Cuando hablamos de operación anfibia, automáticamente pensamos en la fase de desembarco, mientras escuchamos en nuestras cabezas a un oficial gritando a pleno pulmón ¡Desembarquen! Ésta sería la orden que el Comandante de la Fuerza Anfibia Operativa (CFAO) le daría al Comandante de la Fuerza de Desembarco (CFD) para que diera comienzo la última fase de una Operación Anfibia, la denominada “Acción”.
Antes de llegar a este momento crucial, lógicamente se habrían completado otras dos fases anteriores de la operación anfibia: el “Embarque” y el “Movimiento hacia la zona objetivo”, siendo la primera de ellas una de las más complejas por su meticulosidad e importancia, ya que es donde la Fuerza de Desembarco (FD) con sus materiales, equipo, armamento y aprovisionamientos, embarcan a bordo de los buques.
En ella cobra mucha importancia la figura de la unidad temporal conocida como “Trozo Avanzado”. Esta unidad, cuya configuración dependerá de las características de cada buque y de la entidad de las fuerzas a embarcar, está compuesta por suboficiales, cabos 1º y tropa con dedicación plena al cometido de alojar a las tropas, de arranchar su armamento, municiones y equipos, y de cubrir los servicios propios que afecten a la FD, tales como lavandería, comedor, cocina, etc., por lo que deberían provenir de unidades ajenas a la Fuerza de Desembarco en sí. Su responsable directo será el Oficial de Embarque, que es el encargado de la ejecución del mismo, con arreglo al Plan que previamente estudió, preparó y presentó al comandante del buque, al CFD y al CFAO para su aprobación.
Una vez todo está embarcado y se sale a la mar, en cada buque las unidades de la FD seguirán un rígido cuadro de actividades, con la intención de que, aparte de que no se pierda ni el adiestramiento ni la forma física, se preparen las unidades para la acción. En este cuadro se incluirán prácticas deportivas y de defensa personal, conferencias relacionadas con la misión y con el buque, ejercicios de tiro, labores de mantenimiento de vehículos y armamento, tareas de planeamiento de las operaciones, pruebas de comunicaciones y teóricas de primeros auxilios.
Pero como decíamos, nos encontramos en los momentos previos a un desembarco, con todas las unidades de superficie ya localizadas dentro del escalón de mar de la ZOA (zona de objetivo anfibio), y comenzando el traslado de los Equipos de embarcación desde sus alojamientos en el buque, a sus respectivas Estaciones de transbordo. O dicho de otro modo, el momento en el que el conjunto de tropas, con sus aprovisionamientos y equipo, embarcan en el medio con el que realizarán el Movimiento Buque Costa (MBC).
En España, actualmente los medios para realizar este MBC son las embarcaciones neumáticas Zodiac 470, las semirrígidas Duarry “Supercat”, los vehículos anfibios “AAV”, las lanchas de desembarco “LCM 1-E” y por supuesto los helicópteros.
Para transbordar a cada uno de ellos, ya sea desde los Buques de Asalto Anfibio L-51 Galicia, el L-52 Castilla, o desde el L-61 Juan Carlos I, se usan las “playas” de los diques interiores de los buques o las cubiertas de vuelo. Hoy en día estas operaciones de transbordo a los diferentes medios de desembarco son relativamente sencillas, pero no siempre fue así…
Un pequeño repaso por la Historia
La Infantería de Marina española, desde sus inicios, realizaba la proyección del poder naval sobre una costa enemiga utilizando una serie de botes a remo, pertenecientes a las galeras, galeones, navíos o fragatas desde los que desembarcara, y a ellos se transbordaba por unas escalas de cuerda y madera.
Y así fue hasta que, en plena campaña de Ifni-Sahara, durante el mes de enero de 1958, Francia “cediera”, por tan sólo tres meses, el buque de desembarco Odet (ex USS-LST815, participante en Okinawa en 1945 y en Indochina en 1955). De esa forma, comenzaron en España las operaciones anfibias tal y como las conocemos ahora.
La experiencia con este barco francés, donde se ejecutaban los procedimientos de transbordo más actuales en ese momento, y la necesidad de tener una capacidad anfibia propia, motivó que gracias a los acuerdos del “Programa de Asistencia Mutua con los EEUU”, se fuera creando una verdadera Fuerza Anfibia española, adquiriéndose, sucesivamente, los buques TA-11 Aragón, TA-21 Castilla, L-31 Galicia, L-11 Velasco, L-12 Martín Álvarez y L-13 Conde de Venadito (ex USS-Noble, USS-Archenar, USS-San Marcos, USS-Terrebone Parish, USS-Wexford County y USS-Tom Green County). Los tres primeros también veteranos del Pacífico y Corea, y entre todos capaces de embarcar a más de tres mil infantes de marina y cerca de cien vehículos de combate.
Tras unos excepcionales resultados, incluyendo la participación de algunos de estos buques en los conflictos de Guinea Ecuatorial y El Sáhara, a principios de los años ochenta, las duras condiciones climatológicas, los continuados ejercicios y el desgaste de la mar, obligaron a que comenzaran a ser sustituidos. Así fueron llegando el L-21 Castilla, el L-22 Aragón (ex USS-Paul Revere y USS-Francis Marion) y a principios de los años noventa, el L-41 Hernán Cortés y el L-42 Pizarro (ex USS-Barnstable County y USS-Harlan County).
Bueno, pues prácticamente en todos estos buques anfibios que hemos recordado, la forma de transbordar era la misma: reunir a las tropas en un sector de la cubierta y, a la orden, comenzar a descender por las redes de costado, en grupos de cuatro y todos a la vez, hasta las lanchas de desembarco que previamente habían sido abarloadas. Estas secciones en cubierta se conocían como “Estaciones de transbordo” y estaban rotuladas de proa a popa de la misma manera: roja 1, roja 2, blanca 3, blanca 4, azul 5, azul 6, amarillo 7, amarillo 8, verde 9, verde 10, negra 11 y negra 12 (impares a estribor y pares a babor). Ésta era una maniobra complicada y peligrosa, sobre todo con mala mar, y por ello era ensayada todas las semanas en los acuartelamientos (“hacer redes” era una actividad que sólo los que sirvieron en aquellos años en el Cuerpo, saben todo lo que significa). Pero en la actualidad, como ya hemos dicho, esta operación es mucho menos arriesgada y dificultosa al hacerse a través de las “playas” de los diques.
¿Cómo se vive un desembarco desde dentro?
Imagínate por un momento que eres un fusilero de una de las compañías pertenecientes a un Batallón Reforzado de Desembarco (BRD), embarcado en uno de los buques de la Armada tipo “Galicia”. Son las tres de la madrugada del “día D” y tu compañero acaba de despertarte. Lo primero que ves desde tu estrecha litera son siluetas oscuras moviéndose a través de luces rojas, hasta que alguien por fin enciende las luces del sollado en el que estáis alojados todos los cabos y soldados de tu sección.
En total sois 29, contando con el enlace radio del jefe de sección, pero sin contar con las dos chicas, que están en el sollado femenino. Menos mal que os metieron en uno de los sollados más grandes del barco, de 36 camas. Los mandos (el teniente, el sargento y los dos cabos 1º) también están alojados en sitios diferentes, aunque dentro de nada, dentro de demasiado poco tiempo, os veréis todos en el comedor, ya que allí fue donde el teniente os dijo anoche, durante la emisión de la Orden de Operaciones, os agruparíais y daríais novedades por pelotones. Él lo llamó la “zona de reunión”.
(Continúa…) Estimado lector, este artículo es exclusivo para usuarios de pago. Si desea acceder al texto completo, puede suscribirse a Revista Ejércitos aprovechando nuestra oferta para nuevos suscriptores a través del siguiente enlace.
2 Comments