La historia reciente de la Caballería Española no es si no una concatenación de concesiones. Si bien es cierto que todo el Ejército ha tenido que someterse a la tiranía de las restricciones presupuestarias, e incluso las transformaciones que ha sufrido la fuerza han llegado a revitalizar el arma de los jinetes, con nuevas unidades y un ligero aumento de personal; no es menos cierto que el peso específico del arma en el seno de la institución no ha dejado de disminuir, hasta el punto de circular por los despachos del cuartel general un plan para hacerla desaparecer.
La reciente disolución de la brigada de Caballería ha supuesto la pérdida de su vacante de general, y con ella gran parte de las posibilidades de ascenso de sus miembros en las diferentes promociones del cuerpo general. Esto no es baladí, ya que ha propiciado que ningún jinete se siente en el consejo superior del ejército, y por tanto carecer de un representante en el máximo órgano asesor del JEME.
El aspecto institucional no es el único ni el más grave donde se refleja esta tendencia; los diferentes documentos doctrinales por los que se regulan las funciones de las armas y sus modalidades de empleo no han hecho si no recortar sistemáticamente el papel del arma resolutiva por antonomasia, de la maniobra y el combate de encuentro, la reserva o la persecución; hasta el punto de ser una mera especialidad encaminada a la obtención de inteligencia táctica mediante el llamado ‘reconocimiento’. A pesar de haber incidido en ello con la adopción de un grupo de Caballería dentro de las nuevas brigadas polivalentes, ni siquiera se le ha hecho poseedor de los medios de obtención de inteligencia de dichas brigadas ni se ha asignado al citado grupo la responsabilidad de coordinación de estos medios.
La adopción de la doctrina ISTAR (Intelligence, Surveillance, Target Acquisition, and Reconnaissance) es muy reciente, y aún sujeta a evolución, en cualquier caso es liderada por las unidades de inteligencia, dejando a la Caballería la operación no exclusiva de los medios de obtención; si bien se limita, como casi todas las unidades implicadas en una operación, a la obtención de información. De su análisis se obtendrá la necesaria inteligencia útil, responsabilidad exclusiva de los equipos de gestión-obtención de la UINT y para los que las PLMM de Caballería no están capacitadas.
Otra de las funciones asignadas habitualmente a Caballería es el de la seguridad de la maniobra, actuando dentro de lo que se conoce como ‘economía de medios’, es decir, empeñar pequeñas fuerzas de Caballería en la cobertura a vanguardia, flancos y retaguardia, para que el enemigo no obligue a empeñar prematuramente nuestros gruesos donde y cuando no deseemos; es decir, a preservar la iniciativa. Sin embargo el nuevo grupo de Caballería tampoco ha absorbido a una de las unidades más significadas en proporcionar la citada seguridad, como es la compañía contracarro, cuya sola existencia es un caso único dentro de los ejércitos de nuestro entorno y su encuadramiento, una incongruencia táctica.
Respecto a la reserva, actuará como elemento de paso de escalón ante una acción ofensiva exitosa, obteniendo la explotación del éxito y la persecución (y en su caso destrucción) del enemigo, o bien como elemento capaz de detener una penetración exitosa de este en nuestro despliegue, cuando se actúa en defensiva (contraataque). También se emplea en las postrimerías del combate, realizando el hostigamiento del enemigo, obligándole a desgastar prematuramente sus gruesos, ralentizando su avance y forzandole a establecer despliegues no deseados, exactamente lo contrario a lo buscado en las funciones de ‘seguridad’ propia, que deben evitar esto por parte del enemigo.
Todas estas actuaciones, al contrario que las acciones de reconocimiento, planificadas por el CG de la brigada a través de G2 (inteligencia) y su plan de obtención de inteligencia, las realizan las unidades de Caballería aplicando básicamente unas capacidades técnicas (movilidad, potencia de fuego) y tácticas (incertidumbre, falta de planificación previa, conocimiento de la situación y valoración/toma de decisión) que caracterizan a los cuadros de mando de Caballería. Por eso se define a la misma como el arma de la acometividad, la velocidad (de decisión) la flexibilidad y la fluidez.
Sin embargo, las unidades de Caballería en las nuevas brigadas orgánicas polivalentes carecen de la entidad necesaria para realizar estos cometidos, agravado por el hecho de que sus medios son ahora más lentos (VEC) y disponen de menos medios de mando y control que los de la infantería mecanizada a la que deben apoyar. Incluso en la función residual de ‘reconocimiento en profundidad’ no se ha dotado al programa VERT, imprescindible para asumir esta función, de la necesaria prioridad en los planes de adquisición del Ejército.
Todos estos agravios no son nada comparados con la posibilidad de convertirse en arma acorazada, un proceso iniciado con la creación de regimientos interarmas donde convive un batallón de carros (infantería) con un grupo de Caballería y que puede acabar con la desaparición del arma tal como la conocemos.
Acogida inicialmente con entusiasmo como una solución a los problemas de contenido doctrinal de Caballería, choca con cada vez más reticencias respecto a la pérdida de identidad histórica de un arma, de sus misiones y funciones de combate, siempre en entredicho (pues ha perdido el pulso institucional con el otro arma de la maniobra) a cambio de una mera especialización en el combate montado; o lo que es lo mismo, una especialidad derivada de las exigencias técnicas de un material muy específico.
En este punto es cuando debemos preguntarnos si una especialidad acorazada, como lo es una de montaña, operaciones especiales o paracaidismo, es suficiente para justificar su propia escala, academia y perfil de carrera. Lo que es evidente en el caso de las aeronaves (helicópteros) con la creación del arma de aviación del ejército (si bien se han necesitado cincuenta años para lograrlo) no lo es tanto en el caso de los carros de combate, vehículos de combate cañón (VRC Centauro) o medios de exploración y reconocimiento. Todos estos vehículos son un medio para la consecución de un fín, pero no un fin en sí mismo.
Efectivamente, el carácter de un arma se debe al de sus miembros, su preparación y su doctrina de empleo, encaminada a realizar no unas determinadas funciones de combate, si no a un tipo específico de misiones, para las cuales disponen de unas cualidades técnicas, intelectuales y morales propias.
Estas misiones la integran dentro de una sola función de combate, que comparte con infantería, que es la maniobra, si bien se basan en unas capacidades que les hacen especialmente aptos para ciertas misiones, siendo incapaces en cambio de realizar otras.
El material más apto para este tipo de maniobra puede ser específico, diferente al de Infantería, y es en este punto donde el arma de Caballería debe consolidarse, pero no ser la justificación de su existencia.
La Caballería Española hoy
El arma en la actualidad dispone de un total de doce grupos, uno por cada brigada (8) y comandancia general (2) y dos dentro del regimiento destinado a actuar en favor del escalón división, que depende de FUTER.
Estos grupos se encuadran de forma desigual, los de las BOP-C dentro de un regimiento acorazado mixto, dos acorazados dentro de un regimiento homónimo del arma (COMGE) y seis ligeros, de los que cuatro dependen de una PLMM regimental y dos (Canarias y Legión) son independientes.
DEPENDENCIA |
REGIMIENTO |
GRUPO |
FUTER |
RCAB ‘España’ 11 |
GCLAC ‘Lanceros de Borbón’ I/11 |
GCLAC ‘Numancia’ II/11 |
||
BOP-C I |
RAC ‘Pavía’ 4 |
GCAC ‘Princesa’ II/4 |
BOP-C X |
RAC ‘Córdoba’ 10 |
GCAC ‘Almansa’ II/10 |
BOP-C XI |
RAC ‘Castilla’ 16 |
GCAC ‘Calatrava’ II/16 |
BOP-C XII |
RAC ‘Alcázar de toledo’ 61 |
GCAC ‘Villaviciosa’ II/61 |
BOP-R II |
GCLAC ‘Reyes católicos’ II |
|
BOP-R VI |
RCAB ‘Lusitania’ 8 |
GCLAC ‘Sagunto’ I/8 |
BOP-R VI |
RCAB ‘Farnesio’ 12 |
GCLAC ‘Santiago’ I/12 |
BOP-R XVI |
GCLAC ‘Milán’ XVI |
|
COMGECEU |
RCAC ‘Montesa’ 3 |
GCAC ‘África’ I/3 |
COMGEMEL |
RCAC ‘Alcántara’ 10 |
GCAC ‘Taxdirt’ I/10 |
Los seis grupos acorazados disponen de carros de combate Leopardo, mientras otros seis, ligeros acorazados, se equipan con VRC Centauro, una suerte de carro ligero de ruedas dotado con cañón de 105 mm; combinados todos ellos con los VEC, una variante específica del BMR con torre biplaza y cañón de 25mm que lleva prestando servicio durante más de 35 años; todos menos los dos asignados a las COMGE, que incorporan el más potente VCC Pizarro.
Teóricamente todos ellos actúan de la misma forma a pesar de las diferencias en el material fundamental, consecuencia del que equipa la brigada donde se integran. La realidad es que se debe a un intento de racionalizar unas estructuras orgánicas que eran muy heterogéneas, y que han valido en el pasado para calificar a Caballería como el arma ‘de difícil empleo’.
Para ello el arma ha debido renunciar a sus propios procedimientos, con secciones grandes de hasta siete vehículos (actuando en dos escalones, vanguardia y reserva) y estandarizar las mismas a cuatro, como las de infantería, que siempre actúan en un único escalón. A pesar de todo ello, no se ha conseguido el objetivo del todo, ya que el arma aún resulta muy heterogénea.
Hay que reseñar que es en las comandancias donde al arma de Caballería le corresponde en exclusiva ejercer de elemento de maniobra acorazada; aportando disuasión, potencia de choque y maniobrabilidad táctica, sin que infantería comparta medios técnicos ni procedimientos, ya que despliega exclusivamente unidades ligeras. Tal vez hemos complicado en exceso un problema, o lo hayamos creado, cuando teníamos la solución en nuestra propia casa.
Los vehículos empleados son en general muy potentes y están orientados principalmente al combate, pudiendo hacer reconocimiento por el contacto (combatir para obtener información del enemigo) pero lejos de lo que se consideraría una especialización en reconocimiento y exploración, hoy centrada en la obtención de inteligencia del campo de batalla y adquisición de objetivos (ISTAR).
Se está trabajando en la adopción de un vehículo capaz de actuar bajo estas premisas, el VERT (vehículo de exploración y reconocimiento terrestre; notese la ausencia del arma en el acrónimo) del que se ha aprobado una preserie de 18 ejemplares, dotados con medios optrónicos de observación sobre un mástil retráctil (sistema SERT de Navantia) adquirido en su momento para el malogrado VCOAV Pizarro de artillería.
Es significativo que este avanzado sistema que ha de proporcionar a Caballería el medio clave para desarrollar sus misiones sea básicamente el mismo que pensaba utilizarse para otro arma a la que se había dado prioridad por encima de las necesidades de Caballería, que también había de contar con VCC Pizarro, pero configurados exclusivamente para el combate.
De hecho, el VERT será el primer vehículo en la historia del arma que disponga de equipos de observación propios de un medio de reconocimiento. Es más, hasta la instalación de cámaras térmicas procedentes de los AMX30EM2, el VEC carecía de capacidad para operar por la noche.
Respecto a la orgánica, la composición de todos los grupos es similar, contando con tres escuadrones (uno de plana mayor y servicios y dos de maniobra) excepto los del RCAB ‘España’ 11, de apoyo a división, que tienen cuatro.
Los escuadrones de Caballería cuentan con cuatro secciones, tres acorazadas o ligero acorazadas (según cuenten o no con carros) y una SEV (sección de exploración y vigilancia) con los citados VERT, aunque provisionalmente se han dotado con VLTT desarmados y no se tiene la certeza de que puedan dotarse con su nuevo vehículo.
Las secciones acorazadas constan a su vez de cuatro vehículos, dos VEC / VCC y dos CCM / VRC. Como excepción nuevamente el ‘España’ 11, con una orgánica en base a secciones homogéneas.
Esta orgánica tiene algunos problemas, entre los que citaremos la falta de cohesión del binomio VEC/Leopardo, la disposición de las unidades de morteros o las dificultades del VERT, basado en un VLTT, de actuar integrado en el grupo.
Ciertamente, la virtud de los carros por la cual son un elemento insustituible del campo de batalla y, supuestamente, pueden propiciar la creación de una especialidad fundamental, no se ciñe a la capacidad de batir otro carro, como podría hacer un VRC Centauro y hasta un 4×4 armado con misiles, si no en la adecuada combinación de protección, movilidad táctica y potencia de fuego, equilibrio que no tiene ningún otro sistema de armas terrestre.
Sin embargo, combinados con vehículos como el VEC en el escalón sección, no hace sino limitar sus posibilidades tácticas, ciñéndose a las misiones en las que se encasilla al grupo y, por ende, al arma, y para las que el citado ‘Centauro’ es mucho más apropiado.
Por otra parte, si se decide desplegar con medios exclusivamente de ruedas, como es lo habitual, el GCAC debe romper la orgánica de sus PUs de Caballería hasta el nivel sección. El problema se agrava al haber dotado al jefe con un leopardo, por lo que para mandar una sección exclusivamente ligera (VEC) deberá cambiar de vehículo, rompiendo la cohesión del equipo con el que trabaja habitualmente.
¿Hay lugar para un arma de caballería?
Si analizamos la fórmula elegida por los ejércitos punteros con los que colaboramos y debemos compararnos, todos disponen de un arma acorazada, en su mayoría existente desde la irrupción del carro como el rey de las batallas, durante la WWII; bien por transformación de la Caballería clásica (a caballo) bien como nueva arma, que ha acabado por monopolizar todas las modalidades del combate montado, entre las que destacan las de reconocimiento, con vehículos específicos para esta función.
A pesar de ello ninguno dispone de carros de combate en sus escalones de reconocimiento, optando por mantener separados ambos como dos especialidades fundamentales.
Es curioso no obstante que, mientras que Francia o Italia mantienen el nombre del arma (Caballería) operando los carros de combate, los ejércitos de EEUU y Reino unido usan la denominación acorazada (Armor o Armoured corp) pese a que entre las unidades que lo integran las de reconocimiento son mucho más numerosas que las de carros.
Ha sido el Ejército de EEUU el que, nuevamente, ha evolucionado en sus conceptos operativos; primero renunciando a las armas como limitadoras de la maniobra montada, poniendo fin a toda distinción más allá de sus tradiciones. Y segundo por haber dado marcha atrás en la decisión de suprimir los carros de sus grupos de reconocimiento, volviendo a integrar en ellos un escuadrón de M1 Abrams; entendiendo que estos deben de combatir con garantías para poder obtener información, tal y como refleja la doctrina española y a la que nunca se ha renunciado. Sin embargo, este apoyo no se ha llevado hasta el nivel sección, que después de varios años mezclando cadenas y ruedas, vuelven a ser homogéneas, ya sean de tipo mecanizado (M3 Bradley) medio (Stryker) o ligero (ATV).
La cambiante situación internacional ha vuelto a poner el foco en las capacidades convencionales y la preparación de los ejércitos para el combate simétrico, lo que vuelve a poner de moda las unidades acorazadas; y por lo que no se debe prescindir del carro de combate en los escalones avanzados. Basta recordar la actuación de la división francesa de Caballería Daguet en ‘Desert Storm’, que debió ser reforzada con un regimiento de AMX30B2 ante la amenaza que los carros iraquíes presentes en el escenario representaban para los AMX10RC, el equivalente francés al centauro. Igualmente los famosos Thunder run, llevados a cabo por la Caballería del US ARMY sobre Bagdad en la campaña de 2003, demuestran la importancia de las unidades acorazadas en tareas de reconocimiento en fuerza y valoración del potencial enemigo.
En lo que respecta a los conflictos asimétricos o de carácter híbrido, las unidades ya no actúan en frentes definidos, con vanguardias ni flancos que cubrir, con un enemigo simétrico al que reconocer, hostigar o perseguir, ni unos gruesos que actúen en el combate decisivo, porque este simplemente ha dejado de materializarse. Muy al contrario, el carácter fugaz e imprevisible del enemigo asimétrico, su voluntad de actuar sobre los escalones más débiles y expuestos (columnas logísticas y convoyes) en cualquier parte del teatro de operaciones han obligado a las fuerzas propias a actuar inmediatamente cuando se toma contacto con él (combate de encuentro) con una valoración inmediata de su entidad e intenciones (reconocimiento) y una rápida toma de decisión, carente de una fase de preparación o planificación previa.
Como podemos ver, todos estos ejemplos demuestran que los procedimientos tradicionales de la Caballería tienen más vigor que nunca. ¿Por qué entonces semejante crisis de identidad? ¿Por qué su falta de peso en nuestros despliegues?
La respuesta es evidente, por la evolución de nuestros gruesos a esa forma de combatir; la infantería ha absorbido esos conocimientos y adaptado sus formas de actuación a esta nueva realidad, usurpando por el camino las funciones que la doctrina venía asignando a nuestra Caballería; la escasa entidad del arma de las lanzas y los sables para ocupar el lugar que le corresponde en el campo de batalla ha acabado por poner la puntilla a este proceso, hasta el punto de quedar excluida de algunas actuaciones que se consideran su reducto exclusivo, como la formación de las URECO para la operación Romeo Alfa en Afganistán.
Esta usurpación tampoco es nueva, desde la llegada del VCI y el concepto de infantería mecanizada, priorizando la maniobra montada sobre el combate a pie; la infantería, acompañada de los carros de combate, se ha apropiado de una forma de combatir típica de las unidades de Caballería. De hecho el Heer alemán, que inventó el concepto de guerra acorazada en la WWII y empleó los semiorugas para que su infantería siguiera a los carros al campo de batalla, y más tarde fue precursor del moderno VCI, con la adopción del ‘Marder’, incorporó la infantería mecanizada (PanzerGrenadiers) al arma acorazada.
Esta situación es la que ha ido arrinconando al arma en misiones cada vez más limitadas o asociadas a materiales específicos, que rigen la forma de realizar la misión pero no el carácter de la misma. Veamos cuales pueden ser estas especialidades.
La caballería como arma de reconocimiento
Muchas veces se tiende a pensar que infantería debe monopolizar el grueso de las misiones de combate, dejando a la Caballería moderna como mera arma de reconocimiento técnico, sin siquiera potencia de combate para hacer una valoración del contacto, reconociendo en fuerza la entidad del despliegue enemigo; como ha sucedido en Alemania, donde Caballería es solo una de sus múltiples ‘armas de apoyo’ y emplea exclusivamente el Fennek, un equivalente al VERT armado únicamente con una AMP.
Si se diera el caso de especializar nuestros grupos de Caballería de esta forma, su entidad sería suficiente para desarrollar sus funciones, sustituyendo los carros por más vehículos VERT y, probablemente, los VLTT de la compañía DCC, aportando seguridad a sus despliegues.
No solo esto, sería necesario incorporar todos los medios de obtención de la brigada, hoy encuadrados en la UINT, y asignar al grupo, que no actuaría nunca reunido, como centro coordinador de los medios de obtención (CCMO) de la brigada, dimensionando su PLMM para este cometido. Más aún, probablemente fuera necesario cambiar el perfil de carrera de oficiales y suboficiales, centrado en este tipo de operaciones, sumando también los esfuerzos ISTAR de máximo nivel, hoy asignados al RINT 1, al menos en su vertiente de reconocimiento terrestre (GROST) que sería absorbido por el RCAB 11.
También debería corresponder al arma y sus novísimos VERT, como parte de las misiones asociadas al targeting, realizar los cursos de JFC (Joint Fire controller) que hoy monopolizan los miembros de artillería.
La caballería como arma acorazada
Pero si los GCAB prescinden de los carros, ¿donde se encuadran? Obviamente en los BICC, sigan en infantería, pasen a ser unidades mixtas o se ordene su conversión en grupos de Caballería de carros, si así se estima oportuno. Si bien esto último es imposible con las actuales plantillas (representaría un aumento del 40%) lo que obligaría a retocar los planes docentes (promociones) de las escalas del arma.
Las conclusiones que podemos sacar tanto del modelo norteamericano como los europeos, es que no perviven dos armas que empleen medios de combate similares, ya que en los escalones básicos donde se emplean (mando de sargento, teniente o capitán) siempre van a combatir de la misma forma, sea cual sea la misión que se les asigne.
En este sentido nuestros actuales RAC parecen unas unidades idóneas, con un BICC y un GCAC, si bien no se ha tomado la decisión de suprimir los carros del segundo en favor del apoyo que pueda aportar el primero, tal y como sucede cuando se forman los GTs mecanizados, cooperando carros y VCI Pizarro.
Con esta sencilla decisión se podrían completar los escuadrones de Caballería con los medios más adecuados para ejercer sus misiones, aumentando la cohesión y sin desviar los siempre escasos recursos humanos hacia las unidades de carros. Si no se ha producido se debe simplemente a la desconfianza entre las armas y el grado de autonomía que desean tener sus comandantes, al ser el BICC del arma de infantería y tener como prioridad precisamente interactuar con los infantes mecanizados.
Encuadrar a ambos bajo un mismo estandarte no ha servido para hacer causa común ni fomentar un espíritu de unidad que a tenor de las vacantes disponibles, claramente disgregadas, no existe como tal.
La alternativa sería asignar al arma la responsabilidad de explotar los medios acorazados, librando a infantería de este cometido, como sucede en todos los ejércitos de nuestro entorno.
Esto sería lo más lógico por dos razones: Primero por una necesaria homogeneidad entre nuestras estructuras y las del resto de la OTAN, incluidos intercambios, equipos de trabajo, cursos, etc; y segundo, por simplificar el perfil de carrera de los infantes.
Ciertamente, la primera interesada en soltar el lastre del carro de combate es el arma de infantería, dividida hace unos años su escala de suboficiales en dos categorías (ligera y acorazada/mecanizada) tiene actualmente limitaciones para optar a las diferentes vacantes de su especialidad (especialmente la mecanizada, más escasa) junto con una cada vez más difícil clasificación de algunas unidades.
Hace algunos años parecía claro que la infantería mecanizada operaba con APC de cadenas (TOA) junto a los carros, después llegó el pizarro, introduciendo a la infantería española en el moderno concepto del VCI y dejando al TOA como un medio equivalente al BMR o los MRAP (de hecho tienen la categoría de BILP) para acabar por recibir, esperemos que en breve plazo, un nuevo y potente VCI ruedas que venga a sustituir a los MRAP. Evidentemente no se puede someter a las unidades y su personal a un continuo trasvase de efectivos de la especialidad adecuada cada vez que reciban un nuevo vehículo, ni redefinir su plan de carrera ni los manuales técnicos cada vez que un avance técnico amplíe sus posibilidades.
Toda infantería debe estar preparada para combatir a pie, y toda ella hoy en día llega al combate a bordo de un vehículo, sea este un VLTT, APC, VCI o helicóptero, sin que por ello debamos tener a personal especializado, más allá del grado que alcancen mientras permanecen en destino. Como mucho un curso de adaptación a la maniobra mecanizada, como sucede con montaña o paracaidismo, debería ser suficiente.
Igualmente Caballería puede dirigir sus esfuerzos, planes de estudios y cursos a utilizar los medios acorazados, en esencia el combate montado. Sin embargo para ello no necesita cambiar de nombre, planes de estudio o misiones, ya que su personal ya sabe usar carros y cómo explotarlos; mucho menos merece la pena prescindir del legado histórico y moral de un arma milenaria en favor de otra sin precedente en España en pos del uso de un vehículo, el carro, que no sería el único empleado por el arma.
No debemos olvidar que, al igual que en las armas ‘acorazadas’ de otros ejércitos, la mitad de nuestros grupos de Caballería carecen de carros de combate, por lo que el destino final de este sistema de armas resulta completamente irrelevante para el empleo de los mismos y para el futuro de la Caballería, que debe ser ‘algo más’ que el arma de los carristas.
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