Después de los combates de Tora Bora, la situación militar en Afganistán a finales de diciembre de 2001 se había calmado relativamente en comparación con las décadas de continua guerra en el país. Con la caída del régimen talibán y la huida a Pakistán de sus principales autoridades, junto con los líderes de al Qaeda, las fuerzas de la coalición tenían su mirada puesta en una última fase de estabilización, con Hamid Karzai como cabeza de un gobierno interino con el respaldo de las Naciones Unidas.
En el aeropuerto uzbeko de Karshi-Khanabad (K2) el Major General Hagenbeck, comandante de la 10th Mountain Division, centraba su atención en la redistribución de sus fuerzas y en los futuros proyectos de ayuda humanitaria y de reconstrucción de un país que había soportado una violencia extrema.
El cuartel general de la 10th Mountain Division había permanecido en K2 al mando del Combined Forces Land Component Command Forward (CFLCC Forward), es decir, el componente terrestre avanzado del 3rd US Army, que dirigía el Lieutenant General Paul T. Mikolashek, perteneciente a su vez al US Central Command (CENTCOM) comandado por el General Tommy Franks desde su sede en Tampa, Florida.
Mientras organizaban la vuelta a casa de las tropas y los relevos necesarios para continuar con la transición en el país, informes provenientes de diferentes agencias de inteligencia empezaron a acumularse, hablando todos ellos de una destacada presencia enemiga en un valle perdido cercano a la frontera con Pakistán. En una casa segura en la ciudad de Gardez, las distintas agencias de inteligencia civiles y militares centralizaron toda la información obtenida con equipos de escucha de señales, informantes en el terreno o mediante el reconocimiento empleando satélites y medios aéreos. En el valle de Shah-i Kot había un gran contingente de enemigos, con miembros de al Qaeda y talibanes, junto con cabecillas destacados de esas organizaciones. No era muy probable que estuviesen Osama Ben Laden, al-Zawahiri o el Mullah Omar, pero sí que podrían encontrarse varios de sus lugartenientes a los que sería importante capturar. Como mínimo quedaba claro que ese bastión debía ser destruido.
El lugar
El valle de Shah-i kot (que en pastún significa “lugar de reyes”) está situado al Sur de Afganistán, en la provincia de Paktia y próximo a la frontera con Pakistán. Sigue una orientación aproximada Norte-Sur y tiene 9 kilómetros de largo por 5 de ancho, estando delimitado por el Oeste por la loma Tergul Ghar (denominada “the Whale” – la ballena – por su similitud con otra zona montañosa que existe en el Fort Irwin National Training Center con la forma de dicho animal) y por el Este por una cordillera montañosa con una primera cadena de picos de más de 3.000 metros de altura, siendo el más alto Takur Ghar, denominado en código como Ginger.
Tiene dos entradas por carretera rodeando “la ballena”, por el Norte y por el Sur. Dentro se encuentran cuatro poblados: Shir Khan Kheyl, Marzak, Babol Kheyl y Zerki Kale.
El enemigo
El valle había sido durante los años 80 una espina clavada en costado del ejército soviético en Afganistán. Uno de los principales problemas que habían tenido los rusos fue el mantener abierta la ruta montañosa que unía las ciudades de Gardez con Khost. Los muyahidin habían atacado a cualquier convoy que se aventurase por la carretera, convirtiendo a Khost en una ciudad asediada y aislada, rodeada de enemigos. En sucesivas operaciones, los soviéticos habían logrado -eso sí, con grandes perdidas- abrir el camino, ya que si la presión era demasiado fuerte los afganos simplemente se replegaban a las montañas para esperar a que pasase la ofensiva y volver a cerrar la carretera. A finales de 1987 los rusos lanzaron la mayor operación hasta la fecha, denominada Magistral, para socorrer a la guarnición de Khost. Como parte de dicha operación entraron en el valle de Shah-i Kot y ocuparon la loma denominada más tarde como “la ballena”, pero no llegaron a tomar la zona alta de la cordillera.
Shah-i Kot fue durante esta época una base logística de primer orden donde almacenar material y hombres, replegarse cuando apretaban los rusos y organizarse para volver a atacar cuando las condiciones lo permitiesen.
Durante la guerra contra los soviéticos la defensa del valle fue dirigida por Malawi Nasrullah Mansoor, perteneciente al Islamic Revolutionary Movement (IRMA) fundado por musulmanes del movimiento Deobandi de procedencia hindú. Al contrario que la mayoría de comandantes de la guerrilla afgana, Mansoor era partidario de la incorporación de combatientes extranjeros. Gracias a ello se benefició de grandes cantidades de fondos de países árabes con los que pudo fortificar el valle, construyendo bunkers, escavando cuevas, trincheras y hasta un hospital subterráneo equipado con material médico moderno.
Después de la guerra, Mansoor fue nombrado gobernador de la provincia de Paktia, cargo en el que permaneció hasta que murió víctima de un atentado, posiblemente cometido por orden de otro señor de la guerra rival. El control del valle pasó a manos de su hijo Saifur Rehman Mansoor, que ofreció a al Qaeda el lugar como lugar de reposo a los terroristas para que entrenaran, se organizasen y trajesen a sus familias para vivir. Con ese fin intimidó a los habitantes de los pueblos para que les vendiesen “por las buenas” sus casas o, en caso contrario, se atuvieran a las consecuencias, que podían ser muy desagradables según se las gastaban su hombres.
Al comenzar la guerra contra EEUU y viendo el mal cariz que tomaban los acontecimientos, la mayor parte de los familiares pasaron a Pakistán, quedándose los terroristas en el valle centrados en la tarea de mejorar las defensas, con la vista puesta en un inevitable encuentro contras las fuerzas estadounidenses. En cierto modo para ellos sería el elegir el terreno más favorable en el que combatir a sus enemigos.
El 29 de octubre de 2001, Jalaluddin Haqqani -el comandante talibán a cargo de la retirada- dio una entrevista en la que afirmo: “Nos retiraremos a las montañas y comenzaremos una larga guerra de guerrillas para reclamar nuestra pura tierra de los infieles y liberar nuestro país como hicimos con los soviéticos. Los rusos fueron un enemigo muy bravo y sus soldados podían aguantar las duras condiciones de la lucha. Los americanos son criaturas de confort. No serán capaces de sostener el desgaste que les espera. Afganistán probara ser la tumba de los americanos”.
Tras los combates en Tora Bora, no había duda de que tarde o temprano vendrían a por ellos, pero por la experiencia combatiendo contra los soviéticos estaban confiados en sus posibilidades y las ventajas que les daban sus fuertes defensas. Después de todo, habían hecho un largo viaje y dejado todo atrás con la ilusión de hacer la yihad contra occidente. Pocos sitios había más favorables para matar norteamericanos y humillarles.
Como primer elemento defensivo, los talibanes pusieron sendas células de vigilancia en las dos entradas del valle, haciendo controles a los vehículos que merodeasen por la zona. Las principales posiciones defensivas estaban constituidas por puntos fuertes individuales, capaces de manejarse por sí mismos, ya que la orografía montañosa impedía el apoyo mutuo. Dichas posiciones constaban de bunkers, líneas de trincheras, morteros y posiciones de ametralladoras medias y pesadas.
Los afganos confiaban en que un asalto con helicópteros estaba casi totalmente descartado, ya que las veces que lo habían intentado los soviéticos habían acabado en desastre, por lo que centraron su atención en las rutas de aproximación Norte y Sur. Ambos caminos fueron minados y los tubos de cualquier pieza de su arsenal apuntaban directamente allí. Contaban con casi una docena de cañones y obuses como el ZIS-3 de 76mm, el M-30 M1938 de 122mm y el D-30 de 122m. No está nada mal, si tenemos en cuenta que se trata de un valle pequeño, que los norteamericanos no contaban con artillería y que sólo disponían de un puñado de morteros que, como era de esperar debido a los problemas de abastecimiento, rápidamente se quedaron sin munición a causa a la intensidad de los combates en el valle de Shah-i-Kot.
Se había ajustado el tiro de cada arma en puntos determinados y se habían anotado las correcciones para mayor eficacia. Las placas de los morteros habían sido cementadas para que fuera posible colocar rápidamente el tubo, disparar en el menor tiempo posible, quitar el tubo y correr a guarecerse en las cuevas del fuego de contrabatería o ataques aéreos que les hiciesen.
Muchas de esas armas estaban colocadas en la zona alta al Este del valle, sobre todo en los estrechos pasos de montaña que quedaban entre los altos picos, para de esta forma quedar resguardados de los ataques aéreos. Como comprobarían más tarde los norteamericanos, muchas de estas armas estaban exactamente en las mismas posiciones en las que aparecían descritas en los informes soviéticos de hacía casi quince años.
Las defensas antiaéreas del valle eran impresionantes. Contaban con sistemas como el S-60 de 57mm AZP, ZPU-1 de 14,5 mm o M38/46 DShk de 12,7 mm con trípodes para el tiro aéreo. Con años de experiencia en combates, las armas antiaéreas no estaban dispuestas en las crestas topográficas de las montañas, sino en las crestas militares donde no tenían un ángulo de tiro de 360 grados pero quedaban mucho más protegidos frente al fuego de supresión de defensas antiaéreas de la USAF. El armamento antiaéreo estaba sobre todo orientado para el tiro hacia abajo, para eliminar a los helicópteros o a los aviones que hiciesen pasadas bajas.
El número inicial de yihadistas que realmente defendía el Área de Operaciones nunca fue exactamente establecido. Lo más probable es que como mínimo hubiese unos 500 en las montañas al Este del valle, 100 en “la Ballena” y otro centenar en los poblados.
Sin una certeza completa, parece que el mando estaba a cargo de Jalaluddin Haqani (famoso por dirigir una red terrorista desde Pakistán) a través posiblemente de su hermano (con el apodo de Malawi Jawad). Como lugartenientes -encabezando los distintos grupos- estaban Saifur Rehman Mansoor a cargo del contingente talibán, había uzbekos comandados por Qari Muhammad Tahir Jan y árabes a las órdenes de Ghazi. Aunque siempre se ha mencionado la presencia de chechenos en los combates, salvo que hubiese un puñado de ellos, parece que son confundidos con los uzbecos por emplear ambos la misma escritura cirílica.
La planificación de la operación «Anaconda»
La primera referencia moderna que tuvieron las agencias de inteligencia sobre esa localidad la obtuvieron de Ali Mohamed, un antiguo miembro de las Special Forces. De origen egipcio, se había pasado a al Qaeda y les había transmitido toda clase de información sensible sobre métodos, medios y procedimientos de las fuerzas especiales estadounidenses. Detenido en 1998 después de los atentados a las embajadas norteamericanas en Tanzania y Kenia, en los interrogatorios les comentó la importancia del valle como base para un gran número de extranjeros pertenecientes a la organización terrorista.
El 5 de enero de 2002, el CENTCOM mandó la primera instrucción (FRAGO 03-007) al componente terrestre de las fuerzas estadounidenses en la zona, identificando el valle como la bolsa de resistencia más peligrosa enemiga que quedaba dentro de Afganistán.
El principal modo de actuación de las fuerzas estadounidenses en el país centroasiático hasta la fecha habia sido mediante el empleo de destacamentos de fuerzas especiales -Operational Detachment-Alpha (ODA)- concretamente los pertenecientes al 5th Special Forces Group establecido en K2 y al mando del Colonel John Mulholland. Su principal cometido era utilizar la doctrina de guerra no convencional para acabar con el régimen taliban y eliminar la presencia de la organización terrorista al Qaeda en Afganistan.
Los distintos ODA habian permitido dirigir el poder de la USAF para bombardear sin fin a cualquier concentracion de fuerzas enemigas y facilitar a las fuerzas locales afganas leales aplastar lo que quedase de oposición. Hasta Tora Bora dicha estrategia había funcionado perfectamente ya que la mayoría de esos afganos aliados habian pertenecido a minorias como los hazaras, tayikos o uzbekos, que durante años habian sido machacados por la brutalidad taliban, pero en Tora Bora se habían usado milicias locales. Estas, al ser pastunes como la inmensa mayoria de los talibanes, en vez de combatir habian preferido pactar y permitir la huida de los perseguidos a Pakistan. Para evitar que ocurriese lo mismo en Shah-i Kot se planificó que fuesen tropas estadounidenses las que cerrasen la bolsa donde pretendian atrapar a los talibanes y a los terroristas. Con vistas a no perder la noción de liberación nacional afgana, tambien se emplearían milicias afganas pertenecientes a uno de los comandantes que les había sido más fiable, Zia Lodin.
En la fecha de la Operación Anaconda ya se llevaban varios meses de continuo combate. La presencia de fuerzas especiales en la zona no había parado de crecer, y con los pertinentes relevos de personal el 5th Special Forces Group no daba abasto para para todos las necesidades, así que se tuvo que echar mano de personal que pertenecía a otras unidades de la comunidad de fuerzas especiales como las pertenecientes al 3rd Special Forces Group (dedicado a África) o a naciones aliadas como Alemania, Noruega, Dinamarca, Francia, Nueva Zelanda, Australia (Task Force 64) y los SAS británicos. En un primer momento fue oportuno dividir el mando entre el 5th SFG – denominado Joint Special Operations Task Force North (JSOTF-N) – y los demas (CJSOTF-South) con sede en el aeropuerto de Kandahar y al mando del Commodore Robert Harward. El problema fue que la acción en el Norte estaba acabada y comenzaron a actuar conjuntamente en la misma zona con mandos paralelos, lo cual dificultaba su control.
El 6 de enero el JSOTF-N recibió la misión de comenzar a realizar reconocimientos en la region de Gardez con vistas a intervenir de la misma manera que habia actuado los meses previos. Durante las siguientes tres semanas los distintos ODA empezaron a preparar a las milicias aliadas de Zia Lodin mientras se hacian reconocimientos por los alrededores del valle, algunas veces con personal propio y otras veces mandando afganos para que con algún pretesto fuesen a alguno de los poblados que existian en el interior. Estos últimos eran de manera inevitable parados por los equipos de seguridad que tenian establecidos los defensores en las carreteras que entran en el valle de Shah-i kot.
A principios de febrero se reunió el General Hagenbeck de la 10th Mountain Division (CFLCC-Forward) con los comandantes de los dos grupos de fuerzas especiales (JSOTF-N y CJSOTF-S). En dicho encuentro quedó claro que por sí sólo el empleo de fuerzas especiales no garantizaba el triunfo o que ocurriese lo mismo que en Tora Bora, así que se llegó al acuerdo de que el CFLCC-Forward tomase el mando de la operación y de su planificación. Tras informar a su superior al mando del 3rd Army, se le ordenó a Hagenbeck que trasladase su mando y personal desde K2 hasta el aeropuerto de Bagram, al Norte de Kabul y mucho mas próximo al lugar de la acción. El 15 de febrero se constituyo el Combined Joint Task Force (CJTF) Mountain que asumio la responsabilidad para la planificación y ejecución de la que se llego a denominar Operación Anaconda.
El Cuartel General de la 10th Mountain Division tenía gran parte de su personal disperso en tareas de seguridad en territorio nacional o bien en distintas misiones internacionales como Kosovo, el Sinaí o Bosnia, por lo que el CJTF Mountain contaba únicamente con 167 personas, un número muy escaso para la tarea que tenía encima y que incluia el coordinarse con los distintos mandos y componentes aereos, navales o terrestres involucrados, incluídos los internacionales. Ni siquiera disponían de unidades orgánicas como el 20th Air Support Operations Squadron o del Tactical Air Control Party (TACP) vitales para organizar el apoyo aéreo.
En términos generales, se planificó una operación del tipo yunque y martillo. Una fuerza terrestre (martillo) entraría en el valle y avanzaría hacia los poblados para, presumiblemente, provocar que los defensores huyesen por los pasos de montaña hacia la frontera con Pakistan o a las zonas altas de las montañas. Para evitar esto último, se introducirían mediante helicopteros fuerzas convencionales que sirviesen como yunque y sellasen esas rutas de fuga.
Atrapados entre el martillo y el yunque, los talibanes y terroristas de al Qaeda serían aniquilados. Con el fin de acabar con los pocos que escapasen de esa destrucción se dispusieron diferentes equipos de fuerzas especiales y aliados afganos, creando un cordón de seguridad que cerraba las rutas de huida a Pakistán. El primer grupo era dirigido por Zakim Khan, con cerca de 500 soldados y asistido por los ODA 542 y 381. El segundo, también formado por medio millar de hombres, lo controlaba Kamel Khan con la ayuda de los ODA 571 y 392. Esa noción de anillos concéntricos que asfixiasen a los enemigos es la que dió a la operación el nombre de Operación Anaconda.
Las unidades de la JSOTF-N encargadas del entrenamiento, asistencia y dirección de las fuerzas afganas que participaban en la misión como martillo fueron el ODA 594, también denominado como Texas14, y el ODA 372. A mediados de diciembre llegaron a la provincia de Logar, al Sur de Kabul, y comenzaron a reclutar pastunes locales para combatir a su lado. Los operativos de la CIA en la zona presentaron a los hombres de Texas14 a Zia Lodin, un pastún de casi dos metros de altura y complexion fuerte que habia combatido contra los sovieticos desde que era casi un adolescente. Con dotes de lider y deseos de combatir contra los talibanes, se mostraba mucho mas fiable que los pastunes que habian reclutado previamente para intervenir en Tora Bora.
La parte del plan que correspondía a Texas14 y a los hombres de Zia Lodin era el actuar como el martillo de la operación. Divididos en dos fuerzas entrarían en el valle, tanto por la ruta Norte como por la Sur, dirigiéndose a continuación hacia los poblados y así presionar para destacar a cualquier fuerza que se les enfrentase, lo que permitiría a las fuerzas especiales dirigir el apoyo aéreo para acabar con cualquier oposición.
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