La seguridad de los cruceros es un asunto complejo que va más allá de la contratación de vigilantes de seguridad o del correcto diseño de los buques. Los cruceros han sido desde siempre un objetivo apetecible para terroristas, piratas y otros actores relacionados con el crimen organizado. El gran maestro de las novelas de espionaje, Frederick Forsyth, ya publicó en 2008 El afgano, una novela en la que planteaba el secuestro por un grupo terrorista de un buque gasístico para lanzarlo contra el crucero Queen Mary 2, en el que se reunían los líderes del G8 y, como veremos, la ficción no dista demasiado de la realidad.
Grupos terroristas como Daesh, Al Qaeda o Boko Haram han lanzado diversas amenazas contra los cruceros. Sin embargo, quizás el caso más sonado se produjo en 1985 cuando el Achille Lauro fue secuestrado en el Mediterráneo por un comando palestino. El crucero salió de Génova con casi 500 pasajeros en un viaje de 11 días con destino a Israel. Cuando los terroristas fueron descubiertos por un camarero, decidieron llevar el buque a Siria, y exigieron la liberación de 52 presos palestinos encarcelados en Israel. Las autoridades sirias les impidieron atracar y los terroristas mataron a un pasajero: un judío norteamericano de 69 años discapacitado cuyo cuerpo arrojaron por la borda. Tras decenas de horas de negociaciones, los terroristas liberaron el crucero a cambio de un vuelo comercial que les permitiera llegar a Túnez. El avión fue interceptado por cazas norteamericanos y conducido a una base de la OTAN en Sicilia. Cuatro de los terroristas fueron detenidos, pero el líder del grupo (Abu Abbas) logró escapar, dado que las autoridades italianas lo consideraron un mero testigo. En 2003, y en el marco de la guerra de Irak, sería capturado por soldados norteamericanos en Bagdad, donde vivía desde hacía una década.
Quizás uno de los momentos de mayor riesgo para los pasajeros de un crucero se produce cuando desembarcan. Así ocurrió en el ataque reivindicado por Daesh y ejecutado en marzo de 2015 en Túnez. Tres terroristas intentaron acceder al Parlamento y acabaron atrincherándose en el Museo del Bardo. Allí dispararon contra 40 turistas que se disponían a entrar en el museo, matando a 17 pasajeros de dos cruceros (el MSC Splendida y el Costa Fascinosa), entre ellos, dos jubilados españoles. Algunos informes señalaron que los terroristas habían esperado expresamente a que llegaran los autobuses que transportaban a los pasajeros desde el barco. Tras el ataque, las dos navieras afectadas (MSC y Costa Cruceros) cancelaron sus escalas en Túnez.
Mark Gaouette, antiguo director de Seguridad de la empresa de cruceros Princess, criticó a la industria de cruceros por no realizar una evaluación de riesgos apropiada ante el momento de gran volatilidad que vivía el norte de África. También señaló que la excursión al museo debía haber contado con más seguridad en forma de policías armados o escolta militar, además de que el propio museo debería haber dispuesto de protección armada. Gaouette también subrayó que, a pesar de la amenaza terrorista y del auge de la piratería, las líneas de cruceros apenas habían modificado sus medidas de seguridad y que preferían evitar ciertos puertos y aguas consideradas de riesgo.
La seguridad de los cruceros y la piratería
El primer ataque de piratas somalíes contra un crucero se produjo en noviembre de 2005 a 65 millas de la costa y a apenas 85 millas de la base pirata de Harardhere. El Seabourn Spirit con 151 pasajeros y 162 miembros de la tripulación fue atacado por dos esquifes (existe un vídeo del incidente en Youtube). Los asaltantes dispararon una granada con un RPG que impactó en la superestructura del barco. Una segunda granada rebotó en la cubierta. Los disparos con armas automáticas de los piratas hirieron a un miembro de la tripulación en una mano mientras manejaba un cañón acústico contra los piratas. El Capitán desplegó maniobras evasivas y alejó el crucero de la costa. Parece que, gracias a la acción del cañón sónico, los piratas abortaron el ataque y huyeron. Navegar tan cerca de la costa somalí resultaba bastante temerario ya que otros dos barcos habían sido atacados ese mismo año apenas a unas ocho millas de la posición en que se encontraba el crucero. Con frecuencia, las causas económicas (ahorro de combustible y de tiempo) se encuentran detrás de unas derrotas que derivan en un aumento del riesgo.
El segundo ataque sobre un crucero se produjo en noviembre de 2008. El Nautica se encontraba en el golfo de Adén en ruta hacia Omán con más de mil personas a bordo, que habían salido de Roma y esperaban llegar a Singapur tras una travesía de 32 días. Dos esquifes con tres piratas en cada uno se aproximaron al crucero. El Capitán avistó un arma en la segunda embarcación. Cuando se encontraban a menos de 300 metros del barco los piratas comenzaron a disparar. El Capitán aumentó la velocidad y los piratas no fueron capaces de seguir al crucero. Nadie resultó herido y el crucero no sufrió ningún daño.
Otro intento de secuestro de un crucero por parte de piratas tuvo lugar la noche del 25 de abril de 2009 a unas 180 millas al Norte de Victoria (Seychelles). El MSC Melody fue perseguido desde un esquife por seis piratas armados con AK-47. A bordo 991 pasajeros y 536 miembros de la tripulación. Los piratas dispararon contra el barco y lograron impactar en su casco por encima de la línea de flotación.
El ataque al Melody se produjo en plena actividad de los piratas somalíes, que ese mismo mes habían logrado capturar doce barcos, entre ellos el Maersk Alabama, el primer buque norteamericano secuestrado por piratas en la era moderna. La historia de dicho secuestro quedaría plasmada en un libro escrito por su Capitán y en la película Capitán Phillips, protagonizada por Tom Hanks.
El Melody consiguió repeler el ataque gracias a las maniobras evasivas desplegadas, la velocidad del barco, el apagado de las luces exteriores y la actuación del equipo de seguridad, que realizó disparos al aire. Algunos pasajeros lanzaron sillas y tumbonas por la borda a los piratas. La guardia costera de Seychelles en colaboración con España logró afrontar la situación y el Melody fue escoltado, tras el ataque, por el Marqués de la Ensenada, petrolero de flota de nuestra Armada.
Más recientemente, el 8 de agosto de 2017 una periodista australiana explicaba en un artículo con toques sensacionalistas que los 1.900 pasajeros del Sea Princess, que habían pagado unos 50.000 euros por billete por un crucero de más de cien días, habían pasado diez de ellos viviendo en una especie de “barco fantasma”. Mientras se adentraban en el Índico el barco navegaba en silencio y a oscuras, con las luces apagadas y sin actividades de ocio en cubierta desde el anochecer hasta el amanecer. El Capitán del barco alegó que se debía a la amenaza de ser atacados por piratas somalíes.
La periodista relata el simulacro realizado ante un ataque pirata: sonó la alarma, la tripulación ocupó los puestos designados en el plan de seguridad y se solicitó a los pasajeros que acudieran a sus cabinas para hacer el recuento. La realización de simulacros no es ajena a los cruceros que navegan por aguas de alto riesgo. A ellos hay que añadir los simulacros de emergencia que se realizan antes de zarpar y que se establecieron como obligatorios tras el accidente del Costa Concordia, que encalló y se hundió parcialmente en la costa italiana, con el resultado de 32 personas muertas y 64 heridas. Una de las acusaciones de los pasajeros fue que no se había realizado ningún simulacro de este tipo.
Tráfico de drogas
El propio Sea Princess sufrió en agosto de 2016 un incidente relacionado con el tráfico de drogas. Tres ciudadanos canadienses fueron arrestados en Sidney por llevar en su equipaje 95 kilogramos de cocaína (valorados en unos 22 millones de dólares), el mayor alijo incautado por Australia en un barco de pasajeros o en un aeropuerto. Los acusados (dos jóvenes veinteañeras que habían ido dejando el rastro de su viaje en Instagram, y un hombre de 63 años) habían embarcado en el Reino Unido y el crucero siguió viaje por Norteamérica, el Caribe y Sudamérica. Las escalas realizadas en Colombia y Perú pudieron ser aprovechadas para subir a bordo la cocaína.
El intercambio de información entre las autoridades de varios países permitió a la policía australiana arrestar a los implicados. Después de una búsqueda con perros en los casi 2.000 compartimentos del crucero, los agentes encontraron en dos cabinas cuatro maletas con cocaína.
Para algunos analistas introducir 95 kilogramos de cocaína en un crucero debió requerir de algún tipo de ayuda desde el interior. Este hecho confirmaría la preocupación por el control de equipajes, dado que, de contar con ayuda “desde dentro”, las posibilidades de llevar a cabo un acto terrorista en un crucero se incrementan notablemente.
Un negocio en auge
Seguro que algunos lectores recuerdan la serie televisiva Vacaciones en el mar, que causó furor entre 1977 y 1986. Pues The boat love, como se titulaba originalmente la serie, era el Pacific Princess, perteneciente a la misma firma que el Sea Princess. Princess es la tercera empresa de cruceros más importante con una flota de 17 barcos. Forma parte de Carnival, la principal operadora mundial de cruceros, al igual que Costa Cruceros (responsable de las operaciones en Europa) o el Queen Mary 2, el transatlántico más grande del mundo y objetivo de los terroristas en la novela de Forsyth.
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