Es un lugar común en los estudios estratégicos decir que las enseñanzas de Clausewitz sobre guerra y estrategia no pueden aplicarse a la estrategia nuclear. Puede parecer que esa separación sea indiscutible y algo perogrullesco, al fin y al cabo Clausewitz no se ocupaba de asuntos de disuasión, o de cómo evitar que se desencadene una guerra, sino que escribió sobre cómo se ganaban las guerras, sobre la naturaleza de la guerra y sobre su relación con la política.
La estrategia nuclear desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la actualidad ha estado dominada por la disuasión nuclear, hasta el punto que suelen emplearse ambos términos como sinónimos, cuando no lo son. En la cultura pop, esa confusión tan común de entremezclar la estrategia nuclear con la disuasión nuclear, puede verse en el fragmento de la película Marea Roja, cuando de manera muy rotunda se afirma aquello de “en el mundo nuclear no se puede vencer al verdadero enemigo; en el mundo nuclear, el enemigo es la guerra misma”.
El aserto parece indiscutible, ya que la destrucción masiva mutua entre los contendientes de una guerra, no parece una opción muy racional. Si como decía Clausewitz “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, no es racional en cuanto a resultados de coste y beneficio el que uno de los políticos optase por la autodestrucción de la guerra nuclear. Si en la guerra no nuclear (como en el ajedrez o cualquier juego) los batallones de infantería y escuadrones de aviación, maniobran y disparan hasta que se llega a un punto en el que un bando gana y otro pierde (con algunos casos de empate o tablas), haciendo racional ir a la guerra para intentar vencer a un enemigo; en la guerra nuclear los dos contendientes tendrán por enemigo común la guerra en sí misma. Clausewitz no se aplicaría a la guerra nuclear.
No obstante, la realidad no es tan sencilla. Esa no es la naturaleza de la estrategia nuclear, sino que fue el carácter de la guerra nuclear entre las dos Superpotencias desde mediados de los años de la década de 1960. La destrucción mutua asegurada (o MAD) dominó la estrategia nuclear desde aquellos años, pero como decimos, eso solo fue el carácter y no la naturaleza de la estrategia nuclear. El carácter de la guerra, el carácter de la estrategia, está dado por las circunstancias coyunturales de un momento histórico específico. En aquellos años de Guerra Fría la estrategia nuclear estaba caracterizada por la bipolaridad entre dos Superpotencias altamente hostiles entre sí (aunque sin intenciones de invadirse), con arsenales nucleares extremadamente numerosos, con una tecnología en las armas de ataque estratégico de no demasiada precisión, la política de bloques, la no contigüidad geográfica entre las Superpotencias, etc.
Como la tecnología del armamento no permitía hacer ataques estratégicos masivos de alta precisión, las armas nucleares estratégicas (no las tácticas) tenían por fin primordial la represalia contra ciudades. Dado que los contendientes no tenían planes ni intenciones de invadirse y una guerra nuclear no podía ganarla ninguna de las Superpotencias por el gran número de ojivas nucleares, misiles y bombarderos, la estrategia nuclear dejaba toda maniobra de ataque en punto muerto y destrucción mutua. Por consiguiente, el objetivo racional mutuo era evitar la guerra y, dado que evitar el estallido de una guerra (no hacer racional una agresión) es el fin último de la disuasión, estrategia nuclear y disuasión nuclear se fundieron. Y no solo eso, sino que la disuasión nuclear y la represalia masiva de destrucción de objetivos civiles también se hicieron prácticamente sinónimos. El círculo se cerraba: estrategia nuclear es lo mismo que destrucción masiva de las ciudades y los países de los contendientes, y Clausewitz (que se basa en la racionalidad de vencedores y perdedores) no sirve para el mundo nuclear.
Pero la realidad no es tan sencilla. La naturaleza de la estrategia no es el carácter de la estrategia, pues estrategia no es solamente disuasión, y disuasión no es únicamente represalia o el castigo de una determinada conducta. Antes de los años 60 el carácter de la estrategia nuclear estaba dominado no por la bipolaridad entre los EEUU y la URSS, sino que los Estados Unidos tenían preponderancia y supremacía nuclear estratégica sobre la Unión Soviética. Una guerra nuclear que hubiese comenzado por un primer ataque por sorpresa norteamericano en los años cincuenta o primeros años 60, habría acabado en una victoria nuclear de los EEUU, sin que a un solo ICBM soviético le hubiera dado tiempo de despegar para hacer una represalia contra objetivos civiles. No obstante, los EEUU no tenían intención de invadir la URSS y sus planes nucleares eran de disuasión, o no hacer racional una agresión soviética contra los aliados europeos de la OTAN. Pero no era una disuasión que se basase meramente en la represalia contra objetivos civiles para destruirlos masivamente, sino que tenían el objetivo de destruir las fuerzas tácticas y estratégicas soviéticas, así como atacar la capacidad industrial para restringir la logística soviética de hacer una guerra prolongada. La disuasión nuclear norteamericana de aquellos años no consistía en el castigo o represalia de la destrucción civil masiva, sino que perseguía un combate estratégico victorioso que destruyese directamente la fuerza enemiga. Por lo tanto, queda en evidencia que la represalia nuclear, por naturaleza, no sea sinónimo de castigos civiles y destrucción masiva. El carácter de la estrategia nuclear en aquellos años era el de la disuasión (evitar una agresión soviética), la represalia unilateral en lugar de la mutua (solamente los EEUU contra la URSS), no centrada en el castigo contra las masas de población civil, sino en librar una guerra contra las capacidades estratégicas militares y estratégicas industriales. Clausewitz podía aplicarse parcialmente a las características de la estrategia nuclear de aquellos años, porque la guerra nuclear era racional y no acababa en la destrucción mutua, y podía ser la continuación de la política por medios nucleares (el enemigo no era la guerra misma); pero solo podía aplicarse parcialmente al ser la estrategia nuclear de aquellos días una estrategia de disuasión, que tenía por objetivo evitar una agresión, no comenzar una.
En la actualidad estamos en los albores de la Segunda Era Nuclear, en la que, como en los años cincuenta del siglo XX, en la estrategia los aspectos de represalia nuclear contra civiles tendrán un peso progresivamente menor. De hecho la estrategia va teniendo cada vez un componente nuclear menor, tanto para la represalia como castigo contra objetivos civiles para disuadir, como en operaciones ofensivas contra objetivos estratégicos. En la estrategia integral que se desarrolla en el STRATCOM de Estados Unidos, el uso de armamento ofensivo no nuclear tiene un componente inédito respecto a lo que había en la Guerra Fría. Con el incremento de la disponibilidad de armamento de precisión de largo alcance y lanzamiento stand-off en grandes cantidades, pueden atacarse objetivos estratégicos enemigos con gran efectividad sin recurrir a fuegos nucleares. Las campañas aéreas estratégicas de 1991 y 1999 vislumbraron lo que hoy puede hacerse a una escala muy superior. En Rusia también se desarrollan doctrinas similares a la del STRATCOM, y la estrategia de disuasión y represalia se intenta fundamentar ahora en lo que algunos estrategas rusos denominan como guerra estratégica “prenuclear”, en la que las salvas de municiones de precisión de largo alcance tienen el protagonismo.
En el ámbito estrictamente nuclear, ese aumento de la precisión en las municiones estratégicas de largo alcance, permite la destrucción de silos de misiles y otros objetivos estratégicos con cargas nucleares de pocos kilotones de potencia, en lugar de cientos de kilotones o varios megatones, que implicaban un alto nivel de daño colateral. Los avances tecnológicos permiten disociar la estrategia nuclear de la destrucción masiva, para entrar en el campo de la destrucción selectiva de la infraestructura nuclear adversaria. Esa capacidad selectiva y de precisión, facilita que pueda haber un intercambio nuclear entre dos fuerzas nucleares sin que, necesariamente, se llegue al punto que los daños colaterales destruyan países de extensión continental como Rusia o los EEUU. El auge de los sistemas de defensa estratégica y antimisil, que se desarrollan actualmente en numerosos países, abunda en esa tendencia de que un intercambio nuclear no tiene que significar, necesariamente en la destrucción masiva civil de países enteros con múltiples Hiroshimas y Nagasakis.
La estrategia nuclear en la Segunda Era Nuclear va a ir teniendo un carácter en la que las estrategias de Warfighting Nuclear serán cada vez más predominantes. La estrategia nuclear irá evolucionando por unos derroteros en los que ya no será sinónimo de disuasión nuclear, ni la disuasión nuclear sinónimo de castigos y represalias contra ciudades. La estrategia nuclear tendrá cada vez un componente de coerción estratégica más acusado, no de simple disuasión. Con la coerción y compeleción no trata de evitarse una acción (agresión militar), sino que se intenta forzar a hacer algo con la amenaza de acciones de fuerza, tanto acciones de castigo como de destrucción de fuerza adversaria (negación).
Como la amenaza del uso de la fuerza para lograr un objetivo político (coerción) irá siendo más común en la estrategia (que además no será simplemente nuclear sino usará municiones de precisión convencionales de largo alcance), habrá más inestabilidad estratégica e incentivos para ejecutar agresiones militares (aunque a escala limitada y no de destrucción civil masiva). La gran precisión del armamento nuclear permitirá hipotéticamente (bajo circunstancias muy específicas que no siempre se darán) hacer ataque nucleares que desarmen una fracción considerable del arsenal nuclear adversario sin tener que destruir países enteros. Como pueden hacerse ataques nucleares precisos con armas de pocos kilotones, amenazar con destruir ciudades es irracional porque desencadenará la destrucción de las ciudades del agresor, gravitando la estrategia nuclear del futuro cercano (a medida que siga madurando la Segunda Era Nuclear) a un nivel en el que predomine una clase de combates en los que la victoria nuclear es posible (bajo circunstancias específicas).
En la Segunda Era Nuclear, ya no podrá decirse siempre aquello de “en el mundo nuclear el verdadero enemigo es la guerra misma”, y parte de los escritos y enseñanzas de Clausewitz podrán aplicarse a la estrategia nuclear, que no será solo disuasión sino que tendrá un gran componente de coerción, y no limitada al castigo y represalia sino que habrá un gran componente de combate y negación.
Como colofón, en la Segunda Era Nuclear incluso la estrategia nuclear podría dejar de ser nuclear, ya que podrán atacarse y destruirse las infraestructuras militares nucleares enemigas sin armas nucleares. La precisión del armamento convencional de alta capacidad cinética (como proyectiles hipersónicos destruyendo silos de ICBM), los ataques cibernéticos que anulen la capacidad de mando y control de las armas nucleares (paralizando y haciendo inviable respuestas nucleares de represalia), la proliferación de fuentes de información que permiten la observación y localización de activos nucleares, etc, permitirán que desde dominios no nucleares pueda destruirse el dominio nuclear de la estrategia. De manera similar a lo que se explicó en el artículo sobre la batalla multidominio, en la que en la guerra terrestre controlar el dominio terrestre muchas veces no será el más importante para vencer en ese dominio terrestre, en la estrategia nuclear habrá cada vez más operaciones interdominio (cross-domain). En ocasiones se llegará al punto que para vencer en el dominio nuclear no será lo más importante tener la posición preponderante en ese mismo dominio nuclear, sino que será más crucial dominar los dominios cibernético, electromagnético, espacial y aéreo, con los que atacar y destruir el dominio nuclear enemigo.
La relación entre Clausewitz, la estrategia nuclear y la disuasión cada vez será más complicada. No desaparecerá del todo el riesgo y amenaza de destrucción masiva civil de las armas nucleares, siendo algunos razonamientos típicos de la Primera Era Nuclear y la MAD pertinentes. Pero al mismo tiempo, con el auge del combate y negación nuclear, Clausewitz tendrá un espacio y lugar nada desdeñable en la estrategia nuclear, y progresivamente la coerción nuclear será cada vez más la continuación de la política por otros medios.
Prepárense para la paradoja de que las armas nucleares y la estrategia nuclear serán cada vez más influyentes aunque los arsenales nucleares sean mucho más pequeños y de muchos menos kilotones que los que hubo en la Guerra Fría.
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