Las transformaciones de la estrategia nuclear rusa desde el final de la Guerra Fría afectaron no solamente a la estructura y postura de su fuerza nuclear (con fuertes reducciones en número de ojivas y vectores), sino que es en los aspectos doctrinales y teóricos es en donde han ocurrido cambios mucho más radicales, sucediéndose lo que denomino como olas de doctrina estratégica (al menos tres y una posible cuarta ola), dejando obsoleto las estrategias disuasivas y nucleares de la Guerra Fría.
La primera ola de la estrategia nuclear rusa
Lo que denominamos como primera ola de la estrategia nuclear rusa, fue en esencia la herencia de las doctrinas nucleares soviéticas. La Unión Soviética desarrolló su estrategia nuclear como una reacción a la política nuclear disuasiva de los EE.UU., que hasta los años 60 estuvo basada en la Represalia Masiva, elaborando los norteamericanos planes de guerra para un uso a gran escala de armas nucleares tácticas y estratégicas, con las que frenar el avance de las fuerzas mecanizadas soviéticas y destruir una fracción muy importante de la industria y potencial de guerra soviético. Para anular esa amenaza, la URSS comenzó a desplegar también un arsenal de tamaño masivo con el que librar una guerra total y global contra los EE.UU. y sus aliados.
A partir de los años 60 se llegó a un estado en la competición entre las superpotencias de Destrucción Mutua Asegurada, en el que los niveles de destrucción mutua eran tan elevados en el que se llegaba a un punto muerto en el que, según la mentalidad occidental, ningún bando podía ganar. No obstante, los soviéticos no pensaban de igual modo, y tenían una estrategia en el que aunque se aceptaba la asunción de que habría un daño masivo mutuo, creían que se podía ganar una guerra nuclear, preparándose para una “guerra nuclear prolongada”, en la que al final, aunque maltrechos, podrían prevalecer al sufrir menos daños que los norteamericanos.
En esa estrategia soviética (que heredarían los rusos) se preparaba para una guerra total a escala global. Dado el alcance e intereses globales de toda superpotencia. Aunque la URSS declaraba una política de empleo de No Primer Uso nuclear (solo como respuesta a un primer ataque nuclear adversario), cabe destacar que la doctrina oficiosa soviética se basaba también en el ataque anticipatorio nuclear, que consiste en “atacar primero” cuando se tiene la certeza que se hubiera puesto en marcha un ataque preventivo o un Primer Ataque de la OTAN.
Además, la estrategia soviética (y posteriormente la rusa), se basaría en un uso masivo, repentino y sin escalada progresiva, de armas nucleares tácticas y estratégicas para prevalecer en ese conflicto, dando muy poco margen para la negociación. En los planes de guerra del Pacto de Varsovia filtrados hace unos años por autoridades checas y polacas, demuestran como en los años 60 y fines de los 70, que una vez iniciadas las hostilidades, se emplearían una gran cantidad de armas nucleares tácticas para prevalecer en el campo de batalla y llegar al río Rin en solo siete días.
No obstante, una vez se disolvió la URSS, la estrategia nuclear rusa no permaneció totalmente inalterada. El cambio más destacable consistió en que en la Doctrina Militar de 1993 ya no había un compromiso con el No Primer Uso nuclear. Esto reflejaba la desde entonces asumida gran inferioridad en capacidad militar convencional rusa respecto a la OTAN, teniendo que recurrir a la amenaza de un posible primer uso nuclear para compensar esa inferioridad. En añadidura, también se rebaja el umbral de uso nuclear en fases tempranas del conflicto. Pero no todo fueron cambios, quedando constante el tipo de enfrentamiento para el que se preparaban las fuerzas armadas rusas, que seguía siendo el de un enfrentamiento a plena escala y alcance global, y en el que se haría un uso masivo de amas nucleares estratégicas y tácticas con el que infligir un gran daño al adversario.
La segunda ola de la estrategia nuclear rusa
Los cambios limitados de la primera ola no fueron suficientes para adaptar de manera satisfactoria la estrategia disuasiva rusa al nuevo tipo de conflictos de la posguerra fría. Los nuevos conflictos, denominados en los escritos rusos como Guerras de Sexta Generación, Nuevo Tipo de Guerras, etc (maldenominadas en Occidente como Doctrina Gerasimov y Guerras Híbridas), ya no consisten en enfrentamientos bélicos a gran escala y alcance global.
Por contra, son conflictos bélicos en los que los aspectos estrictamente militares tienen una importancia relativa menor que el de invasiones convencionales de países enteros, siendo por el contrio guerras similares a las de Bosnia, Kosovo o Libia, en las que los aspectos de presión política, subversión interna, campañas de información y medidas de guerra económica, tienen una gran importancia, siendo un el empleo de la fuerza armada el escudo para que las presiones políticas y económicas terminen logrando un cambio de régimen, etc, sin ser guerras de un alcance global y sin una amenaza de una invasión a gran escala de territorio ruso.
Ante unas amenazas de mucho menor entidad a las de la Guerra Fría, basar la disuasión en ataques nucleares masivos a escala planetaria carecía de toda credibilidad. Para atajar esa inconsistencia, entre los teóricos rusos durante el final de la década de los 90 fue emergiendo un concepto que a día de hoy es conocido por muchos especialistas en relaciones internacionales occidentales: el de “escalar para desescalar”. Lo más esencial del concepto está en que durante un enfrentamiento militar convencional que Rusia estuviera perdiendo contra la OTAN, se harían usos limitados de armas nucleares, para que el miedo restableciera la situación y la guerra convencional terminara de manera abrupta para dar paso a conversaciones diplomáticas.
El tipo de guerra que contemplaba el “escalar nuclearmente para desescalar” era el de un gran conflicto regional de alta intensidad (como, por ejemplo, el de la Guerra del Golfo de 1991). Para la estrategia nuclear esto implica que ya no se harían planes para hacer un ataque masivo a lo largo y ancho de las bases de la OTAN y sus concentraciones de fuerza, sino que se haría un uso nuclear mucho más limitado en el área y teatro de operaciones. Además, el tipo de represalias nucleares ya no sería el de destruir grandes segmentos de los países adversarios, sino el de causar un daño que, aunque siguiese siendo destrucción masiva, estaría mucho más calibrado. Los rusos siguieron una evolución similar al de EE.UU. en los años setenta con la estrategia de las Opciones Limitadas, con el que se buscaba ajustar los daños causados al enemigo lo suficiente para que los costes hicieran “antieconómicos” para el agresor, pero sin que llegara al grado de una destrucción tan grande que desatase una represalia masiva adversaria que acabaría con los ambos países destruidos.
Aunque una guerra a plena escala con EE.UU. no se descartaba y seguían habiendo planes y capacidades para hacer una guerra nuclear total, ello se dejaba como poco probable. El presente consistía en luchar una guerra al estilo de Kosovo, en la que la asimetría de intereses jugaría un papel clave. Esta asimetría consistía en que como la guerra regional que hipotéticamente iba a librarse hubiese sido cerca de las fronteras rusas, en su extranjero cercano o incluso en propio territorio ruso, al estar en juego intereses mucho más vitales para los rusos que para la OTAN, los rusos estarían dispuestos a pagar un precio superior en un hipotético intercambio nuclear, por lo que la OTAN, al no poder seguir escalando en el intercambio de destrucciones nucleares terminaría desistiendo y prevaleciendo Rusia.
El artículo de Levshin, Nedelin y Sosnovskiy “Sobre el uso de las armas nucleares para desescalar las acciones de combate”, publicado en mayo de 1999 en la revista Voennaia Mysl, es considerado seminal. En él se afirmaba que la implementación de la desescalada requiere el uso en la práctica de armas nucleares tácticas para demostrar determinación de uso, atacando diversos objetivos con los que materializar el peligro de un deslizamiento hacia un intercambio nuclear masivo. El empleo de las armas nucleares tácticas tendrían seis posibles peldaños en la escalera del conflicto (demostración, intimidación, represalia).
- Demostración, que consistiría en hacer detonar un arma nuclear en alguna zona despoblada o, a lo sumo, contra un objetivo militar muy menor que el enemigo interprete como un aviso.
- Intimidación-Demostración, ejecutando simples ataques nucleares contra algún nexo de transporte, infraestructura crítica; además con la posibilidad de atacar fuerza militar enemiga con la intención de causar disrupción en su capacidad operacional y táctica, pero sin causar una gran cantidad de pérdidas humanas.
- Intimidación. En este peldaño se realizarían varios ataques nucleares contra la masa de maniobra enemiga en el área de operaciones principal, con el fin de degradarlas hasta el punto de cambiar el equilibrio de fuerzas del lado ruso.
- Intimidación-represalia. Se escala los niveles de ataques nucleares tácticos a lo largo del teatro de operaciones pero de manera selectiva, destruyendo los depósitos, bases y concentraciones de tropas.
- Represalia-intimidación. Se amplía el número de objetivos atacados nuclearmente en el teatro de operaciones con el objetivo de lograr un cambio radical en el equilibrio militar.
- Represalia. Ejecutar ataque nucleares masivos por todo el teatro de guerra (escalando desde el teatro de operaciones), atacando no solo objetivos militares enemigos sino también objetivos económicos de gran importancia; en este punto se comenzaría a emplear armamento de las fuerzas nucleares estratégicas para apoyar la campaña de escalar para desescalar.
Por su parte, en 2008 el coronel general Solovtsov, mando de las fuerzas nucleares estratégicas, dijo que las fuerzas a su mando deberían estar preparadas para ejecutar “acciones especiales” con las que evitar la escalada de un conflicto no militar de alta intensidad (lo que abunda en el “escalar para desescalar”).
Cabe destacar que el escalar para desescalar no se adoptó de forma totalmente explícita en las doctrinas militares rusas de los años 2000 o 2010, sin que ello implique no formara parte de la doctrina real. En la tradición ruso/soviética siempre ha habido una brecha entre la doctrina oficial y la oficiosa (la que se elabora entre intelectuales, oficiales, estado mayor y políticos), siendo un continuo quebradero de cabeza para analistas y expertos extranjeros (e incluso para los propios rusos) dilucidar cuál es la doctrina real de empleo de las armas nucleares. No obstante, lo que sí se recogió la doctrina militar del año 2000 fue un amplio espectro de usos de armas nucleares a conflictos meramente convencionales, no solo con fines disuasivos sino también coercitivos para forzar una finalización y victoria en un conflicto limitado.
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