Los submarinos de la OTAN han sido durante decenios la punta de lanza de la Alianza. También el único escudo capaz de contener a las fuerzas soviéticas, sobre el papel más numerosas, pero también menos avanzadas técnicamente. Por desgracia para norteamericanos y europeos, años de aprovechar los «dividendos de la paz», de anemia intelectual y de dejadez han llevado a esta fuerza a una situación desastrosa, en la que apenas unos pocos países mantienen capacidades de consideración. Mientras tanto, estados como Rusia o China vuelven a plantear una amenaza comparable a la que en su día suponía el Pacto de Varsovia.
Durante la primera mitad del siglo XX, los submarinos, o sumergibles, fueron considerados como el arma de aquellas naciones pobres que tenían pretensiones por poseer algún tipo de fuerza naval. El submarino se consideraba un arma defensiva y de bloqueo, así como de protección costera e incluso de infiltración. Era otra época en la que las grandes escuadras de buques de línea, acorazados y cruceros definían el poder naval de una nación y no cabían otro tipo de aproximaciones pese a los numerosos intentos de cuestionar esta idea en base a torpederos, lanchas rápidas o a las ideas de los primeros teóricos del poder aeronaval.
Las actuaciones de los submarinos durante ambas guerras mundiales, en especial en la segunda de estas, sirvieron para redefinir el rol de los submarinos dentro de las flotas de todo el orbe. Los avances tecnológicos que se habían dado en esos años y su aplicación posterior sobre las plataformas submarinas crearían nuevas armas que cambiarían la concepción del poder naval. Hasta los grandes anuarios navales como Jane´s o el francés Flottes de Combat, comenzarían a listar en primer lugar las unidades submarinas por encima de las de superficie. Poco después las fuerzas submarinas pasarían a tener un nuevo rol estratégico, más si cabe, al ser equipados con misiles intercontinentales (SLBM) apareciendo de este modo una nueva categoría de buques.
La aplicación de las nuevas tecnologías en los submarinos, desde los sistemas de propulsión nuclear a las modernas plantas AIP, los avances en cuando a emisiones de ruidos, los torpedos pesados, los nuevos sónares, la electrónica de procesamiento de señales y, como no, el armamento misilístico. Todas estas innovaciones convertirían lo que un día fuera considerado como el arma de las naciones pobres, en un artículo militar de extremo lujo, con un precio en muchos casos acorde a esta consideración. Así es como hoy en día, una nación con la capacidad tecnológica de desarrollar y construir sus propios submarinos es considerada una nación dotada de un alto nivel tecnológico y con grandes capacidades industriales. Un cambio que pocos podían esperar se produjese en apenas unas décadas, cuando la guerra submarina era considerada todavía, durante el periodo de entreguerras, casi una guerra propia de piratas por el propio Almirantazgo británico.
Este artículo pretende hacer una comparación de la situación de las flotas de submarinos de ataque en las naciones pertenecientes a la OTAN en dos momentos clave: El año 1991, cuando todo estaba a punto de cambiar y el derrumbe soviético era inminente, y en la actualidad. Con especial hincapié queremos centrarnos en las naciones europeas de la Alianza Atlántica, ya que nuestro socio del otro lado del Atlántico continúa implementando una gran política de construcción de submarinos a pesar de haber levantado el pie del acelerador en los últimos años. Aún es, sin duda, el respaldo militar sobre el que se apoya la Alianza y donde, llegado el momento de necesidad, todas las capitales europeas miraran a la espera de su apoyo.
Permítanme, no obstante, que me adelante con un comentario; Nuestro país ya vivió una situación parecida a la actual a finales del siglo XIX, cuando un ilustre militar patrio que no requiere de más comentarios -Isaac Peral- ofreció a la Armada Española la posibilidad de construir submarinos en exclusiva, posibilidad que fue rechazada. Poco después llegaría la debacle definitiva y los restos de nuestro imperio se perderían frente a la superior potencia naval de los EEUU, como es por todos conocido. Lo que se pasa muchas veces por alto es que nuestros propios contrincantes en aquella contienda reconocerían que, en el caso de haber poseído España unas pocas unidades del invento de Peral en sus puertos coloniales, la US Navy no lo habría tenido tan fácil. ¡Quién sabe que derroteros hubiera podido tomar aquel conflicto de haber invertido en el momento adecuado en una nueva arma tan prometedora!
Es opinión de este autor que hoy día vivimos en Europa un momento parecido, con sus matices, cierto es. Así, el desconocimiento generalizado por parte de la opinión pública acerca de los asuntos militares lleva a los ciudadanos -y a algunos representantes políticos a los que cabría suponer mejor informados- a plantearse la necesidad de mantener flotas de combates. Cuánto más se cuestiona la necesidad de mantener operativos costosos submarinos cuyas misiones no suelen ser publicitadas, ni sus unidades son vistas navegando por los mares y océanos. En este sentido, tal vez el gran éxito de los submarinos -la discreción- sea también su gran enemigo en estos tiempos de información instantánea. Esperemos que, al igual que 1898, no tengamos que arrepentirnos en unas décadas de nuestra dejadez a la hora de invertir ahora que todavía está en nuestra mano diseñar y construir submarinos de primer nivel.
Por último, antes de comenzar, hemos de aclarar que este análisis se centrará exclusivamente en los submarinos de ataque occidentales (SS/SSK/SSN) excluyendo de él los submarinos balísticos (SSBN) que, aunque obviamente representan esfuerzos en inversión tecnológica y capacidades industriales, poseen una misión militar completamente diferente de los anteriores. Por ello, en una evaluación operacional de las capacidades de guerra naval de una nación, los SSBN se contabilizan dentro de los recursos de ataque estratégico nuclear y no como parte de las unidades de ataque de la flota.
La fuerza de submarinos de la OTAN en 1991
Hasta 1991 -y desde el fin de la II Guerra Mundial-, los miembros de la Alianza Atlántica estuvieron trabajando con el supuesto de un conflicto, más o menos inminente e ineludible, contra la potencia antagonista de aquel entonces; la Unión Soviética. Dicho conflicto, aunque con una clara primacía terrestre, tendría una vertiente naval de importancia ineludible. La URSS, con una flota precisamente basada en submarinos, iba a amenazar las vitales comunicaciones en el Atlántico Norte entre las naciones Aliadas, a la par que pretendía cerrar el acceso de dichas flotas a los mares al norte de Islandia. Para enfrentar la estrategia soviética, la OTAN llevaba décadas desarrollando diferentes vertientes de la guerra ASW. No obstante, su principal apuesta a la hora de cazar y hundir a sus contrapartidas soviéticas consistía en los propios submarinos.
Desde finales de la II Guerra Mundial, la inversión en la construcción y diseño de submarinos no tuvo freno. Alentada por una inversión pública que entendía dichas unidades como la salvaguarda de su propia existencia física, llegado el caso de una nueva confrontación. De las naciones integrantes de la OTAN tan solo una de ellas, Bélgica, carecía de submarinos en su flota desde hacía muchos años por decisión propia, que no por una incapacidad financiera. Simplemente había decidido que la función de su pequeña flota debía estar centrada en la guerra contra minas. No fue más que un caso puntual, pues todas las demás naciones de la Alianza Atlántica poseían submarinos operativos en sus flotas, y lo que es más importante, mantenían abiertos importantes programas de I+D y de construcción para sustituir las unidades por entonces en servicio por otras más modernas y capaces.
En la Tabla I podemos ver la constitución de las flotas de submarinos OTAN por país, según los datos extraídos del anuario World Fighting Ships del US Navy Institute en su edición de 1991. Como podemos observar, la fuerza de submarinos de la OTAN superaba ampliamente los dos centenares de unidades. Eso sí, deben tenerse en cuenta las consideraciones particulares de naciones como los EEUU, Canadá o Gran Bretaña, que distribuían sus unidades entre los diferentes teatros de operaciones- En cualquier caso, como número global nos puede dar una idea muy general de cuáles eran las reservas estratégicas con las que podían contar los planificadores de la Alianza. Es de reseñar que la primacía de la US Navy era indiscutible, aportando tan solo ella casi la mitad del total de submarinos disponibles. Esto es lo que una nación logra cuando invierte en el diseño, construcción, mantenimiento y logística de su flota. En cuanto a los actores europeos de la Alianza, tres naciones destacan por encima de todas las demás: Alemania, Francia y Gran Bretaña.
La primera de ellas, en aquella época todavía República Federal Alemana, había reconstruido su industria y capacidades y se había lanzado a la construcción de submarinos convencionales de buenas calidades y capacidades. Sus nuevos U-boat no solo equipaban a su propia flota, sino que desde hacía años eran un éxito de exportación a nivel mundial. Era, puede decirse, el fruto de las semillas sembradas décadas atrás. Unas semillas que todavía hoy siguen ofreciendo jugosos rendimientos. Tenemos pues que la Alemania de Bonn mantenía una potente escuadra de 24 submarinos convencionales a los que correspondería hacerse cargo de la estrategia de la OTAN de enfrentarse a las fuerzas soviéticas en el Báltico, así como en el Mar del Norte y en Noruega.
Francia, que durante años se mantuvo fuera de la estructura de la OTAN y aposto por desarrollar e invertir en una Industria de Defensa propia, mantenía una importante flota de submarinos nucleares y convencionales. Además, al haber invertido en dicha industria por considerarla estratégica e indispensable para mantener su independencia política, diplomática y militar, poseía en su haber -al igual que Alemania- diversos éxitos de exportación en el campo de submarinos convencionales. Su fuerza de 16 submarinos era una flota muy a tener en cuenta en el Teatro de Operaciones del Atlántico, así como en el Mediterráneo y en zonas más alejadas en las que mantenía intereses, caso del Índico.
País | SSN | SS | Clases Operativas | Programas en curso |
Bélgica | 0 | 0 | Ninguno | |
Canadá | 0 | 3 SS | SS Oberon | Submarinos Nucleares |
Dinamarca | 0 | 5 SS | SS Type 205 y 207 | |
Francia | 4 SSN | 12 SS | SSN Rubis, SS Agosta, Daphne y Narval | Submarinos Nucleares |
Alemania | 0 | 24 SS | SS Type 205 y 206 | Submarinos Convencionales |
Grecia | 0 | 10 SS | SS Guppy y Type 209 | Submarinos Convencionales |
Italia | 0 | 10 SS | SS Nazario, Totti y Pelossi | Submarinos Convencionales |
Holanda | 0 | 5 SS | SS Zwaardris y Dolfjin | Submarinos Convencionales |
Noruega | 0 | 10 SS | SS Type 207 | Submarinos Convencionales |
Portugal | 0 | 3 SS | SS Daphne | |
España | 0 | 8 SS | SS Agosta y Daphne | Submarinos Convencionales |
Turquía | 0 | 15 SS | SS Guppy, Tang y Type 209 | Submarinos Convencionales |
Gran Bretaña | 17+1 SSN | 11+3 SS | SSN Trafalgar, Swiftsure, Valiant y SS Oberon y Upholder | Submarinos Nucleares |
EEUU | 85+20 SSN | 0 | SSN Los Angeles, Sturgeon y Permit | Submarinos Nucleares |
TOTAL | 106+21 SSN | 116+3 SS |
Gran Bretaña, la otrora gran potencia naval y ahora principal aliado de los EEUU, mantenía su tradición de contar con una importante flota, equilibrada en su composición y con proyección mundial dentro, eso sí, de los presupuestos de Defensa disponibles, menguantes, pero aún amplios. Era la única nación que aún mantenía dos poderosas flotas de submarinos nucleares y convencionales, a la par que continuaba construyendo ambas clases de unidades. Además, a pesar de que la exportación de submarinos no estaba tan desarrollada como en Alemania o Francia, sus transferencias de unidades a naciones de la Commonwealth revestían todavía gran importancia. En 1991 todavía 28 unidades estaban operativas con la Royal Navy y, junto a la US Navy, era de las pocas flotas que regularmente desplegaba submarinos de ataque en las latitudes más norteñas del Atlántico destinadas al seguimiento y espionaje electrónico en el Mar de Barents de las unidades de la Flota del Norte Soviética.
En el Teatro Mediterráneo, aparte de las naciones que comparten la fachada Atlántica -España y Francia- naciones como Turquía, Grecia e Italia, mantenían un importante despliegue de unidades de 15, 10 y 10 unidades respectivamente. Grecia y Turquía, debido a particularidades históricas y políticas, mantenían también importantes flotas de submarinos, con unidades en su mayor parte provenientes de los programas de ayudas de los EEUU, aunque cada vez más tendían a comprar nuevas unidades de diseño germano. Italia -también en colaboración con Alemania- construía diseños relativamente autóctonos además de contar con el apoyo de la VI Flota estadounidense, que siempre contaba con algunos SSN en su despliegue. Sin duda, las fuerzas soviéticas en este teatro, provenientes en su mayoría de la Flota del Mar Negro e integradas dentro de la 5ª Eskadra, sabían que su estrategia se basaría en la Batalla de la Primera Salva, ya que su supervivencia, en un mar tan cerrado y controlado por medios Occidentales, era más que dudosa en el mejor de los casos.
El aporte del resto de naciones no puede tomarse a la ligera visto en conjunto. Canadá tan solo mantenía un submarino en su costa Atlántica, mientras que Dinamarca mantenía 5 unidades en los estrechos del Kategatt y Skagerakk en previsión de una ruptura por parte de la Flota del Báltico Soviética tratando de burlar el bloqueo aliado. Holanda, con una importantísima industria naval, mantenía 5 submarinos de novedoso diseño y prestaciones. Noruega, por su parte, en tanto era una de las naciones más inmediatamente amenazadas en caso de conflicto, había mantenido la firme voluntad política de mantener su capacidad de construcción naval a toda costa -aunque el diseño escogido fuera de proveniencia germana- y contaba con una decena de SS Type 207.
En definitiva, las naciones europeas de la OTAN -esto es, excluyendo a EEUU y Canadá- poseían unas flotas de submarinos combinadas de 116 SS y 21 SSN. Unas fuerzas nada desdeñables cuya composición, en relación al país de origen de cada unidad, puede observarse en el Gráfico I.
Como muestra el gráfico, la composición de la flota de submarinos en aquel momento estaba fuertemente condicionada por la masiva presencia de submarinos estadounidenses tanto en la US Navy como en los estados que habían recibido cesiones de material militar americano. Los tres países clave en el Viejo Continente -Francia, Gran Bretaña y Alemania-, por su parte, mantenían el pabellón bien alto en cuanto a unidades fabricadas en sus solares patrios sirviendo en las flotas de otras naciones. De hecho, si esta misma idea la extrapolamos a la Flota OTAN exclusivamente de unidades de diseño y construcción europeas, las tres naciones mencionadas copaban por completo la flota europea de submarinos en servicio en aquel momento, con especial preponderancia de Alemania, pues de las mesas de diseño germanas procedían el 23% de los submarinos de la flota OTAN, cifra que se elevaba hasta el 42% en el caso de la Flota OTAN Europea.
La flota submarina soviética en 1991
Hay que explicar que en aquellos años el gran enemigo a batir, o al menos el principal a tener en cuenta, era la Flota de la Unión Soviética, cuyo componente ofensivo estaba precisamente constituido por unidades submarinas de todo tipo y en gran número. Una URSS que había mantenido la política de construcción de submarinos en grandes cantidades bien fueran submarinos convencionales (SS), submarinos de ataque nucleares (SSN) y submarinos de ataque nucleares lanza misiles (SSGN).
La Flota Soviética, centrándonos en lo que nos atañe, enfrentaba tres de sus principales Flotas contra la OTAN: La Flota del Norte, la Flota del Báltico y la Flota del Mar Negro. Fuerzas de consideración que se complementaban con una poderosa Aviación Naval y con sus cada vez más nutridos y modernos grupos de superficie. Respecto a la composición de sus unidades submarinas, era la siguiente.
No es necesario señalar que la amenaza soviética constituía un desafío de primera magnitud para los recursos disponibles de la OTAN, pues los socios europeos de la Alianza aportaban alrededor de 130 submarinos disponibles sí, pero los recursos de Estados Unidos -y en realidad también de otros como Canadá, Reino Unido o Francia- debían repartirse en otras áreas del globo, como el Pacífico y el Índico, lo que podía llegar a crear una paridad táctica en cuanto a unidades desplegadas. No debemos perder de que la Flota Soviética desplegaba también en su Flota del Pacifico otras 88 unidades.
Pese a todo, la fuerza de submarinos de la OTAN, sumada a la de las naciones aliadas no pertenecientes a dicha organización, formaba unas fuerzas operativas disponibles lo bastante equilibradas como para poder sentirse seguras de no ser sobrepasadas en los primeros compases de un hipotético conflicto. Muy al contrario, las fuerzas submarinas aliadas, centradas en su función ASW, podían estar cerca de una paridad táctica en casi cualquier escenario e incluso en situación de clara ventaja, pues el número de unidades no es sino una parte de la ecuación.
Norte | Báltico | Mar Negro | Total | |
SSGN/SSG | 35 | 3 | 2 | 40 |
SSN | 50 | 0 | 0 | 50 |
SS | 29 | 34 | 20 | 83 |
Total absoluto | 173 |
El lector ha de tener en cuenta aspectos como la electrónica de los sistemas de sónar o de procesamiento de señales y el entrenamiento de las tripulaciones. La OTAN, con una marcada preeminencia de las escuelas anglosajonas, mantenía un exigente nivel de operatividad, de disponibilidad y de entrenamiento de sus unidades submarinas. La URSS, por el contrario, aunque mantenía importantes despliegues de unidades, poseía una ratio de entrenamiento y días de mar por unidad, inferior a Occidente. Es cierto que poseía, cada vez en mayor grado, de plataformas tecnológicamente avanzadas, como podían ser los Alfa o los Akula, pero también que sus despliegues eran en general menores a sus contrapartidas de la OTAN y que el entrenamiento y la formación de sus tripulaciones también adolecían de deficiencias frente a las occidentales, descansando toda la responsabilidad de la operación de sus buques sobre una oficialidad sobrepasada de funciones, muchas de las cuales en Occidente eran asumidas por suboficiales.
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