente utilizados en despliegues en el exterior y cuyas capacidades exceden las misiones de un patrullero de la ZEE.

Sin duda serán estos buques los que experimenten un mayor crecimiento, siendo necesario sustituir en el futuro cercano las series 60 y 70 de patrulleros de altura (nueve unidades de las clases Alborán, Serviola y Descubierta) además de algunos buques especiales.

Por su parte las Fragatas, con diez unidades, parecen ser suficientes o, al menos, todo lo que podemos permitirnos con los presupuestos actuales. No obstante sería conveniente ir añadiendo capacidades a estos buques, sobre todo de cara a definir la MLU de la serie F100.

Para empezar sería necesario unificar el sistema de combate de los cinco buques a un estándar más avanzado, que les permita plena capacidad ABM, junto con la adquisición de algún lote de misiles SM-3 o implementar el CEC (Cooperative Engagement Capability) que permitirá a los buques operar dentro de una gran red de sensores única (cooperativa) ya en uso en la US NAVY.

Igualmente deben incorporar las versiones más avanzadas de misiles ya en servicio, como los ESSM y Harpoon block 2, afustes robóticos de 30 mm, nuevas ESM (incluidos sistemas anti UAV) y comunicaciones mejoradas.

Patrullero ‘Río segura’ del SEMAR, una fuerza en continuo crecimiento y que deberá pasar a realizar alguna de las funciones ahora responsabilidad de la Armada. Fuente – Guardia Civil.

La capacidad aeronaval de la Armada

En lo que respecta a la capacidad aeronaval, es necesario replantear las necesidades asociadas precisamente a los nuevos BAM y sus misiones rutinarias en aguas lejanas a Rota, sede de la FLOAN. En concreto la necesidad de hacer destacamentos a Canarias para embarcar helicópteros, así como la de sustituir a medio plazo tanto los H500 como los AB212 por una aeronave liviana y con unos menores costes de operación que el NH90, designado como futuro helicóptero estándar de la FLOAN en sustitución de los SH3 y SH60.

Para reducir los costes de operación y mantenimiento deberá incrementarse notablemente el uso de RPAS de ala rotatoria como complemento a los helicópteros convencionales, como puede ser el MQ-8 o el VSR700, un proyecto de Airbus para dotar a la Marine Nationale francesa.

Para la sustitución del Harrier el panorama es bastante más complicado, toda vez que las prioridades industriales no son aplicables, ya que solo hay un candidato que responda a los REM de la Armada y no tenemos ninguna participación en él. Desecharlo supone de facto cambiar por completo la concepción operativa de la Armada y renunciar a una buena parte de sus capacidades.

Como decíamos anteriormente, en caso de perder la aviación embarcada el AJEMA debería redefinir por completo la estructura de la Armada, No solo eso, el JEMAD tendría que rediseñar por completo las capacidades conjuntas de las FAS y el papel que debe cubrir la Armada dentro de las mismas; con implicaciones que exceden a la propia Armada y obligan a otras ramas de las FAS a replantearse sus propias capacidades, desde proyectar contingentes de forma segura por mar a la necesidad imperiosa de desplegar fuerzas aéreas expedicionarias en apoyo de cualquier operación (lo que incluye cazabombarderos, aviones de carga, tanqueros, etc).

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