La Guerra Civil de Yemen es un conflicto derivado de la Primavera Árabe y de las difíciles condiciones regionales y nacionales. Su recrudecimiento, a lo largo de 2014, precipitó apenas un año después la intervención militar directa de un grupo de países liderados por Arabia Saudita. Dicha intervención comprendería el uso de todas las ramas de las FFAA del país árabe y desembocaría en una lucha que ha provocado una larga serie de pequeñas y sangrantes derrotas y unas bajas excesivamente altas para una potencia regional, que en no pocas ocasiones ha quedado en mal lugar, al igual que algunos de sus aliados. Lo que hay de cierto en las críticas y la realidad de los hechos serán el objeto de este análisis.
Antes de nada, conviene tener en cuenta cual es la relación de fuerzas enfrentadas y el contexto histórico, físico e ideológico en el que combaten. Yemen es un país que fue unificado tras una guerra civil en los años 90 por Abdulah Saleh. A principios del 2000, los zaiditas -una rama del chiísmo muy cercana al sunismo- dieron lugar al nacimiento del movimiento hutí, que pronto fue un problema tanto para el gobierno central en Saná como para sus vecinos sauditas, ya que los hutíes tenían su teatro de operaciones en el norte, junto a la frontera y, además, con el tiempo recibieron apoyo iraní.
A raíz de la Primavera Árabe, Arabia Saudí presionó junto a otros países a Saleh para que dejara paso a Abdrabbuh Mansur Hadi, un político favorable a los intereses saudíes. A pesar de que Saleh efectivamente se apartó de su cargo, lo cierto es que permaneció en la sombra a la espera de una oportunidad que finalmente llegó en 2014, cuando las protestas en la capital dieron lugar a un golpe de estado contra Hadi. En este caso los golpistas fueron los hutíes aliados con su antiguo enemigo, Saleh.
La nueva alianza pronto dio resultados en el campo de batalla y los carros de combate llegaron a la sureña ciudad portuaria de Adén, en donde Hadi se había refugiado. Adén, que en tiempos del Imperio Británico había sido un enclave costero muy valorado, se irguió como la capital de Yemen del Sur. Por su parte, Arabia Saudita había advertido que no permitiría que esta importante ciudad cayera en manos de los hutíes, quienes por aquel entonces eran ya proxys de Irán.
Es en este contexto en el que cada bando reunió sus fuerzas. Hadi contó con el apoyo de la coalición encabezada por los saudíes y en la que sobre el papel participaban numerosos países musulmanes, aunque a la hora de la verdad eran Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y en menor medida Sudán quienes soportaban el esfuerzo principal. Además, Hadi se beneficiaba del apoyo de parte del ejército yemení, de algunas tribus del país y de los comités secesionistas del antiguo Yemen del Sur. Saleh, que debía hacer frente a tan poderosa combinación de enemigos, era apoyado también por una parte del Ejército de Yemen y, sobre todo, de la Guardia Republicana. Además, en su bando estaban también los propios hutíes, que tenían tanto poder como Saleh, así como unas cuantas tribus. A esto se unía el apoyo de los iraníes, quienes hicieron llegar asesores y material militar abundante a sus aliados chiítas.
Como tercer elemento, aunque contaban con sus propios objetivos y estrategias, estaban Al-Qaeda en la Península Arábiga, así como otros grupos fundamentalistas de menor entidad que incluían a una rama de Estado Islámico. Estos elementos vivieron fases de lucha y de no agresión con Hadi y siempre fueron enemigos de los hutíes. Por otra parte, varios países occidentales, sobre todo Estados Unidos y Reino Unido se dedicaron a atacar a estos yihadistas suníes como parte de su estrategia regional.
Como se ve, el contexto político interno era sumamente complejo. Sólo las numerosas tribus ya suponían un reto diplomático y político de gran magnitud mientras los elementos secesionistas a menudo tensaban las relaciones internas. De hecho, la amenaza de iniciarse conflictos intestinos en el seno de ambos bandos fue y es tan grande que, en 2018, llegaron a producirse combates entre miembros de cada coalición. En primer lugar, los hutíes se sintieron lo suficientemente fuertes como para acabar definitivamente con su aliado contra-natura, Saleh, quien mantenía una fuerte guarnición de la Guardia Republicana en Saná y quien quizás estaba negociando con los saudíes un pacto por separado. Sea como fuere, tras una serie de intensas escaramuzas los principales núcleos del poder de Saleh en la capital fueron tomados al asalto y el propio presidente fue asesinado.
En el bando de Hadi las cosas tampoco fueron mucho mejor. En enero de 2018 estalló un pequeño conflicto en el interior Adén, ciudad en la que los comités secesionistas de Yemen del Sur se enfrentaron a las fuerzas gubernamentales de Hadi. Por fortuna la presión saudí impidió que este conflicto escalara con consecuencias imprevisibles que amenazaban, no obstante, con desmontar toda la estrategia de Arabia Saudita en Yemen.
El escenario
En lo concerniente a la geografía, Yemen es un país sumamente complejo: la mayor parte del territorio consiste en desiertos escasamente poblados en los que apenas residen algunas tribus y que surcados por carreteras muy humildes en el mejor de los casos. Dichos desiertos hacen frontera con Arabia Saudita al norte y con Omán al este. Por su parte, la franja al oeste de Yemen está compuesta por un intrincado sistema montañoso repleto de elevaciones, depresiones, sendas, carreteras de baja calidad y obstáculos naturales, siendo esta la región en donde reside la mayor parte de la población.
Las principales ciudades son Saná -situada en el interior y antigua capital de Yemen del Norte-, que es el principal centro de poder político y militar y Adén, una ciudad portuaria que en la que se ubica buena parte de la poca industria nacional, en su mayor parte relacionada con los hidrocarburos. Además, otros puntos importantes son el puerto de Al-Hodeida, en el Mar Rojo y la ciudad de Taiz que al igual que Sanna es una ciudad de interior encajonada en un valle. Junto a todo lo anterior Yemen también tiene numerosos territorios insulares tanto al oeste como al sur, entre los que destaca Socotra, una gran isla que ya en su momento la URSS utilizó para construir una base naval. Esta isla ha permanecido fiel a Hadi.
Precisamente, el hecho de que Yemen sea un país rivereño del Mar Rojo tiene importantes implicaciones, pues cerca de sus costas pasa una parte importante del tráfico marítimo mundial -como explicamos en el Observatorio de Seguridad Marítima de nuestro Número 3-, siendo especialmente importante el tráfico de petroleros procedentes del Golfo Pérsico. De ahí que actividades como la piratería, los ataques con misiles antibuque o el despliegue de minas submarinas sean motivos de preocupación para la Comunidad Internacional.
Respecto a las fuerzas armadas del Yemen unificado, bebían de los antiguos ejércitos de Yemen del Norte y Yemen del Sur, quienes recibieron el apoyo, respectivamente, de los bloques capitalista y soviético. La mayor parte del material, desde el armamento ligero hasta los carros de combate, pasando por los misiles balísticos o los sistemas antiaéreos eran de diseño soviético, con unas pocas excepciones que incluían material estadounidense, iraní y chino.
En otro orden de cosas, el mercado de armas a nivel civil en Yemen es prácticamente legal, y los bazares de armamento ligero están muy presentes en todo el país, sin que nunca se haya tratado seriamente de eliminar este comercio, con todo lo que ello implica en un estado crónicamente débil e inestable en el que las tribus aún tienen mucha importancia, especialmente en el mundo rural.
El bando pro-Saleh
La zona más poblada de Yemen, el oeste -y en donde se han producido la mayor parte de los combates-, destaca por la adversidad del terreno, plagado de intrincados sistemas montañosos con pocas vías transitables para vehículos pesados, así como de playas y desiertos rocosos, todo lo cual dificulta la maniobra, la logística, la seguridad de las fuerzas y el aprovechamiento de los nuevos medios tecnológicos.
Uno de sus grupos habitantes, los hutíes, si bien originalmente podían ser tratados casi como una secta, para 2018 han demostrado tener aliados locales y un fuerte arraigo en el norte del país, destacando su capacidad de resistencia frente a la superioridad material del bando pro-Hadi, lo que retroalimenta esa idea de un fuerte apoyo popular, político y tribal a nivel interno.
El papel iraní también ha sido polémico y discutible, pero lo que está claro es que ha existido y todo apunta a que ha aumentado con el paso del tiempo, según este escenario cobraba importancia en detrimento de Siria. No podemos dejar de recordar los cargamentos de armamento incautados por la U.S. Navy, la habilidad de los hutíes para emplear sistemas relativamente complejos de misiles de largo alcance -algo complicado sin apoyo externo-, así como misiles antibuque y baterías antiaéreas, todo lo cual da fe de la colaboración iraní, aunque también cabría preguntarse en que medida estos logros también se han debido al apoyo recibido por parte de unidades del ejército yemení. En cualquier caso, el entrenamiento recibido mediante asesores pertenecientes al Eje de Resistencia organizado por Irán ha inculcado principios tácticos que ya se observaron en Hezbolá en 2006, como son la ocultación, la aproximación sigilosa, la acción rápida, decisiva y a corta distancia, el uso de coberturas, etcétera.
A nivel estratégico la contribución iraní también es importante y, de hecho, resulta interesante comprobar los paralelismos con un conflicto aparentemente distinto como fue el de Líbano, buscando los hutíes el desgaste constante del enemigo a fin de llegar a alguna clase de equilibrio estratégico que les permita ganar la paz y consolidar las ganancias. Además de lo dicho, la influencia iraní se aprecia en el limitado pero ordenado uso de la propaganda y de los vídeos que muestran las gestas bélicas hutíes, algo que puede haber aumentado la sensación de triunfo frente a la Coalición, con numerosas muestras que pueden encontrarse sin esfuerzo por la Red.
Si el armamento enviado desde Irán es importante para la capacidad de combate hutí, no menos importante es la capacidad que han demostrado para saltarse el bloqueo al que Yemen ha sido sometido y que ha sumido al país en la hambruna. Así, pese a todo, los envíos de armas parecen haber seguido llegando en cantidades suficientes como para mantener viva la guerra, siendo probable que una parte de estas lleguen de contrabando en buques de pequeño tamaño con apariencia de barcos de pesca o a través de Omán, un sultanato que ya ha sido acusado de haber permitido a Irán hacer llegar armamento a los hutíes.
Con o sin ayuda iraní, lo cierto es que la propia historia de Yemen y el carácter que ella ha imbuido en sus habitantes ha servido para agudizar los problemas de la coalición encabezada por Arabia Saudita. No en vano estamos hablando de gentes con un gran orgullo, acostumbradas a la inestabilidad, a la falta de instituciones y, en definitiva, al conflicto, lo que ha dejado una huella en su ordenamiento jurídico que prácticamente autoriza a los ciudadanos a poseer armas de guerra de forma legal. Este hecho, tan atípico en una dictadura, dice mucho a cerca de la mentalidad yemení.
La tradición yemení por el tiro se remonta a los tiempos del Imperio Británico. Hasta la primera mitad del siglo XX todos los varones llevaban un cuchillo curvo llamado Janbiya, siendo este el principal medio de autodefensa, mientras que las armas de fuego eran reservadas para las guerras tribales o contra los británicos. Esto se debía a que la munición y las armas de fuego eran muy caras y las existencias disponibles eran limitadas, por lo que era necesario ahorrar cartuchos y lograr buenos niveles de precisión por parte de los tiradores. Actualmente, el uso festivo del armamento ligero y el tiro como una tradición muy extendida ayudan a los milicianos a dominar una parte de los elementos nucleares de la infantería, tales como el mantenimiento del arma, el disparo preciso y la economización de la munición, todo lo cual los convierte en enemigos temibles.
Por si esto fuera poco, los hutíes dominan el terreno y se saben mover sin ser detectados por la aviación de la Coalición. Sus acciones de guerra contra Arabia Saudita se basan en la utilización de IEDs, así como en los golpes de mano y las emboscadas, todo lo cual se lleva a cabo empleando pequeñas unidades que normalmente no superan siquiera el tamaño de una sección.
Con el paso del tiempo también han evolucionado de tal forma que la ocultación ha recibido particular atención, por lo que a fecha de 2018 no es raro ver que todos los participantes en un golpe de mano llevan un excelente traje de camuflaje de tipo ghillie, algo que no es común ni entre los efectivos de los cuerpos de Operaciones Especiales.
En lo concerniente a su organización, hay que precisar que hoy por hoy el bando hutí se parece a una confederación formada por un núcleo duro de combatientes realmente hutíes y toda una serie de fuerzas periféricas que probablemente incluyen tribus y caciques locales, partidos políticos, oportunistas y fuerzas del ejército yemení. A pesar de que son las fuerzas originalmente hutíes las que reciben el entrenamiento de asesores extranjeros, así como el armamento más avanzado -como los ATGM o los mejores rifles de precisión- esto no obsta a que las tribus puedan haber saqueado almacenes del ejército yemení, o que hayan adquirido material en el mercado negro, contando las unidades del ejército pro-Saleh con un nutrido parque de medios blindados. Es importante, en este sentido, que tengamos en cuenta que en Yemen las tribus son actores de primer orden y pueden variar en tamaño y extensión, pero todas ellas tienen en común la capacidad de reunir destacamentos de milicianos armados con ametralladoras pesadas, CSR o cañones de tiro rápido montados en vehículos civiles.
Una de las mejores jugadas de los hutíes ha sido su saber hacer en el entramado institucional del estado yemení, otrora representado por Abdullah Saleh. En julio de 2016 se formó el Consejo Político Supremo que mantuvo la constitución y pasó a gobernar las partes del país que no estaban en manos de Hadi o de los grupos yihadistas, de esta forma el poder político fue repartido y una parte importante de las FF. AA. y de la Guardia Republicana pasaron a estar al servicio de este organismo dirigido por diez personas en el que los hutíes llevan la voz cantante.
De esta forma no sólo han conseguido legitimarse a ojos de buena parte de la población del desaparecido Yemen del Norte, sino que además han tomado el control del estado que les reprimió sin llegar a destruirlo, teniendo así en sus manos las palancas de un estado yemení que aunque maltrecho aún posee numerosos recursos.
La estrategia hutí
En otro orden de cosas, y lejos de lo que podría pensarse, a tenor de sus medios, los hutíes no se han limitado a asestar golpes de mano, sino que han buscado en todo momento atacar el corazón de Arabia Saudita persiguiendo objetivos estratégicos. De esta forma, y a pesar de no contar con una fuerza aérea, han intentado devolver los golpes de la aviación enemiga mediante el lanzamiento de misiles tierra-tierra. Si bien es cierto que estas armas no han logrado efectos decisivos, sí han demostrado su capacidad de alcanzar el interior del reino, incluso estando defendido por baterías Patriot, constatando la voluntad y capacidad hutí de responder a los ataques de la Coalición con armamento de medio alcance.
Claro está, como ocurre con los ataques con cohetes palestinos sobre territorio israelí, lo que se busca es atemorizar, más que dañar, pues los misiles balísticos hutíes están dotados de sistemas de guiado primitivos y no están disponibles en cantidades industriales. Con todo, en más de una ocasión han logrado causar estragos que iban más allá de lo meramente psicológico, acabando con la vida de varios altos mandos saudíes y alcanzando algunas bases.
Normalmente, para maximizar las opciones de éxito, se disparan salvas simultáneas contra varios objetivos estratégicos, tales como aeropuertos, capitales, bases militares o centrales nucleares, utilizando misiles balísticos de medio alcance medio Burkan II, que probablemente han sido suministrados por Irán y que están basados en las versiones C o D de la familia Scud soviética. Esta utilización en salvas complica la tarea de la artillería antiaérea saudita a la hora de establecer una burbuja defensiva adecuada sobre todos esos objetivos a un tiempo.
Además, el empleo de otros tipos de armas complejas tales como misiles antibuque, misiles antiaéreos, torpedos y minas navales también ha sido importante, llegando a dañar así buques de línea sauditas y emiratíes y atacando incluso buques de la U.S Navy. Todo con el objetivo de crear inseguridad en las rutas marítimas que pasan por el vital estrecho de Bab al-Mandeb que da acceso al Mar Rojo y al Canal de Suez, particularmente usando vehículos bomba navales y diseminando minas, algo de lo que hemos hablando en números anteriores.
El bando saudí
Al hablar del bando pro-Hati, no queda más remedio que centrarse en Arabia Saudita, país que controla cada movimiento del mismo. Como sabemos, el Reino de Arabia Saudita es una de las últimas monarquías absolutistas del mundo y también uno de los mayores exportadores de crudo, así como una potencia regional enfrentada con Irán por el dominio de Oriente Medio, en una lucha azuzada por el enfrentamiento entre las dos ramas del Islam que ambos encabezan.
El saudí es un ejército de gran tamaño y con muchas posibilidades, disponiendo de un total de 800.000 hombres repartidos a partes iguales entre tropa profesional y reservistas. Desde hace unos años cuentan con uno de los cinco mayores presupuestos militares del planeta, rivalizando con Rusia e India a pesar de tener sólo 33 millones de habitantes.
El hecho de ser una monarquía absolutista no es baladí, y tiene una influencia crucial en las fuerzas armadas, no en vano es un país acostumbrado a las intrigas palaciegas y a la desconfianza entre sus principales cabecillas políticos. Este entorno ha afectado a la configuración de las Fuerzas Armadas y a la creación de sendos órganos destinados a perpetuar el poder de la dinastía gobernante: El Regimiento de la Guardia Real Saudí -bajo órdenes directas del sultán- y la Guardia Nacional Arábiga Saudita, ésta última una suerte de heredera de las milicias tribales que auparon al poder a la casa Saud a principios del siglo XX y que cuenta con centenares de miles de hombres en sus filas.
Los puestos clave tanto de las Fuerzas Armadas como de la Administración Civil están copados por familiares y allegados del monarca Salman bin Abdulaziz, y del príncipe heredero, Mohamad bin Salman. Esto se deriva de una estructura política y militar altamente centralizada y jerarquizada para impedir los complots internos, en el que la cúpula militar ha sido escogida por su fidelidad y no por su preparación militar. Igualmente hay que tener en cuenta el concepto de “familia real”, muy diferente del que nos es usual en Europa. En el caso árabe se trata de un grupo muy numeroso que incluye literalmente a miles de varones susceptibles de recibir un trato de favor y ascensos más rápidos.
La experiencia demuestra que cuando se establece un sistema clientelar a nivel de los altos mandos normalmente este se extiende y no es sino un mero reflejo de lo que ocurre al nivel de los mandos intermedios e incluso de la tropa. Esto, llevado al caso de Arabia Saudita supone un pesado lastre a la profesionalidad de sus Fuerzas Armadas, vistas es muchos casos como una herramienta de progreso fácil.
Precisamente, una de las críticas que tradicionalmente han recibido los ejércitos árabes ha sido la del escaso liderazgo de unos cuadros de oficiales plagados de corruptelas, con una insuficiente preparación técnica y con tendencia a abusar de sus subordinados, todo lo cual afectaba al propio rendimiento de una soldadesca que, desmoralizada, era poco diligente a la hora de aprender, ejercitar sus habilidades o arriesgar su vida en servicio de su país.
En cuanto a la política de adquisiciones saudita, solo puede ser considerada en el mejor de los casos como mediocre: la exagerada variedad en cuanto a vehículos blindados sobre ruedas, armamento ligero o artillería son inadmisibles en un ejército bien organizado y, como consecuencia, el nivel de homogeneización es por lo general bajo lastrando con ello toda la cadena logística. La explicación de esta política de adquisiciones tiene dos orígenes pero que están entrelazados:
- El clientelismo y las prácticas arbitrarias pueden haber favorecido que los caprichos o la corrupción se materialicen en forma de compras arbitrarias, auspiciadas por un jugoso mercado de comisiones.
- Arabia Saudita a menudo se ha visto obligada a tensar la cuerda diplomática con Estados Unidos. Para ello era necesario no depender completamente de Washington y de esta forma el reino se ha decantado por diversificar sus suministradores adquiriendo material de múltiples procedencias, desde carros de combate franceses a fusiles de asalto rusos y desde blindados sobre ruedas españoles a lanzacohetes múltiples brasileños o artillería autopropulsada china.
El lector ha de tener en cuenta que Arabia Saudita mantiene una posición geoestratégica importante no solo por su posición, controlando la Península Arábiga, sino por controlar una parte fundamental de los hidrocarburos que se exportan a nivel mundial. Además, han tenido la suficiente habilidad para tejer una red de foros regionales que les han permitido encabezar a la mayor parte de los exportadores de crudo del Golfo a la vez que ha mantenido una alianza voluble pero estable en lo sustancial con Estados Unidos y unas relaciones positivas con la mayor parte del planeta.
Todo lo anterior repercute en el acceso total que los sauditas tienen a los mercados, lo que les permite colocar su crudo, obtener réditos enormes y a continuación acceder a los productos de la mayor parte de las industrias de defensa de todo el globo. Esta mezcla de dinero, buenas relaciones y plena disponibilidad de productos de defensa permite a los saudíes dotar generosamente a sus FAS, algo de lo que muy pocos ejércitos pueden presumir hoy día.
Del mismo modo, las buenas relaciones bilaterales también permiten enviar a sus cadetes a escuelas militares de medio mundo, así como participar en importantes maniobras binacionales y multinacionales, todo lo cual debería ayudar a enjuagar en alguna medida los efectos perjudiciales del clientelismo.
En lo relativo a la industria, aunque Arabia Saudita es un importante adquirente de material de defensa, lo cierto es que en los últimos años está haciendo importantes esfuerzos encaminados a dotarse de una industria militar. La existencia de una industria armamentística autóctona, por más que esta se encuentre todavía en fase embrionaria, permite al estado solicitar diseños pensados para cubrir sus necesidades específicas, así como reducir la dependencia política-estratégica de los proveedores externos.
Una capacidad industrial en ciernes que será necesaria para poner fin a otro de los graves problemas de sus FAS: Una mentalidad insuficientemente abierta en el plano militar que ha lastrado la adopción de programas de modernización a gran escala. Así, el infante saudita de 2018 no está mucho mejor equipado que en 1991 y, a pesar de que sus medios blindados no pueden ser catalogados como desfasados, en muchos casos son ya diseños maduros y superados, amén de que no se han tenido en cuenta las lecciones de los últimos conflictos, lo que sin duda hubiese llevado a equipar estos vehículos con Sistemas de Protección Activa (APS por sus siglas en inglés) y a cambiar la doctrina en uso.
En este sentido, el abuso del dinero puede llevar a buscar soluciones tecnológicas a problemas que realmente son humanos y tienen que ver con la mismísima idiosincrasia de las FAS. Entre ellos, cabe destacar la casi total dependencia de los servicios de ciclo de vida ofertados por las empresas que han vendido material a los saudíes. Unos servicios que solo pueden realizarse en el interior de ciertas bases militares o instalaciones específicas y que han llevado a las FAS árabes a ser incapaces de realizar el más mínimo mantenimiento en condiciones de combate.
A pesar de todo lo expuesto, la capacidad de Riyad para desplegar tropas cerca de sus fronteras no debe ser menospreciada, ya que en plena crisis del Golfo de 1991 los saudíes colocaron frente a Kuwait a la 10ª y a la 20ª Brigadas Mecanizadas, a la 8ª Real Brigada Mecanizada, a la 45ª Brigada Acorazada, a la 2ª Brigada de la Guardia Nacional, y al Real Batallón de Marina Saudí. Buena parte de estas unidades participaron en las primeras fases de Tormenta del Desierto con gran éxito, desarbolando a más de seis divisiones del ejército iraquí, si bien es justo decir que estas eran divisiones de segunda que además estaban muy baqueteadas por los ataques aéreos y por encima de todo tenían una moral muy baja.
Otro punto interesante se deriva de la relación entre la gestión de la información a nivel táctico y la fuerte centralización, ya que este tipo de organización que limita la iniciativa de las pequeñas unidades a cambio de permitir a un mando superior tomar las decisiones tiende a desaprovechar buena parte de las ventajas tácticas que ofrecen las modernas redes C4ISR, igualmente la propia mentalidad y experiencia militar, técnica y civil saudita a la hora de implementar y estructurar el uso de todos estos medios podría haber degenerado en una mala gestión de la información.
Recordemos que hoy por hoy el problema no reside únicamente en obtener datos, sino más bien en gestionarlos y hacerlos llegar en tiempo y forma al destinatario adecuado, todo lo que es un reto que sólo un cuidado diseño de las redes C4ISR estratégicas y tácticas puede explotar al máximo.
La diplomacia saudita
En realidad, el primer éxito saudita ha sido el diplomático, ya que han conseguido granjearse el apoyo real de un gran número de países musulmanes que se han unido a su Coalición, demostrando la fortaleza de las relaciones de Arabia Saudita con sus vecinos y con el mundo sunita. Gracias a lo anterior, los aliados de Riad aportaron sus propias fuerzas, que han jugado un papel crucial. Así, Sudán envió varios miles de hombres, mientras que Emiratos Árabes Unidos aportó un pequeño pero bien equipado batallón acorazado junto a múltiples aeronaves y buques. Por último, países como Egipto, Senegal, Marruecos, Qatar o Baréin han hecho llegar fuerzas navales, aéreas y terrestres de menor importancia que, aunque en ocasiones eran numerosos por motivos políticos, se han mantenido en retaguardia. Los aliados también han ayudado a asesorar y a equipar a los yemeníes pro-Hadi e incluso se ha contratado un número desconocido de mercenarios para misiones que incluían el combate en primera línea.
Otro éxito a nivel de política internacional ha sido el apoyo prestado por la inteligencia y la Marina de Estados Unidos, la cual ha llevado a cabo misiones de ataque sobre objetivos yihadistas, ha patrullado las aguas del Golfo Pérsico interceptando cargamentos de armas y proporcionando seguridad al tráfico marítimo e incluso ha ayudado a destruir baterías de misiles antibuque yemeníes. El papel de Estados Unidos también es interesante en el sentido de que no ha tomado represalias contra el reino a pesar de las numerosas acusaciones de violaciones de los Derechos Humanos y de la mala imagen que en general se está dando.
No obstante, tantos juegos de equilibrios y tantos actores podrían pasar factura a Arabia Saudita y hacer que empeoren sus relaciones con algunos países a raíz de las acusaciones de haber usado el material extranjero para violar los Derechos Humanos. En este sentido ya hay procesos judiciales abiertos en Italia y Alemania, y el debate está sobre la mesa en países como Reino Unido, Francia, España o los Estados Unidos.
La estrategia saudí
Ahora bien, en el caso del reino de los Saud ¿Cuál ha sido el modus operandi estratégico a la hora de intervenir en Yemen? Lo cierto es que Arabia Saudita nunca ha sido un país que guste de intervenir directamente en Yemen. Ya en los años 90 lo hicieron en la zona norte del país, y para ello se centraron en controlar la frontera y hacer uso de su aplastante superioridad en potencia de fuego para llevar a cabo bombardeos. Sin embargo, cuando decidieron ejecutar operaciones un poco más allá de la demarcación fronteriza sufrieron grandes bajas a manos de guerrilleros emboscados, por lo que en realidad la experiencia de entonces y la actual pueden considerarse parecidas, ya que hoy día, aunque con una campaña aérea de mayor envergadura, las líneas maestras del plan árabe han sido las mismas: Los saudíes han evitado internarse mucho más allá de la frontera y simplemente han hecho uso de su artillería y de su aviación. En los pocos casos en los que han llevado a cabo operaciones ofensivas han sufrido numerosas bajas, exactamente igual que en los años 90, al menos en el apartado terrestre.
La lógica estratégica saudí no es, en cualquier caso, errónea. Cuando un estado por motivos políticos o de economía de medios no desea llevar a cabo una ofensiva de alta intensidad movilizando simultáneamente divisiones enteras a fin de conquistar y ocupar grandes extensiones de territorio debe buscar otro camino. En este caso, Arabia Saudita ha decidido apoyar a sus aliados locales, dejando que estos lleven la iniciativa incluso cuando en momentos puntuales son apoyados de forma directa por fuerzas propias.
En el contexto yemení se han desplegado fuerzas modestas en el sur de Yemen a fin de apoyar al bando pro-Hadi en las operaciones ofensivas. Además, los saudíes se han focalizado en mantener protegida toda la frontera con Yemen, procurado evitar el combate directo a nivel terrestre. En su lugar han delegado en sus aliados mientras se han dedicado a lanzar operaciones aéreas y marítimas con el objetivo de desgastar al adversario mientras las fuerzas de Hadi soportaban el peso de los combates.
Las fuerzas terrestres sauditas realizaron sólo ofensivas limitadas -eso sí, con un apoyo masivo-, destinadas a garantizar la impermeabilidad de la frontera. En este sentido se convertían en el yunque contra el que los proxys saudíes deberían destrozar a los hutíes mientras la fuerza aérea y la marina reales llevaban a cabo sus propias operaciones aprovechándose de la supremacía saudí en ambos elementos. Precisamente, aunque apenas haya tenido repercusión mediática salvo en casos puntuales, las operaciones navales han tenido una importancia superlativa en el desarrollo del conflicto yemení, al menos en los siguientes aspectos:
- Las marinas de los países de la Coalición se han dedicado a controlar los mares alrededor de Yemen con el objetivo de mantener un estricto control sobre el tráfico de mercancías a través de los puertos del país, prestando especial atención al tráfico de armas, una misión en la que parecen haber tenido ayuda indirecta de Estados Unidos.
- Otro objetivo importante para la Marina Real de Arabia Saudita y sus aliados era mantener la seguridad del tráfico marítimo a través del estrecho de Bab el-Mandeb, vital para las exportaciones de petróleo.
- Por otra parte, mantener el dominio del mar y particularmente del puerto de Adén ha permitido a la Coalición abastecer y reforzar a los pro-Hadi.
- Realizar operaciones anfibias de carácter limitado en la costa occidental, algunas de las cuales se han saldado con estrepitosos fracasos.
- Por último, en las situaciones más comprometidas los buques de guerra han proporcionado fuego de apoyo naval mediante sus cañones, algo que fue importante para evitar que en los momentos más críticos de la batalla de Adén de 2015 la ciudad cayera definitivamente en manos hutíes.
En cuanto al arma aérea, se ha empleado con eficacia, especialmente en los primeros compases del conflicto, cuando la Coalición fue capaz de obtener la supremacía aérea y eliminar en tierra lo que quedaba de la Fuerza Aérea de Yemen, momento a partir del cual pudieron actuar con tranquilidad salvo por la molestia de algunas baterías antiaéreas que, aunque lograron algunos éxitos, nunca llegaron a amenazar con cambiar el balance de poder en los cielos yemeníes. Cabe apuntar que los hutíes han usado misiles aire-aire modificados para ser disparados desde tierra, una idea que ha obtenido ciertos éxitos. Una vez obtenido el dominio de los cielos la fuerza aérea se ha dedicado a llevar a cabo todo tipo de misiones:
- Apoyo aéreo cercano.
- Intercepción y ataques de precisión contra objetivos de alto valor, lo que incluye ataques de “decapitación” destinados a acabar con los líderes enemigos. El más destacado de estos ataques acabó con el político hutí Saleh al-Sammad en abril de 2018, lo que da fe, de paso, de la eficacia de la inteligencia saudí sobre el terreno. También han sido atacados otros objetivos típicos como bases militares, centros de mando, edificios gubernamentales, aeropuertos, centros de producción, industrias, tanques de almacenamiento, etcétera.
- Aprovisionar a las fuerzas aliadas locales sometidas a auténticos asedios, tal y como ha ocurrido en Taiz, donde Arabia Saudita ha llevado a cabo lanzamientos de suministros en paracaídas para abastecer a los defensores.
Volviendo a la guerra terrestre, Arabia Saudita sigue sin estar dispuesta a llevar a cabo una ofensiva convencional, a pesar de que seguramente podría obtener un éxito militar. El hecho es que los guerrilleros del Yemen siempre se han mostrado capaces de provocar grandes bajas a los ejércitos convencionales a los que se han enfrentado. Sin ir más lejos, en los años 60 el presidente egipcio Gamel Abdel-Nasser envió un contingente que llegó a ascender hasta los 70.000 hombres a la Guerra Civil de Yemen del Norte. La aventura fue un desastre y los egipcios sufrieron varios miles de muertos, lo que pudo afectar al mismísimo resultado de la Guerra de los Seis Días.
Por supuesto, no todo es aversión a las bajas. Arabia Saudita tampoco está acostumbrada a llevar a cabo grandes operaciones militares y no está clara la capacidad de su logística y de otros elementos, como la coordinación con los apoyos o la identificación amigo-enemigo, sin contar con que la pobre red de carreteras y ferrocarriles de Yemen complicarían aún más las cosas. Los saudíes tienen incluso menos experiencia y preparación en la lucha contrainsurgencia, por lo que una vez conquistado el país no les sería fácil mantener el control ni tienen efectivos suficientes para hacerlo, lo que les enfrentaría seguramente a un escenario como el de Irak a mediados de la pasada década.
Otra cuestión a tener en cuenta es la política interna del reino, en la que un alto número de bajas podría ser utilizado por algunas facciones para espolear las brechas internas y el resentimiento que puede existir en una parte de la sociedad. En línea con lo anterior, emplear demasiadas tropas en el país vecino restaría efectivos necesarios para mantener el control interno -hace apenas unos meses hubo un intento de golpe de estado palaciego- y todo sin tener en cuenta la necesidad de disuadir a Irán. A pesar de todo, razzias limitadas sobre Saná o incluso sobre el conjunto del país se han valorado, más los riesgos potenciales de tal operación y la posible repercusión internacional, con el descrédito que podría suponer han obligado a desechar tal idea.
Tomando en cuenta todo lo anterior se entiende que, hasta el momento, la mayor parte del esfuerzo terrestre saudí se haya centrado en el establecimiento de puestos avanzados frente a la frontera, lo que no ha evitado que los yemeníes se hayan infiltrado en territorio saudí llevando a cabo valientes golpes de mano. En realidad, la cosa ha sido tan tímida que ni tan siquiera podemos hablar de un colchón de seguridad frente a su frontera.
La mayor operación terrestre independiente llevada a cabo por Riad ha consistido en el asalto anfibio a Midi, una pequeña ciudad con un pequeño puerto y unos muelles. Dicho asalto fue encabezado por elementos de un batallón de infantería de marina equipado con BMR-600M1 producidos bajo licencia y que sufrieron fuertes bajas en varias escaramuzas. En aquella operación se ganaron unos 150 Km2.
El despliegue saudita
Es extremadamente difícil precisar la cuantía de la movilización saudita. Tomando en cuenta los escasos datos disponibles, hay autores que hablan de hasta 150.000 hombres, una cifra que por prudencia nosotros rebajaremos a unos 100.000 y eso incluyendo tanto a militares como a fuerzas policiales, milicias y guardias fronterizos. A esta fuerza cabría añadir unas 100 aeronaves empleadas desde el año 2015 y un sinfín de vehículos de todo tipo.
Para finales del verano de 2015 Arabia Saudita habría desplegado, como mínimo, el 23º Batallón de la Guardia Nacional, la Brigada Príncipe Sad bin Abdul Rahman de la Guardia Nacional, un batallón de artillería equipado con el obús M198 también de la GN, la 11ª Brigada Mecanizada y la 8ª División Acorazada- Todo esto junto a un importante componente aéreo con misiones logísticas y de ataque, así como unidades de sus fuerzas especiales, unidades de defensa aérea y un batallón de infantería de marina. En octubre de 2017 Arabia Saudita ha sido capaz de desplegar su primera Brigada de Aviación a fin de operar en Yemen Este tipo de unidades equivalen a más de 50 helicópteros entre diseños polivalentes, de reconocimiento y de ataque.
El despliegue se ha hecho con diligencia y los encargados de la logística parecen haber cumplido con su cometido adecuadamente, lo que no habría sido posible de no ser por las buenas infraestructuras civiles y militares que el reino mantiene cerca de la frontera con Yemen desde hace décadas. Además, tanto la Marina Real como la Real Fuerza Aérea han hecho un buen trabajo a la hora de transportar material y hombres en poco tiempo.
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