La Zona Gris del espectro de los conflictos

El escenario de los conflictos futuros

Los "hombrecillos verdes" son la cara más conocida de la intervención rusa en Crimea y un modelo de las tácticas propias de la "Zona Gris"
Los "hombrecillos verdes" son la cara más conocida de la intervención rusa en Crimea y un modelo de las tácticas propias de la "Zona Gris"

Militares sin emblemas caminando por Crimea, islas que se levantan en la nada, marchas conformadas por miles de civiles en las que se conquista un enorme territorio sin disparar un solo tiro… Los conflictos en la Zona Gris se han venido dando desde hace décadas y son una gran herramienta para quien no puede arriesgarse a iniciar una guerra en la que se sabe derrotado, manteniendo en todo el momento el control de la escalada, pues esa es, en última instancia, su función.

En 2014 la República Popular de China iniciaba una serie de obras destinadas a convertir el insignificante arrecife de Fiery Cross, apenas una mancha de tierra de 0,8 hectáreas visible solo durante la bajamar, en una base pesquera, militar y de obtención de inteligencia de 274 hectáreas situada en un enclave estratégico prácticamente en el centro del Mar de la China Meridional. No ha sido la única acción de este tipo, pues el gigante asiático ha seguido la misma estrategia en las islas Paracelso, vitales también en su afán de control sobre los mares aledaños y el intenso tráfico marítimo que asegura su actividad económica.

A pesar de las protestas de sus vecinos, con quienes mantiene tensas relaciones a propósito de la soberanía sobre estos archipiélagos -especialmente en el caso de Vietnam con quien mantuvo una corta pero cruenta guerra en 1979, pero también con Filipinas y Malasia-, nada ni nadie ha logrado frenar las construcciones chinas. De hecho, todo apunta que seguirán en el futuro, con más intensidad si cabe, dada la reciente construcción de dos nuevos buques destinados a la extracción de arena del fondo marino y el posterior relleno.

Hasta el momento, la única respuesta por parte de otras potencias, aunque siempre de forma muy tibia, ha consistido en la organización de misiones FON (Freedom of Navigacion o Libertad de Navegación), durante las cuales se ha podido ver a buques de guerra o incluso grupos de portaaviones estadounidenses así como de otras naciones aliadas, navegando por lo que China considera sus aguas territoriales y levantando de paso airadas protestas por parte de los diplomáticos de Beijing.

Ahora bien, la primera pregunta que cabe hacerse -y merece la pena contestar con sinceridad- es si estas misiones tienen algún impacto para, acto seguido, interrogarse acerca de las razones por las que nadie es capaz de plantar cara a una China que no hace el menor caso de sentencias como la de la Corte Permanente de Arbitraje de la Haya, aun cuando este organismo dio la razón a Manila en sus reclamaciones en el verano de 2016. La primera respuesta que nos viene a la cabeza parece una obviedad: Nadie puede hacer nada para frenar a China. No obstante, la realidad es bastante más compleja y es ahí en donde entra en juego la genialidad de los dirigentes asiáticos, al mantener todo este tiempo su lucha dentro de los estrechos límites de la Zona Gris, esto es, a medio camino entre la disputa diplomática y la guerra abierta, pero sin llegar nunca a tensar tanto la cuerda como para provocar una respuesta convencional por parte de otras potencias.

Encuadre de la "Zona gris" en el espectro de los conflictos
Encuadre de la «Zona gris» en el espectro de los conflictos. Fuente – heritage.org.

La Zona Gris

Hablar de la “zona gris de los conflictos” no es más que una forma de conceptualizar algo que no es para nada nuevo, por más que en los últimos tiempos haya cobrado relevancia. De hecho, se ha venido actuando en lo que ahora denominamos como Zona Gris de forma más o menos consciente desde que el ser humano camina sobre la faz de la tierra. Acciones como la guerra de corso -al menos cuando los estados que conceden las patentes están oficialmente en paz entre ellos-, el apoyo a las facciones disidentes dentro de otro estado con el que no se está en guerra, influir sobre la opinión pública rival -algo que ahora encuadraríamos dentro de la guerra política (Political Warfare)- o la mismísima Marcha Verde de 1975 no son sino algunas de las caras de este complejo prisma, encuadrándose algunas de ellas en lo que denominamos Zona Gris y siendo otras parte de lo que se conoce como Guerra Irregular, Híbrida, etc, y forman un maremágnum cada vez más complejo en el que resulta difícil poner orden. Esto, que hasta hace poco se englobaba dentro de las MOOTW (Military Operations Other Than War u Operaciones Militares Distintas de la Guerra) ha mutado, en especial por la influencia y posibilidades que le brindan las nuevas tecnologías.

Las definiciones que en los últimos años han aparecido sobre lo que es y lo que no es la “Zona Gris” son en muchos casos insuficientes, cuando no deliberadamente ambiguas o torticeras, pues hay quien incluye fenómenos como el terrorismo que no pueden encuadrarse aquí. Así, el USSOCOM define los desafíos en la Zona Gris como “interacciones competitivas entre y dentro de actores estatales y no-estatales que se encuentran dentro de la tradicional dualidad entre guerra y paz” . Por su parte, el US Army trata de ser un poco más específico y nos habla de tres características comunes a todos los desafíos en la Zona Gris, a saber:

  • Hibridismo: Utiliza una combinación de métodos hostiles de todo tipo que buscan provocar efectos estratégicos, lo cual no debe confundirse con el tan prostituido término “guerra híbrida” en tanto no hablamos de un conflicto armado sino de acciones encaminadas precisamente a progresar en la búsqueda de unos objetivos sin llegar al enfrentamiento directo.

  • Amenazan la defensa convencional: Esta no puede hacer frente a las tácticas híbridas empleadas en la Zona Gris dada la desproporción entre los medios y los fines o la incapacidad de atribuir los ataques.

  • Están pensados para imposibilitar o confundir los cálculos de riesgo tradicionales, provocando la paralización del oponente incapaz de decidirse entre la inacción o la acción, como ocurre en el caso de los arrecifes ocupados por China.

En cualquier caso, ninguna de estas definiciones aporta demasiada luz sobre una cuestión compleja. En puridad, la Zona Gris no debe considerarse tanto como una franja en el eje guerra-paz o un conjunto de tácticas, sino más bien como una herramienta de control de escalada, algo que explicamos por encima al hablar de la Letalidad Distribuida en nuestro Número 3. La idea de fondo es la de utilizar todos los recursos disponibles para alcanzar nuestros objetivos, pero siempre de tal forma que ninguna de nuestras acciones provoque una reacción convencional por parte del oponente. De hecho, una estrategia para la Zona Gris bien diseñada provocará en todo momento la inacción del rival, al plantearle una serie de dicotomías irresolubles. Piense el lector en los famosos “hombrecillos verdes” actuando en Ucrania y que, por más que todo el mundo sospechase que eran rusos, no eran razón suficiente para escalar la situación hasta iniciar una guerra regional de consecuencias impredecibles. Básicamente lo mismo que sucede cuando China ocupa islotes y, poco a poco, los va militarizando pero sin atacar a nadie por el camino, al menos de forma directa, lo cual nos lleva a otra cuestión que explicaremos más adelante y que es la necesidad de respaldar todas las acciones con poder convencional capaz de ejercer cierta disuasión, pero insuficiente para provocar una respuesta masiva.

Uno de los varios islotes que la República Popular de China está convirtiendo en auténticas bases aeronavales avanzadas
Uno de los varios islotes que la República Popular de China está convirtiendo en auténticas bases aeronavales avanzadas.

Los protagonistas

Se puede argüir, no sin una cierta dosis de razón, que las tácticas propias de la Zona Gris se han venido utilizando con profusión desde hace miles de años. Hay pruebas sobradas en los clásicos de la inventiva de nuestros antepasados y de su arte utilizando a terceros (eso que hoy llamamos proxies), promoviendo cambios de régimen de las formas más arteras (guerra política) o utilizando la guerra económica, el espionaje, la desinformación y cualquier otro medio para alcanzar sus objetivos. Ahora bien, que se diesen muchos de los ingredientes que hoy caracterizan a los conflictos de la Zona Gris no significa que dichos actores buscasen deliberadamente combatir en dicha franja.

El verdadero cambio llegó con la Guerra Fría. La llegada del mundo bipolar, con su competición entre las dos superpotencias a escala global condicionada por la MAD dio pie a la búsqueda de nuevos mecanismos que permitiesen, por así decirlo, desatascar el conflicto y permitir que la lucha siguiese adelante, eso sí, sin provocar un conflicto de consecuencias inimaginables. La utilización de la propaganda política a todos los niveles, la generalización de los mercenarios, el patrocinio de fuerzas paramilitares e insurgentes o la multiplicación de las unidades de Operaciones Especiales fueron solo algunas de las consecuencias de la necesidad de luchar intentando limitar la escalada al máximo.

Ahora bien, los condicionantes eran notablemente diferentes a los actuales. Durante la Guerra Fría los dos bloques estaban prácticamente aislados uno del otro. Aun a pesar de existir intercambios económicos, de firmarse tratados o de compartir ciertas reglas de comportamiento amparadas por instituciones como las Naciones Unidas, lo cierto es que cada una de las superpotencias planteaba una alternativa radical al modelo de la otra. Eran, en este sentido, proyectos excluyentes.

Hoy en día la cosa es bien distinta. Potencias que podrían tacharse de revisionistas, como la República Popular China, la Federación Rusa o Irán, están en gran medida plenamente integradas en el sistema internacional. No solo son firmantes de buena parte de los tratados más relevantes, sino que se benefician de la estabilidad que garantizan las normas que rigen, por más que quieran en muchos aspectos cambiar el propio sistema a su favor por diferentes razones. Ahí radica el problema.

El sistema internacional posterior a la caída del Muro de Berlín y la desintegración de la URSS lleva la impronta de los Estados Unidos, país que sigue luchando por extender el orden liberal (democracia representativa y economía de mercado) por todo el orbe. Estados como los citados, con una historia milenaria, una fuerte conciencia de esta, con características propias en cuanto a su visión del mundo y de su papel dentro de él y que por distintos motivos han quedado relegados a un segundo plano en las últimas décadas, están decididos a alterar el sistema -que no a sustituirlo por otro , lo que los lleva a chocar permanentemente con los Estados Unidos y, por extensión, con las alianzas militares que ha patrocinado desde el final del último conflicto mundial. Dado que el poder militar de EE. UU. y sus aliados es a día de hoy incontestable a nivel global, para lograr sus metas todos estos actores están abocados a utilizar estrategias destinadas a evitar el estallido de un conflicto militar con EE. UU. y sus aliados en el que difícilmente podrían imponerse. Por todo ello se han concentrado en los últimos años en dar cuerpo a toda una serie de tácticas que, combinadas, permiten lanzar operaciones de calado en la Zona Gris, limitando el riesgo de escalada y aportando jugosos beneficios -desde su punto de vista-, como hemos visto en Crimea o en el Mar de China Meridional.

Las tácticas de la "Zona Gris" están diseñadas para dislocar la defensa convencional
Las tácticas de la «Zona Gris» están diseñadas para dislocar la defensa convencional.

Un poco de historia

Reza un documento del SOC (Mando de Operaciones Especiales de los EE. UU.) que, si bien la naturaleza de la guerra permanece, su carácter está cambiando . Puede parecer una frase vacía, pero hasta cierto punto resume a la perfección lo que está ocurriendo en las últimas décadas, con la generalización de las unidades de Operaciones Especiales, la aparición de nuevos espacios de lucha, como el virtual o el espacial y la aversión a las bajas, entre otros.

El auge de las acciones en la Zona Gris es una muestra más de este cambio ya que emergen como a medio camino entre la disputa diplomática y la guerra abierta, ocupando un espacio incierto dentro del espectro de los conflictos. En realidad, todo en las operaciones en la Zona Gris es similar a lo que ocurre en la guerra convencional o cualquier otro tipo de guerra “caliente” en el que queramos pensar, bien sea irregular, de Cuarta Generación, Híbrida, etc, de ahí que la naturaleza de la guerra continúe inmutable. Como a cualquier otra guerra, le son de aplicación los principios estratégicos más elementales y necesita de unos objetivos claros -que pueden ser de lo más tradicionales, como la conquista de un territorio o el derrocamiento de un gobierno-, de una planificación, de una estrategia operativa y de unas tácticas propias. Es más, para ser efectiva necesita de un importante respaldo convencional, pues de lo contrario, cualquier táctica sería fácilmente contrarrestada mediante el uso de la fuerza. Es, sin ir más lejos, lo que ocurre con el programa chino de construcción de islas artificiales, el cual estaría condenado al fracaso de no contar tras de sí con la disuasión que proporcionan las Fuerzas Armadas Chinas. Sin embargo, pese a tantas similitudes, cuenta con características propias que la hacen adecuada en estos tiempos en los que un conflicto convencional de gran envergadura es, debido al arma nuclear, demasiado arriesgado.

La primera de ellas es la ausencia de violencia física, eso que hemos denominado “no guerra” y que es, quizá, la característica definitoria de los conflictos que se libran en la Zona Gris. Si bien en momentos determinados pueden llegar a darse acciones de fuerza, estas son siempre muy puntuales -caso de un asesinato selectivo o los disturbios urbanos- o, de lo contrario, entraríamos de lleno en la categoría de la Guerra Irregular o en el terrorismo. La clave está, por tanto, en desenfatizar la lucha tradicional para centrarse en las operaciones de influencia y desinformación (INFOOPS), la propaganda (AGITPROP) y la ciberguerra, entre otros.

El mayor problema a la hora de entender la naturaleza de las acciones en la Zona Gris reside, al menos para los occidentales, en todo el entramado intelectual que respalda estas acciones y que nos es hasta cierto punto ajeno, pues tiene su origen en la tradición estratégica oriental, más dada a la aproximación indirecta que a la acción directa.

Esto, que puede parecer una cuestión baladí, no lo es tanto una vez caemos en la cuenta de nuestra incapacidad, en muchos sentidos, para pensar de la misma forma que lo hacen sin ir más lejos los chinos o los rusos. No queremos decir que los occidentales seamos incapaces de luchar en esta franja de los conflictos, ni mucho menos, sino más bien que nos resulta en cierto modo artificial, pues solemos entender la realidad estratégica en forma de dicotomías (guerra-paz, victoria-derrota). En el caso oriental -rogamos al lector nos perdone por lo que no es sino una burda simplificación fruto de la falta de espacio-, que bebe de una rica tradición en la que puede trazarse una genealogía clara desde Sun-Tzu hasta Lenin y de ahí hasta Mao o Gerasimov -por más que el término se deba precisamente a un británico, Liddell Hart-, todo resulta mucho más voluble y fluido, confuso si se quiere, pero no falto de sentido. Una tradición que, reducida a su mínimo común, nos lleva a la conocida sentencia “el arte supremo de la guerra consiste en derrotar al enemigo sin luchar” y en la que las fronteras entre la guerra y la paz no están bien definidas, llegándose al caso ruso de considerarse como en “guerra permanente”.

Volviendo sobre el concepto de “Aproximación Indirecta”, acuñado por el capitán británico Basil Liddell Hart y al general francés André Breaufre, que clasificaba las diversas estrategias en función de la fortaleza o debilidad de su ejecutor, tenemos que las acciones en la Zona Gris están protagonizadas en su mayoría por potencias conservadoras (quieren cambiar el escenario de juego a su favor, pero tienen aversión al riesgo derivado de un enfrentamiento directo de resultados inciertos), por ello, siguen normalmente una estrategia de acciones sucesivas que, de forma prolongada en el tiempo, va buscando pequeños cambios en la situación general, erosionando poco a poco la posición del rival, hasta alcanzar sus objetivos estratégicos.

Para todas aquellas potencias interesadas en cambiar una situación general que consideran lesiva a sus intereses, pero que carecen de la fuerza necesaria para hacerlo “por las bravas”, este tipo de estrategias suponen una opción muy tentadora. Si a ello le sumamos que, gracias a la Red de redes y las posibilidades que ofrece a la hora de disimular el origen de un ataque, las posibilidades de atribución son mínimas, o que gracias a herramientas como los mercenarios, o la difusión en redes sociales, el número de posibilidades de actuar de variadas formas se ha multiplicado, tenemos un cóctel perfecto que muchos estados están dispuestos a apurar hasta la última gota.

Pese a las afirmaciones de muchos pseudoexpertos, los conflictos en la "Zona Gris" no son "Guerras Híbridas", pues la gracia de la "Zona Gris" consiste, precisamente, en evitar alcanzar el estado de guerra
Pese a las afirmaciones de muchos pseudoexpertos, los conflictos en la «Zona Gris» no son «Guerras Híbridas», pues la gracia de la «Zona Gris» consiste, precisamente, en evitar alcanzar el estado de guerra.

¿Guerra Híbrida?

Algún periodista de infausto recuerdo y algún que otro “experto” se han hecho famosos no ha mucho a causa de su vehemencia al denunciar la campaña “híbrida” que Rusia había emprendido contra Occidente en general y contra nuestro país en particular. Salidas de tiesto que, por cierto, han sido posteriormente matizadas, aunque seguían existiendo algunos errores de base derivados, quizá, de que nadie parece haber leído a Krepinevich y de que los artículos de Russia Today que se pretenden denunciar han calado más es los propios denunciantes que en el resto de la población.

El caso es que, en esta serie de artículos e intervenciones, en lugares tan destacados como sede parlamentaria, se hacía referencia a los ciberataques por parte de hackers rusos utilizando miles de bots, a las campañas de desinformación, las fake-news, a términos como posverdad y guerra no lineal, mezclando en un mismo recipiente conceptos muy diferentes que, como diría el añorado Giovanni Sartori, conforman “una oscura noche hegeliana en la que todos los gatos son pardos”.

Efectivamente, las acciones en la Zona Gris no pueden encuadrarse dentro de lo que denominamos Guerra Híbrida , precisamente porque no existe un estado de guerra. Ni siquiera el hecho de que, como hemos explicado, para los rusos y orientales la distinción entre ambos estados -guerra y paz- sea mucho más fluida o laxa que para los occidentales disculpa este error, pues la “gracia” de actuar en a Zona Gris consiste, precisamente, en evitar a toda costa el enfrentamiento físico que anularía de golpe todos o casi todos los avances logrados mediante esta estrategia.

Por lo tanto, por más que el concepto de Guerra Híbrida suene atractivo, por más que se preste, al combinar acciones militares y no militares a que bajo el mismo se incluya cualquier tipo de acción, no debemos caer en la trampa de confundir las acciones en la Zona Gris con la parte no militar de la Guerra Híbrida, pues el contexto es completamente diferente y caeríamos en un error conceptual que sería aprovechado sin duda por los rivales. Del mismo modo, tampoco podemos aceptar en las teorías conspiranoicas que algunos analistas de gran fama y baja estofa venden con tal de publicitar sus libros, pues las tácticas de la Zona Gris no son, ni mucho menos, un arma para la dominación mundial. Se emplean en un contexto específico y limitado fuera del cual no tienen utilidad.

Peligros

Contexto específico y limitado acabamos de decir. Nos referimos con esto a que las herramientas propias de los conflictos en la Zona Gris no son aplicables a todos los escenarios y, por otra parte, a que hay ocasiones en las que al hacerlo se asumen riesgos que pueden ser muy difíciles de gestionar o cuyas consecuencias pueden ser impredecibles.

Aunque aquí hablamos de los ejemplos que podríamos denominar como “de manual”, lo cierto es que hay muchos otros casos en los que la guerra política o las operaciones psicológicas entre otras herramientas se conjugan para, dentro de la Zona Gris, lograr objetivos de forma relativamente asequible. En esto Occidente es un experto y no hay más que atender a los casos de las “Revoluciones de Colores”, en las que la financiación de organizaciones locales, la promoción de ciertos partidos o políticos afines, la utilización de grupos violentos como forma de presión o agitación, etc, han logrado derribar numerosos regímenes en toda la región MENA. Ahora bien, hay una diferencia importante entre hacerse con una región en disputa o plantar bases militares en aguas sobre las que no hay acuerdo claro y derribar un régimen político pues, en éste último caso, las élites del mismo y buena parte de la población pueden interpretar lo que en principio es un objetivo limitado como un ataque total que amenaza la propia existencia de la nación en tanto es común identificar el régimen con el propio estado, a pesar de ser cosas diferentes.

En este caso se corre el riesgo de echar por tierra todas las ventajas de actuar en la Zona Gris y esto es algo que hasta cierto punto ha ocurrido, degenerando algunas de estas revoluciones en cruentas guerras civiles o, como en el caso de Rusia, aumentando la represión interna y el control del estado por una pate y motivando una serie de campañas en el exterior, en defensa de lo que consideran su esfera de influencia, por otra.

Ejemplos

Aunque a lo largo del artículo hemos citado de pasada varias de las acciones más conocidas que se han ido dando en la Zona Gris de los conflictos, conviene detenerse al menos en un puñado de ellas, para que el lector se familiarice con las mismas sin caer en el error, ya mencionado, de confundirlas con otro tipo de luchas que nada tienen que ver.

La Marcha Verde

El primer caso, que nos afecta directamente, es el de la Marcha Verde, operación que consistió ni más ni menos que en la invasión del Sáhara Español por parte de Marruecos, eso sí, en un contexto en el que apenas hacía falta nada para que España se decidiese a abandonar el territorio y en el que el monarca alauita, a la sazón Hasán II necesitaba recuperar la popularidad a ojos de su pueblo.

En dicho contexto, el 5 de noviembre de 1975, con Franco ya cerca de expirar y el país pensando más en su futuro que en lo que ocurriese en los territorios africanos, se recibió el anuncio de Hasán II de una invasión civil desde Abattekh, Zag y Tarfaya apenas 24 horas después. Claro está, el movimiento de esta masa humana no venía solo, sino que estaba respaldado por un fuerte dispositivo militar (no en vano el 31 de octubre llegaría el movimiento por parte del Ejército de Marruecos) y se aprovechaba del conflicto que España llevaba librando con el Frente Polisario y que había desgastado al Ejército Español desde dos años atrás. Se beneficiaba también de la presión internacional en favor de la descolonización, por más que el Consejo de Seguridad de las NN. UU., órgano por lo demás inútil, condenase la invasión por una parte, mediante la Resolución 380, mientras sus miembros aprobaban la acción marroquí por la otra.

Una vez los civiles cruzaron la frontera, los hechos se sucedieron a una velocidad vertiginosa y en apenas unos días se firmó el Acuerdo Tripartito de Madrid, retirándose España del territorio en febrero del año siguiente, dejando a sus todavía ciudadanos en una indefensión sin parangón.

Así las cosas, la combinación de los problemas internos de uno de los contendientes, la guerra de guerrillas por parte del Frente Polisario, hábilmente aprovechada por un Marruecos que luego la padecería, la utilización de civiles desarmados -aunque había militares entre ellos- y la presión militar -España no podía asumir un conflicto con el Ejército Marroquí- sirvió a Marruecos para, de la noche a la mañana, sumar a su territorio 266.000 kilómetros cuadrados, enormes recursos naturales y, como se verá en el siguiente artículo, también una fuente de problemas. No obstante, la operación fue un triunfo innegable.

Invasión de Crimea

La conquista de Crimea por parte de Rusia en 2014, sin disparar un solo tiro es, quizá, la muestra reciente más estudiada de lo útil que puede resultar actuar en la Zona Gris. En esta operación se dan absolutamente todos los elementos que definen este tipo de conflictos y que nosotros habíamos resumido apenas en tres características:

  • Hibridismo: Se utilizó personal militar sin la pertinente identificación nacional -los archiconocidos “hombrecillos verdes”-, lo que dificultaba la atribución, por más que todo el mundo supiese que solo podían ser rusos (cabía la posibilidad de que fuesen grupos locales o de un tercer país, por supuesto). Todo como culminación de una campaña en la que se había agitado hasta el extremo la situación política de la península, favoreciendo las tensiones separatistas, preparando un gobierno en la sombra para cuando llegase la ocasión encabezado por Serguéi Aksiónov y preparando a las tropas sitas en Crimea para su posterior despliegue, una vez el fruto estaba ya maduro. Posteriormente el Parlamento Regional proclamó la independencia y convocó el referéndum del 16 de marzo, que sirvió para dar una pátina de legitimidad a la adhesión a Rusia. Se utilizaron pues medios militares, operaciones de desinformación, operaciones de propaganda, lucha política y -conviene recordarlo- también acciones ciber todo lo cual, en combinación, permitió a la Federación Rusa, hacerse con Crimea.

  • Amenazan la defensa convencional: Los “hombrecillos verdes”, militares rusos, sí, pero que sobre el papel podían estar, como suele decir el Kremlin, “de vacaciones”, respaldados por una parte por grupos locales y por otra por un gran despliegue ruso al otro lado de la frontera, no podían ser combatidos con medios convencionales. La inmensa mayoría de las acciones, como la toma de edificios públicos, se llevó a cabo en ausencia de violencia y con una exquisita planificación y preparación previa que por una parte hacía imposible que los efectivos ucranianos, pocos y desmotivados, pudiesen oponer resistencia, mientras que por otra se beneficiaba de la penetración en todas las instituciones para favorecer las deserciones y la rendición antes de cualquier posible lucha.

  • Están pensados para imposibilitar o confundir los cálculos de riesgo tradicionales: En esos confusos días, se produjeron algunos de los intercambios diplomáticos más interesantes de los últimos años. Putin y Obama mantuvieron una larga conversación telefónica en la que el Presidente de los Estados Unidos exigió al Presidente de la Federación Rusa que retirase las tropas que había desplegado en la península mientras, seguramente, Putin se moría de risa para sus adentros. Al fin y al cabo, buena parte de sus objetivos estaban ganados de antemano, dado el escaso interés de Occidente por implicarse en el escenario ucraniano y la división de opiniones entre los propios EE. UU., Alemania o Francia. Así las cosas, lo que en otros tiempos se hubiese logrado escalando el conflicto -contener a Rusia-, en esta ocasión era imposible para el escenario concreto de Crimea, porque nadie sabía exactamente cuánto sería necesario escalar contra una potencia que tenía tales intereses en la región y a la que, en puridad, no se podía acusar de estar haciendo nada, pues nadie lucía su uniforme.

El resultado de esta operación ha sido el que todos conocemos y, posíblemente, el mayor éxito -relativo, pues las sanciones han hecho un daño considerable a Rusia- se deba a utilizar tácticas propias de la Zona Gris pues, a diferencia de la Guerra del Donbáss, que todavía no se ha cerrado, en Crimea no se podía escalar enviando por ejemplo MANPADs o modernos ATGMs a los soldados ucranianos para que pudiesen contener a las tropas patrocinadas por Moscú.

Sudeste asiático

El último de los conflictos en la Zona Gris que vamos a repasar está en pleno apogeo. Como hemos explicado en números previos, China está utilizando todos los medios a su alcance para minar la posición de los EE. UU. y sus aliados en la región Asia-Pacífico, con especial interés en lograr un control absoluto sobre sus mares aledaños, objetivo para el cual se ha embarcado en la construcción de una armada poderosa y equilibrada, en la multiplicación del número de misiles de medio y largo alcance y en el establecimiento de una serie de bases en lo que se viene en llamar el “Collar de Perlas”. Todo esto debe servir para controlar sus propias líneas de comunicación marítimas por una parte y para ejercer una cada vez mayor influencia política y militar sobre sus vecinos por otra pues, en última instancia, todo el plan chino pasa por convertirse, en pocos años, en el polo central del capitalismo mundial desplazando a los EE. UU. y Europa de dicha posición.

De entre todas las acciones que China está llevando a cabo, merece destacarse la relativa al establecimiento de nuevas bases en islas artificiales, al que ya hemos hecho referencia. Haciendo lecturas torticeras del derecho internacional (cuando no ignorando deliberadamente sus sentencias) el Gobierno Chino ha ido ampliando paulatinamente la superficie de estos asentamientos siguiente un guión preciso en el que en ningún momento se hacía referencia a la defensa… hasta que en última instancia se instalaban sistemas de defensa AA y buques de guerra. Hasta ese momento todos los asentamientos obedecían siempre a objetivos pesqueros, científicos, etc, lo que no era una forma sino de camuflar estaciones de escucha y la llegada de personal militar. De hecho, siguiendo con una práctica que era muy común en tiempos de la Unión Soviética -utilizar medios SIGINT/ELINT camuflados bajo la apariencia de pesqueros-, los chinos han estado monitorizando todo el tráfico aéreo y marítimo en la región de esta forma hasta que han podido instalar medios aun más potentes en las nuevas bases. Además, infiltrando militares en sus pesqueros y haciendo un uso cada vez más asertivo de su Guardia Costera, han ido expulsando a los buques de otras nacionalidades de lo que consideran “sus” aguas, hasta que por fin, siguiendo una política de hechos consumados, han implementado tal cantidad de medios que echarles, sin provocar una guerra, es una utopía.

Del mismo modo, como se verá en el artículo sobre la Armada India, unas páginas más adelante, a la hora de establecer bases en países vecinos o de interés para su comercio, no dudan en mezclar la guerra económica con la presión diplomática -a veces hasta extremos que solo alcanzan los chinos (se puede preguntar a la Universidad de Salamanca)- para lograr una concesión que saben, tarde o temprano, terminará convertida en una base militar.

Es de esta forma que estados como Rusia, China o Irán, estados revisionistas que buscan cambiar el orden internacional en su favor pueden hacerlo sin exponerse a los riesgos de la escalada y de lo que los académicos anglosajones denominan “retribución severa” (Severe Retribution). Al fin y al cabo, dada la RMA de la Información y el ejemplo de la Guerra del Golfo de 1991 queda claro, como dijo el general McMaster en una ocasión: «solo hay dos formas de combatir a los EE. UU.: asimétrica y estúpida”.

¿Cómo defenderse?

Llegados a este punto, toca hablar de las medidas a adoptar para defenderse de las acciones en la Zona Gris. Antes de entrar en materia conviene decir, no obstante, que actuar en este espacio no es, ni mucho menos, patrimonio exclusivo de rusos, chinos, iraníes, norcoreanos o cualquier otra potencia más o menos hostil que nos podamos imaginar. Lo cierto es que Occidente ha venido desarrollando campañas de influencia política, de propaganda, de desinformación, etc, con notable éxito en las últimas décadas. No hay más que hacer un repaso a las “revoluciones de colores” o a las “primaveras árabes” para ver que comparten muchos puntos en común (utilización de las redes sociales, desinformación, apoyo económico a facciones contrarias al gobierno, fuerte respaldo militar como medida de presión…) con lo que ahora hacen China o Rusia o, en su día, nos hizo Marruecos con la Marcha Verde. Así pues, una vez queda claro que en esta arena jugamos todos, toca hablar de las medidas que es factible tomar para minimizar el efecto de las acciones enemigas y que son, entre otras, las siguientes:

  • Adaptar la doctrina militar: Como vimos en el caso de la “Letalidad Distribuida”, buena parte de la capacidad de disuadir a China pasa por adaptar nuestras capacidades de tal forma que puedan seguir siendo útiles incluso a pesar de sus medidas A2/AD. Esto, que puede parecer fuera de lugar en tanto hemos dicho que la Zona Gris está fuera de lo que se considera guerra, es imprescindible, pues solo minimizando la capacidad enemiga para prestar respaldo militar a sus acciones no militares llegado el caso, podremos implementar otro tipo de medidas encaminadas, esas sí, a contrarrestar las acciones propias de la Zona Gris. Dicho de forma más sencilla; si no somos capaces de garantizar la disuasión y de contrarrestar su apoyo a las campañas en la Zona Gris, seguirán realizándolas sin ningún tipo de interferencia. En este sentido, sería enormemente útil desarrollar sistemas que permitan golpear sin atribución, aunque es más sencillo decirlo que hacerlo, claro está. De esta forma se podría escalar el conflicto de forma razonable.

  • Recuperar las capacidades HUMINT: En buena parte de las acciones en la Zona Gris la sorpresa juega un papel fundamental. Sin embargo, acciones como la Marcha Verde o la Invasión de Crimea no se pueden llevar a cabo sin una preparación previa larga y compleja. Penetrar los dispositivos enemigos y obtener información de primera mano es la major garantía para anular el fator sorpresa y es algo que debemos plantearnos, pues quizá hemos concentrado demasiados recursos de este área en combatir el terrorismo, dejando en cuadro las secciones destinadas al espionaje tradicional entre estados.

  • Prepotente Defensa: Era Arther Ferrill, al explicar las causas militares que llevaron a la caída del Imperio Romano, quien hacía referencia al abandono de la “Prepotente Defensa” en pro de una defensa central móvil. Aplicado a nuestros tiempos, esto bien podría traducirse en el abandono de las bases de ultramar y de la disuasión extendida por parte de los EE. UU., pero también de algunos miembros de la Unión Europea que todavía juegan un papel fundamental por medio mundo. Al fin y al cabo, como hemos visto a propósito de la Marcha Verde, de Crimea o de las islas de los Mares de China, las oportunidades de actuar en la Zona Gris se multiplican cuando uno de los dos bandos tiene problemas internos, dudas o presenta algún tipo de flaqueza.

Naturalmente, las medidas que señalamos son, por fuerza, muy generales. Para establecer tácticas de defensa adecuadas a cada caso concreto -y las posbilidades son casi ilimitadas- habría que estudiar ejemplo a ejemplo los muchos factores que conforman cada caso y diseñar las medidas pertinentes.

No obstante, lo interesante aquí no es tanto entender el problema de los conflictos en la Zona Gris en toda su complejidad, como aprender a diferenciar este tipo de luchas y las herramientas que en ellas se emplean de otras diferentes como son la guerra híbrida, convencional, de cuarta generación, etc.

Al fin y al cabo, únicamente en la medida en que logremos diferenciar espacios y modos, seremos capaces de entender a los enemigos que nos amenazas y que parten, en muchos casos, de premisas y escuelas de pensamiento muy diferentes. Solo así podremos no ya defendernos de ataques que serán cada vez más complejos, según se perfeccionen las herramientas informáticas, la IA, la capacidad de influir sobre la población a través de las redes sociales, etc., sino llegar a dominar este tipo de juega hasta el punto de poder imponernos.

Autor

  • Christian D. Villanueva López

    Christian D. Villanueva López es fundador y director de Ejércitos – Revista Digital sobre Defensa, Armamento y Fuerzas Armadas. Tras servir como MPTM en las Tropas de Montaña y regresar de Afganistán, fundó la revista Ejércitos del Mundo (2009-2011) y posteriormente, ya en 2016, Ejércitos. En los últimos veinte años ha publicado más de un centenar de artículos, tanto académicos como de difusión sobre temas relacionados con la Defensa y con particular énfasis en la vertiente industrial y en la guerra futura. Además de prestar servicios de asesoría, aparecer en numerosos medios de comunicación y de ofrecer conferencias ante empresas e instituciones, ha escrito capítulos para media docena de obras colectivas relacionadas con los Estudios Estratégicos, así como un libro dedicado al Programa S-80.

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